Partida Rol por web

Oleg Leveton oyó los gritos del bandido y, al ver salir a Zlatan y Turio, entró rápidamente en el cobertizo pues no sabía si este se había quedado sólo. Al ver a Kalia, sus facciones se relajaron y cuando vio al bandido desesperado, no pudo evitar sentir lástima por él.

-¿Va todo bien? -le preguntó. Mientras esperaba la respuesta fue observando la habitación hasta que se encontró con los dos bultos tapados. Cerca de ellos se encontraba el cuchillo con el que cortaba el pan todos los días. Estaba esangrentado. Muy ensangrentado.

Oleg se agachó dispuesto a recoger su cuchillo, con un atisbo de terror en su rostro. -¿Para qué habéis usado mi cuchillo, Kalia? -dijo, cada vez mas bajo, como si temiera saber la respuesta. Al final su curiosidad no pudo más y desveló lo que había debajo de estos bultos. Oleg no pudo reprimir su arcada y se giró hacia Kalia aterrorizado.

-¡Fuera de aquí! -le gritó, preso de la ira y el temor. -¡Malditos psicópatas, largo!

Esta vez Turio no se sorprendió de la reacción de Zlatan, veía como cegado por la cólera, el mediano se enterraba más y más en un abismo del que llegado a un punto no podría salir. -Valiente loco- pensaba mientras realizaba una mueca de entre desagrado y desesperación. Dejó que terminara de desahogarse, -Ahora Tydius entenderá el problema-. Se hizo el silencio durante unos segundos hasta que el druida decidió responder. Turio decidido a ignorar a Zlatan, se acercó al druida y le respondió:

-Lo hablaremos bien en otro momento, cuando esté todo en calma- Hizo énfasis en esa última frase, con cierto desdén. Después, giró sobre sí mismo, dispuesto a abandonar la estancia, cuando al cruzar miradas nuevamente con Zlatan, a Turio le cambió el rostro y se detuvo, se situó ante el mediano muy cerca y rompiendo repentinamente su veto, le dijo:

-Yo que tu tendría más cuidado Zlatan, andas por un acantilado en la noche sin saber donde está el salto al vacío-.

Y tras el comentario, siguió su camino a paso firme.

Una voz provenía del cobertizo. Era un grito proveniente del anfitrión del lugar, Oleg.

-¡Fuera de aquí! -decía ese grito. -¡Malditos psicópatas, largo!

Con aquellos gritos, los heridos parecían que estaban recuperando la consciencia, despertando del sueño profundo en el que estaban sumergidos.

Los gritos de Oleg me sacaron de mi letárgico sopor, pese a que en un principio se había instaurado en mi sueño reparador como unas imágenes carentes de sentido, infiltradas en un sueño en que no tendría que aparecer el dueño del puesto de venta. Poco a poco me di cuenta del sin sentido, recuperando la consciencia, y con ella la oleada de dolor punzante que proviene de mi vientre. Con una mueca de dolor, parpadeando hasta poder distinguir a mis compañeros, me incorporo lo justo para permitirme observar la escena. Sacando fuerzas de flaqueza, busco ganarme la atención de ellos.

-¿A qué se debe tanto alboroto? -Digo con un hilo de voz. 

Me eché hacia atrás en cuanto el bandido empezó a gritar lo del demonio. La verdad, en lo últimos días me había empezado a acostumbrar a que me tratasen de una manera bastante distinta, y aquello fue un pequeño bajón. Aunque no tanto como ver a Zlatan aparecer con aquella dos cabezas, claro.

Hice gestos cuando el tipo siguió gritando, intentando que se tranquilizase, y cuando empezó a hablar de una forma más normal yo también me calmé un poco. Asentí en varias ocasiones mientras se explicaba, animándole a seguir, y aunque el mapa no pareció gran cosa se lo agradecí.

—Tendré cuidado, Mayet —dije, decidida a no usar su nombre de bandido—.  Y hablaré con los otros para ver qué podemos hacer contigo —me comprometí—. ¿Tú estás bien? ¿Qué tal tu pierna?

Cuando llegó Oleg de repente me pareció algo bueno. Así podría ir a contarle los avances a los otros y que el bandido no se quedase solo, o incluso enseñarle el mapa y pedirle referencias. Sin embargo, cuando su cara cambió al ver el cuchillo, entendí lo que iba a pasar.

—¡Espera! —le dije justo cuando levantaba el trapo.

Al momento me sentí como si una enorme piedra me apretase el pecho. Quise pensar en cómo explicarlo para que no pareciera, bueno, lo que era... Pero no se me ocurrió la manera. Y cuando reaccionó de esa forma, echándome, me sobresalté. Me tapé con los brazos por puro instinto, por si acaso me pegaba, y mi voz salió aguja y quejicosa.

—No, no hemos sido nosotros... —empecé a decir, aunque por nosotros incluía sólo a Turio y a mí. La verdad es que sólo podía imaginarme viéndome expulsada de aquel sitio, queriendo volver a casa sola sin poder coger siquiera mis cosas... Y me daba miedo de lo que pudiera pasar.

—No sé por qué lo ha hecho, pero ha sido Zlatan. Nosotros no lo sabíamos, yo... —Miré a Oleg. No sabía cuándo había empezado a llorar, pero sí notaba las lágrimas corriendo por mis mejillas. Entonces señalé al bandido—. Él te lo puede decir. Turio se lo ha llevado, yo... Yo no quería esto, Oleg, de verdad.

- ¡¿Eh?!- Croó el muchacho, sobresaltado por el ruido. Su primer instinto fue echar mano de sus armas, temiendo ser victima de un ataque. Pero el dolor de su cuello, la opresión del vendaje y un repentino mareo conspiraron para que Arion no pudiese armarse. Con su mente embotada y todavía desorientado, el joven bárbaro se sentía indefenso como un cachorro de lobo.

Como buenamente pudo, se incorporó sobre el brazo, apretando con fuerza los dientes por culpa del dolor. Parecía encontrarse bajo techo y en compañía del hombre de piel broncínea y ojos brillantes, al que dedicó una mirada vidriosa. Chasqueó la lengua, notando esta como hinchada e hizo una mueca al pasarsela por lo labios resecos.

- ¿Agua?- Preguntó en voz baja, esperando que alguien le respondiese.

Al oír los gritos, Tydius indicó a los heridos que volvería en un momento, no sin antes darle de beber agua a Arion. Después, se dirigió hacia el cobertizo para ver que sucedía.

Fuera del cobertizo, Turio, Tydius y Zlatan, que iba detrás de ellos, se encontraron con el dueño del lugar, aquel que les había ofrecido su hospitalidad. La ira alforaba en su rostro, y al ver al mediano, su cara se ruborizó, no por la vergüenza, sino por la cólera que albergaba en su interior. Tenía en su mano su cuchillo ensangrentado de la cocina, el cual soltó al suelo, delante de estos. 

-Ese es el cuchillo con el que Svetlana y yo cortábamos el pan. Ahora tiene restos de carne humana. -dijo, enfurecido. -Os doy una noche de hospitalidad, comparto la cena con vosotros y en ese tiempo este canijo me ha robado y se ha dedicado con frialdad y placer a realizar la aberración que está ahí dentro.- dijo, señalando el cobertizo.- Mira que era difícil hacerme caer más bajo la opinión que tenía de los medianos, pero siempre la vida me sorprende. -señaló con su dedo la puerta rota del fortín, mientras miraba a Zlatan. -¡Fuera de aquí! -le gritó. -Este puesto esta cerrado para ti y todo el que apoye este horripilante acto. -dijo mirando al resto. -¡Y también para todos los medianos! -volvió a gritar, iracundo.  Finalmente, se dispuso a dirigirse al interior de su residencia, para hablar con Svetlana, quién se encontraba en su interior, pero se giró hacia el resto en el último momento. -Dos minutos para quién se dé por aludido. -dijo, finalmente.

Turio se marchó de la sala en busca de Kalia, cuando entró Oleg en escena gritando, Se giró a ver como el mediano reaccionaba y vio como iba detrás suya al patio. -Mejor- Pensó, así que salió al patio primero que Zlatan y se dirigó a Oleg:

-Siento lo ocurrido, limpiaré yo mismo el estropicio Oleg, pero por favor, deja que nos quedemos hasta que los heridos se recuperen.-

- la verdad es que no. Eihvar y Adargoma se resistieron de tal forma que pensé que todos los bandidos morirían tal como hicieron ellos antes de decir nada o ayudarnos. De veras intenté salvar a Eihvar pero este se negó. Y tú mismo viste como el orco peleaba hasta el fin... Quizás habría sido mejor intentarlo primero por el otro modo, pero siento que el tiempo corre en nuestra contra y con dos heridos de gravedad no podemos permitirnos ser exquisitos.

Le dijo al druida.

Al escuchar lo que había dicho Oleg, Zlatan se resignó. Parecía que nadie en aquel grupo le entendía, Turio se había mostrado como un auténtico capullo, Kalia como una hipócrita y sabía lo que opinaría Silas de sus actos. Lo que le fastidiaba era que todo había sido en vano.

- Pues fue un placer conoceros... Y no te preocupes Oleg dijo soltando una moneda de oro -espero que esto solucione tu cubertería, y esto soltó otras diez - por las molestias occasionadas. Mi idea no era que vieras aquello, de veras lo siento

Y entonces se marchó a por los caballos, depositó otras veinte monedas de oro en las alforjas de uno de ellos y luego tomó otro, sano y a poder ser el más pequeño, para cabalgar lejos de allí.

No entendía lo que estaba pasando, lo que llegaba hasta mis oídos era confuso. Nadie respondía a mi pregunta y eso me dolía tanto como la herida de mi vientre. Parecía que el mediano había torturado al bandido rendido, pero al escucharle hablar de los dos traidores... y viendo cómo se lo había tomado Oleg... estábamos ante una salvajada, cobarde y sin honor. No me quedaba duda alguna, la reacción de Turio, que Kalia no estuviera por ahí, las palabras del druida... observo salir a Zlatan de la habitación... pero no puedo reprimir lo que mi corazón me pide.

-¿Qué has hecho, mediano? -Pregunto postrado en la cama.[/B] -Pero no se detiene. Nos da la espalda y continúa.

No puedo evitar recordar la conversación de anoche, notando como un reflujo que viene directo desde mi estómago. Al parecer, tanta buena palabra, tanta buena intención, no eran más que distracciones, meras palabras para hacerme bajar la guardia, y que cuando no mirase, o no pudiera estar atento de lo que hay frente a mi... se aprovecharía de esa confianza falsa para cometer sus fechorías. Miro a Turio.

-¡Prendedle! ¡No dejéis que escape! -Toso. -Debe pagar por sus crímenes... -Vuelvo a toser. -Sólo así le daremos la oportunidad de redimirse. -Señaló hacia la puerta. -¡Prendedle!

Nada más terminar el grito el sonido del galope de unos caballos inundó el patio. Cuatro jinetes aparecieron, en la entrada del Puerto Comercial, envueltos en armaduras y armas de gran calidad. El que parecía ser el líder se acercó el primero al grupo, desmontando, quitándose el casco y colocándoselo bajo el hombro. Ya conocíais ese hombre, fue el que os enseñó la armería de Lady Jamandi Aldori en Restov. Una ligera sonrisa afloró en su rostro y se dirigió a los presentes.

-Jamandi Aldori nos ha enviado para defender el puesto comercial y como vínculo entre vuestro grupo y la capital. -dijo, con cierta solemnidad.- ¿Hay algo que podamos hacer para ayudar?

Al ver que Oleg dejaba de dirigir su enfado contra mí respiré un poco. Me sequé las lágrimas, intentando que los otros no se dieran cuenta de que había estado llorando, e inspiré rápidamente por la nariz para sorber los mocos. Menuda aventurera iba a parecer si me veían así.

Escuché las palabras del comerciante y me parecieron duras. Mucho. No era que Zlatan no se las mereciese, claro... Pero todo mi castillo de ilusiones, de lo que íbamos a hacer como grupo y de lo bien que lo íbamos a pasar, se derrumbaba cada vez más. Había empezado antes de que me diera cuenta, con la conversación de ayer con Turio, al saber que la pelea sería a muerte... Y con esto no quedaban casi ni los cimientos. Me pensé si detener a Oleg cuando vi que se dirigía hacia su vivienda, pero al oír a Turio interviniendo lo dejé pasar. Tomé aire y salí junto a los demás.

Al escuchar a Zlatan despedirse lo miré, sin saber qué decir. Una parte de mí, la que había encontrado la complicidad con él, quería que se quedara. Otra parte, sin embargo, decía que lo mejor era que se fuera... Y una tercera que no podíamos dejar que se marchase sin pedirle más explicaciones. Lo vi caminar hacia el establo y no supe ni cómo reaccionar. Si lo dejábamos ir, al menos me habría gustado despedirme. Si no lo dejábamos ir... En ese momento no estaba segura de qué era lo mejor. O de qué era lo correcto.

El grito de Silas y el sonido de los caballos llegando me hicieron espabilarme. Miré alrededor, y tras pensarlo un instante me dirigí también hacia el establo.

—Es-espera... —le pedí al mediano desde la puerta. Y entonces me quedé callada, sin saber ni qué decir—. Han llegado guardias de la ciudad. —Me quedé mirándolo unos instantes, insegura de si lo que estaba a punto de decir no le parecería una tontería—. ¿Y si les explicas lo que ha pasado, a ver qué dicen ellos? Sabrán más de estas cosas. De qué se hace con los bandidos, y todo eso.

El joven se levantó a trompicones de la cama, impulsado por las exhortaciones del siervo de Iomaede. Había calmado su sed gracias a las atenciones del druida, pero parecía que las cosas se estaban complicando de alguna manera que el muchacho no podía comprender.

Intentó maldecir el nombre de los dioses cuando la debilidad de sus piernas le obligó a apoyarse en el camastro, pero el dolor de su garganta se lo impidió.

Apretando los dientes consiguió mantenerse en un precario equilibrio, mientras no daba crédito a lo que sucedía a su alrededor: el mediano les abandonaba; el santurrón de Silas exigía que le detuvieran para que se redimiera de unas acciones que el joven bárbaro no terminaba de comprender y que tenían que ver con los bandidos, de alguna manera.

"Un cuchillo de pan... Los traidores... ¿Se han vuelto todos locos?"

Por otro lado, Oleg barbotaba amenazas contra la raza mediana, los perros y otras cosas sin sentido para Arion, que pensaba que el patrón del Puesto les agasajaria por su bravura contra los bandoleros.

Así que, con la garganta vendada, restos de sangre sobre su armadura y más tambaleante de lo que le gustaría, Arion solo pudo ver como un grupo de relucientes jinetes se abrían paso hasta el patio, ofreciendo su ayuda.

- Locos... Todos locos... - Murmuró en voz baja, apoyamdose contra una pared y dejando que la cabeza de su hacha golpease el suelo.

-¿Alguien sabe que pasa?- Preguntó, a todos y a ninguno.

Después de explicarle la situación a Kesten Garess, este hizo una mueca. No era muy versado en todos los los aspectos de la ley y, considerando que sí o sí esta iba a ser la última aventura de Zlatan en las Tierras Robadas se acordó un compromiso. Zlatan volvería con una escolta a Jamandi Aldori. Al fin y al cabo, si no iba a participar en este proyecto, ella debería de saberlo. Además, podría aplicar justicia si ella lo consideraba pertinente. Además, podían aprovechar y llevarse al bandido que habían capturado. Dos de los caballeros que acompañaban a Kesten marcharon con Zlatan y el bandido inmediatamente, a trote hacia Restov. Al mismo tiempo, Arion se colapsaba por las heridas al moverse en tal mal estado. Afortunadamente, Kesten venía equipado con unas cinco pociones de curación, lo cual hizo que aquello simplemente se quedase en un pequeño susto. 

Oleg no protestó ante el hecho de que pospusieran su estancia. Al fin y al cabo ellos no se responsabilizaban del mediano, este ya estaba bien lejos, y dos de ellos habían estado apunto de morir defendiéndole. Si algo bueno se podía decir de Oleg es que era agradecido y para nada un desalmado.