Partida Rol por web

El mezquino hombrecillo se sonríe de forma siniestra antes de contestar…

- Pues claro que se me ocurren ideas, docenas de ellas, pero no creo que os acabe de gustar mi modo de proceder habitual…

Puede que la Maestra Lenguatormentas no sea plenamente consciente, pero el simple hecho de estarla consultando es toda una deferencia por parte del Maestro Asesino.

- Veréis, mi holgada experiencia en este tipo de situaciones me demuestra que todos los problemas aceptan varias formas de abordarlos, pero para el caso lo voy a simplificar en dos grandes grupos: por las buenas o por las malas -su macabra sonrisa se acentúa con un brillo insano- Aunque reconozco que, por la parte que me toca, adolezco de un severo problema para ganarme a la gente a base de simpatía, sonrisas y buenos modos -resalta lo evidente- Veréis, por alguna inexplicable razón mi interlocutor siempre tiende a desconfiar, a ponerse a la defensiva… y eso me lleva a adoptar otras aproximaciones... que no son tan agradables pero, os lo aseguro, ofrecen unos resultados asombrosos.

Su mueca se transforma de repente en un rictus que rebosa tensión, con los dientes apretados como un animal carroñero…

- Os garantizo que si me quedo a solas apenas unos minutos con cualquiera de esos sanadores tendré todos los detalles que quiera acerca sus pacientes…

Hmm -En efecto, la respuesta de Oligis fue tal como esperaba- Voy a ver si encuentro a alguien que pueda ayudarnos a localizar a ese individuo. Si no lo conseguimos por las buenas, podremos probar vuestros métodos. Esperad aquí, no sea que ese individuo aparezca y al final todo esto no sirva para nada.

Ilsa, con evidentes signos de nerviosismo se dirige a las escaleras. Comenta unas palabras con Stepjan.

-Creo que es mejor que baje yo sola, evitaré la zona de los enfermos para no cruzarme con ese individuo y arruinar la oportunidad. Tú quédate aquí con Rhenar.

Al alcanzar las escaleras un rayo parece cruzar su espalda: se yergue todo lo posible, pliega sus alas y adopta un paso más sosegado y aristocrático. Puede que no fuese más que una fachada, pero cuando se esconde lo suficiente la verdad, distinguirla de la mentira puede hacerse imposible. Y con estas, bajó en busca de ayuda.

El Rey Sombra se repliega hacia un rincón desde el que pueda observar el entorno manteniendo un perfil bajo... y se cruza de brazos con una sonrisilla siniestra. No es que le haga mucha gracia esperar aquí, pero sabe que su presencia junto a Ilsa Svletana no va a facilitar las cosas en cualquier intento de sonsacar información a base de labia y simpatía.

Si las cosas no funcionan con buenas maneras, ya se encargará de procurarse respuestas por otros métodos.

Te alejas de Oligis y vas a otra de las plantas del hospital, buscando a alguno de tus compañeros de Cerberus en busca de información. No tardas en encontrar a uno de los físicos de la organización que parece bastante atareado.

- ¡Maestra Svletana! - dice. - Me alegro de verla... Bueno, siempre y cuando no necesite de mi atención profesional - se corrige rápidamente al darse cuenta de que puede ser fácilmente malinterpretado.

Tras asegurarle que estás bien de salud y decirle que necesitas hablar con él un momento, se disculpa de su paciente, avisa a un compañero y te acompaña a una pequeña habitación, que parece más un almacén que un despacho.

- Y bien, ¿en qué puedo ayudarla? - pregunta finalmente.

Le hablas del paciente al que estás buscando, repitiéndole la descripción que te ha dado el Rey Sombra y lo poco que sabes por lo que has hablado con Margaret. Durante un momento se queda pensativo, recordando. Luego sonríe y asiente.

- Sí, un hombre con esas heridas pasó por aquí. Se llamaba... - hace memoria - John... o Hugh... tal vez Jack... No estoy seguro, pero era un nombre monosílabo. - Se encoge de hombros. - De hecho, era un tipo bastante anodino, de estos que pasaría desapercibido en cualquier lugar. Si no hubiera sido por esos cortes en el cuello estoy casi convencido de que ni me acordaría de él.

Empieza a contar con los dedos mientras trata de recordar la hora a la que vino.

- Estuvo por aqui a última hora de la mañana y le cosimos sus heridas. Habría querido que se quedase en observación, pero insistió en que volvería si era necesario. Tenemos pocas camas y demasiados pacientes, así que no insistí. Creo recordar que pertenecía al gremio... de Carniceros. Sí, recuerdo su alfiler, Gremio del Carniceros, Transportistas y Curtidores - asegura.

Al cabo de unos segundos de quedarte solo, ves cómo un hombre se te acerca. No estás seguro de quién es, pero te suena de vista. No tardas en recordar haberle visto alguna vez en los salones subterráneos de tu gremio. Según se va acercando, separa las manos de su cuerpo y te muestra las palmas en un gesto tranquilizador para que veas que está desarmado.

- Saludos, maestro - dice cuando llega cerca de ti. - Me han enviado con un mensaje para vos... ¡Oh, nada terminal, por supuesto! - añade al ver tu gesto desconfiado.

Da otro paso hacia ti y por un momento temes su inminente ataque, ya sea con una daga o con algún tipo de veneno. Sin embargo, sabes perfectamente que con la cantidad de guardias que hay a tu alrededor ahora mismo, ningún asesino saldría con vida de intentar algo así en mitad de un pasillo. O, al menos, ningún oficial de tu gremio, como parece ser este hombre.

El hombre mira a vuestro alrededor, asegurándose de que el lugar donde estás es suficientemente discreto como para mantener una conversación lejos de oídos interesados.

- La Mano os felicita por vuestro trabajo - dice con tranquilidad. - Pocos han sido capaces de plantarle cara y mucho menos coordinar tres golpes en un mismo día para acabar con dos de los Grandes Maestros y dejar malherido a un tercero. - Al parecer, los dos hombres de Asceltis han tenido éxito enfrentándose a Novak, después de todo. - Parece que habéis sido muy metódicos para preparar un ascenso en el escalafón, aunque, obviamente, no lamenta que el puesto que mejor encaja con tu perfil no haya quedado vacante... Me pidió que le informase que ya no se encuentra aquí. Según sus propias palabras, tal vez tarde un tiempo en recuperarse, pero antes o después volverá a encontrarse con vos.

Se encoge de hombros, mirándote con interés.

- Además de ese mensaje, me pidió que le hiciese dos preguntas, maestro Ledoma. La primera de ellas es cómo pensáis escapar a la ira del Sin Rostro, pues sin duda no perdonará semejante afrenta sin hacer un ejemplo de los traidores que acabaron con sus hombres de confianza...

Aunque jamás lo reconocería ante nadie, lo cierto es que Oligis se ha sobresaltado mucho al ver acercarse a un Oficial del Decimosexto Gremio. Si le han localizado aquí en el hospital, podría verse rodeado en un instante, víctima de la emboscada que creía estar tendiendo al más temible de los ejecutores. No olvida ni por un instante que ahora mismo está prácticamente solo, alejado de todos sus secuaces, en los que de hecho tampoco puede confiar demasiado… deberían haberse reunido en uno de sus cubiles de emergencia, pero claro, desconoce hasta qué punto ese refugio será secreto para sus antiguos superiores.

Sin embargo, las noticias siempre son bienvenidas. No se atreve a darle absoluta verosimilitud a lo que acaban de comunicarle, pero si le concedemos crédito se diría que la gente de Asceltis ha hecho notables progresos. Y eso les acerca un paso más hacia la victoria definitiva.

Sin embargo la maldita Mano parece estar un paso por delante. Habría contactado con sus oficiales y por tanto contaría ya con respaldo del Gremio. Eso implica que se ha esfumado, escapando de esta trampa… o bien ha recibido refuerzos y acecha con más secuaces a que abandonen el edificio. Y no le gustaría representar el viejo cuento del cazador cazado.

Frunce los labios, mientras el hombre formula su pregunta con impertinencia, intentando intimidarle, o puede que ganar tiempo… y Ledoma hace lo propio, aprovecha esos segundos para pensar. Para tramar nuevos planes que sustituyan a los que han salido mal. La verdad es que no sabe cuánto de lo que le ha dicho este oficial es cierto, pero si algo está claro es que su presencia aquí decanta por completo la balanza… ahora está en clara desventaja…

Hasta que una idea increíblemente maliciosa y retorcida se forma en su perversa mente.

Nadie conoce el verdadero aspecto de La Mano. Luego podría ser cualquiera. O mejor dicho, será quién el Rey Sombra afirme, pues es el único que le ha visto sin máscara. Y la gente de Asceltis le ha exigido categóricamente que lo elimine, como condición ineludible para perdonarle por… bueno, por sus pequeñas tretas e indefiniciones.

Necesita de forma imperiosa presentar resultados si quiere sumarse al bando ganador ahora que todavía está a tiempo. Por tanto, necesita una víctima plausible. Alguien que pueda dar mínimamente el pego. Y bueno, como suele decirse, la ocasión la pintan calva…

El oficial del Gremio de Asesinos ha empleado un truco muy viejo, al asegurarle que tiene dos preguntas pero formulando sólo la primera. Eso suele condicionar al objetivo para esperar la segunda, pretenda contestar o no, permitiendo así una aproximación al espacio personal más cercano, tal vez incluso a la distancia de un susurro al oído. Y es entonces cuando suele llegar la puñalada oculta. Ingenioso y cruel, pues juega a traicionar la confianza, por mínima que sea, cuando parece que estás ofreciendo un parlamento previo al combate.

Puede que este asesino planease atacarle, o puede que no. Nunca lo sabrá, pues se le adelanta sacando sus dagas gemelas y apuñalándole mientras sonríe salvajemente, para de inmediato gritar a pleno pulmón:

- ¡Guardias, a mí, he desenmascarado al envenenador! -y antes de que nadie pueda reaccionar juega su mejor baza- Avisad a Ilsa Svletana, la Maestra Lenguatormentas, ella responde por mí…

El hombre debía estar sobre aviso de que intentarías algo parecido, pues rápidamente salta al otro lado del pasillo, quitándose de en medio. A pesar de su rápido movimiento, puedes distinguir la sombra de una sonrisa en su rostro.

- ¡Socorro! ¡Este hombre está loco! - grita. - ¡Quiere matarme!

El guardia de la habitación de Rhenar aparece rápidamente espada en mano, con su armadura pesada haciendo retumbar el suelo. Siguiendo las instrucciones de Ilsa, Stepjan se queda en la puerta, vigilando que todo esto no sea una distracción para atacar al hechicero en su cama.

- ¡ALTO! - grita el guardia mientras dos de sus compañeros empiezan a acercarse por un lado del pasillo y otro más por el lateral opuesto. - ¡Suelten sus armas los dos! - ordena. Sin embargo el asesino levanta sus manos vacías, mostrando claramente que está desarmado, lo que hace que el guarida se encare contigo, delegando en sus compañeros un poco más alejados para vigilar al otro hombre.

Una vez más las cosas no han salido exactamente como planeaba. Y es una pena, porque si su traicionera puñalada hubiera alcanzado al objetivo, Ledoma no hubiera tenido demasiados problemas para inculpar a su víctima ante los guardias, incluso tras haberle asesinado a la vista de todos y en un lugar tan público como este. Hubiera bastado con acusarle de todos los males que quisiera, de ser un asesino sin alma, de haber venido aquí para envenenar a los enfermos convalecientes o atentar contra la propia Ilsa Svletana. Cualquier cosa que dijera no hubiera podido ser rebatida… pues los muertos no se defienden de falsas acusaciones.

Sin embargo la jugada le ha salido mal. Ese maldito Oficial de su gremio esquiva con la habilidad de un Gran Maestro y se ha puesto a salvo tras los guardias, con lo que se ve arrastrado a un juego de acusaciones y excusas que le humilla y denigra… pero que alguien como el Rey Sombra no tiene empacho alguno en asumir con entusiasmo. Hará lo que haga falta para salir adelante, como ha hecho siempre...

- Soy un humilde sirviente de la Maestra Lenguatormentas Svletana, que está visitando esta casa de curación -anuncia a viva voz, mientras deja caer las dos dagas y muestra las palmas desnudas- Avisad a mi señora para que pueda corroborar mis palabras… y retened a ese demonio -eleva un dedo acusador, nudoso y escuálido, que tiembla visiblemente- Pues es un vil asesino que amenaza la vida de mi ama… por eso le he atacado, cuando intentaba sobornarme… es un peligro para todas las gentes de bien… además, seguro que lleva armas ocultas… o infames venenos… tened cuidado, es más peligroso de lo que parece...

La retahíla de acusaciones brota de sus labios con facilidad… una tras otra…

Los cuatro guardias llegan a vuestro lado y el oficial se defiende con actitud seria.

- ¿Armas? ¿Venenos? ¡Este hombre está mal de la cabeza! - exclama. - Pueden registrarme, por supuesto! No encontrarán nada de eso en mí, aunque viendo esas dagas, apostaría a que él tiene también esos venenos ocultos en sus ropajes.

Uno de los guardias empieza a registrarle mientras otro se vuelve hacia ti, dubitativo. El soldado que estaba vigilando la habitación de Rhenar se agacha un instante para recoger tus dagas y te mira un momento.

- Es cierto que vino con la maestra Svletana - afirma. - Aunque me temo que eso no le exime de cumplir la ley. Señor, si sospechaba que este hombre era un asesino, debería haber informado a la guardia, no tomarse la justicia por su mano... Me temo que voy a tener que registrarle.

Se vuelve hacia uno de sus compañeros y le dice. - Vaya a mi puesto y dígale al hombre que está allí que venga enseguida. Luego manténgase allí, no es cuestión de dejar desprotegido a ese testigo. - Mientras espera que te vuelvas hacia la pared, añade. - Probablemente Stepjan sea capaz de hablar en tu favor o, al menos, ir a buscar a la maestra.

Cualquiera diría que la situación se está volviendo más complicada por momentos, abocando al miserable hombrecillo a un callejón sin salida. Si ese registro se produce y los guardias son competentes, localizarán los venenos que todavía lleva ocultos… y su simple posesión está penada con la muerte.

Parece que al final, las temidas fábulas retributivas van a llevarle ante la justicia.

Y no es que no lo merezca, tras todo el mal que ha hecho, pues un Maestro Asesino del Decimosexto Gremio de Uldholm no puede ser, por definición, una buena persona. Pero sería muy triste que saliese de este modo de escena para siempre. No, tras haber llegado tan lejos.

La mejor jugada que le queda es ampararse en la influencia social de Isla Svletana, así que a falta de encanto, como siempre, Oligis echa mano del miedo…

- ¿Pretendéis acaso ofender a una Maestra Lenguatormenta registrando a los suyos? -argumenta a la desesperada, mientras echa una muda mirada de súplica a Stepjan para que no hunda con unas simples palabras su tabla de salvamento- Pensad que vejar a sus leales sirvientes, tomándolos por vulgares delincuentes, es la vía más rápida para despertar su furia… y os aseguro que mi señora tiene un temperamento irascible y tormentoso, que no os conviene provocar. O averiguaréis por las malas lo que es que te fulminen con una mirada…

Y mientras amenaza con un prestigio y un poder ajenos, muy consciente de que es la forma y no el fondo, el tono de las palabras en lugar del peligro real, quién contiene el verdadero fundamento de la capacidad de intimidar… el desagradable tipejo se envara y pasea un dedo índice muy rígido por los morros del guardia que intentaba cachearle, para no darle oportunidad de cumplir lo que se propone.

En el exterior, hacia las escaleras, empiezas a escuchar algo más de alboroto de lo habitual: gente corriendo y elevando el tono más de lo que parece correcto en un hospital. El médico con el que estás hablando frunce ligeramente el ceño, incómodo por la falta de educación de la gente, pero aparentemente no muy extrañado de las voces. Aparte de eso, sigue esperando tu respuesta o, posiblemente, alguna pregunta más.

La respuesta de su compañero le deja todavía más confusa y perdida de lo imaginable. Toda esta situación no tiene sentido para ella. Si se trata de ese asesino, lo lógico sería que permaneciese aquí esperando su momento para atacar. O tal vez se le escapaba algún detalle que quizá Oligis fuese capaz de interpretar.

-Entonces se ha marchado... -responde confusa.- ¿No ha entrado nadie más con ese tipo de heridas, no?- Evidentemente la respuesta negativa de su compañero solo confirma sus palabras anteriores y no añaden nada nuevo. Se despide de él con el tumulto y regresa hacia la escalera con celeridad, inquieta por permanecer sola en este lugar que de pronto siente como extremadamente peligroso.

Stepjan aparece en la puerta cuando el guardia va a por él y te escucha con el ceño fruncido.

- Este hombre no trabaja para mi Maestra - afirma. - Tal vez colabore con ella, pero no forma parte de su círculo de confianza. Eso puedo asegurarlo.

El guardia te observa de arriba a abajo, postergando finalmente su decisión de cachearte.

- Está bien, solucionaremos todo esto en el cuartel. Estoy seguro de que el Gremio de Físicos agradecerá que no perturbemos más a sus pacientes. - Hace un gesto a sus hombres y les indica la dirección a la escalera. - Lleven a estos hombres a la Paseo del Viento - ordena haciendo referencia a la localización del puesto de guardia más próximo. Los guardias se acercan a vosotros y os indican que les acompañéis, mientras el que parece estar al mando se gira hacia Stepjan. - Le rogaría que viniese con nosotros, señor. Después de todo, usted conoce a los implicados y tal vez pueda echar algo de luz sobre este asunto.

El sirviente de Ilsa asiente y comenzáis a caminar hacia las escaleras, seguidos por las miradas del grupo de curiosos que se ha formado a vuestro alrededor. En un momento en el que te quedas al lado del asesino, te mira sonriendo y susurra.

- La segunda pregunta es, ¿cuánto tiempo te podrás mantener en vela antes de que te cojan desprevenido? - dice finalmente transmitiéndote el mensaje de la Mano.

Ilsa se acerca a las escaleras de vuelta a la habitación de Rhenar, pero se encuentra de bruces con un grupo de gente que camina hacia ella. Cuando despeja el paso de los curiosos, ve a cuatro guardias que acompañan a Oligis y Stepjan, junto con otro hombre al que no conoce.

Stepjan parece estar hablando tranquilamente con el guardia al mando, pero dos de los guardias no quitan el ojo de encima al Rey Sombra, que parece estar bajo arresto o algo similar. El guardia restante parece más tranquilo junto al desconocido, que protesta resignado por la pérdida de tiempo que le suponen las acciones de un chiflado armado que se le ha tirado encima en el pasillo.

Oligis se deja conducir mansamente por los guardias, sin oponer la menor resistencia... aunque no pierde de vista ni por un instante al otro detenido. En un momento determinado se le acerca para susurrarle algo casi al oído y es perceptible que Ledoma se pone tenso y frunce los labios con una mueca de rabia.

Su respuesta puede oírse con claridad:

- Sinceramente, espero que te parta un rayo.

Ilsa se queda completamente anonadada ante la situación. Cierra los ojos y, después de unos segundos en los que su muralla interior se resquebraja hasta quedar apenas sólida y en pie, consigue contenerse lo suficiente como para preguntar, en tono tembloroso pero apremiante:

-¿Me puede alguien explicar qué ha ocurrido aquí?