Domingo 31 de Agosto, por la tarde
Me quedé en silencio un momento, todavía con la libreta medio abierta entre mis manos. No era que no quisiera responder, sino que sentí ese golpe seco en el estómago que siempre llegaba cuando alguien sacaba el tema de Éric. Tragué saliva, apoyé el álbum sobre la mesa baja y me incliné hacia adelante, los codos en las rodillas, como si necesitara hacer fuerza con el cuerpo para poder hablar.
-Sí… -murmuré al fin, con un hilo de voz-. Éric se sintió atrapado. Como si el mundo entero le hubiese cerrado todas las puertas y no quedara aire. Nunca me lo dijo tal cual, pero lo vi en su mirada. El problema no fue solo que no pudiera decirlo… sino que pensaba que nadie le iba a querer después de hacerlo. Y en parte tenía razón: mis padres… nunca habrían aceptado algo así.
Me pasé la mano por el pelo, nervioso. No me gustaba abrir la herida, pero con Bea… no me salió la coraza.
-Yo… yo intentaría que tu amigo no se sintiera solo. Que supiera que, aunque el resto lo rechace, tiene un lugar donde caer, alguien que lo entiende y que no lo va a mirar diferente. A veces, eso es lo único que marca la diferencia: no sentir que uno es un monstruo… -suspiré y, al darme cuenta de que estaba hablando demasiado serio, intenté recomponer un gesto de media sonrisa-. Aunque si le sirve de algo, podría decirle que yo era un desastre intentando ser el hermano perfecto y que aun así Éric me quería igual.
Me quedé un instante callado, y cuando alcé la vista ella ya estaba hojeando mis fotos, despacio, como si buscara algo entre ellas. Noté ese brillo extraño en sus ojos, una mezcla de cautela y de ganas de confiar. Me removí, incómodo, porque había algo en su vulnerabilidad que me atraía más de lo que quería admitir.
Tomé la cámara de la mesa y se la tendí, como rindiéndome.
-Vale, Bea. Hazlo. Hazme las fotos. -Sonreí, un poco forzado, pero sincero en el fondo-. Solo prométeme una cosa: no me hagas posar en ropa interior, ¿eh?- la guiñe un ojo cómplice.- Puede que te guste.
Se lo dije en tono ligero, pero mientras apoyaba la espalda en el sofá y la miraba preparar la cámara, sentí un nudo distinto en el pecho. Una mezcla rara entre la incomodidad de estar del otro lado del lente… y una curiosidad peligrosa por saber qué iba a ver ella en mí.
Domingo 31 de Agosto, por la tarde
Se dio cuenta tarde de que sacar el tema de su hermano no había sido una buena idea. Era algo que se notaba que aún le dolía mucho y se sintió muy mal al haberlo tratado con esa frialdad. - Lo siento Dan, no debí recordarte lo de tu hermano. A veces se me olvida que los hombres tenéis sentimientos también. Bueno, no todos... Pero tú sí, desde luego- intentó arreglar lo que acababa de decir, el llamar a todos los hombres unos desalmados, pero no la salió muy bien porque era lo que pensaba en el fondo.
Iba a abrir el álbum que la había dejado pero él cambió de opinión y terminó dejándolo en la mesa. Parecía que le apetecía más lo de las fotos y ella no tenía ningún problema con eso; podrían ver sus cosas más tarde.
- Bien,- dijo aceptando la cámara que ya conocía un poco porque se la dejaba a veces usar en la playa- pues a ver, los modelos van cambiando de vestuario, pero hay otra forma más sencilla y que creo que quedará bien para una primera sesión ¿Me dejas mirar tu armario?-. Esperó a que le diera permiso para llevarle unas cuantas cosas extras que se tendría que poner: una camisa encima de su camiseta, un jersey y hasta un abrigo. Luego se mojó las manos y le peinó pasando los dedos por su pelo hasta que le dejó con un look despeinado y casual.
- Empezamos con el abrigo. ¡Te queda muy bien, estás muy elegante! - eligió el fondo, la luz y le dejó su bolso en el suelo para marcar una posición. - No puedes alejarte de esa marca, por lo demás actúa con normalidad. Intenta ponerte serio. ¡Mírame! -*click*, comenzó a sacar fotos. La verdad es que lo notaba, era muy fotogénico. No era especialmente guapo pero tenía unos rasgos muy marcados, muy atractivos, que quedaban perfectos tras la cámara.

-Vale ahora quítate el abrigo, solo con la sudadera -*click, click*, resonaba el percutor de la cámara.


- Dime lo que sientes... Quítate la sudadera y ábrete la camisa. Así, ¡perfecto!-

Calle Comercial, Durante la primera semana de Universidad, Por la tarde
Lucía realizó entonces algo que no solían hacerle y que Emma le había hecho también en la playa.
Levantar mi barbilla.
¿Sería porque estaba siempre bajando la mirada?
Desde luego, no podía ser porque hubiese una diferencia de estatura puesto que estaban sentadas, así que, sí, tenía que deberse a eso. Sabía que era tímida y que me sentía cohibida en situaciones como aquella, así que no me extraño que volviese a hacerlo casi sin darme cuenta.
Pero era un gesto dulce y amable, algo a lo cual no estaba habituada, y el tono que empleó Lucía hizo que dudase en sí estaba refiriéndose a mí o a ella misma.
-C-claro, claro. Yo no soy de las huye, aunque pocas veces he tenido oportunidad de tener que pensar si hacerlo o no. En realidad, el problema es que no siempre sabes si vas a meter la pata o no y claro, da un poco de miedo atreverse a decir lo que se siente. Supongo que es parte del... ¿juego?
Yo nunca lo llamaría juego, pero no dudaba que otros muchos sí que lo harían.
No era divertido, sino importante, y podía hacer que te sintieras en el cielo, como yo me sentía, o hundirte en la miseria, como me había sucedido en alguna ocasión.
No obstante, aquella manera de hablar de mí continuaba siendo algo que me hacía sentir incómoda. Lucía se refirió a las demás como "anoréxicas" y las llamó de alguna manera que no entendí, pero que supuse que no podía ser nada bueno. Acompañé su risa con la mía, a pesar de no conocer el término.
Pues sí. Por eso prefiero no serlo, pensé.
Era tan extraño hablar de todo aquello con alguien, sobre todo porque apenas la conocía y a pesar de eso, me daba la sensación de que ella tenía tanta necesidad como yo de compartir algo diferente con alguien. Quizás no tuviera a nadie más con quien hablar de aquella forma.
-La verdad es que prefiero pasar inadvertida. A veces hay demasiados líos entre la gente y... no terminan de gustarme. Quiero decir que me gusta tener a alguien, y amigas, pero no seguir el ritmo frenético ese que a veces veo por todas partes.
Estaba algo distraída tomándome la horchata que había pedido y entonces me preguntó si me trataban mal, ofreciéndose como amiga a ayudarme.
-¿Bulling? No, no, no creo. Es... bueno, ya sabes, preferencias. La gente prefiere estar con gente que beba alcohol, salga por ahí a perderse y cosas así. Yo soy más... bueno, aburrida. Me gusta estar en casa, ver series, jugar a rol, esa clase de cosas, todas un poco... distintas -comenté, para tranquilizarla.
Era más una cuestión de manera de ser.
Pero se sentía bien sabiendo que podía acudir a Lucía si tenía un problema de aquella clase. No estaba habituada a poder hacerlo y de repente, sabía que tanto con Lucía como con Emma, disponía de una ayuda en cualquier momento.
De repente, le pareció que la vida le estaba ofreciendo un montón de cosas buenas. La pregunta era cuándo le pasarían la factura.
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Por la tarde
- No es un juego, es un arte, cara.- Dijo con una neutralidad en el tono que indicaba que se encontraba relajada. - La expresión de todo lo que hay en nuestro interior, donde los sentimientos afloran y se alternan en una danza magistral. - Gesticulaba para acompañar sus poéticas palabras y es que, si... era una romántica. Obsesiva, pero romántica. - No lo temas, pues "Nessuno è mai morto d’amore", ¿certo?. - Parafraseó una cita icónica que la historia y la literatura había contradicho en multitud de ocasiones.
Aireó la mano en un par ocasiones para restar importancia al comentario.- Para nada, la gente no tiene vidas tan interesantes como lo que puedes ver en la pantalla.- Ahora la repetición fue de la uña de su índice a la pantalla apagada del móvil que tenía sobre la mesa. - Que no te engañen, sus vidas son poco más o menos como las nuestras.- Y es que ella, se veía más similar a Leinali que a aquellos que eran enmarcado como "populares".
- ¿Te gusta el cine? - Preguntó ignorando el resto de aficiones.
Lucía bebía en ocasiones, pero como síntoma de estatus, y eran cócteles elegantes. No era de las que iban a una discoteca a emborracharse, o a beber sin un sentido, sin un propósito.
- En ocasiones suelo quedar con Emma para ver películas en italiano.- Una pequeña pausa.- incluso a veces la dejo elegir.- Una risilla que buscaba complicidad.- Quizás puedas venirte la próxima vez, tengo espacio más que suficiente en mi casa para que te quedes a dormir, incluso puedes traer a tu "amiga".- Matizó con el gesto de entrecomillado con sus dedos. - ¿Te parece bien?
El asunto de su noviazgo se había desvanecido según la conversación avanza, pero al hacer esta proposición volvió a salir a la propuesta.
- ¿Puedo darle un nombre ya, o debo seguir llamándola, "amiga"?
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Por la tarde
Lucía parecía sentirse como pez en el agua en aquella mesa, hablando conmigo relajadamente, intentando sonsacarme cosas pero también descubriéndose un poco ella misma, o mucho. Al igual que me había sucedido con Emma, el comportamiento de ambas era muy diferente conmigo, sin nadie más cerca, y cuando estábamos rodeadas de otras personas.
No es que pensara que lo hacían a cosa hecha, sino que la influencia social era tan poderosa, que resultaba casi imposible resistirse a la corriente que generaba. Así, con aquella frase acerca de sus vidas, pareció dejar claro que casi todo era apariencia y poco más.
-Sí, supongo que sí, aunque está claro que venden cosas diferentes. En realidad, a mí me da lo mismo lo que hagan los demás, lo que sucede es que suelen tener la mala costumbre de despreciar a los que se supone que no se ajustan a lo que se espera. Por eso a mi me cuesta tanto encajar -expliqué, encogiéndome de hombros.
Después, me preguntó algo que pareció romper un poco con lo que estábamos hablando.
-Eeeeh, sí, claro -respondí, expectante por ver en qué acababa aquello.
Entonces me comentó que quedaba con Emma para ver películas en italiano.
Italiano... mmmmmm, eso tenía que ser como ver una opereta o algo por el estilo. Me imaginaba a los actores juntando mucho los dedos y hablando muy alto y deprisa. Pero la idea me agradó, aunque cuando dijo que podía traer a mi amiga, haciendo un gesto de abrir las comillas para nombrarla, apreté los labios.
No lo había hecho con mala idea, pero quedaba regular y me molestó. Sin embargo, era una oferta sincera, me pareció.
-Pues... me gustaría, claro, pero...
Obviamente, no pude terminar de decir la frase, porque me insistió sobre quién era mi amiga.
Me apresuré a negar con la cabeza, sin soltar prenda.
-No puedo decirte quién es, Lucía. No me corresponde a mí hacerlo -le expliqué, dando con aquella sencilla frase mucha más información de la que parecía -. Lo siento.
No sabía por qué me disculpé, pero me sentí en la obligación de hacerlo. Me hubiera gustado decirle de quién se trataba pero no estaba preparada para ese terremoto, ninguna de las dos, pero ella menos que yo, por supuesto.
Domingo 31 de Agosto, por la tarde
Bea me había arrastrado a su juego, y yo, sin darme cuenta, estaba siguiendo cada indicación como si fuera un modelo de verdad. La cámara se movía con precisión, como si llevara años detrás de ella, y en cada disparo escuchaba ese click que parecía registrar no solo la imagen, sino también la tensión que se iba acumulando en el aire
El abrigo, la sudadera, la camisa medio abierta… cada prenda dejaba entrever no solo piel, sino esa vulnerabilidad que rara vez mostraba frente a alguien. Me incomodaba y, al mismo tiempo, había algo en la forma en que Bea me miraba que me hacía quedarme quieto, obediente. Sus ojos se movían con concentración, pero había un brillo diferente allí.
Yo también la miraba, más de lo que debería. Había algo en su manera de caminar alrededor mío, en su voz cuando me corregía la postura, que despertaba una especie de electricidad contenida. No era deseo puro, no al menos del todo, pero sí una atracción que no podía negar. Y aunque trataba de disimularlo, cada vez que su mano me acomodaba el pelo o ajustaba la ropa, me costaba un poco más mantener esa distancia segura. Porque era mi amiga. Nada más. ¿No?
En un momento, mientras revisaba la pantalla de la cámara, me acerqué demasiado. Quizá fue inconsciente, quizá no. Di un paso al frente y, cuando levantó la vista, ya estaba justo frente a ella. Pude ver cómo su respiración se agitaba levemente, y por un segundo pensé en lo fácil que sería acortar la distancia y besarla.
No lo hice.
En vez de eso, incliné la cabeza hasta rozar con mis labios el borde de su oído y, con voz baja, casi en un susurro, dije:
-Oye, estaba pensando desde que te he visto en la puerta una cosa… y, ya que casi me has desnudado por completo… ¿qué te parece si…-
Hice una pequeña pausa, dramática, intrigante y que haría sudar a cualquiera. Y después me aparté poniendo los brazos en las caderas, como si no hubiera pasado nada.
-¿... quieres… pizza o chino? ¿O quizá tailandés? A lo mejor quieres otra cosa. ¿Sabes? Podrías quedarte esta noche a dormir. Desde aquí se ven unas vistas estupendas. Y creo que esta noche decían que iba a haber lluvia de estrellas.
Me aparté justo lo suficiente para ver su reacción, dejando en el aire esa mezcla de tensión y broma. Una sonrisa ladeada se me escapó, como si todo hubiera sido un juego para picarla un poco, como si realmente no quisiera nada más que comida.
Por dentro, claro, la historia era otra. Pero eso quedaba guardado para mí.
Domingo 31 de Agosto, por la tarde
Cualquier observador externo podría haber esperado que aquello terminara en una desenfrenada escena de pasión entre los dos jóvenes. Era indudable que había cierta tensión sexual y que el guion lo pedía, pero había un problema.
Aunque a Beatrice Daniel le resultaba tremendamente atractivo y la caía muy bien, su mente traumatizada hacía las conexiones equivocadas. Cuando estuvo detrás de la cámara y empezó a hacer esas fotos, dejó de ver a Daniel como realmente era, y empezó a ver a Rupol, a Jonah, a Francoise, a Mauricio... A todos aquellos seres despreciables que la habían obligado a desnudarse en las sesiones de fotos, a humillarse y hasta terminar violando en algunos casos. La ira y el miedo fueron creciendo en ella. Ya no sabía si le había pedido que posara para que supiera cómo se sentía al otro lado de la cámara o porque quería vengarse de todos ellos, humillarle, mancillarle, y hacerle daño. Beatrice se sentía mal porque en algún punto dentro de ella sabía que lo estaba pagando con la persona equivocada, con alguien que no había hecho nada para merecerlo. Pero también recordaba que todos los demás también fueron así al principio; la habían hecho sentirse cómoda y confiada hasta que no pudo escapar.
Y por eso, cuando el chico se acercó a ella, su reacción no fue la de una mujer normal. Beatrice se tensó y hasta sus pupilas se dilataron por el miedo. Daniel ya no era Daniel, era un tiburón, un monstruo, y ella tenía que salir de ahí como fuera.
La cámara la temblaba entre sus manos, así que la dejó, con delicadeza, encima de la mesa. No sería la primera vez que la hubieran gritado e incluso golpeado por haber tocado una cámara sin permiso de su dueño, así que tenía miedo de que se la cayera de las manos y él la pegara.
- Yo, yo...- respondió titubeante mientras se apartaba de él- lo, lo siento, pero me tengo que ir...- se giró enseguida y recogió sus cosas.
- Lo siento, de verdad, lo siento -. En un momento de claridad, cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando, intentó disculparse pero seguía teniendo la imperiosa necesidad de irse de allí. - Lo siento Daniel, no eres tú, es que... No puedo. Perdóname.- Sin darle tiempo a reaccionar por temor a que la atrapara y que pasaran todas aquellas cosas horribles que tenía en su cabeza, fue corriendo hacia la puerta y salió sin decir nada más.
Trauma activado ^^"
(por mi, escena terminada)
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Por la tarde
El interés fue en aumento. Tanto misticismo y negación a pesar de que Lucía había sido más directo de lo que la hubiese gustado solo la dejaba entrever una cosa... conocía a su pareja, y no era alguien a quien hubiese conocido de una tarde o una charla. Era alguien con quién tenía o había tenido cierto contacto.
En un principio pensó en Andrea y el sentimiento de querer arrancarla los pelos de la cabeza merodeo por su mente, sin quitar la sonrisa, pero luego se recordó que era "bombera" como decía su amiga Emma, por lo que era una mujer. Desvió la mirada a la pulsera que previamente la había mostrado zarandeando su muñeca.- Pensa a mente fredda, Luchy. - Se dijo mientras se esforzaba por mantenerse serena.
- Vero... - Dijo esbozando una sonrisa.- siento si te ofendí a veces me pueden los chismorreos.- Aceptó y es que como fiel seguidora de "Las Kardashian" era una mujer que vivía y se alimentaba del drama.
La mirada con un gesto intrigante, frunciendo el ceño pero manteniendo la sonrisa. Haciendo pausas de silencio entre comentarios, que si bien no la molestaban, se podían sentir incómodos. - Me alegro por vosotras, espero un día poder conocer a la afortunada. - Dijo al fin.
Pensando, Emma era alguien que entraba en el perfil de círculo cercano, pero era hetero por lo que Lucia ni llegó a pensar en ella. Otras mujeres que se mantuvieran cerca de ella y tendrían más confianza con ella no se le ocurrían... ¿Beatrice? - Casi estuvo a punto de dar el nombre en voz alta.
Leinali pudo ver como los ojos se le abrieron como platos y las cejas se alzaron sin que la italiana dijera palabra alguna, pero abriendo la boca para en el acto cerrarla de nuevo.
- Es agradable conocer gente nueva.- Cambió de tema. - Espero que podamos repetir esto más veces.- Suspiró complacida si bien su mirada mostraba la curiosidad contenida de un gato que esperaba el momento oportuno para volver a atacar. - ¿Torniamo a fare shopping?
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Sentía no poder decirle nada, porque me sentía en una nube en esos momentos y solo tenía ganas de gritarle al mundo lo bien que estaba, pero como le había dicho a Lucía, no era algo que me correspondiese a mí. Esperaba que eso no generase un problema, pero todo dependía de sí la curiosidad que mostraba era mucho más importante que todo lo demás.
La observé durante unos momentos, esperando su reacción, y entonces, se disculpó.
-No te preocupes, no me has ofendido. Parece lógico que quieras saberlo y un cotilleo siempre es divertido. Lo siento de veras -volví a disculparme.
Estaba claro que la oferta del cine obedecía sobre todo a un intento de sonsacarle esa información, más que al interés real de compartir una noche de chicas, aunque casi mejor que fuese así porque a saber lo incómoda que podía resultar.
-Claro que sí. Es solo cuestión de tiempo. Ahora mismo solo estamos... un poco locas por estar juntas y todo eso -dije, sonrojándome. Nunca había hablado de esas cosas con nadie, quizás porque tampoco había tenido con quién hacerlo, ni una amiga a la que contárselo.
Pasado aquel momento complicado, Lucía pareció relajarse.
-Sí, claro. Y hasta ahora pues la verdad es que no he tenido amigas, así que para mí es una novedad. Me hace mucha ilusión que me hayas invitado a ir de compras... aunque no tenga ni idea de ropa -reconocí, riéndome.
Cuando sugirió volver a ponernos en marcha, o eso fue lo que me pareció, asentí.
-Claro, vamos al ataque. No dejaremos mostrador sin ropa ni bolsillos con dinero. Quien sobreviva a este día y vuelva a salvo a casa, se pondrá de puntillas cuando se lo mencione, y se despertará cuando escuche el nombre de San Crispín -dije, poniéndome en pie, sintiéndome entonces como una tonta -. P-perdón. Es del... monológo de Enrique V. Me he emocionado.
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- Creo que eres demasiado humilde, cara.- Dijo ante el agradecimiento por la invitación.- No soy la más sociable del Campus y sé de algunas buenas amigas que tienes: Emma, que es un amor, y ayer me dijo mi cuñada que te quedaste a dormir con ella el sábado, asique supongo que la podría considerar otro amiga. - No hubo maldad ni doble sentido en aquellas palabras, aunque no lo pudiese parecer. - Y luego, bueno, esta el grupo de chicos "raritos".- Entrecomilló la palabra con sus dedos pues no sabía como calificarlos.- que te siguen a todos lados. Eres bastante popular en algunos círculos.
Si Lucía sentía que había ofendido con el término "raritos" a Leinali, la pediría perdón de inmediato.
Debía haber sentido que Lucía no entendió nada de lo que dijo, pues tuvo que explicar de donde venía la cita.
- Eso, ¡al ataque! - Dijo entre risillas. Lo cierto era que esa forma tan suya que tenía, era algo que divertía a la italiana y la hacía sentirse ligera, a diferencia que sentía al estar rodeada de otro círculo de amistades.
Aquel día, Lucía fue muy persistente en pagar un par de modelos que permitió que Leinali eligiese. Si bien no aceptó ir a ninguna tienda que Lucía considerase respetable (ropa de marca de autor y de gran coste). Las elecciones seguramente no serían las que ella habría tomado, pero no hizo comentarios al respecto, se limitó a esbozar una sonrisa aprobatoria y pasar la tarjeta de crédito que le costeaba su padre.
Sin darse cuenta, para cuando acabaron se acercaba la hora de cenar, por lo que se despidió indicando que mañana se verían en la Universidad.
Por mi, podemos ir cerrando.
Si alguna vez que nos encontramos llevas uno de los dos modelos que te compro, me lo haces saber en post y listo. Ya me dirás entonces como son.
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Por la tarde
Humilde... sí, eso me decían últimamente.
Quizás fuese cierto, aunque la verdad era un poco diferente. No me sentía confiada porque durante demasiado tiempo había visto las miradas de desdén por parte de otros, incluyendo a su propia familia. Su madre se había encargado de recordarle, una y otra vez, que valía muy poco.
Seguramente, si los demás me repetían tantas veces que no valía tan poco era porque ellas debían tener razón, y no mi madre, aunque me resultaba todavía difícil aceptarlo del todo.
-Lucía, yo no soy un buen ejemplo de persona sociable, así que para mí, tú eres una amiga, y de verdad que me siento muy... agradecida -le dije, intentando no pensar demasiado en lo de dormir con Emma.
Por suerte, hizo referencia a continuación a los chicos, haciéndome reír.
-Sí, son raritos, como dices, pero un encanto. Me siento muy cómoda con ellos, creo que porque yo también soy rarita. Te aseguro que nadie a quien le guste la Batalla del Planeta de los Ewoks podría ser considerada de otra manera. Pero es que esos ositos peludos me pueden -dije, entre risas.
La comida terminó cuando decidimos que había llegado el momento de ir de compras. Por poco confiada que estuviese en hacerlo bien, tenía a mi lado a una chica que sí que sabía cómo desenvolverse entre trapos, así que me dejé llevar por ella. Tuve que refrenarla un poco alguna que otra vez, pero me ayudó un montón a escoger y además, pagó por mí. Estaba muy agradecida por compartir aquel rato conmigo.
Cuando acabamos y nos despedimos, me acerqué a ella para abrazarla. Nunca había tenido tantas amigas como aquel curso que había comenzado hacía nada.
Era extraño, pero me sentía doblemente afortunada, porque de repente había encontrado, en muy poco tiempo, a alguien por quien estaba completamente loca, y varias amigas que paseaban a mi lado sin sentir vergüenza.
No podía creerlo.
Peeeerfecto!!!