Partida Rol por web

Se produce un prolongado silencio mientras Uber Caprescu y el Abad Lucius Sempronius se miran mutuamente sin decir nada.

Los ojos de Uber refulgen amarillos y cuando sonríe, no intenta ocultar sus colmillos.

- "Monseñor Abad, veo que vuestra piel es blanca como la leche, al igual que la mía y la de mi muy estimado Durius aquí presente.

Es extraño, además, el hecho de que vos no sois el verdadero Abad. Conocí al venerable Padre Abad de Braila hará unos seis años, era un viejecito encantador de pelo blanco y mofletes sonrosados." -

Permanezco en mi asiento, guardando silencio ante la afirmación efectuada por mi mentor y actual regente. No es necesario ser especialmente perceptivo para comprobar cuál es el sentido de su sutil intervención. Pero su segundo comentario, acerca del verdadero Abad me llena de sorpresa.

Mi mirada vuela entonces hacia su interlocutor. ¿Cuál será su respuesta?

El anciano sonríe muy ligeramente, aunque su ceño desmiente la despreocupación.

Siento contradeciros, mi señor Regente.

Hace una pausa devolviendo la mirada con intensidad y amplía su sonrisa.

Pero sí que soy el Abad, por derecho propio. Además, os aseguro que la última vez que vi al Padre Lucius tenía muy poco color. De hecho, estaba aún más pálido que vos, incluso en sus gordas mejillas.

Continúa estático observando al Regente, como si hubiera dado toda respuesta esperada.

- "Bueno, la verdad es que sería divertidísimo departir con vos durante muchas noches y seguir jugando a estos juegos de ancillae y de antiguos.

Lamentablemente, no tenemos tiempo para eso.

Todo el mundo cree que vos sois el legítimo Abad de Braila, y actualmente primera autoridad religiosa del país. Así que así quedará.

El Voivoda ha huido y el Patriarca también, eso deja el destino de Transilvania en nuestras manos.

Recientemente ha llegado a mis oídos que el bárbaro rey de los magiares, a quienes nosotros llamamos húngaros, ha adoptado el cristianismo. Eso nos da algunas esperanzas.

El Caudillo que encabeza la actual invasión de nuestro país se hace llamar Duque, lo que me hace pensar que está dispuesto a adoptar nuestro sistema feudal, y tal vez a recibir el Bautismo.

Vos, Padre Abad, acompañaréis a mi protegido el Caballero Durius de Slobozia en una misión diplomática de suma importancia. Durius debe negociar nuestra rendición y la paz para poner fin a las matanzas y saqueos.

Vos le daréis bautismo cristiano al Duque Gyula, con lo cual esperemos que abandone los valores bárbaros de su pueblo para abrazar los códigos de conducta feudales que nos son propios.

¿Tenéis algo que decir?" -

- "Ah, se me olvidaba. Para sellar la paz, nada mejor que una alianza matrimonial. Ofreceremos al noble Duque Gyula Kadar la mano de la doncella Sveta Basarab en matrimonio, si lo acepta, al mismo tiempo el Caballero Durius se casará con la joven Vlava Szantovich. En ese caso, vos como sacerdote oficiaríais el doble matrimonio." -

Asisto al extraño duelo. Ignoro las intenciones de uno y otro contrincante, pero tampoco es algo que me afecte. No soy hombre de Dios ni regente, por lo que los detalles acerca de tal o cuál naturaleza, al igual que las funciones o misiones encomendadas por el regente al Abad me son indiferentes. Siempre y cuando se sepa respetar mi particular esfera.

El Abad, no obstante, guarda silencio. No sé si se trata de prevención o de reticencia. En cualquier caso, saber que cabe la posibilidad de acudir donde el duque en su compañía, no es cosa que me agrade especialmente. Al menos, de momento.

- Sire, quisiera formular una cuestión. La conversión religiosa del duque, así como el sacramento matrimonial del mismo con la dama Sveta Basarab, ¿serían válidos de llevarlos a cabo el Abad? No me gustaría encontrarme con que el duque descubra, por un casual, falsedad alguna en nuestras intenciones. Con ello peligraría la paz. Y nuestras vidas.

- "Interesante cuestión, Chiquillo mío. Espero que sea nuestro invitado quien sepa darnos una respuesta." -

- Transcurren largos minutos en total silencio en el Salón del Trono, mientras los tres vampyr permanecen callados.

- Casi puede escucharse como arde la cera de las escasas velas de los espaciados candelabros.

Con parsimonia, y ante la mirada del Abad y de Durius, Uber extrae tranquilamente un trozo de madera de medio metro de largo de entre sus ropas y procede a afilarlo con un cuchillo.

Uber se acerca andando al Abad Sempronius y con un veloz movimiento le clava la estaca en el pecho, aunque al parecer no ha acertado de lleno en el corazón no muerto del vampyr religioso.

- "Oh, vaya, qué desastre. Durius, querido, será mejor que le cortes la cabeza a este vampyr bastardo mientras yo le sujeto..." -

Espero la respuesta del Abad. Sin embargo, el tiempo se dilata y no llega respuesta alguna de su boca. La tensión crece en los minutos que se van desgranando. La reacción de mi mentor y Sire, hace que mi espalda se torne rígida, apoyada contra el respaldo de mi asiento. Observo con extrañeza la estaca y su parsimonioso gesto afilándola. La amenaza es clara. Mi mano, leal al Regente, vuela hasta la empuñadura de mi espada y cuando veo la estaca atravesar el cuerpo del Abad vampyr, me levanto en un impulso y procedo a atacar respaldando la acción de Uber Caprescu.

Uber observa desesperado como la espada de Durius se traba en el cuello del Abad, a mitad de camino de la decapitación.

El sonido ha sonado como si el cuello de Lucius fuera más sólido que el tronco de un roble.

El Regente deja de remover la estaca en el pecho del Abad de Braila, y cuando su Chiquillo Durius retira su espada del cuello del religioso, se lanza a morder la herida abierta, succionando viciosamente la sangre antigua y espesa...

ABAD LUCIUS SEMPRONIUS:

- Estás siendo Diabolizado. Tira Fuerza de Voluntad + la cantidad de puntos de sangre que puedes gastar por asalto. Dificultad 6.

Cuando el viejo vampiro siente como su propia alma comienza a ser absorbida por la Diablerie de Uber Caprescu es cuando empieza a resistirse.

Sin embargo, el ansia de Uber es demasiado intensa. La sangre y el alma del Abad Lucius Sempronius son consumidas, y éste encuentra su Muerte Definitiva.

Luceat eis...

Los ojos de esos Vampyr que le miraban reflejaban su maldad. La ambición por el poder es muy fuerte, pero el Abad no dejaba de preguntarse hasta qué punto esa maldad era distinta de la suya. El Camino del Señor le había llevado hasta aquí, y lo Senderos del Señor son inescrutables. Presintiendo lo que está a punto de ocurrir, el monje se entrega al Padre, sabiendo que todo ocurre por una razón.

Pater noster, qui est in coelis...

Al fin y al cabo, la esencia de los vampiros diabolizados no muere, solo se transforma, y quizá el nuevo poseedor de los sagrados poderes que Dios le otorgó sea más digno que él.

- El vampiro que una vez se hizo llamar Abad Lucius Sempronius muere definitivamente, al serle arrancada toda la sangre y la no-vida por el Amaranto del Regente Uber Caprescu.

- El Regente parece agotado y convulso, suda literalmente sangre por los poros de la piel y de los oídos, nariz y boca le brotan hilillos de sangre oscura.

- "Aghh... tantos siglos de oscuridad... Durius, ese vampyr conoció el auge de Roma y su caída, y la era de salvajismo de Atila el Huno...

Tanto poder... y tan poco espíritu de supervivencia. ¿Es esto lo que nos aguarda a todos, Durius? Envejecer y acumular un poder descomunal, para finalmente cansarse de la no vida y permitir que cualquier jovenzuelo nos asesine por nuestra sangre...

Durius, esto que acabo de hacer es un terrible crímen, cuando se hace sin haberse declarado previamente un Juicio de Guerra entre los nuestros...

He practicado la Diablerie con ese monstruo antiguo de un Clan extraño y ajeno al nuestro... Un ser de oscuridad y sombras...

Necesito... necesito descansar y asimilar lo que he hecho, Durius.

Por favor, ocúpate de informar al Hermano Ciferinos de que ahora es el sucesor del Abad. Si te da algún problema, tienes mi permiso para matarlo.

Si se muestra razonable, lo llevarás contigo, como nuevo Padre Abad, para que realice las tareas que debía llevar a cabo el fallecido Lucius Sempronius.

No dudes en recabar aliados, Durius, pero elimina a cualquiera que pueda representar una amenaza para tu misión.

Te deseo la mejor suerte, y ahora, adios, debo retirarme..."

El Regente se marcha por la puerta disimulada que hay tras el Trono. Parece sobrecogido por lo sucedido.

Observo a mi sire absorber con una ciega pasión desenfrenada la sangre del Abad. La escena ejerce en mí un mórbida atracción y al tiempo, cierta sensación de repulsa. Algo dentro de mí, me dice que aquello no está bien, que incluso entre los nuestros, hay una especie de código de honor. Y el aura de mi sire ha adquirido una extraña oscuridad, como si su naturaleza diabólica hubiera aumentado de alguna forma.

Sus palabras no hacen sino confirmar aquello que intuitivamente he percibido. Pero guardo silencio, limitándome a asentir ante sus palabras. Solo cuando me imparte sus instrucciones e inicia su marcha, hablo.

- Se hará como ordenáis, mi señor Uber. Y sabed que mi lealtad está con vos. Nada de lo acaecido en esta sala ha ocurrido.

Tras su partida, observo cuanto queda del Abad. Una cáscara vacía de todo poder y vida. La longevidad, el poder acumulado, la fuerza han desaparecido. Me acerco al cuello cercenado. La sangre casi negra y densa ha desaparecido casi toda. Y unas últimas gotas asoman por las arterias seccionadas. Con un dedo restaño las escasas gotas y me las llevo a la boca, antes de girarme y salir de la sala. Los dos guardias situados en el exterior permanecen estáticos en su postura.

- Que nadie entre en esta sala. O sufriréis la ira del Regente y la mía propia.

Acto seguido parto a la búsqueda del hermano Ciferinos, sin olvidar que Maserrak me aguarda en las cocinas de palacio.

- El cadáver del Abad se descompone rápidamente. Primero parece una cáscara reseca, después un esqueleto, y finalmente se convierte en polvo. Tan sólo quedan sus ropas y objetos personales.