Partida Rol por web

 Mientras dejaba pasar a los luchadores, para que pudieran hacer frente a los trasgos, en caso de ser necesario, susurré:

 - Si Kairi tiene razón, sugiero capturarlos, antes de que puedan escapar, para interrogarles...

Okodar asintió a las palabras de Lobo Blanco. El espacio para que los dos entraran era pequeño, por lo que decidió meterse en silencio al agua. De esta manera, se colocó al costado de su compañero. Presto a actuar ante la menor reacción de los golbins, Okodar se percató de la idea de Anubis. Quería hacer prisioneros. No acostumbraba el semiogro a tomar decisiones, por lo que dejó que otros la tomaran por él, a pesar de preferir aplastar las cabezas de sus enemigos.

Los golbins caminaban animosamente, hasta que uno de los dos se frenó en seco. La antorcha que llevaba Kairi había conseguido llamarle la atención. De un brusco movimiento frenó a su compañero y pudo observar como se agazapaban en las sombras Lobo Blanco y Okodar. En sus horribles rostros se pudo observar una mezcla de fiereza y temor...

Con Okodar tomando posición en el interior de la torrentera, la luz de la antorcha a mi espalda y su fulgor mostrándome los dos trasgos que nos descubrían ante ellos, todo parecía indicar que la situación terminaría en una confrontación. No me agradaba, pues el enfrentamiento era algo que sólo respondía a la necesidad, al menos en "mi" mundo. Defensa o sustento, esos eran los motivos de un animal para recurrir a la violencia. E incluso ante dos criaturas como aquellas, enconados enemigos de todo cuanto yo defendía, me costaba no apostar por un equilibrio propio del mundo animal, dándoles la oportunidad de rehuir una batalla que debían ver perdida.

Lo trasgos terminaron advirtiendo nuestra presencia, mientras Okodar se posicionaba junto a Lobo Blanco, internándose para ello en la torrentera. El rostro de las criaturas me resultó confuso, pues habían adquirido una mezcla de fiereza y terror que hacía difícil adivinar su propósito.

- Actuemos con precaución, por favor… - pedí a mis compañeros en un susurro, antes de alzar mi voz y dirigirme a los trasgos. - ¿Qué hacéis aquí? ¿Qué lleváis ahí? – pregunté directamente, con firmeza, pero tratando de sonar lo más neutra posible.

 - No queremos haceros daño, por davor, solo queremos salir de aquí... - Añadí, de manera persuasiva, a las palabras de la joven, esperando que sirviera de algo.

Lobo Blanco contuvo sus impulsos y se mantuvo en el lugar, expectante a los movimientos de aquellos dos golbins. A pesar de los intentos de Kairi y Anubis por contenerlos, los dos monstruos dieron media vuelta y salieron corriendo. Aparentemente, por sus chillidos, intentaban escapar aterrorizados. El ruido hacía eco en los oscuros pasillos de la alcantarilla, mientras los golbins se dirigían hacia el corredor que llevaba a la izquierda a toda prisa.

El camino por adelante del grupo se dividía en dos, hacia la derecha y hacia la izquierda, por donde intentaban huir los monstruos. A pesar de no hacer mella en los golbins, las losas del suelo estaban mojadas, haciendo difícil cualquier intento de persecución. 

En la desesperación por escapar, uno de los golbins arrojó una pequeña bolsa al centro de la torrentera, hundiéndose inmediatamente en ella... 

Finalmente, la reacción de aquellas horrendas criaturas fue de lo más... natural. Incluso ellas, ofensoras de la naturaleza que yo defendía, se veían forzados a responder de la forma más lógica, como los animales bajo la protección de mi deidad. Aquello me reportó una cierta satisfacción, además del descanso de saber que evitaríamos un innecesario conflicto.

A la media vuelta, lancé una mirada satisfecha a los dos compañeros que se mantenían a mi espalda, Anubis y Kairi.

Será mejor que conserves tú la antorcha, mujer. -Le dije a la sacerdotisa- Si reaparecieran otras criaturas, podría necesitar mis manos libres.

En aquella ocasión, habíamos contado con tiempo para prepararnos. Pero ante una emboscada sorpresa, habría tenido que soltar la antorcha. En un lugar tan oscuro, eso podía ser un problema serio.

Okodar, ¿podrías recuperar la bolsa que han tirado? -Propuse, dado que ya se encontraba en el interior de la torrentera- Tal vez nos de una pista de sus actividades por aquí.

No hizo falta que las criaturas respondieran a mis palabras, pues sus actos hablaron por sí solos, no debía ser nada bueno lo que hacían allí. Aunque a decir verdad, puede que la presencia de Okodar y Lobo Blanco, junto a su disposición para entrar en combate en cualquier momento, les hubiera amedrentado.

Trataban de escapar, con lo que no haría falta finalmente un enfrentamiento, pero a pesar de ello el druida me pidió que continuara portando la antorcha; por si la situación cambiaba repentinamente y volvía a necesitar sus dos manos libres.

- Descuida, yo me encargo. – le confirmé, fijándome en cómo los goblins dejaban caer una de aquellas bolsas en su huida.

Sin embargo, antes de que pudiera decir nada al respecto lo hizo Lobo Blanco, pidiéndole a Okodar que la recogiera del agua.

- Esa es una gran idea. – apunté cuando el druida terminó de explicar su propósito con aquella petición. - Ojalá sea así. Además eso también podría ayudarnos a saber a qué tipo de lugar se puede llegar por aquí, ¿no?

 - Adiós el elemento sorpresa... - Pensé con un suspiro de pesar, mientras las dos criaturas se escapaban y el resto no hacía ningún intento de tratar de alcanzarlos. En su lugar, esperé a que el semiogro cogiera lo que hubieran tirado para poder examinarlo.

Okodar vio con indiferencia cómo se escapaban aquellos seres por el pasillo. Parecía que en el apuro, los golbins habían arrojado una bolsa a la sucia torrentera. Lobo Blanco le propuso, avalado por Kairi, buscar aquella bolsa para ver el contenido.

Con un leve gruñido, el semiogro caminó hacia donde creía que habían arrojado los golbins su bolsa. Se acercó lentamente y rebuscó con una mano. Su malhumor se acrecentó al no poder encontrar la bolsa. En su lugar, levantaba la mano y solo conseguía sacar barros y otros excrementos. El fétido y nauseabundo olor que ésto desprendía inundó sus fosas nazales, a tal punto que casi vomita. Decidido a no cesar en su búsqueda, Okodar se arrodilló con una pierna y buscó con las dos manos. Luego de palpar el fondo de la torrentera, encontró lo que buscaba. 

Asqueado y algo abrumado, Okodar se levantó bruscamente, mientras chorreaba por su cuerpo la bizcosa sustancia que corría por la torrentera. Se acercó a Lobo Blanco y dejó a sus pies el bulto recogido. Hasta ahí había llegado su tarea.

El saco recuperado era de cuero oscuro, o al menos así parecía. Quizás hubiera tenido otro color, pero la humedad y la suciedad ahora no dejaban entreverlo. No había estado suficiente tiempo en el fondo como para adquirir tanto olor (Okodar sí que estaba impregnado de aquél fétido aroma), pero en algunas partes podían verse barros impregnados. En la parte superior, una cuerda de hilo grueso ataba la bolsa, evitando que su contenido se haya dispersado.

El semiogro, aún a pesar de renegar por lo bajo con aquellas maneras tan suyas, aceptó encargarse de la búsqueda de aquel saco hundido. Lo cierto es que, observando cómo realizaba tal tarea, no me cabía duda de lo desagradable de la misma. Hasta tal punto lo sentí, que llegué a padecer de una cierta culpabilidad al habérselo pedido a él, en lugar de encargarme yo personalmente. No obstante, y dado que Okodar ya se encontraba en aquel líquido, era la opción evidentemente más lógica.

Tardó un rato en dar con ello, pero por fortuna finalmente logró localizarlo, dejándolo a mis pies con desagrado. Me giré para mirar a Kairi, quien sostenía la antorcha, y le hice un gesto para que iluminase mejor con ella la bolsa mientras me agachaba a su lado.

Bueno... parece que esto no va a ser agradable... -Anoté en voz baja, recordándome que algunos de los más desagradables hedores formaban también parte del orden natural de las cosas. Cosas como los excrementos o la descomposición de los cuerpos que una vez albergaron vida, eran parte primordial del ciclo- Veamos...

Aparté la bolsa del borde de aquel camino, para evitar que el contenido de la bolsa pudiera caer a la torrentera al abrirlo, y tiré de aquella cuerda para comprobar su interior.

 Observé a Lobo Blanco, con una cara de asco, mientras registraba la bolsa que nos había traído Okodar. Definitivamente esos dos tenían muchas agallas para tocar... Eso.

Okodar finalmente pudo sacar aquella bolsa de la torrentera, aunque le llevó más de un intento, pareciendo acrecentarse aquel fétido olor cada vez que removía la turbia agua. Fruncí la nariz ante una de aquellas oleadas de nauseabundo hedor, recordándome este a algunos de los pueblos y aldeas más desfavorecido que había visitado, donde la falta de higiene en las calles iba en consonancia con la falta de recursos de sus habitantes.

Cuando Lobo Blanco me pidió que alumbrara la bolsa lo hice sin mediar palabra, agachándome al lado del druida y acercando la antorcha para iluminarle. Entonces el hombre se dispuso a abrirla, mientras mis azules ojos no se despegaban de la bolsa, esperando con impaciencia a ver qué había en el interior.

Con mucho cuidado, Lobo Blanco desató la bolsa que había arrojado Okodar sin demasiado interés. Para la extrañeza de todos, la misma era más grande de lo que se esperaba en un principio.

A pesar de haber estado unos instantes en la horrenda torrentera, el interior de la bolsa permanecía extrañamente seco. Parecía que su interior se había mantenido inmune a la corrupción exterior que la envolvía.  

Intactos en su interior encontraron un trozo de jamón ahumado (comida buena), una horma de queso de cabra (comida normal), dos manzanas (comida normal) y varias hogazas de pan de trigo (comida normal). Además encontraron una botella llena (contenido desconocido), 15 pp, 5 pa y un collar de perlas (valor desconocido).

Mientras revisaban el contenido, el grupo apenas se percató del extraño silencio que se había apoderado del pasillo...

Mi rostro expresó la extrañeza que me produjo encontrar aquel contenido en la bolsa. No me esperaba, sinceramente, que lo que portasen aquellos seres fuera sencillamente comida. Y más aún me extrañó que ésta permaneciera intacta después de haber sido zambullida la bolsa en aquel apestoso líquido que discurría por la torrentera. Enarqué una ceja, apretando los labios, y me giré a mirar a mis acompañantes.

Podría pensar que ésto son sólo las provisiones de esa criatura... si no fuera por el collar. -Afirmé, tomándolo en mi mano y observando aquellas perlas- Ésto me hace pensar más en un botín, el fruto de un saqueo o asalto. Deberíamos guardarlo y repartirlo cuando salgamos de aquí. Puedo meterlo en mi mochila, a no ser que alguno prefiráis llevarlo personalmente... -Propuse, sabiendo que mucha gente se volvía susceptible en lo que a las posesiones se refería. Era un mundo difícil, donde no todos eran de fiar. Eso levantaba suspicacias y desconfianza- Habrá que proseguir. ¿Seguimos el camino de esos trasgos, o nos alejamos de ellos?

Mi rostro se llenó de decepción ante lo encontrado. Aquello no nos daba ningún tipo de pista, tan sólo corroboraba lo que ya sabía, que aquellos seres se dedicaban a saquear. Lobo Blanco no tardó en hacer palabras mis pensamientos, ofreciéndose después a guardar lo encontrado para poder repartirlo en el exterior.

- Si se trata de algo robado, creo que deberíamos devolverlo, al menos el collar. Puede que tenga algún significado para alguien… Por mi parte no hay problema en que lo guardes mientras tanto, gracias. – respondí al druida, quien nos preguntó después por el rumbo a tomar. – Creo que optaría por seguir el camino de los trasgos, al menos sabemos que esa dirección lleva a algún sitio, de optar por la otra podrían terminar emboscándonos... Aunque realmente no hay nada que nos indique cuál es la dirección para dar con la marca del elfo. - dije encogiéndome de hombros, pareciéndome una cuestión azarosa. 

 - Estoy de acuerdo con vosotros, guardemos los objetos valiosos, hasta ver si podemos averiguar a quien pertenecen y devolverlo. Sobre seguir a los trasgos, hay que tener cuidado, pueden llevarnos a una guarida donde haya un número mayor. - Opiné, tras escuchar a Lobo Blanco y a Kairi. Luego miré a Okodar, esperando escuchar lo que opinaba.

Okodar escuchó a sus compañeros casi sin prestarles atención. Se mantenía ausente, como si en su cabeza la confusión tomara toda su atención. Tomándose la vieja herida por debajo de las costillas, musitó un leve gruñido. Le daba igual los Goblins, solo quería salir de allí. Coincidía con Kairi, encontrar el camino indicado por el elfo iba a ser difícil. Solo les quedaba ir hacia el sur...

20%.

Fracaso:

Encuentro: 81

Ladrones Golbins.