Miércoles 27 de Agosto
Media tarde
Y esa serenidad. El remanso de calma que estaba siendo aquella tarde... terminó.
- ¡Ma che ne vuoi sapere tu! - La espetó bajando de la encimera en esa posición relajada.
[Qué sabrás tu!]
Beatrice sabía que cuando empezaba a hablar más en italiano que en inglés se debía a que empezaba a perder los nervios y sacar lo que llevaba dentro le resultaba más sencillo en su lengua materna.
- Tuo fratello è un uomo in tutto e per tutto. - Le señaló con un dedo acusador colocándose a un escaso metro de distancia de su cuñada.- ¡No se te ocurra, Beatrice! - Sus palabras sonaban contundentes y firmes, pero las frases mantenían algunas incoherencias que denotaban que estaba entre alterada y nerviosa.- ¡Nessun uomo al mondo è come il mio! - Estaba gritando. No era consciente pero estaba gritando.
[Tu hermano es un hombre de los pies a la cabeza... no hay un hombre como el mío]
Su pecho se movía agitadamente y su respiración era agitada conforme hablaba o hacía una pausa para permitir la réplica de la anoréxica.
- ¡Io mostro sempre chi sono, sono trasparente come l’acqua. Non come te, che sei una falsa manipolatrice… chissà cosa hai messo nella testa del mio caro!
[Yo siempre demuestro como soy, soy trasparente como el agua, no como tú, que eres una falsa manipuladora... ¡a saber que le has metido a mi cariñito en la cabeza!]
Parecía fuera de sí, incluso no sería demasiado erróneo pensar que podría tratar de calmar su ira lanzando algo por los aires, o incluso llegándola a golpear... pero el gesto no llegó.
La dio la espalda. Se movía inquieta dando vueltas en círculos por la cocina, como un animal enjaulado. Observaba la cubertería, alguna copa de cristal que había sobre la encimera. Como evaluando si le compensaría destrozar algo... Si bien escuchó el nombre de Alex, no hizo aparente caso, "¡qué consejos podría darle aquella víbora! Ninguno."
Solo con aquella frase final, Lucía se giró para mirar desde la distancia a Beatrice... seguía con los nervios a flor de piel pero en su rostro mostraba que estaba tratando no solo de contenerse, sino de relajarse.
- Emma se está dando cuenta de que tipo de amiga tiene... - El volver al inglés era buena señal.- Te aseguro que en un par de semanas la ignorará por completo...
Se acercó a donde se encontraba el plato de 'cannoli'. Lo miró por encima como si dudase de tomar otro, pero desistió.
Tomó el bolso que llevaba y su móvil, que lo había dejado en la encimera... tenía un par de mensajes: el nombre de Daniel aparecía en la pantalla como uno de los emisores.
Suspiró con fuerza cerrando los ojos para acabar de calmarse y se dispuso a despedirse de su cuñada como si nada hubiera pasado.
- Ayer quedé con Leinali... nos estamos haciendo muy buenas amigas últimamente... esa si es una amistad sana para Emma. - Dijo sin venir a cuento, o quizás fue adrede.- La invité a venir a Nápoles en Halloween... - Y como si nada, se acercó a dar dos besos de falsete en el orden que la cultura italiana dictaba. - Nos vemos otro día, cuñada... - Esta vez el modo de dirigirse fue con énfasis, la conversación la había alterado y quería remarcar que nunca dejaría de ser su cuñada por mucho que se esforzase.- Cuídate.
Se marchó por la puerta tomando el móvil y respondiendo a los mensajes pendientes.
[Traducciones] Por si como yo, sabes poco de italiano, xd
Miércoles 27 de Agosto
Media tarde
La tregua entre ellas no podía durar mucho, cosa que era normal. Aunque Beatrice hubiera aprendido a controlarse, seguía llevando en las venas la furia latina y prendía con facilidad. La rabia la invadió cuando se dio cuenta que aquella loca no había entendido nada y que seguía, tozuda, queriendo acosar a su hermano y jodiéndole más la vida, como si no la tuviera ya bastante jodida siendo hijo de quien era.
No la respondió en italiano porque ella estaba más acostumbrada al inglés, pero sí había entendido todo lo que Lucía la había dicho. - ¡Estas loca Bianchi! ¡Tendrías que estar en un puto manicomio! - Aquello iba a terminar muy mal pero, por suerte, la pelirroja ya se estaba yendo y Beatrice no solo no tenía intención de retenerla sino que la sujetaba la puerta para que saliera.
No dijo nada de su amistad con Emma y Nali. Esas dos mujeres eran suficiente listas y fuertes para no dejarse arrastrar por esa tarada, estaba segura.
Sin embargo... ¿Daniel? ¿Habría visto bien? ¿Era ese Daniel su amigo el fotógrafo? Un sentimiento de cierta angustia o miedo surcó su estómago ¿Habría condenado a Daniel al suplicio de caer en brazos de Lucía por haber dado esa maldita fiesta?
Aquello sí que la dejó muy preocupada, pero podría ser que no fuera el mismo Daniel. Sí, el Daniel que ella conocía jamás se juntaría con alguien como la Bianchi.
- ¡Ciao!-.
Una vez que su "ex-cuñada" abandonó la casa, Beatrice se sintió intranquila, como si supiera que esa mujer no tramaba nada bueno pero que no pudiera hacer nada para detenerla.
He dado por hecho que ha visto el nombre del mensaje en el móvil. Si no es así, dímelo y rectifico (aunque pienso que da más juego si lo ve) ^^"
- Escena cerrada, supongo -
Lo puse aposta para que lo veas.
Piensa que Lucía lo tendrá guardado en contacto como: Daniel Fotógrafo, o similar.
Cerramos.
Miércoles 27, cerca de las 20:00, Casa de Andrea.
Ese susurro le arrancó un agradable escalofrío que se deslizó por su espalda, pocos conseguían esas reacciones en ella y el italiano parecía experto en ello. Se humedeció los labios, y mostró una pequeña sonrisa ante lo último.- Deberemos descubrirlo entonces.-Le respondió con ese tono suave e íntimo, mientras giraba un poco el rostro para poder mirarle a los ojos. La cercanía con él nunca le había resultado incómoda, ni siquiera en momentos así que parecía más una tentativa que otra cosa. Parpadeó con suavidad, y tras eso tomó aquella copa que él le ofrecía con tanto encanto.
La gracia de los italianos era fascinante. La respuesta que él le dio la hizo reír divertida mientras movía la cabeza suavemente, los rizos se deslizaron traviesos de lado a lado, con esos botes que parecían ser muelles saltarines.- ¿Acaso se trata de una segunda invitación? Porque si es así... Creo que no puedo negarme.-Llevó una de las manos hacia la camisa de él, y deslizó la mano suavemente retirando una pequeña doblez que se había hecho en la tela, tras eso lo miró a los ojos divertida.- Y te aseguro... Que una vez acepto una invitación, no me echo atrás.-Deslizó dos de sus dedos por la solapa de la camisa, y tras eso apartó la mano con gran encanto y elegancia.
Tras el beso, un beso sin más intenciones que una demostración de cariño inocente, la joven lo observó sonriendo. Le gustaba ese brillo en la mirada de él, no lo veía demasiado, tal vez por eso lo atesoraba tanto cuando aparecía. Apretó un poco los labios, un gesto medido y disimulado.- Puedo decir lo mismo, Andrea. Y para lo mucho que me gusta... Poco nos vemos últimamente.-Le picó la nariz con suavidad, para después alejarse con ese caminar elegante.
Tras dejar sus cosas, la risa del muchacho la hizo girarse hacia él suavemente.
Es tan distinto a cuando ella está... Lo escuchó casi hipnotizada, esa mezcla de idiomas y como el italiano quedaba en sus labios conseguía despertarle sentimientos encontrados. Le pasaba desde que lo conocía.
- Tal vez después de esta noche... Nuestras salidas para comer o cenar, se deban desplazar a nuestras casas para que me cocines.-Le respondió sonriendo mientras lo seguía hacia el interior del hogar. Lo siguiente lo hizo mirarle con los ojos ligeramente achicados.- Eso es peligroso... ¿Eh? -Le susurró con esa sonrisita divertida y llena de complicidad. La verdad es que con Andrea nunca había coqueteado o intentado nada. No porque no le gustase, si no porque... Había algo más, algo que le decía que seguramente una noche no fuese suficiente.
Caminó por la casa del joven con él, al llegar al lugar en el que estaba la mesa los ojos de esta se abrieron ligeramente llenos de sorpresa. El detalle le había encantado, para Ophelia la presentación era algo esencial... Se acercó para observar todo, y antes de sentarse se quedó con cada detalle que él había preparado para esa noche, tras eso lo miró sonriendo agradecida.
- Debo decir que por ahora... Está siendo muchísimo mejor de lo que podía esperar. Gracias por... Preparar esto para nosotros.-No era una joven que agradeciese tan a la ligera, ciertas cosas costaba sacárselas pero en ese momento estaba sorprendida. Mucho, y para bien.
Con suavidad se sentó en una de las sillas dispuestas, se acomodó bien la ropa asegurándose que no se arrugaría y tras eso esperó a Andrea mientras miraba todo con curiosidad. Al sentirlo volver, Ophelia se giró hacia él y observó como niña pequeña el plato.
- ¡Oh! Sin duda me espera una noche inolvidable...-Unió las manos al frente de su pecho con gran ilusión, la comida le perdía, le encantaba comer... Pero no cualquier comida, la buena comida.
Era alguien genuino, al menos cuando estaba conmigo se permitía ciertas ligerezas y tropiezos como la melosa música de Hozier, sin duda jamás me aburría cuando se trata de Elijah. Tampoco juzga mi apetito, sabe que estoy en dieta de volumen y necesito una enorme cantidad de comida además de todo el ejercicio que hago en el día, por lo que puedo llegar a comer hasta seis veces en un solo día, Emma y Andrea siempre me preguntan a donde va toda esa comida, Elijah sabe exactamente a donde.
el comentario de la grasa de los noventa casi hace que me atasque con lo que mordí, a lo que apenas pude salvarme, tragar y reirme posterior a ello, lo miré divertida mientras terminaba mi risa, solo para contradecirlo.
–Ten algo de respeto… la grasa cocina desde el ochenta y tres –
Seguí riendo mientras continuaba comiendo, las hamburguesas desaparecen a una velocidad extraordinaria, es lo típico en deportistas, el hambre constante, espasmos musculares todo el tiempo y estar caliente 24/7 eran las consecuencias de una vida “saludable”. Mencionó el plan de la noche y yo asentí vigorosamente.
–¿Cómo supiste que planeaba pedirte ir a aullarle a la luna? – dije algo divertida, aunque me incorporé suavemente en mi asiento y lo mire con esos ojos que ya conocía a la perfección. Ojo por ojo, diente por diente –La persona que me trajo aquí me cambió por su amiga la loca, así que no tengo nada de ganas de volver al dormitorio, cualquier plana hora es un rotundo sí para mí, especialmente si serás tu quien me acompañe en mi travesía – dejé ahí la oferta, lo que fuera que saliera o surgiera, yo sin duda estaría dispuesta.
Como si toda la situación no se hubiera salido por completo de ambos, yos entia caer en una espiral de deseo mientras lo arrastraba conmigo, bajo su faceta perfectamente en control podía notar las grietas marcadas por el deseo, un deseo con el que me daba estocadas y me abría sin piedad alguna, como lo deseaba. Es demasiado evidente que no estoy acostumbrada a la penetración, cada empuje suyo se siente tan desgarrador como el primero y me arranca gemidos demasiado íntimos que ni siquiera yo me conocía, un sonido dulce pero desesperado y ansioso, y justo cuando no pensaba que pudiera empeorar, empeoró.
Me levanté y eso causó que el ángulo de estoque fuera demasiado profundo y justo. Justo en el lugar donde no debería golpear tan seguido es lo que se siente justo ahora, mis piernas pierden fuerza pero como puedo me sujetó a él mientras mis brazos hacen casi toda la fuerza al sostenerme de su cuello, para este momento toda decencia me ha abandonado y no tengo temor alguno de mirarlo con esos ojos llenos de lujuria y completamente sumisa a sus deseos, buscando solo más y más, con el sudor de mi pecho mezclado con el suyo, su lengua buscando nuevamente mis pezones y yo incapaz de controlar lo mucho que mis adentros lo aprietan, cada vez más y más, lo que se traduce en mucha más sensación, como si quisiera que se saliera pero al mismo tiempo que se quedará ahí para siempre.
En un momento me golpeó justo en medio y yo solté un chillido desesperado, entrando un poco en pánico por lo increíblemente fuerte de la sensación, que parecía querer ahogar mi voz mientras sentía unas lágrimas de placer querer asomarse por mis ojos, mi voz flaqueaba y apenas podía hablarle, balbuceos secos y entrecortados pidiendo que me bajará, sin duda no podría soportar demasiado que cada estocada me golpeó justo ahí y desconozco el límite de mi propia sed, sin mencionar que ¿Se acabaría todo si me corro? Quería disfrutar de él, aunque fuera solo un poco más.
Sábado, por la mañana
La mañana estaba casi en silencio.
Solo el rumor perezoso del mar, el crujir leve de la arena bajo mis botas y el rasgar intermitente del carboncillo sobre el lienzo. El sol apenas había asomado por el horizonte, tiñendo el agua con ese brillo dorado que solo dura unos minutos antes de volverse azul. Siempre venía a esa playa a esa hora. Era el único momento del día en que el mundo no me pedía nada.
Pero hoy no estaba solo.
Bueno… todavía no.
Lucía había dicho que vendría. No sabía si realmente lo haría, pero igual había preparado algo, casi sin pensarlo. Un pequeño caballete al lado del mío, una manta doblada sobre la arena, de esas de cuadros rojos y blancos que parecen sacadas de una postal ridícula, un termo de café y un par de cornetti que había comprado en la panadería del puerto. El viento había intentado llevárselos dos veces, pero resistían, como si también esperaran su llegada.
El mar olía distinto esa mañana. O quizá era yo, nervioso por algo tan absurdo como verla aparecer. Llevaba semanas convenciéndome de que Lucía era solo una amiga… alguien con quien era fácil hablar, reír, debatir sobre tonterías mientras el tiempo se disolvía. Pero había algo en su forma de mirar, en su risa que sonaba como una provocación apenas disimulada, que me descolocaba.
La vi antes de que ella me viera.
Me quedé quieto, observándola acercarse como si no quisiera que el momento se terminara. Había algo hipnótico en la forma en que la luz se reflejaba sobre su piel, en la naturalidad de sus movimientos, como si perteneciera a ese paisaje y no fuera una intrusa en él.
Me levanté y, antes de que dijera nada, señalé la manta extendida, el café y los dulces.
-Buenos días, signorina Bianchi - dije, intentando parecer casual, aunque mi voz tembló un poco por el aire salado-. No sabía si llegarías… así que pensé que el mar y yo podríamos tener desayuno para tres.
Sábado
Por la mañana
Apareció por le horizonte con paso tranquilo.
Vestía un vestido fino de un blanco casi translúcido que abierto por el frente hasta bajo su pecho dejaba ver un bañador en tonalidad rojizo. El vestido caía hasta casi el suelo zarandeándose al ritmo del viento dejando ver unas sandalias de esparto un tanto incómodas pero que encajaban bastante bien en el outfit elegido. Unas gafas de sol que cubrían casi todo su rostro rozaban con la pamela de gran tamaño que portaba con estilo y agarrada en su copa con la mano para evitar que saliese volando.
- Menos mal que fuiste previsor, porque da la casualidad que no desayuné esta mañana con las prisas por disfrutar de esta maravilla mañana de los últimos días de verano. - Le siguió el juego desviando la vista con cierta curiosidad hacia los caballetes que se encontraban colocados a un lado del desayuno no tan improvisado. - Me estás salvando la vida.- Una sonrisilla juguetona emergió de sus labios mientras se quitaba las gafas de sol para dejar a la vista sus bellos ojos azulados.
No pudo evitar rozar con la punta de sus dedos uno de los lienzos en blanco. Como buena estudiante del arte, adoraba este en todas sus formas, y la pintura era una que además de gustarle la dominaba con cierta destreza.
- Son muchas tentaciones en muy poco espacio.- Dijo centrando su mirada en Daniel tras haberla desviado para ver el dulce que pensaba atacar. - Me encuentro indecisa con cual empezar.- Y con cierta sutilidad abrió la boca lo justo para introducir la punta de un croissant en su boca y lo mordió con cuidado.- Mmmm, delicioso.- Cerró los ojos y dejó escapar un agradecido gemido mientras degustaba el dulce.
Sábado
Por la mañana
Lucía apareció a lo lejos, y por un momento tuve que apartar la vista del lienzo para asegurarme de que no estaba imaginándolo. El viento jugaba con su vestido blanco, haciéndolo ondear como si fuera una extensión de la brisa misma, y durante unos segundos me limité a observarla avanzar, cada paso más lento que el anterior, más real.
Tenía preparada la pequeña mesa de madera frente al caballete: dos cafés, croissants, un termo de leche espumada y una flor seca que había encontrado en el camino. Todo improvisado, torpe, pero con una intención que me costaba disimular. Había pasado toda la mañana buscando el ángulo perfecto, el punto donde el sol bañaba el agua y hacía que el horizonte pareciera respirar. Y aun así, lo único que me interesaba pintar era la expresión de su cara cuando llegara.
Cuando la vi acercarse, me puse de pie y me sacudí la arena de las manos. El corazón me latía rápido, demasiado rápido para algo tan simple.
No era por el cuadro, ni por la playa. Era por ella.
La observé detenerse, mirar el desayuno, tocar el lienzo en blanco con la punta de los dedos. Me mordí el labio. No podía quedarme ahí quieto como un idiota, así que hice lo primero que me vino a la cabeza.
-No te muevas -dije, apenas consciente de que lo había pronunciado en voz alta.
Tomé un pincel, lo mojé en el café y comencé a trazar sobre el lienzo. No buscaba técnica, ni detalle. Solo movimiento. Luz. La curva del viento sobre el vestido. La forma en que el sol se reflejaba en su piel.
No pensé, solo pinté. Deje que el pulso me guiara. Que el temblor en mis dedos dijera lo que yo no me atrevía.
Cuando terminé, bajé el pincel y respiré hondo. El olor a café mezclado con el salitre del mar me llenó el pecho. Me di cuenta de que estaba sonriendo. No porque el dibujo fuera bueno, no lo era, sino porque, por un instante, había conseguido detener algo imposible: el momento exacto en que ella apareció en mi vida como una pincelada que no se borra.
Me quedé mirando el lienzo un rato, sin decir nada. Luego, en voz baja, apenas audible:
-Supongo que ya no necesito el mar -murmuré -. Hoy tenía mejor modelo.
Sábado
Por la mañana
Arqueó la ceja al escuchar esa orden, pero en cuanto sintió la intención del fotógrafo se quedó plantada.
Era una postura simple, natural, pero estaba posando. Medio ladeada con la cabeza girada hacía él, la cual sostuvo brindándole una sonrisa alegre, una que intuía quedaría bien retratada. Estuvo pensando en tirar el croissant para quitarlo de la imagen, pero se contuvo, Daniel sabría como arreglar ese pormenor.
No sabía cuanto tenía que estar quieta, y no sabía si hablar... no quería desconcentrarle. Se mantuvo callada, mirándole con una mirada llena de expresividad. Manteniendo la respiración mientras uno de sus brazos se encontraba relajado sobre su figura con el objetivo de que el viento no la elevase el vestido demasiado.
Una sonrisilla juguetona y agradada llegó con un pequeño sonido esbozado ante el comentario. - ¿Puedo verlo? - Dijo y sin tener respuesta se acercó.
Lo hizo dando un pequeño rodeo, acudiendo al otro lado del lienzo por la espalda de Daniel y posando su barbilla en el hombro del hombre. No había más contacto el de la barbilla, pero el olor afrutado de su perfume, y la calidez de su respiración embriagaba al fotógrafo. - Es un boceto magnífico. - Dijo viendo los trazos rápidos para dejar ver lo que podría ser aquel cuadro de continuarlo. Había captado su esencia y personalidad en un esbozo.- Quizás cuando habrá mi galería puedas exponer allí.
Se alejó por la espalda y acabó de dar cuanta al croissant. A diferencia de las anoréxicas que transitaban el Campus contando calorías, a ella eso le importaba más bien poco.
- Me sorprendió que me escribieses.- Dijo acercándose a la zona donde estaba el material de pintura y examinándolo con detenimiento. Tomó un pincel y empezó a probar la resistencia de sus pelos dando sutiles toquecitos con la yema de su índice. - Imaginaba que un chico tan sociable tendría los findes bastante ocupados.
No lo miraba directamente, pero si se mantenía atenta a sus movimientos. Lo analizaba disimulando no hacerlo.
- ¿Acaso hoy no hay partidos de College? - Preguntó que aquello era el pasatiempo oficial de las Universidades en Estados Unidos, ir a apoyar a los equipos de tu Universidad, un sentimiento tan patrio y profundo como el que tenían por la bandera del águila bicéfala. - Quizás aún es pronto si solo llevamos una semana de clases.- Por supuesto, Lucía estaba totalmente desconectada de todo ese fenómeno social que había entorno a las universidades.