Partida Rol por web

Eoden se quedó asombrado de lo que había sucedido tras el golpe que había logrado conectar en al cabeza del esqueleto. Su cuerpo se había desvanecido delante de sus narices como si se tratase de polvo arrastrado por el viento. Nada quedó del espectro, ni la armadura, ni un hueso, ni sus prendas, ni siquiera la oxidada y peligrosa espada larga con la que trataba de ensartarles.

Eoden se giró rápidamente hacía el otro espectro, pero Aceroamargo ya ocupaba el puesto que quedaba libre para lanzarse al ataque de la criatura. Después miró a Rousson y le lanzó una mirada de reproche por haberle dejado solo ante el rival y retroceder alejándose de la lucha.

Su hermano en la batalla, Andil, había caído, vencido por aquellos extraños intrusos sirvientes de las sombras que trataban de tomar la torre. Pero Anacar no se dejaría vencer tan fácilmente, lucharía hasta el final. Preparó el escudo para detener los golpes de sus rivales y lanzó un nuevo ataque contra el enano. Tal vez fuera la perdida de Andil o que aquellos enemigos le tenían rodeado e iban estrechando su círculo de acción, pero Anacar sintió como sus fuerzas flaqueaban en este nuevo intento.

Mithdúlin se sentía frustrado porque la magia de su canción era inferior a la que mantenía con vida y ansías de venganza a aquella criatura, desesperado intentó de nuevo que sus cuerdas lograran inspirar a sus compañeros con una canción. Las cuerdas del arpa, y la voz del elfo, lograron llegar hasta sus corazones para calentarlos en aquella fría noche y sacarlos de la oscuridad en los que habían sido sumidos por la niebla y las circunstancias.

Pero antes de que pudieran hacer nada, Anacar se movió con mayor rapidez que ellos. El influjo que la Sombra tenía en él era muy poderoso, como demostraban su perseverancia. A pesar de que su compañero hubiera caído y de encontrarse rodeado, él defendería la posición hasta la muerte. Lanzó un ataque contra Gramj que el enano pudo detener con más facilidad que en anteriores envites, y en esta ocasión, logró que su coraza no tuviera que absorber un nuevo golpe interponiendo su martillo entre ambos. Sin embargo, el ataque del enano en respuesta, fue fácilmente esquivado por Anacar. Gramj mantenía una táctica de provocar al enemigo con débiles ataques, pero con una posición defensiva firme. Y hasta ahora, estaba funcionando.

Aceroamargo aprovechó el momento para introducirse en el combate, Andil había caído y se había desvanecido tras el increíble uso de la espada que Eoden había demostrado, el muchacho no era sólo un bocazas al fin y al cabo. El dúnadan por su parte, se coló por el hueco que había dejado el desvanecimiento de Andil y atacó con su espada al otro espectro sintiendo como la canción de Mithdúlin llenaba de energía sus brazos. Su espada logró superar el escudo del enemigo y abrió brecha por primera vez en su defensa, logrando herirle levemente aunque aquella criatura ni sangraba ni parecía padecer dolor alguno. Hunkel atacó de nuevo tras el dúnadan. Se movió pesadamente y con los músculos del cuerpo todavía dormidos a juzgar por la lentitud de su ataque. El espectro logró retroceder tras el ataque de Aceroamargo lo suficiente como para esquivar el pesado martillo del enano.

Aular, que se encontraba alejado en el peligroso piso superior de la torre, soltó en ese momento el hechizo que llevaba largo tiempo preparando. Pero como le había pasado anteriormente a Mithdúlin, Aular comprobó que la magia negra que sostenía los movimientos del espectro era mucho más poderosa que la que los Valar tenían por gracia concederle a él. Sintió también, como el elfo anteriormente, que su hechizo había sido una llamada al poder de la Sombra.

Rossuon, apartado del combate, tomó más consciencia de su alrededor. Escuchó la música del elfo, observó las posiciones de ataque y defensa de sus compañeros, comprobó quienes estaban combatiendo al espectro... En la batalla se sentía con la visión limitada, apenas atendía las palabras pronunciadas a su alrededor y se guiaba por unos instintos poco pulidos. Le molestaba y deseaba corregirlo, además veía al resto mucho más dueños de sus acciones. ¿Sería la experiencia? ¿Cuántas veces se tenía que ver en peligro mortal para ello? Pensó que gran parte de su entrenamiento estuvo mal enfocado, por su culpa, y que debía forzarse a plantearse el combate de manera más inteligente. La próxima vez que se viera tan expuesto podía ser la última. 

Sus cavilaciones no evitaron que se mostrara atento al enfrentamiento por si fuera necesaria su intervención. Aunque sus compañeros parecían tener la situación bastante dominada y Gramj resistía los embates. 

Aceroamargo, con gesto imperturbable, proseguía con el combate. Escudo arriba, finta, estocada, tajo. Realizaba los gestos mecánicamente, tras innumerables sesiones de entrenamiento. Se movía más ligero que de costumbre, al no llevar la armadura; la ventaja a la contraparte de estar prácticamente desprotegido ante la hoja del esqueleto. Aunque la magia negra que animaba a Anacar lo hacía rápido y este conseguía esquivar la mayoría de los ataques. La canción de Mithdulin embraveció sus corazones y los golpes de los vivos se tornaron fuertes y rápidos. Finalmente, el espectro se vio sobrepasado por el numero de los atacantes; y Aceroamargo consiguió atravesar sus defensas, aunque el ataque no pareció tener mayor resultado. No había sangre que derramar, ni carne que cortar.

Sin embargo, Eoden había demostrado que se podía acabar con ellos, así, el Numenoreano volvió a la carga con renovado ímpetu. Cubriendose con el escudo, lanzó una estocada, rápida como un serpiente, hacia el cuello de Anacar. Esperaba que el acero de Oesternesse sirviese para deshacer aquello que mantenía unido lo que debería ser polvo en reposo bajo tierra.

Aular hubo de enfrentarse al hecho de que sus dos ultimas peticiones a los espíritus habían caído en saco roto.O bien la expiación no había sido suficiente y sus ofensas no habían sido perdonadas o el poder del mal era demasiado poderoso en aquel lugar .Sopesa las opciones detenidamente y finalmente opta por empuñar las armas y buscar una forma de bajar al piso de abajo para unirse a la lucha .

Aquello estaba durando demasiado y le ponía de los nervios. No podía hacer nada salvo mirar, lo que bien mirado le salvaba de recibir un espadazo, pero se sentía tan atrapado en aquella ruinosa torre como un zorro frente a un cazador. Incluso con el cadavérico espectro bajo control Aeth no podía evitar cambiar constantemente la pierna sobre la que apoyaba su peso, frotarse el dorso de la mano y echar cortos vistazos a los lados en busca de alguna otra salida que no hubiera visto y que, por supuesto, no estaba allí.

Mithdúlin siguió cantando, manteniendo la mirada fija en sus compañeros. Uno de los espectros se había desvanecido, pero aquello no aseguraba su victoria todavía. Por fortuna, Gramj, Aceroamargo y Eoden parecían estar haciendo frente con tesón, defendiendo su asentamiento de aquella inquietante visita. Por supuesto, el esqueleto tampoco daba su brazo a torcer.

Dado que ningún sortilegio parecía funcionar y, por tanto, no era necesario concentrarse, podía ser más consciente de lo que ocurría a su alrededor. No sabía si sus acciones estaban sirviendo para algo, pero se sentía aliviado al ver que la situación estaba controlada. También alejados de la batalla, Rossuon y Aeth parecían tan frustrados como él. El vil y vetusto poder que mantenía en pie a aquella criatura, que nutría su odio y su ira, todavía le hacía sentir escalofríos. Mientras pasaba sus dedos por las cuerdas, notaba cómo se le erizaba el vello. Sentía miedo y a la vez un reverencial respeto por aquella magia, como aquel que se siente cuando se asiste a un cortejo fúnebre.

El enano era consciente de que la victoria estaba cerca, ya solo queda un enemigo y hasta ahora la mayoría de sus aliados estaban en perfecto estado, incluyéndolo a el mismo, que ni siquiera se había visto obligado a tener que recibir un ataque.

Así con el enemigo prácticamente rodeado, el enano se sintió mucho mas confiado y se preparó para lanzar un nuevo ataque con toda su furia.

-Ya solo queda uno, terminemos con su triste existencia- exclamó el enano a viva voz.

El espectro seguía rodeado y en inferioridad numérica, sobre todo desde la caída de su compañero, pero eso no pareció frenarlo. Había estado golpeando en los anteriores turnos al enano Gramj, pero a sabiendas de que la defensa del enano era muy buena y que se había colocado en buena posición para mantener la guardia alta, en esta ocasión hizo una finta y decidió atacar hacía el recién incorporado Aceroamargo.

Mithdúlin continuó tocando, pero en esta ocasión su canción no volvió a surtir el mismo efecto inspirador que momentos antes. El elfo era consciente de todo lo que sucedía a su alrededor y sabía que aquella magia a la que se enfrentaban era poderosa. Así pudo ver como Aular descendía del segundo piso con la gracilidad de una cabra montesa, a pesar de la peligrosidad que representaba la inestabilidad de los cascotes caídos. Rossuon por su parte se apartaba definitivamente de la primera línea de acción para quedar en un segundo plano. Quienes sí se mantenían allí eran Gramj, Hunkel y Aceroamargo. Eoden también quedaba a la espera de que uno de ellos se apartara para intervenir sobre el fantasma, pues el espacio era reducido y de sumarse al combate sólo entorpecería a sus compañeros.

Aceroamargo fue el primero en actuar, y también el más contundente. Sintiendo la liberación de no cargar con su pesada armadura, se movió con gran rapidez para tomar ventaja frente a su rival. Su espada cortó el aire en un rápido movimiento directo al cuerpo del espectro, quien se había movido justo hacía Aceroamargo para atacarle en esa ocasión, quedando sin quererlo mejor colocado para que Aceroamargo conectara un buen ataque. El golpe que recibió le hizo retroceder dolorido y el ataque que pretendía realizar sobre el númenoreano se perdió en el aire. Desorientado y confuso, el espectro parecía aturdido.

Hunkel aprovechó el momento para lanzar su martillo sobre el enemigo. Aunque su golpe no fue tan certero como hubiera pretendido, ya que el brutal ataque de Aceroamargo había hecho retroceder al espectro hacía la puerta, y eso le alejó de su alcance. Sin embargo, ahora el enemigo parecía aturdido por unos momentos y podrían aprovechar la ventaja para mandarlo de nuevo a la tumba en la que ya le esperaba su compañero.

El enano seguía con la misma táctica, pero ya empezaba durar mucho esto. Ya se daba por resarcido de sus gazapos anteriores. Estaba sufriendo un acoso y se estaba sometiendo a un riesgo demasiado alto, y se impacientaba porque los compañeros no estaban "limpiando" de fantasmicos el lugar.

Entre dientes gruñó: - Vamos chicos, que no se diga que el más pequeño es el que más hace.

Rossuon buscó algo útil que hacer y, preocupado de nuevo por la posible aparición de más espectros, vigiló el único acceso a la torre. Lo poco que podía percibir entre la espesa niebla. El combate que aún se libraba se decantaba con claridad para los vivos y ya no le parecía probable tener que intervenir, a menos que se cumplieran sus temores. Deseaba que acabasen cuanto antes para perder de vista el siniestro semblante de la criatura, pues su mera presencia le inquietaba y le mantenía en estado de alerta a pesar de haber visto que se podía derrotarlos. Sospechó que la sensación no le abandonaría hasta que se hubieran alejado de aquellos tétricos parajes y su condenada bruma.

Hunkel se apresuró a aprovecharla las acciones de Aceroamargo y lanzo un nuevo ataque con todas sus fuerzas intentando machacar el cráneo de aquella criatura, a él realmente no le importaba mucho el quienes hubieran sido antes, salvo si fuesen ancestros enanos. Lo importante era vencerles y salir de allí; es decir sobrevivir, él era un sobreviviente.

El combate parecía estar llegando a una conclusión. Por suerte, favorable para el grupo, ya que el espectro empezaba a retroceder ante los tenaces ataques de Gramj y Aceroamargo.

No sabía si estaba sirviendo de algo, pero no dejó que cesase la melodía. Ante la el próximo desenlace, apuró los punteos. Obvió una de las estrofas más lentas para pasar directamente al puente. Con unos hábiles toques y rasgueos, hizo sonar los últimos acordes antes del clímax: un torrente de rápidas notas que parecían acompañar las estocadas y movimientos del enano y el númenórean. En este punto, el elfo estaba completamente absorto con su arreglo, mantenía los ojos cerrados y acompañaba con todo su cuerpo los movimientos de sus manos, haciendo que algunos mechones le cubriesen el rostro y bailoteases con cada sacudida.

Viendo que en realidad no hay sitio por donde atacar al espectro Aular se coloca detrás de los compañeros dispuesto a ocupar su lugar si alguno se retira por las heridas , el cansancio o los espíritus no lo quieran si cae herido o muerto .Una vez a su espalda anuncia su presencia para que no se sobresalten . dadles el reposo que les han negado hasta ahora.

Aceroamargo había logrado abrir brecha en la defensa del espectro con su primer golpe, y le había hecho retroceder mientras el enano mantenía su posición defensiva y él aprovechaba el flanco para dejar aturdido a Anacar. Por ello, el numenoreano decidió no dar tregua, y mantuvo el mismo ritmo del ataque anterior. Una nueva estocada, dirigida a terminar con la existencia de aquella criatura que debería ya yacer en su túmulo, en un eterno descanso.

Anacar había quedado aturdido y la fuerza del ataque de Aceroamargo le había hecho retroceder un par de pasos hacía la salida. Ahora trataba de recomponerse del golpe y mientras lo hacía, trató de interponer su espada entre él y sus enemigos para entorpecer sus ataques, pues sabía que era blanco fácil en esos momentos.

Los dos enanos se mantenían en el combate sin modificar sus respectivas estrategias, por un lado Gramj mantenía una posición defensiva, centrada en provocar al rival con ataques de poca intensidad y una defensa dura y resistente. Mientras que Hunkel atacaba con todo lo que tenía. Aceroamargo les había proporcionado un alivio con su llegada al hacer retroceder al espectro con un duro golpe que lo había dejado aturdido, con pocas opciones de lucha más que defenderse como pudiera. Sin embargo, antes de que nadie más pudiera actuar, y sin ni siquiera dar tiempo de reacción al enemigo. Aceroamargo se lanzó de nuevo sobre él como una exhalación. El numenoreano se había convertido en un relámpago que chocaba con fuerza y velocidad contra el fantasma sin darle la más mínima opción de recuperarse. Sus espadas chocaron una vez, y la inútil defensa de Anacar permitió que Aceroamargo clavara su espada en el pecho del espectro convirtiendo su imagen en polvo y cenizas y liberando al fin su espíritu.

Para cuando Hunkel fue a golpear, ya no quedaban más que cenizas flotando en el aire de lo que una vez había sido el alma condenada de Anacar. Y Gramj se mantuvo en el sitio esperando un ataque que no llegó por parte del espectro. Las palabras de Aular Robleviejo se habían cumplido como una premonición, y al fin habían conseguido dar el descanso que se había negado en vida a aquellos dos guerreros: Anacar y Andil, al fin descansaban como merecían.

La tranquilidad y la quietud volvieron de nuevo a la vieja torre abandonada, incluso la niebla pareció menos densa después de la victoria del grupo. Atrás todos suspiraban de alivio, especialmente Dimrod, quien asentía con la cabeza impresionado por las dos últimas acciones de Aceroamargo. Pero tras él, la dama Melyanna sostenía en su regazo la cabeza de Matha, quien había caído desmayada, mientras empuñaba con la mano derecha una larga daga que hasta entonces nadie había visto. Su rostro no parecía mostrar miedo, sino determinación, como si estuviera dispuesta a luchar contra los dos espectros ella sola. Afortunadamente, aquel no había sido el caso, pues la rápida acción de su escolta había logrado terminar con la amenaza de forma eficaz.

Turno 3

Dimrod se había impresionado con la habilidad de Aceroamargo para el combate, pero no dejó que eso le hiciera bajar la guardia aún. Primero había que asegurarse de que el peligro había pasado, más tarde ya felicitaría al diestro guerrero. Echó un rápido vistazo atrás para asegurarse de que Melyanna se encontraba bien y se sorprendió de verla empuñando un arma, aunque se sintió aliviado al verla entera y de una pieza, permitiéndose así poder tomar una bocanada de aire tras haber contenido la respiración desde que los gritos de alarma les despertaran.

-Aeth, Hunkel. - Avanzó un par de pasos hacía la entrada de la torre con la espada todavía bien sujeta en la mano llamando a los exploradores del grupo. -Aseguraos de que no hay más de esas criaturas allá afuera. Los demás, preparad las cosas para marcharnos de inmediato.