Miércoles 10 de Septiembre, después de la cena
Min bajó sin apuro, con ese paso regular que no hacía ruido pero tampoco pedía permiso. La reconoció en cuanto asomó por el último tramo de escaleras y, aunque no sonrió, hubo una suavidad apenas perceptible en la forma en que la miró. Un gesto leve, contenido, como quien reconoce algo familiar en medio del silencio.
Se acercó hasta quedar a un par de pasos, dejando el muro de piedra a sus espaldas. La luz débil del pasillo rozaba sus facciones con un trazo opaco, pero sus ojos seguían igual de nítidos. Observaban más de lo que decían.
—Siento la demora.
Dijo primero, con voz baja, sin adornos ni excusas. No importaba el motivo; había llegado dos minutos tarde, y con eso bastaba.
Después, un silencio breve. No parecía incómodo, solo meticulosamente medido. Elegía las palabras como quien desenreda un nudo fino, cuidando de no romperlo.
—No sabía que tenías acceso a los sótanos —dijo al fin, sin rodeos, con esa neutralidad que dejaba espacio a múltiples interpretaciones—. Supongo que han pasado muchas cosas.
La miró un segundo más, y luego giró levemente el cuello, con un gesto algo perezoso, como si la tensión ahí fuera una presencia constante.
—¿Todo bien?
No lo preguntó como quien espera una confesión, sino como quien toma nota del terreno antes de avanzar.
Ella dejó que el silencio se asentara entre ellos como un animal manso, respirando despacio, sin prisas por moverse. Observó a Min con ese mirar suyo, intenso pero no invasivo, como si tratara de memorizar cada matiz de su rostro bajo esa luz tenue, cada sombra que se colaba en las comisuras de su boca, en el arqueo leve de sus cejas.
Cuando él habló, no se sintió herida. Ni siquiera sorprendida. A esas alturas, había aprendido que con Min no existían las sorpresas devastadoras. Solo verdades tranquilas, dolorosas a veces, pero siempre limpias. Quizá por eso siempre volvía a él, aunque fuese en silencios compartidos o conversaciones que no cerraban nada.
Lo escuchó explicar lo obvio —su soledad, su forma de estar en el mundo sin que el mundo se metiera demasiado dentro de él—, y sintió un nudo dulce en el estómago. Porque la historia de Min era parecida a la suya, pero a la vez completamente distinta. Él la habitaba sin romperla, sin buscar completarla. Y Selena… Selena siempre había buscado completud en otros.
—¿Sabes? —dijo al fin, con la voz un poco más baja, casi íntima—. A veces pienso que todo este tiempo he estado tropezando con personas, una tras otra. Queriendo que fueran un lugar donde quedarme. Un sitio que cerrara algo en mí, que completara algo que ni siquiera sé si falta.
Se detuvo, girando levemente el rostro hacia él. Sus dedos juguetearon con los de Min, suaves, sin retenerlos.
—Pero no hay completud, ¿no? Solo... instantes. Algunos duran más, otros duelen más. Y a veces se sienten tan intensos que crees que eso es lo que estabas buscando desde siempre.
Se quedó callada un segundo, como midiendo el peso de sus propias palabras antes de dejarlas caer.
—Contigo no fue así —confesó, sin dramatismo, con una paz que era casi melancólica—. Fuiste… mi todo.
Se acomodó un poco más cerca de él, sin exigirle nada, solo compartiendo el calor de su costado. Miró al techo como había hecho Min antes, casi intentando ver lo que él veía allí arriba.
—Quizá por eso me cuesta soltar del todo lo que fuimos. Porque me recuerda que no hay sitio definitivo, ni personas que vengan a completar nada. Solo hay… quienes aparecen, te remueven, y te dejan un poco distinta, pero te llenan el alma. Tu hacías eso conmigo.
Volvió a mirarlo, ahora sí, con una pequeña sonrisa que tenía algo de resignación, pero también de afecto genuino.
—Así que gracias por bailar conmigo, tonto. Aunque esta sala no sea para eso, aunque nosotros ya no seamos eso. Gracias por dejarme tropezar contigo otra vez, sin rompernos demasiado.
No buscó besarlo ni aferrarse a él. Solo siguió allí, su mano entre la de Min, permitiéndose un instante de esa cercanía tan limpia, tan rara. La respiró profundo, como quien se da cuenta de que algunos silencios, con ciertas personas, valen más que cualquier final feliz que pudiera haberse imaginado.
—¿Y si nos escapamos? No sé... Nos vamos lejos.
Miércoles 10 de Septiembre, después de la cena
A Alix la puntualidad se la pelaba bastante, por norma general. Ella no era puntual, solía llegar siempre demasiado pronto o demasiado tarde, el termino justo y bueno no solía ser lo suyo. Esperar tampoco la importaba demasiado. Siempre tenía tantas cosas en la cabeza que ella se podía hacer compañía sola. Pero conocía a Min lo suficiente como para saber que él sí que era como un reloj y por eso la había extrañado no verlo ahí a la hora en punto. Por suerte su mal presentimiento solo había sido eso, un presentimiento.
Aceptó su disculpa con un movimiento despreocupado de la mano, quitándole importancia. -¿No sabías que tenía acceso? ¿No te dije que trabajaba en el laboratorio de Gretzky?- ella creía recordar que sí se lo había dicho, aunque pudiera ser que él no supiera que el laboratorio también estaba en el sótano. - Pues sí, me hicieron lo del pinchito y esas cosas ¿Y tú? ¿Qué demonios hacías aquí con Selena?-
Min no se sorprendió por su forma de responder, ni por la naturalidad con la que soltaba lo del "pinchito" como si no hablara de un procedimiento delicado y bastante invasivo. En Alix eso era lo normal. En su mundo, lo anómalo era no decir las cosas como venían.
—No —respondió sin dramatismo—, no sabía que estaba ahí el laboratorio. O no lo había conectado. Tiene sentido.
Se apoyó un poco más en la pared, sin dejar de mirarla. No como quien examina, sino como quien recoge datos a través de los gestos más que de las palabras.
—Estoy intentando aprender algo... bajo la supervisión indirecta del director —había una pausa en su voz; no para ocultar, sino para ordenar—. Estoy... observando cómo ciertos estímulos afectan a la estabilidad emocional en dinámicas de poder.
No era una frase vacía, y tampoco era teoría. Lo decía con la seriedad de quien no estaba jugando, aunque supiera que la frase podía sonar como excusa en otra boca.
—Selena es complicada. Bajé para bailar con ella, sin interrupciones. Fue una forma de... probar si aún era posible mantener algo sin que todo se desbordara. Voy a pasar un año entero compartiendo clase con ella.
Una pausa más. No parecía incómodo. Solo exacto.
—Pero con ella todo tiende a derivar hacia lo físico. Muy físico y poco espacio.
Lo dejó ahí un momento. Luego bajó la mirada al suelo brevemente, como si tanteara los pasos antes de proponer algo.
—¿Quieres ver la sala?
La miró de nuevo, directo pero sin presión.
Porque con Alix, si algo había aprendido, era que las explicaciones no servían tanto como mostrar los escenarios. Y Min, cuando decidía abrir una puerta, lo hacía con todas sus consecuencias.
Miércoles 10 de Septiembre, después de la cena
-Ya.-
No se tragaba el cuento "chino" que contaba Min para no reconocer que seguía colado por Selena. Puede que él mismo se lo creyera, pero Alix lo veía con claridad absoluta. Vamos, ella también tenía un "ex", y se cortaría las venas antes de ponerse a bailar con él de forma romántica en un lugar apartado y dejar que la sobara como seguramente hacía Selena con Min. En fin, lo que hiciera el coreano con su ex en la intimidad no era asunto suyo, pero que la trajera a un lugar privado donde tenían su "guarida secreta de villanos", era algo que no la hacía demasiada gracia. Más que nada por lo que pudiera ver y luego contar.
- Joder Min, y ¿no te la puedes llevar a bailar al bosque, o al lago o...? Anda que no hay sitios donde ponerse a follar sin que nadie te vea ¿te han dado permiso para traerla?-
Aquello de que podía ver otra de las salas secretas la suscitó una inmensa y morbosa curiosidad -¡¿Sí?! ¡¿Me la puedes enseñar?! ¡Me encantaría verla!- casi daba saltitos de impaciencia mientras miraba hacia el pasillo esperando a que la guiara hasta el lugar correcto.
- Qué, ¿qué es eso de ciertos estímulos que afectan a la estabilidad emocional en dinámicas de poder.?- Alix intentó descifrar la información codificada que le dio su complicado compañero. Lo de dinámicas de poder, la sonaba a servilismo, como lo que hacían los vampiros con los humanos "ghoul" ¿Sería que le estaban enseñando a doblegar la mente humana? Eso tendría que molar un montón...- Desarrolla- le pidió que aclarase a qué se refería.
Miércoles 10 de Septiembre, después de la cena
Min no respondió enseguida. Solo la escuchó, como hacía siempre. Sin perder ni una palabra, ni un gesto. Había aprendido a distinguir cuándo Alix hablaba en serio y cuándo exageraba por instinto… y aquella vez, aunque lo dijera con sorna, no todo era broma.
Cuando soltó el ya, ladeó ligeramente la cabeza, con ese gesto suyo que no era enfado ni burla, sino un simple curioso, ¿qué parte de todo eso te resulta tan increíble?. Pero no insistió. Ella pensaba lo que pensaba. Y él no sentía necesidad de corregirla.
Tampoco negó lo obvio.
Levantó una ceja con cierta lentitud cuando la oyó hablar de follar en el bosque. Luego suspiró leve, casi imperceptible.
—Ya te dije que el pasado no vuelve. Ni siquiera si ella insiste en arrastrarlo.
No sonó a reproche. Más bien a recordatorio.
Se encogió de hombros y empezó a andar, indicándole con un leve gesto que lo siguiera por los pasillos. Frente a la puerta sin pomo, acercó el dedo a una placa, y entonces, la puerta se abrió con un chasquido.
La nueva estancia estaba igual de iluminada que el pasillo, una enorme sala a la cual se accedía bajando por unas escaleras de piedra. El lugar tenía todo el aspecto de ser una especie de mazmorra antigua, aunque bien cuidada, limpia e iluminada, desde luego. En las paredes había artilugios que no costaba identificar como de tortura medieval, algunos bastante clásicos, pero todos igualmente dolorosos: un potro de castigo, completo, con correas de cuero encantadas; un cepo metálico con filigranas rúnicas; cadenas colgadas del techo; y una cama de hierro forjado al fondo, sin colchón. Entre otros.
Todo parecía sacado de una mazmorra de museo.
Min avanzó unos pasos dentro, sin mirar atrás. Habló una vez que supo que ella había entrado.
—Estímulos. Conducta. Memoria corporal —giró la cabeza apenas para verla—. Algunos vínculos no se consolidan con palabras. Reaccionan al dolor, al miedo, al control... o a la rendición.
Pasó los dedos por uno de los enganches del potro. Sin apuro. Como si estuviera leyendo un libro. Luego la miró, con esa expresión suya que nunca terminaba de revelar si hablaba en serio o no.
—¿Suficiente desarrollo? ¿O quieres probarlo? —una pausa leve— El potro y el cepo no están mal. Aunque todo depende de lo que quieras aprender.
Y ahí se quedó, esperando. Como si ofrecer esa sala no fuera solo una provocación... sino una clase.
Miércoles 10 de Septiembre, después de la cena
No podía decir que no se lo hubiera esperado. A ella la pasó algo parecido cuando la enseñaron el laboratorio de Gretzky. También era un lugar sacado de una peli antigua. Aquellos vampiros, por mucho que tuvieran fachadas modernas, por dentro no habían evolucionado nada. ¡Joder, es que aquello era lo peor! Mira que no había formas de montar mazmorras mucho más modernas, útiles y cómodas ¡¿Qué necesidad de anclarse al pasado?!
- Buah, así que ¿esto es el hobby de Druitt? Pues qué pena, con lo bueno que está ya podría montárselo mucho mejor. Supongo que su mente ya estará podrida como la mayoría de los Mayores y Antiguos.-
Alix paseaba por al habitación observando los artilugios con bastante respeto y cierto asco. A ella no la iba ese tipo de tortura, en general ninguna. Si había que hacer daño que fuera una buena razón como la venganza o el progreso, pero por ¿placer? La rubia sentía placer de otras formas, no con el dolor, ni propio ni ajeno.
Pero el oriental sí que parecía de esos. De hecho, supuso que Druitt lo había elegido, como Gretzky a ella, por sentir que eran almas afines.
- Tio, esto necesita una remodelación. Le pasa lo mismo que al laboratorio de mi maestro. Lo tiene como si fuera la puta guarida del doctor Frankenstein, lo que me hace sentir como Igor y no me mola nada.
Pero vamos que ambos podrían beneficiarse de la tecnología ¿no crees?
¿Ya has visto estos aparatos en acción? ¿Habéis practicado con personas reales? ¿humanos o vampiros? Sabes que, la gente torturada, tiende a decir todo lo que quiere escuchar el torturador ¿verdad? O sea, que al menos sabrás eso, que no obtendrás a verdad siempre. Otra cosa es que solo lo hagáis por placer, ahí ya no te digo nada, no es algo que yo practique ni que tenga la menor idea o interés.- Claro que aquella sala podía servir para muchas cosas, también resultaba muy intimidante. Si se quería dar un susto a alguien también podía servir.
- ¿Te ha dado permiso para que traigas a quien quieras?- así que era así como "bailaba" con Selena...
Ahora se puede pensar que Selena ha desaparecido porque a Min se le ha ido la mano cuando "bailaba" con ella XD
Min, principal sospechoso!
Miércoles 10 de Septiembre, después de la cena
Min la escuchó moverse por la sala con atención, sin necesidad de seguirla con la mirada. Ya sabía dónde estaba en cada momento. El eco de sus pasos sobre la piedra hablaba suficiente. Y si algo sabía hacer Min, era leer sin mirar.
Cuando soltó lo de Druitt, no dijo nada al principio. Solo alzó una ceja apenas, como si no le sorprendiera lo más mínimo que Alix fuera directa incluso cuando hablaba del que seguramente era uno de los vampiros más influyentes de Harcote.
—Solo te falta la joroba —murmuró cuando ella se comparó con Igor, sin alterar el rostro lo más mínimo—. Aunque creo que Gretzky no te dejaría ser su asistente si tuvieras mala postura.
Lo dijo como si hablara en serio. Como si estuviera evaluando el ángulo de su espalda en lugar de hacer una broma.
Luego, volvió al centro de la sala, dejando que su mirada recorriera los instrumentos sin emoción aparente.
—Sé que la tortura no sirve para obtener la verdad. O al menos, no una confiable —una pausa, apenas un pestañeo—. Pero sí sirve para otras cosas. Para hacer espacio en la mente. Para romper una pauta repetitiva. Para enseñar límites.
Hablaba con la frialdad metódica de alguien que entiende el dolor como herramienta. Como quien ha estudiado una cirugía sin interés por la sangre.
—El director me ha dado permiso para usar esta sala como considere.
Dejó esa frase ahí, flotando, sin subrayarla. Como si no hiciera falta aclarar qué significaba exactamente ese "considerar".
—Y si tuviera que apostar... diría que hay más. Alguna sala más oculta. Más moderna. Menos teatral.
Ahora sí la miró directamente.
—Si yo fuera Druitt, la tendría.
Una leve inclinación de cabeza, casi inquisitiva.
—¿Vas a enseñarme el laboratorio del doctor Frankenstein?
Y por primera vez, sin modificar el tono, algo en su mirada dejó entrever que no solo lo decía por curiosidad. También por equilibrio. Porque si él había abierto una puerta... ahora le tocaba a ella.
Miércoles 10 de Septiembre, después de la cena
- ¿Tú crees que tienen habitaciones más modernas? Yo ya lo dudo. Me da que Druitt tiene todo esto como su mazmorra de cuando era humano, si es que alguna vez lo fue.-
Se quedó por un momento pensativa, observando los instrumentos de tortura, macerando una idea. -Pues es cierto, tus nuevos conocimientos sobre tortura y juguetitos, nos puede servir para doblegar, o más bien meter miedo, a los que nos den problemas. Pero sigo pensando que tenemos que intentar modernizar todo el sistema. A ver si cuando vayamos a la siguiente tutoría con Vogel, se lo decimos y nos deja cambiar cosas- seguramente a Druitt no le gustaría tanto, pero era cuestión de enseñarle las virtudes de las mazmorras más modernas.
- Te enseñaría el laboratorio, pero antes tengo que pedirle permiso a Gretzky. En cuanto vuelva se lo digo. De todas formas no te pierdes nada, es también una antigualla con mucho equipo arcaico de alquimia.
Un día tenemos que explorar las otras salas.- Se moría de curiosidad por ver qué más había, aunque ya sabía que el castigo sería ejecutado en ese lugar en concreto donde estaban ahora, seguramente.
por mi cerramos esto, para que no nos quede muy atrás.
Perfecto, dejamos aquí el cierre ¿y entendemos que en algún momento antes del finde le enseñó el lab?