Partida Rol por web

Vale, la negra quería luchar sucio.

Estaba claro que las reglas del marqués de Queensberry tenían poco que ver con una pelea cuartelera. Con una inspiración repentina, Maggie aprovechó el estar pegada a la otra para largarle un derechazo tras la oreja izquierda, con la finalidad de atontarla y poderse soltar.

Era evidente que una patada al bajo vientre no tendría el mismo efecto que en un chico, así que su siguiente golpe iría dirigido al pezón derecho.

Los "sombreros" nos han estado dando por el culo bien dados. Nunca imaginé que una puta bayoneta causara tantas flexiones y limpiezas de letrinas entre los reclutas. Pero por cojones aprendimos a joder bien jodido a ese monigote. Lo de menos fue Kaczynski; allí hubo decenas de capullos que se tragaron el orgullo pichando como mariquitas. Y todos se ganaron el cariño de los "sombreros". Pero repetimos tantas veces esa puta intrucción que acabé soñando con la bayoneta y el monigote.

Luego llegaron las prácticas en el campo de tiro. Cobb enseñó los fundamentos con el M16. Y llegó el momento de la verdad. Nos colocaron en fila, nos hicieron avanzar y colocarnos en nuestros puestos y dieron la orden de disparar. A diferencia de algunos de los paletos que sujetaban un M16 por primera vez, a mi me resultaba familiar, tanto su tacto como su uso. Inicié el ejercicio de pie, adoptando una posición cómoda, con las piernas ligeramente abiertas en ángulo, con firmeza. Sujeté el fusil y con calma apunté. Sin precipitarme fui acariciando el gatillo, sintiendo su recorrido. Contuve la respiración y disparé. Tito a tiro. Seguro, tranquilo, adaptándome al M16 y él adaptándose a mi. Luego llegó el turno de las ráfagas cortas de 3 disparos.

Igual que antes, me aseguré de tener una buena posición. Con calma aseguré el primer disparo, acariciando el gatillo, haciendo cantar al M16. Y cantó como los mismos Ángeles. Y finalmente puse el selector del arma para la ráfaga automática. Respiré hondo, sujeté con firmeza apuntando y esperando el retroceso del 5.56. Contuve la respiración y abrí fuego.

Una vez finalizado el ejercicio de pie, cambié la posición. Primero agachado, apoyándome con firmeza en mi rodilla, soteniendo con comodidad el arma, conociéndola y dominándola. Un tiro. Una ráfaga. Fuego automático. Joder, ese M16 era una maravilla. Finalmente adopté la posició tumbada. Me apoyé comodamente sobre el suelo, me ayudé de la postura para sostener el M16 lo más estable posible y seguí a rajatabla los esquemas previos. Nada de precipitarse; apuntar con calma, sentir el gatillo y contener el aliento. Una bala, tres balas, fuego automático.

Finalicé el ejercicio y me levanté. Sustraí el cargador, tiré de la corredera hacia atrás para liberar la bala de la recámara y llamé a uno de los sargentos.

"-¡Señor, el recluta ha finalizado el ejercicio, señor!"

Luego de varios días de rutinario entrenamiento, saltando sobre ruedas, escalando redes, flexiones, abdominales, marchas, mas saltos y flexiones, finalmente comenzaban a ver lo que parecía ser el grueso, la parte importante de aquel entrenamiento: el uso de armas.

James jamas a tenido demasiado idea de armas, y tampoco le había interesado tenerlo. Pensaba que tendría suerte si nunca en su vida tocara una, pero se había resignado a esa idea semanas atrás.

Y Ahí se encuentra, de pie escuchando las indicaciones del instructor, el cual les dice como cambiar de modalidad de disparo, como apuntar, como recargar, y demás cosas de ese estilo... presta atención, aunque todo aquello no le importe, no es la primera vez que va a adquirir conocimientos no deseados, aunque estos pudieran llegar a salvarle la vida en algún momento, aunque gran parte de él desee no tener que implementarlos nunca.

Finalmente llega el momento de la verdad. No quiere repetir el fracaso de la bayoneta, no le dejarán pasar otro error, y si bien ya esta acostumbrado a tanto esfuerzo físico, no le apetece para nada el tener que hacer mas sentadillas por que si.

Toma el arma. Verifica que todo este en orden mientras se timba al suelo, en su lugar, con el blanco en frente. Suspira, toma aire mientras cierra los ojos y pone el dedo indice sobre el gatillo, tranquilo, mientras quita el seguro y observa con el ojo derecho a través de la mirilla. Se toma unos segundos, puede oír como los demás comienzan el ejercicio, como disparan sus fusiles mientras el continua aun ahí, tumbado, observando pro la mirilla del rifle y con el dedo en el gatillo.

Y de pronto, de súbito, jala del gatillo y el rifle suelta un sonoro estruendo. Ahí es cuando comienza, a ese disparo le sucede otro, y otro, y otros... cambia de posición, cambia de modalidad de fuego, sigue las indicaciones a rajatabla. De pie, agachado, tumbado. Automático, a ráfagas. Apuntar, respirar, disparar, tomándose su tiempo. No siente nada mientras lo hace, ninguna sensación de superioridad, no hay nada que le entusiasme en aquello, simplemente sigue el procedimiento de manera mecánica, hasta que finalmente el rifle vuelve a hacer silencio y se queda sin balas, dejando a James en la misma posición en la cual había comenzado, tumbado en el suelo y con el dedo indice en el gatillo.

-¡Señor, el recluta ha finalizado el ejercicio, señor! - dice mientras saca el cargador del arma y verifica que no haya quedado ninguna bala en la recamara, siguiendo el protocolo, a la vez que se pregunta si realmente le a dado a algo o solo a disparado al aire.

Maggie estaba algo fuera de lugar en una lucha cerrada, estaba acostumbrada a que el árbitro cantara clinch cuando el otro te cogía, pero aún así hizo lo que pudo para buscar un punto vulnerable.

Han pasado semanas de entrenamiento y, si algo le ha agradado hasta el momento, han sido los combates cuerpo a cuerpo, donde su entrenamiento como defensa de football, le han hecho prevalecer sobre hombres más grandes y musculosos que él. Luego estaban las clases teoricas, que pese a hacersele pesadas - nunca había sido un cerebrito - comprendía eran necesarias.
Después de todo, un marine no era solo un fánatico dispuesto a matar a todo aquel que se catalogase como enemigo de su pais. También aprendían a comprender al enemigo y sus motivaciones, "conoce a tu enemigo y ya estarás mas cerca de la victoria." les decía el sargento de instrucción teorica.

Y ahora, ahí estaba él, con un rifle M16A4 en sus manos, entrecruzado frente a él, a unas cinco pulgadas de su pecho. Pero no era un rifle cualquiera no, era su rifle. El sargento Cobb caminaba tras ellos de un lado a otro volviendo a relatar las especificaciones del fusil de asalto reglamentario de los USMC, otra vez. Las conocía de memoria.

Casi cuatro kilos de peso, más de novecientos disparos por minuto, alcance optimo de quinientos cincuenta metros, fuerza de salida en boca de mil sesenta y siete metros por segundo, cargador de treinta balas del calibre 5,56 x 45 OTAN, más una en recamara y, acoplamiento modular RIS, que permite instalarle desde un guardamanos, hasta un lanzagranadas M203, de 40mm; la herramienta definitiva para, el mejor arma de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos. Los Marines.

Cuando el sargento Cobb dá la orden, apunta hacia la diana y dispara sin dudar, no es la primera vez que emplea armas de fuego, ni será la primera vez que dispara contra algo o alguien. Primero tiro a tiro, ráfaga de tres y para terminar automatico. De pie, sentado y tumbado; no se para a apuntar nunca el primer disparo, prefiere no acostumbrarse a perder tiempo apuntando a la diana, lo importante es dar en ella, no donde dás. Un segundo apuntando en el combate puede costarle la vida.

Una vez vaciado el cargador, tira de la corredera haciendo que la trigesimo primera - y única bala que le queda - sea expulsada de la recamara; se levanta e imita a Jackson y Kazcynski.

- ¡El recluta Fendrew ha finalizado el ejercicio, señor! - sentencia posicionandose en firmes, con su rifle entrecruzado y a la distancia adecuada de su pecho.

El golpe dió a la negra en su enorme pezón, y provocó que la soltara y cayera de cuelo, gruñendo. Ya la tenía en el suelo, pero ahora intentaba tirarla abrazando sus piernas, por ahora con poco éxito.

La voz de Martha fue reconocible sobre la de sus compañeras:

-¡Reviéntale la cara a hostias!

Jonathan maldijo a aquella maricona de ciudad, y sus golpes por la espalda, y sus golpes bajos. Eso le hizo prestar más atención en el combate cuerpo a cuerpo. Pocas veces solía prestar atención, pero durante aquellas semanas, lo hizo. Había tenido la ocasión de ver que el combate cuerpo a cuerpo era más que ver quién daba el garrotazo más duro, que debía aprender a defenderse. Parar, esquivar, fintar, golpear. Medir la fuerza, prestar atención al rival. Se fijaba bien en todo aquello. Aprendía. Quizás poco a poco, pero lo aprendía. Parar, esquivar, fintar y golpear. Medir la fuerza, prestar atención al rival. Adelantarse a sus movimientos, darle un buen golpe justo en el momento oportuno. No precipitarse... Poco a poco le fue cogiendo el truco. Ahora si sentía que estaba haciendo algo útil. 

Por lo demás, todo transcurrió como hasta ahora. Hizo más o menos amistad con Webster, más por simpatías que por otra cosa. No obstante, tampoco les dejaban mucho tiempo para hablar. Clases teóricas, que él personalmente aborrecía por encima de todas las cosas, marchas, ejercicios de varios tipos... Nada que él, nada que Jonathan Kendrik no pudiese superar. 

Y al fin llegó el gran día, las prácticas de tiro. Al fin hacían algo útil con un arma, dispararla. Aunque estaba ansioso, calmó sus nervios, y respiro hondo, entrecerrando los ojos, aferrando bien el arma. Tras expulsar el aire, miró fijamente a la diana. Ciento quince, ciento veinte metros. Nada que no hubiera hecho antes en la granja con unas pocas latas viejas sobre una verja de madera. Además, era un M16, muy parecido al que tenía su padre. Se apoyó el arma en el hombro, y apuntó. Por unos segundos, solo existió él y la diana. Se tomó su tiempo. Con calma. Fijó el objetivo a la mira, acarició el gatillo, y disparó. Un sonido atronador, joder, que recuerdos. Los demás disparos ya fueron automáticos. Primero de pie, tres disparos, luego una ráfaga en modo automático. Luego se agachó, un disparo, luego tres, y luego otra ráfaga. Y luego se tumbó, y de nuevo, un disparo, luego tres, y luego otra ráfaga. 

Una vez acabado, saca el cargador y comprueba la recámara, según las órdenes, y se coloca en posición.

-Señor, el recluta ha finalizado el ejercicio, señor.- Dijo, como siempre, con un tono firme y seguro de si mismo. Quizás no fueran los mejores disparos de su vida, pero habían sido bastante buenos.

Dando un paso atrás para evitar los brazos de su contrincante Maggie decidió que, puestos a saltarse las normas de un combate civilizado, no venía de aquí, por lo que soltó una tremenda patada al costado de la negra, con el objetivo de dejarla sin aliento.

La patada les hizo separarse, pero todavía no había conseguido tumbarla. Estaba, eso si, bastante mareada. Tanto que, no le costó gran cosa apartarse cuando se le echaba encima, y la negra cayó cuan larga era, echando la pota con todo lo que había desayunado. Las chicas estallaron en vítores, y la sargento McGraff asintió, mientras Schultz ponía como los trapos a la negra derrotada.

La segunda mitad del día la gastaron en una aburrida clase teórica sobre primeros auxilios, aburrida para Maggie, porque ya sabía sobre eso más de lo que le estaban contando. Después de la ducha, tocó la revisión sanitaria y recitaron el credo del fusilero antes de guardar el M16 e irse a dormir.

Al día siguiente, las llevaron al campo de tiro bien temprano, y comenzaron las pruebas de tiro de la "semana de la hierba". Todas conseguirían su "caja de pizza" al final de esa semana, o tendrían que repetirla. Ningún marine se gradúa sin la insignia de competencia con fusiles y pistolas.

El sargento instructor de tiro les habló de las tres posiciones del selector de tiro, y como debían apuntar y disparar, controlando la respiración y compensando el retroceso del arma cuando disparaban ráfagas. Después, se dispusieron regularmente frente a las dianas, y comenzaron a disparar un cargador por diana: 1 bala en modo monotiro, una ráfaga de 3 y una ráfaga automática de 10, en las tres posiciones de disparo (de pie, sentado/agachado y tumbado).

Sonaban tantos tiros que aquello parecía el jodido Beirut.

Antes de ir al tiro, Maggie se las arregló para hacerse la encontradiza con la negra fuera de la formación para disculparse, asegurándose de que no las oía nadie.

Siento la patada. Hoy por tí y mañana por mí. Oye, tú luchas bien. Si acabamos juntas ahí fuera en un fregado y hay que combatir cuerpo a cuerpo, no me importaría estar a tu lado. ¿Quieres que practiquemos en el gimnasio en ratos libres? Tú me enseñas un par de llaves, y yo te enseño algún golpe de boxeo. ¿Hace?

La semana transcurrió pegando más tiros que la gente que se encerró en El Álamo. Todos ganaron su caja de pizza, el apodo para la insignia de competencia con armas de fuego (fusiles y pistolas). El propio sargento de prácticas de tiro les impuso el galardón, el primero que vestirían en el uniforme, cada uno al grado de competencia que había demostrado.

Siguió entonces una semana más relajada, donde volvieron a darles clases teóricas, explicándoles procedimientos tácticos del ejército y los marines, protocolos de comunicación visual y verbal, y las regulaciones acerca de los uniformes que todavía no conocían, el de servicio y el de gala.

La fase tres de la "matriz de entrenamiento" fue bastante más técnica y jodida. Aprendieron a desenvolverse en condiciones de combate, sacándose el Entrenamiento Guerrero Básico, que incluía: fundamentos del combate, dormir vivaqueando en el terreno y comiendo raciones de campaña, camuflaje, arrastrarse en situaciones de tensión (preparados para hacer fuego u ofreciendo un blanco mínimo), orientación terrestre, tácticas básicas a nivel de escuadra, rappel, etc.

Terminaron la maldita semana en una cámara de gas, donde debían ponerse las máscaras a la orden del sargento, no antes, recitando el himno de los marines. Los que no podían aguantarlo, o no se veían capaces, salieron de los marines en ese preciso instante.

La negra la miró un momento, como planteándose estar resentida. Pero, en verdad era que la había vencido en buena lid, casi tanto como su propia glotonería.

-Me parece bien -dijo.

Se presentó como Janet Lovelace, de Nueva Orleans.

Cita:

Maggie sonrió abiertamente, y después sorprendió a Janet con una ejecución perfecta del saludo de los "hermanos" (pones la mano abierta hacia arriba para que el otro chasque hacia abajo, y luego chocas suavemente el puño contra el del otro).

Encantada, Janet. Maggie, de Missouri, dijo. ¡Oh, Dios, hay que ir corriendo al tiro o la Schulz nos cruje!

Lo que Maggie no ha contado a nadie es que de pequeña, su padre la llevaba a cazar a los lagos, con una .22 Rimfire, y tenía bastante buena puntería.

Buenas. ¿Mis cajas de pizza están correctamente asignadas? ¿Experto con fusil y Francotirador con pistola? ¿O sería al revés?

Un saludo.

Si, está correcto.

Hay tres rangos, de menor a mayor: marksman (tirador), sharpshooter (francotirador) y expert.

En fusil tienes 30, así que experto.

Los reclutas marchaban rumbo al terreno de maniobras, vestidos y pertrechados como para una guerra. Cargaban gruesas mochilas, cascos y chalecos antibala. Llevaban su fusil, y muchos se habían aplicado maquillaje de guerra. Sus botas levantaban polvo al caminar bajo el vespertino y desperezante sol de un día que prometía ser caluroso. Muchos, recordaron las palabras del sargento Cobb:

-Hoy, comenzaréis una prueba tres largos días. Una prueba donde vais a demostrar que habéis aprendido todo lo que os hemos enseñado durante la instrucción, y que sabéis implementarlo en una situación de tensión y combate. Dormiréis poco, comeréis poco y pasaréis todo el día superando desafíos mentales y físicos. Pero no lo haréis solos. Actuaréis en equipo, ayudándoos los unos a los otros. No importa el color de vuestra piel, vuestro credo o religión. Aquí todos seréis hermanos de trinchera, porque un cabrón talibán no os va a discriminar por cuestión de raza, sexo o religión. Os va a reventar la cabeza a todos por igual. Los marines no dejan a nadie atrás, reclutas. Y si vosotros conseguís superar esta dura prueba... podré llamaros con justicia y razón: MARINES.

Les habían despertado a las dos de la mañana, y tuvieron que pertrecharse y prepararse en tiempo recórd. Formados en el exterior, se procedió a dividirles en pelotones, cada uno al mando de un recluta sobresaliente. A Fendrew, Kendrik y Kaczynski les tocó seguir las órdenes de Jackson, que ya despuntaba como proyecto de suboficial. Según le dijo el sargento Cobb en una conversación privada, los marines tienen el privilegio de graduar a reclutas sobresalientes como cabos*, un honor concedido tradicionalmente al guión de cada pelotón. Si no la cagaba en el crucible, obtendría aquel honor... y aquella responsabilidad.

Llegaron al campo de entrenamiento a las 5:30, y pronto comenzaron a moverse. Primero, tuvieron que superar un pequeño circuito de trincheras, alambre de espinas y pequeños muros, recogiendo el material que iban a usar durante aquellos tres días: agua, munición y raciones MRE.

El siguiente escollo fue superar en parejas una serie de obstáculos de dos metros por parejas, ayudados por un compañero. Kendrik con Jackson y Fendrew con Kacynski. Luego, tuvieron que pasar por unos cables sin tocar el suelo, ayudándose con manos y pies. Luego, debían simular que estaban de patrulla... y algo sucedería.

La semana transcurrió pegando más tiros que la gente que se encerró en El Álamo. Todas ganaron su caja de pizza, el apodo para la insignia de competencia con armas de fuego (fusiles y pistolas). La propia sargento de prácticas de tiro les impuso el galardón, el primero que vestirían en el uniforme, cada una al grado de competencia que había demostrado.

Siguió entonces una semana más relajada, donde volvieron a darles clases teóricas, explicándoles procedimientos tácticos del ejército y los marines, protocolos de comunicación visual y verbal, y las regulaciones acerca de los uniformes que todavía no conocían, el de servicio y el de gala.

La fase tres de la "matriz de entrenamiento" fue bastante más técnica y jodida. Aprendieron a desenvolverse en condiciones de combate, sacándose el Entrenamiento Guerrero Básico, que incluía: fundamentos del combate, dormir vivaqueando en el terreno y comiendo raciones de campaña, camuflaje, arrastrarse en situaciones de tensión (preparados para hacer fuego u ofreciendo un blanco mínimo), orientación terrestre, tácticas básicas a nivel de escuadra, rappel, etc.

Terminaron la maldita semana en una cámara de gas, donde debían ponerse las máscaras a la orden de la sargento, no antes, recitando el himno de los marines. Las que no podían aguantarlo, o no se veían capaces, salieron de los marines en ese preciso instante.

Las reclutas marchaban rumbo al terreno de maniobras, vestidas y pertrechadas como para una guerra. Cargaban gruesas mochilas, cascos y chalecos antibala. Llevaban su fusil, y muchos se habían aplicado maquillaje de guerra. Sus botas levantaban polvo al caminar bajo el vespertino y desperezante sol de un día que prometía ser caluroso. Muchos, recordaron las palabras de la sargento McGraff:

-Bienvenidas al Crucible. Durante tres días, demostraréis que sois dignas de poder ser llamadas marines. Dormiréis poco, comeréis menos y tendréis que superar ejercicios mentales y físicos que simularán un combate real, a menudo en condiciones de presión psicológica casi extrema. Tendréis que superar los desafíos juntas, ayudandoos como marines, respetando las decisiones de vuestro líder de pelotón. Vais a tocar fondo, señoritas... pero cuando os alcéis, lo haréis como marines de los Estados Unidos.

Las habían despertado a las dos de la mañana, y tuvieron que pertrecharse y prepararse en tiempo recórd. Formados en el exterior, se procedió a dividirles en pelotones, cada uno al mando de un recluta sobresaliente. Maggie fue responsable de Martha, Janet y la recluta a la que había salvado de un ataque al corazón, una neoyorkina llamada Chloe Kirk, y que se había convertido en una tia dura tras una semana de machaque en el batallón chóped.

Llegaron al campo de entrenamiento a las 5:30, y pronto comenzaron a moverse. Primero, tuvieron que superar un pequeño circuito de trincheras, alambre de espinas y pequeños muros, recogiendo el material que iban a usar durante aquellos tres días: agua, munición y raciones MRE.

El siguiente escollo fue superar en parejas una serie de obstáculos de dos metros por parejas, ayudados por una compañera. Luego, tuvieron que pasar por unos cables sin tocar el suelo, ayudándose con manos y pies. Luego, debían simular que estaban de patrulla... y algo sucedería.

Aquello era estupendo, habian pasado unas cuantas semanas más, los ejercicios habian ido incrementandose, tanto en combate cuerpo a cuerpo, como en empleo de armas de fuego; la teoría tambien se había visto aumentada y todos pareciamos empezar a entendernos un poco mejor. Lo gracioso fué cuando asignaron los grupos para el "Crucible", última prueba del campamento, tres días de prácticas al aire libre, simulando estar en zona de guerra.

Fuí el primero en ser llamado para ir con Jackson, a estas alturas ya sabiamos todos que había sido pandillero en su ciudad, Nueva York. Tenía cojones, que un pandillero fuese el más sobresaliente de los reclutas, si; pero para mi, era una demostración de que había dejado su antigua vida atrás.
Después llamaron a Kaczynski, el empollón californiano de ascendencia polaca que, nadie sabía muy bien porqué se habia alistado, aun así era buen tipo y se esforzaba en todos los aspectos como el que más.
Y para terminar, Kendrik, un granjero de Alabama, del que lo que más podia destacar eran sus prejuicios sureños; xenofobo y machista, se refugiaba en una prepotencia y agresividad insolitas, llegando a decirme que en tiempos de guerra, más me valía cubrirme las espaldas; pues él, - Kendrik - no pensaba cubrir las de nadie, solo las suyas... Totalmente contrario al credo de los Marines; no le caía bien, pero esperaba solucionar mis diferencias con él, tarde o temprano.

Superamos las trincheras, Jackson apuntaba maneras, prometia graduarse como Cabo y, al menos mostraba esa iniciativa, yendo el primero. Le seguí de cerca, al parecer iba a tener en él, el rival que andaba buscando. Cruzamos los alambres de espino arrastrandonos por el fango y después avanzamos por los muros de contención, cubriendonos los unos a los otros; como hermanos, como Marines.

Recogimos durante el trayecto las MREs, - Meal Ready for Eat - agua y municiones, teniamos que improvisar, actuar como su estuviesemos solos en zona de guerra.
Llegamos al siguiente obstaculo, muros de dos metros de alto en los que necesitariamos de una gran habilidad y en según que casos ayuda de nuestros compañeros. Subí los muros primero, Kaczynski había mostrado ser menos habil para este tipo de situaciones, pero eso no era un problema. Para eso estaba yo, para echarle una mano; para ayudarle como un hermano, extendí mi brazo tirando de él para facilitarle las cosas en la escalada.

De camino a la zona "segura", tuvimos que cruzar sobre cables, como si cruzasemos un barranco donde el puente fué destruido. Había que coordinarse bien, pq sino caias casi cuatro metros hasta un lodazal. Ahí no podiamos ayudarnos los unos a los otros, dependiamos solo de nosotros mismos, aun así intenté animar a Kaczynski.

- ¡Animo tío! - le decia - ¡Tu puedes hacerlo! - me inclinaba adelante en la plataforma - ¡No satisfagas al cabrón de Cobb que quiere verte caer! - le gruñia de vez en cuando, si era consciente de que este no podía oirme.

Después llegarían un par de horas de descanso entre comillas, donde deberiamos patrullar. Veriamos que pasa.