Partida Rol por web

Mientras esperábais, el grupo de secuaces de Oligis pasa por fin a la acción. Tras colocarse en posición y encender sus respectivas antorchas, responden a la señal de una de las aprendices de confianza del Rey Sombra para actuar todos a la vez. Rápidamente, las antorchas vuelan por el aire, incendiando distintos puntos del Cerro de Oro casi simultáneamente.

Los enmascarados se escabuyen rápidamente entre las sombras de la ciudad antes de que los gritos se empiecen a escuchar. Tanto el tabernero del Cerro de Oro como sus huéspedes y los vecinos no tardan en empezar a aparecer en la calle dando el aviso de fuego.

Cuando la dichosa posada de “El Cerro de Oro” comienza a arder por los cuatro costados, el ladino Rey Sombra hace un gesto a los suyos para que se replieguen en la oscuridad y aguarden, manteniéndose a la expectativa y listos para intervenir.

Si fuese necesario. Porque de momento no parece ocurrir nada.

Entonces trepa ágilmente a un tejado cercano y hace una seña a Ilsa Svletana para que se aproxime a su posición y poder comentar algo con ella:

- ¿Habéis visto algo extraño desde allá arriba? – pregunta con cierto aire suspicaz…

Ilsa pasa cerca de Oligis en vuelo y le responde...

-Nada Oligis. ¿Estás seguro de que estaban aquí?

El artero hombrecillo se sonríe antes de contestar:

- Seguro de que han estado, pero si no has visto salir a nadie sospechoso desde ahí arriba - comenta como para asegurarse - Igual es momento de retirarse.

Una menuda mujer se aproxima a vosotros. Para sorpresa de Ilsa, saluda respetuosamente al Rey Sombra.

- Maestro, - dice. - Si deseáis retiraros y me dejáis un par de hombres, yo puedo quedarme a ayudar a los vecinos en la extinción del incendio. Si aparece alguno de los enviados de Asceltis nos encargaremos de seguirle...

La hechicera parpadea un par de veces mientras planea junto a Oligis. Desde luego, los asesinos se pueden esconder en cualquier parte si esta jóven pertenece a sus filas.

Contesto con una media sonrisa ladeada a la oportuna propuesta de mi joven aprendiz:

- Perfecto, ocupaos de que el incendio no se desmadre y mantened una vigilancia – delego con cierto aire condescendiente – Nosotros tenemos que hablar…

Contemplo a la maestra Svletana con la suspicacia dibujada en la mirada, pero aguardo a que estemos a solas antes de insistir:

- ¿Estáis completamente segura de que no ha ocurrido nada extraño ahí arriba hace un rato, mi señora? – la interrogo ya abiertamente – Porque durante un instante, desde el callejón, me ha parecido ver otra figura alada junto a vos, más corpulenta… y lo hubiera tomado por uno de vuestros refuerzos de no haber percibido, incluso desde tan lejos, como preparabais un hechizo ofensivo – le sonrío con malicia – No parecía una bienvenida afectuosa…

Ilsa observa a Oligis de soslayo.

-He tenido un encuentro, Ledoma, en efecto. Parece que vuestra asociación no es tan secreta como parece, puesto que éste es miembro de mi propio gremio y conocía perfectamente vuestras intenciones. O las nuestras.

La hechicera no se siente cómoda en este lugar, después del evidente fracaso de su tentativa.

-¿Qué ha sucedido, Oligis? Creía que nuestra información era mejor.-Afirma, defraudada por todo lo ocurrido.

El miserable hombrecillo se revuelve ante la puya… y responde con lengua venenosa:

- Y yo creía que sabríais reconocer a un agente de Asceltis cuando se dirigiese a vos, Maestra Svletana – susurra entre dientes – Pues el secreto de mi organización sólo puede haber sido vulnerado por los suyos… os recuerdo que vos misma deberíais haberos convertido en mi objetivo, de no haber preferido apoyar vuestra oportuna candidatura para suceder al difunto Consejero Rowan.

Se pasa la lengua por los labios en un movimiento repulsivo y un tanto reptiliano, antes de añadir con una media sonrisa burlona:

- Aunque hubiera sido una auténtica lástima tener que cumplir ese encargo, os prefiero viva – puede que eso sea lo más parecido a un cumplido que pueda esperarse de este tipejo – Pero por favor, ahora decidme… ¿Quién era ese otro Lenguatormentas?

Ilsa fue consciente entonces de la oportunidad que le ofrecía Oligis. Decírselo implicaba la ineluctable muerte de su odiado némesis. No obstante, la hija de Svletan se resistía a revelar esa información. Al menos de modo tan directo. Al menos ahora. Al menos así. Eso se decía o prefería creer. Puede que hubiera otras razones que prefirió pasar por alto. Tan complejos y contradictorios son los deseos humanos. Tan voluble y veleidosa es nuestra voluntad. De ese modo podría eliminar a su competidor y rival definitivamente. Y más cierto que ninguna otra verdad era que Ilsa odiaba a Merak. Pero el odio tiene caminos tortuosos y retorcidos que escapan a toda lógica, al menos a la más clara y evidente de ellas: a la que se rige por la razón.

-Oligis, -respondió Ilsa- ¿dices tranquilamente que esa Asceltis tiene agentes hasta en mi organización?

Su enojo fue en aumento, después de oir las últimas palabras de Ledoma.

-No seáis condescendiente conmigo. Toda información tiene un valor, como bien sabéis. Y de momento, hasta que no vea a esa Asceltis y a ese Alder abatidos, prefiero reservarme toda información sobre mi gremio. Nuestra colaboración no anula mis lealtades más "primitivas". Al menos no por ahora.

Ilsa contempló la zona, con evidente hastío.

-Empiezo a creer que esto no ha sido muy buena idea. Alguien parecía conocer nuestras intenciones. Siempre parece que alguien se anticipa a mis movimientos. Ahora debo marcharme de inmediato. Estamos en contacto por nuestro cauce habitual, si no hay nada más...

Termina la hechicera con evidentes deseos de irse.

El ladino hombrecillo acentúa su sonrisa hasta convertirla en poco menos que una mueca y añade:

- Pues tal vez deberíais ir aclarando vuestras lealtades, antes de que sea demasiado tarde...

Y dicho eso, salta del tejado a una repisa y de ésta a un oscuro callejón, en el que desaparece.

Seguimos en la escena
Elecciones

Te alejas del incendio y no tardas en notar cómo dos de tus hombres se aproximan a ti entre las sombras, dispuestos a escoltarte hasta tu destino. Hannah se habrá quedado con el resto, ayudando a extinguir el fuego que vosotros mismos habéis provocado mientras vigila la zona, aunque sabes perfectamente que ninguno de los hombres de Asceltis aparecerá por allí.

"Tal vez deberíais ir aclarando vuestras lealtades", le acabas de decir a la maestra Svletana. Sin embargo, ese mismo consejo tienes que aplicártelo a ti mismo. La aparición de la mujer te ha hecho dudar, replantearte tus opciones. ¿Podrá realmente Asceltis mantener su promesa para que seas nombrado Gran Maestro si consigues acabar con la Mano? Parece improbable. Más que improbable, una locura. Y sin embargo...

Te surgen muchas dudas de repente. ¿Cómo sabía la astuta mujer exactamente dónde encontrarte? ¿Por qué no te ha impedido incendiar una posada donde trabajan para ella? Niegas con la cabeza tratando de despejarte. Durante un momento incluso has dudado de que la mujer fuera real, pero estás seguro de que era ella. No hay mucha gente capaz de cogerte desprevenido y, tras haber visto cómo manejaba la daga de la Mano, no te caben duda de sus habilidades. Desde luego, está a la altura de los Grandes Maestros de tu orden. ¿Será cierta tu intuición? ¿Son Asceltis y la Gran Maestra Henders la misma persona? ¿Por qué querría acabar con la Mano?

Demasiadas incógnitas. Demasiadas posibilidades... Pero, sea como sea, tienes que decidir qué hacer. Después de todo, si juegas bien tus cartas tienes mucho que ganar. Aunque si te equivocas, no te cabe ninguna duda de que no te quedará absolutamente nada que perder.

El taimado y ladino Oligis Ledoma tiene muchas cosas en que pensar. Todo está en el aire, pero asimismo se abren muchas nuevas oportunidades, algunas impensables hace tan sólo unos días…

Se dirige a uno de sus refugios y toma la primera decisión clave. Una que es común para todos los caminos que deberá decidir si le conviene transitar, pues todos los posibles senderos, incluso los más tortuosos, discurren por ese punto: debe citarse con La Mano. Personalmente. Y en privado.

Así que da a uno de sus esbirros la orden de transmitir a sus superiores que tiene nueva información que reportar. Aunque aún ha de decidir en qué consistirá exactamente…

Envías a uno de tus hombres al cuartel general en las alcantarillas de los Barrios Centrales. Preguntándote cuánto tiempo tendrás antes de que lleguen los enviados del gremio (en particular, la Mano), empiezas a barajar cuidadosamente tus opciones.

La puerta se abre súbitamente, y frunces el ceño pensando que aún no ha pasado el tiempo suficiente como para que tu mensajero haya llegado a su destino. Efectivamente, es Hannah la que aparece en el umbral.

- Maestro - dice limpiándose una mancha de hollín y humo en el rostro. - El incendio está controlado. La guardia llegó y han conseguido evitar que el fuego se extienda más allá de la posada - te informa.

Entra hacia la cocina y de un cubo de agua extrae una palangana con la que empieza a lavarse el rostro.

- Ninguno de los hombres de Asceltis ha aparecido por la zona - dice. Evidentemente, no sabe que la misma Asceltis estuvo allí contigo. - Sin embargo, estoy segura de que los rumores que han surgido del indendio le resultarán interesante. Al parecer hay quien piensa que es la misma Asceltis quien ha mandado quemar el Cerro de Oro, en represalia por las exigencias de su dueño con respecto al ataque que sufrieron hace unos días...

No puedes evitar una sonrisa. Estás seguro de que Asceltis en persona ha extendido ese rumor, aprovechando tu maniobra para aumentar su reputación de despiadada. Incluso si su conversación contigo resulta infructuosa, la mujer habrá conseguido sacar algo positivo esta noche. Desde luego, si siempre planifica todo con tanto detalle, será un aliado poderoso. Pero, ¿más que la Mano?

Todavía con una cínica sonrisa pintada en los labios, provocada por el admirable sentido del oportunismo de Asceltis, contemplo a mi pupila más avanzada mientras se limpia el hollín, adoro esos hoyuelos que se le marcan en las mejillas cuando frunce el gesto.

Es una auténtica belleza, de las que enturbian la razón de la mayoría de los hombres, y esa es su mejor arma, incluso más allá del sigilo, la daga y el veneno… por un instante incluso me planteo si su silueta encajaría con la de la propia Asceltis, convenientemente embozada… pero definitivamente no, puede que algún día alcance tal grado de maestría en nuestro duro oficio, pero todavía falta mucho para eso. Aunque tendré que permanecer atento.

- Estoy esperando una visita de nuestros superiores, tiene que acudir La Mano en persona – sorprendo a mi aprendiz con una información de las que sin duda impresionan a cualquier miembro de nuestro gremio – Pero he decidido que este no es el lugar adecuado para que mantengamos una entrevista, por favor, cuando venga dirigidle al viejo almacén de grano de los barrios medios, le esperaré allí…

Seguro que a La Mano no le hace la menor gracia que le haga dar vueltas para dar conmigo, pero es muy importante escoger el escenario de cualquier enfrentamiento… y todavía no sé a ciencia cierta cómo acabará nuestra próxima cita…

Cuando llego al gran almacén de grano en los Barrios Medios que he escogido como escenario para el próximo episodio de este drama, lo primero que hago por supuesto es registrarlo a fondo para asegurarme de que no hay nada que me pase desapercibido. Quiero ser yo el único que pueda dar sorpresas a mis visitantes. Ninguna trampilla oculta, ninguna entrada alternativa o escondite insospechado… y muy especialmente ningún ocupante desconocido.

Luego me dedico a cubrir todas las posibles entradas poniendo trampas ocultas en ellas, nada excesivamente letal sino más bien alarmas que me den la seguridad de controlar el escenario. Saber quién entra y por donde, sin visitas inesperadas. Supongo que La Mano vendrá en solitario pero nunca está de más pasarse de precavido. Y quién te dice que Asceltis no vaya a interesarse por esta reunión tan privada y tenga la indecencia de no pedirme invitación…

Y después, cuando ya esté seguro de todo, me dedicaré a esperar revisando meticulosamente mis venenos y mis armas, eso siempre me genera una bendita tranquilidad de espíritu.

Preparas el almacén a tu gusto, tomándote tu tiempo. Sabes que Hannah cumplirá diligentemente su tarea y sólo enviará aquí a la Mano en persona. La chica es bastante capaz de entretener a cualquier otro que vaya a buscarte, como probablemente sea el caso de Rallick. Desde luego tendrás que permanecer atento a la evolución de tu aprendiz, especialmente ahora que le has enseñado los secretos de uno de tus venenos más letales.

Sin embargo, tienes cosas más importantes de las que preocuparte ahora mismo que Hannah. Colocas alarmas en las distintas entradas al almacén y pierdes un rato moviendo cajas para disponerlas a tu gusto en el escenario. Aún no está claro cómo se va a desarrollar el encuentro, pero desde luego harás todo lo posible para que todo esté a tu favor.

Esperas pacientemente cuando un leve movimiento entre las sombras llama tu atención. Te giras justo a tiempo para ver cómo la Mano desactiva una de tus alarmas y entra en el almacén sin hacer ruido. Orgulloso por haberle podido ver antes de que decida mostrarse, planeas tu siguiente movimiento.

Sin embargo, él también te ha visto y se acerca a ti sacudiendo en su mano el sedal con el que habías preparado la trampa en la entrada.

- ¿Qué es esta charada, Oligis? - pregunta voz grave. - ¿Por qué me has citado aquí en vez de esperar en tu casa? Por lo que he visto, tu plan del incendio sólo ha servido para crear el caos en la ciudad, pero no has localizado a los secuaces de Asceltis.

Me sonrío con malicia antes de contestar a quién me había atemorizado desde que tuve conocimiento de su existencia, cuando ascendí lo suficiente en el Gremio…

- Hacéis muy mal en tratarme con esa condescendencia, oh Mano – afirmo con tono burlón – Pues ya he hecho mucho más que localizar a los secuaces de Asceltis…

Seguro de haber captado su atención, me pongo en pié mientras me dirijo hacia él con cautela, manteniendo en todo momento la guardia alta.

- De hecho, durante el asalto tuve una nueva entrevista personal con ella – le informo – Y os sorprendería saber lo abierta que estaba a reclutar nuevos aliados – pronuncio las últimas palabras con lentitud, casi susurrándolas... si con esto no se empieza a poner nervioso, es que no tiene sangre en las venas – Si bien el precio que exigió para ello era muy alto. Tanto como cobrarme vuestra propia vida…

Me permito el inmenso lujo de hacer una pausa dramática antes de continuar, paladeando la incertidumbre en alguien que es una verdadera leyenda en nuestro negocio…

- Pero por supuesto, no soy tan necio como para traicionar así al Gremio - añado con un tono melifluo y conciliador - Aunque si queréis que os sea sincero – insinúo con malicia – Tengo la impresión de que alguien ya se me ha adelantado… alguien más próximo a vos de lo que imagináis.

Voy a obtener tres cosas en esta entrevista privada. La primera es respuestas, muchas y del más alto nivel, suficientes para resolver todas mis dudas. La segunda es el respeto y el reconocimiento que merezco. Y la tercera, si todo sale como planeo, es un aliado impagable.

A pesar de la capucha del asesino y la penumbra del almacén, consigues ver cómo frunce el ceño.

- Mi propia vida. - repite. No puedes evitar escuchar cierto tono de tensión en su voz. Por mucho que la Mano sea el ejecutor último de tu gremio, uno de los asesinos más cualificados de su tiempo, tú sigues siendo un maestro asesino, digno oponente para cualquiera por muy cualificado que esté. - Desde luego, no se puede decir que a Asceltis le falte audacia...

Te observa un momento, pensativo, como si dudase de tu siguiente afirmación sobre tu supuesta necedad... o la de Asceltis. - Lo que no tengo tan claro es que no le falte astucia. ¿Qué crees que podría conseguir acabando conmigo? - pregunta. - Dices que crees que alguien nos ha podido traicionar antes... ¿A qué te refieres?

Niega con la cabeza y se da la vuelta, observando a vuestro alrededor. A pesar de todo, notas cómo permanece en tensión cuando te da la espalda, como si aún dudase de ti.

- Pero no me habrías contado todo esto si no tuvieras un plan, ¿no es así Rey Sombra? - añade finalmente. - Tus habilidades como asesino son notables, pero no tanto como tu fama de ladino y astuto. Dime, ¿qué tienes pensado?