Partida Rol por web

- Los Campamenteros heridos están bastante vapuleados, pero todos se las pueden arreglar para llegar con ayuda a la zona de acampada de los Campamenteros y tumbarse junto al fuego.

- Cuando llega el momento, acuden todos, los que pueden llevan mantas y esterillas.

Lombriz gruñó por el dolor. En la jaula, el entumecimiento había sido un compasivo compañero, pero ahora ya no estaba con él. Una multitud de garras afiladas se clavaban en sus piernas, su espalda parecía anclada al suelo por gruesas costuras, una hoguera abrasaba su caja torácica.

Se consoló pensando que volvía a ser Lombriz. Mito estaba de nuevo enterrado en un lugar al que no podía llegar voluntariamente, como los recuerdos de sus vidas pasadas, antes de ser un recluta de la Compañía, antes de ser un gusano alimentado por los desperdicios de otros.

No era capaz de abrir los ojos, pero los oídos y la nariz le decían todo lo que necesitaba saber. Escuchó las voces de algunas de las mujeres de escuadra, las pocas que debían haber sobrevivido, y las de otros hombres y mujeres que también conocía, aunque no reconocía. Olía a enfermedad y dolor, a sangre, hierbas y barro. Olía como debía oler un lugar en el que se trataba a los heridos. De algún modo, se las había vuelto a arreglar para sobrevivir. La ocasión anterior lo había hecho con la mente rota, y ahora se preguntaba si no lo haría con el cuerpo en las mismas condiciones.

La masa de legañas se resquebrajó con un tirón de los párpados, y los ojos de Lombriz se abrieron. Vio a los heridos a su alrededor, y vio a la mujer sentada cerca de él, hablando con alguien. No era una de las suyas, pero su rostro estaba en su mente. Vio su propio cuerpo, cubierto de vendajes y emplastos desconocidos.

—¿Dónde estar? —la mano de Lombriz salió disparado como un látigo y se cerró alrededor del delgado brazo de Plumilla—¿Quién vive escuadra mía?

El tiempo pasó y Derviche agradeció las horas de sueño que ayudaron a descansar su cuerpo molido. La gente hablaba alrededor y no tenía mucho en cuenta que algunos necesitaban dormir. Miró a su tutor y suspiró. Se preguntaba si llegaría a ponerse bien, si algún día iba a luchar de nuevo.

Le distrae unos ruidos de fuera, otros que regresan de la batalla. Puede que vienen victoriosos y con las cabezas de sus enemigos como trofeo, puede que vienen unos cuantos, heridos, cansados, cobardes que hayan huido para salvar sus vidas. Alguien les atenderá y les cuidará seguro que mucho mejor que a ellos, los campamenteros, lo peor de lo peor.

Sabandija comentaba lo bien que era respirar el aire de fuera, eso era lo que Derviche quería, estar fuera y no en esa tienda apestosa.

Ojopocho sabía cosas interesantes, mandó a su pupilo a buscar hermano de capa, al parecer en un par de días iban a jurar. Probablemente se enteró de ello, mientras ella estaba dormida y él, fuera de esa tienda. Ahí dentro nadie más dijo nada sobre ello.

Una interesante aparición, fue Piojillo, la putita de Cochinillo, venía a dar una orden, sobre una reunión. Derviche no le prestó atención hasta que dijo la última parte, que la tonta que casi la mata antes, tiene que decir si pueden ir o no. Quería salir de esa tienda y no iba a esperar que nadie le diera permiso. Empezó a recoger una manta, la metió debajo del brazo y esperó que llegase la hora para levantarse y salir.

Matagatos entró en la tienda, por fin parecía que iba a poner orden. Derviche no se levantó aun, la última vez le dijo que na la iba a curar si no guarda reposo. Ella no le iba a decir nada sobre la reunión a la que los invocó Piojillo, aprendió a mantenerse callada y parecer sumisa. Eso era lo que le aseguraba las gachas al final del día y eso era lo que les iba a dar. Se desahogaría matando enemigos. Sentir la sangre caliente sobre su piel, la tranquiliza, solo pensarlo la hace sonreír.

Sicofante se levantó sin discutir las palabras de Matagatos y tras acercarse a Plumilla y darle una ligera palmada en el hombro a modo de agradecimiento, salió de la tienda de campaña sin decir palabra. 

Se volvió ante la pregunta de Plumilla.

-No se a que reunión te refieres. Dijo Matagatos extrañado ante la pregunta. ¿Quien ha convocado una reunión?

No sabía que se hubiera convocado ninguna reunión, claro que había estado ocupado hablando con varios hombres antes de volver a la tienda y podía habersele pasado de largo.

- Se refiere a una que ha convocado Piojillo para los Campamenteros. - le digo a Matagatos.

Luego me giro hacia Plumilla.

- Como yo no tengo que estar en la reunión de Campamenteros me quedaré con los heridos. - le comento con un guiño de ojo.

Matagatos asintió. Se imaginaba para que era la reunión y por supuesto deberían ir todos los que pudieran pues era algo importante.

-Entonces debéis ir todos los que podáis moveros. Dijo a los campamenteros que estaban allí presentes. Después se giró a Plumilla. Ojopocho se encargará, vete sin problema.

Tras eso se volvió hacia su compañero.

-Veo que aquí está todo bajo control y si tu estás vigilando estaré tranquilo. Creo que iré a ver a Ponzoña para que me ponga al día y mirar sus heridas. No dudes en buscarme si algún herido se pone peor.

- De acuerdo. - le digo asintiendo al Lider de los Hostigadores. Ve tranquilo.

- El único que me preocupa ahora mismo es Peregrino. - le comento. Es el que a priori está más grave aunque hemos conseguido estabilizarlo y espero que poco a poco vuelva a ser el de antes aunque temo su reacción cuando descubra que su espada se halla en manos del Triplete.

- Matagatos, una útima cuestión que no tiene que ver con los heridos.

- Diversos motivos propiciaron que no tuviera Hermano de Capa en la Ceremonia en la que fuí nombrado Soldado de la Compañía. ¿Hay alguna forma de conseguir una capa a estas alturas?

-Si, a mi también, pero es un luchador y saldrá adelante, ya lo verás. En cuanto a lo de su espada... será un golpe muy duro para él, la cuidaba como si de una extensión de si mismo se tratara, pero nada podemos hacer, tan solo encontrar al que la tiene y arrebatársela. Quizá el destino nos cruce con él nuevamente y no pueda huir la siguiente vez.

Matagatos asintió. No sabía que había llevado a Ojopocho a no tener un Hermano de Capa, era un buen compañero y había demostrado ser muy útil y eficaz en lo que hacía. Ese tema no podía solucionarse ya, pero lo que él pedía tenía fácil solución. Matagatos le sonrió.

-Si, una muy fácil, tan solo tienes que comprar una. En los puestos de los mercaderes no te será difícil encontrarla. ¿Aún conservas el broche de plata que te regalaron en la ceremonia? Lo necesitarás para sujetarla. Bueno, si no me necesitas para nada mas iré en busca de Ponzoña entonces. Nos vemos.

Plumilla dedicó una sonrisa dulce a Sicofante cuando éste, en el más absoluto de los silencios obedeció a Matagatos no sin antes darla un toque en el hombro a modo de agradecimiento.

Por otro lado, Ojopocho se había adelantado a su respuesta y le explicó a Matagatos a qué reunión se refería la muchacha.

-Volveré más tarde entonces-respondió Plumilla a Ojopocho sacándole la lengua en respuesta al guiño. Dejó que ambos siguieran con su charla y preparó lo necesario para que los heridos tuvieran más fácil el encaminarse a la reunión.

- Pero eso podría ser mal visto por parte de algunos miembros de la Compañía. - respondo a Matagatos antes de que este abandone la tienda. Ya que se supone que "nadie" me ha considerado digno de ser mi Hermano de Capa y por tanto no creo que les haga mucha gracia verme con una capa comprada por mi.

-No tiene porqué ser así, todo lo contrario. Que alguien no lleve capa es síntoma de que no se siente un hermano con el resto. Hay algunos que se sienten demasiado superiores para pedirle a alguien que sea su hermano, o quizá no fueron lo suficientemente respetados en el momento de jurar a pesar de haberse ganado el derecho. Ya no puedes solucionar lo de tener un hermano de capa, pero si puedes hacer que el resto te vea como un igual y ganarte su respeto. El mío ya lo tienes y me gustaría verte con una capa negra puesta si ese es tu deseo. Nadie puede impedirte hacerlo pues eres un miembro de todo derecho en la Compañía Negra y yo creo que nadie duda de que seas digno de llevar la capa.

Apoyó su mano en el hombro de su compañero. Había demostrado ser un buen soldado y merecedor de portar una capa.

Derviche esperaba con interés la reacción de Plumilla al ser agarrada de la mano, por uno de los heridos. Su cara se quedó sin gesto al ver que ni se ha dado cuenta. Pensó que debe de estar muy acostumbrada a que la toquen y... Pero eso no era asunto suyo, así que se fijó en Matagatos mientras estaba sentada, para ver que orden daba.

Se levantó en cuanto Matagatos dio permiso de hacerlo, a todos los que podían andar. Se sentía mejor, así que, paso tras paso, llegó hasta la salida de la tienda y, tras pararse un momento, caminó fuera.

- Sicofante y Matagatos salen de la Tienda de los Heridos.

- Después todos los Campamenteros acuden a la reunión.

Sabandija observa a Ojopocho, sumido en un mar de dudas. Era su mentor y por lo tanto uno de los que más le conocían. ¿Por qué entonces no se había ofrecido para ser su Hermano de Capa?. Escuchando su conversación con Matagatos, se puede imaginar la razón, pero la falta de confianza del K’Hlata es grande, y por lo tanto, le atormentan las dudas. Finalmente, se pone de pie para acudir a la reunión, y al pasar junto a Ojopocho, le comenta.

- Ojopocho...- El joven juguetea nervioso con un mechñon de su pelo- ...me harías un gran honor su fueras mi Hermano de Capa en la ceremonia.- Sabandija trata de mirarlo a los ojos, pero no aguanta la tensión y, al final, baja la mirada.- Si...si no quieres serlo, lo entenderé y buscaré a otro. Pero entiendo que tú eres, como mi mentor, el más apropiado. Además siento un gran respeto por ti.

Sabandija podía entender los miedos de Ojopocho por no haber tenido Hermano de Capa, pero que alguien, aunque fuera una Sabandija, le solicitara que fuera el suyo, debería ser reconfortante.

Tras esperar la respuesta de su mentor, Sabandija se dirige a la reunión, siguiendo a Plumilla.

Quedé expectante cuando hablaron de la reunión. Debía ser importante cuando querían que asistieran todos los heridos que pudieran moverse. Aunque malherida, era capaz de moverme, pero esperaba alguna confirmación para poder asistir. Al ver cómo nadie lo prohibía y otros se levantaban para ir, me incorporé con torpeza y caminé tras ellos lentamente.

Ahh..- gimió cuando Plumilla la atendió. No tenía nada que morder, así que aguantó el dolor como pudo. Después de todo, el dolor significaba que seguía viva, y eso lo agradecía.

Con mucho esfuerzo y sudores fríos por todo el cuerpo por culpa del dolor pudo pronunciar unas palabras, aunquq fatigadas, entendibles.- Muchas... gracias... Plumilla. - Se sentía realmente agradecida hacia la joven muchacha. Por fin alguien no le recriminaba que se hubiese levantado esa mañana. Estaba deseando ser una más, importar a alguien, y aunque aún no lo había conseguido, por lo menos se sentía integrada entre los heridos, ya que la estaban tratando como se debía.

Se quedó ligeramente dormida, pero la entrada de Piojillo la había sacado de su adormilonamiento. Esperaba poder asistir a la reunión. Era evidente que era algo importante. 

Finalizada la reunión de los Campamenteros, Plumilla regresó ayudando a Niña de Oro a moverse despacio, con mucha paciencia. Si era sincera, no había sacado gran cosa en claro de aquella reunión a parte de que Tarado se había metido en un lío no solo con su nuevo jefe de pelotón sino también con sus compañeros. Al menos con la mayoría.

-Échate...¿te duele mucho?-le dijo a Niña de Oro ayudándola a tenderse sobre una estera. Una vez tumbada le pasó una mano por la frente, limpiando el sudor y comprobando su temperatura- duerme y no te preocupes, ¿vale?-le pidió con una sonrisa dulce  acompañada por una sincera preocupación por la muchacha- deja que la herida cierre y no te muevas de aquí.

Se incorporó y volvió a salir poco después para seguir ayudando con el traslado de heridos.

- Estaré encantado de ser tu Hermano de Capa. - le digo a Sabandija. Eres un buen Explorador y con el tiempo serás un Gran Guerrero y Experto Explorador.

- Ahora ve a la Reunión pero no fuerces o tus Heridas corren el riesgo de abrirse de nuevo.

Una vez todos los Campamenteros han abandonado la Tienda de los Heridos me acerco a Attar.

- ¿Como estás? - le pregunto.

Attar se encaró hacia Ojopocho, aunque como era normal en él, no enfocó su mirada en el k'hlata. 

-Attar sigue herido, pero se recupera todo lo rápido que puede. Pronto será necesario, y quiere ser útil para la Compañía, y no una carga más. Pronto podré entrenar de nuevo, y combatir.