Partida Rol por web

El dios de la guerra examinó las piedras que les había entregado Temis y procedió a guardárselas.

-Hefesto, como siempre, dejando los trabajos a medias -gruñó, de mala gana, mientras se preguntaba dónde estaría su contrahecho hermano. Nunca lo reconocería abiertamente, pero estaba empezando a echar mucho de menos sus JAJAJAJAs-. Pero menos es nada.

Al escuchar las palabras de Hebe, Ares esboza una ligera sonrisa, recordando los tiempos en los que su eternamente joven hermana le servía como copera personal y le ayudaba a colocarse la armadura antes de cada batalla. Aquellos fueron buenos tiempos.

-Estoy de acuerdo, Hebe y yo iremos juntos al Océano -asintió, dirigiendo una mirada a su hermana pequeña-. Además, si nos vemos en peligro, no estaremos solos. Después de la traición de Eris, he retomado el contacto con otra de mis hermanas favoritas. Enio, la Destructora de Ciudades, también intervendrá en los combates si la convoco, aunque os advierto a todos de que es un tanto imprevisible. Y, bueno -dirigió una rápida mirada a Afrodita, sabiendo que no se tomaría nada bien lo que venía a continuación-, también puedo traer a los niños para que me ayuden en las batallas si necesitamos más ayuda...

La última vez que recordaba haber visto a Fobos y Deimos estaban destrozando juntos un tanque alemán, bastante emocionados de poder combatir junto a su padre. Criaturitas. Dita siempre se había mostrado muy sobreprotectora con los pequeños, aunque había que reconocer que habían sacado la belicosidad de su padre.

- Lamento mi silencio Dioses, pero espero que entiendan que como guardiana del Equilibrio, esto me afecta de una manera muy particular. El status quo, desde la Conjura, ha peligrado terriblemente, llevandome a tal punto que he de trabajar con ustedes para ayudar a recuperarlo. Espero que estas palabras les haga entender la gravedad del asunto. -

La bella diosa cierra brevemente los ojos, intentando centrarse en la situación actual.

- Me gusta vuestra idea, y me ofrezco para acompañar al Dios de la Guerra y su hermana. Deseo, desde que encerré a los traidores, visitar el palacio de Poseidón. Aparte, tengo ciertas ventajas allí, aunque no diré mucho más que eso. -

Suponía que el plan no gustaría demasiado, aunque reconocía que esperaba una reacción más colérica por parte del guerrero, queriendo provocarle levemente a modo de juego entre amantes aunque continuara creyendo que era la mejor opción.

Tan solo puedo saber dónde se encuentra, del mismo modo en el que él puede saber dónde estoy yo. Sin embargo, eso no significa que pueda ser mis ojos, boca ni oídos... Me temo que es más rudimentario.

- ¿No crees que lo mejor, si él también puede sentirte, sería que fueras al Océano? – Negó con la cabeza varias veces mientras suspiraba.- Él fue quien clavó la flecha en tu pecho cuando resolvíamos la Conjura, llevándote al Inframundo. Temo que saber tu llegada sea contraproducente en ese sentido.- Sonrió, esta vez con ternura, imaginándose el amor que debía procesar por su hermano al no haber tenido ella ninguno y suponiendo que su insistencia también fuera por volver a verlo.

La intervención de Hera captó su atención, resolviendo las dudas que los presentes tenían y formulando otras nuevas. La información sobre Pan y la famosa habitación (la cual parecía ser la única de los presentes que no la había disfrutado sintiendo cierta punzada de celos) llenaron los huecos vacíos de su planteamiento, asintiendo a Hera mientras pensaba dónde podría esconderse esa cabra loca.

Acto seguido Temis repartió unas piedras, cogiendo una en cada mano y tanteándolas antes de que volvieran a quitárselas, demostrando así cómo funcionaban. Los ojos de la estatua culona se iluminaron, entendiendo que era una especie de intercomunicador.

Y, bueno, también puedo traer a los niños para que me ayuden en las batallas si necesitamos más ayuda...

Un rápido giro de cuello donde parecía que eran sus propios ojos los que se iluminaban con un deje de rabia contenida, al igual que la estatua. Le alegraba saber que no todos sus retoños habían desaparecido, pero la idea de ir a la batalla, el campo de juegos del guerrero, no era especialmente de su agrado.

Se acercó a Ares, abrazándole al entrecruzar los brazos alrededor de su cuello, primer contacto que habían tenido desde que se habían visto, susurrándole con la voz sensual que la caracterizaba.

- Confío en ti, y sé que no les pasará nada mientras estén bajo tu cuidado, pero…- Acercó los labios a su oído para que sólo él pudiera escucharlo.- Si descubro que a la vuelta tienen un solo arañazo, faltará bosque nevado donde esconderte mi amor.- Depositó un delicado mordisco indoloro en el lóbulo, quedándose ya que estaba en esa posición, pegada al cuerpo de su hombre, aprovechando que dentro de poco tendrían que separarse.

- En ese caso, los grupos han sido creados.

- Ares, Hebe y Némesis irán al palacio de Poseidón a buscar respuestas y Afrodita y Artemis irán en busca de Pan.

Se giró e hizo una señal a Iris que comenzó a mover los brazos y a crear un hermoso y amplio arcoiris - Este puente va directo al Castillo, pero ese puente será visto por todos, por lo que deberéis esperar una hostil bienvenida y no permitir que el puente sea utilizado a la inversa, es decir, para que nuestros enemigos lleguen hasta el Olimpo.  Os recomiendo usar las gemas para pedirnos que cerremos el puente y cuando deseéis regresar, que lo abramos.

- Artemis y Afrodita, a vosotras os toca encontrar a Pan. Yo misma os acompañaré al último lugar donde fue visto, pues si nuestras sospechas son ciertas y está en sus aposentos privados, no debería andar muy lejos...

Ártemis frunce ligeramente el ceño mientras Hera les explica a aquellos que irán a los Océanos la situación que previsiblemente encontrarán allá abajo. Sabe que no son simples mortales y confía totalmente en ellos, pero no puede evitar sentir cierta preocupación por ellos.

Asímismo asiente con la cabeza cuando la diosa madre les explica a Afrodita y a ella que les guiará hasta el lugar donde esperan dar con Pan.

-Tened cuidado -dice dirigiéndose a Ares, Hebe y Némesis- No intentéis ninguna heroicidad,  es preferible que volváis aquí si la situación se vuelve complicada. Avisadnos y ya buscaremos juntos la manera de ir allí los cinco, no quiero perderos a vosotros también.

Por un momento la expresión de su rostro se había vuelto muy seria mientras habla reflejando su preocupación. Tratando de suavizar la situación, sonríe de medio lado y guiña el ojo a Ares antes de continuar.

-Hermanito, confío en ti para protegerlas, tanto como confío en que Hebe y Némesis controlen tus impulsos. No hagáis nada que yo no haría -bromea sin perder la sonrisa ladina.

Finalmente se vuelve hacia Afrodita dedicándole una pequeña reverencia.

-Cuando gustes...

El dios de la guerra sintió la cercanía de Afrodita, pegada a su cuerpo mientras realizaba un ligero mordisco en su lóbulo.

-¡Auch! -bromeó, con una sonrisa pícara.

Miró a su amada a aquellos preciosos ojos azules, quizá los únicos del Olimpo que habían llegado a ver más allá de la coraza del belicoso dios. Con delicadeza, Ares apartó un mechón rojizo del cabello de Dita, para luego aprovechar para acercar su rostro al cuello de la diosa del amor y besaba su piel ligeramente a la vez que le susurraba al oído:

-Tranquila. Los niños y su padre volverán de una sola pieza...

El dios de la guerra escuchó las palabras de su madre y, sintiendo que había llegado el momento de cumplir con su deber, dirigió una mirada hacia el arco iris. Sin embargo, no se movió aún de su posición, entristecido de tener que apartarse de Afrodita cuando prácticamente acababan de reunirse.

Ares oyó las palabras de Ártemis y realizó un silencioso gesto de asentimiento. La arquera se había ganado todo su respeto y sabía que, fuera cual fuera la circunstancia, podría confiar en ella.

-¿Mis impulsos? Nah, desde que Atenea fue enviada al Inframundo, me he vuelto más tranquilo -se encogió de hombros-. Siempre conviene tener un estratega militar en la familia. -Esboza una ligera sonrisa y añade, dirigiéndose a Ártemis-: Sé que protegerás a Dita. Buena suerte a las dos.

Hebe sonrió a su hermano cuando aseguró que bajaría al Océano, mientras lo hacía sus manos sopesaban las piedras azuladas delante suyo, arriba y abajo, como si las fuese a lanzar. Cuando Némesis dijo que los acompañaría, la joven detuvo su movimiento bruscamente, bajó el rostro y se dispuso a buscar un lugar para guardarlas. Lo cierto era que la adusta mujer la intimidaba un poco, apenas la conocía y su seriedad hacía que no estuviese segura de cómo serian interpretadas sus palabras, más cuando éstas muchas veces eran impulsivas. -Al menos estará Ares- pensó para darse ánimos, pues si se hablaba de impulsos su hermano le ganaba. Al final las alojó ente sus pechos y movió un poco los hombros para que se acomodasen y no molestasen sus movimientos.

De repente apareció el camino de Iris y ya tenían que irse, el corazón de la diosa comenzó a latir desbocado, por alguna razón no esperaba que la partida fuese tan pronta. Se había despedido de su esposo, pero tenía la intención de volver para informarle de lo que se hablaba en la reunión, no de desaparecer sin saber si volvería.

Las palabras de Ártemis la distrajeron de su preocupación y le sonrió de vuelta a la arquera asegurándole que cumpliría su parte, pero sus ojos se abrieron de par en par con el nuevo Ares reformado. Si él se tranquilizaba, eso la dejaba a ella como la nota disonante en el grupo, y a Hebe no le gustaba destacar.

-Id con cuidado también. Cuando encontréis a Pan decirle que todavía espero su invitación. Y al acabar con esto haremos una reunión de chicas, nos lo merecemos...

Luego se acercó a Hera y la abrazó suavemente mientras le decía unas palabras que no quería que fuesen oídas por el resto.

-Decidle a Heracles que no tuve tiempo de volver pero que volveré, que cuide de todo.

Se separó mirando a su madre a los ojos, esperando un gesto que le asegurase que transmitiría el mensaje, cuando lo obtuvo se alejó. Con determinación Hebe se encaminó hacia el arco de Iris, su corazón en un puño pero su semblante sereno, no tendrían un buen recibimiento en las profundidades y era mejor no mostrar ninguna debilidad ni ningún titubeo. Su hermana Atenea podía tener algunos defectos, unos más acusados que otros, pero sus consejos en materia de tácticas no dejaban de ser buenos.

- Que la gloria las acompañe hermanas Afrodita y Artemisa. No teman por nosotros, estaremos atentos y esperando cualquier tipo de emboscada. Iremos a demostrar por qué es que somos Olímpicos. - Dijo la muy segura Némesis.

Como Diosa de la Solidaridad, no podía dejar de notar la preocupación que sentían, y necesitaba hacerles saber que todo estaría bien. En eso, el camino de Iris se abrió. Némesis tomo las manos de Hebe y de Ares, tirándo de ellos hacia el arcoiris. Aprovechó la ocasión para decirles:

- Si cuatro traidores pudieron generar semejante desenlace por las razones equivocadas, imagínense lo que cinco pueden por las razones correctas. Crean en ustedes, y cuando no puedan, ahí estaré yo para infundirles fuerza. Ahora, ¡vamos! -

Disfrutó del beso de Ares, de sentir sus labios sobre su piel, con una sincera sonrisa de enamorada, acariciando sus fuertes brazos mientras la arena del reloj se vaciaba lentamente, teniendo que separarse nuevamente hasta saber cuándo.

Al ver el camino de Iris sabía que había llegado el momento, besándole lentamente para tener en su recuerdo su olor y sabor, aunque estaba impregnado de él desde el primer día que sus miradas se cruzaron. Susurró sin vocalizar un “Te quiero”, separándose para verle marchar mientras se acercaba a Ártemis, pasando un brazo por el de la cazadora, enganchándose a ella como si dos buenas amigas se tratasen.

- Será divertido, además, tengo muchas preguntas que hacerte joven virginal.- Le dedicó un divertido guiño con una sonrisa, despidiéndose después del resto de dioses alzando la mano libre.

Mientras os despedís y os dais ánimos, Iris extiende los brazos y llama o crea (no lo tenéis muy claro) al Arcoiris, estableciendo un puente que baja hasta lo más profundo del Océano:

- Daos prisa - os apremia Hera - cuánto más tiempo esté abierto el arcoiris más posibilidades habrá de que nuestros enemigos lo utilicen para atcarnos con facilidad en este momento tan terrible para el Olimpo.  En cuanto lleguéis a vuestro destino usad las piedras para que lo cerremos.

Tras sus palabras no queda mucho más que decir, los destinados a enfrentarse a lo desconocido en aquel océano tan azul y aparentemente tan calmo comenzaron a deslizarse por el puente.  Ares, Hebe y Némesis no dudadon un instante, y casi como si se tratase de un tobogán, los veis desaparecer entre las aguas.

Una vez desaparecen, Hera se gira hacia vosotras:

- Seguidme muchachas, os mostraré dónde fue visto por ultima vez.

La reina de los Dioses os acompaña por el lugar hasta llegar a lo que parece el nacimiento de un riachuelo, lleno de flores y pequeños animales como ranas o peces.  El lugar está bastante cerca de donde habéis visto esfumarse el gran barco de Caronte con los Conjurados.  Desde luego Pan no esperó demasiado para ocultarse y celebrarlo...

- Aquí fue visto por última vez, pero no tiene por qué ser aquí donde ocultó sus aposentos, podría ser en cualquier lugar, pero no creo que muy lejos, pues el sátiro no se caracteriza precisamente por su discreción.  

- Los cimientos mágicos de su habitación, o divinos...  son algo pequeño, podría ser una piedra, un gorrión...  cualquier cosa, pero si no es idiota y no creo que lo sea, no debería haber escogido nada que se mueva por propia voluntad, eso volvería muy peculiar el momento en que regresase al mundo mortal...

- Ahora debo dejaros, debo estar junto al comunicador.  To lo que pueda ayudaros, sabéis como poneros en contacto... 

- Ah, y recordad que sea lo que sea, no puede cambiar.  Es decir, si es una piedra no podréis romperla o cambiar su forma en modo alguno.

Tras aquello la diosa regresó sobre sus propios pasos.

Todavía enganchada a Artemis por el brazo se quedó mirando cómo el otro grupo desaparecía por el arcoíris antes de que las puertas se cerraran. Tenía un nudo en el estómago, nervios al recordar que la última separación que tuvieron no fue hasta resolver la Conjura cuando pudo volver a reunirse con ellos, más al saber que algunos de los divinos habían desaparecido sin dejar rastro. Tened cuidado.- Sin embargo dibujó una sonrisa en sus labios al pensar en el guerrero, dudando que él fuera a dejarla también sola, temiendo más por el destino que le esperaba a los misteriosos captores cuando los encontrara que a la buena fortuna de Ares.

Siguió a Hera en silencio hasta llegar a un precioso riachuelo cubierto de naturaleza y comprobando que estaban prácticamente al lado de donde Caronte marchó por última vez. No pudo evitar soltar una risotada al entender que no había esperado ni alejarse un par de metros para celebrarlo, posiblemente con Selene, un ejército de ninfas o ambas cosas.

Se agachó para oler una flor mientras Hera terminaba de explicarles posibles localizaciones de su ubicación, que prácticamente se reducía a todo el escenario.

- Gracias por todo, Hera. Estoy segura de que lo encontraremos.- Y realmente lo estaba. Por suerte Pan se movía por el mismo canon que ella y creía saber qué pasaba por la cabeza del sátiro y qué necesitaba oír para salir de su guarida secreta en mitad de la diversión.

Se quitó las sandalias para dejarla sobre una roca, quedándose descalza. Las hierbas bajo sus pies le hacían cosquillas, pero le gustaba la frescura y la dulce caricia de las flores sobre su piel.

- Este lugar es hermoso.- Se inclinó para coger los pliegues de su vestido en pos de no mojar la tela (a pesar de ser semitransparente) y meter uno de los pies en el agua poca profunda.- ¿Sabes lo que me apetece? Bañarme desnuda, disfrutar de la naturaleza.- Acostumbrada al tono casi susurrado sensual de la diosa, ahora hablaba más alto pero sin llegar al grito, lo suficiente para que pudieran escucharla si alguien andaba cerca. Miró a uno y otro lado, esperando cualquier tipo de reacción y, al cruzar su mirada con la cazadora, le guiñó un ojo cómplice.- Tal vez pueda enseñarte ahora los placeres de la carne, ya que nadie nos quiere acompañar.- Tendió una mano hacia Artemis con una amplia sonrisa, sin saber muy bien si aquello sería suficiente para llamar la atención de Pan y que él mismo abandonara sus aposentos.

Ártemis camina tomada del brazo con Afrodita. Lo cierto es que la sensual diosa nunca había sido parte de sus favoritos por su desenfreno y descaro sexual, pero desde la conjura había cambiado la opinión que tenía al respecto. Ella tiene sus reticencias frente a la sensualidad que Afrodita ofrece a cada paso que da, pero sin duda ha demostrado ser algo más que una cara o un cuerpo bonito.

Por un momento, Ártemis mira a Afrodita extrañada al ver la seguridad que ella demuestra en sí misma al despedirse de Hera. Finalmente, comprende su plan y una gran sonrisa se dibuja en el rostro de la diosa de la caza orgullosa por la maldad demostrada por su acompañante. Sin dudarlo, acompaña a Afrodita hasta el agua sin importarle empaparse la túnica y que esta quedara pegada a su cuerpo.

-Siempre lo he dicho, la naturaleza ofrece experiencias de lo más interesantes...  -cuando habla, lo hace ne un tono bastante más alto del que sería necesario, esperando ser oída por el sátiro- ¿Sabes? Hace tiempo que quiero preguntarte por esos placeres de... la carne. Temo estar perdiéndome algo interesante. Pero estoy segura de que tú podrías enseñarme a recuperar todo el tiempo perdido.

Mientras os concentráis en llamar la atención de la parte más libertina del sátiro, esperáis algún sonido o alguna señal que indique su presencia o al menos que es consciente de la vuestra, sin embargo, no notáis nada. 

Artemis quiere pensar que es una técnica para hacer salir al sátiro, sin embargo sus sentidos no están todo lo atentos que debieran ¿quizá se siente verdaderamente atraída por Afrodita o simplemente se siente confusa?

Por su parte, Afrodita, espectante y con más ganas de las que quiere reconocer de convencer a Artemis de acercarse al lado "divertido" de la vida, le presta algo más de atención a su entorno.  Sin embargo lo que perciben sus sentidos no es más que el sonido del agua deslizándose sobre la piel de Artemis, las ropas húmedas ondeando, y algún pececillo juguetón salpicándoos con sus espontáneos saltos.

Viendo la ausencia de resultados, Ártemis tuerce ligeramente el gesto aún desde el agua.

-Parece que tiene que estar muy ocupado para que no haya acudido dando brincos...

A pesar de las circunstancias, la diosa se encontraba pletórica por volver a estar en el bosque. Está en su medio y se nota. Ártemis se siente en comunión con el bosque, la naturaleza, sus animales. Relajándose ligeramente se sumerge más aún en el agua, dejando que esta cubra hasta su cuello. Desde esa posición mira a su alrededor prestando más atención a los sonidos de los animales, el cantar de algún pájaro, algún chapoteo. Tras unos segundos, sonríe.

-Está bien, vamos a buscar refuerzos -dice mirando a Afrodita con una sonrisa.

Decidida, vuelve a ponerse en pie alzándose cuan alta es. Ártemis se lleva los dedos a los labios y silba tratando de llamar a los animales del bosque.

Sonrió cuando Ártemis aceptó su oferta y participaba en la pequeña “trampa” que tenía montada, mirando a un lado a otro por si hubo algún tipo de movimiento. Se concentró lo suficiente, cerrando durante unos segundos los ojos para dejar que sus otros sentidos actuaran.

Ladeó el rostro a un lado escuchando el fluir del agua por el movimiento de la cazadora, incluso creía que podía sentir las gotas deslizarse por su húmedo cuerpo. Escuchaba la respiración pausada, el bailar del viento antes de mover las hojas y, por último, unos peces que chapoteaban a su alrededor. Abrió los ojos para mirar a los animales y, después, a la cazadora, encogiéndose de hombros a no saber si se habían acercado al ser Pan dispuesto a unirse a la “fiesta”.

Como última comprobación, acercó sus labios a la diosa para darle un delicado beso, en parte porque quería ver la reacción de los pececillos y porque le daba curiosidad saber hasta dónde iba a llegar Ártemis con tal de encontrar al sátiro.

Sin resultados.

Bufó mientras se separaba de su compañera y cruzaba los brazos, ofendida por no haber llamado la atención de Pan tras el despliegue de sensualidad que ambas mostraban. ¿Acaso cree que encontrará otra oportunidad como esta? – Sin embargo el “cabreo” le duró apenas unos segundos, los que tardó en darse un chapuzón en el agua, metiendo el cuerpo completo incluido el rostro, para salirse poco después, sentándose en la orilla.

Chasqueó los dedos desde su posición, llamando a su “súbdito” mientras se apartaba los mechones mojados del cuerpo, pegados completamente a su piel.

- Busca a Pan.- Una única orden sin girarse, sabiendo que cumpliría insofacto.

Es evidente que Pan está muy pero que muy ocupado o que directamente no puede oíros...  ¿prisionero quizá? ¿atado en contra de su voluntad y no por diversión? Desde luego la estrategia de Afrodita había sido ineficaz.

Artemis se introdujo más en el lago, tratando de sentir y estar en comunión con u entorno, buscando a sus queridos aliados animales, sin embargo, la concentración no fue tan perfecta como debería y su objetivo, llamar a algún animal del bosque, no fue el deseado.  Por el contrario, varios pececillos se acercaron a ella jugueteando y nadando cerca de su cuerpo haciéndole cosquillas.  No podían hablar, pero tú hablabas el idioma de todos los animales, por lo que eso no era un problema.

Mientras tanto, un joven que a penas parecía recién llegado a la edad adulta, se aproximó cabizbajo a Afrodita, tremendamente sonrojado no se atrevía ni a mirarla, y mucho menos así, empapada y con las ropas pegadas al cuerpo:

- Vuestros deseos son órdenes para mi - fue todo lo que dijo justo antes de desaparecer.

- ¡Mi señora! - decían mientras nadaban con nerviosismo - ¡mi señora! ¡mi señora! - hablando todos a la vez y ninguno en particular.

- Escogimos vivir en el Olimpo por si teníamos el honor de conocerla - decía uno.

- ¡No podemos creer que sea usted! - proseguía otro.

- Díganos en qué podemos ayudarla y la ayudaremos.

- Si está en nuestras manos - seguíán hablando casi como si una misma mente tuviese muchas bocas.

- Aunque si como creemos lo que desea es el paradero de Pan no podemos ayudarla. 

- No sabemos cómo lo hizo.

- ¡Desapareció!

- ¡Desapareció por unas escaleras!

- ¡Sí, sí! ¡Por unas escaleras!

- Tras oler unas flores blancas.

- Junto con Selene.

Ártemis no puede reprimir una sonrisa al notar cómo los pececillos del lago se acercan a ella jugueteando y haciéndole cosquillas por todo su cuerpo. No era lo que esperaba, ni mucho menos, pero la ayuda de sus hermanos del bosque siempre es bien recibida. La diosa escucha atentamente las voces de los pequeños animales que resuenan como una sola.

-¿Sabríais decirme por dónde están esas flores blancas?-interroga a su vez al tiempo que mira a su alrededor en busca de algunas de esas mencionadas flores, llevándose la mano a la cara a modo de visera para hacerse sombra e intentar ver algo.

Al tiempo que busca, Ártemis informa a Afrodita.

-Al parecer nuestro amiguito y Selene desaparecieron por unas escaleras después de oler unas flores blancas -comenta poniendo los ojos en blanco.

Desenredando mechones de su cabello, esperó a que la cazadora terminara de charlar con los animales acuáticos, ladeando la cabeza y mirando a los peces fijamente, como si intentara descifrar lo que cuentan sin éxito. Pensaría que está inventando lo que dicen sino fuera que confío en ella.- Una extraña conversación secreta de la que no era partícipe estaba ocurriendo frente a sus ojos, sintiéndose levemente apartada, apoyó un codo sobre su rodilla y dejó descansar el rostro sobre la palma de la mano.

- ¿Flores blancas? – Símbolo de la inocencia y pureza, por supuesto nada que ver con el sátiro que buscaban. Muy listo, Panecito. Sonrió mientras se levantaba y agarraba la tela del vestido, ahora pesada por el agua.- Entonces busquémoslas. No deben de andar muy lejos.- Caminó un par de pasos, alejándose de Ártemis, para coger las sandalias que había dejado anteriormente en una roca y ponérselas mientras observaba las flores que la rodeaban, buscando entre el collage de colores las blancas.