Partida Rol por web

No le cogió la mano a Cassian. El aire no le entraba bien en los pulmones; cada inspiración era corta, rota, y el pecho le dolía como si tuviera un peso encima.

—Show must go on… —la voz le salió temblorosa, casi rota. Tragó saliva y lo repitió, una y otra vez, como si fuera un mantra más para sí que para la otra persona—. Show must go on…

No le miraba. No podía. Tenía la vista clavada en la oscuridad que se formaba entre sus piernas, intentando concentrarse en el vaivén irregular de su respiración. Contaba segundos mentalmente: inspirar, aguantar, soltar… pero siempre acababa perdiendo el ritmo y el pánico volvía a escalarle por la garganta; por lo que tenía que volver a empezar.

Pasaron minutos que se sintieron eternos. Su cuerpo temblaba entero, las uñas clavadas en sus propias pantorrillas, hasta que poco a poco empezó a recuperar algo de control. Su respiración dejó de ser un jadeo frenético para transformarse en un hilo más constante, aunque cada tanto se le escapaba un sollozo mudo.

Cuando al fin levantó la cabeza, su rostro estaba bañado en lágrimas y pálido como la cera, pero había algo distinto en ella. Algo que helaba la sangre.

Se incorporó lentamente, apoyándose en la pared de la cabaña. Ya no quedaba rastro del azul brillante de sus ojos: en su lugar, una oscuridad sombría los cubría por completo, como si la luz se hubiera apagado dentro.

Con un gesto deliberado, se echó el cabello hacia atrás, dejando al descubierto esa nueva expresión que no parecía del todo suya.

Avanzó hacia Cassian con pasos lentos, seguros, acercándose a su rostro y acariciándole la mejilla. Se puso de puntillas dándole un beso en la mejilla derecha. En la Biblia había un pasaje que exactamente narraba lo mismo que había hecho Eleanor con su propio primo: Evangelio de San Mateo 26:48-50*.

—Gracias, Cassian, lo has hecho genial —sus labios se curvaron con un retorcido encanto— no esperaba menos de ti.

Acto seguido, entró en la casa buscando a su compañero. Al encontrarlo, le cogió de la mano y lo arrastró hacia ella abrazándolo fuerte.

 —Vámonos a casa, quiero estar contigo…

No había que ser necios para saber que entre Eleanor y Min había algo; más aún cuando le dio un beso en la comisura de los labios.

Martes 29 de Septiembre, noche

Eleanor se tomó su tiempo para poder calmarse y organizar sus ideas, mientras Cassian permanecía frente a ella, expectante. Eso le dio unos valiosos segundos a Jae-Hiun para revisar el salón y recoger las micro cámaras que estaban por el lugar. Cuando ya pensaba que había terminado, algo llamó su atención; un brillo azul, un reflejo de las llamas que aún prendían en la chimenea le permitieron ver un objeto entre las cenizas aún humeantes de lo que antes había sido el hermano de Alix. Cuando se acercó un poco más, lo pudo ver. Todo lo que había llevado el vampiro encima se había calcinado menos una cosa: una hermosa piedra de un azul marino profundo y unos 25mm de diámetro.

Martes 29 de Septiembre, noche

Min era meticuloso pero también rápido. La furia contenida le servía para enfocarse más en su tarea de limpiar aquello de un modo casi mecánico mientras su cerebro trataba de comprender qué demonios le estaba pasando, qué le carcomía.

Las cámaras y el vídeo de seguridad, recogidos.

La ceniza, recogida.

Y esa piedra azul... envuelta en un pañuelo de seda y recogida.

Se puso en pie para seguir limpiando cuando...

Martes 29 de Septiembre, noche

Min se dejó arrastrar por el gesto de Eleanor, sintiendo cómo aquella oscuridad que antes lo consumía se disipaba un poco con el contacto. El beso en la comisura no lo sorprendió tanto como la ternura repentina con la que su propio cuerpo respondió, suavizándose como un felino que cede al calor de una mano conocida.

La sonrisa que se dibujó en sus labios fue mínima, inclinada hacia lo triste, como si llevara un peso que aún no sabía nombrar.

—Está bien… nos vamos —dijo en voz baja, casi ronca, antes de añadir con un murmullo todavía más contenido—. Dame un minuto.

Con movimientos ágiles recogió lo que quedaba: el ordenador portátil, algunos papeles sueltos, todo colocado bajo un brazo como si fueran simples piezas de un tablero que ya había terminado de jugar. Después giró apenas el cuerpo hacia ella, extendiendo el otro brazo en un gesto sencillo, silencioso, ofreciéndoselo para que lo tomara y salir juntos de aquella cabaña que olía a ceniza y derrota.

Mientras avanzaban hacia la salida, alzó la vista un instante hacia Cassian. En sus ojos oscuros brilló un destello de culpabilidad difícil de precisar, antes de musitar con calma:

—Yo termino de limpiar la escena después.

Martes 29 de Septiembre, noche

- Ha sido un placer, Prima.- 

No puedo decir que no viera venir. Los indicadores estaban ahí, desde hace mucho tiempo. Palabras, gestos, contradicciones... pero uno es débil y quiere creer... creer, simplemente. No podía mentirme a mí mismo y decir que no la amaba, porque lo hacía, aun sabiendo que era una mentira. Por eso tardé tanto en entrar allí, porque en mi cabeza estaba un ¿Y si...? ¿Y si...? Esa puta duda fue la que me condenó.

Mi expresión era neutra y giré el rostro para ver la sombra oscura donde había quedado reducido a cenizas aquel tipo. Lo que sentía por dentro, desde luego, no se expresó por fuera, dando la sensación de que simplemente estaba cansado.

Sabía que Eleanor estaba con Min desde que se fueron con Val y Alix a esa casa rural. Vi la forma en que estaban caminando uno al lado del otro, en el día con nuestros padres. Por eso felicité a mi tío por las dos bodas futuras. Cuando Eleanor quedó conmigo y me dijo que me amaba... sabía que algo andaba mal. Pero no hice caso a mi instinto.

Lo que no esperaba que fuera una mentira era la violación. 

Habría matado al puto Dracula si le hubiera pasado a alguna de mis amigas. Pero esta mentira, porque desde luego que era una mentira más... la había desacreditado no solo como persona. También como mujer. Eso era algo con lo que no se debería bromear. ¿Por qué debería haber dudado de la palabra de una amiga? 

Eso me dolió más que el ver, que también era mentira lo que sentía por mí. 

- Tranquilo, señor Jae-Hiun.- Saqué el mechero y jugué un poco con él.- El fuego se encargará de limpiar. Tú vete con tu chica y aséala un poco.

¿Qué había de Min? Decepción, sin duda. Creía que era un amigo. Siempre estuve ahí para él. Creía que esa honorabilidad Asiática venía de serie con su silencio. Al parecer me equivocaba, y ese honor, o lo había perdido, o se lo tendrían que regalar en las próximas Navidades.

Sonreí girando la cabeza al verlos marchar. 

Entré en la cabaña, y tras unos minutos, esta empezó a arder. Me alejé unos cuantos metros y la vi arder. Con los ojos fijos en el fuego. Si alguien me preguntara diría que no lloré, pero sería mentira. Si me preguntaran si sentía rabia, no lo admitiría, pero también sería mentira. Mi fuego interior ardía más que las lenguas que lamían, lo que poco que empezaba a quedar de la estructura. 

Allí quedó, entre el fuego, lo poco que quedaría del bueno de Cassian. ¿No querían a un Voss? Pues iban a tener uno de verdad.

Cuando Cassian entró en la cabaña, busco la botella de Hema envenenada y recogió los restos, con sumo cuidado de no tocarlos con las manos. Allí estaban las huellas de Eleanor, y las de Niklos. También el veneno que habría usado. Si hubiera algún jirón de la ropa de Eleanor manchada de su sangre, también lo advertiría por su olor, distinguiéndolo del hema normal. Lo envolvió todo con cuidado, y después prendió fuego a todo lo que encontró.