No necesité más que un par de minutos a caballo para que mi cabeza pensase en las cosas que la clérigo había dicho. Teorías, hipótesis y preguntas se me acumulaban mientras trotábamos, y al final acabé por hablar, girándome sólo un poco para ser escuchada.
—Entonces —dije, como si siguiera una conversación que estaba a medias—, tu diosa te ha enviado un sueño y sesenta y seis días después nos encontraste —enuncié—. ¿Y cómo sabes que no era un sueño, y nada más? ¿Sólo porque estamos nosotros aquí, eso lo demuestra? ¿Y por qué la existencia de no muertos viola el orden natural? —pregunté—. ¿Y por qué las otras cosas de magia no?
-Sólo porque estáis aquí y eso lo demuestra.- dice la clérigo, sin verse molestada por las preguntas de Kalia. -Dudar de las visiones que me envía la diosa, cuando puedo obrar milagros en su nombre, y cuando las cosas ocurren como deben hacerlo, sería ser innecesariamente terco. Hay certezas con las que despiertas cada día, para ti puede ser el saber que el sol saldrá por el este, y para mí, que todo esto ha sido previsto por la señora de las tumbas.- explica pacientemente Xerxes.
-La vida y la muerte son parte del orden natural de nuestro plano. Son dos caras de una misma moneda, y son ellas las que permiten florecer los bosques, crecer las grandes ciudades e incluso el surgimiento de la magia. Para que haya vida, debe haber muerte y viceversa.- comienza diciendo la clérigo. -Los no-muertos son la interrupción de dicho flujo. No hablamos de magia, sino de una enfermedad traída por la ambición y el egoísmo. Cuando te opones al final, estancas las aguas, envenenas la realidad y la impides avanzar. Algo que va en contra de los principios de la magia más básicos, Kalia.- continúa lentamente. -Nadie debe huir del juicio de Pharasma, o de lo contrario ese alguien estaría buscando trascender las leyes de la realidad, de la vida, de la muerte, del equilibrio, a cualquier costo. Y solamente por no tener que confrontar todos los actos, buenos y malos, que has cometido en vida.-
-Ni mi señora ni yo, podemos permitir que tal cobardía amenace a nuestro plano. Es por eso que todo no-muerto debe ser destruido: para que tenga la oportunidad de ser juzgado como lo han sido todos lo que murieron antes que él, y como lo serán todos los que morirán después de él- concluye.
Me divirtió un poco lo primero que dijo Xerxes. Estaba claro que no sabía cómo funcionaban las demostraciones de verdad, pero no iba a ser yo quien se lo dijese. A lo mejor las de su diosa funcionaban así.
Lo que dijo después me produjo curiosidad. La verdad es que nunca había hablado con clérigos antes así, a solas, pudiendo plantear mis dudas con calma.
—¿Cómo sabes que obras milagros por ella? —le pregunté—. Quiero decir... No te lo tomes a mal, pero hay gente que hace magia sin que sea cosa de los dioses. A lo mejor una de esas personas podría creer que es por un dios, pero no ser así. No digo que sea tu caso, pero... Es posible, ¿no?
Después de eso seguí escuchando su explicación, y asentí según iba comprendiendo sus puntos. Sin embargo, en determinado momento volví a preguntar.
—Pero los no-muertos no tienen alma, ¿no? —inquirí—. Quiero decir... Si alguien anima un cadáver, o un esqueleto, ahí no hay alma ni nada. El alma no ha huido del juicio, ni ha hecho nada malo, y quien levanta esos cuerpos hace como quien anima un objeto, ¿no es así? —pregunté con genuina curiosidad—. A lo mejor lo que digo es una barbaridad, pero es que no sé cómo funciona nada de eso. Y... ¿Qué pasa si alguien resucita, pero no como no-muerto, sino como vivo? Si ya han pasado diez años, por ejemplo, ¿ya ha tenido juicio? ¿Tiene dos juicios si vuelve a morir, o cómo va eso? —Tras unos segundos se me ocurrió una nueva idea—. ¿Y si alguien deja de envejecer? ¿No rompe el ciclo y estanca las aguas?
—Oye, oye —añadí después—. Y si hubiera un dios bromista... ¿No podría darte poderes y hacerse pasar por tu diosa, pero no ser tu diosa? ¿Podría pasar que un dios no hubiera existido nunca, y fuera otro haciéndose pasar por él? Eso sería guay, ¿no? No para la gente que los adora, que sería una faena, pero... Bueno, ya me entiendes. ¿Se podría?
-Hacer magia no es igual a obrar milagros- dice Xerxes tranquilamente. -Los magos usan energías elementales o poderosos objetos. Yo invoco la voluntad de mi diosa. Ambas cosas son diferentes, aunque puedan parecerse. Y es a través de mis plegarias a mi señora que puedo obrar mi magia. Sin ello, simplemente nada sucedería- explica.
-Hay diferentes tipos de no-muertos sí. Hay algunos cuerpos sin alma, pero cuya existencia enturbia la armonía del río de las almas, y los hay que son almas sin cuerpos, que han escapado al juicio de Pharasma. Y hay cuerpos con almas que siguen en este plano aún cuando han debido ser juzgados hace mucho tiempo.- continúa, mirando hacia el frente. -Sin importar la razón o su origen, todos los no-muertos son aberraciones al orden natural y todos deben ser destruidos. Es una misericordia- dice, pronunciando estas palabras con cierta lentitud. -No olvides Kalia, que mi diosa es también señora de la Profecía. Pharasma sabe cuando un alma no ha cumplido con su destino y aunque vaya a su reino, simplemente le dejará esperando por su regreso. Sólo cuando su muerte y su papel en el mundo llegue a su fin, podrá pararse frente a mi señora y recibir su veredicto- y luego escucha y añade. -No es lo mismo no envejecer que no morir, Kalia- responde serenamente.
-Dioses bromistas probablemente hay- dice -Pero no pueden afectar todo lo que deseen a voluntad. Pharasma me permite tener cierto poder sobre la vida y la muerte, algo que quizás un dios bromista no pudiese garantizar. Sería confuso, sí, pero un clérigo atento podría darse cuenta de que algo anda mal. Si hubiese alguna deidad con tales inclinaciones- replica.
-Veo que tienes interés por las pociones. ¿Eres alquimista?- pregunta con su expresión tranquila, ajena al simple hecho de que su pregunta era mucho más sencilla y fácil de responder que las de Kalia.
Lo primero que dijo Xerxes, la primera revelación, ya me hizo contener mis palabras para no preguntar directamente cuál era la diferencia. Dejé que se explicara, y aunque pareció hacerlo, bueno... Su respuesta no me aclaró gran cosa. Sí, vale, no era una maga, pero ¿y una hechicera?
Luego, cuando siguió hablando, asentí varias veces mientras escuchaba, aunque también fruncí el ceño alguna otra.
—Soy alquimista, sí —respondí al final, orgullosa—. Bueno, aprendiz. Aún no sé ni hacer pociones, la verdad. A ver si Bokken me enseña. Pero puedo hacer alguna cosa muy guay, ya verás —prometí encantada—. ¿Y tú? ¿Sabes hacer pociones? ¿O sería pedir a tu diosa que bendiga frasquitos? ¿Cómo os funciona a vosotros?
—Yo decía lo de no envejecer porque también es transgredir las leyes, ¿no? —pregunté—. Y escapar del juicio de Pharasma. ¿Tu diosa no te mandaría a buscar a alguien así después de mucho tiempo?
Después de eso guardé un instante de silencio, pensativa.
—Hay algo que no entiendo —enuncié—. Entonces, un no muerto que tenga alma, ¿no puede tener destino? ¿Significa que ya ha cumplido sí o sí lo que tenía que hacer? Entonces, para devolver las cosas a su orden natural... ¿No habría que deshacer lo que haya hecho? ¿Y si hace algo bueno? ¿Deberías eliminar lo que ha hecho, o cómo funciona?