Aquel panel eléctrico remoto no quería funcionar. Por un momento pensó que igual debería haberse alistado al gremio de los chispas y los cortacables... en el gremio de mineros los problemas se solucionaban con una rotundidad que la informática no podía aguantar.

Hammer se estaba poniendo cada vez más nervioso. Y cuanto más se aceleraba el corazón del minero, más rápido aparecían las ''ideas de bombero''. Echó mano de la siempre confiable Diplomacia. Cogió aire y empezó a hacer palanca.

 - ¡VENGA JODIDA NAVE! ¡O TE ABRES O TE EXPLOTO!

Clay se las apañó para tumbar y echar a rodar aquella cosa. Lo más difícil fue lo primero, ya que parecía que algo más que su propio peso la aferraba contra el suelo, pero casi forzando las articulaciones del exoesqueleto (y las suyas, de paso), logro que aquella atrocidad contra natura besase el suelo, empezando a empujarla a duras penas mientras veía cómo Hammer trotaba hacia la puerta y trataba de razonar con ella, no lográndolo ni por las buenas ni por las malas hasta que soltó la correa de su fiel hierro del cinturón que llevaba por encima del traje protector, activando sus botas antigravedad justo cuando el cierre de la compuerta comenzaba a succionar las entrañas de aquella sala hacia el exterior, por una pequeña ranura inicial, para irse abriendo poco a poco, exigiendo un sacrificio para el vacío.

El tirón trataba de arrastrar al mecánico, pero sus botas ponían a la tecnología, por una vez, de su parte. Clay no tenía tanta suerte. Seguía empujando aquel tótem del averno en una imposible y letal partida de curling solitario, pero aquello, como el calzado de su compañero, se resistía a abandonar el suelo, mientras el exmarine comenzaba a perder pie, tratando de empujar con todas sus fuerzas, peor perdiendo apoyo y resistencia, pero... RESULTABA, EL VACÍO HABÍA DECIDIDO QUE AQUEL ERA UN BUEN SACRIFICIO, y la cadena reforzada que salía del exoesqueleto parecía seguir siendo un asidero de esperanza para Clay, aun notando el frío y la falta de aire viniendo a por sus huesos. 

La escultura, que gritaba a la noche eterna sin emitir sonido alguno, con sus decenas de bocas abiertas, terminó por ser expulsada de la bodega mientras el rombo de energía negativa que se abría hacia el otro lado, intentaba dar salida a los horrores que contenía, sus zarpas brotando de aquel portal para arañar la oscuridad entre las estrellas, sin nada que destripar o a lo que aferrarse, pero justo cuando Hammer consiguió volver a poner en funcionamiento el cierre de aquella puerta, tratando de aferrar la cadena de su compañero, a duras penas, los dos pudieron notar un tirón que hizo temblar a la estructura de toda la Alexis...

Aquella escultura, aquel portal, estaban apuntando sus energías tractoras hacia la nave, al tiempo que se alejaban de esta, tratando de arrastrarla hacia su incierto destino.

Clay pudo volver a respirar y se las apañó para salir del exoesqueleto, mientras Hammer se aseguraba de que aquella puerta no pudiese ser abierta desde fuera. Aquella idea era descabellada e imposible, peor también lo eran las criaturas que aquel tótem invocaba del infierno, pero el crujido dolorido de la Alexis al ser arrancada de su órbita era algo que todos podían notar.

La doctora Bowens trató de correr hacia la sala de control, por si de alguna manera lograba conectar los propulsores de aquella tumba volante para tratar de alejarse de la causa de todos sus males, aun pudiendo poner en peligro a la Sacro Bosco, a la que permanecían unidos por el túnel umbilical, pero aquel pulso electromagnético que habían logrado odiar con todas sus fuerzas volvió a dejarlos a oscuras y sin recursos mecánicos frente a la caída.

Por ese mismo motivo, no podían comunicarse con la otra nave, pero de alguna manera, pudieron notar como la fuerza ejercida por el posible peso de aquella parecía haber desaparecido... Tal vez el conducto se hubiese soltado o roto, separando a ambas naves, mientras la escultura seguía tirando de la Alexis, extrayéndola de la órbita compartida con las otras naves del anillo, arrastrándola con más fuerza y velocidad.

Clay y Hammer pudieron asomarse al ventanuco de seguridad que había en la compuerta exterior de la bodega, viendo como otras naves también eran atraídas por la energía oscura de la estatua, que parecía dirigirse hacia la luna roja del Planeta Muerto, hermanando todos aquellos ataúdes estelares, amenazando con convertirlos en cometas suicidas contra la superficie de aquel cuerpo oscuro.

 - Oh, mierda -empezó a balbucear- ¡Mierda! ¡MIERDA! ¡MECAG*****

El interior del casco de Hammer se empañó con vaho y gotas se saliva conforme el minero soltabas maldiciones, juraba y perjuraba en idiomas desconocidos, gritando como un condenado que observa el final del corredor de la cárcel.

 - ¡Barrow, Torres, joder incluso tú Dong, me recibe alguien! -accionaba el intercomunicador insistentemente- ¡estamos jodidos! ¡Hay que salir de aquí, con el apagón no podrán activarse los motores!

Echó a correr por la bodega hacia el pasillo, golpeando el casco y estrujándose los sesos para hallar alguna idea, algo que pudiera funcionar.

 - ¡Las cápsulas de escape! ¡Clay, esta gente murió aquí dentro, por tanto no usaron las cápsulas de emergencia! ¡Vamos, tenemos que llegar a ellas cuanto antes!

-¡Las capsulas! ¡Claro!-exclamó el militar con sorpresa mientras corría detrás de Hammer sudando a mares por el esfuerzo. ¿Cómo no lo había pensado antes? El apagón desactivaría los motores, pero el lanzamiento de las cápsulas no era eléctrico si no cinetico* así que podrían expulsarlas y lanzarse a la deriva. Ya les recogerían sus compañeros. 

- Por un momento pensé que...uf... los apagones pararían al sacar esa mierda...ufff.. de la nave-les dijo a sus compañeros mientras corría hacia las capsulas- que... tontería...

Hammer, en pleno ataque de pánico, salió corriendo de la bodega, trotando por la nave, seguido por Clay, algo más agil y menos nervioso tras librarse del exoesqueleto. Subieron hasta la tercera cubierta, hacia los laterales de la computadora de navegación para comprobar las cápsulas, viendo por el rabillo del ojo a la buena doctora, con una linterna que había encontrado en algún rincón de la Alexis, corriendo entre la sala de control y la computadora, berreando y golpeando mobiliario y ordenadores. - Joder, joder, JODER, JODER!!!- Era el estribillo pegadizo que lo estaba petando en la nave.

Hammer se encontró con que una de las dos cápsulas de la nave, con capacidad para cuatro personas, estaba quemada, muerta, como si alguien hubiese tirado un coctel molotov dentro, cubierta de carbonilla y deposiciones.

Clay tuvo más suerte, pero la cápsula adicional era más pequeña, estrecha, con asientos y asideros de seguridad para solo dos personas.

Justo en ese momento, varios flashes de luz indicaron que la energía volvía, se volvía a ir... Volvía... 

- Joder, joder, JODER, JODER!!!- Volvió a repetir Clarissa. - ¡¡¡HAMMER!!! UNA MANO, puede que...- Se la escuchaba peleándose con los controles, esquivando los cuerpos de los dos sintéticos que reposaban en el suelo.

-¡Clarissa!-dijo Clay cuando vió que la doctora se quedaba atrás. Era fría, pero también era una de las pocas personas que apreciaba a Clay y era reciproco. Nunca habían llegado a nada entre ellos, pero se entendían y no la dejaría atrás- ¡Hammer, ayúdala! Yo os abriré paso-dijo pegando una patada a uno de los droides que había tirados en el suelo, apartandolo para facilitarles la tarea. Si hacía falta sujetaría como pudiera la puerta de la capsula para que esta no se cerrase y les dejase tirados allí.

Hammer observó el pequeño receptáculo de la cápsula que Clay había encontrado.

 - Bueno, en peores plazas hemos toreado... El roce hace el cariñ----

Cortó su comentario al escuchar a Clarissa en apuros.

 - ¡DOCTORA! ¡Por aquí, siga corriendo hasta la cápsula, no se detenga!

El minero no había soltado su querida Diplomacia desde que la usara para la compuerta. La informática siempre era importante y había sido de gran utilidad, sin duda alguna; pero en las incursiones dentro de la Alexis, la palanca de Hammer había tomado un protagonismo y un balance de resultados muy positivo, más que los ordenadores.

 - ¡AAAAAAAHHHHHHHH! -enarboló con rabia la palanca contra los sintéticos. 

Después de haber tenido delante una criatura del Averno, después de haber mirado a la muerte, aquello era más ''llevadero''.

De alguna manera, Clarissa había encontrado una batería de emetgencia que permanecía cargada y Hammer se las apañó para concetarla, consiguiendo que el apagón externo no afectase a la nave. Mientras el mecánico y Clarissa se peleabana con los mandos y Clay les habría paso y les ayudaba en todo lo que buenamente podía, los minutos pasaban y seguían avanzando hacia aquella luna descarnada, cada vez más grande en el visor de la nave.

La Sacro Bosco seguía sin poder comunicarse, eso si, pero en aquel momento poco importaba. La Alexis, con el grito de su maltrecha estructura, había penetrado en la atmósfera de la luna, amenazando con convertirse en un cometa incendiario, pero extintores, cabeza y ñapas varias seguían jugando a favor de los tres aventureros.

Diez minutos después, seguían bajando peligrosamente hacia el suelo cuando vieron algo viniendo directamente hacia ellos: un arpón sobredimensionado, amarrado con un descomunal cable, pero Hammer y Clay, a quien le tocó forzar con una palanca el mecanismo de un timón de emergencia, consiguieron esquivarlo...

Dos...

... minutos antes...

... de que el casco de la Alexis...

... besase las dunas de la luna.

Todos los sistemas se apagaron.

Los resuellos y taquicardias eran el único sonido en aquel ataúd, ya caído.
 

EL GRITO DE LA ALEXIS - FIN