Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: BARRIO INTERIOR.

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Tronquito avanzó cuanto pudo, dejando al sur el fuego y el humo que algunos parecían empecinados en atravesar y que no constituía sino un riesgo para la vida. Estaba satisfecho de haber hecho una elección inteligente cuando un movimiento en el cielo nocturno llamó su atención.

Enfocó la mirada y alcanzó a ver a dos jóvenes aladas, sin duda pertenecientes al pueblo de Garinya, que lanza en mano parecían vigilar desde las alturas. El ghoran emitió un bufido bajo, frustrado ante lo que parecía un obstáculo más que serio. Si seguía el itinerario que se había marcado, siguiendo la línea del barranco, lo más probable es que fuera descubierto y en tal caso, las lanzas de las strix buscarían alojarse en su cuerpo y eso era algo que no le gustaba. Pero retroceder era una gran pérdida de tiempo y eso era algo de lo que ninguno estaba sobrado.

Así que haciendo de tripas corazón, como dirían los humanos, buscó avanzar lo más sigilosamente posible, manteniendo sus sentidos clavados en las dos figuras volantes y tratando de no llamar su atención. Si lo conseguía, sería un éxito. De no lograrlo... Bueno, no sería fácil salir de aquella.

-No siento miedo, no siento miedo -murmuraba por lo bajo.

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¿A dónde iba Momo? Nadie lo sabía, ni siquiera ella misma, pero parecía satisfecha por lo conseguido en la torre, como si hubiera acabado su trabajo. Su cuerpo deformado, ahora encorvado y felino, se movía a velocidad vertiginosa y su mente, en cambio, iba más despacio. Fue esa falta de compenetración lo que hizo que cuando recuperó plena consciencia de su ser se encontrara en el interior de una casa.

¿Qué demonios...? - Algo desorientada se puso a abrir puertas hasta atravesar la choza y salir al exterior. Lo que vio allí no le gustó un pelo. El humo y el fuego se habían apoderado de aquella parte de Trunau. Los tambores seguían sonando y el peligro de los orcos seguía amenazando su amado Trunau. Algunos se habían quedado atrás para llevar a la Consejera a la barricada donde pudiera ser atendida y otros acabarían pronto con el tamborilero. Decidió ir al oeste, pero atravesar el humo y el fuego se le antojó atravesar el mismo infierno. Conocía bien Trunau y sabía que por el norte podría pasar por las casas que daban al acantilado. Allí el fuego no podría extenderse más. Su cuerpo ya estaba en movimiento y la felina mirada captó a una posible presa.

Espera, ¿no es...? ¡TRONQUITO!

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- “¡Buena idea Win! ¡En la medida de lo posible seguiremos esa estrategia e intentaremos flanquear al enemigo por ambos lados para perjudicarle. Espero que tus sentidos no te engañen y tu gran espada me parta en dos.” – podría haber sido una broma, pero no tenía la suficiente carisma como para transmitirlo, por lo que parecía más una preocupación que otra cosa.

- “Terminemos con ese asqueroso ruido” – dijo al ver como el ciego subía las escaleras, ese hombre disponía de una capacidad sensorial sobrehumana. Se pregunta si realmente es ciego y espera comprobarlo algún día, en otro momento con más calma.

<< Como cojones puede luchar tan bien sin verlos… debe de tener alguna explicación. ¿Será un impostor? ¿Una forma de dar confianza al enemigo para que ataque bajando la guardia? Podría ser una estrategia formidable pero según su historia lo cegaron con fuego… >>

- “¡Dragos! ¡Nos vendrá bien tu ayuda!” – dice observando al alto individuo que les seguía, tenemos que hacer lo posible para silenciar los tambores y volver junto a los demás para hacer músculo más adelante.

El sonido del tambor era insoportable, el ruido penetraba en su oída clavándose ese sonido en lo más profundo de su ser, le costaba centrarse y si Win tenía sus sentidos más desarrollados ni podía imaginarse lo que estaba soportando el seguidor de Iomedae.

- "¡Qué hace aquí el gato!" – de repente observó la presencia de Peludo – “¡Win! ¡Deberías haberlo encerrado!” –

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Dos trolls de río habían cruzado la barricada, y el vikingo se encontraba solo. O lo que era peor, protegiendo a unos aldeanos indefensos. Había logrado esquivar el primer golpe, pero su suerte no iba a durar eternamente. Intentó escabullirse entre los dos monstruos para atraerlos hacia él pero sin acabar muerto.

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Dragos asintió quedamente a las palabras de Haluk, sin decir nada ni molestarse en hacer comentario alguno. Era bastante evidente para él que, sin aquellos tambores, el asalto disminuiría su intensidad, puede que incluso se viera frenado. Era lo que debían hacer. Otros frentes necesitaban también ayuda, pero debían terminar allí rápidamente antes de hacer cualquier otra cosa. 

Fueron las palabras de Haluk las que hicieron que fuera consciente del gato, al que miró con algo más de atención, preguntándose como un gato aparentemente normal tenía la clase de capacidades que le había visto usar. 

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Las pequeñas patas del gato se mueven con rapidez hasta que consigue alcanzar a Win y saltar sobre su hombro. Ahí, el gato se afirma con sus garras a la armadura del ciego para evitar caerse cuando a este se le ocurra blandir su espadón para partir a algún enemigo, lo que ha demostrado que se le da de maravillas.

Haluk Molok y Dragos se acercan para ir a por el del tambor. El Hobgoblin le recrimina a Win que haya traído a Peludo, por lo que este baja las orejas, ofendido y le responde sin dudarlo:

 - "¡Miaauu!" (¡Y por qué no encerramos a tu abuela mejor, tonto goblin enorme y deforme, hijo de...!)

Pero el gato pues sabe que no es momento de seguir con ello pues los tambores se silencian y eso solo puede significar que el enemigo se está preparando para recibirles en la azotea de la torre y, cuando lleguen arriba, no encontrarán música sino acero.

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Las dos flechas vuelan, impactando en mi objetivo, pero este no cae. Puedo ver como extrae una redoma. Ni hablar, amigo musito, disparando las dos últimas flechas que me quedan en la aljaba. Y aún tenemos dos trolls de río... joder.

Entonces el miliciano vuelve. Tíralas, por dios. Estamos siendo atacados, y ya no tengo flechas. Las necesito, rápido.

Observo un momento arriba, esperando ver caer la aljaba que me viene como agua en mayo. Mientras tanto, rezo porque dagfnir consiga aguantar contra sus enemigos. Necesitamos ayuda digo, a nadie en particular. Al menos los tambores han dejado de sonar. ¿Qué estará pasando allí delante? me pregunto, nervioso.

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La mirada de Tronquito seguía fija en las dos strix, las cuales si bien parecían haberle visto, no le atacaron, posiblemente ignorantes de qué podía ser aquella nube de luciérnagas en movimiento. Pero al menos había enfilado el camino del barranco y ya no había vuelta atrás. Solo podía seguir adelante, lo más rápido posible, hasta alcanzar una posición menos expuesta. Pero iba a ser difícil, muy difícil.

De haber podido, hubiera cogido aire y lo hubiera expulsado lentamente, pero la ausencia de pulmones se lo impedía. Quieto por un segundo y apoyado en la pared de la casa sabía que no tenía tiempo ni para dudas, ni para reflexiones. Tales cosas solo podían conducirle a un resultado indeseado y que ya había vivido con anterioridad. La muerte.

-Adelante, adelante. Siempre adelante -susurró.

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Ekaterina avanzó a la carrera entre escombros y cadáveres, dándose tanta prisa como pudo para alcanzar la barricada que habían dejado a su espalda. No estaba segura de poder llegar a tiempo para cambiar el desenlace que había imaginado tras recibir su visión, pero aún así seguía adelante. O al menos hasta entonces. Las dudas amenazaron con alcanzarla como ya lo hizo el dolor de las torturas recibidas por su madre.

Echó la vista atrás, allí donde el trasgo que no paraba de hablar de su diosa perdía el tiempo haciendo no sabía muy bien qué. Más allá de él estaba la torre desde la que ya no escapaba ningún sonido. No muy lejos se elevaba una cortina de fuego y humo tras la que dentro de muy poco había visto morir a alguien.

Cogió una larga bocanada de aire y siguió corriendo. Ya tendría tiempo de dudar más adelante.

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Como una fugas sombra Momo se desplazó hacia su querido amigo vegetal. 

-¡Psssst!- Le chistó para que pudiera percibirla cuando ya estaba en escaso metro de él. - ¡Vamos!- Habían tenido la misma idea y se encontraban por el camino. La acelerada Momo tomaba ahora la delantera. Aceptó de buen agrado el silencio que dejaba lo que presumía la muerte del escaldo orco. Moviendo la cabeza de forma antinatural, como lo haría más un ave que un humanoide, parecía observar con los ojos de dilatadas pupilas todas las casas.

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Rodeado de enemigos, y prácticamente a las puertas de la muerte. Así estaba Dagfinnr. Lo sensato era huir, o intentarlo al menos. Pero el ulfen nunca había sido un hombre sensato. Gritó con furia, y cacando fuerzas de donde no parecía haberlas, cargó contra el enemigo a su diestra.

-¡POR ALVAAAAR!

Y en su cabeza escuchó una voz familiar y dulce...

Se alzará ante doncellas
Tan hermosas y tan bellas
Y poderosas valquirias
con sus dorados atuendos.

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En los anteriores disparos me había parecido sentirle, guiarme, estar junto a mí. Pero ahora estoy convencido de haberlo visto. ¡El mismo Erastil en persona ha guiado mi flecha! Estoy seguro que él ha disparado por mi.

Tan nervioso estoy que apenas consigo recoger la aljaba, cargar una flecha y disparar contra el enemigo que queda vivo, aunque sin acertar. Mierda... pero él está conmigo, el dios cazador, el dios arquero está a mi lado. Musito una oración de agradecimiento a mi dios.

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Win camina rápidamente escaleras arriba mientras Peludo está concentrado. Espera captar con su vista al enemigo y está listo para desatar un ataque de poder psíquico sobre la mente de este apenas lo vea. Los pasos del ciego son rápidos y, cuando llega a la azotea, el gato se concentra en el único orco que les espera ahí arriba.

"¡Toma un poco de esto, orco de mierda!"

La nariz del orco sangra un poco y se ve en lo abierto de sus ojos que ha funcionado. Este corre hacia Win para atacarle pero su ataque falla por mucho. El siervo de Iomedae en cambio, no equivoca su movimiento ni un milímetro y lanza un corte tan veloz como potente, que asesina al orco de inmediato, poniendo así fin a la amenaza del tambor.

El gato piensa que ahora es importante volver pues varios son los frentes de batalla y la ayuda de todos los que están en esa torre es sumamente valiosa.

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Una pequeña mueca de decepción y frustración apareció en el rostro de Dragos al ver caer al tamborilero. Esperaba... Más. Algo más de resistencia, algo más de fuerza... En resumen, esperaba algo. Pero habían evaluado aquella amenaza terriblemente mal, y destinado recursos de más a acabar con alguien que había resultado ser poco más que un orco con ínfulas. 

Al menos el tambor había quedado silenciado, pero ahora era momento de intentar ayudar en otro lugar, así que se dispuso a bajar de la torre todo lo rápido posible... Y a no prestar demasiada atención a las vistas desde la misma. Todo el fuego y el caos auguraban el fin de Trunau, pero no era el momento de dejarse llevar por el desánimo. 

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Nada más subir a la azotea de la torre el ciego advirtió cómo el orco responsable del tronante ruido se abalanzaba contra él, armado y escudado. Escuchó el sobrenatural maullido de Peludo, aferrado con sus garritas a las anillas de su camisote de mallas y asomando su cabecita por encima de su hombro, que causó que el orco gruñera y trastabillara levemente, lo suficiente para que Win pudiera dar un paso a un lado y esquivar el demoledor ataque que el piel verde dirigía contra él, logrando este solo atizar al aire.

Desequilibrado y maullizado su oponente bajo la guardia, o mejor dicho, bajó su escudo. El invidente lo sintió así y aprovechó para lanzar un ataque horizontal por encima, lamiendo el borde superior del mencionado escudo. El tajo fue limpio, cortando como la mantequilla todo aquello que encontró. Escuchó caer el escudo y luego el hacha de batalla... con sus respectivos brazos aun asiéndolos, desprendidos del cuerpo. Después cayó el busto del orco y finalmente el tronco mutilado, salpicando a su ejecutor y a su gato con abundante sangre negra. Por enésima vez para el ciego, por primera vez para el felino. Este bufó de desagrado.

- Lo sé, Peludo. La vida de un luchador de la justicia es muy dura - admitió sardónico mientras sentía cómo estaba realmente empuercado de sangre orca, aunque internamente prefirió que mejor la sangre de ellos que no la propia -. Bajemos, amigo - concedió al gato que anteriormente le urgió sobre la necesidad en otras partes. Y mientras descendió junto a Dragos y Haluk las escalinatas del torreón, agradeció a Iomedae que guiara su espada con una rápida oración. No sabía qué letal podría haber sido ese orco. No se le dio opción a demostrarlo. Lo importante es que ese tambor enmudeció, esperaba que para siempre, y que ese violento y odioso ritmo que inculcaba a la matanza en Trunau ya no se oía.

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El caos se desataba por todas partes y necesitaban su presencia en muchos lugares pero pese a ser un servidor de Shelyn no tenía el don de la ubicuidad. Sus cortas piernas se movían con velocidad tras la mujer de la taberna que debía estar ansiosa por recibir más palizas. Ertiznao no podía justificar de otra forma las ansias de combate de la misma. Quizás por eso debía seguirla, para velar por su salud y asegurarse de que no fallecía. ¡Qué dura era su labor!

Sujetó la guja con las dos manos y con sus pequeños brazos la elevó por encima de su cabeza para evitar que le entorpeciera la carrera que se estaba pegando. Al fondo sus ojos rojos divisaban unas barricadas en las que se combatía con agonía contra unos enormes enemigos que no parecían fáciles de abatir. Por unos instantes dudó, miró hacia los lados buscando un lugar más seguro en el que refugiarse en una hipotética huida pero continuó avanzando. 

No tenía demasiadas ganas de correr hacia esas enormes bestias para hacerlas frente pero seguía avanzando hacia el conflicto. Sería cosa de la diosa, no había otra explicación.

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La situación en la torre parecía controlada. Todo lo controlada que podía estar una situación como aquella. Pero los tambores, los malditos tambores, no cesaban. Estaba prácticamente segura de que el sonido venía de algún piso superior, y habría sido buena idea ir a averiguar, pero varios de mis compañeros ya estaban dispuestos a ello y sentí que allí ya estorbaba más que ayudaba. Decidí entonces que era momento de moverse.

- ¡Vamos, Trog!

Avancé hacia el fuego. Me parecía que del otro lado de aquel muro ardiente venían voces: gritos pidiendo ayuda, golpes metálicos, y de madera. Quería ver qué ocurría allí, y sobre todo, quería saber dónde se había metido Piero, que no estaba con el resto del grupo en la torre.

Tardé en alcanzar el otro lado. El humo me picaba en los ojos y no me dejaba respirar. Tampoco veía del todo bien, pero por suerte Trog era un buen lazarillo, y me guió con éxito al otro lado.

Las voces habían callado, pero los golpes continuaban...

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La carrera se le estaba haciendo eterna. Cada instante creía avanzar, pero tan pronto alzaba su vista seguía estando demasiado lejos como para poder ayudar. Veía lo que ocurría, lo veía y había visto con demasiada claridad, y aun así, por mucha prisa que se daba no se veía capaz de llegar antes de que ocurriera lo que creía inevitable. Por un momento incluso dudó si parar, si ponerse a gritar e insultar esperando atraer la atención de los trolls hacia sí misma, pero con enorme sorpresa comprobó que no iba a ser necesario.

Desde la distancia pudo ver como primero el traidor y luego uno de los trolls caían tiñendo de sangre el suelo. Ya solo quedaba uno, uno que aún se erguía amenazador sobre un bárbaro que resultaba extraño ver en pie dado su estado. Miró hacia atrás, buscando al trasgo que la había sanado con aquel palo esperando que no estuviera demasiado alejado, esperando que llegara a tiempo, porque no había duda alguna que si todo salía bien, se le iba a terminar necesitando.

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La voz de Monique le llegó clara pese a ser susurrada y, por primera vez, hubiera preferido que ella estuviera en otro sitio. Y no se trataba de que aquel fuera su camino y pudiera ejercer sobre él un derecho de paso, era que la gnomo, afectada por las drogas, no parecía haberse percatado de las strix y de que volaban hacia ellos, curiosas e ignorantes de las razones de aquella fuente de luz.

Así que solo le quedó una opción.

-Shhhh -le susurró exigiéndole silencio-. Sigue. Te cogeré en cuanto pueda -afirmó al tiempo que alzaba los brazos, adoptando una postura más arbórea y extendiendo sus cabellos.

Si permanecía inmóvil, con las luciérnagas en torno a su cuerpo, la menuda Monique podría seguir adelante, inviisble a los ojos de las strix. Eso sí, una vez que estuviera a salvo sería su turno de moverse.

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Aún mi cuerpo tiembla por la revelación que he tenido. ¡Erastil apoya nuestra decisión de exterminar a los orcos! Estaba seguro, pero su confirmación en forma de disparar a través de mí me ha dejado asombrado.

Sin embargo, mis compañeros están en peligro. Maldigo, frustrado por no conseguir encontrar flechas, hasta que veo la aljaba que está a la mitad. La recojo rápidamente y me la cuelgo, para volver a encarar el combate. Dagfinnr y Ekaterina se están enfrentando al último troll de río, así que toca intentar ayudarles. Doy un paso hacia ellos, preparando el arco para empezar a disparar