Joder, ¿a que huele? Ah, claro. Eres tú. No debería sorprenderte al fin y al cabo, después de lo que pasó anoche. ¿Qué pasó anoche? No consigues acordarte bien, pero probablemente lo que haces casi todas las noches desde hace dos años. Buscaste bulla en el bar de enfrente. Querías que alguien sacara un cuchillo y te rajara el cuello. No tuviste esa suerte. Nunca la tienes.
Ahora te has despertado en este callejón, y el olor a vómito es el olor más agradable de los que desprendes. Recuerdas que en mitad de la noche recuperaste un poco la conciencia y alguien te dio un puñetazo para que te quedases tranquilo mientras te robaban el reloj. Te lo habían dado en la policía por tu aniversario en el cuerpo hace años. En fin, cosas que pasan, supongo.
-¿Dave?
Suena una voz, mientras intentas recuperar la conciencia por completo. Parece que te llama.
-¿Dave? Joder, ¿eres tú?
Quizas por fin estás a las puertas del cielo. Quizas ya por fin estás en esa lista. Una luz te ilumina la cara.
Sin embargo, toda la luz se desvanece, pues una figura se coloca delante de tu rostro, tapando el sol, y te intenta levantar. Lleva traje y chaqueta, asi como un sombrero a conjunto. Te intenta coger por debajo del hombro para intentar sacarte de los montones de basura en los que reposas.
-Vamos, arriba. Te vas a dar una ducha y nos vamos a tomar un café para que te despejes, ¿vale? Luego si quieres me cuentas que ha pasado.
Es Jim, un ex-compañero del cuerpo. Buen tío. Perdiste casi el contacto con él después del incidente. Aunque fue culpa tuya. Aún no se ha rendido contigo, aunque ahora coincidan de forma esporádica.
- Ugh - un sonido a medio camino entre gruñido y gemido surgió de su garganta. La cabeza le daba vueltas y sentía un nudo terrible en el estómago. Además... ¿Qué era ese hedor? Se llevó la mano a la muñeca, como siempre, antes de mirar la hora. Para eso tendría que abrir los ojos, claro. Se sentían tan pesados... De cualquier manera, uno de los pocos sentidos que tenía aún intactos era el del tacto, y las yemas de sus dedos le indicaban que ya no había reloj en su muñeca izquierda. Abrió ligerísimamente un ojo para comprobar que, efectivamente, sólamente quedaba una marca de piel blanquecina allá donde su reloj había estado durante más de una década. Cerró los ojos de nuevo, dejando caer la cabeza hacia atrás. Algo a su espalda hizo un ruido metálico. Sí, estaba entre bolsas de basura, y había golpeado una bolsa llena de latas de algo... Y lo peor, sonaban a vacías.
"Qué más da. Igualmente, no me siento con fuerzas para comer."
Resopló, recostándose entre las bolsas mientras intentaba inhalar cuanto más aire pudiera por su nariz para sentirse un poco vivo. La viveza acudió rápido a su rostro al recordar el puñetazo que le había tumbado en aquellas bolsas de basura. Aquella pelea no había ido bien, aunque tampoco podía culparse, iba demasiado borracho como para tenerse en pie de cualquier modo. El dolor le hizo despertarse un poco al hacerle sentir como si un elefante se le estuviera sentando en la nariz y la parte del mostacho.
¿Se había quedado dormido de nuevo? ¿O tal vez había perdido la consciencia? Una voz lo llamó y volvió a incorporarse, cabeza en lo alto y ojos entreabiertos: fue todo lo que sus fuerzas le permitieron. La voz volvió a llamarle, aunque aún sonaba embotada y distorsionada. No reconocía al propietario de aquella voz, pero eso no impidió que el tipo le agarrara cual saco de patatas y lo levantara del montón de despojos. El movimiento hizo que una sacudida de dolor le acudiera a la nariz, y los ojos destellaron lágrimas. El olor amaderado, potente y recio, de la colonia de aquel hombre hizo que Dave lo identificara de inmediato: era Jimmy, el buen Jimmy. No se había cambiado la colonia en todos estos años. Dave se dejó llevar, porque apenas tenía fuerza como para resistirse, mientras Jim hacía lo que debía para saciar su sentimiento de culpabilidad por ver a un ex-compañero en un estado tan deplorable.
Dave miró hacia atrás, hacia la basura y suspiró "Adiós" pensó. Un adiós que no maquillaba hasta luego, un adiós que denotaba pesar por abandonar el alcoholismo, las peleas y la inmundicia. Al menos esa vida era más fácil de vivir, sumido por la ira, el odio a sí mismo, la vergüenza, la pena... Esa vida había hecho que sobreviviera sin volverse loco en el intento. Sí, había perdido un par de dientes en el proceso, pero no había tenido que lidiar con sus emociones, ni hablar de sus sentimientos y penas, cosa que tendría que hacer de ahora en adelante. Jimmy lo estaba salvando y condenando a la vez.
Llegaron al Café justo cuando Dave salió de su ensimismamiento. Fue un camino mucho más corto de lo esperado. El local era el Café Charlotte, que se encontraba en la esquina de una de las calles principales de la ciudad. Aun siendo las primeras horas de la mañana, estaba relativamente vacío, con solo un par de miradas curiosas que vieron la escena de un hombre llevando a otro casi cadáver. Uno que estaba cerca de la puerta hizo una leve mueca por el olor. Nadie más hizo nada.
Jim cogió el periódico de la entrada y dejó a Dave en una de las mesas libres, sentado en una de las sillas acolchadas. Jim eejó el periódico encima de la mesa, junto a su ex-compañero.
-Voy a pedir un par de cafés, ahora me cuentas que ha pasado. -dijo, dispuesto a irse a la barra.
Dave se sentó junto a la mesa totalmente derrotado, con los brazos caídos y la mirada perdida. En algún punto entre la infinitud del tiempo que estuvo allí solo y el momento en el que Jim volvió, el ex-detective pudo echarle un vistazo al periódico para ver qué día era. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había sido algo similar a un humano por última vez?
Cuando Jim finalmente se le acercó, Dave no supo por dónde empezar. Tardó un rato, mientras miraba al café humeante, en encontrar las palabras. Al final, se decidió simplemente a explicar las imágenes que veía en el humeante café, como reflejos del pasado que vinieran a torturarle una vez más. Ni siquiera el reconfortante calor del café en las palmas de las manos alivianaba la situación.
- Cuando se fue Lucy - comenzó. Mal comienzo, sí. La idea de poner en palabras que había sido brutalmente abusada y asesinada todavía no podía expresarla con palabras y, para ser sinceros, prefería no imaginarla tampoco - no pudimos aguantarlo. Nos destrozó... - las lagrimas acudieron pronto a la cara de Dave, mientras trataba de refrenarlas frunciendo los labios y respirando hondo por la nariz. No lo consiguió - Martha quería buscar refugio en mí, y yo me volví más distante. No podía... No puedo perdonarme no haber atrapado a ese hijo de puta Jim. Era mi responsabilidad... - añadió con un hilo de voz - y le fallé. Nos fallé a todos.
Para entonces, ya había roto a llorar, y los sollozos se hicieron tan incontrolables que no pudo seguir hablando. Se tapó la cara con las manos, pretendiendo ocultar su vergüenza, mientras los mocos, las babas y las lágrimas se le escurrían entre los dedos.
Cuando Dave le echó un vistazo al periódico para ver el día un titular de la portada le llamó la atención. "¡O LA ANTÁRTIDA O NADA!" decía, bajo la fecha del 26 de mayo de 1933. Sin embargo, antes de saber de que iba la noticia Jim volvió, con ambos cafés humeantes. Con ese olor amargo que podía despertar a cualquiera cada mañana.
Jim calló durante todo el relato de Dave, asintiendo periodicamente, sin dar ni un sorbo mientras hablaba su ex-compañero. Finalmente, cuando este se rompió, acercó su silla y le pasó la mano por el hombro, intentando dar alguna muestra de apoyo de la forma que se le ocurría.
-No era tu responsabilidad, Dave. Ni de ti, ni del Departamento, que no consiguió atraparlo a tiempo. Eso nos haría responsables de todos los crímenes que ocurren en América cuando es al contrario, luchamos para evitarlos -dio un largo suspiro.- Aquí la única responsabilidad es la de ese hijo de puta, que ya por fin está entre rejas. Ya sabes lo que les pasa en prisión a los monstruos como él.
Miró hacia el infinito durante unos segundos.
-No puedes seguir así ¿sabes? Buscando a la Muerte en cada rincón desde hace dos años. La vida ha de continuar, de alguna forma. Has de buscar algo que te haga seguir adelante. Algo que ocupe tu cabeza, mientras poco a poco... Eso.
Dave no podía dejar de llorar ni sollozar, dando grandes bocanadas de aire. Sentía algo similar a hormigas que le cosquillearan el cerebro, y las palabras de Jim no le calmaron, pero le hicieron asentir. Tenía razón. No era su culpa. Tenía que superarlo. Tenía que avanzar. Pero dolía tanto...
No hubo respuesta durante un rato hasta que, cuando consiguió calmarse, fue a limpiarse la cara con la camisa, pero luego recapacitó al ver que probablemente sólo se ensuciaría más aún el rostro. Buscó unas servilletas y se las restregó por la faz para deshacerse de los mocos y las lágrimas, como si al hacerlo también se fuera la pena. ¡Diablos, qué seca tenía la boca!. Le dio un sorbo al café, que ya estaba tibio, y luego se lo bebió de dos tragos, sintiendo el agradable amargor y un efecto reconfortante instantáneo.
- Tienes razón - dijo finalmente, casi arrastrando las palabras- tengo que pasar página. Necesito un objetivo - su vista se dirigió al periódico. ¿Debería buscar un trabajo? No se encontraba en la forma física ni mental adecuada... Y además, no quería volver a ser detective. No quería tener que enfrentarse a lo mismo. Ni siquiera creía del todo que fuera capaz de hacer aquello. Una hora antes estaba tumbado entre la basura y su propio vómito. ¿Qué lugar iba a admitirle?
Al volver a echar la mirada al periódico, aquel gran titular de la portada volvió a acosar a Dave. Resulta que ese artículo ocupaba toda la primera página y parte de la segunda. Parecía un acontecimiento importante. El gran acontecimiento del momento, y se iba a producir en Nueva York.
Dave se quedó mirando al papel. Primero, sólo miraba sin ver, absorto en sus propios pensamientos. Pero luego, cuando enfocó la visión, Dios pareció haberle puesto aquel periódico en las manos, puesto que parecía que, por ahora, había una posible solución al problema de encontrar un propósito. Leyó dos veces la noticia. Al parecer, todo sonaba bastante prometedor, pero dudaba de que quisieran a un viejo detective para un trabajo tan... de campo. Y sin embargo, ¿no sería útil su capacidad de rastrear y deducir a la hora de encontrar nuevos especímenes?
Viniendo de Minny, el polo sur no podría ser tan tan duro en comparación, y le traería paz... Sí, tendría que estar con gente, pero en un ambiente controlado. Y no habría alcohol. Tendría síndrome de abstinencia al principio, pero si la expedición duraba lo suficiente, tal vez pudiera superar sus problemas allí.
- Hey Jimbo... - le pasó el periódico y apuntó a la noticia con el índice - ¿crees que me haría bien un tiempo de retiro? Podría escribirles una carta a esta gente.
Jim cogió el periódico con cierta ansia y se puso a leer el artículo. Su ceja izquierda se fue arqueando progresivamente más a medida que leía la página.
-Pues... Quizás es un poco drástico pero... -Jim volvió a leer el título del artículo.- Quizás desconectar de la vida en ciudad no te vendría mal. Podrías ayudar al descubrimiento del siglo. Te podría venir bien para volver a sentirte útil. Mira, pone ahí un número de contacto. -dijo mientras apuntaba con el dado en el número de contacto.
Le echó otra ojeada al periódico y, efectivamente, había un número de contacto. Entonces, un sudor frío apareció en su nuca y su pecho, y sintió un miedo atroz hacia lo desconocido, hacia dejar su rutina.
- No sé... creo que no estoy preparado para esto - acabó diciendo, sin dejar de mirar al número de teléfono. ¿Qué había esperado? ¿Ser un descubridor, él, el despojo que había dejado que asesinaran a su hija? - creo que necesito un trago... - se levantó con brusquedad y se encaminó a la barra para pedir un trago de whisky, o cualquier otro veneno que pudiera calmar su ansiedad y hacerle olvidarse de aquella loca idea.
-Con tragos empezó todo. Voy al baño, piénsatelo- respondió Jim, levantándose a su vez.
Al llegar a la barra, Dave se dió cuenta de que estaba en una cafetería respetable, y no un local de mala monta como los que había regentado desde hacía dos años. Esos locales al margen de la ley, donde la Ley Seca no aplicaba. Parece que el trago tendría que esperar.
Al echar una mirada de nuevo a la mesa, Jim ya no estaba, pero parecía que el periódico tampoco. No hubo que esperar demasiado hasta que Jim apareció por la puerta trasera del local, periódico bajo la axila y se sentó de nuevo en la mesa, con media sonrisa en su rostro.
-Bueno, creo que ya está solucionado. -dijo, someramente, mientras se estiraba en la silla.
Lo cierto era que la frase de Jim no le afectó demasiado, y cuando se excusó para ir al baño, Dave quiso ir a por un trago de cualquier matarratas que tuvieran allí. Sin embargo, ese lugar, respetable y limpio, dentro de la ley, no era como los garitos que el ex-detective solía frecuentar. Echó un vistazo a las estanterías, repletas de refrigerios varios. Mierda embotellada para pusilánimes. Se llevó la mano derecha a la boca y empezó a morder sus uñas, sin saber muy bien qué hacer. Ahora que lo pensaba, ni siquiera tenía dinero. Plantado allí en medio como estaba, se dio cuenta de que atraía miradas de pena y asco. Su estado era deplorable y Jim estaba tratando de ayudarle a cambiar. ¿Pero de verdad querría cambiar? Aquello supondría dolor y miseria, y nadie le aseguraba superar todas las tragedias que le habían ocurrido.
Un deseo urgente de irse de allí y desaparecer del alcance benefactor de Jimmy le apretó el pecho. Así que Dave giró sobre sus talones y se dispuso a marcharse de allí al tiempo que Jim volvía del baño y se sentaba en la mesa que ambos habían ocupado lo que le había parecido un segundo antes. Su sonrisa le delataba.
- Qué... ¿qué está solucionado? - preguntó con algo de miedo en la voz. ¿Le había comprometido Jim a ir a la Antártida? Parecía una obviedad que así era y, sin embargo, algo en su cabeza rezaba a un Dios en quien ya no creía porque aquello que Jim hubiera solucionado se tratase de mear una piedra del riñón que le hubiera dado problemas durante largo tiempo.
Una sonrisa afloró en el rostro de Jim ante la pregunta de Dave. Comenzó a hablar:
-He hablado con el tal Moore, el profesor de Geología del artículo. Resulta que les he contado tu historial, y me ha dicho que estarían interesados en un hombre de tus capacidades, que Starkweather valora gente de tu perfil. Van a hacer una serie de entrevistas en unas semanas, en Nueva York para cribar voluntarios. -hizo una ligera pausa.- Les he dicho que estas interesado y te han dado cita para entonces.- se reclinó un poco en la silla y su sonrisa se ensanchó.- Recuerda ir recién duchado.
Dave se cuadró en el acto, sin saber muy bien que hacer. Sus temores se habían confirmado y ahora estaba comprometido de una forma que cambiaría su vida como nunca habría imaginado.
- Oh... - no supo muy bien qué responder. Trató de procesar la información y, cuando miró hacia abajo, volvió a ver su figura desarrapada y asquerosa. Un atisbo del viejo Gurney volvió de un lugar recóndito de su mente y sintió una punzada de vergüenza - está bien - dijo al fin - iré a esa maldita expedición y solucionaré mi vida.
Quiso prometer dejar de beber también, e incluso convertirse en un hombre decente. Pero le pareció que aquello era demasiado. Empezaría poco a poco y, tal vez, para el momento en que la expedición se lanzara, pudiera volver a ser un hombre decente. Con eso se conformaba.
Pues fin de la escena si te parece bien. Me parece buen post final antes de marchar a la entrevista.