Partida Rol por web

PUEBLO DE TRUNAU: ALMENARA DE LOS COMUNES.

AÑO: 4715 RA.

ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MENOS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

La turba se había congregado alrededor de Brinya Kelver. El vikingo vio que Haluk y Win se quedaban para frenar cualquier acción hostil, así que optó por seguir lo más rápido posible hacia las almenaras. Entonces escuchó las palabras de Piero, al que aún consideraba el líder de aquel grupo, aunque él mismo se había echado a un lado de tal responsabilidad.

Ekaterina, Dagfinnr, encender la almenara, y llevaros una antorcha para eso. Os esperamos abajo

-Así lo haré, indicó sin darse la vuelta. Por el camino agarró una antorcha. -Vamos, ¡no hay tiempo que perder!

No tenía tiempo para ser amable, así que apartó con sus fuertes manos a cualquier que interpusiera en su camino.

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MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MENOS DE MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

Viendo que la marabunta linchadora caía bajo el influjo de las palabras de Win, Tronquito se había concentrado en dar con alguna antorcha que les permitiera cumplir con su misión y tras localizar una en el suelo, la alzó por los aires a través de su magia. El fuego no le molestaba particularmente siempre y cuando hubiera cierta distancia entre las llamas y él y la magia le permitía mantener dicha distancia.

Fue entonces cuando fue consciente no solo de que Monique no estaba cerca sino de que se había alejado de él y había sido arrollada por algunos desconsiderados, dejándola aturdida y posiblemente magullada. Viendo que Ekaterina se hacía cargo de ella y venciendo su inicial intención de llegar hasta ella y protegerla, miró la almenara y calculó el mejor camino para llegar a ella. Debían prender el fuego cuanto antes. Solo así podrían alejarse de allí en dirección a su siguiente objetivo.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

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- "Gracias por quitármelos de encima. La verdad es que después de todo lo que ha pasado, prefiero estar sola. Por favor dejadme que vaya a mi alojamiento. Es de alquiler, pero es el único sitio en que puedo estar tranquila. Por favor, maese Don Piero, tened el Cuchillo de la Esperanza de Rodrik, creo que ahora tras el ceremonial del funeral ha quedado imbuido de la bondad de mi prometido. Ahora se llama Amor de Brinya, espero que os proteja, y que en el momento en que sea necesario, el espíritu de Rodrik vele de alguna manera por vosotros." -

Brinya le ofrece el cuchillo ennegrecido por el ritual funerario del templado en la pira de Rodrik a Piero Augustus.

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Piero mira a los hombres que constituían la turba, que parecen seguir dudando. 

- Me alegra ver que os queda algo de cerebro en mitad de tanto miedo, hombres de Trunau. Ahora, haced lo que os he pedido: id a la Casa Larga. Queréis luchar, y debéis hacedlo. Pero hacedlo por Trunau y contra sus verdaderos enemigos. Anda, id.

Tras esto meneó la cabeza, y dedicó toda su atención a Brinya. La escuchó y sintió un ramalazo de piedad y empatía. Tras una duda, asintió, tomando el cuchillo de la esperanza, el Amor de Brinya, con sumo cuidado. 

- Os lo agradezco. Imagino lo importante que puede ser para vos, y espero que, en efecto, la bondad de vuestro prometido nos ayude en nuestro intento de vencer a nuestros enemigos. Y de vengar su muerte. También pienso que lo mejor es que os quedéis en vuestra casa, no abráis a ningún desconocido y tened cuidado. 

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Una vez Brinya ya está a salvo, suspiro aliviado. Luego, me giro hacia Piero.

Don Piero, nos quedan dos almenaras por encender. Una es la del arroyo de la esperanza y la otra, la de las puertas inferiores. No sé si prefiera dividirnos para encender cada uno una o seguir juntos. Yo, con su permiso, quisiera usar la alquimia de Momo para encender la del arroyo, así que voy hacia allí.

Una vez dicho esto, me dirijo directo hasta Momo, aún subida en Ekaterina. Por un momento dudo un poco, pero finalmente me acerco. Voy a ir hacia la almenara del manantial. Creo poder encenderla desde el barrio alto con una flecha, pero mis flechas no son incendiarias. ¿Crees poder hacer algo para que pudiera prender la atalaya?

Entrego una flecha a Momo y me empiezo a encaminar hacia allí, aunque al poco paro. Ehm... Ekaterina... Si me acompañas tú también, te estaría agradecido.

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Las palabras de Wilbur hace que Piero guarde silencio, dudando. 

- No sabría deciros, Wilbur. Por un lado tenéis razón: cuanto antes se iluminen las almenaras, mejor. Pero, por otro, precisamente por esta situación de caos, dividirnos puede poner en peligro la consecución de la misión.  No podemos permitirnos fallar en esto- se queda en silencio para luego mirar a Momo- Si consideráis que el plan puede funcionar y que vuestra alquimia puede conseguir que la flecha prenda en la almenara a esa distancia, intentadlo. En todo caso, tan pronto lo intentéis, debéis los tres (si es que Ekaterina consiente en ir con vosotros) uniros al resto del grupo. Debemos ayudar a defender la ciudad en cuanto terminemos con las almenaras.

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Ante la idea de Wilbur y la duda de Piero, intento dejar de ser ignorada por todo el que me rodea y llamar su atención.

- Si conseguimos una antorcha, yo puedo subir hasta la almenara.

Señalo mis alas por si es necesario recordar que poseo la habilidad de volar.

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La almenara ha sido encendida y Peludo mira alrededor, asegurándose de que el grupo tenga antorchas para encender el resto de las almenaras. Sabe que es capaz de encenderla con sus poderes pero prefiere no hacerlo a menos que no haya otra opción. 

“Una antorcha no nos salvará la vida si debemos enfrentar a los orcos en combate.”

El gato mira a su alrededor y se acerca al grupo, buscando a Win que vuelve de haber acompañado a Brinya. Escucha que el algunos proponen dividirse y piensa que no es una buena idea en esta situación. En cualquier momento pueden entrar los orcos de la misma forma en que entraron los lobos o los asesinos antes y habrá lucha. Sabe que deben moverse de inmediato pero todos juntos como una unidad. De que consigan encender las almenaras dependen las vidas de Trunau, no pueden morir en el intento. 

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Tras unos segundos de reflexión, tras las palabras de Garinya, Piero pone su mano en el hombro de Wilbur y de Garinya.

- ¿No es cierto que el tiro sería dificilísimo, Wilbur? ¿y que de caer sobre uno de los tejados podría provocar un incendio que haría el asedio orco mucho más peligroso? En cuanto a tu propuesta Garinya sería sin duda la mejor opción. Pero no se puede descartar que si te ven sobrevolar durante un buen rato los arqueros orcos (no digamos si tienen alguna ballista) te tomen por objetivo prioritario. No sobrevivirías. No- reflexiona el granjero- Sería mandaros a la muerte o a una misión con más posibilidades de hacer mal que bien. Iremos todos juntos, como dije al principio, a la de las puertas inferiores. Desde allí iremos a la última de las mismas. Eso sí, un vuelo tan corto quitará problemas con lo que, tan pronto lleguemos, y si no tenemos que combatir, Garinya, tu serás la encargada de coger la antorcha, y llegar hasta la almenara y encederla. Es un vuelo rápido, y no debe dar tiempo a los arqueros orcos o a las ballistas a tomarte como objetivo.

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Pese a sus esfuerzos, Tronquito no logró su objetivo, algo que no le generó ningún problema dado que había sido Monique junto con Ekaterina quien había prendido la almenara. La luz del violento fuego, iluminó la zona, desterrando las sombras.

-¡Buen trabajo, Monique y Ekaterina! -dijo con entusiasmo, aunque calló rápidamente cuando escuchó lo que Wilbur proponía. ¿Acaso aquel hombre no había oído lo que Piero había marcado desde el primer momento? ¿Que juntos tenían posibilidades y que separados corrían el riesgo de fracasar?-. No me parece buena idea -y menos aún si ello implicaba llevarse con ellos a Monique-. Ahora mismo hemos tenido que enfrentar a una horda de linchadores. ¡Quién sabe lo que podrá haber más allá! Como grupo unido tenemos posibilidades. Separados, somos mucho más débiles. Además, no por madrugar amanece más temprano. Si nso separamos corremos el riesgo de no conseguir prender una sola de las almenaras restantes y no creo que sea un riesgo asumible, ni deseable. Y además, no tenemos tiempo para estas discusiones. Hay que seguir adelante.

La antorcha que había conseguido durante la huida de los linchadores seguía suspendida en ela ire.

-Que alguien coja la antorcha. Servirá para la siguiente almenara.

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Me quedo parado. Precisamente por la dificultad del tiro pedía a Momo algo que permitiera prender la almenara sin necesidad de prender la flecha. Pero es cierto que el peligro existe. Sí, quizá es mejor que vayamos todos juntos.

Tras decir eso, empiezo a moverme rápidamente en dirección a la almenara de las puertas interiores.

Observo la antorcha de Tronquito, con curiosidad. Yo necesito las dos manos para usar el arco.

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Las discusiones sobre el próximo modo de actuar empiezan a sucederse, aunque parece que se impone el sentido común y avanzarán juntos hacia las almenaras restantes. Puede haber amenazas en el camino, y de hecho le extrañaría mucho que no las hubiera, así que es la postura más sensata y fiable. Infiltradores orcos, u otras turbas, son solo dos de las muchas posibilidades y peligros que pueden albergar esas sombras. 

Entonces ve a Tronquito ofreciendo aquella antorcha. Es natural que no quiera llevarla, al ser fundamentalmente madera, así que opta por dar un paso adelante, de manera literal y figurada, para hacerse cargo de aquella tea.

-Yo la llevaré-dijo, tendiendo una de sus manos. Le privaría del abrigo de la oscuridad, pero probablemente era aquel que menos estaría impedido por ella. 

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Win se despidió de Brinya y en menos de medio minuto ya estaba de nuevo con los suyos. Escuchó entonces el lejano crepitar de las llamas de la almenara y los gritos arbóreos de enhorabuena a Momo y Ekaterina. La Almenara de los Comunes ya ardía.

Escuchó las intenciones de Will y de Garinya, de ir por su cuenta o dividir al grupo. El joven invidente frunció los labios en desacuerdo, mas no dijo nada pues de quien se esperaba decisión al respecto la tomó estimando que no era buena idea. El iomedano asintió con la cabeza, pues era del mismo parecer. Lo de disparar desde la zona superior de Trunau a la Almenara del Manantial con una flecha ígnea sonaba bien, aunque el ciego desconocía la distancia existente y las posibilidades. Pronto se puso de manifiesto que aquello resultaría extremadamente difícil e improbable. Una lástima.

Parecía que todos irían juntos siguiendo las directrices de Piero y Win dibujó media sonrisa concordando con ellas.

- Que Iomedae guíe nuestros pasos, temple nuestros corazones y haga de nosotros ese ejército que combata, todos juntos, contra la oscuridad - oró en breve plegaria. Advirtió que llegaba Peludo y lo cogió, acariciando su pelaje brevemente y colocándoselo sobre su hombro -. Tú también guiarás mis pasos, amigo - dijo con sonrisa sardónica.

- Cuando gustéis, Maese Piero - hizo saber al cabeza de grupo, preparado para moverse cuando lo creyera conveniente.

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Ekaterina se vio obligada a cerrar el ojo unos instantes cuando el brillo del fuego engulló la oscuridad reinante. Era una buena señal, una señal extraordinaria, significaba que lo habían conseguido, que habían prendido fuego a la primera de las almenaras en su camino. Aún quedaban varias y no debían perder el tiempo inútilmente, pero la muchacha se tomó un momento para dejar a Momo en el suelo y darle la enhorabuena.

- Bien hecho.

Fue entonces cuando Willbur se acercó con una idea descabellada. Era típico de los hombres juzgarse más capaces de lo que realmente eran, y aquel era un ejemplo perfecto. Estaban encendiendo las almenaras para, entre otras cosas, permitir a los humanos luchar en igualdad contra unos orcos capaces de ver en la más absoluta oscuridad, y el arquero (hasta donde sabía Ekaterina un humano normal más) se veía capaz de lanzar una flecha prácticamente a oscuras y a saber a qué distancia. No obstante no dijo nada por una sencilla razón: la propuesta iba dirigida a Momo, así que la decisión le correspondía a ella. En cualquier caso tenía la intención de acompañarla si finalmente optaba por tan peculiar plan.

Al final no fue necesario. La sensatez se impuso al afán de realizar heroicidades, y todo el grupo decidió seguir adelante juntos.

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Los asustados idiotas y el clérigo racista obedecen las órdenes y se retiran prontamente hacia la Casa Larga.

Brinya, por su parte, escoge permanecer en su casa. Seguramente mucho menos segura que la Casa Larga, que es un lugar defendible, pero al menos podrá estar sola, que es precisamente lo que desea en estos momentos.

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La antorcha flotaba en el aire junto a Tronquito, y fue Dragos quien se ofreció a portarla. -Bien, dijo el vikingo. -Así tengo las dos manos libres. Una para el escudo y la otra para la espada. ¡En marcha!

No quería separarse de Dragos. Tocaba encender la segunda de las almenaras. Vio de reojo cómo la multitud se dispersaba. Todo parece marchar bien... de momento, pensó.

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Una cosa era que Tronquito la llevara a hombros y otra muy diferente ver a Ekaterina ofrecerse a llevarla a caballito. Pero no estaba ni para discutir, ni para remilgos.  El caos provocado por el ataque orco y la oscuridad propia de la noche había hecho que algunos desconsiderados arrollaran a la pequeña gnomo sin ningún miramiento. No le gustaba que la trataran como una niña, pero la cabeza le daba vueltas y apenas pudo balbucear un "ddde a-acu-acuerdo". Y así es como juntas, acompañadas del pálido humanoide, lograron encender la primera de las almenaras. Para entonces, Momo ya había recuperado su compostura.

- Gra-gracias.- Contestó a Ekaterina cuando la bajó al suelo. Tampoco es que hubiera hecho mucho, más bien entorpecer a sus compañeros por la decisión caprichosa de acompañarles. 

Cuando Willbur le propuso el plan y los demás se lo echaron atrás, se acercó para animarlo.

- Sssin ffflechas uhm in-cen-di-a-ri-as lo lo mmmejor se-sería el fu-fuego de de al-qui-mis-ta. Pppero tampoco tttengo.- Se preguntaba si en la milicia habría algún almacén que contuviera dicha sustancia. Quizá hasta sus padres tuvieran algo. Eran frascos que al romperse se incendiaban prendiendo con rapidez el material sobre el que caían. Momo podía lanzarlos con gran precisión, como sus bombas y Willbur estaba segura de que también. Ambos dos, donde ponían el ojo ponían la flecha, o el virote. Para ella era algo natural. Podría hacerlo con sus bombas, pero éstas eran complicadas pro la inmediatez de sus reactivos.

Cuando se pusieron de nuevo en movimiento, todos juntos, Momo trató de seguir los pasos lo mejor posible, pegándose a Tronquito casi como una lapa.

PUEBLO DE TRUNAU: ALMENARA DE LAS PUERTAS INTERIORES.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

La almenara de las puertas interiores es un objetivo relativamente fácil de alcanzar, y los guardias en la puerta alzan el rastrillo para permitiros entrar en el barrio interior, cerrándolo una vez que pasáis para evitar que se cuelen orcos en el Trunau alto.

Las condiciones al otro lado de la puerta contrastan radicalmente con las del Trunau superior. En el corto periodo de tiempo entre el inicio de la incursión y vuestra llegada a esta zona, los orcos han causado muchos daños en el barrio interior, destrozando la pila de madera preparada para la almenara, incendiando múltiples edificios, derribando fortificaciones, y matando a tantos lugareños como han podido.

Kurst Grath aparece, liderando una pequeña escuadra de miembros de la milicia.

- "¡Maese Don Piero! Vos y vuestros valientes, asegurad el Barrio Interior mientras avanzáis hacia la última almenara que aún no ha sido encendida, cerca del Manantial de la Esperanza." -

Actualmente ya bajo un fuerte ataque, el Barrio Interior podría caer ante los incursores si no restauráis cierta semblanza de orden conforme avanzáis por el laberinto de escombros.

- "Entretanto - os dice Kurst - yo lideraré una salida del pueblo para atraer “esa cosa” que está arrojando piedras al pueblo más cerca de las murallas para que los arqueros Trunauanos puedan dispararle." -

Tras decir eso, Kurst se aleja con sus milicianos rápidamente.

PUEBLO DE TRUNAU: ALMENARA DE LAS PUERTAS INTERIORES.

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ESTACIÓN: INICIO DE LA PRIMAVERA.

MES: FARASTO.

DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

El grupo cruzan el rastrillo para entrar al barrio interior, dejando atrás el barrio alto. Dentro, se nota la destrucción de una batalla, con edificios en llamas y cuerpos en el suelo. Peludo había visto muerte en su vida, pero ver una escena así en una ciudad que has conocido, es muy distinto.

Sus ojos felinos se abren de par en par al ver la destrucción y siente una incómoda sensación en su piel que hace que su pelaje se erice sin que pueda evitarlo de forma alguna. Sus garras salen de forma automática y una tensión completa le recorre.

Entonces aparece Kurst y les da indicaciones. Eso es mucho mejor para el gato pues tiene algo en qué enfocarse y puede lidiar mejor con cosas concretas.

"Atravesar y salvar gente. Matar orcos. No suena tan difícil."

Así que mira alrededor, intentando ubicarse y comienza a guiar a Win para avanzar en ese terreno, buscando sobrevivientes y enemigos pues ambos requieren de su intervención. Uno de una forma amiga y otros, bueno, otros no tan amistosa. Peludo está preparado para ambas.

PUEBLO DE TRUNAU: ALMENARA DE LAS PUERTAS INTERIORES.

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DÍA: 6, DÍA DEL FUEGO.

HORA: MEDIA HORA DESPUÉS DEL OCASO.

La destrucción ante ellos era apabullante, desde luego. Costaba imaginar que, tan solo en algunos minutos, los orcos hubieran podido lograr causar tanto daño. Sin embargo tal era su naturaleza: unos seres que solo entendían de violencia y destrucción, tareas en las que sobresalían según todas las historias. Y lo que tenían ante ellos no hacía más que corroborarlo. Dragos no pudo evitar sentirse algo nervioso al ver aquello. Sin duda el enfrentamiento no tardaría en llegar. Y, con él, una posible muerte a la que prefería no conocer. 

Pero no estaba solo. Estaba rodeado de aliados, algo a lo que tampoco estaba acostumbrado. Eso quería decir que, quizás, no le ocurriera nada. Puede que lograra salir de esto sin un rasguño. O solo algo herido. Así que reunió el valor que quedaba en su interior y siguió al resto, internándose en aquel caos potencialmente mortal. Había una almenara que encender y un pueblo que salvar.