Partida Rol por web

-El dinero que te he entregado debería servir en parte para procurarte la ayuda que necesites. Hay cincuenta florines, no creo que tengas problemas, ¿verdad?

Reprimiendo la respuesta que estaba a punto de aflorar a sus labios hace una leve inclinación.
Por supuesto mi señor Koldun seréis obedecido con diligencia y presteza.Empezare a preparar de inmediato la partida.Con vuestro permiso me retiro

-Antes de que te retires, Valdav -dice sin levantar la voz-. Quiero que tengas los ojos muy abiertos cuando llegues a tu destino. Quiero que observes bien todo lo que sucede, que te enteres de lo que puedas. Es posible que iniciemos acciones diplomáticas... o militares, y necesitamos saber el terreno que pisamos. ¿Entendido?

Mi señor,lo entiendo- responde escuetamente.
Mientras abandona la sala maldice la falta de visión del al alejarle así de su lado y mandarle a una misión tan peligrosa y tan claramente inadecuada para sus capacidades.Una vez en su habitación da las ordenes pertinentes a los criados para que vayan a buscar el carruaje que trajo a Sevta a la ciudad y que se preparen para un viaje.Me llevare a los dos nuevos y a mis dos criados al menos harán bulto y pueden disuadir a posibles asaltantes.

Aldriu prestaba atención a todo lo que le decía la vil criatura sin decir nada. Sabía muy bien que de su silencio provenía gran parte de las posibilidades de supervivencia en aquel lugar. Oir, callar y obedecer, para eso le habían elegido y a eso se limitaría, con el fin de seguir viviendo aunque solo fuera un día mas.

Aldriu se puso en marcha para hacer lo que le acababan de ordenar, desandar el camino y memorizar prefectamente todas las estancias que le habían mostrado. No podía dejar de estremecerse ante el horror en el que se veía envuelto, pero al fin y al cabo, aun estaba vivo y quizas pudiera haber alguna posibilidad de escapatoria de aquel infierno. Aunque lo dudaba mucho.

-De acuerdo señor. Haré lo que me pide, memorizaré todas las estancias para poder cometer a la perfección todo aquello que se me ordene.

Y a pesar de que el miedo lo atenazaba, lo hizo de la manera mas eficiente que pudo.

SUCESO:

- Una noche llega a las catacumbas bajo las ruinas romanas del norte de Alba Iulia el viejo Koldun Roland del Castillo de la Sangre, un enviado de los miembros más antiguos del Clan Tzimisce de Transilvania.

- Roland es viejo y poderoso, es conocido por haber quebrantado numerosas veces las reglas de honor de los Juicios de Guerra y otros enfrenamientos. Su reputación traicionera lo hace especialmente odiado por todas las facciones del Clan Tzimisce, por lo que es ocasionalmente usado como heraldo y emisario del Clan en su conjunto (todos saben que no está aliado con ninguna facción).

- Roland transmite al Koldun Boru un mensaje de los Antiguos del Clan: Un caballero norteño ha eliminado en solitario a un Ghoul y a un vampyr de Bajo Clan, uno de los Animales. Los antiguos desean que el talento marcial de ese caballero no se desperdicie. Quieren que el Koldun Boru le otorgue el don del Abrazo dentro del Clan Tzimisce en un plazo no superior a dos Estaciones. Es posible que los Gangrel persigan el mismo objetivo, por lo que deberá adelantarse a ellos.

- Tras transmitir su mensaje, Roland desaparece con una sonrisa desdeñosa y un vuelo de sombras.

- Sveta Basarab ha sido liberada. Le permiten asearse. Le son restituidas sus propiedades, carruaje, caballos y sirvientes. Recibe una carta de su tío el Knezi Blaatu Basarab para su señor el Conde de Valcea (el Knezi Sandru Czescu).

- A menos que el Koldun Boru objete algo, también recibe 50 Florines como muestra de buena voluntad del Conde de Balgrad hacia el de Valcea.

El Koldun esperaba en su trono, como solía hacer cuando no experimentaba en el laboratorio. El nuevo ayudante todavía no estaba listo y había preferido dejar que Igor se centrara en adiestrarlo. No suponía un inconveniente, antes bien, no toleraba la incompetencia y prefería no tener que matar a Aldriu e iniciar nuevamente el adiestramiento con otro sirviente.

Suspiró, pensativo. La visita de Roland le había planteado un serio dilema. Si quería mantener su posición y su prestigio ante los ancianos era buena idea cumplir con lo encomendado, aunque le doliera tener que doblegarse ante nadie. Ya llegaría su tiempo, pensó. Para capturar al caballero en cuestión necesitaría efectivos. Gente, soldados, alguien que pudiera hacerle frente, a ser posible con superioridad numérica. Esto descartaba enviar a ninguno de sus lugartenientes, porque habían demostrado ser poco más que un estorbo en el campo de batalla... Igor no estaba preparado para una tarea de este calibre, ni mucho menos. Necesitaba aliados. Tendría que pedir ayuda al Conde.

Se levantó del trono y paseó por la estancia. El asunto era delicado y exigía su atención, por lo que no delegaría en Deliznieta todavía. Estando Valdav ausente sería buena idea mantenerla ocupada, pero antes tenía que hablar en persona con el Conde.

Avisó a Igor de que iba a salir y se dirigió al castillo de Balgrad al abrigo de la noche. No había tiempo que perder.

-¡¡Por fin!! -exclamó para sí cuando las puertas de su prisión volvieron a abrirse y la sacaron de allí.

Tras ser conducida a otro sitio, donde le dijeron podría estar tranquila y gozar de cierta privacidad. Había allí una tinaja repleta de agua caliente y, de detrás de la cortina, vio aparecer a dos de sus sirvientas portando jarras de agua humeante también.

Sonrió mientras la despojaran de sus ropas dejando al descubierto su piel de porcelana. Se sumergió por completo en la tinaja y cerró los ojos disfrutando de la reconfortante sensación que le proporcionaba el líquido elemento.

Abrió los ojos cuando una de las sirvientas le habló diciéndole que ya habían acabado. Se incorporó y el "ritual" siguió. Pronto se vio vistiendo otra vez sus finas ropas y oliendo a rosas. Habían cepillado sus cabellos y recogido en un elegante moño. Su rostro, otrora blanco y deslavado, lucía ahora fresco, lozano y sus ojos, de un profundo color verde azulado, habían recobrado su brillo.

-Ya es hora -dijo observándose por última vez en el espejo.

La lección estaba aprendida y esta vez ni siquiera pensó en intentar leer la carta que le habían entregado. Tanto la carta como el pequeño cofre con los florines se encontraban en lugar seguro. Afuera la estaba esperando su carruaje, eso lo sabía, pero desconocía que tres nuevos miembros se habían añadido a su grupo de viaje. Les miró algo recelosa, sobre todo al que parecía ser el líder. Alzó una ceja y subió al carruaje.

-Vámonos a casa -ordenó.