Partida Rol por web

Pequeños pecados

LongHouse Reserve

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02/08/2025, 20:28
Daniel S. Bishop

Mayo 2025


La luz era casi teatral.

Ese tipo de iluminación que no está pensada para que la gente vea, sino para que la gente se vea. Focos cenitales, cálidos, que caían sobre los lienzos y esculturas, dejando el resto del espacio en un crepúsculo agradable, casi conspirador. El murmullo de las conversaciones flotaba sobre las copas de vino, intercalado con el repiqueteo de tacones sobre el mármol.

Yo estaba trabajando, o al menos fingiendo que lo hacía. La revista quería un reportaje del evento, algo elegante, pero con ese aire humano que hace que la gente crea que le importa la causa. Movía la cámara, encuadrando sin mirar demasiado, dejando que el dedo disparara mientras mi cabeza intentaba aislar sonidos, rostros, fragmentos de gestos.

Entre una foto y otra, la vi. No porque yo la estuviera buscando, sino porque no había manera de no hacerlo. Era de esas presencias que cortan en seco la deriva visual de una sala. No hacía falta que hablara; la manera en que ocupaba el espacio era suficiente. Se movía entre los grupos con precisión quirúrgica, como si cada paso estuviese marcado en un guion invisible. El vestido que llevaba no era tanto un adorno como una declaración: no necesito más.

Apoyé el visor de la cámara en mi ojo y la seguí en silencio. No buscaba fotografiarla, pero mis manos decidieron que sí. Un par de disparos robados: la curva de la luz atrapada en su cabello, el perfil impecable recortado contra un cuadro abstracto. Y entonces me di cuenta de que la estaba estudiando como se estudia un cuadro que no entiendes del todo: sabiendo que hay algo detrás, pero sin poder descifrarlo todavía.

- Mierda- Gruñó por lo bajo mientras cambiaba la batería de la cámara. Había traído de sobra, pero esta se me había agotado antes de lo que pensaba. Y para cuando subí de nuevo el objetivo, ella ya no estaba.

En ese momento, sentí un leve roce en el hombro. Giré apenas la cabeza y vi a una mujer inclinada hacia mí, extendiendo una mano con algo que reconocí al instante: mi tapa de objetivo.

Seguramente se me había caído mientras cambiaba de lente.

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13/08/2025, 17:12
Emma Valentina Ramírez De la Vega

Mayo de 2025
Munich


 

Otra fiesta.

Otra máscara.

Otra sala más dentro de una prisión en la que interpretar una imagen que, para nada, se correspondía plenamente conmigo. Siempre viviendo tras los bonitos y refulgentes barrotes de oro de una amplia y opulenta jaula de diamantes y gemas preciosas.

Y sin embargo, y a pesar de mi amargura interior, no dejaba de sonreír elegantemente y feliz. Como si cualquier deseo estuviese a mi alcance.

Avancé entre los invitados con la majestuosidad y la seguridad de un gran felino. Inmaculada y resplandeciente bajo las tenues y casi teatrales luces de la elegante fiesta, mientras la música, suave y de fondo, se compenetraba con las risas lejanas. Generando una atmósfera perfectamente equilibrada de lujo, elegancia y buen ambiente.

El vestido que elegí para aquella gala era de tonalidad coral. Uno que se ajustaba delicada y deliciosamente a mi figura con tal precisión que pareciese haber sido confeccionado expresamente para mí. Marcando mi silueta con gracia. El escote, sutil y asimétrico, dejaba al descubierto uno de mis hombros mientras que el otro se encontraba adornado por un elegante vuelo que añadía un toque juguetón —y moderno— al look. Dotándome de una sensualidad discreta sin dejar de lado el toque elegante y refinado.

Al caminar entre los presentes —firme, segura y poderosa—, dejaba tras de mí un ahogado sonido producto de mis tacones al tocar el suelo de mármol. Uno que parecía fundirse con el ritmo de la conversación y la música. 

Mi rostro y mis expresiones, suaves, serenas y puntuales y comedidamente maquilladas, eran el digno reflejo de la educación y la cortesía que había aprendido a lo largo de los años. Desprendiendo un aura juvenil que, aunque en cierta manera frágil, poseía una fortaleza inconfundible e incomparable. Acompañando cada paso de sonrisas, reconocimientos, gestos amables y de esa mirada brillante de la que la mayoría de personas a mi alrededor no parecía poder —o querer— escapar.

No era mi intención llamar la atención. Pero, pesase lo que pesase, era el efecto que solía conseguir en la gran mayoría de fiestas. Ganando un protagonismo que, además de no gustarme, eclipsaba al motivo por el que se hacían aquellos eventos. En este caso, "Our children always come first".

Saludé a los primeros conocidos —unos embajadores ingleses— con una cordialidad que refleja mi rol como hija del anfitrión. Con cada saludo, una breve conversación tomaba forma: "Hola, ¿qué tal? Qué bueno verte por aquí. ¿Cómo va la familia?" Mi tono siempre era suave aunque firme, eco de la educación que se espera de una persona de alta sociedad. 

Podía sentir algunas miradas de admiración. Y otras con ese aire curioso que solo puede tener alguien acostumbrado a estar bajo los reflectores, como si estuvieran tratando de desentrañar el misterio que se ocultaba tras mis ojos profundos y mi enigmática y comedida sonrisa.

Era plenamente consciente que mi papel en estos teatrillos no era únicamente social. También era simbólico: la figura joven de la familia, encargada de mantener una imagen perfecta de mi apellido con un rostro amable y accesible en medio de un mundo que a menudo parece ser tan distante y caótico.

No tardé demasiado en percatarme de su presencia: una alejada de todo el gentío. Solitario. Algo obvio, supuse, dado su papel en aquella gala.

Recorté la distancia que me separaba de aquel chico. Usando a la gente como "pantalla" para no ser vista, hasta quedarme a dos o tres metros de él. En el suelo, di por hecho que debía ser de su propiedad, la tapa de un objetivo.

Me agaché con elegancia y lo recogí. Observándolo un momento, curiosa, antes de salvar la distancia que nos separaba. Entonces, delicada, le brindé un leve roce en el hombro. Extendiéndole la tapa.

Creo que se te cashó esto... —dije con educación, un tono cercano y una comedida sonrisa, centrando mis ojos en los suyos.

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13/08/2025, 20:47
Daniel S. Bishop

Mayo de 2025
Munich


La voz me pilló tan fuera de guardia que tuve que frenar el impulso de contestar con un monosílabo. Bajé la cámara, girándome lo justo para verla. Era la misma mujer que un minuto antes había estado enmarcada entre luces y lienzos, solo que ahora estaba demasiado cerca para que la viera como una imagen.

Tenía en la mano mi tapa de objetivo, y en la forma en que la sostenía había algo curioso: no era el gesto de alguien que recoge algo del suelo por accidente, sino como si me estuviese devolviendo una pieza de mí que había encontrado por casualidad.

-Gracias -murmuré, aceptándola, intentando que el contacto fuese más casual que torpe.

Y ahí debería haber terminado, pero algo en su mirada me retuvo. No era la típica sonrisa social que se reparte en estos eventos como canapés. Había… algo más. Quizá curiosidad, quizá un desafío velado. Y yo, que normalmente me escudo en el silencio, sentí que sería un desperdicio no probar a romperlo.

- Siempre pensé que perdería la cabeza antes que el equipo… aunque, bueno… igual, esta noche hay competencia. -dije, encajando la pieza de nuevo en su sitio. 

Guardé la cámara colgando al pecho y me incliné apenas, como si ese gesto fuera un brindis invisible entre nosotros. Baje levemente la mirada, un segundo quizá. No era de esos tíos que saben como ligar o que están a la que salta con cualquiera, como mi amigo Bastian. Tampoco era tímido, pero realmente, algunas mujeres, simplemente me parecían demasiado intimidantes. Bien fuera por la forma de andar, de vestir, de mirar... o su forma de hablar. Emma era una de ellas, lo admito.

- Supongo que usted es...- ¿Usted? Bueno, venía por trabajo y creía saber ligeramente quién era. De la familia De la Vega. -...¿Emma?.- Básicamente mi jefa. Bueno, su familia. O más bien...- La organización me ha contratado para cubrir el evento. Soy... em... Daniel Bishop. El fotógrafo.

Algo realmente evidente. Porque si no era el fotógrafo es que era una Paparazzi.

- ¿Todo bien por aquí? Un sitio... Interesante.- Dije mirándola a los ojos, por segunda vez. Joder, intimida más de lo que esperaba. - ¿Se está divirtiendo?

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21/08/2025, 01:23
Emma Valentina Ramírez De la Vega

Mayo de 2025
Munich


 

Los mirada que el chico me dedicó fue... curiosa. Muy curiosa. Y a la vez también extraña. Me recordó a cuando miraba un cuadro que no conseguía interpretar del todo: con esa equilibrada mezcla entre curiosidad, fascinación y respeto.

Con un leve murmullo, el hombre me agradeció el gesto y cogió la tapa. Produciéndose un primer y sutil contacto entre ambos.

Un plaser. —afirmé con una genuina y precisa sonrisa, combinando la mueca con un ligero y elegante ladeo de cabeza.

Tras un efímero silencio entre ambos, y casi a punto de marcharme de allí y seguir atendiendo mis "deberes", el joven dejó caer aquella singular frase. Invitándome, no sé, a "meterle un poquito de caña".

¿Hm? En tal caso, y si me permite la sugerensia, procure haserle fotos a ambas cosas ahora que cuenta con eshas. Así te asegurás que, en caso de pérdida de cualquiera de eshas, podés usar las fotos a modo en un cartelito que diga "Se buscá piesa". —le propuse con un dulce toque humorístico y una enigmática expresión.

Entonces el chico guardó la cámara y se inclinó escuetamente. Me conocía. O, como mínimo, sabía unir mi nombre con mi cara. ¿De qué me conocía? Ni idea. Era algo que me ocurría con demasiada frecuencia en aquellos aburridos eventos. Razón por la que ya no me sorprendía.

Luego supe de qué me conocida: de la organización.

Ohm. —asentí varias veces con una contenida sonrisa en respuesta a su presentación— Un plaser, señor Bishop. —afirmé con inmaculada educación— Así es. Soy Emma. —y tras pronunciar mi nombre, dejé un fugaz silencio en el aire. Breve. Medido.

Permítame agradeserle la aclarasión anterior. La de ser el fotógrafo. —aclaré con fingida inocencia— Creo que es altamente importante el haberla echo. Ya que con eso que shevás en las manos, obvio, —hice especial hincapié en el "obvio"— podrían confundirle fásilmente con el jardinero. —dije en un tono claramente bromista— Enserio. La gente acá suele confundirse mucho con la profesión de las personas. Lo mismo te ven de fotógrafo, que de cosinero, jardinero, electrisista... un quilombo todo, vasha.

Me preguntó si todo iba bien por allí. Añadió que el sitio era interesante. Aunque esa breve pausa antes del "interesante" bien parecía dar a entender que usó una palabra al azar para adornar la frase.

Entre tanto, sus ojos coincidieron con los míos. Sosteniéndole la mirada —penetrante, brillante, orgullosa, segura y altiva— con una perfilada y cuidada sonrisita fría.

Imagino que sí. —respondí sincera a su primera pregunta— Dedusco que, de no estarlo, sha habríamos visto pasar a los de seguridad a la carrera. —opiné con una pizca de sarcasmo.

¿Ha estado alguna ves, además de la presente, —aclaré, divertida— en Munich, señor Bishop? —quise saber, proyectando a continuación una imagen de comedida calidez, en contestación a lo su afirmación sobre que aquello era un sitio interesante.

Genuina curiosidad por el muchacho, supuse.

Mucho. —reconocí cuando me preguntó si me estaba divirtiendo— Ahora más que hase un rato, de hecho...

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25/08/2025, 22:53
Daniel S. Bishop

Mayo de 2025
Munich


El murmullo de la galería seguía flotando a nuestro alrededor, pero con Emma frente a mí, todo lo demás parecía diluirse en un eco lejano. Había algo en su forma de hablar, ese acento que redondeaba las palabras con elegancia y un toque pícaro, que me obligaba a escucharla con más atención de la que normalmente prestaba en eventos así.

Noté cómo su mirada se mantenía firme en la mía, segura, altiva, con esa sonrisa medida que parecía pesar cada gesto y cada palabra. El contraste con el humor ligero de sus comentarios me resultaba fascinante. Era como si en ella convivieran dos capas: la mujer de hielo que calculaba cada movimiento, y la chispa traviesa que se escapaba entre sus frases.

-Múnich… -repetí, tomándome un segundo como si la pregunta hubiera despertado un recuerdo que prefería mantener guardado-. Sí, he estado. Una vez, hace un par de años. Pero no tuve el lujo de disfrutarlo con calma. Trabajo. -ladeé apenas la boca, como quien confiesa algo demasiado rutinario para darle más importancia.

No quise entrar en detalles. Dejé que el silencio después de la frase se extendiera lo suficiente para que fueran sus ojos, y no mis palabras, los que hablaran por mí.

-Supongo que debería volver algún día. Con alguien que sepa mostrarme los rincones que importan. -añadí al final, casi como al descuido, pero consciente de que el comentario flotaría entre nosotros con un matiz más personal del que cabría esperar en un intercambio tan formal.

Deslicé la cámara a un lado, dejando libre mi atención por completo. Su última respuesta, eso de que se estaba divirtiendo “ahora más que hace un rato”, seguía rondando en mi cabeza, como un secreto que ella no pensaba darme del todo, pero que me había dejado saborear en la superficie.

-Me alegra escucharlo.-respondí con una media sonrisa, buscando medir mi tono, entre la cortesía y la insinuación-. Sería una lástima que una noche como esta se desperdiciara sin… algún momento memorable.

No era un desafío, ni una declaración directa. Era una invitación velada, un espacio que le dejaba a ella decidir si quería seguir caminando en paralelo conmigo o trazar distancia. Lo cierto es que, al sostener su mirada unos segundos más, supe que la decisión no dependía de mí.

- Quizá... podemos hacerla más memorable. O divertida.- Dije guardando la cámara en la bolsa y cerrando la cremallera.- Todo depende de sí...- miré a nuestro alrededor. Todo lleno de lujo, gente y protocolos, risas ahogadas y comentarios demasiado medidos.- ... no quieres ahogarte en la rutina y estás dispuesta a "soltarte" un poco. - Miré mi reloj de pulsera y sonreí después de ladear la cabeza y mirarla inquisitivamente.- Solo serán 15 o 20 minutos. ¿Te atreves?