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Pequeños pecados

OTROS ESCENARIOS

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06/09/2025, 17:13
Leinali Dyson

Reserva de cocodrilos Hogswaller. Fin de Semana


La familia de Alvin era... demasiado peculiar. Me parecía que ni Bea ni yo terminábamos de estar bien en aquel ambiente, pero cualquiera se marchaba ahora que estábamos allí, así que nos dirigimos hacia aquella supuesta fiesta que por lo visto tenían atrás.

-No sé si quiero saber cómo son de verdad -le susurré a Bea, mientras me pegaba a ella y caminábamos siguiendo el camino de cocodrilos verdes.

Yo miraba a los "tranquilos bichos" sin fiarme un pelo de ellos, porque por mucho que quisiera que no se extinguieran, tampoco tenía que ir de cabeza a buscarme uno para tenerlo de mascota.

No me gustaban, punto.

Detrás de la casa tenían puesta una mesa que parecía no tener fin, hecha como con trozos encontrados aquí y allí, y demasiados animales sobre ella. El olor de carne demasiado hecha me obligó a cerrar las fosas nasales y ver aquel jabalí provocó que volviese la cabeza.

-No voy a poder quedarme aquí. Lo siento, pero esto no es lo mío -le dije a Bea.

Después de tanto tiempo sin oler la carne hecha tan de cerca, me resultaba bastante desagradable. Ni siquiera me estaba enterando de las bromas que gastaban, en parte sobre nosotras o Alvin, y también sobre la comida o algo así.

Retrocedí y me quedé algo atrás, mientras Bea avanzaba y tomaba una de aquellas bebidas que habían preparado. Yo aún necesitaba recuperarme del asco que sentía, cuando una chica que parecía haber sido hecha para despertar la tentación de cualquier tío... y también de algunas de nosotras, apareció como de la nada. Era verdaderamente guapa, o como se suele decir, estaba buenísima de la muerte.

Alvin parecía sentirse algo atolondrado. Sin duda, le gustaba la chica, cosa que entendía perfectamente.

De alguna manera, conseguí acercarme un poco y atender a las presentaciones.

-Encantada, Sherry. Todo el que aguante a Alvin es amiga nuestra seguro -le dije, con una sonrisa algo forzada. Cada vez el olor era más intenso y me estaba temiendo que terminase por causarme nauseas.

Bea se estaba metiendo cada vez más en el papel, pero yo me sentía demasiado incómoda, así que negué con la cabeza, me tapé la nariz y me volví corriendo hacia la parte delantera de la casa. Solo cuando llegué allí, pude volver a respirar aire más o menos puro.

En esos momentos ni siquiera me importaban los cocodrilos.

Notas de juego

Pues Nali me parece que se va a pasar el día en el coche.

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08/09/2025, 01:15
Emma Valentina Ramírez De la Vega

Sentí una excitante e inusitada vergüenza cuando descubrí mis pechos de aquella forma tan "de zorra" ante Nali. Una sensación muy similar —y tremendamente adictiva— a la que sentía cuando me miraba en el espejo mientras, de espaldas a este, me masturbaba y estimulaba los pechos. Imitando a alguna que otra actriz porno cuyo contenido frecuentaba casi a diario —y siempre en ausencia de mi compañera de cuarto—.

Una vez revelé el primero de mis encantos, los ojos de mi acompañante no tardaron en recorrer mis pechos. Testigo de cómo, casi a continuación, su respiración se disparaba. Parecían gustarle. Algo que, obvio, me excitó. ¿Quién, en su sano juicio, no se excitaba siendo el objeto de deseo de su amante?

Comenzó a desabotonarse la camisa con evidente prisa. Y yo, necesitada urgentemente de más atenciones, no esperé a que acabase de hacerlo. En su lugar me doblé hacia delante, con una mano en su nuca —de manera dulce aunque firme—, otra sobre su muslo —que cada vez avanzaba más hacia su entrepierna— y el vientre —trabajado aunque no en exceso— en tensión, retomando aquel ardiente, húmedo, intrusivo y profundo beso que habíamos pausado unos instantes atrás. Llegando a hacer prisionero, en ocasiones, su labio inferior entre los míos con toda la sensualidad y ansiedad que ahora mismo desprendía todo mi agitado cuerpo.

Entretanto, se bajó la camisa, las tiras del sujetador y liberó sus pechos. Que, obviamente, no dudé en devorar con los ojos inyectados en la más absoluta y primigenia lujuria. Eran más grandes que los míos. Y sus pezones también estaban erectos. Imagen que me sacó una traviesa y lujuriosa sonrisilla al tiempo que, y ya ambas con el torso desnudo, me dejaba caer hacia atrás —sobre la cama— instando a mi amante a hacer lo mismo.

Una vez tumbadas, pude notar cómo los pechos de Nali —cálidos, suaves y generosos— se comprimían contra los míos deliciosa y eróticamente. Arrancándome un sonoro y repentino jadeo en el proceso, además de generarme un aumento en la cálida humedad que se arremolinaba entre mis piernas y que tan empapada me tenía. Esta vez no iba en bañador —vestía un pantaloncito corto de verano y, bajo él, unas sugerentes braguitas negras de corte brasileño, talle corto y zonas de encaje con alguna precisa y provocativa transparencia—, por lo que no dudaba, más aún después del insólito calentón del momento, estuviesen empapadas hasta el punto de habérseme escurrido algo por los muslos. Idea que me provocó una excitante vergüenza adicional y, por ende, un aumento de fogosidad y excitación.

Volvimos a besarnos. Esta vez, y al menos por su parte, con mayor seguridad mientras sus manos acariciaban mi mejilla, mi nuca, mi cadera y mi espalda. Erizándoseme la piel al paso de sus manos por mi nuca y, adicionalmente, arqueándome con suaves y contínuos temblores cuando lo hizo sobre la cadera y la espalda.

Hasta ese momento no fui consciente de la colosal falta de amor y afecto que sufría. Viéndome colapsada por el sinfín de intensas —y casi desconocidas— sensaciones que Nali estaba desatando en mi cuerpo.

La chica no tardó en romper nuestro beso —y he de reconocer que pareció costarle—, enfocándose entonces en mi cuello. Temblorosa, inquieta y cada vez con más continuos y sonoros jadeos —a un paso de convertirse en lastimeros y ardientes gemiditos— ladeé la cabeza para dejarle un mejor acceso a la zona. Llevando mis manos —nerviosas, ávidas y hambrientas de contacto— tanto a su nuca como a su espalda. Brindándoles firmes, cariñosas y ansiosas caricias.

Me estaba derritiendo por momentos y notaba cómo la ropa nos sobraba —muchísimo— a las dos.

Los labios de Nali descendieron por el cuello hasta llegar a mi pecho. Momento en el que la chica apresó mi pezón entre sus labios. Atendiéndolo seguidamente con su lengua en suaves movimientos ascendentes y descendentes que ocasionaron que, nada más sentirlo, abriese los ojos de par en par, bufase, me arquease y gimotease de placer.

¿Esto es lo que me había estado perdiendo todo este tiempo atrás...?

Lejos de detenerse, la muchacha repitió su atención sobre mi otro pezón. Garantizándose, y puede que sin saberlo, el hacerme perder cualquier tipo de cordura o filtro. Al menos mientras durase aquel tórrida encuentro.

Después de acabar con la deliciosa y adictiva tortura a la que había sometido tanto a mis pechos como a mis pezones, la chica subió hasta mi boca. Donde la recibí aún más ardiente, apasionada y desatada que antes. Y mientras mi boca y mi lengua se encargaban de las suyas, mis manos subieron a sus pechos. Con los que empecé a jugar y estimular —con bastante más experiencia y acierto que la demostrada con la boca—. Tanteando a ver qué le producía más excitación a Nali para, posteriormente, intensificarlo.

Desconocía los gustos sexuales de Nali —tanto los que dar como los que le gustaba recibir—. Y tampoco era plan de preguntárselo ahora o forzarla a hacer algo con lo que no estuviese cómoda. No es que yo fuese una entendida del tema —hasta hace tres días, literal, creía ser hetero— pero sí sabía las partes que más me excitaban de los vídeos que veía. Así pues, y guiada por el mayor calentón que había experimentado en toda mi vida, opté por subir un poco más la temperatura. A ver cómo respondía ella.

Poco a poco fui bajando mis hambrientas manos —antes en los pechos de la chica— por su cuerpo: el canalillo, luego el abdomen y finalmente deteniéndome en su bajo vientre. Momento en el que froté su zona íntima —con cuidado— por encima de la ropa. Deleitándome con el resultado.

Pero aquello no era todo. A continación, y tras pausar momentáneamente nuestros besos, cabeceé en dirección hacia abajo. Invitándola a mirar la provocación que tenía planeada para ella. Así mismo, y sólo cuando mirase hacia abajo, llevaría una de mis manos a un lateral de mi pantaloncito. Haciendo a un lado tanto la prenda como mi braguita —dedicándole, muy excitada y avergonzada, un primer plano de mi rosado y pequeñito sexo desprovisto de vello— mientras con la otra mano introducía dos dedos —el corazón y el anular— en mi húmeda, necesitada y palpitante grieta. Arrancándome un sonoro gemido y un bufido al tiempo que, temblorosa y cerrando los ojos de puro placer, me arqueaba de principio a fin.

Saqué los dedos y repetí el gesto dos veces más. Acabando por, ahora sí, retirar los dedos y dejar la prenda de nuevo en su posición. Seguidamente elevando la mano —con los dedos brillantes y húmedos a causa de mis fluidos vaginales— a un punto medio entre su boca y la mía.

¿Q-querés... o... preferís que... lo lama sho...? —le pregunté confidente mientras mi otra mano, la que usé para hacer a un lado mi ropa, descendía hasta su pantalón. No tardando en tironear de él con la intención de desabrocharlo.

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10/09/2025, 20:06
Leinali Dyson

Para mí, Emma era deliciosamente hermosa. Sin lugar a dudas, su aspecto era completamente opuesto al mío, inalcanzable, un diez en la escala de deseo para cualquiera, hombre o mujer, y tenerla allí delante, con sus pechos expuestos ante mí y dispuesta a estar conmigo era… bueno, no podía creérmelo.

Claro que no tuve tiempo para pensar demasiado en ello, porque estaba en modo automático. Pero sí que sentía que había algo más, que el vínculo que se había formado entre las dos hacía que sintiese un deseo mucho más intenso por ella, que por cualquier otra chica que simplemente me atrajese.

No era un ligue de un día, un “aquí te pillo, aquí te mato”, y quizás después, precisamente por ese motivo, tuviésemos problemas para seguir juntas, de la manera que fuera.

Pero ahora solo quería, únicamente podía pensar en, estar con ella y nada más. Estaba excitada y no era capaz de pensar con claridad, pero sí que sabía lo que deseaba, lo que necesitaba, más que otra cosa.

Y lo más excitante de todo era que veía en ella el mismo ardor que yo experimentaba, por increíble que pareciera, aunque fue todavía más evidente cuando corrió a besarme mientras me agarraba, cuando aún no había terminado de quitarme la camisa. Su beso fue profundo y desesperado, y provocó que yo respondiese con otro de la misma intensidad, abriendo la boca con ansiedad, separando mis labios para dejar paso a los suyos.

Cuando terminé de liberar mis pechos, vi que una sonrisa aparecía en sus labios, lo que hizo que yo también sonriese, como si ambas estuviésemos haciendo algo prohibido, pero tan increíble que era imposible resistirse a ello. Nos encontrábamos en una carrera para la cual nos habíamos estado preparando toda la vida y ahora ninguna de las dos iba a detenerse antes de llegar al final.

Emma se echó hacia atrás sobre la cama y yo me recliné sobre ella, sabiendo que caía al abismo del placer, en el cual tan pocas veces me había sumergido, y mucho menos con alguien como ella, capaz de acercarse a mí de la manera en la cual lo había hecho.

Sus pechos eran preciosos, como el resto de ella, y al sentir los suyos, fue como si una deliciosa lluvia empapase mis piernas. A su jadeo, repliqué yo con otro mío y se formó una sucesión de suspiros que no hacían más que reflejar lo que ambas sentíamos.

Para mí, que aún no había estado con nadie hasta el final, aquello era algo especial, y el desearlo desde casi el primer instante, pero sentir que además se había ido incrementando con el paso de los días, y eso a pesar de lo poco que nos habíamos visto, me estaba haciendo perder el control por momentos. Quitarle el resto de la ropa y desembarazarme de la mía, se convirtió en una tarea hercúlea, porque no me apetecía desviar mis manos de su cuerpo, que exploraba cada vez con mayor desenfreno, intentando meterlas por debajo su pantaloncito, primero por atrás, y después por delante.

Yo la devoraba con besos y al sentir sus pezones entre mis labios, descubrí un sinfín de sensaciones que me volvían loca, incluso siendo yo quien estaba tocándola a ella y no a la inversa. Además, sus gemidos llegaban hasta mis oídos con intensidad, provocando tanta necesidad en mi cuerpo que me apreté todavía más contra ella, maldiciendo no haberme quitado también los pantalones.

Cuando regresé a su boca, aún podía sentir su sabor entre mis labios, pero sus manos en mis pechos se encargaron de hacerme olvidar todo lo que estaba haciendo, casi paralizándome.

No me di cuenta de que se trataban de mis propios gemidos hasta unos segundos más tarde, cuando conseguí abrir los ojos y evaluar la situación. Sus dedos se movían con habilidad, aunque yo deseaba todavía más, así que coloqué una mano sobre la suya y la obligué a apretarme más.

Era como si todo lo que me hacía, me pareciese insuficiente para satisfacer la creciente necesidad que me iba dominando por completo.

No me había dado cuenta de lo mucho que necesitaba estar con alguien, no tanto físicamente, como por el hecho en sí. Demasiadas veces me había sentido marginada, fuera de lugar, e incapaz de conectar con nadie salvo con aquellos que a su vez se encontraban igual que yo.

Hasta que me crucé con Emma.

En aquella playa me hizo sentir especial y ahora, estaba volcando todo aquel sentimiento en ella, con cada beso y cada caricia, que por momentos se sentían más intensos. Y lo mejor de todo era que ella respondía de igual manera, como si aquel momento fuese justo el que ambas necesitáramos y hubiésemos estado esperando.

Pero era inexperta y lo notaba, me daba perfecta cuenta de que mis movimientos parecían algo descoordinados, empujados por el frenesí y escasamente guiados, por lo que continuamente intentaba controlarme y no terminar de perderme.

Cuando sus manos descendieron hacia mi sexo, el hecho de sentir como lo frotaba me hizo volver a gemir, separando mi boca de la suya sin que pudiera hacer nada para evitarlo. Lo único que deseé en ese momento fue que siguiese tocándome de aquella manera pero que no se quedase allí, sino que introdujese su mano bajo mi ropa.  Antes de que pudiera hacer o decir nada, se echó a un lado su pantaloncito y las braguitas, descubriendo su sexo, mientras que con la otra procedía a masturbarse. Era un espectáculo excitante ver como ella misma se tocaba, penetrándose con dos dedos, y se dejaba llevar por el placer mientras yo la observaba con los ojos muy abiertos y sonreía por pura sorpresa.

Cuando elevó su mano con los dedos humedecidos de sus propios flujos, la agarré entre mis dedos y me acerqué lentamente para pasar la lengua por ellos, muy despacio.

Por supuesto, todo aquello no era algo que hubiera imaginado, pero tampoco es que supiera o fuese capaz de haber predicho que podía llegar a estar con Emma… o con nadie, pero mucho menos con ella.

La miré, hipnotizada, y en medio de aquel momento, me preguntó, insegura, lo que deseaba que me hiciera, mientras tiraba de mis pantalones para empezar a quitármelos.

-Quiero sentirte tan cerca que no sepa cuál es tu piel y cuál la mía –le respondí, dándome cuenta de que quizás había sonado algo peliculero, pero que era tal y como me sentía en esos momentos, pues lo que me hiciese, deseaba hacérselo también a ella, y puesto que se había masturbado, yo también quería hacerlo para que ella pudiera observarme.

Me bajé de la cama y yo misma me deshice de ellos con rapidez, quedándome completamente desnuda para ella. Era la primera chica que me veía completamente desnuda, aunque también iba a ser la primera para muchas otras cosas.

Entonces, cogí su mano y la dirigí hacia mi sexo, que estaba completamente empapado. Sus dedos exploraron mi carne y hallaron mi clítoris con rapidez. Ya no hizo falta que siguiese empujándola por la muñeca, porque ella supo muy bien cómo debía tocarme y qué necesitaba hacer.

Y desde luego, que lo hiciera Emma no se parecía en nada a cuando lo hacía yo por mi cuenta.

Permanecí de aquella manera, mientras ella me tocaba, durante un rato, hasta que, viendo que era muy capaz de correrme así mismo, decidí separar su mano.

Cuando recuperé de nuevo algo de compostura, la miré de nuevo.

-Nunca nadie me ha visto así… ni me ha hecho algo como esto–le dije.

A continuación, fui yo quien le retiró los pantaloncitos y las braguitas a Emma, y me tumbé sobre ella, con una de sus piernas entre las mías, contactando directamente con mi sexo. La presión hizo que sintiese un deseo irresistible de moverme de manera que me frotase con su rodilla y su muslo, así que me desplacé hacia delante y, antes de caer víctima de mi propia desesperación, deslicé mi mano hacia su sexo, abriéndome paso entre sus pliegues hinchados y empapados, hasta localizar su clítoris, que palpitaba como si fuese el auténtico corazón de su cuerpo. Entonces, empecé a acariciarlo, frotándolo describiendo círculos, primero con los dedos y después, con la palma de la mano, mientras dirigía dos dedos para penetrarla.

Era delicioso sentir el contacto del cuerpo de Emma debajo del mío y al mismo tiempo, sentir que la presión aumentaba de tal manera entre mis piernas que me empujaba a moverme cada vez con mayor velocidad y fuerza, al tiempo que incrementaba también el ritmo de mis penetraciones y movimientos con la mano.

Acerqué entonces mi boca a la suya para besarla otra vez, devorarla, más bien, pero era incapaz de hacerlo y al mismo tiempo continuar moviéndome y gemir sin remisión, así que después de varios intentos, simplemente hundí mi rostro junto al suyo, mientras pasaba el brazo libre por detrás.

En esos momentos, nuestros cuerpos eran prácticamente uno solo y lo único que podía hacer era continuar moviéndome, más deprisa, con más intensidad, y esperar inexorable llegada del orgasmo.

Notas de juego

Perdona la tardanza. 

Llevo una semana complicada.

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16/09/2025, 14:04
Emma Valentina Ramírez De la Vega

Miércoles 27 de Agosto,
~16:19


 

La chica proyectaba en cada gesto, suspiro y mirada la misma necesidad, ansia y urgencia por devorarme a mí que yo por hacerlo con ella. Éramos algo así como un par de incendios descontrolados que amenazaban con fundirse y crear uno aún mayor. Uno que, y sin lugar a duda, devastaría todo a su paso. Y aunque en ese momento no me importó lo más mínimo —ni el juicio ni la coherencia habían sido invitados a aquel inesperado y delicioso encuentro entre ambas—, sentía cómo en algún recóndito lugar de mi mente ya estaban activas todas las alarmas. Avisando silenciosamente de la tormenta que se avecinaba.

No pude evitar la necesidad de sentir sus labios sobre los míos. Razón por la que, y sin esperar a que se desnudase, la besé. Ella no dudó en responderme el beso con otro exactamente igual. Lo que me hizo sonreír entretanto. Mueca que también me correspondió: una sonrisa que, no sé si por el momento, por la inusitada excitación, por lo idealizada que tenía a Nali o por qué, pero me pareció la más sincera, traviesa, hermosa, sexy y apaciguadora que había visto en mi vida. Me sentía deseada —amada, incluso— como nunca antes. Y aunque su cuerpo y sus gestos iban cargados de nerviosa y acelerada urgencia, ninguna de sus atenciones fue ruda. Todo lo contrario. Estaba tratándome, no sé si consciente o no, como la princesa con la que me sentía identificada. Siendo esta la primera vez en mi vida que alguien me hacía sentir tan especial y única.

Los excitantes jadeos entre ambas se sucedían uno tras otro. No a modo de competición, si no más bien como fruto de un contagio: uno de lo más adictivo, lujurioso y prohibido. Las atenciones de su boca —y su lengua— sobre mi pezón me arrancaban suaves, sensuales, intensos e "inocentes" gemidos con pasmosa facilidad y constantes temblores y arqueamientos. Sintiendo cómo el abrazo de la chica se estrechaba aún más contra mí. En este punto, y consciente de lo mucho que parecían excitarle los provocativos sonidos que sus atenciones me estaban provocando, sonreí temblorosa y me doblé un poco hacia delante. Apoyando mi cabeza —un poco zorrona— sobre su hombro para que pudiera escucharme mejor. Después de todo, eran suyos. De su propiedad.

Era mi turno de demostrarle cuánto la deseaba. Por lo que no tardé en estimular sus pechos —y sus pezones— con mis manos, encontrándome poco después con ellas sobre las mías. Invitándome a apretar un poco más sobre la zona mientras la chica no dejaba de gemir.

Algo... algo me dise... que... me haré "groupie"... de esta... vocalista... —dije bromista, agitada y sonriente muy cerca de su oído antes de separarme. Brindándole otro necesitado, urgente, apasionado, sentido y húmedo beso.

La experiencia que estaba viviendo con Nali estaba a otro nivel. Incomparable con ninguna otra que hubiese experimentado anteriormente. No es que fuese una experta en el tema. Y es que a efectos prácticos era la segunda vez que acababa en la cama con una mujer. Siendo la primera ocasión... extraña. Inconscientemente, incluso. Esta no. Esta había sido plenamente voluntaria. Y si la anterior me sirvió para darme cuenta que algo "no encajaba", esta lo había sido para comprobar lo increíble que una podía sentirse con alguien con quien sintonizabas y lo mucho que me había estado perdiendo.

Me dejé llevar y me masturbé un poco delante de ella. Entonces me vino a la cabeza una frase que se decía mucho en España: "Dama en la calle, puta en la cama". Descubriéndome —entre lo que estaba haciendo ahora mismo y por otras tantísimas cosas que había hecho, en solitario, en la más absoluta intimidad— como alguien que encajaba a la perfección con esa descripción. Lejos de incomodar a Nali, observé cómo, sonriente y muy sorprendida, no apartaba la vista del obsceno —y deliciosamente vergonzoso— espectáculo que le estaba dedicando. Cuando acabé y saqué los dedos de mi interior, empapados de mis fluidos, le pregunté si quería lamerlos o si, por el contrario, prefería que lo hiciese yo —no sabía si podía darle asco o algo—. Pero la chica no respondió. Al menos no con palabras. Simplemente agarró mi mano con cuidado y se llevó los dedos a la boca. Momento en el que los lamió de manera lenta y tremendamente excitante. Haciéndome sonreír complacida y fuertemente fogosa.

Nuestras miradas entonces coincidieron unos instantes. Silencio. Intimidad. Cercanía. Conexión. No era sexo lo único que nos unía. O al menos esa fue la sensación que me dio a mí. Había algo más. Algo muy fuerte e intenso. Como si... no sé. Desconozco si pensar en el mito del "hilo rojo" fue fruto de todo el cúmulo de sensaciones que estaba experimentando o si, por el contrario, se trataba de... otra cosa. Algo que no veía —o no quería ver—, escuchar ni saber. Pero que no dejaba de estar ahí.

Y... ¿A qué esperás para empesar...? —pregunté en un sensual susurro, dibujándoseme una sincera y marcada sonrisa libre de toda apariencia.

La provocación no tardó en surtir efecto. Y más pronto que tarde la chica se bajó un momento de la cama y se desnudó —dejando a la vista su rellenito aunque  atractivo cuerpo— ante mi atenta, analítica y lujuriosa mirada. Mordiéndome el labio inferior de manera lenta y provocativa. Tras subir nuevamente a la cama, se aproximó. Y después de quedar de rodillas frente a mí, cogió mi mano y la dirigió hacia su sexo —completa y deliciosamente empapado—.

Estaba decidida a hacerla estallar. Así pues, introduje el dedo corazón y el anular en el interior de su vagina, curvando los dedos una vez dentro del todo. Usando el pulgar para, con delicadeza, frotar en suaves círculos y semicírculos su clítoris al tiempo que recogía y esparcía los dedos sobre aquella zona rugosa en la cara interna del pequeño órgano. Mi boca se dirigió a la suya para calmar mi insaciable sed. Y mi mano libre fue hasta uno de sus pechos. Comenzando a estimular —con la presión que me había indicado anteriormente la chica— tanto este como el pezón.

Su agitación y sus gemidos fueron en aumento. Y muy cerca de estallar, y ante mi interrogativa expresión, me detuvo la mano. Compartiendo conmigo aquella pequeña confidencia.

Es... también es mi primera ves... —reconocí con una inocente, algo vergonzosa y apurada expresión.

Todo era excitante, prohibido y adictivamente nuevo para ambas.

Y... no sé tú. P-pero... sho... no... no me gustaría que fuese... tampoco... la última... —añadí con un hilo de voz, hipnotizada por los ojos y el cuerpo de la muchacha.

Por un momento pensé que Nali preferiría dejarlo estar. Algo que, de haber ocurrido, por supuesto habría respetado. Pero no fue eso lo que ocurrió: la chica se deshizo de mis pantaloncitos y mis braguitas ante mi traviesa sonrisa. Dejándome completamente desnuda y a su merced. Luego de eso, se tumbó sobre mí —apresando una de mis piernas entre las suyas— y comenzó a frotar, ante mi lujurioso asombro, su sexo contra mi rodilla y mi muslo. Deslizando seguidamente su mano hacia mi entrepierna: primero atendiendo mi hinchado y palpitante clítoris. Y, posteriormente, introduciéndome un par de dedos en mi interior como añadido a la mezcla.

Y entonces cortocircuité.

Las sensaciones fueron mucho más intensas, eléctricas y placenteras que las que yo misma me provocaba. Haciéndome gemir, arquearme, temblar y tensarse mi vientre como nunca antes. Intenté corresponderle los besos que, torpemente, intentó darme —y es que yo, fruto del indescriptible placer que me estaba provocando, tampoco atinaba a responderlos—. Acabando ambas con la cabeza apoyada en el cuello de la otra. En mi caso, además, acallando —en vano— los gemidos contra la zona. Tal era el colapso que me estaban generando sus manos, que algo tan sencillo como construir una oración simple —sujeto y predicado— se había vuelto una tarea titánica.

Llevé una mano a la espalda de Nali, acariciándola y estrechándola contra mi cuerpo con ansia y necesidad, mientras la otra —torpe y palma arriba— se colaba entre mi muslo y su sexo. Introduciendo los dedos, como buenamente pude, en el interior de la muchacha. Sustituyendo mi muslo y mi rodilla por mi pulgar en aras de atender a su hinchada y palpitante perlita. No es que tuviese reparo en que la chica llegase al clímax frotándose contra mi extremidad. Pero sí me hacía ilusión que, al ser la primera vez que lo hacíamos, llegase —y valga la redundancia— de mano de mi mano.

No fui capaz de aguantar mucho más toda la indescriptible excitación que me estaba generando. Y cual resorte que no es capaz de contener la presión por más tiempo, estallé. Todo mi cuerpo se tensó antes de implosionar y conflagar violentamente por dentro. Luego tembló fuertemente y, al final, se arqueó con un sonoro, intenso y alargado gemido seguido de un espasmódico temblor que se extendió en el tiempo —entre resoplidos puntuales y gemidos de placer algo menos intensos— varios minutos más. Dejándome exahusta, y muy agitada, sobre la cama.

Minutos después, y ya algo —aunque no demasiado— más centrada, miré fija y dulcemente a Nali. Acariciándole la mejilla con ternura mientras, cariñosa pero con un brillo pensativo, buscaba tanto su calor, su cercanía y sus besos.

El azar era verdaderamente caprichoso. ¿Qué probabilidad había de que los acontecimientos se hubiesen desarrollado así? Es decir, conocí a Nali el sábado por la tarde —y conectamos en seguida—. Esa misma noche tuve el "encuentro" con Lucía. Suceso que me hizo empezar a preguntarme —y preocuparme— por mi condición. El Domingo venga a comerme la cabeza. Lunes, cagada monumental —con descubrimiento y confirmación que era bombera— con aquel desconocido en la discoteca. Martes: echa mierda y al borde del suicidio. Y miércoles... en el paraíso. No lo proyecté —o creo que no lo hice— pero tenía miedo. Miedo de que, tras esto, se alejase de mí. Y es que, y contra todo pronóstico, Nali parecía haber conseguido encontrar una grieta en mi minuciosamente elaborada coraza. Parecía haber encontrado un camino directo a mi corazón. Y eso era un problema. Uno muy, muy serio.

Notas de juego

Perdona la tardanza. 

Llevo una semana complicada.

+1 ^_^"

¡Espero que haya valido la pena la espera!

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18/09/2025, 19:57
Leinali Dyson

Miércoles 27 de Agosto, alrededor de las 16:30 horas


Supongo que en algún momento recordé que yo no había ido a ver a Emma para eso, que había ido corriendo para abrazarla y agradecerle su regalo. Sin embargo, desde mi llegada, había entrado en un carrusel de emociones, con una Emma devastada por lo que era, algo que me resultaba demasiado familiar como para ignorar.

Una vez pasada la preocupación por ella, el escenario cambió completamente y se transformó en un combate a vida o muerte entre la necesidad que tenía de una amiga que pudiera escucharla y… yo.

Porque tenía que ser sincera. Era la peor amiga del mundo. En lugar de intentar calmarla, me había dejado llevar por su necesidad de liberar lo que la estaba rompiendo por dentro y yo, por lo que sentía por ella desde que nos habíamos conocido, que ahora sabía iba más allá de una simple amistad.

Y ahora, ya no podía detenerme, ni tampoco ella. Ambas parecíamos destinadas a terminar lo que habíamos empezado, a sincerarnos con nuestros cuerpos y dar rienda suelta a lo que sentíamos y urgentemente ansiábamos. Todo iba a cambiar desde ese momento, pero tampoco pensaba en ello.

Solo podía sentir, no pensar.

Además, su sonrisa era contagiosa, pues ambas nos encontrábamos en una situación similar y también las dos necesitábamos de aquel encuentro. Ella era bellísima y además, una persona increíble. ¿Cómo no iba a sonreír en aquel momento, cuando sus ojos no se apartaban de los míos y su boca no dejaba de besarme?

Todo lo que empezamos a hacer fue instintivo, porque por lo que ella me había dicho, y lo que yo había hecho, ninguna teníamos una experiencia que nos llevase a controlar aquella situación de manera completamente consciente. Oh, sí, había visto películas, curioseado por internet, pero la realidad era bien diferente y ahora la entendía.

Sus gemidos me excitaban como nunca nada lo había hecho antes y descubrí que consiguiendo que se sintiese bien, yo también lo hacía. Su pezón sabía a sueños cumplidos y sus temblores confirmaban que lo estaba haciendo bien.

En el momento en que se dejó caer sobre mi hombro, la cercanía de su rostro, el aire que jadeaba sobre mis mejillas, me hizo apretar su cuerpo todavía con más fuerza contra el mío y desear poder acercarme cuanto pudiera. Emma no tardó en comprender que me deshacía en sus brazos y que ella tenía un poder sobre mí que nadie había tenido jamás, y no tardó en tocar mis pechos, lo que me aseguré que no dejase de hacer. Necesitaba sentirla mucho más, pues todo me parecía insuficiente para el grado de desesperación que en esos momentos me inundaba.

Cuando bromeó entremedias, y me hizo reír, supe que aquella conexión iba más allá de lo que estábamos haciendo. Por increíble que pareciese, aunque algo en mi interior aún dudaba que fuese posible, tuve la sensación de que ambas éramos más para la otra, que un entretenimiento o la liberación de algo que habíamos retenido, sobre todo en su caso, hasta aquel instante.

-Esta vocalista está deseando que toques la mejor canción de toda la historia… conmigo como instrumento –le dije, guiñándole atrevidamente un ojo, algo que era muy impropio de mí.

Hasta ese punto me sentía contenta y llena de confianza, pero quien lo estaría, de encontrarse en mi lugar.

No deseaba pensar en el futuro sino en el ahora, y me dejé disfrutar por la visión de como Emma se tocaba, como si estuviese siendo ella misma delante de mí por vez primera. Me hizo sentir extraordinariamente especial. Al sacar sus dedos y ofrecérmelos, no estaba simplemente dándome a probar sus propios flujos, o una muestra de su intimidad que aceptaba compartir conmigo, sino que me daba la opción de ver quién era en realidad. Aquella ofrenda era mucho más de lo que parecía a simple vista y sentía orgullo y deseo combinados, por ser testigo de excepción de la verdadera Emma y tener en mis manos lo que más me excitaba.

Me parecía que no tenía manera de devolverle todo lo que me estaba entregando, pero aún así, lo intenté. Me ofrecí tal y como era, mostrando mi cuerpo, del que tantas veces me avergonzaba, para que ella pudiera contemplarlo sin nada que se lo impidiese, ni tan siquiera yo misma.

Quizás de no estar tan excitada, me habría avergonzado tanto que no hubiera tardado en salir corriendo de allí, incluso llevando la ropa a cuestas, pero no en ese momento, no después de haber lamido sus dedos impregnados en sus propios flujos, de haberla besado y y saboreado su lengua y haber recibido todas aquellas miradas que habían conseguido que me expusiera de aquella manera sin pensármelo dos veces.

-Te espero a ti –le dije, en respuesta a su impaciencia.

Y cuando dirigí su mano hacia mi sexo, cerré los ojos y me abandoné al exquisito juego de manos que me estaba volviendo loca. No sabía si era su penetración o el dedo que se movía con tanta habilidad sobre mi clítoris, pero no sabía ya ni como ponerme, de pie, delante de ella, o como moverme.

Gemí sin control, permitiéndome el lujo de elevar la voz incluso estando en aquel lugar, pero ya me empezaba a dar lo mismo todo, que pudieran escucharme o no, que a alguien le importase e incluso disfrutase con ello, o me ignorase.

Desesperada, llevé una mano hacia uno de mis senos para tocarme yo misma, apretando, retorciendo mi pezón, insatisfecha con todo lo que experimentaba, como si aún me sintiese sedienta en medio de un lago.

Su boca apareció de pronto para tapar mis gemidos y yo la besé con furia, casi con desenfreno, experimentando un orgasmo creciente que luchaba por salir. Tuve que detenerla antes de que lo hiciera, porque deseaba correrme junto a ella.

Fue el momento además en el que le dije algo que debía ser obvio, pero que deseaba que ella supiera sin lugar a dudas.

Era mi primera vez.

Y no me refería únicamente al sexo, sino a mostrarme desnuda, dejar que otra persona que me gustaba, me viese, pues no solo no había tenido oportunidad de hacerlo sino que además, hasta ese momento, la idea me había parecido demasiado avergonzante para mí. Mi cuerpo era un problema para mí, una batalla perdida de antemano, y dejarme ver tal y como era, constituía algo muy especial y exclusivo para mí.

Ella me dijo lo mismo, y supuse que se refería también a exponerse así, aunque ella no tenía nada de lo que avergonzarse, pues su cuerpo era hermoso, bellísimo, y muy excitante. Aún más sorprendente fue su siguiente confesión.

-¿D-de verdad? –le pregunté, incrédula, pues jamás se me habría ocurrido pensar que volviese a querer estar conmigo, aunque secretamente considerase la posibilidad.

Y eso que aún no habíamos terminado.

-A mí me gustaría… seguir estando juntas… -le dije, acercándome a ella para abrazarla, cubierta por el aroma de nuestros sexos, que me hacía temblar al sentir su piel y sus pechos sobre los míos. Me costaba respirar y mucho, muchísimo más, ir despacio y no avasallarla, pero no podía quedarme así, por lo que aceleré para desvestirla completamente y me tumbé sobre ella.

Era puro instinto lo que me hizo actuar de aquella manera, frotar mi pierna sobre su sexo y después, tocarla y penetrarla, no con furia pero sí con pasión y una creciente urgencia que cada vez dominaba más mis acciones y anulaba cualquier posibilidad de echarme atrás, si es que alguna vez la había tenido desde que entrara en aquella casa, y en aquella habitación, e incluso antes, desde que Emma se acercó a mí en la playa.

Yo jadeaba y gemía a partes iguales, sin dejar de moverme ni de restregarme, mientras Emma parecía volverse igualmente loca, tensando su cuerpo y besándome tan torpemente como yo a ella. Ambas nos comportábamos descubriendo por primera vez el sexo real, porque a pesar de que ella hubiera estado ya con alguien antes, como me había confesado, actuaba dando a entender que apenas había sido como un rápido vistazo de lo que estaba ocurriendo entre nosotras.

En cuanto a mí… masturbarme o juguetear con otra no era, para nada, parecido a todo aquello.

No sabía en dónde colocar mis manos, así que me apoyaba sobre la cama, intentaba rodearla, subía para enredar mis dedos en sus cabellos y mientras todo eso sucedía, continuaba tocándola y sintiendo que ya no podía aguantar más toda aquella presión que luchaba por salir.

En mitad de todo aquel desenfreno, la mano de Emma presionó mis espalda para pegarme más a ella, si es que eso era posible, mientras la otra encontraba la manera de deslizarse entre ambas y encontrar mi sexo.

Aquello fue el final para mí.

En cuanto mi clítoris sintió la presión de su pulgar, fue como si todas las piezas encajasen en su lugar dentro de mí. El orgasmo fue tan brutal, que resultó hasta dolorosa la manera en la cual mi cuerpo se tensó para ser traspasado por aquella vertiginosa tormenta de placer, coincidiendo en el tiempo con el de Emma, cuyos temblores parecieron acoplarse a los míos, al igual que nuestros gemidos, que se fusionaron de manera increíble.

Superada por lo que estaba sintiendo, me abracé a ella como buenamente pude, utilizando mi único brazo libre, sin dejar de mover el otro, a pesar de experimentar cierto entumecimiento, porque era nuestro momento, el de las dos, el que habíamos estado buscando, en mi caso durante toda la vida, porque aquel encuentro, el primero para mí, estaba resultando ser tan especial que nada podría borrarlo de mi memoria, nada, ni tan siquiera a causa de un posible mal recuerdo en el futuro.

Caí rendida una eternidad más tarde, cuando ambas cesamos de movernos, dejándome caer a su lado, con el rostro pegado al suyo, aun jadeante, y con mis piernas (y mi sexo) aún con los ecos del intenso clímax.

Durante los momentos que siguieron, sentí que me encontraba en una paz que no había conocido antes de ese instante, y entendí la belleza de lo que me acababa de suceder. No había tenido sexo, o follado (una palabra que no me gustaba utilizar porque lo vulgarizaba demasiado), sino que había hecho el amor (una manera cursi de decir que había al menos algo más entre Emma y yo).

Sonriente, cerré los ojos y me abandoné a esa calma inesperada y deliciosa, mientras mi respiración iba recuperando su ritmo normal y mi cuerpo regresaba a una cierta tranquilidad. Cuando volví a abrirlos, descubrí los de Emma fijándose en mí con atención.

Su mano me acarició la mejilla y yo volví la cara para besarle en la palma, una vez, y otra, y después otra, y después llevarla hacia mi cuello para que me abrazase y acercase más a ella. ¿Se sentiría ella igual que yo? Esperaba que sí, que le hubiera gustado y que no se hubiese defraudado conmigo, aunque al pensarlo, el temor de haber quedado por debajo de sus expectativas apareció con fuerza.

No pienses así, Nali. Después de todo, ha estado contigo.

Ya, pero no soy la primera. ¿Y si la otra lo hizo mejor?

-¿E-en que piensas? –me atreví a preguntarle. Y al darme cuenta de que quizás estaba metiendo la pata y que en ningún caso quería que ella pensara que a mí no me había gustado, lo completé -. Yo estoy en el cielo y me gustaría no volver a la tierra nunca jamás.

Y le sonreí, mientras contemplaba sus hermosos ojos.

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21/09/2025, 21:07
Alvin Hogswaller Jr.

 

Reserva de cocodrilos Hogswaller. Fin de Semana


La señora Hogswaller levantó un cucharón chorreante de guiso marrón verdoso y lo estampó en un plato de papel con orgullo maternal.

-¡Prueben esto, preciosas! Receta secreta de la abuela: ardilla al licor de manzana, con okra frita. Sobre todo tú, señorita rubia. ¡Estás muy delgada!

El clan estalló en carcajadas y vítores, algunos gritando “¡como en los viejos tiempos!”.

En ese momento, Alvin apareció cargando una bandeja tapada con papel de aluminio, que sostenía con una solemnidad ridícula, como si portara la corona de Inglaterra.

-¡Esperen, esperen! -exclamó, haciéndose espacio entre los tíos y primos-. Yo también preparé algo.

Destapó la bandeja y reveló una mezcla humeante de tonos verdes y amarillentos, con un olor imposible de catalogar.

-Lo llamo… Tacos veganos de lechuga con pepinillos encurtidos en moonshine.

Un silencio recorrió la mesa. Entonces Earl, su padre, se inclinó sobre el plato y gruñó entre carcajadas:

-¡Alvin, carajo, eso parece vómito de mapache!

Las risas explotaron, varios brindaron levantando sus botellas, y un primo gritó:

-¡Pero si sabe bien, lo patenta y nos hacemos ricos!-

-¡Papá!- grito Alvin poniéndose colorado.- Nali es vegana y lo he hecho para ella. Por favor, pruébalos. - Se acercó con la bandeja hacia ella, poniéndose muy nervioso.- P-pruébalos, de verdad. Soy químico. No pueden estar tan malos...

El ambiente estaba en su punto más alto cuando alguien, envalentonado por el alcohol, rugió desde el fondo:

-¡Traigan al gator!-

Dos primos aparecieron arrastrando un cocodrilo joven, con cinta americana en el hocico y un sombrero vaquero en la cabeza. La bestia se revolvía mientras todos aplaudían y vitoreaban como si fuera el show principal de la velada.

Los Hogswaller golpeaban la mesa con los vasos, los niños corrían alrededor gritando “¡Gator rodeo, gator rodeo!” y alguien empezó a tocar un banjo desafinado.

En medio del caos, Alvin, colorado de orgullo y nervios, intentaba explicar con toda seriedad los ingredientes de su extraña receta, mientras Sherry-Lynn lo miraba como si pudiera devorarlo vivo en cualquier momento. Pero como Alvin solo parecía estar interesado en el bienestar de sus amigas... y en que Bea no tomara demasiado Moonshine (cosa que no consiguió), Cogió un sombrero, se lo puso y se subió a lomos del cocodrilo, como si fuera una domadora de caimanes.

- Mírame, Alvin... Yuhuuuu... soy la mejor!! ¡¡Mirame!!

La fiesta había dejado claro que aquello no era una simple comida familiar, sino un circo pantanoso en el que todos jugaban su papel a gritos, carcajadas y tragos de moonshine. No se podía decir que allí, pese las burradas ambientales y posibles infracciones sanitarias, el ambiente era mucho mas alegre que en la misma ciudad. Por no hablar de que allí todos cuidaban de todos.

Quizá ese era el motivo por el que Alvin era tan confiado con los demás.

Notas de juego

Podéis poner el ultimo post si queréis. Yo quiero ver a Nali comer los Tacos XD

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22/09/2025, 12:11
Beatrice Baglieri

Reserva de cocodrilos Hogswaller. Fin de Semana


Aquel moonshine pegaba fuerte. Después del cuarto chupito, la empezaba a dar todo vueltas.

-¡Venga, anímate Nali!- dijo quizás ella misma animada demasiado y tirando de su amiga para que se acercara a esos tacos vegetarianos. - ¡Jo, que Alvin los ha hecho especial para ti!- Y ella sabía lo enamorado que estaba el pobre y si Nali no los aceptaba, le rompería el corazón. De todas formas, la chica era muy cabezota, eso también lo sabía y si se empeñaba en no integrarse, no había mucho que hacer.

Beatrice, en cambio, tenía sangre italiana corriendo por sus venas; la familia, la fiesta y los banquetes, aunque tuvieran una pinta tan poco apetecible como esa, eran algo que la subía el espíritu y la hacían sentir como en la casa de sus abuelos en Florencia.

Probó ese guiso que la supo tan espantoso que se tuvo que tomar otro lingotazo de licor de golpe, pero aún así puso buena cara y felicitó a la cocinera. -¡Es que soy de constitución delgada!- intentó defenderse aunque ella también sabía que tenía problemas de mal nutrición. Luego, cogió uno de los tacos de Alvin como para corroborar sus propias palabras y se lo comió casi sin respirar. Parecía que fuera por el hambre pero en realidad era porque así no tenía que saborearlo. - ¡Mmmh, sí, no está mal!- el guiso estaba peor, desde luego.

En algún momento Beatrice perdió el control, le cogió el sobrero a alguno de los familiares de Alvin (no supo a quien) y se subió al Gator.

De lo que pasó a partir de ahí ya no tenía recuerdos. Al día siguiente, despertó en su cama con una resaca del copón y, por suerte, sin ningún caimán durmiendo junto a ella.

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22/09/2025, 19:51
Leinali Dyson

Reserva de cocodrilos Hogswaller. Fin de Semana

 


Cuando me hube alejado lo suficiente, me pareció oír que Alvin sabía que era vegana y que había preparado algo para mí. Los olores formaban una mezcla extraña, que junto con los gritos y los golpes, hacían que aquel lugar fuese una auténtica locura.

Sin embargo, Alvin, a su manera, era un buenazo. Se preocupaba y no se consideraba especial, ni tampoco por encima de los demás. Así que me volví, recuperé algo de capacidad pulmonar respirando aire algo más puro, y me acerqué de nuevo, dejando que Bea me arrastrase.

-Si has preparado algo para mí, tendré que probarlos. Nadie va a decir que soy una desagradecida -establecí, cogiendo uno de los tacos con la mano, soplando para no quemarme y llevándomelo a la boca.

Después de masticarlos un poco, y sentir que había algo de regustillo a lo demás que estaban friendo, tenía que reconocer que no estaba mal del todo.

-Edtá mu buedo, Advin. Graciad.

Sonreí, y aunque no eran precisamente de mi estilo, no iba a hacer que el pobre se sintiese mal. El esfuerzo bien merecía otro por mi parte.

Pero tenía que anotar mentalmente que de quedar con Alvin, mejor hacerlo en la ciudad. Aquello se parecía demasiado a un episodio de los Osos Montañeses.

Por su parte, Bea se había lanzado a la piscina y no dejó de beber en todo el tiempo, y como consecuencia de ello, sus simpatías hacia alguno de los miembros de la familia de Alvin habían sido demasiado... simpáticas. Me prometí no decirle nada porque era mejor que no trascendiera, y porque además, estaba demasiado cansada para preocuparme.

Había sido un día curioso, no malo, pero sí peculiar.

Pero me alegré un montón de no haber bebido tanto como Bea.

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26/09/2025, 19:32
Emma Valentina Ramírez De la Vega

Miércoles, 27 de Agosto
~16:35 horas


 

La inesperada visita de Nali fue algo así como un regalo del cielo. Una segunda oportunidad. Y es que la chica igual no era consciente de ello, pero... me había salvado la vida. Estaba siendo prisionera de una asfixiante, angustiosa, sombría y culpable sensación que no era capaz de gestionar ni solucionar. Por lo que empezaba a ver aquel botecito de pastillas del cajón de mi escritorio como la única salida posible a todos mis —hasta entonces— gravísimos problemas.

Y fue cuando apareció ella en toda su esencia: con su luz, sus bromas, su bondad... Me escuchó sin juzgarme. Y con un gesto tan sencillo y sincero como un beso, barrió toda esa pesada carga como si no fuese más que humo. Sustituyendo el agobio, la culpabilidad y el dolor por deseo, urgencia, esperanza, necesidad, paz, curiosidad y... sí. Amor. Uno tan intenso y flamígero que sentía cómo todo mi cuerpo ardía en llamas.

Lo que se estaba gestando en aquella habitación no era sólo un explosivo deseo carnal. Y prueba más que evidente eran las sonrisas —apasionadas pero rebosantes de sinceridad, cariño y dulzura— que ambas, una contagiada por la otra, nos dedicábamos continuamente. No quería que aquello acabase. No después de la infinidad de desconocidas, adictivas y jubilosas sensaciones que me estaba provocando.

La bonita y jovial risa de Nali tras mi comentario no hizo más que avivar lo que sentía por ella. Un sentimiento que, aún desconociendo su alcance real y exacto, lo percibía inconmensurable. Me sorprendió gratamente su inesperada y atrevida respuesta. Sintiendo que no era la única que ocultaba un lado juguetón y travieso detrás de un opaco y celoso telón. Descubrimiento que, sin saberlo, le hizo ganar aún más puntos. Claro que a estas alturas eso ya no tenía casi ninguna relevancia. Y es que aquella dulce niña ya se había salido del gráfico varias decenas de gemidos antes.

Entonses... hagamos de esta cansión una re histórica... —afirmé con un sensual y confidente hilo de voz antes de fundirme, de nuevo, en otro apasionado, húmedo y urgente beso— y eterna... —añadí con una cómplice y cálida sonrisa tras un momentáneo respiro, volviendo a besarla y a comprimirla, con ansia, contra mí.

El contacto con ella —ya fuese a través de las manos o los labios— se hacía casi tan necesario como respirar. Sintiendo un profundo y vertiginoso vacío bajo mis pies cuando no tenía alguna de las dos cosas.

Aceptó la ofrenda que le hice —los dedos empapados con mis fluidos— con la mayor de las honestidades. Gesto que, sí, me agradó y enamoró aún más. Y seguidamente se desnudó. Era plenamente consciente —por ser un tema que ya habíamos tratado— del titánico complejo que la muchacha tenía con su cuerpo. Razón por la que nada más desnudarse le dediqué toda la atención, el mimo y el respeto que se merecía aquel sobre esfuerzo. Sí. Ambas estábamos más excitadas que un par de canes en celo con el triple de afrodisiaco permitido en sangre. Pero sentir que la chica —por el motivo que fuese— había quebrado semejante tabú por mí... Dios. La sensación fue indescriptible. Algo así como la unión entre orgullo, amor, deseo y el más absoluto de los respetos. ¿Le sobraba algún kilito de más? Sí, ¿Y qué? A efectos de belleza era lindísima. Que, al final, la belleza —a diferencia del cuerpo— no podía cambiarse salvo con cirujía muy, muy precisa. Además. Aquel "pero" no era como si no pudiera arreglarse con un poco de ejercicio en pareja. Y ahí fue cuando me di cuenta de la profundidad de mis sentimientos hacia ella: "ejercicio en pareja". ¿Pareja... por ser dos personas y hacerlo juntas? ¿O pareja por...? Aquellas cavilaciones no tardaron en quedar en un segundo o tercer plano. Viéndose arrastradas por el aluvión de desenfrenado y urgente deseo que ambas precisábamos.

Nali parecía derretirse ante mis atenciones. Mostrándose confusa —o puede que desorientada— fruto del intenso placer a la que la estaba sometiendo. No siendo apenas capaz de discernir cómo colocarse. Si bien yo no tenía experiencia de cama con otras mujeres, sí que la tenía sobre mí. De todas las veces que, curiosa —a veces incluso con tutoriales de Pornhub sobre "Cómo satisfacer a una mujer"— o por placer, me exploré.

Estaba segura que nuestros gemidos se escucharían hasta en el piso de abajo. Pero lejos de importarme, sólo contribuían a excitarme, crecerme y deleitarme con ellos. Esforzándome activamente en que la chica disfrutase al máximo de aquel encuentro. Y era verdadera y deliciosamente extraño. Porque cuanto más disfrutaba ella, más disfrutaba yo viéndola así.

Me preguntó, incrédula, si le dije la verdad con respecto a repetir el encuentro. Ay, mi pobre. Vaya si lo decía en serio. No obstante, no le respondí con las palabras. Únicamente le sonreí —seductora y hambrienta de toda ella— y fundí mis labios con los suyos en un apasionado, húmedo y posesivo beso.

¿Te sirve eso como respuesta...? —le pregunté con dulce, algo traviesillo y suave hilo de voz— ¿...o preferís que te tatúe con besos mi nombre por tu cuerpo para que sepan que sos sólo mía...? —dije sin ser consciente de lo tremendamente territorial que había sonado mi frase y de todas las implicaciones que tenía.

Su siguiente comentario me pilló por sorpresa. Ese en el que aseguraba querer que siguiéramos juntas ¿A qué se refería? ¿A estarlo ahora mismo? ¿Luego? ... ¿De por vida? Mi corazón palpitó poderosamente ante la idea de "estar juntas" y todo cuanto significaba. Pero una vez más, todo quedó empañado por la inmediata necesidad que ambas teníamos de fusionarnos y, cual supernova, estallar.

Llegamos al clímax juntas. Hecho que, al menos a mí, me pareció sumamente íntimo —y me ocasionó una inesperada e inusitada ilusión—. Aquella experiencia había sido, con creces, la mejor que había tenido en toda mi vida. Y lo había sido hasta tal punto que, conociéndome como me conocía, buscaría cualquier excusa para repetirla cada vez que me fuese posible.

No dudé en abrazar a Nali cuando, tras besarme la mano, llevó mi mano hasta su cuello. Rodeándola con ambas manos y acercando su cuerpo al mío tanto como me fue posible.

Me preguntó en qué estaba pensando. Confesándome casi a continuación que ella se encontraba en el cielo y que no quería volver a la tierra nunca jamás. Opinión que me hizo reír genuina, dulce y cálida. Dedicándole otra caricia en la mejilla.

Pienso en vos. —afirmé tras una breve pausa y los ojos fijos en los de la chica— En tus ojos. Tu narís. Tus mejishas. Tus labios. Tus pechos. Tu... ¿concha? —pregunté en voz baja mientras, divertida y cómplice, acariciaba delicada y dulcemente cada una de las partes que mencioné— En mí. En... en lo que acabo de descubrir. En cómo... gestionarlo... en mis papás... en la universidad... —dije bastante preocupada y algo triste cuando mencioné este tema.

Supuse que Nali podría preocuparse si me veía un poco tristona. Más todavía después de aquella experiencia. Por lo que no dudé en quitarle hierro al asunto y añadir un comentario bromista. Después de todo, y con más motivo tras lo vivido con ella, sentía que no necesitaba llevar una máscara delante suya. Podría bromear. Ser yo misma. Y eso hice.

También andaba pensando en la inflasión, en los tipos de interés bancarios y en la bolsa. Pero no lo vi tan interesante como lo nuestro. —bromeé con una sincera sonrisa, dándome la sensación que ese "lo nuestro" podría espantarla dada la infinidad de implicaciones que podían existir.

Y también en... nosotras. —añadí a continuación, esta vez pensativa y algo sonrojada— Sho... ha... ha sido increíble, bebé. De veras que sí. —reconocí, humedeciéndoseme los ojos. Aunque esta vez no de pena. Si no de ilusión y emoción— No sé. Creo... creo que me volví adicta a vos... —susurré con un hilo de voz antes de buscar los suaves y carnositos labios de la chica y besarlos pausada, sentida y cariñosamente— Y eso... podé... ser... un... problema... —dije entre beso y beso— M-más... todavía... cuando no sé... qué... qué buscás. O... o qué esperás de mí... —afirmé, no dejando de besarla, acariciarla ni tampoco romper el abrazo— Si puedo desirte que... no soy alguien de una noche. Y que no me entrego a cualquier. Si lo hago es... es porque esa persona tiene... tiene todo lo que valoro, nesesito y ambisiono para ser... 

Mierda. Me había pillado hasta el tuétano. Claro que, y en mi nueva condición, era algo más que predecible ¿Quién narices no iba a pillarse por alguien como Nali?

Antes... antes dijiste que... te gustaría seguir estando juntas ¿A qué... a qué te referías? ¿A ahora, a esta noche, mañana o... o a algo más ashá? Algo más... este... ¿prolongado? —le pregunté con la vista puesta en sus bonitos ojos pardos y casi aguantando la respiración. Espectante de ver qué respondía.

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27/09/2025, 20:55
Leinali Dyson

Miércoles, 27 de Agosto, ~16:40 horas


Mis dudas aparecían como un reflejo de todas mis inseguridades. Por increíble que pareciese, no terminaba de creer lo que me estaba sucediendo y ante la propia realidad, seguía dudando.

No me gustaba ser así, pero no podía evitarlo. Como hacerlo, cuando me comparaba constantemente con chicas como ella, con cuerpos casi perfectos y rostros que parecían esculpidos para ser eternos, mientras que yo, era mofletuda y rechoncha.

Afortunadamente para mí, Emma respondió con besos y caricias, y una oferta en tono de broma que me hizo sonrojarme al escucharla.

En parte era por la idea de que volviese a recorrer mi cuerpo y ese pensamiento, me excitó con tanta rapidez y casi me quedé sin respiración. Pero también lo fue a causa de aquella expresión que la acompañó, ese “sos solo mía” que me pareció dulce y apasionado. A lo mejor debía haberlo interpretado como algo salido de tono, como si de repente estuviese bajo su control absoluto, pero lo cierto es que lo estaba, pero de manera voluntaria, y no porque ejerciese una dominación psicológica sobre mí, sino de otra clase, mucho más auténtica, que de verdad estaba dispuesta a aceptar y que de hecho, había estado buscando toda mi vida.

-¿Puedo escoger? –le respondí, intentando mostrarme igualmente traviesa.

Ella no deseaba que aquella fuese la última vez y yo le dije que también me gustaría continuar. En esos momentos, mi comentario me pareció algo que se refería a muchas cosas a la vez, y nada concreto, aunque más tarde no tardé en comprender que sonaba a mucho más de lo que había pensado.

Y es que yo no era de las que separaba sexo y relaciones, porque ambas las estaba teniendo con una persona que no solo me atraía, sino que me completaba emocionalmente. No dudaba que pudiese estar con alguien solamente por pasar un rato, pero me costaba creer que fuese a hacerlo porque o me gustaba, o no, lo que incluía muchas más cosas que ese físico imponente. Con Emma había una sonrisa que me volvía loca y una manera de verme que me tenía completamente loca.

Cuando ambas alcanzamos el orgasmo, fue una explosión de placer compartida, lo que hizo que me sintiese tan cerca de ella, que me pareció imposible volver a conseguir algo así con alguien más.

Al echarme sobre ella, pensé que ojalá pudiera estar así toda la vida, con Emma, esa chica que me había visto tal y como era, y a la única que le había permitido contemplar mi cuerpo al completo, y verme gemir y derrumbarme a causa del placer que ella me provocaba.

Era muy especial.

Aunque el placer había sido increíble, y mi cuerpo aún temblaba, estar abrazada a su lado se sentía magnífico. Le pregunté en qué pensaba dispuesta a abrirle mi corazón con la misma honestidad que me había mostrado ante ella momentos antes. Emma acarició mi mejilla y me hizo derretirme ante lo que dijo.

Claro que también me reí al referirse a mi sexo. Me hacía gracia que lo llamasen concha, pero en sus labios aquella palabra me parecía traviesa y divertida.

-Puedes pensar en ella todo lo que quieras… y cuando quieras comprobar que es real, acercarte cuanto quieras –le dije en voz baja, como si temiese que alguien pudiera oírnos e interrumpir aquel momento.

Le di un beso fugaz en el pecho y continué moviendo mi mano, acariciando su piel y dejándome llevar por los latidos de su corazón.

Claro que también me habló de su problema para conciliar todo aquello con su familia, que era lo que la había llevado casi a la desesperación. Ya me había olvidado de cómo me la había encontrado, rota, sin saber qué hacer, y ahora, después de haber estado juntas, aquel sentimiento amenazaba con regresar.

La miré, preocupada, y ella debió darse cuenta porque intentó cambiar el tono, bromeando.

Me eché a reír.

-Emma, esto eres tú, y nadie puede cambiarlo. Da lo mismo que lo sepa una persona que cien, no dejarás de serlo por mucho que lo mantengas en secreto. Algún día lo sabrán… pero no necesitas hacerlo hoy, o mañana, ni tampoco antes de un mes. Ocurrirá… cuando tenga que ocurrir. Siempre es así –le dije, aplicando mi propia experiencia y también, lo que había aprendido a partir de otros.

Porque no había un solo camino para salir del armario, sino muchos, todos ellos personalizables a la vida que cada uno llevaba.

Claro que unas veces era más doloroso que otras, y algo me decía que en su caso, lo sería aún más.

-No te preocupes. Si algún día me necesitas para ayudarte… estaré contigo –le ofrecí, sin saber si estaríamos o no juntas, pero sintiendo que, llegado el momento, quizás necesitase a alguien que la abrazase y ayudase a salir del difícil momento. Yo solo había tenido a mi hermano… y tampoco demasiado que digamos.

Pero Emma no había terminado de confesarse.

Me dijo que pensaba en nosotras y que había sido increíble. Yo me volví a sonrojar (desde luego, estaba sensiblera al máximo, y no era para menos) y la miré fijamente a los ojos, sumergiéndome en ellos.

-También para mí. Nunca pensé que sería así y… bueno, para mí ha sido muy especial –dije, observando que sus ojos se humedecían pero que su rostro no parecía adoptar gesto de pena, sino de alegría.

¿Era posible que ella se sintiese tan emocionada y… no me atrevía a usar la palabra, porque era muy fuerte, pero que sintiese por mí lo mismo que sentía yo por ella?

Su boca se acercó a la mía, diciéndome que se había vuelto adicta a mí antes de darme un beso largo, dulce, húmedo y genial.

-Eso no es un problema –le dije, porque yo siento lo mismo que tú así que nunca tendrás la oportunidad de experimentar síndrome de abstinencia. Es más, puede que te hartes de mí por lo pesada que me ponga.

Pasé un brazo a su alrededor y esta vez, fui yo quien buscó su boca.

Me resultaba difícil evitar besarla, buscar el contacto de sus labios y la cercanía de su piel. El hecho de estar desnudas, una al lado de la otra, hacía que tuviera la sensación de estar conteniéndome para no volver a echarme sobre ella y perderme de nuevo en un sinfín de besos y caricias.

Pero también necesitábamos hablar, expresar lo que sentíamos, y sobre todo, lo que queríamos del futuro. Era quizás lo más difícil de todo. Ella pareció comprender eso, que necesitaba saber, y por eso me comentó que no sabía lo que buscaba o necesitaba, al mismo tiempo que me reconocía no ser una chica de una noche.

Me quedé sin habla.

Devolví sus besos, pero mi mente estaba de nuevo funcionando sobrerrevolucionado. ¿Estaba diciéndome lo que yo pensaba? ¿Me estaba confesando… que quería estar conmigo, y que aquello no era solo una vez, sino la primera de muchas?

Como solían hacer en las películas, me entraron ganas de pellizcarme para ver si estaba soñando. La miré, contuve las lágrimas y llevé una mano a mi brazo para, efectivamente, pellizcarme.

-Definitivamente estoy despierta. Eso significa que esto no es un sueño aunque lo parezca. Señorita De La Vega, le aseguro que yo tampoco soy alguien de una noche y que solo estoy con quien es capaz de llenar mi corazón –le solté, intentando parecer desenfadada y más valiente de lo que en realidad me sentía. Pero aquella fachada desapareció inmediatamente. Me moví para colocarme encima a horcajadas, pero apoyándome en los brazos para quedar muy cerca de su rostro.

Justo en ese momento, me pidió, antes de que yo dijese algo más, que le explicara lo que había querido decir antes. Ahí fue cuando me di cuenta de que aquella frase mía podía englobar mucho más de lo que había sospechado.

-Quiero decir… que me gustaría no dejarte nunca, que no quiero estar con nadie más que contigo, y que no me imagino estando con nadie más. Me gustaría…

Porras, no puedo decir que sea mi novia, suena tan… infantil. Tiene que haber otra manera de decirlo.

Me quedé callada un instante, antes de proseguir.

-M-me gustaría que estuviésemos juntas, besarte cada día de los pies a la cabeza y que tu imagen fuese lo último en lo que pensara cada noche antes de irme a dormir. Me encanta como sabes, cómo eres, y como me haces sentir. P-por supuesto, hasta que te canses de mí, lo que puede ocurrir mañana mismo, o quizás dentro de dos o tres días, cuando veas que soy menos graciosa de lo que parezco, porque eso sería…pufff… quizás lo más normal.

Empecé de nuevo a hablar deprisa y sin parar. Malditos nervios. Maldita inseguridad.

Me detuve e inspiré profundamente.

-No me importa que no lo sepa nadie más… mientras tu quieras estar conmigo –le dije, finalmente.

Resoplé, aliviada por haberlo soltado. Todo parecía indicar que no estaba cometiendo una locura y que no iba a reírse de mí, sino a alegrarse por sentir lo mismo que ella decía sentir. Pero mi parte insegura continuaba fastidiándome y creándome dudas.

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30/09/2025, 17:07
Emma Valentina Ramírez De la Vega

Miércoles, 27 de Agosto
~16:44 horas


 

La duda en el rostro de Nali era tan clara, evidente y visible como una mancha de tinta en una hoja blanca de papel. Duda, inseguridad, miedo... En mi opinión, su gravísima falta de autoestima —principal tara que daba lugar al resto de ellas— era el único defecto de aquella dulce, empática e increíble chica. Defecto que, por supuesto —y a menos que no quisiese lo mismo que yo—, no tenían el peso suficiente como para alejarme de ella.

Todo lo contrario.

Estaba decidida a ayudarla a mejorar. A evolucionar. A ser parte de su crecimiento ¿Y por qué? Por un pálpito fruto de la complicidad a la que ambas habíamos llegado con nuestros gestos, palabras y acciones. Uno que me decía que ella, de entre cualquier posible candidata, era la única capaz de poder caminar a mi lado y a mi ritmo: había encontrado el otro extremo de mi hilo rojo.

Entre besos y caricias comprobé cómo Nali se sonrojaba ante mi comentario. Y es que decirle que era mía me salió del alma. No dije ninguna mentira. Lo sentía así. De corazón. Y pobre del —o de la— que se interpusiese en mi camino ahora que lo veía todo tan nítido.

Hm. No sé... —dije con una traviesa sonrisilla y un suave tono cómplice en respuesta a su pregunta sobre si podía escoger— Todo dependé de con qué, y cómo, estés dispuesta a sobornarme... —añadí con una gentil y cálida caricia sobre su mejilla, siguiendo aquel pícaro juego, acabando en otro necesitado beso.

Los siguientes momentos al orgasmo fueron increíblemente bonitos, confidentes e íntimos. Abrazándonos y acariciándonos como si no existiese nada más que nosotras.

Le había enseñado una parte de quién era. Y ella, aún con todas sus titánicas inseguridades, me mostró su cuerpo desnudo. Ese del que tanto se avergonzaba. Pocos regalos —si no ninguno— podía recibir en la vida de mayor valor que ese.

Nali se rió cuando hablé sobre su concha —juraría que en norte américa se le llamaban "pussy"—. Y me invitó a pensar y a acercarme a ella todo cuanto quisiera. Aquel comentario me hizo morderme el labio inferior con una momentánea mezcla de picardía, sensualidad y provocación. Fundiéndome con ella en un apasionado, húmedo y prolongado beso. Mientras lo hacía, fue inevitable no sonreír entretanto mi mano —traviesa— se colaba entre las piernas de mi amante. Acariciando y jugueteando su húmeda, cálida y sensible cabidad con evidente delicadeza y provocación.

Mmmm... Sí que es real, sí... —susurré juguetona sin apartar la vista de los bonitos ojos de Nali— Tacto suavesito, cálido, húmedo...

Aquel gesto también me pasó factura a mí. Empezando, ante mi asombro, a calentarme de nuevo.

Mi comentario acerca de la inflación la hizo reír. Sonido que, honestamente, me alegró y revitalizó muchísimo. Luego de eso, la chica dijo que esta era yo. Que nadie podía cambiarlo —algo en lo que coincidí plenamente con ella—. Y que daba lo mismo cuántas personas supiesen quién era realmente. Que antes o después se sabría la verdad —idea que, al menos por ahora, me aterraba poderosamente y amenazaba con desestabilizarme y quebrarme de nuevo—. Suerte que no tardó en decir que no necesitaba hacerlo hoy, mañana o poner una fecha para hacerlo —detalle que hizo que me relajase un poco y me quitase, aunque fuese momentáneamente, un peso de encima—. Según ella era algo que, sin más, ocurriría. Pero que en cualquier caso, y si lo necesitaba, estaría conmigo. Promesa a la que decidí aferrarme con fuerza.

Llevaba dieciocho años fingiendo ser alguien que no era. Y hasta hoy todo había ido tan bien que ni yo misma sabía que en realidad era bombera. Pese a que las palabras de Nali sonaban sumamente reales, quise creer que, de algún modo, sería capaz de mantener esa mentira en el tiempo como hasta ahora. Solo tenía que ser discreta y comportarme como siempre. Mantener las formas. Sólo eso.

Después del rumbo que estaba tomando todo aquello —y no menos importante el enorme tabú que ambas habíamos roto—, sentía una profunda necesidad de compartir con Nali quién era yo realmente. Pero claro. Tampoco quería lanzarme a la piscina sin saber a ciencia cierta si había agua o no. De ahí mi comentario sobre volverme adicta a ella —algo que realmente sentía— y que eso podía ser un problema.

¿Hartarme de vos? —pregunté tan incrédula como si alguien me estuviese hablando del terraplanismo en pleno siglo XXI— No sabés qué desís... —negué varias veces antes de, urgente, buscar otro dulce beso de sus labios— Lo de no tené síndrome de astinensia suena re delisioso. Te tomo la palabra. En cuanto a lo del problema... igual sí que lo es. —asentí con suavidad tras otro beso, perfilándoseme entonces una suave sonrisilla— Imaginá... que en medio de una de tus clases te mande un mensaje en el que te digá que estoy en el baño. Sin ropa interior y tocándome pensando en vos... —dije traviesa y curiosa, tanteándola no solo para ver por dónde podría salirme. Si no también curiosa por su reacción ante otra vuelta de tuerca de picardía.

Si no era yo quien buscaba su calor y sus labios, lo hacía ella. Ambas presentando una pasión y un hambre tan voraz que ninguna de las dos sensaciones parecía conocer límites.

Era el momento de ver qué quería en un futuro. Razón por la dejé caer aquel comentario sobre no ser una chica de una noche. Si bien se quedó sin habla, lo que me dejó unos instantes con la sensación de haber metido la pata, no tardó en besarme. Luego me miró con ojos vidriosos —emotivos, sinceros y preciosos— y se pellizcó en un brazo. Gesto que me hizo mirarla extrañada y con una leve y confusa sonrisa. Riendo por lo bajo, a continuación, tras decirme que estaba despierta y que aquello no era un sueño. Poco después, supuse que para poder hablar más cómodamente, se separó un poco y se subió a horcajadas sobre mí. Apoyando los brazos para quedar muy cerca de mi hacer y hacer, los siguientes momentos, aún más confidentes e íntimos.

Me mantuve en silencio, con la vista fija en sus ojos y una complacida sonrisa, mientras la chica se explicaba. Noté su nerviosismo en el tono de su voz y en la velocidad de sus palabras. Lo que me hizo reír por lo bajo —no a modo de burla, si no con ternura y calidez— no interrumpiéndola. Hasta que finalmente acabó aquella confesión con un resoplido cargado de alivio.

Vasha... —dije con los ojos cristalinos— S-supongo... que... me tocá responder, ¿no? —pregunté, limpiándome un poco las lágrimas por haber descubierto, al fin, que ambas estábamos en el mismo barco.

Era el momento de enseñarle lo que guardaba dentro de mi corazón y mi alma. Algo que, si así lo quería, estaba dispuesto a entregarle.

Lo primero... confirmarte que no estás en un sueño. Esto es real. Muy real. —añadí, acariciando su mejilla de forma dulce y cariñosa— Lo segundo. Desís que sólo estás con quien sea capás de shenar tu corasón. Si me dejás intentarlo... prometo no sólo shenar tu corasón, mi vida. Si no también tu alma. —le prometí con dulzura— Pienso arrancarte, como el que arrancá una mala hierba, ese complejo de inferioridad que arrastrás y que no te dejá ver lo increíble, presiosa y perfecta que sos en realidad, mi amor. El día en que Dios repartió lus en el cuerpo de la gente, vos estabas ashá la primera... Es por eso, por lo increíble y única que sos, que tampoco quisiera que me dejaras nunca. Y de igual forma, y después de lo visto, no me imagino estando con nadie que no seás vos. Y si creés que voy a cansarme, es porque todavía no me conosés. Sos el otro extremo de mi hilo rojo... —le confesé, sincera y emocionada— Mi otra mitad. Mi lus en la mañana. Mi dulse y cálido abrigo en el frío. Sos mi todo. Y sin vos, nada. Voy más ashá, amor. Y, por favor, no lo tomés como una obligasión, ¿sí? Que lo último que quiero, ahora que te he encontrado, es que salgás hushendo. Pero... si querés... podés dormir acá, conmigo, siempre que querás. Igual que, bueno, cuando vos lo considerés oportuno... y si querés —aclaré— podés veníte a... vivir conmigo. Nuestro cuarto. Nuestro nido. —añadí, guardando silencio unos instantes.

El que no le importase que mantuviésemos lo nuestro en secreto fue todo un alivio. Ya que de otro modo creo que no habría sido capaz de haber tomado esta decisión— Obvio... que... nesesito tiempo para gestionar esto. Y no... no quisiera que nadie más lo sepa. Pero, sielo, te prometo que eso no significá ni que me avergüense de lo nuestro y aún menos de vos, ¿sí? Y tampoco te voy a ignorar ni ninguna boludés así. —me apresuré a señalar— Sos el amor de mi vida. Y mis atensiones, carisias y besos son sólo para y de vos. Es sólo que no... no estoy preparada para que el mundo sepa que sho no... no soy lo que creen que soy. Y aún menos mis papás. —añadí con preocupación— Así pues, Nali, ¿Querrías... salir conmigo? ¿Ser... mi chica? ¿Mi pareja? —y tras aquellas preguntas, esperé.

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02/10/2025, 20:41
Leinali Dyson

Miércoles, 27 de Agosto, ~16:50 horas


Era fácil dejarse llevar por aquella manera de mirarme, después de cómo me había hecho sentir, así que seguir sus caricias con otras mías, y también responder de igual manera a sus comentarios, me resultó sencillo, tanto que me asusté.

Fue como de pronto me diese cuenta de que me había transformado en otra persona. Pero no, no, era la misma Leinali de siempre, gordita, insegura, algo así como el patito feo de la universidad.

-Considero que más que un soborno, se trataría de un chantaje. En caso de no prestar debida atención a una de mis partes más sensibles del cuerpo, me vengaré haciéndote sufrir sin descanso. Seguro que soy capaz de tocarte mucho tiempo sin parar. Me voy a convertir en una torturadora nata –bromeé, dándole un beso y mordiéndole el labio inferior entre risas.

Me sentía feliz, contenta, especial… Nunca nadie me había sentir de aquella manera, ni tampoco mirar a la vida con tanta confianza y alegría, como si de verdad, por primera vez, hubiera descubierto que la vida podía ser maravillosa.

Aquello era tan bonito que me costaba describirlo. Solamente sabía que no existía otro lugar en el que quisiera estar más que allí, a su lado, desnuda, y acariciándonos. Su siguiente acercamiento, con un beso que despertó de nuevo toda una nueva gama de sensaciones y un hambre por devorarla desconocida para mí, me hizo abrazarla con fuerza y devolver aquel beso de igual manera.

No era una experta, y tardaría en serlo, si es que alguna vez lo conseguía, pero me sentía más cómoda a cada momento que pasaba, con cada beso, y con cada sensación que me llenaba por completo. Pero también ella daba la sensación de estar cada vez más confiada en lo que hacía, porque su mano se deslizó entre mis piernas, obligándome a contener un gemido que amenazó con hacerme perder el control de nuevo.

-Po-rras, eres… malvada… -conseguí decir, sosteniéndome como pude a ella, cerrando mis dedos entorno a su brazo y riéndome.

Quizás lo más increíble era poder estar así con alguien, mostrando tanta confianza y sintiéndonos tan cómodas. Además, bromear empezaba a ser tan parte de aquel juego como los comentarios picantes que hacíamos.

Sin embargo, de fondo aún continuaba estando aquella cuestión de cómo debía enfrentarse a sus padres, y también a sus conocidos. Nadie tenía un camino prefijado, ni tampoco tenía que dejarse llevar por los demás, o apresurar las cosas. Lo lógico es que ella misma decidiese cómo y cuándo hacerlo, y nadie más. Intenté explicárselo, y que solamente ella debía tener el control sobre lo que era y quién debía saberlo.

-No le debes explicaciones a nadie, recuérdalo. Y yo… nunca voy a exigirte que muestres ser algo para lo que no estés preparada –añadí, por si tenía dudas acerca de que quizás yo me pusiera nerviosa al ver que, en el caso de continuar viéndonos, lo mantenía en secreto.

Eso no iba a suceder.

Yo nunca había sido guía de nadie, pero en esos instantes, me sentía confiada en poder ayudar a Emma a dar el paso, cuando ella se sintiese con fuerzas, o bien para ayudarla si al final se destapaba inconscientemente, porque la verdad, eso siempre podía suceder. Alguien podía descubrirnos, o a ella, o escuchar una conversación casual, y eso podía ser difícil de asimilar.

Al mirarla, me di cuenta de lo guapísima que era, y no solo porque su rostro fuese dulce y de aspecto suave, sino también a causa de todo cuanto habíamos hecho juntas, que había calado mucho en mí. Aquella larga conversación en la playa me había rebelado a una persona sensible y cercana, y ese regalo que me había hecho había demostrado que no me había equivocado al pensar de aquella manera.

¿Me estaría enamorando?

No, no, esa era una palabra muy fuerte. Me gustaba mucho, eso sí. Mucho, muchísimo.

Sin embargo, una parte de mí aún no se lo terminaba de creer y prefería, o luchaba, por mantener cierta desconfianza.

-Sí, la gente se harta de otras personas, sobre todo cuando son aburridas. Y yo a veces pienso que quizás lo soy –le dije, razonando el por qué le había comentado que a lo mejor se hartaba de mí.

En cambio, ella insistió en su posible adicción por mí. Me hacía gracia que me comparase como una droga, a mí, cuando ella era… estupenda. Yo sí que me iba a volver adicta a ella, a tenerla cerca, disfrutar de aquella sonrisa y derretirme cada vez que me miraba.

Cuando me puso aquel ejemplo de ella sin ropa y pensando en mí… la garganta se me cerró.

-P-pues… correría al baño para cerrar la puerta… y tocarte yo –le dije, guiñándole un ojo atrevidamente. No me imaginaba en esa situación en un baño público, pero la idea de estar a su lado más veces se me hacía… increíble.

A lo mejor las dos estábamos enfermas y nos habíamos convertido en unas adictas, pero pensé que era de esa clase de vicios que merecía la pena coger, de los que solamente ocurría una vez en la vida.

Ella me aseguró que no era chica de una noche.

Yo le dejé claro que tampoco.

Aquello no era algo que se me ocurriese hacer, ni fuese a sentir, con cualquiera. Estaba segura de que solamente una mujer especial, como ella, podía extraer de mí todo lo que estaba enseñándole. Hablaba con los nervios a punto de hacerme perder la cabeza porque no me lo creía, y como siempre, cuando hube terminado de decir lo que quería, pensé que había sido un poco bocazas.

-N-no sé, a lo mejor crees que estoy un poco loca y prefieres que me marche ahora mismo –le dije, rezando en silencio para que de verdad, no lo hiciera, porque aquello sí que sería un duro golpe de realidad.

Pero como ya había sucedido antes, era mi parte negativa la que estaba pensando, y estaba muy alejada de la realidad.

Escuché cada una de las palabras de Emma con los ojos muy abiertos y la boca a punto de decir tantas cosas, que permaneció en una amenaza constante de hablar, porque no solo me estaba diciendo que aquello iba en serio, sino que yo era… ¿luminosa, única, increíble?

No me lo podía creer.

Ni tampoco que no quisiera estar con nadie más.

Cada una de las cosas que me decía era como una caricia en mi corazón, pero no solo eso. Ella estaba reconociendo lo que sentía por mí era igual a lo que yo sentía por ella.

Me invitó a dormir con ella, a vivir con ella, a estar juntas siempre que quisiera.

Era un sueño hecho realidad.

-E-es… la declaración más bonita que me han hecho nunca. Ejem, es verdad que no me habían hecho ninguna antes de ahora, pero no me imagino a nadie haciéndolo mejor. Ha sido… hermoso.

No supe qué más decir a todo aquello.

¡Claro que deseaba quedarme con ella a dormir, y a vivir, y a estar todo el tiempo que pudiera! Mi mente comenzó a preparar una maleta con todo lo necesario para irme allí. Mi madre no me echaría de menos, ni tampoco mi padre, estaba segura.

No les importaba mucho, por no decir, nada de nada.

Le aseguré que me daba igual que lo supiera alguien más o no, y ella me confesó que no deseaba que nadie más lo supiera. Lo entendía y no tenía ningún problema con ello. De hecho, no me importaba en absoluto.

Ella pareció necesitar explicarse, y yo la observé mientras lo hacía. Era todo tan… indescriptiblemente maravilloso, que no sabía qué decir.

-Sabes que cuando me dices esas cosas haces que me derrita, ¿verdad? –le dije, en respuesta a su comentario de que era el amor de su vida.

La abracé, aplasté sus labios con los míos y coloqué mi rostro al lado del suyo.

-No tengo prisa, cariño. Esperaré lo que necesites. Nadie lo sabrá hasta que tú no quieras.

Entonces me di cuenta de que la había llamado cariño… y me sonrojé completamente.

-L-lo siento, perdona. Soy tonta. Tengo que controlarme mejor. No quería llamarte así. Es que… me ha salido solo.

Y entonces, me soltó la bomba definitiva.

Cómo podía decirle que sí, que claro que lo quería, que lo había deseado desde el mismo momento en el que nos conocimos pero que me pareció que estaba a años luz de mí. Ella era Leia Organa y yo un ewok, así que aquello era lo último que esperaba que ocurriese.

-¿Si… quiero… ? Emma, ¿en serio tienes que preguntarlo? –le dije, abrazándola -. Claro que quiero. Es lo que más deseo en el mundo, ser tu chica… y que tú seas la mía. No puedo pensar en otra cosa que no sea estar juntas. De hecho, ahora mismo estoy pensando en ir a buscar unas cuantas cosas para dormir aquí esta noche contigo, pero la idea de separarme de ti se me hace insoportable. No me apetece irme. Y tampoco vestirme.

La última parte la dije en voz baja.

-Estoy loca por ti y aún no me creo que te guste. Pero prometo no volver a dudarlo nunca –le aseguré, dándole otro beso -. Y creo que deberíamos establecer un plan de acción. Ya sabes, para vernos y que nadie nos descubra. Será divertido mantener el secreto. Pero ahora no. Ahora… solo quiero seguir dándote besos  y tocándote.

Y volví a besarla, sintiendo como me calentaba a cada segundo que pasaba, y que la humedad que impregnaba mis labios se extendía por dentro hacia el resto de mi cuerpo.

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14/10/2025, 12:08
Emma Valentina Ramírez De la Vega

Miércoles, 27 de Agosto
~16:55 horas


 

El atrevido y divertido comentario de Nali me sacó una genuina, suave y prolongada risa mientras la muchacha me besaba y mordía el labio inferior, también entre risas.

La miré con dulzura. Con una vidriosa mirada cargada de inusitado amor. Como si, al fin, hubiese encontrado la última pieza de un complejo y titánico puzzle al que, de algún modo, no tenía esperanzas de completar jamás. Y ahí estaba. Resuelto al fin.

Podés shamarlo como querás... —comenté sensual y con una cómplice sonrisa, deleitándome con la suavidad y la agradable calidez de su piel al tiempo que, dulce, la estrechaba algo más contra mí— Pero... ¿acabás de darte cuenta que me has amenasado con vengarte, si no atendía a tus esigensias, hasiéndome sufrir al tocarme sin parar? —le pregunté, divertida y con fingida sorpresa.

No tenía ni una sola duda: ella era mi hilo rojo. Sus gestos, sus palabras, su calidez, su bondad... ¡Dios! ¡¿Cómo había tenido tantísima suerte?!

Los besos entre ambas, aunque algo torpes —o inexpertos—, compensaban su ineficiencia con pasión, dulzura y amor sincero. Además, ¿Qué importaba eso? Casi que mejor así. Pudiendo usar esa carencia como una excusa para darnos más y así practicar. Era un win-win a toda vista.

MUY... malvada. —afirmé, dedicándole entonces una lujuriosa y depredadora expresión antes de colar un par de dedos, el corazón y el anular, dentro de la vagina de la chica— No olvidés que sho también podé torturarte... mucho... y... delisiosamente... dónde, cuánto y cuándo sho querá... —añadí, estirando y recogiendo los dedos de manera lenta, delicada y precisa en su interior.

Nali todavía no era consciente de en qué garras había ido a caer. Suceso de lo más excitante. Ya que, y más ahora que me sentía tan liberada y desinhibida, había encontrado a la pareja perfecta para probar un sin fin de cosas. Entre ellas, el vibrador bluetooth.

No tardé mucho en colocar el pulgar sobre su clítoris y empezar a estimularlo poco a poco. Hambrienta de un segundo asalto.

Tus gemidos me vuelve re loca... —dije antes de fundirme con ella en un apasionado, húmedo y necesitado beso— Y los quiero todos...

No obstante, aquel calentón quedó un poco enfriado al salir el tema de mis padres y de cómo viviríamos esto, nuestro amor, fuera de estas seis paredes. Las mismas que, desde hoy —y al menos para mí—, se habían convertido en nuestro sagrado santuario.

Ojalá fuese tan fásil, vida... —dije con un entristecido hilo de voz— Pero, y hasta que me emansipe, sigo debiéndole esplicasiones a mis papás. Y creo que ni con esas podría librarme. —añadí con pesar— Pensá que la relasión con eshos es como la de antes. Como cuando, incluso tras casarte con alguien e irte a vivir con tu marido, hasías algo mal y la deshonra caía sobre toda tu familia, ¿sí? Algo así. —expliqué, no quedándome muy claro si habría sido demasiado escueta en mis palabras.

En cuanto a ella, y aunque todavía no se lo dije, también le debía explicaciones. Al menos si finalmente accedía a ser mi pareja. Porque ese modo de actuar es el que evitaba, a posteriori, cualquier posible discusión o mal rato.

¿Vos aburrida? Qué bobada. —le aseguré con una sincera sonrisa, acompañando mis palabras de una negativa con la cabeza.

No era psicóloga. Pero estaba bastante segura que la inseguridad de Nali estaba directamente relacionada con su aspecto. Dicho de otra forma: si conseguía ayudarla a tonificarse, su complejo se vendría abajo y podría florecer y crecer sin ningún tipo de cadena que la atase al suelo. Brillar con la fuerza que, por derecho, le correspondía.

Quisá seas aburrida para la gente aburrida ¿Nunca lo has pensado? A mí desde luego me paresés re interesante. —opiné genuina mientras me encogía suavemente de hombros.

Tras mi alocado —aunque estas alturas nada improbable— plan de tocarme en el baño del instituto y decírselo por IG, ella respondió que iría corriendo al baño a cerrar la puerta y tocarme ella. Respuesta que por un lado me satisfizo ampliamente y, por otro, me hizo reír divertida ante el atrevido guiño de la muchacha.

Nali se quedó sin palabras cuando le expliqué lo que sentía por ella. Suerte que era bastante expresiva. De lo contrario, seguramente a la segunda o tercera palabra habría abortado el saltar a la piscina por miedo a un posible rechazo. Y es que en aquel íntimo momento me sentía más vulnerable y frágil de lo que me había sentido nunca.

Y aún así... la declarasión sigue siendo menos hermosa que vos... —dije con una dulce sonrisa y un suave susurro, buscando fundirme nuevamente con sus labios en un beso cariñoso, sosegado y prolongado.

Fue todo un alivio que entendiese mi posición de ocultar lo nuestro. Aún así, y veterana en el tema de ocultar cosas, sabía el daño que podía ocasionar. De ahí que necesitase explicarle que, a pesar de ello, había cosas que no permitiría. Como hacerle daño con mi indiferencia o hacer como que no la conocía.

Hm. Entonses tendré que desírtelas más a menudo. —afirmé entre risas cuando aseguró que se derretía por alguna de las cosas que le decía.

Era increíble. Toda ella. Y era una verdadera lástima que ella misma no fuese capaz de verlo.

Me dijo no tener prisa. Y me regaló un apelativo cariñoso: "cariño". Palabra que, honestamente, me encantó. Desafortunadamente no tardó en disculparse. Asegurando que tenía que controlarse mejor y que no quería llamarme así. Algo a lo que no tardé en reaccionar.

No. —dije tajante aunque de manera suave— Pará de desir esas cosas, por favor. —le pedí, llevando ambas manos a acariciar las mejillas de la muchacha— No sos tonta. Y tampoco tenés que pedí perdón por desirme algo bonito, amor. Esas cosas me gustan. —afirmé sincera— Y si de verdad lo sentís, podés llamarme así con total libertad. Ahora, sielo, vos y sho somos pa-re-ja, ¿sí? Y eso incluye el que podás referirte a mí como te pida el corasón. —le pedí con la mirada fija en los ojos pardos de mi chica.

Una breve pausa.

Y que seá la última ves que shamás tonta a mi novia, ¿entendido? —añadí en tono bromista— No me gustaría tené que esposarte y ponerme intensa...

Finalmente me, ¿declaré?, obteniendo un sí rotundo y un posterior abrazo. Insistiendo en que sí que quería ser mi chica. Sus palabras me hicieron sentir que había echado abajo un enorme, rancio y pesado muro por el que, de alguna forma, impedía el paso de una suave y fresca brisa. Era plenamente consciente que aún quedaban muros por derruir. Pero no era momento de pararse a pensar en ello. Lo era para disfrutar de esta victoria.

La muchacha aseguró que esta noche dormiría conmigo —algo que agradecí enormemente. Ya que no sabía, más aún después de esta montaña rusa de emociones, cómo pasaría la noche— Pero que le resultaba insoportable separarse de mí y vestirse.

Bueno. Sho... había pensado en que antes de todo eso nos diéramos un baño, juntas y abrasadas, con sales minerales. Y luego de eso, te shevo a casa, cogemos lo que nesesités y volvemos a casa. Esta noche, si te apetese, hago tacos con tofu de albahaca y barbacoa y senamos viendo una peli o una serie. Que me muero de ganas de ver Alien: Earth. La crítica la pone por las nubes. O si lo preferís, también podemos ver Stranger Things.

Y con esa última e inconsciente confesión, me di cuenta que aún no me había quitado la máscara del todo...

Te tomo la palabra, ¿eh? —le dije entre risas en respuesta a su promesa de no volver a dudar nunca que me gustase.

Luego habló de establecer un plan de acción para vernos y que nadie nos descubriese. Algo que me resultó extraño.

Amor. No me importá que la gente me veá con vos. Ashá afuera podemos ser íntimas amigas sin ningún problema. —le expliqué sin acritud— Ir juntas al baño, a otros sitios, pasar tiempo juntas... y lo que ocurrá cuando nadie nos mire sha... es otro tema. —añadí con una traviesa sonrisilla.

Recibí su beso con otro aún más húmedo, ardiente y necesitado. Pudiendo percibir el calor que desprendía el cuerpo de mi amante y contagiándome del mismo. Suceso que me llevó a volver a colar una mano entre las piernas de Nali, con suaves y provocativas caricias, y la otra sobre unos de mis pechos: estimulando su pezón poco a poco.

Notas de juego

¡Al fin! T_T Sorry la tardanza

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17/10/2025, 20:45
Leinali Dyson

Miércoles, 27 de Agosto
~17:00 horas


La mirada de Emma era dulce y sensual, algo que jamás había experimentado de aquella manera, dirigida solamente para mí. La había visto en otras parejas, y había envidiado cómo se devoraban con los ojos o se compenetraban de una forma que me parecía increíblemente romántica.

Y ahora, en aquella habitación, yo sentía que había conseguido lo mismo.

Bromeaba, me reía, disfrutaba del contacto, no solo del sexual, sino también del cercano, de ese que resultaba único, especial y emocionante a la vez.

-Sí, eso es. Y te garantizo que con un poco de práctica, seguro que me vuelvo toda una experta –le dije, dándole un sonoro beso y después un abrazo, que no duró demasiado, porque no podía quedarme quieta durante mucho tiempo.

Su cabello olía deliciosamente y su piel sabía tenía el sabor de un jardín.

Y sobre todas las cosas, destacaba su sonrisa, sincera, juguetona, deliciosa, que acompañaba con aquellos besos que me volvían loca y unos dedos que, por mucho que me hubiera dicho que no tenía experiencia, sabía perfectamente dónde llevarlos. Cuando los deslizó dentro de mi vagina, contuve un gemido y mi cuerpo se paralizó completamente.

-Lo… sé… y sé que también disfrutarás con ello –le dije, moviéndome para que la penetración fuese más profunda e intensa.

Yo también tenía hambre de ella, de sentirla, de hacer que sintiese, de encontrar una conexión que hasta entonces me había parecido impensable hasta ese momento. Unas horas antes, ni tan siquiera pensaba en ella porque me resultaba inalcanzable y la había considerado únicamente como amiga.

Ahora, no podía pensar más que dejarme tocar, abrazar y besar por Emma, y por nadie más.

-Mi madre, que a este paso….

Apreté los labios ante el contacto de su pulgar, y me dejé tocar de una forma que en breve, hizo que de nuevo experimentase aquella necesidad que resultaba tan imposible de resistir. Mis piernas vibraron y las moví inconscientemente frotando la mano de Emma, que se encontraba entre ellas, mientras la abrazaba pegándome a su cuerpo como si de aquella manera. No tenía capacidad para reaccionar y concentrarme en lo que debía hacerle a ella. Gemí sin parar, hasta casi no poder oír ni la voz de Emma, aunque cuando lo hice, mi mente me jugó aquella mala pasada al llevarme de nuevo hasta sus ojos, ahora con un brillo especial, pero que cuando llegué al cuarto estaban enrojecidos e inundados en lágrimas.

Ahora más que nunca, no podía soportar verla sufrir y sentí que necesitaba, no solo un alivio físico, sino también consuelo psicológico.

Entendía que todo resultase complicado para ella, e intenté calmarla diciendo que no tenía que explicarle nada a nadie, pero ambas sabíamos que antes o después tendría que hacerlo para ser completamente libre. Sus padres parecían ser un fuerte escollo.

-Claro, lo comprendo. Pero no debes olvidar que tú eres dueña de tu propia vida y que ellos deberían poner tu felicidad por encima de todo lo demás. Cuando eso no sucede, es porque muchas veces, la gente es egoísta sin darse cuenta. Yo no he tenido ese problema porque… bueno, en realidad a mis padres no les importo nada.

No quería parecer una víctima. A veces la vida te daba bofetadas y no te quedaba otra que aceptarlas y seguir adelante.

En ese momento, además, priorizaba cómo se sintiese ella y que encontrase su propio camino, con independencia de que yo pudiera estar en él. No deseaba que me dejase a un lado, pero siendo realista, continuaba sin estar segura de que pudiera tener tanta suerte como para seguir durante mucho tiempo.

Quizás por eso le dije que lo mismo se aburriría de mí pero ella, con su amabilidad que ya conocía, su manera de mirarme y de tocar mi mano, negó con la cabeza, dándole la vuelta a mis palabras.

-Bueno, no lo había pensado, pero podría ser. De todas maneras, mientras te parezca interesante a ti, es suficiente –le dije, arrimándome más a ella, oliendo el aroma del sexo por todas partes.

Deseaba volver a sentirla pero también escuchar sus gemidos junto a mi oído y sentirla vibrar debajo de mi propio cuerpo, así que comencé a acariciar su pierna, sintiendo la reacción de su piel al contacto con mis dedos, mientras reíamos por la broma, que no parecía demasiado broma en verdad, sobre el baño. Yo estaba dispuesta a lanzarme sobre ella en cualquier momento, y cuando me dijo cómo se sentía respecto a mí… fue como si el cielo se abriese encima de mi cabeza, iluminándome para mostrarme el camino.

Le dije lo que me había parecido y ella todavía se atrevió a decirme que yo era más hermosa. Negué con la cabeza, al tiempo que recibía aquel beso que me pareció el más maravilloso de mundo.

-No, para nada. Y no me lleves la contraria –le dije, simulando una recriminación que no era tal, y que sonó verdaderamente patética. Era imposible incluso fingir que me enfadaba con ella, porque ya no me sentía con fuerzas.

Era tan sencillo hablar con ella, y sus palabras eran tan reales, que me resultaba muy difícil dejar de experimentar una sensación de felicidad casi absoluta. Emma era todo lo que había esperado, y mucho más. Y si lo único que necesitaba era que yo la apoyase y que tuviese paciencia, no iba a tener ningún problema con ello, porque me pareció, además de normal, ni tan siquiera una exigencia.

Así se lo dije, y en sus ojos percibí el agradecimiento de alguien que, al igual que me sucedía a mí, acababa de descubrir algo tan inesperado como fantástico. Cuando sin darme cuenta, la llamé “cariño”, me apresuré a corregirme por miedo a que se sintiese agobiada, pero ella negó de manera categórica.

Ella, por su parte, me llamó “amor”. Era una forma de corresponderme y me sonó a gloria, aunque solo pudiéramos hablarnos así cuando estuviéramos a solas.

-M-me alegro –dije, avergonzada pero feliz -. Aunque será mejor que no me acostumbre, vaya a ser que se me escape cuando no deba.

Y al decir que éramos pareja, me arrimé todavía más a ella, perdida en sus palabras y derretida con todo el amor que sentía en su voz y su mirada.

Porque era amor, de eso ya no tenía ninguna duda. Ignoraba si aquel sentimiento desaparecería pronto, tarde, o nunca, pero en esos instantes no podía ni considerar que pudiera ocurrir alguna vez.

-Mi corazón lo que me pide es que no me separe de ti ni siquiera para ir a comer. Estoy dispuesta hasta a que me alimenten con una sonda, con tal de no alejarme –dije, bromeando, recibiendo además otro comentario por su parte, lleno de una intención que me hizo lanzarle una sonrisa torcida.

-Vaya, vaya, agente De la Vega. Por favor, deténgame y póngase intensa… o quizás tenga que ponerme yo –le dije, moviendo una mano entre sus muslos y recorriendo sus pliegues desde abajo.

Pero por encima de aquellas sensaciones físicas, estaban las que me transmitía con aquella seguridad y dulzura que mostraba al declararse. Le respondí con la misma seguridad y, quizás, demasiado rápidamente, dejando clara mi ansiedad por corresponder a sus sentimientos, pero es que… ¿acaso podía pensar en algo que no fuese ella?

Cuando me explicó lo que había pensado, llevé una mano a su mejilla y la acaricié con suavidad.

-Me apetece todo lo que tú quieras, cariño –le dije, y me parece un plan estupendo. Primero un baño… aunque no puedo asegurarte que sea tranquilo, después recogemos algunas cosas… , cena, serie… acariciarnos…

La idea de ver una serie abrazada a ella, me pareció un sueño.

-Mmmmm. Las dos series son tentadoras, la verdad. Aunque puede que no preste mucha atención a ninguna de ellas. Pero si tienes tantas ganas de ver Alien… pues Alien será –le dije, dándole un beso rápido.

Hice una breve referencia a que necesitábamos una forma de prepararnos y ella simplemente dijo que podíamos ser “íntimas amigas”. Eso me sonó estupendamente.

-Me parece genial, sobre todo lo de “íntimas” –le dije, en tono juguetón.

Sus manos volvieron a colarse entre mis piernas y en esta ocasión, también las mías encontraron su lugar entre las suyas. No podía permitir que no recibiese atenciones por mi parte, sabiendo lo mucho que ambas lo deseábamos.

-¿Crees… que podremos llegar… al baño? –pregunté, entre risas y besos, sintiendo el fuego creciendo en mi interior.