Partida Rol por web

Livia no parece realmente afectada por contar su historia, era como si esos hecho ya formarán parte de su alma de tal manera que, no pudiendo escapar de ellos, los hubiera asumido como uno asume una nueva arruga en la piel.

Se queda callada esperando el final del discurso del galo y alza las cejas cuando llega su última frase:

-Te lo pregunté solo para tener la ocasión de rechazarte. Cuando uno hace una pregunta, se expone a un si y a un no. Y tú aún no te has ganado mi sí. Ni te lo ganarás con amenazas. La Domina no dejará que los guardias me maten...y si me muelen a golpes y me violan, no será algo que no haya soportado ya. Pero...¿Dormirás con la conciencia tranquila si me dejas aquí con ellos sabiendo que no he hecho nada para merecerlo? No yacere contigo por ti protección ni por tu indulgencia...soy libre para elegir y por ahora...no te elijo a ti. Ahora, puedes irte. Mi destino solo me incumbe a mi. - tal como había hecho él, quizás para no dejarle en evidencia, Livia también había bajado el tono y le miraba sin miedo en los ojos. Puede que durante la mitad de su vida hubiera tenido muchas facilidades, pero había escarmentado rápido en los últimos años y ello había despertado su altivo y poderoso carácter.

-Pero...si te has ganado mi respeto en la arena, y será un placer que me adiestres. Aunque solo sea para cobrarme una revancha algún día.- no había asomo de broma en su voz, parecía una promesa.

Había muchas cosas que ella no sabía, y parece que no tenía idea de las cosas, parecía que había sido ayer cuando fue vuelta esclava.

-No le importas a la domina, no está en ti lo que quiere, está en lo que puede obtener de ti, y si no puede obtener nada de ti, te desechará cómo un trapo sucio, y más si no muestras sumisión, no le importa si eres violada hasta la muerte, solo una excusa basta, y serás crucificada-

Parece que no entendía que no era realmente libre en el Ludus, más sus palabras le hicieron manifestar un gesto de negación y mucho malestar. 

-Olvidaste que estás aquí para ser castigada, olvidaste que eres una esclava, no eres realmente libre de elegir, solo un liberto puede hacerlo, y tu arrogancia te matará más rápido de lo que imaginas, si es así cómo quieres vivir, no te detendré, ... 3 días sin comida ni agua, veamos cuanto soportas con este calor-

Guardaba en su corazón generosidad y disciplina, pero esta mujer es arrogante, testaruda y muy orgullosa, le dolía que una mujer tan bella pereciera, pero si no había remedio, debía morir, o causaría problemas a su empleadora. 

-Qué sabrás tu...- le responde Livia apretando los dientes, aunque sus palabras se pierden en su garganta, como si hubiera perdido las fuerzas. Unas gotas de sudor frío bajan por su espalda y retrocedió un poco en el camastro, realmente parecía estar tomando conciencia que allí abajo, sin que nadie les viera, era él quien mandaba y quien tenía el poder y ella era una simple esclava cuya misión era pelear y complacer. Livia, la orgullosa romana de la gens Octavia se estaba rompiendo ante la perspectiva de los crueles castigos que el doctore podía infringirle. Sus ojos se llenaron de lágrimas y apartó la vista para que no la viera temblar de terror.- si es esto lo que quieres...tómalo...lo harás de todas maneras...- consigue musitar en un tono casi inaudible, sin atreverse ya a mirarle a la cara.

El Doctore la miró con detenimiento, contemplando una expresión que el no había visto jamás en ninguna mujer, la aflicción que demostraba era algo que rompía el corazón del galo, sabía que ella había caído en desgracia, y una que no había sido decidida por ella, perdió a su amado hijo, y todo lo que le correspondía por derecho, reducida a una esclava.

Se agachó, otra vez cerca del camastro, tomó su rostro delicadamente, eh hizo que le viera a los ojos, manteniendo un gesto compasivo, que no había mostrado ante nadie, ni siquiera a sus hombres, o la domina, o a otro esclavo, con un roce suave de su dedo pulgar de la otra mano, limpió sus lágrimas.

-Un rostro tan bello, no debe albergar lugar para lágrimas... - 

Musitó con bondad en la voz, demostrando así que no era cómo los romanos, que el cuidaba de su gente. 

-No te haré hacer nada que no quieras, cómo dije, muestra respeto, y seré indulgente, pero deja de lado esa actitud-

La miró un poco de arriba a abajo, realmente una hermosa mujer. 

-Me hubiera gustado que fueras mi domina, estando a tu servicio, hubiera hecho todo por complacerte, incluso hasta entregar mi vida por ti... - 

Se irguió lentamente, sin dejar de mirarle, dió un paso para atrás mientras se disponía a salir. 

-Vendré a buscarte para entrenar cuándo el sol descienda un poco y el calor mengue-

El Doctore suplicaba en su mente por que la mujer pidiera que se quedara, pero sabía lo orgullosa que era, aún así, alvergar cierta esperanza no era un pecado, rogaba a la diosa venus que le diera la suerte de su amigo Nórdico. 

Livia suspira entrecortadamente, aún albergaba miedo en sus ojos, tanto que instintivamente casi se aparta de la caricia del Doctore, aunque al final reprime su gesto pues sus palabras son cálidad y parecen querer reconfortarla. Este hombre era extraño, primero la atormentaba y ahora la consolaba, desde luego no eran muchas las oportunidades que tenía para relacionarse de forma normal con mujeres, y eso quizás era lo que hacía que se comportara de manera tan extraña.

De todas formas, entendiendo lo que el galo quería, Livia asiente con la cabeza despacio, forzándose a alzarla para mirarle:

-¿Cuál es tu nombre, Doctore?- le pregunta directamente mientras le mira cómo se aleja. Realemnte ahora necesitaba estar sola, no sabía si la amenaza de que los guardias irian a por ella se cumpliría, pero prefería arriesgarse con tal de tener uno momentos para recuperarse. Sabía que luego podría aguantar todo lo que le echasen encima, pero ahora se sentía tan frágil y vulnerable como aquella noche en la domus de su marido.- no lo utilizaré en público si no lo permites, pero quiero saberlo. Por favor.

Cómo hombre, no podía negarse a la petición de la mujer, incluso siendo el hombre a cargo de todo. No podía negarse a ella siendo incluso raro para él. 

Volteó y se acercó a ella, notando levemente que no se veía fuerte, que se sentía mal, sabiendo tal vez que había sido demasiado duro con ella.

-El que me pusieron los romanos, es Duilius... - 

No se apartó de estar en frente de la dama.

-Pero mi verdadero nombre, el que mi madre me dió, es Kellan... Ahora eres la única persona que lo sabe... - 

Colocó su mano en la mejilla, para reconfortarla un poco más, sonriendo amablemente, pero entendiendo que necesitaba su tiempo para pensar.

Ahora sí, se disponía a salir, pero primero se detuvo para preguntar -¿Deseas algo más de mi? 

-No...estoy bien. Te esperaré aquí, doctore.- dice la romana en tono mas tranquilo, forzando una sonrisa para el hombre. Se queda totalmente sentada en el camastro y se abraza a sus rodillas con la mirada fija en la pared. En verdad dada la construcción de la celda y siendo verano, era bastante reconfortante estar aquí, aunque la noche y el invierno serían bastante más desagradables.- Nos vemos luego.

Devolvió la sonrisa a la chica, que ahora parecía estar más calmada, agradecía por eso a Juno, ya que es un completo alivio verla, esperaba que se recuperará paulatinamente. 

Golpeó la puerta, y este salió de ahí, dejándola sola en la fresca oscuridad de la celda.

-Espero que no le pase nada a la esclava, o me aseguraré de que la domina sepa quien trata a sus esclavas cómo si fueran juguetes-

Dijo al guardia, un hombre conocido por hacer cosas indescriptibles a las mujeres de la casa. 

Sabiendo eso, el Doctore no se alejaría demasiado. 

Finalmente, Livia se queda sola, no en la absoluta oscuridad pues entra una trémula luz por la ventanuca situada en lo alto de la celda. Suspira profundamente, algo confusa por lo que habia pasado, en verdad el galo parecía un buen hombre, para ser extranjero y aunque al principio se había comportado como un bárbaro, luego parecía haberse sentido mal por ello y había relajado sus maneras.

Se estira en aquella incómoda tabla de madera a la que llamaban cama y, sin mucho más que hacer, procuró descansar y dormir un poco, la fresca temperatura de la celda invitaba a ello.

Tardaste un tiempo pero escuchaste una risita del guardia, ya Duilius estaba lejos para escucharlo. Tambien para escuchar las burlas que hacia este guardia a su persona. Pero parecio que a pesar de no respetar su amenaza el guardia no se te acerco dedicandose a tomar de su vino y silvar.

El tiempo paso un poco mas y ya casi habias caido dormida. Aunque te despertaste al sentir como la puerta se abria lentamente. Alerta te levantaste pero a quien encontraste no fue al galo ni al guardia que empezaba a silvar de nuevo afuera.

Sino a Verina. "Por los dioses, que paso? Vi como te llevaba pero solo ahora pude venir." decia ella preocupada mirandote, esperando tal vez marcas en tu cuerpo. Las cuales encontro pero era mas por las practicas que tuvieron antes, pero ella las veia temiendo.

Como un resorte, Livia se incorporó en el camastro dispuesta a patear, morder y golpear lo que fuera que cruzase esa puerta...pero cuando vio quien traspasaba el umbral se llevó una mano al pecho, volviendo a dejarse caer sobre la tabla, respirando agitadamente:

-Por Júpiter Verinia...me has dado un susto de muerte.-  dijo la romana tragando saliva pero dejando que la sirvienta la examine- estoy bien, el Doctore no me ha hecho nada, esto sólo es de la práctica de hoy.-  dijo con ánimo de tranquilizarla- No ha pasado nada grave...una pequeña diferencia de opiniones. Algo normal entre un galo y una romana no?

“Oh, lo siento mucho.” dijo la mujer que te examino con cuidado pero no se tranquilizo hasta que le dijiste que las marcas eran de las practicas de hoy. Ahi se alivio aunque no mucho. Sacando un pedazo de pan de un bolsillo en su ropa y dandotelo.

“Puede que si. Estos galos, Cesar ha hecho una gran conquista pero lastima que nos lleno de esclavos asi.” comento ella con clara actitud romana.

Negando con la cabeza. “Cuanto estaras aquí? Quieres que te traiga algo?” pregunto amablemente dejando al tema del galo detras.

Livia tomó el trozo de pan que la pelirroja le traía y, al hacer, deja que sus manos, algo callosas por el duro entrenamiento, acaricien las de la sirvienta, tan suaves en comparación. El contacto fue casi casual, pero cargado de sentimientos, entre el alivio, la preocupación...y más cosas.

Toma el trozo de pan y empieza a comerlo rompiendo trozos más pequeños que llevarse a la boca en lugar de darle mordiscos como habría hecho un animal:

-Gracias Verinia, espero que no te metas en un lío por esto ni por bajar a verme. El Doctore dice que estaré aquí hasta que anochezca...- de repente, entre bocado y bocado de pan, se le ocurre algo- ¿Te ha enviado la Domina? ¿Sabe ella que estoy aquí abajo? En tal caso puedes decirle que estoy bien y que no pasa nada.- dice, ya que, en verdad no quiere causarle problemas a Duilius.

El toque pudo ser lo mas casual posible pero viste que en la sirvienta una mirada a tu mano cuando la sintio antes de volver a ver tus ojos. Algo sintio de eso.

“No te preocupes, soborne al guardia. No creo que le comente nada al Doctore, al parecer este lo amenazo pero no con mucho éxito.” comentaba sacandole importancia a la preocupacion de ella. “Igual debia venir. No me parecio bien como te llevo.” dijo ella yendo a tu mano con el pan y tocandola.

Nego ante tu pregunta. “Te vi yo. Estaba ahi comiendo junto a las demas sirvientas y decidi luego ir a buscarte. La domina no se si sabe que estas aquí. Dudo que le importe.” Le aclaro dejando ver cierto desagrado al final.

“De cualquier forma es bueno que dure poco tu encierro aquí. Pero queria mostrarte que estoy para cuidarte. Como prometi.”

-Vaya... lástima, pensé que la Domina gustaba de proteger sus inversiones. Tanto decía que yo le había agradado...veo que el Doctore tenía razón.- comenta, no con tono amargo pero si se nota cierta decepción- menos mal que tu si te has preocupado. El Doctore dijo que los guardias le hacen cosas a las esclavas aquí abajo con total impunidad...¿Es cierto o sólo intentaba asustarme?- le pregunta tomando sus manos entre las suyas. A pesar de sus preguntas, Livia no parecía demasiado asustada, tan sólo quería saber la verdad- me alegra que tu mantengas tus promesas, al menos has venido, eso ya es mucho. Te lo agradezco.