Partida Rol por web

Los lloros y el dolor terminaron por derribarte, te quedaste dormida de puro agotamiento por la tensión que acumulabas. Fue un sueño sin sueños, pero notabas los elementos a tu alrededor, como si no hubieras podido descansar del todo. Y cuando conciliabas un sueño más profundo, aquello eran pesadillas. En una de ellas terminaste por despertar, fue de golpe, como si cayeras al vacío.. pero no estabas en un abismo, estabas tumbada junto a un fuego a media tarde con Korgoth y Aren cocinando una cabra.

Eldrid, has despertado. dijo el orco con voz suave, amable, aunque con la rémora del dolor. ¿Cómo estás? sabía que no habría una respuesta positiva, pero trataba de mantener la compostura por ti.

Aren no dijo nada, arrebujado en su capote mientras miraba el fuego arder.

Despertó inspirando fuertemente incorporándose, como si de repente le faltase el aire. El pecho subía y bajaba con la agitada respiración, tras abrir los ojos desorbitados, llenos de terror, de dolor y de lágrimas que inconscientemente se iban formando pero no se derramaban. Estaba agotada, tanto física como mentalmente. La joven temblaba de pies a cabeza con la impotencia de no haber podido ayudar, de saber que había perdido todo. El nudo en la garganta volvió con fuerza y un quejido se le atraganto al tomar aire.

No pudo contestar a Korgoth, ni apenas reparar en los alrededores ni la hora del día. ¿De que serviría contestar si era obvio su estado? Se llevó las rodillas al pecho, encogiendo todo su cuerpo en una bola, haciéndose lo más pequeñas posible. De nuevo un sollozo cortó el pesado silencio. Hundió la cabeza entre las rodillas y las agarró con los brazos, cerrando los ojos y dejando que nuevas lágrimas se derramasen por su rostro. 

Le dolía demasiado el corazón.

Ante el silencio de Aren, Korgoth puso una mano sobre tu cabeza acariciando suavemente tu cabello. Tampoco sabía qué decir, por lo que te llevó a su pecho para que te desahogaras todo lo que necesitaras.

Esta bien, pequeña. Está bien. Yo estoy aquí, no te dejaré sola. dijo paternal el orsimer, asombrosamente diestro en estas cosas.

Habría agradecido al orsimer el consuelo que trataba de darle, si pudiera. Pero en esos momentos el torbellino de dolor en el que estaba sumida le impedía sentir algo más. Y a pesar de que la había arrullado contra su pecho, no se movió un ápice de su forma de bolita. Ni siquiera cuando se quedo sin mas lágrimas que derramar. Permanecía con los ojos fuertemente cerrados, dejando que los espasmos que le producía el llanto, surcasen todo su cuerpo, librando la tensión y al mismo tiempo aumentándola.

Korgoth suavizó el abrazo mientras miraba a Aren, el joven no había abierto la boca, observaba sin intervenir mientras atendía la carne en la hoguera.

Vamos, pequeña. Has de comer algo. Te volverás a desmayar si no comes algo. anunció preocupado. Aren ha cazado esa cabra salvaje, seguro que está sabrosa y te dará fuerzas. Aun queda camino para Helgen.

El hijo de Dunyn estuvo a punto de añadir algo, pero al final no lo hizo, simplemente esparció unas hierbas sobre la carne dorada del animal.

Poco a poco se fue desentumeciendo de su postura. Asintió al orco, aunque de manera  casi mecánica, el fuego que antes ocupaba un lugar en sus ojos se había esfumado y había sido sustituido por un vacío desolador. No tenia siquiera fuerzas, ni ganas para contrariarle, ni para preguntar por que iban a Helgen. No solo su cuerpo estaba entumecido de la presión que sus músculos hicieron al llorar, su mente estaba de igual forma.

Se quedo mirando al fuego, con las rodillas aun encogidas hacia el pecho y lo brazos rodeándolas, pero esta vez no había hundido la cabeza en ellas, había dejado la barbilla reposando sobre estas. Los evidentes rastros que habían dejado las lagrimas a la vista y sus enrojecidos ojos fijos en las llamas.

Con el asado listo, Aren empezó a servir. Primero sirvió a Korgoth, mas luego te miró unos segundos en silencio y te ofreció uno de los pedazos de la cabra.

Toma. Es la parte más blanda.. está buena. dijo lentamente esperando que tomaras el pedazo. Apretó los labios y bajó la mirada, luego alzó una vez más los ojos para ver los tuyos. Lo siento lo que le ha pasado a tu familia. volvió hacia atrás y empezó a comer, miraba a un lado, sin querer verse atrapado en ninguna mirada procedente de tus ojos.

Su mirada se movió hacia el trozo de carne pero no se movió. Casi tardo una eternidad en hacer gesto alguno, y cuando despego uno de los brazos de sus rodillas, lo hizo con una lentitud enfermiza. Se desenrosco un poco mas, bajando algo las rodillas. Todos sus movimientos se realizaban como si no fuera ella la que se lo ordenase a su cuerpo.

Asintió de nuevo, pero ninguno podría adivinar si era por la carne o por las palabras de Aren. Ademas se había quedado con la cabeza gacha mirando el trozo de carne. 

De nuevo tardo una eternidad en llevarse un pequeñisimo pedazo a la boca, empezando a masticarlo sin muchas ganas.

De esa guisa pasaron los días, Korgoth intentaba animarte y Aren, aunque reacio, trataba de transmitirte apoyo de alguna forma. Mas ninguno de los dos te presionaban o te forzaban a reaccionar, la terrible nueva que te había sacudido se había infiltrado en tu mente y no quería salir de ti hasta hundirte. Sino fuera por Korgoth, probablemente ni te acordarías de comer, y día tras día avanzabais con el río Greva a vuestra izquierda en dirección al lago Geire que bañaba una de las riberas de Paraje de Ivar.

Una de esas noches te despertaste presa de una pesadilla. No sabias dónde estabas, te encontraste un fuego de campamento y a Aren junto a ti, estaba tallando algo entre las manos. No había ni rastro de Korgoth, el joven no se había percatado de que te habías despertado. Las lunas brillaban en el cielo, Masser con su característico brillo rojizo y su gemela menor Secunda con su blanco refulgente.

Abrió los ojos a causa de la pesadilla permaneciendo inmóvil, observando a su alrededor. No recordaba haberse quedado dormida. De hecho apenas recordaba nada de los últimos días, todo era demasiado borroso, el paisaje, los ruidos, las voces. ¿Donde estaban? Había perdido hasta el sentido de la orientación. Miro al cielo y vio ambas lunas en el brillando con radiante luz y las estrellas bañando el cielo. Acto seguido observo alrededor del campamento, el fuego de la hoguera desprendía un calorcito agradable, Aren estaba cerca de ella, pero no vio al orsimer, arrugo levemente el ceño y sus ojos volvieron a reposar en el joven. Parecía enfrascado en algo, desde donde estaba tumbada no podía distinguir que era, solo que el estaba dándole forma. Durante varios minutos se quedo mirando lo que hacia.

Estaba cansada, demasiado, la niebla que cubría su mente, empezaba a levantarse. Podía sentir el peso en su corazón, en su alma. Estaba cansada si, pero también lo estaba de estar así, de ni siquiera ser dueña de si misma.

- ¿Que es? pregunto casi en un susurro, sin apartar la vista de el. Se sorprendió al escucharse de nuevo y no estaba segura de si lo bajito era por lo ronca que sentía la voz de no usarla en días o de que no queria interrumpir el silencio

El joven te miró de soslayo al verte despierta, dio un par de cortes antes de responder. Finalmente apoyó los codos sobre sus rodillas mientras miraba la figurita de madera con resignación.

Intenta ser un caballo. dijo mientras contemplaba la pieza de madera. Mi padre nunca me compró uno. suspiró y tiró la figurita mal tallada al fuego. Ni con estas lo consigo.

Volvió entonces su mirada sobre la tuya.

Hablas al fin, ¿cómo te encuentras? Hay algo de potaje.. si tienes hambre. ofreció, no especialmente dulce, pero no tan seco como había sido al principio.

Continuaba observando y esta vez si que escuchaba. Su mirada siguió el curso del caballito de madera, y se quedó mirando donde había caído entre las llamas que empezaban a consumirlo. Se arropó con la manta con la que la habían tapado dejando escapar un pequeño suspiro.

No contestó inmediatamente cuando preguntó, ella seguía mirando las llamas. Pensaba en la respuesta, suponía que no preguntaba si estaba bien o mal, a todas luces, la respuesta era obvia. ¿Cómo estaba? No lo tenía muy claro, las sensaciones se arremolinaban unas con otras creando un caos en la que ninguna sobresalía, era complicado de explicar. Y sin embargo, al mismo tiempo se notaba mas despejada.

- Muy cansada contestó al fin sin despegar los ojos de la fogata. 

Aren suspiró, durante unos instantes parecía que no se iba a mover, pero lo hizo acercándose al fuego y sacando un cuenco de potaje del caldero. Te lo ofreció con algo de brusquedad.

Has comer. dijo con austeridad, te miró a los ojos si pudo llamar tu atención. Korgoth dice que te hiciera comer si despertabas. Hazlo, necesitas fuerzas.

No tenía hambre, ni una pizca, pero tampoco le dejó oportunidad para replicar, su mirada no la dejó. Se destapo, bajando la manta hasta el inicio de los muslos y se incorporó para coger el bol con la comida.

De nuevo el silencio se apoderó del campamento, únicamente, el crepitar del fuego rompía esa tranquilidad. Durante un rato comió, tal vez un par de curadas, le costaba meter alimento con tanta desgana, por no decir que empezaba a sentir cierta incomodidad con la situación.

- ¿Donde esta Korgoth? preguntó tras un largo rato de estar en silencio, nuevamente en un susurro.

No quiso forzarte demasiado, pero al ver que dabas un par de sorbos pareció darse por satisfecho. Se sentó sobre una roca mientras saca otro pedazo de madera con el que empezó a moldear.

Dijo que se fue a investigar algo, que volvería pronto. dijo mirando solo la pieza de madera. No me ha querido decir el qué, todas las noches hace lo mismo, supongo que será algo de orcos.. 

Corte a corte, Aren parecía tener habilidad con ello, pero su mirada parecía de desaprobación absoluta. Terminó rápido el nuevo caballito de madera, pero este también lo tiró al fuego.

Tenía el cuenco entre las manos y apoyado en los muslos, mirando al fuego, aunque de vez en cuando alzaba la vista al cielo para contemplar el firmamento. Era difícil no pensar en ellos. Apretó su agarre del cuenco así como la mandíbula. Por suerte las palabras de Aren la distrajeron los suficiente como para volver la mirada hacia el y asentir con suavidad.

Tras obtener la información, el silencio volvió a reinar, ella alternaba su visión de una cosa a otra, siempre evitando el mantener la mente lejos de lo ocurrido. Y casi siempre acababa observando como el pedazo de madera se iba transformando en un equino... hasta que acabo en el fuego. 

Al cabo de pocos minutos de silencio, el sonido de unos arbustos os llamó la atención frente vuestro, Aren se puso en guardia pero enseguida se relajó al ver aparecer a Korgoth. El orco, al verte despierta, mostró una sonrisa amable mientras se acercaba a ti rodeando la fogata.

Has despertado. puso su manaza en tu cabecita y acarició la testa con delicadeza. ¿Has comido algo? Espero que Aren se haya comportado, es encomiable lo mucho que se preocupa por ti. rió con gravedad mientras se sentaba a tu lado.

En dos días llegaremos a Paraje de Ivar.. dijo lentamente, con cautela, como si no quisiera reabrir las recientes heridas.. si es que no se habían abierto ya.. Luego pasaremos por el paso sur de la Garganta del Mundo hasta Helgen.. será un camino duro.

El potaje ya estaba mas bien frío y solo le había dado un par pequeños tragos más, que juntos no hacía uno. Si bien el ruido la alertó, no tenía fuerzas ahora para mucho más y no estaba tan despierta. Aún así, no pudo evitar tensarse ligeramente, pero pronto se relajo al ver al orco.

Había asentido con suavidad, pero se perdió entre la gran mano de orsimer. Prácticamente abarcaba toda su cabeza, pero sus palabras la extrañaron, haciendo que dirigiese su mirada hacía el rubio, sus ojos tenían un leve deje de curiosidad. Antes no le había parecido eso. Pero todo quedó en el olvido con la siguiente declaración.

Volvió a tensarse, pero esta vez, había cierto temblor recorriéndole el cuerpo. Se pecho comenzó a subir y bajar con rapidez, su respiración agitada, en cualquier momento se pondría a hiperventilar. Todo lo demás que había dicho Korgoth tras nombrar su hogar, se perdió en el ambiente. 

- ¿Pa-paraje... de... I-ivar...? su voz se fue apagando con cada palabra, un nudo formándose en su garganta y una leve humedad comenzaba a nublar su visión. no... no...quiero...ir allí habló con dificultad no... puedo... Una lágrima escapo de sus ojos, resbalando por su mejilla, pronto le siguió otra. No caían ni tantas ni tan rápido como los días anteriores, parecía que trataba de contenerlas de manera inconsciente.

Korgoth te miró comprensivo y suspiró, miró a Aren como si con el mero gesto hiciera una pregunta, el joven se encogió de hombros. El orsimer te miró torciendo la bocota.

Está bien. Daremos un rodeo, tranquila pequeña. dijo el orco mientras tomaba para si algo de potaje. Todo irá bien, tranquila. Todo irá bien. aunque era difícil ver esa parte de ir bien, Korgoth era sincero en lo que decía, una fuerza positiva que salía de él y la evocaba al exterior. Te miró de soslayo arrugando la frente de preocupación.

¿Quieres hablar?

Se secó las lágrimas que iban cayendo con las mangas de la camisa, tratando de controlarse, cosa que consiguió con un poco de esfuerzo, para acabar solo con los ojos húmedos y soltando algún pequeño sollozo. No podía, al menos no aun, volver a Ivar, todo era demasiado reciente, y no quería que le hicieran preguntas que no podría responder. Por tanto, las palabras del orco, la tranquilizaron algo. Puede que todo fuera bien en un futuro, pero no ahora, ahora nada iba bien, todo estaba mal y ella se había quedado desolada.

- N-no, termino por contestar finalmente a su pregunta. No quería hablar de ello, dolía demasiado como para pensarlo siquiera, mucho menos para ponerlo en palabras.