Partida Rol por web

Luciano dibujo una fría sonrisa dirigida hacia Moore. No le había prestado atención hasta ahora, simplemente Luciano había apostado por vencer al caballo ganador. Moore era sólo un lacayo y si quería su minuto de darse importancia se lo daría, pero él sabía que la batalla estaba ganada. -Miró de soslayo a Starkweather antes de centrar su atención en Moore de nuevo.-

-Verá Moore... Corrijame si me equivoco, pero dudo que usted haya estado en una guerra. Dudo que alguna vez en su cómodo despacho o laboratorio donde trabaje, haya estado de verdad alguna vez cerca de la muerte. En una situación en la que usted sepa que de su acción o liderazgo depende no sólo su vida, sino la de sus compañeros.- Hizo una pausa, escrutando a sus entrevistadores, pero esta vez, sobre todo a Moore.- No, no creo que haya sido el caso. Y entiendo su postura, de preparativos, adaptación al clima y si le sirve, le diré que provengo de un pueblo alpino del Norte de Italia, que era, por supuesto, bastante frío. Pero si le soy sincero, eso no es importante, por mi como si la temperatura más baja que he experimentado en mi vida es el calor de la maldita sala de espera. Lo importante, es lo que le he comentado al principio: Saber que hacer cuando se le mira a la muerte a los ojos.-

Después del discurso de Luciano, Starkweather lo observó atónito para posteriormente tener un ataque de risa histérica, revolviéndose en el sillón sin poder hacer otra cosa, agarrándose la barriga. Moore observaba a Luciano sin apartar la mirada, como un felino al acecho, pero sin decir nada, aunque con un pequeño espasmo en el brazo izquierdo, que tuvo que agarrarse con la mano derecha. Tras unos momentos, Starkweather se levantó y se dirigió hacia donde estaba el alcohol, rellenándose un vaso de ese líquido dorado sin eliminar una amplia sonrisa de su cara mientras negaba con su cabeza.

Entonces Moore comenzó a hablar.

-Le corregiré pues, porque se equivoca, y bastante. No todos vamos presumiendo que hemos participado en la Gran Guerra cuando, por otra parte, entramos en ella cuando ya estaba ganada. Además, codirigí una expedición al altiplano de los Himalayas, donde murieron varios portadores, un guía local y varios yacs. En el 27 dirigí una expedición a Sudáfrica y en el 28 a Minnesota. No estoy en el puesto en el que estoy por quedarme en mi cómodo despacho mirando rocas. Pero no estamos comparando nuestros currículums. No estaría dirigiendo una expedición a la Antártida si así fuese y usted no estaría siendo entrevistado.

Dio un suspiro, y una leve sonrisa afloró en su rostro.

-Pero tiene razón, al fin y al cabo. Lo que estamos pidiendo al estrato más bajo de la expedición es exclusivamente que sea capaz de saber qué hacer cuando se le mira la muerte a sus ojos, como usted dice. 

Se apoyó en el respaldo de la silla, volviendo la seriedad a su rostro. 

-Hemos terminado, vaya llamando al resto para comunicarles nuestra decisión. Mientras- echó un ojo a Starkweather, que miraba a Moore con una sonrisa- examinaremos su caso.

Una gota de sudor frío recorrió la cara de Luciano, mientras tensaba sus músculos y miraba con desprecio a Moore. Estaba furioso por la humillación. ¿Quién se creía que era ese tipejo? No podía concentrarse con claridad en lo que le estaba diciendo, tan sólo quería golpearle, humillarle... Matarle. Pero se contuvo. Solamente dejó tras de sí esa gélida e inhumana mirada que le caracterizaba.

Obediente se levantó de la silla y con gesto serio abandonó la sala sin decir nada, como un niño enfadado con sus padres. El momento de la venganza, tendría que esperar.

Richard asintió fervientemente ante las palabras de su mujer.

-Si, exacto. -una sonrisa culpable afloró en su rostro.- Aparte, he de admitir con cierta culpabilidad que me gustan las emociones fuertes y qué mejor forma de ponernos a prueba como médicos que una situación así. 

Dio un sorbo al café y se dirigió hacia Gurney.

-Por su pregunta supongo que usted se presentó voluntario y no le llamaron, ¿no? - hizo una pausa mientras tragaba.- Si no es molestia preguntar, ¿por qué han decidido apuntarse a esta expedición?

Justo al Richard finalizar la pregunta, la puerta de la cafetería volvió a abrirse. Luciano atravesó el umbral de la puerta encontrándose de frente con el resto de entrevistados. Parece que la última entrevista había terminado. Sólo quedaba averiguar el resultado.

Gurney apretó la mano de aquel hombre y lo miró a los ojos. - Dave Gurney, encantado. Siento los modales antes, pero la tensión y el calor pasan factura - y aún allí hacía un endiablado calor. Un café no podía solucionar algo que era tarea sólo el whisky. La atención de Gurney se dirigió hacia la pareja de médicos, por supuesto, los más interesantes de la sala. "¿Así que interés científico sólamente? ¿Emociones fuertes? Me pregunto cuántas emociones fuertes habrán vivido éstos, siendo tan jóvenes y habiendo estado enterrados entre libros tantos años" Gurney miró a la pareja mientras hablaban sin cambiar el semblante, y entonces respondió a ambos. - Muy loable lo de querer hacer progresar el mundo. Para mí, esto también ha sido necesidad de emociones fuertes - confesó. Jamás podría contarles toda la verdad a aquella gente, pero al menos verdades parciales sí podía contar sin sentirse del todo mal consigo mismo - además, me gusta el frío. Soy de Minneapolis - dijo con un cierto orgullo. Siempre había pensado que los que se criaban allá en el norte eran más duros. Decidió dejar la otra pregunta sin contestar a propósito y, salvo que el tipo insistiera, prefería no desvelar nada de cómo había llegado allí. La última entrevista pareció haber concluido cuando el ex-soldado reapareció en el café. Gurney inspeccionó la cara de éste, tratando de dilucidar si había salido contento o no. De todos, le parecía el personaje más enigmático. No parecía mostrar demasiados signos de flaqueza por haber luchado en la Gran Guerra. ¿Tal vez sería uno de esos psicópatas agresivos?

Charles entró en la cafetería de nuevo, su expresión había cambiado, trataba de mantener una apariencia relajada, pero las comisuras de sus labios y ceño fruncidos delataban la contención de la tormenta. Hizo un gesto frío con la mano a modo de saludo y dijo -Bueno, ya está. La ronda de entrevistas ha terminado.- Y buscó un sitio en el que sentarse.

Greene negó con la mano cuando Gurney se disculpó por sus modales, restándole importancia al asunto. Escuchó con interés la historia del entrevistado hasta que entró el último de ellos diciendo que la ronda de preguntas habían terminado. 

-Entonces, deberíamos ir volviendo para que nos informen sobre su decisión, ¿no? -sonrió hacia todos.- Buena fortuna a todos, amigos. La suerte esta echada.

El gesto de Luciano lo decía todo. El ex-soldado habría sido sometido, probablemente, a una prueba similar a la que le habían hecho a él, y lo soportaba mejor que el propio Gurney ¿Tendría tanta oscuridad detrás como el detective? Lo dudaba, aunque los horrores de la Gran Guerra debían haber sido innumerables.

- ¿Así funciona? - dijo mientras se cruzaba de brazos. Una súbita ansiedad se apoderó de él. ¿Y si no le seleccionaban? Demonios, aquello sería humillante. Ni siquiera valdría para ir a una expedición suicida. La imagen de un vaso de cristal con un líquido cobrizo en él se apareció en su mente, resaltando como si estuviera pintada sobre un lienzo en blanco. - pensaba que se tomarían algo más de tiempo para deliberar - se quedó mirando al resto para saber sus opiniones, aunque seguiría a Greene si resultaba que los estaban esperando.

Rick se levantó de la silla apurando su café cuando Luciano informó de que ya habían acabado todas las entrevistas. -Sea pues, a ver si me cogen, y si no, pues de vuelta a Inglaterra - pensó Rick un tanto despreocupado.

La vuelta hacia el Hotel Amberst fue breve. El sol se estaba empezando a ocultar entre los edificios de Manhattan y el calor había disminuido ligeramente. Cuando llegaron a la sala de espera, estaba la puerta entreabierta y sólo hubo que esperar un par de minutos hasta que Moore salió por la puerta, libreta en mano, y comenzó a hablar.

Moore miró a los ojos a todos los entrevistados, uno por uno, durante unos incómodos segundos. Seguidamente, bajó los ojos, concentrándose en su cuaderno.

-El señor Starkweather y yo hemos estado discutiendo sobre el perfil de cada uno de vosotros y la utilidad que podéis aportar a la expedición. Hay algunos que ya la decisión estaba tomada de antemano y esto era una simple formalidad. En cambio, para los que han venido voluntarios... -se juntó las lentes con el dedo anular.- He de decir que no hemos encontrado ninguna razón seria para rechazar a ninguno de vosotros...- echó una mirada seria a Luciano.-  ... más al contrario, pues hay algún currículum que nos ha impresionado.

Dio un suspiro, y una leve sonrisa se mostro en su rostro.

-Así que felicidades a todos. Nos veremos en este hotel de nuevo a principios de septiembre y ya lo usaremos como tal. -hizo una leve risilla.-  Entonces ya nos pondremos con los últimos preparativos del viaje. 

Hizo un gesto con la cabeza hacia la salida.

-Bueno, disfrutad del resto de día, que ya no hace falta que os retengamos aquí y este calor es horrible.

Elizabeth decidió tomarse con filosofía el tiempo de espera. Lo dedicó a perfeccionar sus conocimientos, a repasar conceptos y a planificar meticulosamente el equipaje, pues era de la opinión que un buen médico ha de ser también previsor. Hizo una lista de los elementos imprescindibles y otra de los prescindibles, y gastó más tiempo del que jamás reconocería en ultimarlo todo a la perfección.

No se molestó en interaccionar más con el resto del equipo, aun a sabiendas de que probablemente estarían rondando también por la ciudad. Ya tendría tiempo para conocerles. Además, las relaciones sociales no eran su fuerte.

Harrison decidió que volver a Inglaterra no era rentable, así que contactó con algún conocido de alguna universidad cercana y buscó alojamiento. A su vez, continuó estudiando en bibliotecas acerca de civilizaciones antiguas y posible conocimiento perdido. También dedicó tiempo a investigar los preparativos para el viaje y que equipamiento y ropa debía llevar, para adquirir durante estos meses. Al final, dedicó poco tiempo a hacer turismo, el resto le mantuvo ocupado la mayoría del tiempo.

Rick agradeció y despidió de ambos hombres y se dispuso a volver a casa de su padre, la verdad que había acabado bastante cansado del día, seguramente también por el calor, sumado a la presión de la entrevista. 

En el resto del tiempo hasta septiembre, Rick se decidió a quedarse en la ciudad y pasar tiempo con su padre (cuando no se pasaba más de 12 horas seguidas en la consulta), aparte de explorar la ciudad, principalmente sus puntos más frescos como parques o salidas a las afueras. 

De paso, esto le permitía evadirse de la tristeza que, a veces, le embriagaba en Inglaterra pasando por sitios en los que había ido antes con su mujer. El hecho de que aquí todo fuese nuevo le ayudaba a despejarse un poco. 

Richard estuvo estuvo el primer mes con su mujer, perfeccionando sus conocimientos, encargándose de su especialidad en el hospital donde estaba destinado en Nueva York. Sin embargo, a partir de agosto, comenzó a relacionarse más con los miembros principales de la expedición, tal como le habían comentado los líderes de esta.

Como iba a ser el médico encargado de la revisión de los integrantes, le fueron comentando dónde estaría su lugar de trabajo y de qué se encargaría. Además, pasó revisiones a los miembros de la expedición que tenían que estar de antemano, como los propios líderes de esta. También le tocaría revisar a aquellos que fueron entrevistados como su mujer. Sonrió, preguntándose si se apuntarían todos al final...

Dos meses hasta la expedición. Dos meses. Era mucho tiempo o poco, según se mirase o según le mirasen. ¿Haría falta ir a verle y demostrar que todo iba sobre ruedas? No, no era necesario. A más lo pensaba más descabellado le parecía esa idea. Además, se enterarían, la expedición era tan grande y pomposa como un desfile el 4 de Julio y pareciera que el señor Starkweather era de esos señores de alta cuna que no se daban cuenta del ruido y expectación que generaban a su paso.

No pensaba esconderse en su casa tanto tiempo, quizá era lo más sensato, tenía algo de dinero ahorrado, pero no podía, simplemente sabía que sería engullido por esas cuatro paredes. No, tenía otros planes, les gustara a los de arriba o no. Sería cuidadoso, además, un poco de dinero extra tras la expedición tampoco le vendría mal, por si no iban bien las cosas...

Las brumas del muelle le esperaban, nuevamente quedó sorprendido por verlas de día. Fenómeno raro, tendría que ver con el verano supuso Luciano. Allí buscó sin ser visto, habló sin ser escuchado y acordó con el irlandés lo que no debía ser acordado. Estaría entretenido estos dos meses. Lo demás, quedaría por verse...