Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: BARRIO INTERIOR.

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Mi gesto permanece serio, muy serio. La muerte no nos es desconocida a los truanos, pero cada nuevo cuerpo que veo solo incrementa mi ira, mi deseo de venganza.

Ayudo a Momo a cruzar la empalizada, y ofrezco la misma ayuda a Ertiznao. Serio, tranquilo incluso con todas esas emociones bullendo en mi interior, parezco un mar de calma en toda esta destrucción.

Una vez cruzan o rechazan mi ayuda, yo también lo hago, quedando en la retaguardia del grupo, atento a cualquier movimiento.

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AÑO: 4715 RA.

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MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El crepitar del fuego, el crujir de pasos, el estruendo de derrumbes... Ekaterina y su oído fueron poco a poco aislando los sonidos, afinando y buscando aquellos que decían algo en aquel pandemónium. Se dejó distraer por un instante por un cadáver humano a medio caer en el pozo. Lo miró: era un miliciano. Señaló su posición a sus compañeros en caso de que alguno quisiera hacer algo por un muerto cuando aún podían ayudar a los vivos. Luego siguió escuchando.

- Alguien pide auxilio. Allí.- Señaló a la casa en llamas de las Consejeras Staginsdar y Morninghawk.-Orcos allí y allí.- añadió dirigiendo su dedo a ambos lados del camino indicando los dos grupos de saqueadores a los que creía haber escuchado. Luego alzó la mano y apuntó a la torre que se erguía a su derecha.- Tambores. La torre es suya- informó. No dijo más suponiendo que todos comprendían que quizá deberían recuperarla. Era una posición que podía resultar demasiado ventajosa como para quedar en manos enemigas.

No esperó órdenes y se aproximó a la casa en llamas. Era la posición más cercana. Además podía no haberlos escuchado, pero quizá los gritos de auxilio se debieran a algún asaltante orco.

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-Ojalá tengas razón, Garinya -dijo a la mujer alada. Pero no era momento de mayores lamentaciones, sino de seguir adelante, especialmente tras escuchar a Ekaterina. Veloz, intentó alcanzarla-. Ekaterina, espera. No vayas sola.

Fuego. Fuego por todas partes. Sentía las oleadas de infernal calor golpeando contra su cuerpo, evaporando su humedad. Sabía el riesgo que corría pero, ¿qué vida merecía la pena si no se corrían riesgos?

-Ekaterina, ¿has escuchado algo más que la llamada de auxilio en la casa? ¿Podrían haber orcos apostados?

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Aquello era el caos más grande jamás contemplado por el goblin. Los gritos, ruidos y lamentos ocupaban sus pabellones auditivos en su totalidad, no había estado en ninguna situación parecida nunca antes. Por ese mismo motivo el pequeño goblin se sentía más pequeño que nunca, estaba algo sobrepasado por un evento de tal magnitud y procuraba moverse con cautela. No quería pisar en falso en ningún momento y eso le llevaba a permanecer en un segundo plano, siendo discreto y ligero.

¡Él era un héroe de la palabra! ¡Un auténtico paladín de la belleza! Su lugar no estaba en mitad de un asedio donde todo olía mal y el terror se abría paso. Su lugar era un gran púlpito desde el que lanzar discursos, pero la diosa le ponía a prueba y él siempre respetaba los designios de Shelyn. Allí en medio del horror, la constante presencia del fuego le reconfortaba pues de alguna manera sentía que iba por el camino correcto. Encender el fuego de la salvación era la forma que tenía de ayudar a aquel pequeño pueblo y evitar que fueran masacrados. 

Debía sobreponerse y continuar con su camino.

—¿Orcooos? —preguntó a Tronquito, con un claro tembleque en su aguda voz, —. ¿Ya han entrado?

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Ekaterina no apartó la vista de su objetivo cuando, meneando la cabeza, respondió negativamente a la primera pregunta de Tronquito antes de encogerse de hombros para responder a la segunda. Siguió hacia adelante, avanzando con premura pero con cautela, en busca de peligros, fijándose muy bien en dónde ponía el pie antes de dar el paso siguiente. No se molestó, eso sí, en ocultar el crujir de sus pisadas o aplacar el ímpetu de una respiración que por instantes se aceleraba.

Ya habría tiempo para el sigilo más adelante, cuando se aproximaran a los orcos que sí había localizado con su oído. Se abalanzaría sobre ellos por sorpresa cortándoles el cuello antes de que pudieran darse cuenta. Pero en aquel momento no, en aquel momento debía responder a la llamada de auxilio

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El granjero asintió a la indicación de Ekaterina y, tras poner un dedo en sus labios, demandando silencio a todos los miembros de la patrulla, señaló en dirección a la casa en llamas desde la que la... ¿mujer con garras?, había indicado que se oían ruidos. Si, mujer con garras era mucho mejor que seguir pensando en ella como una camarera.

Valiente grupo de rarezas estamos hechos.

Se planteó en un instante casi de hilaridad antes de volver a centrarse en lo que ocurría. Había que eliminar a los enemigos, y pronto. Pero si esto estaba lleno de orcos, no estaba dispuesto a dejar que el grupo se dividiera para que los mismos pudieran eliminarlos.

Manteniendo el mismo esquema, y atento a ver si veía o escuchaba quien precisaba ayuda, sigo avanzando en la dirección de las casas desde las que se pide ayuda.

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En su mundo de sombras Win concentró sus sentidos para intentar percibir el entorno. Y el mundo de sombras le devolvió sensaciones, sonidos, olores e intuiciones. Con paso amortiguado y lento avanzó hacia donde percibía que Ekaterina estaba, mientras que con su mandoble, agarrada con ambas manos, señaló de manera silenciosa y a modo de indicador dos lugares, dos edificios donde oía los rugidos y gruñidos guturales e inconfundibles de los pieles verdes. A la par sintió cómo el edificio a su derecha, aunque no lo aparentaba, estaba ardiendo.

La mujer con manos desgarradoras indicó lo que él mismo señalara y aparte de informar sobre un cadáver junto a un pozo cercano y una torre tomada por los orcos, avisó de la existencia de una voz que pedía auxilio en la casa que ardía, a la derecha, próxima a ellos. Había que sacarla. Escuchó los pasos de la tuerta hacia esa dirección y asintió, manteniendo él la posición entre el pozo y dicha casa. Allí esperó que Dagfinnr y Haluk terminaran de alcanzarlo para por fin conformar lo que se suponía que iba a ser la vanguardia.

Aun pudo oír una vocecilla estridente hablar temblorosa. Win enarcó una ceja sorprendido y descubrió cómo el pequeño goblin que los acompañaba, cuando el miedo le atenazaba, lograba hablar correctamente.

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Una vez tras la empalizada, me tomé un momento para mirar a mi alrededor con minuciosidad. Orcos armados, normal. No me sorprendió. Pero cuando miré al cielo, fue diferente. Entorné los ojos y de mi garganta salió un sonido que más parecía el gruñido de un animal salvaje. Un gruñido de odio.

- ¡Wilbur! - Llamé su atención. - Me temo que tenías razón. - Señalé hacia arriba. - Strix. Están aliadas con los orcos.- Después de eso, señalé una de las casas. Al igual que Ekaterina, yo también había escuchado gritos en una de ellas. - ¡Allí! ¡La casa de las consejeras! ¡Pide socorro! Es una voz femenina. Si hay orcos, no podemos saberlo desde aquí. ¡Voy con vosotros!

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Sintió pena por Garinya, por tener que enfrentarse a su familia. Se le encogió el corazón al pensarlo. Después se recompuso, sintiéndose una imbécil. Había hecho una simplificación que denotaba cierto racismo en su juicio. ¿Acaso si hubiera gnomos aliados con los orcos los consideraría familia? La misma Momo había tenido que matar humanos la otra noche, habiéndose criado entre ellos como una más. No. Garinya no debería sentirse avergonzada por los actos que hubieran cometido sus iguales, ni aunque alguno de ellos fueran sus familiares.

- Qui-quizá fffuera uhm bbbueno i-iluminar el ci-cielo.- Parecía que Garinya, como strix, podía ver en la oscuridad. Si además les atacaban desde el aire iba a ser difícil defenderse de ellas.

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Tronquito trataba de cruzar la barricada con la mayor rapidez posible. No obstante no era muy sencillo hacerlo y la falta de luz no ayudaba a ello, así que se concentró un segundo y una miríada de pequeñas luciérnagas emergió de entre los pliegues de su corteza y alzó el vuelo para iluminar con sus abdómenes las inmediaciones.

-Esa no es una buena noticia, Garinya -musitó apenas en un intento de mostrarse lo más sigiloso posible-. Podrían vernos desde la alturas y dar la alarma, complicándonos las cosas.

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Dagfinnr se había quedado algo rezagado del resto, y avanzaba entre los escombros y en la penumbra. Aún no había alcanzado la barricada, y escuchó las voces de sus compañeros hablando de orcos, de gente de Trunau en apuros y ... de aliados de los orcos.

-Vamos, espabila, se dijo a sí mismo y buscó a Dragos. El albino portaba una antorcha y quería alcanzar su posición, tanto por la luz como para protegerle. Luego miró de reojo a Piero y a Winn. Uno junto a la muralla de los heridos, y otro en la vanguardia, tal vez demasiado avanzado. -Piero y Winn. Hemos de intentar mantenernos unidos.

En la oscuridad y en un terreno difícil, eran una presa demasiado fácil para una emboscada de los orcos.

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Ekaterina se abrió paso hasta el interior de la casa en llamas en la que había escuchado los gritos de auxilio. Avanzó sin entretenerse, con premura, sabiendo que quien estuviera dentro no contaría con demasiado tiempo. Apenas desvió la vista atrás, a su espalda, allí donde el resto de sus compañeros se entretenían con lo que consideraban oportuno ignorando por completo los gritos de socorro. Estaban más preocupados por sus propias vidas, seguras por el momento, que por las de aquellos que peligraban en ese preciso instante.

Fuera como fuera, la muchacha cruzó el umbral cada vez confiando menos en que el resto la siguiera. Que encontró en su interior solo ella lo sabía, pero instantes después de cruzar las puertas que lamían las ávidas llamas, dejó escapar un grito que empezaba a ahogarse entre toses.

- ¡¡MOVED EL CULO!! ¡¡RAPIDO!!

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Después de encontrar al ciego con la mirada, Peludo corre hacia su posición pues quiere estar cerca suyo para protegerle, llegado el caso. Entonces escucha que Ekaterina indica que en una de las casa en llamas hay alguien pidiendo ayuda. Peludo piensa que puede que sea la herrera, pues es su casa.

"Es una miembro muy valiosa de esta comunidad. Hay que ayudarla de inmediato."

Pero entonces, tres orcos parecen ver al grupo y eso pone mucho peligro en todos. El gato avanza mientras le maúlla a Win:

 - "Miau. Miiu" (Diles que vayan a ayudar a dentro. Yo los detendré.)

Así, el gato se prepara para el inminente combate contra esos orcos, que al parecer, no son ni un pequeño reducto de las innumerables huestes que asedian el pueblo. De todas formas, Peludo no tiene ganas de caer ante sus armas sin dar una muy buena batalla.

PUEBLO DE TRUNAU: INTERIOR CASA CONSEJERAS (BARRIO INTERIOR).

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No podían haber llegado en peores circunstancias. No podían haber elegido momento más inoportuno. Varios orcos se habían acercado en su afán de destrucción y  ahora entretenían a sus compañeros afuera. Mientras, en el infierno ardiente en el que se había convertido el interior de la casa, Ekaterina observaba una escena frente a la que poco podía hacer estando sola. Una viga, fuerte y recia, y que de las llamas empezaba a ser sustento, aprisionaba el cuerpo de la semiorca.

En esas circunstancias a Ekaterina se le presentó una importante disyuntiva: intentar alzar la viga sabiendo que poco o nada conseguiría sin compañía, o salir al exterior para poner fin a la vida de los orcos y traer la ayuda que necesitaba. En el primer caso corría el riesgo de no conseguir nada por la ausencia de ayuda y de ahogarse en el intento con un humo que empezaba a envenenar sus pulmones. En el segundo caso corría también el riesgo de no conseguir nada pero por traer la ayuda demasiado tarde...

¿Qué hacer? Aún no lo sabía y apenas tenía un instante para decidirse.

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Dragos siguió avanzando e iluminando el camino, aunque por desgracia la coherencia que pudieran tener como unidad en su marcha por el pueblo se vio rota rápidamente, quedando cada vez más dispersados. Aquello no era bueno, y seguramente les ponía en riesgo a todos, pero suponía que debía estar en su naturaleza. Gritos, confusión... Y la voz de Ekaterina, desde una de las casas, urgiendo a que avanzaran.

-No deberíamos dejarla sola-dijo en su tono habitual, aunque desde luego él no iba a acercarse en solitario. Desarmado y sin armadura, era un blanco perfecto para cualquier malnacido que quisiera atacarle. 

PUEBLO DE TRUNAU: CASA STAGINSDAR.

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- "¡Hola! ¡La casa entera está en llamas y todo el piso de arriba se nos vendrá encima y nos aplastará en menos de un minuto! Pero Sara está atrapada por una viga encendida y está agonizando. ¡Necesitamos a varias personas para sacarla de aquí y estabilizarla!" - La enana sujeta con sus manos desnuda la viga para que no siga presionando y aplastando el torso de la herrera del pueblo, pese a que la madera está tremendamente caliente y varias secciones están ardiendo.

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Este es el momento. El momento en que estos sucios orcos pagarán por todo el daño que están causando, el momento de aplicar mi venganza contra ellos. No saldrán vivos, ninguno. Todos morirán aquí, esta será su tumba.

Llevaba la primera flecha preparada, y mientras rezo una oración al dios arquero, la flecha sale con mortal precisión directa al segundo orco de los tres que están a la vista. Incluso antes de que llegue a su destino, otra sigue el mismo camino, con incluso más precisión.

Mi gesto es serio, firme, duro. Estoy deseando escuchar los gemidos de muerte de esas cosas que no merecen ni el apelativo de animal, porque sería menospreciar a seres tan nobles como pueden ser Peludo o Trog.

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Win había avanzado con lentitud, siguiendo las indicaciones de Piero. Por ello no comprendía cómo era posible que él estuviera casi solo en el frente del combate, sin noticias de aquellos con los que tendría que tener junto a él. Y justo cuando un grupo de orcos se abalanzaban a por ellos. Y probablemente sobre el invidente en primer lugar.

- ¡A mi la vanguardia! - exclamó conminando a los que correspondía -. ¡Que la retaguardia ayude a la evacuación de la casa en llamas! - indicó -. Peludo, Will, colocaos un poco detrás mía - dijo a los que percibía cerca de él mientras susurró una plegaria a su señora Iomedae y sintió cómo la bendición de la diosa lo reconfortaba.

No le importó alzar la voz. Los pieles verdes ya les habían visto, Ekaterina gritaba a pleno pulmón pidiendo ayuda y sintió el titilar de una magia, probablemente iluminativa, sobre sus cabezas haciendo una señal inequívoca a todos los bichos del barrio de que el grupo estaba ahí. Suspiró, aferró con fuerza su mandoble y adoptó una postura marcial preparado para la lucha.

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Tronquito se debatía internamente acerca del modo correcto de proceder. De un lado, era necesario salvar a la mujer prisionera bajo la viga y cuya vida corría un inmediato peligro. De otro, era necesario contener a los tres orcos que se acercaban y que en el cuerpo a cuerpo serían un gran peligro. De un lado, el fuego le inspiraba un profundo temor al que sabia podía hacer frente pero iba a ser necesaria la fuerza para liberar a la Consejera Sara. Y por desgracia, él no andaba sobrado de ella. Sí, sin duda lo que mejor podía hacer era plantar cara a los orcos con su ballesta. 

Así que ocupó su posición junto a Wilbur, Peludo y Win y apuntó listo para disparar.

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No podía ser en peor momento. Y a pesar de lo que había ordenado, no sabía muy bien el motivo, todos estaban dispersos como si en vez de combatientes fueran unas canicas que un niño hubiera dispersado sobre la arena. En todo caso, daba igual. Había que eliminar a esos orcos, y había que salvar a esos niños. Afortunadamente parecía que Wilbur era realmente experto con las armas a distancia. Buena noticia.

- Haluk, Dagfinnr, Garinya, Dragos, id a dentro con Ekaterina y salvar a la consejera. Rápido. Entraremos a ayudaros en cuanto acabemos con estos- ordenó Piero tratando de poner orden mientras sacaba su ballesta pesada y disparaba una saeta que hizo un pequeño corte a uno de los orcos.