Partida Rol por web

Ya que no puede hacer nada mas, Pixy detecta magia

Nefertari fue moviéndose intentando localizar la ubicación de la criatura...

Casi obligados por el ímpetu de Nefertari, aunque también en acuerdo con Dario, seguís dando caza a la cabeza; Pixy, Yash y Auren, cada uno desde un punto distinto, intentáis con vuestras capacidades de detección mágica sacar su posición, mientras la paladina, en su forma felina, la acorrala.

Los minutos pasan lentos buscando, e Imanish es demasiado astuto como para dejarse pillar. Más de una vez creéis adivinar dónde está, pero ya sea porque os habéis equivocado, o porque simplemente es demasiado ágil, cuando golpeáis solo encontráis aire, y la risa del demonio en vuestras cabezas.

Dario sigue sintiéndose mal, el peor de todos, y más de una vez tiene que doblarse a vomitar. Con cada una, el malvado ser os vuelve a hacer la misma proposición: marchaos de allí, mientras podáis, y os dará información útil. Aunque varios aún estáis dispuestos a negociar, la negativa de otros da por tierra con cualquier posibilidad de conversación civilizada.

En un momento dado, el gnomo para de buscar para pasar a la acción. Prepara su hechizo favorito y, en una de esas en las que la aasimar —ahora transformada— dice convencida que capta el olor, conjura un arco de brillantes colores. La vívida ilusión alcanza tanto al bestial criatura como a la félida, pero por desgracia ambos se libran de los efectos. Ha sido arriesgado, pero inútil al final.

El tiempo se os está haciendo eterno, a todos, y la paciencia empieza a acabarse; incluso, quienes no querían en un principio albergan la duda de si no estáis haciendo el tonto. Aún así, seguís. Un poco más, os decís a vosotros mismos, intentando autoconvenceros de que aquél pilla pilla tiene sentido. Además, Dario hace rato que ha dejado de tener arcadas, aunque sigue sintiéndose embotado. Puede que las cosas mejoren...

Y entonces lo lográis. En un afortunado movimiento, puede que por culpa del cansancio, que también hace mella en Imanish, vuestro oponente choca contra el tifling, lanzando un agudo chillido por la sorpresa, y también un mordisco que pilla por sorpresa al semidemonio. Un golpe de suerte, improbable en el mejor de los casos, pero que ha ocurrido.

Todos os lanzáis sobre la ahora visible cabeza. La mayoría de vuestros ataques rebotan o son esquivados, pero entre todos, dos logran tener éxito. Nefertari lanza un tajo que a punto esta de poner punto y final, y luego Auren, que ha permanecido con un perfil bajo hasta ese momento, da el toque de gracia, empalando al vil monstruo.

Darío pensaba que se le había pasado el efecto de la ponzoña hasta que le sobrevino otra arcada y su posterior papilla acompañante. Además tenía los sentidos embotados. Pero en cuanto apareció la cabeza no dudo ni un instante en lanzarse sobre ella lo más rápido posible. Se abalanzó con el estoque empuñado con fuerza y a punto estuvo de darle un mordisco también. Sin embargo reculó en el último momento y no lo hizo.

Cuando la cabeza yacía a sus pies, sangrante, con un tajo que la cruzaba de lado a lado, saco la daga y empezó a hurgar en las cavidades y los ojos de la pequeña cabeza mientras canturreaba algo en un idioma poco común.

Y así se quedó hasta que alguien le sacara de su ensimismamiento.

Pinche, pinche, hasta que relinche

​​​​​​Corte, corte, hasta que soporte

Sangra, sangra, y si no aguanta

Muerte, muerte, ¡es lo que divierte!

Repite la retalía una y otra vez mientras pincha, corta y hurga con la daga

Sus últimas energías mágicas se evaporaron con aquel último conjuro y Pixy suspiró, cansado. Afortunadamente, entre todos habían lograr desbloquear la situación y acabar con el jodido demonio pero, si antes Pixy ya podía ayudar poco, ahora sí que iba a resultar irrelevante.

El gnomo agarró la ballesta mágica que aún no había podido identificar y se encogió de hombros.

-Me he quedado son conjuros potentes, así que, a partir de ahora, usaré esto, si os parece bien.

El combate había acabado, no fue fácil y alguno de sus compañeros habían quedado malheridos o afectados... pero acabaron de gran maldad que corrompía el lugar.

- Gracias por ayudarme a acabar con este diabólico ser, quizás lo más fácil hubiera sido negociar con la criatura a cambio de información, pero seguramente nos hubiera engañado y escapado, para continuar corrompiendo este lugar o algo peor. Podéis quedaros mi parte del botín para sanar vuestras heridas, por mi parte me siento satisfecha con lo que hemos conseguido.

Fue un combate duro en el que salieron victoriosos. El tiefling esperó que la muerte de la criatura no les impidiera encontrar la información que parecía haber tenido sobre el Ojo del Erudito.

- Hecho está, ya no se puede cambiar nada.

Tampoco se encontraba bien, pesándole la cabeza. Miró hacia la paladina y asintió, era una mujer íntegra al fin y al cabo. 

- Está bien, podremos tener más oportunidades en el futuro de dar con ese objeto que andan buscando.

Darío estaba haciendo algo macabro, ese juego producía un extraño efecto en el semidemonio, quien apartó la mirada y fue a examinar el mobiliario del lugar.

Auren se apoyó en su arma, resoplando y masajeándose las piernas. - Mataría por un buen baño y una buena cenaaaarrhhhhggff..... ¿qué puñetas haces Dario? - le dijo, dándole un capón con ganas. - ¡Pero qué guarro eres! - 

La clériga puso morros y asintió un par de veces a la piernilarga de Nefertari, que se había transformado en una gata enorme. - Ya decía yo que esas hermosas te...piernas no eran suyas. - pensó, con una sonrisita maligna. 

- Bueno, no pasa nada Nefer. Ya lo encontraremos, no tenemos prisa, ¿no? Igual sería mejor terminar aquí e irnos a descansar. Por favor. - añadió, con un tono casi lastimero al final de la frase. 

Cansados, pero victoriosos, empezáis a moveros por la habitación. Yash se pone a buscar y Auren, tras dar un capón a Dario para que detenga tan macabra actuación, le ayuda; entre ambos, logran descubrir algo extraño en el vestidor, y al poco de un minucioso examen se dan cuenta del que: es falso. El aparador no tiene cajones, sólo manijas en la parte delantera, que está tallada para que parezca un cajón. Todo el accesorio es más parecido a una caja con la parte trasera abierta. Cuando se coloca contra la pared, oculta un cofre de bronce, que se revela cuando se tira hacia fuera.

- ¡Un cofre! - dijo entusiasmada. - Un momento...¿no será peligroso? ¿Y si tiene una trampa? ¿o más? - no sabía de esas cosas, pero sí que había escuchado a sus hermanas que habían atendido a aventureros que se habían arriesgado demasiado y habían sido envenenados, o casi muertos por cuchillas y lanzas ocultas. 

- Mejor que dejemos al especialista, si no tiene más ojos que sacar...y los demás nos apartemos un poco. ¡Ánimo Dario! - le dijo, dándole un par de golpes en la espalda con un poco más de fuerza de lo normal. 

Luego, como para relajar un poco el gesto, apoyó una de sus manos en la mejilla de él y susurró - Que la luz de luna te de su guía. - una suave sensación embriagadora recorrió durante unos instantes la piel del joven, dándole seguridad en sí mismo para la tarea.*

El semidemonio se mostró interesado por el nuevo descubrimiento, como de costumbre desconfió del objeto y lo primero que hizo fue buscar trampas.

Darío se sobresaltó al recibir la colleja -​​​​​​-Qué...?. Ahh vale.- se levantó y guardo la daga no sin antes limpiarla en...unos zapatos que había por ahí, los cuales casi le dan una patada -¿Qué puñetas? Son mágicos? A no. Es que están unidos a Arquero Sagaz- pensaba el muchacho al levantar la mirada y ver al explorador con cara de enfado.- Da igual, ya la he limpiado.

​​​​​​Al oír como le llamaban se giró. - Mmmm... Un cofre. Sí. A ver si hay trampas. Soy un especialista, lo sabíais?- se agachó y tras examinar si había trampas se puso a manipularlo

Auren, una vez ve complacida como Dario reacciona, le otorga la bendición de la diosa. También lo hace a Yash después de que éste la mira de soslayo, casi como si lo pidiera. Luego, ambos se ponen manos a la obra con el cofre.

—No parece haber ninguna trampa —dice el tifling, bastante convencido—. Es seguro.

—Ji, ji, ji. —Estaba claro que el pícaro no estaba del todo bien—. ¿Nada de nada? ¿Y eso entonces? Bueeeeeno, si tú lo dices...

Estaba a punto de ponerse a trastear en la cerradura cuando el semidemonio, alertado por el comportamiento del otro, se dio cuenta de a que se refería, deteniéndole en el acto, justo a tiempo de evitar una desgracia.

—¡Maldita sea hombre! ¿Si la has visto, por qué no la desactivas primero?

Una pregunta razonable, a la cual el experto respondió con una sonrisa tonta y una mirada un poco perdida. Rió por lo bajo, y se puso a quitar la trampa. Por suerte, su habilidad era prácticamente mecánica, casi un reflejo de su personalidad, y no tuvo ningún problema en soltar el pequeño dardo que habría sin duda sido disparado contra cualquiera que hubiera manipulado el engranaje sin saber que hacía.

—¡Voilá!

Ante vuestros ojos, tenéis lo que debía de contener la caja fuerte de un hombre de negocios, un pequeño tesoro. Son veinte lingotes de oro marcados; Nefertari, tras un vistazo, os informa que es el sello personal del sultán de Keleshite, que gobernó Osirion hace más de 2000 años, durante la Plaga de la Locura.

Además, mientras Dario trasteaba con el arcón, Yash también encuentra algo. Casi invisible entre los restos destrozados de Imanish, ve por casualidad una cinta negra, sujeta por un cráneo de metal del mismo color. Sea lo que sea, puede ser valioso si lo llevaba escondido aquella vil cabeza.

Pixy se mostró interesado en la cinta y la examinó pero también advirtió al resto.

Por mi parte casi he agotado mi magia. No sé si deberáimos regresar y descansar o arriesgarnos a continuar en cuadro. ¿Qué me decís?

Tras un momento de estudio, descubres que es una de las llamadas diademas del hombre muerto. Un objeto interesante, para la persona adecuada al menos.

Pixy se separó por fin del objeto y se ajustó las lentes.

-Bien. Creo que se trata de una Dead Man's Headband. No sé yo si alguno puede sacarle partido. Por mi parte, yo la vendería.

Auren miró alarmada a sus compañeros,  aquella discusión le hizo entender que algo extraño le pasaba a Darío, y por sentido común,  era posible que a todos.  

El tesoro que encontraron era impresionante,  y sonrió complacida al pensar en el diezmo que podría dar a su iglesia,  pero le invadió la urgencia por abandonar aquel lugar y tratar a sus compañeros. Durante unos instantes intentó hacer trabajar a su mente para recordar el origen de la plaga.  

- Yo también empiezo a quedarme sin fuerzas mágicas.  - advirtió la joven clérigo.  - Aunque aún puedo aguantar un poco más.... Por si queréis seguir avanzando a ver si terminamos con lo que quede.  Pero me preocupa que eso que os pasa vaya a más.  ¿Os encontrais bien?  - preguntó en general,  aunque su mirada estaba clavada en Darío.  

Lograron abrir ese cofre y dentro algunos objetos de valor, sin pistas sobre lo que parecía el gran premio pero tampoco importaba tanto. El tiefling se llevó la mano izquierda a la cabeza, se notaba extraño sin saber el motivo, le estaba asaltando un nerviosismo difícil de controlar, lo reconoció porque era así de joven.

- Nos tendríamos que ir, estoy cansado.

Empezaba a pensar que esas cabezas le habían lanzado esa maldición de la que hablaba el engendro.

- Vamos al templo, ya volveremos más tarde para explorar.

Poco importaba lo que sucediera en este lugar, que parecía que tanto Darío como él estaban afectados por algo grave. Se tenían que enfrentar a este problema de inmediato.

- Auren, quizás nos han contagiado una enfermedad.

Indicó a la clérigo por si ella podía saber algo. Se acercó a ella para tocar su brazo y transmitirle una pequeña dosis de energía divina.