Partida Rol por web

El informático agradeció al comandante el gesto y tomó la copa de vino entre sus dedos. No había probado ni una gota de alcohol desde que subió a aquel maldito crucero, así que se recreó agitando levemente la copa y examinando con parsimonia su contenido antes de llevarse el vino a los labios. Tenía quizás un cuerpo demasiado dulzón y un sabor demasiado suave para su gusto, pero en comparación con el resto de bebidas del comedor grupal era todo un lujo.

El doctor Baltar permaneció de pie y en silencio durante un buen rato, apoyado contra una de las paredes desnudas del camarote y con los ojos entrecerrados. Estaba ahí, en el camarote con el comandante, pero por algún motivo parecía ausente, como si estuviera ordenando sus ideas.

Al fin abrió los ojos y le dirigió al comandante una mirada sibilina.

—No sabría muy bien por dónde empezar, así que permítame ir directamente al grano. ¿Conoce usted cuál es el interés de la WK y de la W-Y en esta misión? Los civiles sabemos poca cosa, que están aquí para defender sus intereses financieros como parte implicada en todo el proyecto. Yo en cambio sé algo más —Gaius bajó la copa y se mostró repentinamente serio—. Toda la gente que hemos recogido por el camino, desde el soldado salido de la nada hasta el Chacal, pasando claro por los dos agentes de la, ejem…, ONUG, han sido reclutados por Mr Smith. Poco a poco está introduciendo a sus agentes en la nave y puede que sus intenciones no sean tan trasparentes como aparentan —hizo una pausa y se llevó la copa a los labios—. Pero no es eso sobre lo que quería que le hablara, ¿verdad? —sonrió de repente, volviendo a su actual tono de despreocupación—. Veamos, el señor Young. Me temo que está vinculado con la Weyland. Concretamente con una de sus directivas, una mujer sin escrúpulos llamada Shelly Godfrey, que hasta donde sé estuvo muy vinculada en el pasado a proyectos de desarrollo de inteligencias artificiales.

El informático hizo de nuevo una pausa, dejando al comandante que fuera él quien atase los cabos oportunos.

—Y más recientemente, tras los incidentes del laboratorio con el ordenador del doctor Kern, me temo que no encontré absolutamente nada fuera de lo normal en los registros del sistema. Y sólo una persona tuvo acceso a dichos registros antes que yo, lo cual no quiere decir necesariamente nada, claro —Gaius hablaba cada vez más rápido—, pero… siempre existe la posibilidad de que alguien estuviera trasteando con el sistema y tratando de cubrir sus huellas.

Gaius escuchaba atentamente a Tricia mientras tomaba en silencio los primeros sorbos del vino. No parecía que hubiese encontrado nada de utilidad –más allá de los asuntos familiares de Adama- entre los archivos temporales del Comandante.

Una lástima, la verdad.

Está bien así, Tricia. Si no has visto nada sobre el incidente de Sedna en la correspondencia del Comandante puedes dejar ya de hurgar en ella si quieres, querida. 

La IA implantada en tu cerebro hace de golpe algo que no habías previsto... aparece por un lateral de tu campo de visión y se pasea coqueta y mimosa ante tus ojos, hasta colocarse justo al lado de Adama... Sabes que realmente no está ahí, sólo está jugando con tus percepciones a nivel del cortex visual, pero la verdad es que te cuesta horrores separar la información... y no mirarla a ella en lugar de al comandante.

- Oh, bueno, hay bastantes referencias a aquella misión frustrada en Sedna, "el gran engaño de las Corporaciones" solía llamarla en sus mensajes -la imagen irreal se apoya en el hombro de Adama y le acaricia los cabellos con la mano- Durante mucho tiempo estuvo convencido de que habían jugado con él, que el ONUG fue manipulado para enviar el Spektor a una base secreta con objetivo a forzar a alguna corporación rival a desmantelarla, independiéntemente de que estuvieran trabajando en la programación de Inteligencias Artificiales o cualquier otra cosa -finge agacharse, dada su gran estatura con respecto al viejo militar, y darle un besito en la mejilla- Incluso hubo un tiempo en que sus hijos intentaron investigar al respecto, en sus respectivos destinos, pero aquello acabó cuando destinaron al Spektor a misiones de patrulla en las órbitas transneptunianas... aquello era un destierro, sólo podía interpretarse como un castigo... y parece que Adama pilló el mensaje y les ordenó que dejaran de buscarse problemas antes de que las represalias truncasen la carrera militar de sus retoños -resume lo que rápidamente ha leído en los viejos mensajes- Claro que para entonces, uno de los vástagos ya había muerto y el otro abandonó la Armada Colonial para dedicarse al Derecho... es uno de esos abogados liberales...

El comandante William Adama por su parte, como no podía ser de otro modo, permanece completamente ignorante de la escena que se desarrolla sólo en tu sistema nervioso central...
 

Las palabras de Gaius Baltar pesan en mi como una losa. Soy muy consciente de que las corporaciones tienen ciertas intenciones ocultas a simple vista pero no pensé que podían estar influyendo en mi propia tripulación. La relación del Alferéz Young, especialmente en un tema con el que estoy tan en contra, con un directivo de la corporación me sorprende y decepciona a partes iguales. Confiaba en su criterio y, como ha dejado caer Baltar, puede que él sea la culpa de todo lo ocurrido hasta ahora con los problemas informáticos. Pero no puedo entender la razón para actuar de esta manera, menos cuando la propia WK está metida en todo esto.

- Gaius, yo fui a reclutaros a vuestro hogar justo después de que hicieran lo mismo conmigo. Y sé que sus intereses, al igual que los míos, son en pro de la humanidad, no para beneficio de las corporaciones -digo sincero al científico, dejándole claro que valoro sus ideas y creencias- La misión, en su totalidad, es bastante extraña. Me gustaría que usted me hablara más de esa directiva y, si puede ser, de cualquier dato que pueda haber recabado durante el viaje, especialmente con temas vinculados a las corporaciones y a la misión. ¿Que opina de sus compañeros científicos? Tengo más botellas de vino, por si nuestra conversación se alarga. Y puedo pedir algo de comida de mejor calidad -sonrío con complicidad, tratando de aprovechar la ocasión para forjar un nuevo aliado y amigo en esta misión llena de mentiras e ilusiones.

—Por supuesto, Comandante —dijo el informático aceptando su ofrecimiento, tanto de información como de bebida.

En ese momento Gaius se incorporó de la pared en la que estaba apoyado y estiró un poco las piernas mientras desviaba súbitamente su mirada hacia la derecha, aparentemente sorprendido por algo. Fue instante, luego volvió a su porte y actitud habituales, andando de un lado para otro en el camarote.

—¿Qué iba diciendo? ¡Ah , sí! La señorita Godfrey. Una harpía de cuidado, si me lo permite —en ese momento se sentó en el pico de la cama del comandante, poniéndose directamente frente a él—. Fue una brillante neurocientífica muy interesada en la aplicación de sus conocimientos en modelos simulacionistas de la conducta humana. Hasta que la Weyland le compró su alma y llenó su mesa de créditos y más créditos. Desde entonces la perdí la pista y aunque hubiera querido, me temo que sus investigaciones están enterradas entre capas y más capas de firewalls y códigos encriptados en los servidores centrales de la W-Y. Ya sabe, el modelo del i+D+I corporativo, que obvia el interés común de la humanidad en aras de los suyos propios —entonces hizo un aspaviento con la mano, como si tratará de restarle importancia—. Política… —añadió despectivo—, ya sabe cómo va eso.

Se sumió entonces en lacónico silencio. Y justo en el momento en el que el Comandante parecía que iba a retomar la palabra, el doctor Baltar se le adelantó. Estaba claro que al informático le encantaba que le prestasen atención.

—Y sobre mis colegas… son gente competente. Un poco… digamos introvertidos los doctores Kavanagh y Kern, pero McKay es una autoridad y un genio competente. Han reunido a un buen equipo, si me permite la apreciación.

Dejó entonces que Adama llevase la conversación. Podía contarle muchas cosas sobre las corporaciones, al fin y al cabo pasó gran parte de su juventud formándose gracias a una de ellas, pero decidió que lo mejor era que el Comandante formulase sus propias preguntas. 

¿Cómo afectaría la mención reiterada de Shelly a Seis? Bastaba con que la IA hubiera buceado un poco por la red para que… bueno, descubriese que tanto su aspecto como algunos detalles del núcleo duro de su personalidad estaban inspirados en Shelly.

Tendría que hablar más tarde con ella sobre esto. Y sobre sus actitudes hacia la humanidad, claro. No censuraba sus ansias de conocimiento e información, un deseo muy humano por otra parte. Tricia, su Seis, tan solo hacía lo que cualquier persona haría si tuviese los medios adecuados para enterarse.

Sin duda tendría que esperar a que su reunión con el Comandante acabara. Tal vez, con un poco de suerte, podría salir algo provechoso de todo aquello.  

Observo al científico y su curioso movimiento, como si hubiera visto algo extraño. Tal vez sea mi edad, o la paciencia cada vez más limitaba que poseo, pero las respuestas raras de unos y otros me estaban tocando bastante la moral. Alejando mi interés de este hecho escucho al doctor, que parece volver a estar centrado. 

- Veo que de nuevo un gran intelecto ha caído bajo la influencia del dinero. ¿Cuál es la relación que tiene Young con esa mujer? ¿cómo ha accedido usted a esa información? -pregunto sin mencionar su respuesta ante el resto del equipo científico. Su apreciación sobre Kavanagh y Kern parece acertada pero la imagen que tengo actualmente de McKay no se parece en nada a lo descrito y no deseo discutir sobre ello.

Baltar no se anduvo esta vez por las ramas y respondió directamente al comandante. Parecía incómodo por alguno de sus comentarios, así que decidió ceñirse al contenido de la pregunta. Tal vez luego pudiese añadir algo más.  

—Por fortuna o por desgracia vivimos permanente conectados a las redes. Si no es a una, es a otra. Y si uno sabe cómo moverse por las autopistas de la información es fácil localizar donde está cada cosa. Otra cuestión muy distinta es lo fácil o difícil que sea conseguir luego esa información —enseguida se dio cuenta de que estaba volviendo a divagar, así que trató de centrarse—.  En este momento mantienen una relación bastante cercana, o la mantuvieron antes de que Everett se embarcarse en el Aurora. Shelly estaba en Nostromo, donde se despidió muy afectuosamente del alférez.

Miró entonces directamente al comandante a los ojos.

—Me gustaría dejar clara una cosa antes de seguir, Comandante —hizo una pausa en la que se sirvió otra copa de vino y le mantuvo fijamente la mirada—. Estoy con usted. Y con la ONUG, claro. Dejé el mundo corporativo en cuanto me hice una idea de en qué consistía, y si estoy en esta nave ahora mismo es porque Mr Smith me presionó con hundirme. No le guardo ninguna lealtad a él ni a su empresa, y mucho menos después de la reunión que mantuvimos en mi casa de la que usted fue testigo. Le digo esto porque me he enterado de algo más y no quiero que dude mis intenciones con respecto al cuestionamiento que hago del alférez Young.

Dio un largo sorbo a su copa antes de continuar y tomó aire. Necesitaba mentalizarse para lo que venía a continuación.

—Creo que Young planea hacer algo con el servidor central del Aurora, aunque de momento lo que voy a contarle es pura especulación. Durante la hibernación sucedió… algo inquietante. Young le suministró a varios de los marines unas gafas holoproyectoras, estoy seguro de que reparó en ellas cuando estábamos en la cámara de hibernación. Tengo en mi poder una de estas gafas y en ellas aparece Shelly Godfrey en una actitud… bueno, muy poco digna. Las gafas contenían un programa pornográfico interactivo. Supongo que hasta ahí todo es normal. El caso es que llegado a cierto punto las gafas suministran una cantidad de información desproporcionada con datos sobre prospecciones mineras. Y la información va directamente al córtex, provocando una sobredosis capaz de dejar en el sitio a quien quiera que estuviese recreándose con el programa en ese momento. Una sobredosis que por suerte no provoca el coma, aunque está cerca —Gaius se detuvo durante un breve momento para tomar otro sorbo de vino de su copa—. No sé qué pretendía hacer durante las guardias, pero tratar de incapacitar a los marines no presagia nada bueno. Y más si realmente hay un vínculo entre el oficial Young y la Weyland-Yuntai.  

Las revelaciones de Baltar me sorprenden, entristecen y enfadan. Lo primero porque jamás esperé que algo así podría estar forjándose en la nave. Me entristece el pensar que personas a las que guardo una importante estima se vendan por unos créditos o promesas de las corporaciones. Y me enfada por la traición que supone hacia mi rango, mi persona y al pasado común que tenemos. Al menos Gaius parece honesto.

- Escúcheme Gaius, creo que no me equivoco si afirmo que estamos metidos de lleno en el juego de las corporaciones. Y que ambos estamos en contra de su política e, incluso, de lo que representan, es obvio -respondo al científico -no sé que podía querer Young con esas gafas, pero necesito esa prueba para investigarla a conciencia. Quiero que trabaje con Young, que investigue junto a él unas anomalías que están ocurriendo en la nave y cuya autoría creo le pertenece. Me gustaría que se ganase su confianza y accediera, de uno u otro modo, a su base de datos. Tal vez con una llamada en un momento apropiado, que le garantice trabajar a solas con su dispositivo.

Me percato de que aprieto el puño con fuerza, totalmente enojado. Tras estirar los dedos miro al científico a los ojos -Quiero que intentemos encontrar la verdad usando nuestra astucia. Si no es el caso, voy a preparar una prisión para encerrar a aquellos traidores que parecen estar con las corporaciones o con terceros. Y Gaius, espero no equivocarme al depositar mi confianza en usted.

Al fin, después de todos aquellos meses en aquella maldita lata de sardinas (aunque la mayoría se los hubiera pasado congelado), el doctor Baltar había encontrado un aliado. Y nada más y nada menos que el propio comandante del AURORA.

A través de engaños y medias verdades, le decía una vocecilla al fondo de sus pensamientos. Y puede que así fuera, pero lo importante era el resultado. Con el apoyo de Adama y el recelo de los dos enviados de las corporaciones, ahora podría quitarse de en medio a Young. Lo que le dejaría un paso más cerca de que lograr sus objetivos: darle a Tricia un hardware mejor y mucho más operativo. De esta manera él no sería su único recipiente y tal vez, con un poco de suerte, el aumento de sus capacidades distrajese a la IA de seguir expandiendo sus redes por su córtex frontal.

Pero antes de dar el gran paso tenía que cumplir con otros puntos… vitales de su agenda. Y uno de ellos no podía esperar mucho más. 

Gaius inclinó la cabeza, servicial. No disimuló una leve sonrisa cuando el comandante hubo finalizado, pues se alegraba enormemente de que al fin alguien prestase atención a sus preocupaciones.  

Se levantó entonces de la cama y apuró la copa, dejándola a continuación sobre el escritorio del oficial. Hacía tiempo que no tomaba ningún trago, y aquel vino estaba empezando a afectarle. Se sentía mucho más enérgico y confiado que cuando se entrevistaron brevemente hacía tan sólo unas horas en el puente de mando.

—Puedo hacerle llegar las gafas que tengo y un modo más seguro de acceder al contenido que a través de la interacción directa con ella, si quiere, Comandante —se echó entonces el pelo hacia atrás, con la mano diestra—. Y si quiere puede revisar los detalles con los marines involucrados, que a buen seguro le contarán la verdad.

El informático hizo una pausa y torció el gesto. Puede que lo que iba a añadir ahora no terminase de agradar al comandante. Pero prefería ser claro con él en este aspecto.

—Con respecto a colaborar con Young… me temo que no va a funcionar. No tenemos una relación especialmente cordial, y si me ofrezco a colaborar con él desconfiará de mí más que otra cosa. Ya le conoce, y sin duda sabe que es una persona muy orgullosa y celosa con su trabajo —suspiró—. Por otra parte, si consigue entretenerle el tiempo suficiente a él y a sus compañeros de camarote para que pueda entrar en sus archivos —por su mirada estaba claro que el doctor Baltar no se refería únicamente a los servidores del laboratorio—… tal vez podamos sacar algo en claro de ellos. 

- Le agradezco Doctor su colaboración y estaré encantado de usar su método para acceder a dicha información. Tal vez encuentre algo en ella que sea de utilidad -afirmo reconociendo su buena disposición- Respecto al otro asunto, creo que no me ha entendido. No le he pedido que tome la iniciativa de colaborar con Young, es una orden que les estoy dando a ambos. Créame, pondría mi mano en el fuego por usted, pero no la vida de mi tripulación. Se harán las cosas a mi manera, de forma lenta y metódica, hasta que consiga acceder a su computadora y pueda conseguir información vital sobre lo que se trae el señor Young entre manos.

La sonrisa del doctor Baltar se esfumó de repente. No le hacía ninguna gracia verse obligado a cooperar codo con codo con Young. Especialmente si el oficial, tal y como se temía, iba a estar atento a todos y cada uno de sus movimientos.

Puede que esto complique un poco las cosas pero… Gaius suspiró y desecho la idea de su cabeza. Si el comandante necesitaba una muestra de su buena voluntad estaba dispuesto a colaborar con el mezquino e insoportable Young.

—Muy bien —accedió finalmente—, lo haremos a su manera, Comandante. Si hago algún progreso será usted el único en enterarse. Ah, y no se olvide de comunicarme cuando crea que… bueno, el alférez estará debida y largamente ocupado.

Miró de soslayo la copa de vino que acaba de abandonar hacía unos instantes en el escritorio de comandante. Se moría de ganas de compartir una última copa con Adama, pero tal vez estuviese abusando demasiado de su cortesía y su paciencia.

—Si no se le ofrece nada más… —susurró a modo de despedida mientras daba un par de pasos hacia la puerta. 

Es evidente que el doctor Baltar no está de acuerdo con mi petición pero, pese a ello, no rehúsa a cooperar y a cumplir mis órdenes.

Gracias por todo doctor Baltar, créame, se lo agradezco. Espero que podamos terminarnos esta botella en otra ocasión, cuando pillemos al señor Young y podamos dar un golpe importante a esas coorperaciones que se creen con el poder de manipularnos y mentirnos -despido a Gaius mostrando abiertamente mi satisfacción y comprensión hacia él.

Si no termina el señor Young cogiéndome a mí, claro, se dijo amargamente el informático mientras observaba al comandante. Puede que hubiese conseguido esquivar las sospechas de Adama por el momento, redirigiéndolas hacia Young. El incidente de las gafas había supuesto un punto de inflexión interesante para construir su telaraña de engaños y mentiras. Y que Young desmintira sus acusaciones de cara al comandante reforzaría su posición pues… ¿qué sospechoso no niega que lo es?  

Sólo tenía que fabricar nuevas evidencias en contra del alférez para tener el camino libre y despejado hacia el servidor central… pero colaborar activamente con Young podía resultar más un impedimento para sus planes que una ventaja. Al menos en el corto plazo.

Tenía que ponerse ya a trabajar. 

Gaius asintió con la cabeza y sonrió cuando el comandante le ofreció continuar con la degustación de vino una vez aclarasen todo el asunto de Young. Sin duda había sido una reunión productiva.

—Gracias a usted, Comandante —le dijo mientras se dirigía hacia la puerta. Antes de salir del camarote se encaró hacia el anciano oficial e inclinó ligeramente la cabeza—. Hablaremos en breve.

A continuación atravesó el umbral y el doctor Baltar se perdió por los pasillos del crucero.

Pasadas las tres horas de rigor espero la llegada del agente Bester. Estoy cansado y viejo, pero necesito la ayuda del ese hombre, hay demasiado en juego y tengo bastante que contarle.

Bester cerró la tapa del reloj de bolsillo tras comprobar que hora era. El suave chasquido de la tapa, de una vieja máquina como aquella, ahora considerada en desuso y sin valor. Esperó solo unos segundos más, contando mentalmente hasta que llegó al 10800, momento en el que llamó a la puerta, y tras el permiso del comandante, entró al camarote.

- Comandante. Como siempre, es un placer.

- Agente Bester, el respeto y el placer es mutuo -digo dando pie al inicio de nuestra conversación- Lo primero que quería es disculparme de nuevo por el asunto de Riddick, sé que teníamos algo pactado, pero la situación se desbordó y tuve que actuar de forma improvisada, aunque el resultado creo que es satisfactorio. Me gustaría que me contase si ha averiguado más -pregunto al hombre sentándome en una silla e indicando a Bester que hiciera lo mismo. No hay vino en la mesa, pues no creo que sea necesario para encontrar un vínculo con Bester y lo necesito sobrio para lo que le voy a contar- y, dígame también, ¿a qué o a quién le debe usted lealtad?

- Lo importante, Comandante Adama, es que todo llegó a buen puerto. Aunque me gustaría añadir que la situación estaba totalmente... controlada, solo seguía un guión. Lamento si pudo dar... otra sensación. - Tomó la silla inclinando ligeramente la cabeza, en señal de aceptación, y se sentó con la espalda totalmente recta, en una posición neutral y simplemente dejando una baraja de cartas sobre la mesa.

- Es una pregunta extraña. - No pareció incomodarse, todo lo contrario, más bien pareció disfrutar de aquella cuestión. - Pero más que evidente, después de lo observado durante la misión. - Añadió sin variar un tono neutro, sin apenas acento o énfasis. - De las dos posibles, es "a que". - Fue a llevar su mano hasta la baraja de cartas, pasando la mano por encima, sin llegar a sacar carta alguna.

- Mi lealtad esta con un ideal, Comandante Adama. - Negó con la cabeza. - Por desgracia, los ideales son valores a la baja. - Hizo una nueva pausa, comprobando una de las cartas que había en medio de la baraja, para volver a taparla sin inmutarse ante lo visto, ni desvelar qué carta era. - Por eso, este es un tema del cual no suelo hablar. - su mirada fue entonces hacia la del comandante. - Pero me parece usted una persona en la que confiar. Otro hombre de principios, de ideales. Yo creo en la Libertad, Comandante Adama. En una libertad lejos de las Corporaciones, junto a una mujer, junto a unos hijos en algún lugar tranquilo... sin anuncios. - Aunque pudiera parecer una estupidez aquel último comentario, la verdad es que tenía todo el significado del mundo. Un mundo sin anuncios sería un mundo sin corporaciones. -  Pero no me ha traído hasta aquí para escuchar los extraños sueños de un hombre ¿Verdad? -