Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: ALMENARA DE LAS PUERTAS INTERIORES.

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Aun cuando la luz de la segunda de las almenaras brillaba en la oscuridad, lo cierto era que la situación distaba de ser buena. A lo que parecía la partida de guerra orca había entrado en el Trunau bajo y, por las palabras del capitán, tratar de expulsar esa avanzadilla enemiga (sin dejar de salvar civiles y de encender la últimas de las almenaras) ahora recaía en el variopinto grupo que habían formado. Con un gesto serio Piero preparó su ballesta pesada, guardando sus armas de mano, y miró a sus compañeros.

- Ya habéis oido al Capitán Kurst. Vamos a encender la última de las almenaras y a asegurar el barrio interior. Nada de heroicidades, ni de perseguir a orcos que puedan tratar de escapar. Este lugar es perfecto para emboscadas. Así que iremos en dirección a la almenara, eliminando a cada grupo de orco que nos encontremos, pero sin separarse. Cuando la encendamos seguiremos juntos, eliminando a cada grupo orco y sin separarse, mientras tratamos de encontrar a cualquiera de nuestros conciudadanos y lo enviamos a la Casa Larga. Nada de individualidades. Iremos al paso de Momo. Nada de heroicidades ni de asumir riesgos. Pensad que si uno de nosotros cae lejos del resto, no solo puede morir él, sino que puede arrastrar a la muerte a varios de nosotros. O a todos. 

Tras las palabras el granjero avanza con lentitud tratando de hacerlo de manera que los aventureros formen en unidad, quedando en primera línea Dagfinnr, Win, Peludo, Ekaterina y Haluk; en segunda línea, más protegidos, Dragos, Momo y Tronquito; y cerrando el grupo Wilbur, él mismo y Garinya, puesto que confía que esta última pueda llegado el caso, merced al vuelo, tomar una ventaja táctica. Cosa que de otro modo, pero también, es aplicable a Wilbur y al propio Piero. 

PUEBLO DE TRUNAU: ALMENARA DE LAS PUERTAS INTERIORES.

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

La destrucción de cosas materiales podía importarle relativamente poco pero la muerte de las personas, aquel segar gratuito de vidas le pudo. Aquello, se mirara como se mirara era inadmisible. Y una furia sorda se fue extendiendo por el cuerpo de Tronquito cuya corteza empezó a vibrar emitiendo una especie de barritar grave y dolorido.

-Asesinos -llegó a decir.

A su lado, Monique, que también contemplaba el espectáculo fue la presencia a la que aferrarse y su mano se extendió para apoyarse en el hombro de ella, buscando su calor y cercanía.

Ante las palabras de Piero, simplemente asintió. No tenía nada que objetar. Al contrario, le parecían palabras cargadas de sentido común y de un sentido de la unidad que deberían explotar y apuntalar.

-Vamos, Monique -dijo cuando Piero dio la orden de ponerse en marcha, ballesta en ristre-. Piero, si necesitáis luz, no tienes más que decirlo.

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AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Parte de las preocupaciones que le habían embargado nada más tener noticias de la batalla, se había diluido ante la excitación y las emociones surgidas de los retos que se les presentaban. Aun así, tan pronto el rastrillo se abrió y contempló el estado de la ciudad frente a sus ojos, no pudo evitar recuperar el temor que nada más empezar todo aquello la había espoleado a lanzarse sobre el enemigo corriendo.

- "Cham..."

Miró sus garras listas para desgarrar la carne, preparadas para bañarlas en la sangre de cuantos orcos se cruzasen en su camino. Solo esperaba que los orcos que matase no se convirtieran en una venganza por la muerte de la persona por cuya vida temía.

Impaciente miró a Piero y asintió. Luego a Momo. Con gusto se la hubiera echado a los hombros para poder avanzar más rápido y poder poner fin cuanto antes a sus temores.

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MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Las palabras del capitán Kurst no me dejan tranquilo. Tenga cuidado, capitán. Seguramente se trate de un trol de río.

Tras decir eso, puedo comprobar lo que tantas y tantas veces he podido comprobar: los orcos sería mejor que no existieran, que nunca hubieran existido. Esos seres son... simplemente, odiosos. No son seres sintientes, son animales, peor que animales. Me gustaría detruirles, arrasarles, matar a sus mujeres, sus crías... que nunca más existiera uno de ellos.

Asintiendo a las palabras de Piero, avanzo junto al resto, quedándome en retaguardia, mientras preparo una flecha, dispuesto a convertir en un puto alfiletero al primer orco que vea aparecer.

Miro alrededor y niego suavemente. No, esto no está bien, no ahora... esperemos poder resistir.

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AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

La visión del caos y la destrucción que sembraban los orcos a su paso no dejaba indiferente a Momo a pesar de haberse criado siempre ante aquella amenaza inminente. Su vida había sido bastante apacible, por extraño que pareciera, aunque había vivido algunas situaciones de peligro. Nunca de aquella envergadura.

- Grrrr.- Un gruñido gutural salió de su garganta a la vez que apretaba con fuerza los dientes a causa de la rabia que se apoderaba de su pequeño cuerpo.- Ssssi qui-quieren fffuego, ffuego uhm vvvan a te-te-tener.

La mención de Piero acerca de que todos siguieran su ritmo, obviamente el más lento, no le hizo sentir cómoda. Notaba las miradas de algunos, culpabilizándola. Era igual que cuando se quedaba atorada con una palabra y clavaban la mirada en ella, como si así fuera a ser más fácil o le fueran a sacar la palabra como un sacacorchos.

- Nnno os pppreocupéis pppor mí. Yo me me uhm a-apaño.- Dijo con el ceño fruncido y mostrando una gran determinación. Venía pertrechada para la guerra. Si era necesario tenía un par de ases bajo la manga. A su madre no iba a gustarle, pero no era el momento de andarse con remilgos.- Pppu-puedo cu-cubriros la re-retaguardia.- Sí, vale, no parecía muy convincente cuando hacía pocos minutos un par de paletos de pueblo asustados la habían arrollado.

Cuando Kurst apareció y les dijo lo que tenían que hacer, y lo que iba a hacer él, le entró pánico. No por ella, sino por el hermano de Rodrik. Solo faltaba ahora que, como decía Wilbur, tuviera que enfrentarse a un troll de río, algo que ella también sospechaba. No le dio tiempo a articular palabras cuando ya el joven acudía a su peligrosa misión. Todo por Trunau.

-Sí, Ttttonqui-to.-Respondió y apretó el paso todo lo que pudo.

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ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

En el Barrio Interior fueron recibidos por una escena de destrucción, por un lado habitual en las incursiones orcas pero que aún así no dejaba indiferente a nadie. Dagfinnr escupió en el suelo y su respiración se agitaba notablemente. Estaba listo para cargar su furia contra los orcos que se cruzaran en su paso, pero necesitaba mantener la calma. -En grupo, sin que nadie se separe, dijo repitiendo las palabras de Piero para los que tenía alrededor, y para sí mismo. Era un buen consejo.

Tomó la posición de la primera línea, atento a todo. Y comenzó a andar. En su mente resonaban las palabras del capitán Kurst. Aquella cosa que arrojaba piedras... ¿Qué será?

Dagfinnr se imaginaba un monstruo de tamaño gigantesco capaz de arrancar árboles y atravesar las murallas de Trunau.

Primero los orcos...

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Win comenzó a caminar hacia el barrio. No podía ver la evidente destrucción en el mismo, pero si que podía escuchar los gritos de dolor y terror. Los gritos de guerra. Los gritos pidiendo auxilio. Y los gruñidos guturales de los pieles verdes. A todo ello se unía el crepitar de las llamas y los ruidos metálicos de las armaduras propia y aliadas al avanzar al igual que el sonido de las armas saliendo de sus fundas.

Como indicara Piero, el ciego se puso en primera fila, como debía ser, aferrando el espadón con ambas manos, preparado para cualquier contacto con el enemigo. Tenía bien claro que separarse e irse de aventuras a matar orcos podía llegar a ser peligroso o perjudicial en general para el grupo, pese que no le faltaban ganas de ir a decapitar a la raza que le costó la vista y sus mejores amigos.

Susurró unas plegarias iomedanas sobre el temple y el valor no para lanzarse al ataque, sino para saber aguantar la acometida.

- Sé mi fuerza en esta lucha. Sé mi armadura protectora. Sé la guía de mi espada contra los enemigos y el escudo para mis aliados - musitó en una plegaria a su deidad -. Y Peludo, tú sé mis ojos en la lejanía - le dijo al felino detrás de él. Y se preparó para decapitar orcos.

PUEBLO DE TRUNAU: ALMENARA DE LAS PUERTAS INTERIORES.

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ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El grupo de aventureros habían logrado disolver la acumulación de personas que atosigaban a la semiorca, gracias a la actuación de Win y las amenazas de Haluk lograron apaciguar el ambiente y disolver el linchamiento.

El hobgoblin ayudó a acompañar a Brinya Kelver a su casa para dejarla a salvo y luego se reagrupó con todo el grupo para atender las órdenes del líder granjero, Don Piero Augustus.

Haluk se había relajado, ver aquel linchamiento lo había puesto de muy mala leche y su temperamento era muy inestable en esas situaciones. La presencia del capitán de patrulla Kurst Grath ofreció una serie de indicaciones al grupo para actuar con máxima celeridad si querían mantener la paz y el control sobre Trunau.

- “Comprendo la estrategia, unidos y sin separarse.” – el cruzado empezó a murmurar repetidamente esa frase, realizando un mantra para dejarla a fuego a su memoria.

Haluk esperó a que Piero diera la señal y así avanzar, el cruzado iba al frente y miraba a diestra y siniestra con el escudo y maza en mano. Estaba preparado a cargar contra los orcos, necesitaba descargar adrenalina, necesitaba limpiar Trunau del caos que portaban los orcos, debía de purificar el pueblo, purificándolo con la extinción de la raza orca en Trunau.

PUEBLO DE TRUNAU: BARRIO INTERIOR.

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ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Observo la barricada y el camino que tenemos delante. La destrucción nos rodea, sin dejar a nadie indiferente. Eso es bueno, eso les hará comprender por qué luchamos hasta las últimas fuerzas y luego no dejamos que nos capturen.

Sonrío levemente a Momo. Tranquila, Momo. Tú y yo cuidaremos las espaldas de nuestros amigos. Aunque en algunos casos no sé si llamarlos así es apropiado pienso, mirando a Ekaterina.

Llegamos a una improvisada barricada, y solo afirmo a los clérigos. No voy a felicitarles, solo hacen su trabajo, como todos aquí. Momo, Haluk, si necesitais ayuda para pasar la barricada decidme y os ayudo.

Yo me quedo de momento tras la barricada, preparado para disparar si veo algún enemigo.

PUEBLO DE TRUNAU: BARRIO INTERIOR.

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MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Después de avanzar unos pasos dentro del barrio interior, el grupo es capaz de ver que la milicia y el clero han conseguido establecer una suerte de puesto de campaña, basado en una barricada y un sector seguro para tratar a los heridos. Peludo nota que parece ser un buen lugar para reponerse en caso de sufrir heridas no muy lejos de aquí pues probablemente los sanadores pueden usar sus dones en ellos.

"Aquí debemos mandar o traer a los que rescatemos. Me parece bien, ahora solo debemos encontrarlos."

Pero Peludo sabe que no solo habrán personas heridas aquí. El aire le dice lo contrario:

 - "Mrru. Miau." (Huele a orcos. Deben estar cerca).

Sabe que es peligroso, pero es su deber. Si Trunau cae, Win no sobrevivirá y él habrá fallado a su palabra. No permitirá que su amigo muera, por lo que luchará con todas sus fuerzas para acabar con los atacantes, a pesar de que piensa que los orcos dentro del pueblo ya es un signo de que están condenados.

Siguiendo la formación que Piero dispuso, camina atravesando la barricada hacia el norte y se acerca a una de las casa para oler y escuchar en el interior con sus sentidos felinos, intentando ver si detecta vida, ya sea de pobladores o de atacantes.

PUEBLO DE TRUNAU: BARRIO INTERIOR.

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ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Unos Acólitos de rango inferior están ocupados atendiendo a los heridos en la barricada sur. Claramente no tienen tiempo para hablar, ni tampoco curaciones divinas, pues están usando sutura y vendas, medios convencionales de atención médica.

Uno de ellos os dice, sin soltar las pinzas con las que sujeta la aguja de sutura sobre la herida de alfanje en el hombro de una anciana que ha perdido el conocimiento por el dolor:

- "Si encontráis a algún herido en el Barrio Interior deberíais de traerlo aquí para que pueda recibir atención médica. En cuanto estén estables intentaremos que los guardias de la Puerta Sur los vayan escoltando hasta la Casa Larga en el Trunau Superior." -

PUEBLO DE TRUNAU: BARRIO INTERIOR.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El olor del humo, la sangre, las vísceras abiertas derramando su inmundicia sobre las piedras y calles, el sudor, el acre aroma del miedo, el hedor orco... Todo ello generaba un espeso ambiente, denso como unas gachas mal cocinadas, que debían cruzar, sujetando sus estómagos, sus corazones y sus lágrimas.

El ghoran miraba perplejo a un lado y a otro, tratando de asimilar aquella gratuita destrucción, el escaso respeto por las vidas, el odio que podía percibirse en las heridas de los fracturados cuerpos que esquivaban aquí y allá. Tronquito no podía llorar. Carecía de un sistema lacrimal. Pero el dolor y la tristeza le embargaban con la enormidad de una tormenta en alta mar y terribles olas de desprecio y asco se sucedían contra la esencia orca allí patente.

-Es terrible. E inadmisible -murmuró casi para sí-. No hay justicia en este mundo que pueda resarcir semejantes crímenes.

Por un instante, cerró los ojos en tanto que el miliciano les daba instrucciones acerca de cómo obrar y de cómo estaban actuando ellos. Se concentró por un instante y al cabo de unos segundos recogió las maduras bayas de su cuerpo, con intención de guardarlas. Algo le decía que no tardarían en necesitarlas. Bien para ellos mismos o para otros.

Pero debían proseguir y lo mejor era estar bien atento a todo.

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HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Dragos pasó su mirada por la zona, aunque su expresión no varió lo más mínimo conforme veía los cadáveres y destrucción. Era lo esperable, ¿no? Nadie pensaría en una incursión orca donde conquistaran la ciudad con besos y abrazos. En todo caso lo sorprendente era lo rápido que habían logrado llevar a cabo aquella tarea, pero con tantas historias corriendo sobre ellos, era evidente que tenían un don para la destrucción. 

Dragos se limitó a seguir al resto ocupando su lugar central, aunque no pudo evitar preguntarse por qué debían encender una almenara con tantos incendios activos. Quizás el resto no eran capaces de ver bien con esas luces, no lo sabía. Por si acaso, procuró que la antorcha estuviera bien alta, para iluminar al máximo posible y facilitarles la tarea. 

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HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El destrozo en aquella zona era visible a simple vista, los guardias abrieron el rastrillo para dejar pasar al grupo de aventureros a la zona de Trunau Interior. Una vez pasaron, los guardias de la torre de la puerta sur activaron el mecanismo para hacer bajar el rastrillo y así mantener a cubierto la otra parte de la comunidad.

Los ojos del hobgoblin se fijaron en la barricada, allí había varios milicianos atendiendo con primeros auxilios a los heridos.

- “Malditos orcos de mierda… esa escoria que solo trae caos y desorden ha de ser eliminada de este lugar.” – en los ojos del hobgoblin se apreciaba una ira irracional, su sangre le pedía aniquilar y destruir aquella miserable raza.  

- “Asmodeus dame fuerzas para aniquilar el caos que habita estas tierras y que el imperio de la ley gobierne sobre ellas. En tu nombre que purificaré este lugar de los orcos que mancillan esta comunidad con la maza que me fue otorgada en tu nombre. Yo Haluk Molok, cruzado de Asmodeus, juro dar hasta mi último aliento para acabar con la vida de aquellos que atenten contra Trunau y sus gentes, guía mi maza hacia nuestros enemigos y dicta sentencia, deja las puertas del infierno abiertas para mis futuras víctimas y una vez allí que ardan en el fuego eterno.” – murmuró una serie de palabras hacia su deidad antes de empezar a descender.

Un minuto después el hobgoblin empezó a murmurar y farfullar improperios – “Mierda de terreno, no me puedo mover bien, malditos escombros, putos cadáveres” -  iba gruñiendo, no podía moverse con libertad. – “¡Dejadme avanzar!” – allí iba paso a paso que se esforzaba en intentar llegar hacia delante para mantener la formación que había dicho Piero.

- “¡Quiero estar delante! ¡Dejadme los orcos a mí!” -

Tenía un buen cabreo encima y allí que miró a Willbur - "¡No necesito ayuda!" - dijo todo gruñón, no estaba del todo seguro pero allí que respondió sin pensar. 

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

A su espalda el rastrillo se cerró dejándoles a solas en una bahía rodeada de fuego, escombros y cadáveres. Comenzaron a nadar en aquel mar de destrucción esperando encontrar algún náufrago vivo, pero viendo los cuerpos ensangrentados que cada cierto tiempo debían evitar pisar, la esperanza de encontrar un alma a la que salvar se iba disipando. No obstante Ekaterina sabía que la vida sabía abrirse paso, que de la tierra quemada crecen árboles nuevos y que en la desesperación hay pocas fuerzas más poderosas que el instinto de supervivencia . Ella misma lo había comprobado.

Se llevó la mano al parche y por un instante dudó si hacerlo, pero no tardó en desechar la idea; No era necesario. Le bastó con concentrarse, con aguzar oídos y vista para permanecer alerta. Avanzó en completo silencio con su espalda inclinada, con las rodillas flexionadas y los brazos extendidos aguardando como un depredador a abalanzarse sobre cualquier enemigo.

PUEBLO DE TRUNAU: BARRIO INTERIOR.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MÁS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Adopté la posición que Piero me indicó para avanzar con el grupo, preparando el hacha en una mano por si tenía que usarla. Me pareció lo más lógico, pues desde la retaguardia podíamos proteger a los demás de un ataque por la espalda, y aprovechar mi buena visión nocturna para evitarlo. Por ello me quejé levemente cuando Tronquito usó la antorcha para iluminar el camino, pero poco me duró la frustración al ver que aún con ella, reinaba la penumbra.

- Sí existe una justicia para ellos, Tronquito. Y es la que van a conocer esta noche todos aquellos que se acerquen.

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Sintió los cuerpos caídos a sus pies. Estaban vivos, malheridos, agonizando o muertos, tratando de ser ayudados por un grupo de milicianos, voluntarios y acólitos hermanos de fe.

- Iomedae os bendiga - dedicó a sus compañeros de Santuario y al resto. Hubiera querido pararse y emplear los dones de Iomedae para ayudarles en el intento de sanación de los abundante heridos. Pero aquella noche la Dama del Valor requería sus aptitudes luchadoras. Tenía instrucciones dadas que debía cumplir y sentía como la Heredera deseaba impartir justicia. O castigo a los pieles verdes, que venía a ser lo mismo.

Sintió la barricada frente a él, creada de manera apresurada como parapeto de contención contra los orcos y cuando Piero así lo determinó, la trepó y saltó al otro lado sin caer de bruces. Nada mal para estar ciego. Aferró con fuerza su arma, con ambas manos, y aguardó al resto de compañeros de vanguardia a que llegaran al mismo punto. A la par agudizó sus sentidos, a excepción de la inexistente vista, para percibir y sentir las amenazas cercanas. Oía los gritos y gruñidos de los odiosos seres, por tanto no estaban nada lejos, y olía el hedor a muerte, cenizas y orcos apestosos sin lavarse hace mucho tiempo. Estaban realmente cerca.

- Preparado para seguir avanzando - informó a Piero mientras escuchaba como algún compañero gruñía enfadado ante los problemas de movimiento que le ocasionaba el terreno y la armadura. Sonrió irónico al recordar cómo él olvidara vestir su armadura pesada y se enfundara una ligera por casualidad. Su defensa podía verse mermada pero no su maniobrabilidad. También oyó las palabras del arbóreo y asintió con la cabeza.

- No la hay, en efecto. Pero se hará todo lo posible por emularla - replicó a Tronquito en consonancia con las palabras de Garinya.

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-Pppe-pero có-cómo...- La destrucción estaba por todas partes dificultando el avance hacia la última almenara. Al sentir cerrarse el rastrillo tras de ellos le entró un escalofrío. Ya no había vuelta atrás. De pronto se sintió estúpida, allí entre todos aquellos guerreros en un campo de batalla oscuro y plagado de orcos. Trató de pensar en sus padres, en su amada tienda, para insuflarse valor para detenerlos.

La barricada que se levantaba delante de ella se le antojaba infranqueable. Así que, cuando Willbur le ofreció ayuda no dudó en asentir, dándole su consentimiento. Tendió la mano hacia el hombre y entonces vio como el puro miedo hacía que ésta temblase. Como un acto reflejo escondió la mano tras la espalda. Se moría de vergüenza por no poder controlarse.

- Tttengo mmiedo, es es uhm nnnormal,¿nnno?- Preguntó excusándose. Sólo esperaba que no le fallase el pulso pues sus bombas debían lanzarse con extremada precisión.

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Peludo es un gato y, por tanto, es curioso por naturaleza. Sus pasos lo llevan a mirar las casa de alrededor para saber si hay supervivientes en el interior o quizás algún orco al que ajusticiar por el daño que han hecho en esta parte del pueblo.

Sus gráciles patas le desplazan con gracia, sin hacer casi ruido, para plantarse a las afueras de la casa más cercana. Ahí, comienza a olfatear mientras sacude levemente sus orejas, intentando captar cualquier estímulo que venga del interior de la construcción.

Pocos segundos pasan antes de que el gato se convenza de que esa vivienda ya ha sido saqueada y nada hay ahí que sea relevante. Persistir en ello parece ser una pérdida de tiempo en una situación como esta. Acto seguido, intenta ubicar con sus ojos al ciego, que siente se ha alejado mucho de su posición y eso no le gusta mucho.

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Aquí y allá, ejecutando su salvajes actos entre fuego y sombras, empezaba a apreciarse la presencia orca. Solo tenían que sobrepasar la mucha o poca protección que pudiera otorgar aquella empalizada, y sin duda la chusma pielverde se les echaría encima. Pero debían proseguir, aunque solo fuera porque, de no asegurar Trunau, la caída de la ciudad acabaría con todos ellos muertos. Puede que no fuera una motivación muy altruista, ciertamente, pero era una motivación sincera. 

Al menos era evidente que no era el único con dudas, por decirlo de algún modo. El temblor de la alquimista gnoma era bastante revelador, al menos para aquellos que podían ver con precisión en aquella oscuridad. Aunque en el grupo también había decisión, fundamentalmente por parte de sus integrantes con una fe más fuerte o más duchos en combate. Aquellos que seguramente ocuparían la primera línea y les librarían de lo peor. Solo quedaba ver si aquello sería suficiente.