Partida Rol por web

Daga mira las pisadas con el ceño fruncido. 

- Supongo que esto lo confirma, realmente nos están siguiendo. - Silvano juraría que Daga lo había mirado de reojo en ese momento. - Vi algo en el bosque pero quise imaginar que era cosa del cansancio. No tenemos más opción que seguir con la barca por el momento, pero tarde o temprano nos encontrarán si no cambiamos de ruta... Y quizás si la cambiamos también. - Se queda pensativa unos segundos. - Quizás lo mejor es que provoquemos ese encuentro. - Dice determinada. - No podemos huir de algo desconocido, tenemos que saber porque van detrás de nosotros. - Mira al grupo. - En marcha. 

Y todos se ponen a arrastrar la barca para ponerla de nuevo a navegar corriente abajo. La lluvia había hecho crecer el nivel de río y había aumentado la fuerza de la corriente, por lo que llegarían pronto hasta su destino. 

-En ese caso, quizá deberíamos abandonar la barca a medio río y confiar en que la sigan mientras nosotros continuamos a pie por la orilla contraria. Ahora más que nunca les costará cruzar el río, a menos que encuentren un puente o un badén.

- Eso solo nos pondría en desventaja a nosotros. - Dice Daga con tono cansado, como si Silvano fuera un alumno negligente. - Encontrarían la barca desocupada, a no ser que te ofrezcas para ser el cebo. - Comenta esa posibilidad como algo irreal. - Entonces descubrirían que vamos a pie. Tarde o temprano podrán cruzar el río y entonces nos cazarán como si fuéramos conejos heridos en medio del bosque, porque te recuerdo que ellos van a caballo. - Daga niega con la cabeza. - Además, caminar por terreno mojado solo nos retrasaría, y no es que vayamos precisamente bien de tiempo. 

- Entonces podemos usar un señuelo, no tiene por qué estar vivo. Tenemos velas y madera. - Señala a las velas y a algún tocón. - Alguna silueta agazapada podremos recrear y seguir a pie por la otra orilla. Claro, que seguiríamos teniendo al barro como enemigo.

- ¿Y piensas dejar ahí el equipaje o te ofreces a ser una mula de carga? - Dice Daga, ya estresada. - Piensa con la cabeza, Silvano. Llegaremos hasta la próxima posada y ellos no perseguirán hasta allí. Pensarán que nos van a tender una trampa y entonces nosotros se la tenderemos a ellos. Así de simple. - El tono de Daga indicaba que la afirmación era definitiva, así que la conversación termino allí. 

Llegada la noche (Debido a su retraso) llegaron por fin a una posada cercana al río. Dejaron el equipaje oculto dentro de la barca y entraron. Daga pagó a la dependienta para que le diera la habitación más cercana al río, en caso de tener que hacer una salida precipitada, y la continua. La prioridad era actuar con normalidad, pero todos estaban atentos ante clientes sospechosos. Además, todos llevaban armas ocultas, salvo Pals que siempre las llevaba a la vista debido a que de todas formas iba con armadura. 

La posada está bastante concurrida a esas horas de la noche, y ya hay algún borracho cantando en una mesa. Por lo que puede ver Silvano nadie se está fijando en ellos y parecen estar centrados en sus pensamientos o en conversaciones con sus acompañantes. De hecho, no hay ni rastro de hombres con armadura tan siquiera. 

Silvano susurra al grupo acerca del posible paradero de los supuestos hombres que les persiguen. 

- No he visto a nadie sospechoso. ¿Qué tal vosotros? ¿Alguno se ha fijado en si en el establo o la entrada habían caballos atados? Digo yo que si estuvieran aquí, habríamos visto algún rastro de caballos.

Pals niega con la cabeza. 

- Ni rastro de nadie sospechoso, pero igualmente podrían tener a alguien vestido de viajero para espiarnos. - Se encoge de hombros. - Lo que está claro es que sabrán que estamos aquí, al fin y al cabo solo tienen que seguir el curso del río. 

Daga escuchaba mientras comía, entonces sin levantar la vista del plato murmura. 

- Dejad de hablar tan alto. - Entonces mira de reojo a Silvano. - Terminemos pronto y hablemos con calma en la habitación. 

Dicho y hecho, todos subieron y tras comprobar que no había nadie observando se metieron todos en la habitación. Antes incluso de comenzar a hablar, Daga fue a toda prisa a abrir su maleta (La única que habían subido). Era sin duda la más grande de todas, y quizás la más importante, debido a que en ella estaban los disfraces que utilizaba. En primer lugar se puso la ropa, era una mezcla entre campesino y mendigo por el mal estado en la que estaba, y entonces saco un espejo y empezó con el maquillaje y el peinado. A cada detalle que se añadía parecía más hambrienta, era bastante realista. 

- Aparecerán. - Sentencia Daga sin dejar de trabajar en el maquillaje. - Han comprado a la dueña de la posada, le he pedido dos habitaciones y ella sólo me ha ofrecido estás dos alegando a que eran las únicas libres. Estaba mintiendo, y bastante mal, era evidente que no estaba acostumbrada a esto por lo que posiblemente la hayan amenazado. - Daga parecía cada vez más un mendigo. - Yo vigilaré el recibidor, Gork se quedará fuera escondido dentro de la barca, Pals y Silvano se esconderán en los establos. No sabemos cuantos son, pero sabemos que van a caballo. Si no nos han atacado aún es porque no nos subestiman, por lo que la mayor parte de los hombres subirá a las habitaciones. Cuando yo los vea subir a las habitaciones, saldré de la posada y junto a Silvano y Pals robaremos los caballos. Mientras tanto, Gork, una vez que los haya visto entrar en la puerta huirá con la barca. Los atacantes estarán centrados en los caballos, por lo que no deberían hacer caso a Gork... - Daga mira al Zwerg. - Aquí es donde nos despedimos, si puedes deja nuestro equipaje en la gruta donde hemos pasado la tormenta, nos encargaremos de ir a buscarlo más tarde. 

Gork asiente. 

- Nuestra prioridad es descubrir porque nos siguen, no convertir esto en un baño de sangre. Se que hay muchas cosas que podrían salir mal, pero confiemos en el factor sorpresa. ¿Alguna duda? 

- Si algo sale mal, ¿a dónde deberíamos dirigirnos Pals y yo? Ya sabes, me pongo en el peor de los casos...

Por lo demás, Silvano da a entender que lo ha comprendido todo. Lleva con él la ropa puesta y no escatima en víveres, pues en alguno de sus bolsillos lleva comida para aguantar 2 o 3 días, cosas simples que ocupan poco espacio. También lleva con él somníferos y puede que algún frasco de veneno. Sus fieles dagas le acompañan, una escondida en la manga y la otra en una bota. Abrazando su cintura se encuentra su látigo, a modo de cinturón, que junto al manojo de flechas que oculta a la altura de un antebrazo, suman el arsenal entero de Silvano, sin olvidar el arco que lleva en la espalda, claro.

- Espero que sepáis esconderos en el establo... No, de hecho me aseguraré de ello. Pero si os descubren intentando robar a los caballos... Supongo que habrá que utilizar la fuerza. Y espero en ese caso, que sigamos pillandolos por sorpresa. - Se encoge de hombros. - En cuanto a huir, podríais huir a cualquier lado, la cuestión es que llegaseis a Extremo del Claro. No es complicado, solo hay que seguir el curso del río, pero eso hará que vuestros perseguidores os puedan seguir la pista. Yo había pensado en tomar un camino alternativo por el bosque, pero no tengo tiempo para trazaros una ruta. Así que por el momento, pensemos que las cosas van a salir bien. 

-Bueno, pues ya está todo dicho. Me figuro que nosotros dos tendremos que salir por la ventana. Sería sospechoso que nos vieran salir por la entrada principal. Ahhh, y otra cosa más, haz el favor de no morirte, anda.

Daga pasó por alto ese último comentario de Silvano, pero estaba claro que le hubiera dado un colleja por soltar algo como eso en un momento tan tenso como el que estaban. 

- Todos bajaremos por la ventana, el dueño tiene que seguir pensando que estamos en nuestras habitaciones. Sólo yo volveré a entrar. - Entonces dejo sus instrumentos de nuevo en la maleta. - ¿Convincente? - Dice extendiendo los brazos para que la vean entera, desde luego no parecía ella... Era un simple mendigo al que ignoras al pasar a su lado. Incluso había puesto un tono de voz bastante masculino, que aparentaba debilidad debido a sus dejes de feminidad. 

Daga cierra su maleta y se le da a Gork para que la suba a la barca con el resto del equipaje, y entonces bajan todos por la ventana. Los más complicados de bajar fueron Pals y Gork. El primero por su limitada habilidad física, pero fue fácil de cargar, y el segundo tuvieron suerte no provocará un escándalo con su armadura al hacer esos movimientos. Por suerte la ligera lluvia que aún caía amortiguaba bastante el sonido de dichos movimientos. 

- Comienzo a arrepentirme de lleves eso puesto. - Comentó Daga una vez que estaban todos abajo. - Solo espero que si tenemos que luchar te sirva para algo más que para hacer ruido. 

Rapidamente Gork bajó a la barca y se escondió bajo la manta (Ventajas de ser tan pequeño). Tristemente tendría que estar en esa posición durante horas y bajo la lluvia, por lo que todos se compadecieron del pobre.

A paso lento, para que la armadura de Pals no se escuchara el grupo entró en el establo, había dos cuadras vacías donde se almacenaba la paja, así que cada uno se escondió en una y rezó para que nadie le diera por alimentar a los caballos a esas horas de la noche. Una vez que Daga los vio lo bastante ocultos, se largo del establo con el mismo sigilo con el que había entrado y volvió a entrar dentro de la posada. 

Silvano se esconde entre la paja en una posición relajada, oculto entre los montones, sin que su acomodada silueta pueda delatarlo. Está mirando de cara a la puerta mientras sus manos sostienen arco y flecha, preparados para ser combinados en cualquier momento.

A juzgar por las huellas que vieron junto al río, no deberían de ser muchos los soldados que les siguen. A las malas y gracias al factor sorpresa, seguramente podrían salir airosos de la situación si esta requería atacar.

El tiempo pasaba, y a cada minuto parecía mentira lo cómodo que se podía estar en un montón de paja. Cómo no se dieran prisa en llegar los perseguidores, el sueño no tardaría en atacar a Silvano antes. 

La posaba había cerrado hacía un rato, y su respiración y la de Pals era lo único que podía sentir Silvano. Entonces, por fin, se sintieron los pasos de caballos. Las personas que iban montadas en ellos estaban conversando en susurros, por lo que era díficil escucharlos. Los caballos se detuvieron cerca del establo, pero desde la posición de Silvano apenas se les podía ver. 

Silvano no puede escuchar las voces de cuando los caballos se acercaban, pero si que puede captar una pequeña conversación cuando los hombres descabalgan. 

- Quédate aquí, y vigila a los caballos. - La voz le era muy familiar a Silvano, pero no podía verlo desde donde estaba. 

- S-si, señor. - Dice otra voz, más joven y con un tono bastante nervioso. 

Entonces Silvano puede ver a cuatro hombres caminando hacía la posada, no había duda de quien era uno de ellos, Julius Faques. El resto eran otros soldados de la Casa Riscard. Parece que todos van con cuidado de no hacer ruido, y se meten dentro de la posada con ese mismo sigilo. Ahora el silencio lo acompaña solo el relincho casual de los caballos. 

Silvano sale de su escondite intentando no desordenar demasiado la paja en la que se había estado ocultando. 

-Psst, Pals, a mi señal o al menor síntoma de forcejeo, sales de tu escondite y me ayudas con los caballos. -susurra Silvano hacia el montón de paja en el que se encuentra Pals.

Dicho eso, Silvano se pega a lo que queda de pared de la cuadra, como si la gravedad lo atrajera hasta el muro en vez de hacia el suelo, y comienza avanzar en total silencio hacia el marco de la puerta o a la apertura más cercana que le permita vislumbrar a los caballos y al guardia que han dejado al cargo. 

Silvano vuelve a meter la cabeza tan rápido como la había sacado. Había un soldado, bastante joven y nervioso, mirando hacía la posada y en consecuencia hacía el establo. El soldado estaba a un par de metros. Si Silvano salía por ahí, lo vería sin duda. El soldado parecía estar solo, cogiendo con la mano las cuerdas de los cinco caballos. 

Rápidamente saca el frasco de somnífero y vierte parte de su contenido en un pañuelo que se anuda a la altura de la muñeca derecha. Silvano se desaliña un poco el aspecto y se frota contra un trozo de mierda que encuentra con la finalidad de ensuciarse la ropa. Después, coge el cubo de donde ha cogido las heces y sale del establo caminando, a paso lento y con naturalidad hacia la taberna.

Al percatarse de la persona con los cinco caballos, Silvano tuerce ligeramente su rumbo hacia él a la vez que le hace un gesto con el brazo, señal de saludo mientras sigue avanzando hacia él con el cubo en la mano.