Partida Rol por web

- Faustus, apreciado cuñado, muchas gracias por haberla cuidado tan bien como lo has hecho, te estaré siempre agradecido por ello - sonrío y le hago un gesto para que se calmara.- Jamás la dañaría y eso tenlo por seguro. Por otro lado, es incorrecto amenazar a un Senador ya que es la encarnación propia de Roma. No tomaré represalias por ello, ya que, actúas como un hermano digno y eso me llena de orgullo. Un hombre debe tener bolas y tú las tienes bien puestas - levantando la copa hacia el joven como muestra de respeto.- Cuando vaya a la guerra, hermano Faustus, será un honor que me acompañes.    

- Muchas gracias, mi querido Flamen, sus palabras me llenan de gozo - señala muy feliz, alzándole la copa como muestra de respeto.-

Cuando llegan las gladiadoras, aplaudo, visiblemente emocionado, e incluso las vitoreo.

- Loado sea - respondiendo a la esclava.- Ojalá te de muchas victorias y la gloria.

El doctore inclinó la cabeza en silencio a la domina, la noticia no le tomó deaprevenido ni mucho menos, estava preocupado por Nórdico, pero que más podía hacer.

Tras unos momentos de hacer un largo recorrido, aparece, vistiendo una armadura de cuero bien ornamentado, una gladius en el costado izquoerdo, embainada y tambien bien ornamentada, y el látigo.

Miró a todos ahí presentes, solo faltaban las nuevas, las que tenian que ganar su marca, pero no estaba preocupado por eso, despues de ver a Soenya un momento, dedicándole una mirada que solo ella entendía, se giró a los gladiadores, que parecían estar alterados, los observó con jn gesto amenazador, sutil si, pero que daba a entender de que era peligroso tentar a la suerte en su presencia.

Escuchó los pasos de alguien acercarse y al ver al Doctore llegar con aquel aspecto se relamió muy sutilmente los labios en un signo que él conocía bien mientras sus ojos lo recorrían de arriba a abajo con ese mismo brillo lascivo que él ya había visto.

Tras esos leves instantes volvió a regresar su atención a la arena, esperando por el comienzo del espectáculo. 

La vio con lujuria, desnudando con la mirada su cuerpo para dejarlo totalmentw expuesto a el.

Si por el doctore fuera, la tomaría ahí mismo frente a todos, pero debía mantener el decoro y la disciplina de los hombres, pero si, mantenía sutiles miradas a ella, a su boca, cabello, pechos y figura, haciendo lo posible para controlarse y no mostrar una enorme erección.

La hispana se acercó a Livia y sin mover los labios, y pegadita a ella por detrás, parecía que hacía algo raro con la garganta.

Si latín, a ratos, dejaba bastante que desear, pero, intentando disimular, era peor aún:

- Yo, disculpar golpe malo. Pendón.

- Yo, si quieres pelea mano contra enemigo, pideme. Yo "lagundu" a ti. Tu pide. 

Se le notaba inquieta. Estaba claro que intentaba pedir disculpas, pero no estaba claro si le decía que le ofrecía su ayuda, o que le estaba proponiendo pelea. Pero, conociéndola, si hubiera querido pelea, ya le hubiera golpeado, girado y dado un puñetazo en la cara, gruñido o algo.

Eso si, quién la entendiera, que la comprase.

Faustus suspira pareciendo calmarse un poco.

"Tendre tus palabras en cuenta senador..." comento y vio a su hermana por un segundos suficiente para que ella pareciera decirle algo con su mirada. "Ah si, lo siento senador. Cuidare mis palabras la proxima vez y lamento decirle que no podre acompañarle a la guerra. No soy un guerrero, mas bien soy un administrador y si quiere puedo cuidar su hogar sitiene que marcharse a la guerra." le devolvio mostrandole un poco su brazo mientras decia que no era guerrero y en este se notaba la falta de musculos de otros hombres romanos.

Tras eso brindo con Mario y luego se acerco a besar la frente de su hermana. Pacificandose rapido esa zona del ludus.

El acercamiento por la espalda de la hispana hace que Livia se tense un tanto por lo repentino del mismo y gira la cara para mirarla de lado, escuchando atentamente lo que parece decirle. La romana frunce ligeramente el entrecejo y se lleva la mano al costado desnudo donde aún lucía un gran hematoma fruto de un buen golpe. Pero su gesto no parece de enfado sino de concentración.

Finalmente esgrime una suave sonrisa y susurra algo a la hispana.

-Lo tuyo fue sólo el calor del momento. Me enfadé pero no tenía derecho. No te preocupes, al menos tu no me atacarte por la espalda. - responde frunciendo el ceño en primer lugar pero luego deja paso a una tranquila sonrisa- Tu también cuentas con mi apoyo contra los enemigos. Somos hermanas en la arena y nada va a cambiar eso. Tu no estás sola.- termina, incidiendo especialmente en estas últimas palabras procurando que las entendiera bien, aunque habla bastante despacio en todo momento.

Verina que se habia ido en algun momento cuando dejo a los gladiadores en las tribunas. Ahora volvia desde una de las otras entradas de la arena aunque no estaba sola. Junto a ella habian dos mujeres mas. Las guerreras quese iban a convertir en gladiadoras.

Camilia atenta como siempre las noto. "Señores y señoras les pido su atension. Han llegado las guerreras." dijo con un tono de voz algo mas alto, incluso los gladiadores abajo la escuchaban pero mas por el silencio que inundaba el lugar. "Estas guerreras seran conocidas con este nombre hasta que logren su marca, tras eso seran unas gladiadoras mas como las que estan en las tribunas." les explico aunque no era como si fuera necesario para algunos de los presentes.

"Les presento a a Alina, la peliroja. Viene de unas tierras al noreste, unas que el imperio ha explorado pero igualmente hemos podido capturarla." dijo dejando que entre ella primero o al menos asi hizo verina que la empujo para que fuera asi.

Una especie de sostén y taparrabos escamados hacía poco por ocultar sus abundantes encantos, pero esa se suponía que era la idea. Deleitar la vista y satisfacer la sed de sangre. Ella sacudio la cabeza a un lado y a otro y hacia atrás, para acomodar su largo cabello rojo en un gesto sexy y levantó ambas manos para acomodarlo mejor y tener la excusa de destacar sus voluminosos pechos.

"Una hermosa guerrera, pero tambien lo es quien viene. Ve con el doctore." dijo mirandola desde arriba y ordenandole eso ultimo.

"La siguiente es una guerrera del continente del sur. Una mujer capturada por los egipcios pero traida aqui como un regalo de mi querido prometido. Brinda la cazadora."

En realidad prácticamente lo único que llevo es un top y unas braguitas que tapan lo justo con un diseño similar a la piel de un leopardo. Se dejaba suponer que quieren acentuar con ello su procedencia africana.

Con su piel brillante por el aceite, haciendo que parezca casi de ébano, y esa ropa que apenas tapa lo necesario para no ser exhibicionista realmente esta rompedora. Sintiendose sexy y poderosa a partes iguales, solo tal vez un problema para ella con sus pechos marcandose quizá más de lo que le gustaría.

Tras la presentaciones vio al doctore y a unos siervos que rondaban por ahi. "Traigan las armas de verdad para que ellas elijan que usar." ordeno rapido a los sirviente. "Mientras Doctore te pido que las ates como habiamos organizado." dijo con una sonrisa divertida esperando ver la reaccion de los demas.

la mente de la germana parecía estar en otro lado hasta que finalmente escuchó la voz de la Domina, haciendo que su atención volviese de nuevo a lo que sucedía en aquel escenario y a la voz que hablaba desde arriba.

Cuando anunció la entrada de ellas volvió la vista para contemplar a sus hermanas, sonriendo ante su hermosa presencia aunque una mirada y expresión de preocupación se dibujó en su rostro al ver a Alina con aquellas ropas que tanto mostraban. Esperaba que el tiempo pasado en los baños y las charlas la ayudaran a no sentirse incómoda y a permitirle desenvolverse bien en la batalla con aquellos ropajes.

Mas cuando escuchó lo de atarlas elevó una ceja confusa, mirando primero al Doctore sin entender bien si realmente había comprendido las palabras para después mirar a Livia y a Ikateria, dirigiéndose ahora a ellas aunque más a la romana que a la hispana.

- ¿Atarlas? Qué habrán preparado esta vez...

Realmente se la notaba preocupada por sus hermanas pero también deseosa de ver como se alzaban victoriosas. 

Inspiro profundamente antes de entrar en la arena y levanto la mano al hacerlo. Tengo una expresión de completa seriedad, concentrándome en cualquier tarea que nos vayan a encomendar.

Escucho lo que dice la domina y me quedo pensando. Atadlas... O sea que vamos a estar atadas entre nosotros, lo cual nos quitará algo de movilidad. Eso puede ser un problema sobre todo para mi estilo de lucha.

Cuando nos ofrecen las armas de verdad suspiro, temiendo equivocarme si escojo mal y finalmente me decido por la lanza, que lleva añadido (al menos los gladiadores que combatían con lanza lo llevaban) una espada corta o puñal.

La lanza podrá mantener lo que nos traigan a distancia, pero igual puedo tener problemas en distancias más cortas le digo a Alina aún sin saber con qué nos van a sorprender.

Cuando comienzan las presentaciones me asomo a la arena mi mirada pasa entre todos los que están allí abajo en tributo al dios de la guerra.  

Hoy es un dia de celebrar, donde demostrareis si estais hechas para Roma. Donde pondreis a prueba vuestra valentia y coraje. Templad el acero de la lanza  , alzad vuestra furia, en vuestra mirada muerte y en vuestros corazones Marte. -digo mirando entre todas a una de ellas,la unica princesa romana y con un cordon en una mano, -Sed dignas de el y ganaros un puesto entre las verdaderas gladiadoras. 

Confiad en vuestras hermanas y que la verdadera sangre romana os guie a la victoria.-digo este ultimo comentario mientras entre mis dedos juego y acaricio el cordon.-Marte nunca os olvidara, ni os dejara solas.

El doctore no sabía si estp era una provocación o una distracción, cerró los ojos consternado y resignado a cumplir la orden de la lanista.

Domina

Pidió las cuerdas a uno de los esclavos y fue a dónde se encontraban ambas mujeres, atando esta en la cadera de ambas.

Siempre que estén dispuestas a colaborar, la cuerda serán tambien su arma, más si cada una pelea por su lado, serán los instrumentos de su condena.

Advirtió ambas sin dejarse amilanar por el aspecto que llevaban, esperaba que el plan de la dama de la casa sutiera efecto.

Las palabras que decía el supuesto sacerdote podían estar cargadas de una falsa pasión, como solía ser habitual en todo romano y de haber sido pronunciadas por otra persona quizás les hubiera prestado más atención pero la germana culpaba a aquel hombre del error de Livia y aunque ella lo venerara, para la bárbara no era más que otro hombre que usaba a los falsos dioses para tirarse a una romana que solamente parecía querer regresar a lo que era antaño.

Observó como el Doctore ataba a sus hermanas y como les decía aquellas palabras cargadas de verdad. Esperaba de todo corazón que tanto Alina como Brinda colaboraran bien entre ellas y lograran hacerse con la victoria. Y lo lograrían si hacían caso de las palabras del Doctore.

Cuando él regresó lo miró con calma.

- ¿Debo hacer algo? 

Era la primera vez que estaba en esa situación como líder de las gladiadoras y no sabía bien cómo actuar. 

Tras una sonrisa resignada oculté mi indignación con bracitos de pollito. Quizás era uno de esos afeminados que como mujer asesinaba envenenando. No era digno de nada, ni mucho menos de amenazarme, primero y luego, segundo, huir cobardemente de sus responsabilidades como ciudadano y rechazar ir a la guerra. Ambas cosas le desprestigiaban a él y a su gens.  

Livia parece apunto de responder algo a Soenya, empieza con un leve encogimiento de hombros pero entonces el sacerdote empieza su discurso y la romana presta enorme atención a sus palabras, alzando mucho la barbilla, siente como su corazón se acelera al entrar sus palabras en su mente, su mirada se vuelve brillante y fiera como un fuego abrasador. Se sentía como si una vela la iluminara en medio de la oscuridad. No es difícil darse cuenta de la enorme devoción que la romana muestra en su postura y en su atención a las breves pero poderosas palabras del sacerdote.

Una gran sonrisa se dibuja en su rostro, sin pudor, sin complejos, la vista muy centrada en el palco de las autoridades romanas, como si deseara captar la bendición de sus dioses personificados en los sacerdotes presentes para luego bajar su atención de nuevo a la arena, no esperaba que sus hermanas la mirasen, bastantes preocupaciones tendrían ya, pero de alguna manera ella deseaba transmitirles fuerza e instarles a recibir la bendición del dios de la guerra.

-Recordad, hermanas...Marte apoya a quien desea la gloria...Desead la gloria... es vuestra, ¡cogedla!- anima la romana con un tono fervoroso y pasional en la voz, convencida de sus palabras, henchido su pecho, se siente como si la bendición divina fluyera por ella y pudiera transmitirla. - Roma os observa...disfrutad vuestro momento, nadie os lo podrá arrebatar.

- ¡Hermanas! Vuestra es la fuerza, vuestra es la Gloria y no dejéis que nadie os arrebate vuestra victoria y sobre todo, cuando os alcéis ganadoras. No os dejéis llevar por vuestros impulsos y demostrar el respeto que vuestros dómines, vuestro ludus y los dioses merecen. 

Dijo completando las palabras de la romana. 

Miro hacia mis compañeras con una sonrisa, y luego hacia el palco de autoridades romanas con una inclinación a modo de saludo.

Levanto la lanza, intentando imitar una posición que he visto en algunas estatuas de Marte, y digo a voz en grito ¡por Marte! ¡Nos haremos merecedoras de su bendición! Luego me preparo para lo que será nuestra iniciación como gladiadoras.