Partida Rol por web

Levanta las cejas con curiosidad.

- ¿Amenazada? - pregunta casi incrédulo. - Querida, os dais demasiada importancia. No me molestaría en amenazaros bajo ningún concepto. Y mucho menos ahora que voy a disfrutar humillándoos en la votación de la próxima semana.

Mira por encima del hombro a los guardias, que empiezan a alejarse.

- Sobre qué hago aquí... Por supuesto, visitar a nuestro querido Rhenar. Los eruditos del gremio son los que menos me conocen, y aquellos entre los que contáis con más seguidores. Aunque Rhenar fuera un lenguatormentas y estudiase en nuestra escuela, su puesto como ayudante de biblioteca le ha valido el respeto de muchos miembros no hechiceros de nuestro gremio. - Se encoge de hombros, moviendo ligeramente las alas al hacerlo. - Así que la respuesta a qué hago aquí es, por supuesto, política... Y vos, ¿querida? ¿Cuánto hace que no os dedicáis a esos menesteres?

Se echa a reir, sabiendo que la campaña de Ilsa está, cuanto menos abandonada. Tras la información que el hechicero llevó a Straussen sobre Alex, la danzallamas habrá conseguido apoyos para Merak en su escuela y, viviendo en Rulfhoun, la mayor parte de los lenguatormentas le preferirán antes que a una hechicera de la capital. El apoyo de Christian le supondrá a Ilsa un gran número de votos entre los eruditos e historiadores, pero probablemente no sea suficiente.

- Se os escapa la comitiva, maestra Svletana - añade Merak señalando a los guardias. - Para una escolta oficial que vais a lograr en los próximos años, yo me apresuraría a alcanzarles...

-Sí, es cierto Merak. -Ilsa suspira, antes de decidirse a seguir a la comitiva- Ya sé que le prometéis hijos muertos a los danzallamas por un puñado de votos. Muy loable, por cierto. -Ilsa es consciente de que no puede distribuir su tiempo como quisiera, impelida por sus investigaciones paralelas a la politica oficial sobre Asceltis y Alder. -Pero perdéis el tiempo, aquí Rhenar está enfermo y nadie os verá derramar lágrimas de cocodrilo por un puesto en el Consejo. -Este último particular preocupa a Ilsa. ¿Se quedó algún guardia en la habitación de Rhenar? ¿Por qué a pesar de todo sigue siendo un individuo tan valioso? ¿Puede que reconociese al propio Merak en el asalto a Jezzabel?

Se encoge de hombros.

- Hice exactamente el mismo trato con Straussen que tú, Ilsa... Con la diferencia de que yo cumplí en darle la información que buscaba sobre su hijo. No es culpa mía que no fuera la información que quería haber recibido.

Empieza a caminar hacia el hospital, dándote la espalda.

- Sobre Rhenar, no derramaré ninguna lágrima, pero créeme que el simple hecho de pasar a visitarle será bien visto por muchos. - Vuelve la cabeza. - Adiós, Ilsa. Nos veremos en las votaciones dentro de unos días...

Cuando dejas de hablar con tu eterno rival, te das cuenta de que los guardias hace tiempo que se han alejado. Si quieres llegar hasta ellos tendrás que apresurarte.

Te deshaces de tus viales lamentando la pérdida que eso supone, pero no puedes correr el riesgo de que te pillen con ellos encima. Uno de los guardias gira la cabeza hacia la alcantarilla cuando escucha el ruido del objeto al caer, pero parece que no te ha visto lanzarlo, así que termina por ignorarlo.

El oficial hace un comentario sobre la política e insta a sus hombres a seguir hacia el cuartel. Con un ligero empujón en el hombro, te pones en marcha dejando atrás a los dos maestros hechiceros.

Poco a poco os acercáis al cuartel y, cuando estáis a punto de llegar a la puerta, esta se abre y aparece una mujer de espaldas, increpando sutilmente con su voz suave a alguno de los guardias del interior.

- Eso, querido, vas a tener que justificárselo al juez... - dice antes de darse la vuelta con una sonrisa.

Cuando se encuentra con vuestro grupo os mira un momento sin cambiar de expresión.

- Vaya, vaya, soldado Hamnet - dice dirigiéndose al hombre de mayor rango entre los guardias que os escoltan. - ¿Cuatro hombres para escoltar a dos detenidos hasta un cuartel? ¡Cualquiera diría que habéis atrapado a uno de los míticos asesinos Cortadores de Sangre del Imperio! - exclama jocosa.

Sólo tras recibir el silencio como respuesta del oficial se vuelve hacia vosotros.

- Cabelleros, mi nombre en Emma. Si necesitan una abogada del gremio, por una pequeña cuota podrán tener soporte legal... - dice ignorando el resoplido del guardia al mencionar su "pequeña cuota".

Una sonrisa cínica se dibuja en el feo rostro de Ledoma, acrecentándose poco a poco hasta hacerle adoptar una expresión casi lupina, que desde luego ni le favorece, ni resulta precisamente tranquilizadora para todos cuantos le contemplan...

- ¡Yo estaré encantado de recibir asesoraminto legal, letrada! -exclama con una voz suave y melosa- Siempre me he considerado muy cercano a los de su gremio... y soy víctima de una flagrante injusticia. El agredido por las ominosas amenazas e intolerables insultos que ha proferido ese indeseable sujeto, sólo soy un pobre hombre que simplemente se ha dejado arrastrar por las provocaciones de ese pernicioso acosador...

Y clava su mirada con hostilidad en el tal Jackson... alzando luego una ceja hacia la atractiva Oficial del Gremio de Banqueros y Abogados.

Ilsa hace un feo mohín a espaldas de Rowan y comienza a acercarse al grupo de guardias. No obstante, luego piensa en la posibilidad de que Oligis trate de escapar por la fuerza de la guardia y en lo incómodo que sería verse involucrado en esa circunstancia. De modo que en lugar de aproximarse decide seguir en una prudente distancia al grupo. Además, para no perderlos de vista, levanta el vuelo y toma cierta altura desde la que observar lo que pueda ocurrir.

Toda la situación con Oligis ha sido realmente esperpéntica, por la actitud adoptada por el hombrecillo. Incapaz de confiar en él, desearía obtener algo de información por su parte respecto al gremio de asesinos. Ahora, si es cierto lo que dice y se ha fragmentado en dos facciones, la situación es todavía, si cabe, más peligrosa. Pero Ilsa no puede olvidar que los signos que seguían en la alcantarilla los presuntos seguidores de Asceltis eran los de aquellos que marcaron a su maestro. Eso aún no había sido explicado y solo tenía a Oligis como fuente de información.

Por lo demás, Rowan tenía razón, no podía dejar tan de lado su actividad política en el gremio. Debía tratar de mejorar sus dotes de persuasión con otros miembros, toda vez que parecía que Oligis le llevaba ventaja. Entonces pensó en Jezzabel. Ella, junto a Biza, la habían salvado. Debía utilizar ese golpe de efecto en el gremio para ganar favores en sus intereses. De modo que, cuando terminase aquella mañana eterna, regresaría a la sede del gremio para buscar valedores.

De momento seguía a la comitiva desde la distancia, esperando cualquier cosa inesperada por parte del rey de las sombras. Y de los secretos.

Jackson no tarda en responder airado a tus acusaciones.

- ¿¡Agredido!? ¿¡Amenazas!? - exclama, anodadado. - Señora, ha sido este hombre quién trató de rebanarme el cuello con esos cuchillos. ¡Se volvió loco llamándome asesino! ¡YO he sido el agredido y no él!

Señala las armas que el guardia aún lleva en la mano.

- No necesitaré ningún abogado defensor, pero si puede ayudarme a presentar cargos contra este energúmeno, estaré encantado de contratarla por un porcentaje de la indemnización que obtengamos...

Sobrevuelas la ciudad, recuperando en el aire la distancia que el resto del grupo había ganado durante tu conversación con Merak. Parecen dirigirse directamente al cuartel y Oligis no da ninguna señal de tener un as en la manga o un plan para zafarse de los guardias.

Cuando llegan al edificio, la puerta se abre y están a punto de chocar con una mujer que salía de allí. Te cuesta un momento reconocer a Emma, la abogada. Saluda con un gesto cortés al soldado y mira a los dos detenidos. Les dice algo, probablemente ofreciéndoles sus servicios y Oligis se apresura en contestar, lo que hace que Jackson, airado, eleve el tono de voz amenazando con demandarle.

La abogada asiente, comprensiva y dice algo a todos los presentes, que dan la impresión de ir a entrar, por fin, en el cuartel.

La mujer asiente, comprensiva.

- Ya veo... - dice escuchando a Jackson y mirándote un momento. - Normalmente trabajo como abogada defensora, como mis amigos bien saben - dice Emma refiriéndose a los guardias. - Pero puedo recomendarle varios miembros de mi gremio que estarán encantados de representarle en un juicio.

Jackson tuerce el gesto, desconfiando de la sugerencia de alguien que va a defender a la parte contraria.

- De todas formas, si no les importa, preferiría que hablásemos dentro. Tendré que tener unos minutos en privado con mi cliente antes de...

El guardia interrumpe con el tono seco.

- Ya conoce el procedimiento, abogada. Antes de que hablen, deberá pasar los trámites de la detención y habrá que presentar una queja formal junto a él... Con suerte en un par de horas podrá juntarse con él antes del interrogatorio - añade casi a disgusto mientras la abogada abre la boca para quejarse.

Emma asiente sin llegar a pronunciar ni una palabra y uno de los guardias abre la puerta para acceder al interior del cuartel.

Lo cierto es que Ilsa está también deseando resolver la situación, por lo que desciende a poca distancia del cuartel y rápidamente se dirige a la entrada para sumarse a la comitiva. La presencia en de Emma en el mismo le recuerda a la desaparición de Alex Vangrand, que tantas incógnitas le causó a la propia Ilsa, pues al final nadie fue capaz de aclarar en lo más mínimo cómo pudo salir ese muchacho. Todo aquello le hizo temer que alguien del "enemigo" podía estar infiltrado entre los miembros de la guardia. En cierto modo no era de extrañar, a tenor de la extensión de los largos tentáculos de la red de Asceltis y de la presencia también de miembros de Cerberus (antaño Gorgonas) en la guardia.

Ilsa entró con aire decidido y veloz, especialmente preocupada por un Stepjan que acababa de recuperarse de sus heridas y que sin embargo ya se estaba viendo implicado en sus asuntos poniendo en riesgo de nuevo su salud. A qué vino lo de sacar los cuchillos y cómo pudo ser tan ineficaz Oligis. Ilsa no terminaba de comprender. Esperaba que la presencia de su hombre pudiese aclararle algo al fin y determinar el valor de ese agente que se había presentado como imprescindible y que sin embargo no convencía, en absoluto, a la hechicera.

Ilsa llega volando y aterriza junto al grupo mientras empiezan a pasar al cuartel. La abogada se vuelve hacia ella, sobresaltada.

- ¡Ah! Maestra Svletana - dice. - Me alegro de verla. ¿Qué hace aquí? - pregunta. Luego se gira ligeramente hacia Stepjan, con gesto de haber reconocido al fin una cara que le resultaba familiar. - ¡Claro! Es uno de sus sirvientes... Stephan, ¿verdad?

-Stepjan -La corrigió dulcemente- ¿Y vos? ¿Representaréis a Oligis? -Pregunta directamente. Si es así espera poder escucharle y quizá estar en algún momento a solas con él. -Tal vez conocéis también a su acompañante-. Dijo, sin todavía mostrar que conocía su nombre. Entonces se dio cuenta de que Oligis estaba a corta distancia, lo suficiente como para escucharle.

-En cualquier caso quisiera estar presente, si no os importa.

La mujer se encoge de hombros mirando al Rey Sombra.

- Aún no lo sé... No hemos tenido ocasión de negociar mi tarifa - contesta. - De todas formas, maestra, comprenderéis que es decisión de mi cliente si quiere que estéis presente mientras hablo con él. Por mi parte, todo soporte legal está respaldado por una cláusula de confidencialidad estándard de mi gremio, así que no puedo facilitaros ninguna información salvo que la gente a la que represento me dé permiso explícito...

Seguís entrando en el cuartel mientras la abogada charla con la hechicera.

-Bien Emma. -Ilsa enarcó una ceja. En el fondo todos los de ese gremio funcionaban de la misma manera-. Yo me encargaré de la tarifa para la defensa. Vos poned el precio. Quisiera que lo representárais. Y que se me mantuviera informada. -Ese era el precio de la civilización, pensó después.

Oligis Ledoma ofrece una de esas forzadas muecas que pretenden simular una sonrisa:

- No sabéis cuánto agradezco esta muestra de generosidad y de confianza, Maestra Svletana...

Y luego desvía la mirada a la tal Emma, oficial del Gremio de Banqueros y Abogados, asintiendo en silencio mientras se deja conducir por los guardias hacia el interior del cuartel.

No parece demasiado impresionado, se diría que no es la primera vez que pisa estos recintos. Si acaso, la novedad sería estar en los Barrios Centrales en lugar de en la Periferia...

Ilsa no tenía claro si entrar con Oligis y compañía o abandonar el lugar. Aunque si realmente ese individuo era el temible asesino al que Ledoma se refería, no era buena idea marcharse de allí simplemente. Ilsa tenía fuertes dudas respecto a todo lo ocurrido hoy. El hecho de que el propio gremio de asesinos estuviese fragmentado disminuía sus opciones de seguir con vida. Ilsa se descubrió calculando probabilidades sobre su propia supervivencia con una ajena frialdad, como si se tratara de otra persona, o incluso de un simple animal de carreras sobre el que hay que apostar. Esperó la reacción de Emma antes de tomar su decisión. En estos momentos, ni ella apostaría por sí misma. Suerte que no era de las de apostar en balde.

Entráis finalmente en el cuartel, donde los guardias se llevan a Oligis a un despacho interior, junto a las celdas, mientra que su abogada e Ilsa se quedan en la entrada, junto con varios guardias, uno de los cuales empieza a tomar declaración a Jackson.

Ilsa se queda en la sala principal del cuartel mientras duda si permanecer allí o dejar a Oligis con la abogada. Emma está en silencio a su lado, escuchando atentamente cómo Jackson presta declaración a uno de los guaridas.

- ¡Ese loco se lanzó hacia mi, sacando esos cuchillos de dios-sabe-dónde! - exclama. - A penas pude apartarme antes de que me rebanara el cuello mientras gritaba que era un asesino lleno de armas y venenos. Como su gente ha podido comprobar, no llevo nada más que unas monedas encima... ¡Es a él a quién deberían haber registrado, no a mí!

El hombre sigue protestando por el ultraje sufrido e incluso llega a pedir una compensación por el tiempo que está perdiendo. El guardia le contesta que si llega a juicio contra Oligis, será el juez quien decida qué tipo de compensación merece y Jackson protesta, pero se mantiene firme en su opinión de interponer una denuncia.

El hombre parece enfadado. Seguramente, una vez pasado el subidón de adrenalina producido por escapar al intento de asesinato por el Rey Sombra, lo único que puede intentar hacer es sacar tajada de donde pueda.