Partida Rol por web

¿Que incidente?- dejó que cogieras la mano y ella cogió la tuya como si fueras un niño- no se preocupe Simon está bien, solo ha sido un susto- una sonrisa, oh joder, ese tipo de sonrisa. Ese tipo de sonrisa que soterraba algo oculto. ¿un favor? ¿Un lio mayor? Lo que te faltaba- solo descanse y portese bien durante un tiempo. Tendrá un par de semanas de descanso de aquí en adelante, lamentamos mucho que haya tenido que llegar a esta situación, creemos que ha sido un fallo muy grande por parte del equipo médico. Apreté su mano un segundo más, antes de retirarla. 

Steve decidió que lo mejor, por el momento, sería ocultar sus cartas. Nada más acerca de sus visiones. Sería un paciente modelo y después, ya vería. Dos días daban para mucho. Coger la mano de la doctora no había sido un gesto inocente. Buscaba también anillos, saber el estado civil.

En dos días la doctora podía ser su confidente. Y siempre podría recurrir a Margot, claro. Ella podría intentar conseguir su informe médico. Pensar en Margot le hizo recordar otra pregunta...

- ¿Ha venido alguien a verme? ¿He tenido alguna visita?

Como buen médico no llevaba joyas ni alianza pero si veías la marca blanca de una en su dedo. - No, ¿quiere que avise quizás a alguien señor Richards?- separó sus manos de las tuyas, marcando un paso hacía atrás, mientras parecía mirarte la cabeza- no se toque mucho la gasa, si lo hace notará un gran dolor, por lo demás no debería de dolerle aunque es normal que el día de hoy se sienta un poco bastante mal. 

En realidad... pensó Steve, en realidad no hay mucho de donde elegir.
Riv y Samuel estaban de misión si no recordaba mal. OA... la entró una risa nerviosa... si seguro que Ofelia dejaba todo lo que estuviera haciendo para venir a verle. A reírse en su cara. Quizás Margot... pero no, a Margot la reservaba para los buenos momentos. No quería que ella pensase en olor a desinfectante, su cara demacrada y el eco de los pasillos cuando estuviesen haciendo el amor.

¿Como se lo tomaría? ¿Se ofendería si no se lo decían, por otro lado?

- Si pudiese hacer una llamada, hay una amiga con la que he quedado y a la que tengo que dar explicaciones.

Quizás así podía decirla que estaba en el hospital, pero que no era nada serio y que saldría en un día, que no tenía sentido que viniese y que pronto se verían en la cena que habían organizado los de documentación y a la que ella le había pedido que le acompañase.

Por supuesto- te señaló el teléfono que estaba escondido pero al lado de la cama- puede llamar a quien quiera- Aunque sabías que todo estaba pinchado, hasta tu teléfono. Señaló un armario empotrado - Puedo pasarle su móvil si lo quiere- si la respuesta era positiva te lo dejaría en la mesita tras haberlo sacado de una caja de cristal templado del interior del habitáculo. -¿Necesita algo más?

- Claro Elisa. El móvil sera suficiente. Ya ha hecho por mi más que suficiente. Dejaré un par de mensajes a familiares y amigos y después, no se, descansaré un rato.

Steve recogió el móvil de la mano de Elisa con un movimiento pausado, sin perder el contacto visual. Era casi como una segunda naturaleza de Steve, la necesidad de controlar, de manipular lo que le rodeaba a su conveniencia, en especial a las mujeres.

Una vez que se quedó solo, dejo un par de mensajes. Primero a su madre adoptiva. No la visitaba mucho, en ese aspecto no era un buen hijo, pero al menos la hacía saber que estaba bien una vez o dos por semana. Si se enteraba que había estado en el hospital por otras fuentes que no fuese el mismo, temblarían los cimientos hasta el nivel 72.

"Mama, estoy en el hospital. Tema rutinario, no te preocupes. Estoy en observación hoy, puede que mañana me den el alta. En cuanto salga de aquí iré a verte y te llevo a comer a un sitio caro, ¿ok? Besos."

Y Margot. Era a la única que de verdad le apetecía ver. En realidad le apetecía alquilar una habitación con vistas al lago, y pasarse un fin de semana desnudo a su lado. Era la mejor manera que conocía de cargar energía. Era la relación sexual perfecta. No funcionaría como pareja, los dos eran demasiado conscientes de su propia libertad, energía y apetito. Pero cuando estaban juntos, se compartían a la perfección.

La llamó y por un momento recordó que no la quería en el hospital. Deseó que saliese el buzón de voz. Ya no había marcha atrás.

No tardó ni un minuto en responder tu madre adoptiva 

"¿pero estás bien? ¿seguro que no quieres que vaya? ¿te llevo unas croquetas? Mira que allí no te dan las cosas de comer tan ricas como en casa...Fuera bromas. Avísame. No hace falta que te pases, se que estás liado. Pero te hecho de menos, y te quiero." Tu madre adoptiva tenía un humor peculiar, aunque bien era cierto que tras la muerte de su marido hace 5 años estaba recluyéndose mas del mundo, si es que eso era posible. Sabías que ella podía haberse ido del complejo, ya estaba practicamente retirada, pero aun con eso, decidía quedarse solo por verte aunque fuese cada dos semanas, una vez al mes. 

En el fondo, te recordaba a esos animales que veías de pequeño en los documentales, que se alejaban de la manada cuando estaban demasiado mayores o enfermos para morir tranquilos. 

Llamaste a Margot pese a que caíste en el último momento que no era una buena opción. Al segundo toque sonó su voz- Hola Steve, ¿llamas para avisarme de una comida tardía? Porque tendrá que esperar hasta la noche. 

- Yo también te quiero, mamá -se sorprendió a si mismo diciéndolo de corazón. Claro que lo sentía, aquella mujer había sido su madre mucho más tiempo que su madre biológica. Ambas ocupaban el mismo espacio y sabía que aquella mujer había padecido mucho por su culpa- El fin de semana. Te llevaré al restaurante que hay junto al lago. Luego iremos a dar un paseo o a lo que te apetezca. ¿Que tal a comprarte un regalo? Pronto es tu cumpleaños si mi teléfono no miente -tenía que llenar la conversación de trivialidades que diluyensen su momento de sinceridad. Hasta el sábado. Un beso.

Lo complicado era Margot y lo sabía. Llamarla suponía algo, una especie de preferencia, de deuda, de compromiso. Pero por fortuna, tenía la excusa perfecta. En el segundo y medio que a Margot le llevo responder, Steve recordó que el viernes, dos días más tarde, era la cena anual de su departamento. Y a ella le encantaba lucir a Steve, exhibir ante todas sus compañeras casadas a aquel muchacho guapo y elegante, dar que hablar, "meterles a mi pequeño Steve por los ojos para que les explote el culo de envidia. Se encantador como tú sabes. Deja a esas zorras chorreando y que luego vuelvan a casa con sus maridos feos, gordos y calvos". Cuando se divorció corrieron rumores de que se acostaba con dos o más de sus jefes. Todo era falso, le confesó ella. Mientras estuvo con su marido no hubo nadie más. Y le llevo casi medio año volver a meter a un hombre en su cama, su ginecólogo concretamente, un error de borrachera.

- Hola preciosa. No, no te llamo por eso, aunque me encantaría. Te llamo para decirte que este año lo tengo complicado para ir contigo a la cena del departamento. Estoy en el hospital. No, nada serio. Bueno, ha podido ser serio, pero ha quedado en un susto.

El silencio a través de la linea de teléfono te dejó claro que esa noticia no le había gustado, ¿pero cual de las dos? ¿La cena, o quizás lo del hospital? - Vaya, ya me había comprado un vestido a conjunto con tu traje azul pero bueno, lo descambiaré por otro mañana. ¿Qué ha pasado? Porque ambos sabemos que para esto mejor me envías un mensaje y no me llamas. Directa como siempre, aunque no fuese un lince a veces a ti te tenía calado hasta las trancas. O al menos, bastante más que el resto, quizás fuese la segunda persona, contando a tu madre adoptiva. 

Esa era Margot. Nada de sentimentalismos. Nada de preguntar que hospital y que habitación, voy en seguida.

- No ha sido intencionado. Estaba hablando con mi madre y cuando la he colgado llamarte ha sido lo siguiente que he pensado. Cuando me he querido dar cuenta, iba por el segundo tono -se dio cuenta del sentido edipico que un psicologo podía sacar a dicha declaración-. En realidad... en realidad creo que a parte de Riv y Samuel, eres la unica persona a la que puedo confesar que...

Respiró hondo. Todo lo que había pasado en la consulta de Simón había sido... transgresor con la realidad.

- Eres la única en quien puedo confiar. Me han pasado cosas muy raras desde el otro día en que estuve en tu casa. Me han dicho que tenía un trombo cerebral por culpa del ultimo salto. Me lo han sacado, pero... igual es que no estoy recuperado del todo. Pero no estoy seguro de que todo sea como debe de ser. Necesito hablar contigo. Por teléfono, no hace falta que vengas. Esto es un asco, en serio, y tengo una pinta que... Pero necesito saber que no estoy alucinando de nuevo. Creo que no me están contando todo. Y tu puedes... ya sabes a que me refiero. "Ayudarme" a sentir que todo esta bajo control -puso el acento al decir, "ayudarme". Margot tenía acceso a información confidencial y eso la hacia muy valiosa para Steve. Ella era lista, muy lista. Estaba seguro de que entendería el mensaje.

Ese desliz fue sin duda el causante del segundo silencio al teléfono. El hecho de que me hubiese llamado sin pensarlo después de hablar con su madre me hizo humedecerme los labios. Creo que íbamos a tener que tener ESA conversación tarde o temprano. Luego me comparó con sus dos mejores amigos, y eso se ganó un carraspeo por mi parte, pero siguió, ¿confesar? Le di unos segundos para que continuase. 

¿Un trombo? -El tono no había variado apenas, quizás cierta preocupación.Le escuché hablar como siempre hacía, Steve el inalcanzable, Steve el de las mil capas, Steve el señor de las mentiras, aunque se mintiese mas a él mismo que a los demás.- Me pasaré cuando acabe, y hablaremos con más tranquilidad. ¿Me vas a decir donde estás o tengo que averiguarlo? Te llamaré cuando revise ese fallo, ten el móvil cerca. Te enviaré un mensaje mejor, descansa.

- Pues no tengo ni idea de donde me tienen, Margy. Si te puedo decir que la doctora que me atiende es Elisa Alure. Al menos es la que estaba aquí cuando he despertado. Por el momento no he visto a nadie más.

Steve había ido contando los errores que había cometido mientras hablaba con ella. No era tonto, pero no estaba en su mejor momento.

- En serio, no se si merece la pena que vengas. Dicen que me darán de alta en uno o dos días. Si, ahora descansaré un rato. Gracias por todo.

Quería haber colgado, pero, como siempre, ella fue más rápida.

La habitación estaba vacía y por fin era consciente de que volvía a estar solo. Se estremeció de pensar, de recordar lo que había visto en sus alucinaciones... ¿Porqué habían sido alucinaciones, verdad?

Elisa Aure...- sabías que mentalmente ya estaba anotando el nombre para echarle un vistazo después- me pasaré igualmente por la noche, ten el móvil a mano. Colgaste o ella te colgó no estabas muy seguro.

La cabeza te pesaba como si estuviese hecha de roca y en tu memoria solo el remanente del falso Mayhem que pululaba sin querer entre las pocas sombras que había en la habitación, como si estuviese acechando, esperando el momento para volver y saludarte. 

¿Era real? ¿Era acaso todo aquello real? Mientras te quedabas dormido te pareció que el cielo se estaba abriendo a tus pies, por la tranquilidad que te mecía al borde del sueño, más, como toda tormenta, solo es la calma lo que nubla los sentimientos antes de traer el desorden. 

Recuerdos confusos te rodearon entre penumbras. Las voces, risas de personas lejanas, conocidas, cercanas y amadas reverberaban en tu mente mientras que el suave ronroneo de tú corazón pugnaba por latir con mas ansia. Luchando por sobrevivir en medio de un cementerio donde solo tu persona estaba cavando una tumba siendo la lápida escrita en tu nombre. 

La imagen de tu propia existencia fue languideciendo hasta no ser mas que un fantasma. Un fantasma que dejabas de ver, como un reflejo de ti mismo gris y oscuro. Como la esperanza en la humanidad que habías perdido hacía ya tiempo. Recordaste a tu madre, que se desdibujaba hasta no ser nada. Su sonrisa divertida y picajosa se fue deshaciendo en las lágrimas de un infinito olvido si es que acaso, realmente era su sonrisa o su risa, y no un producto de la imaginación de todos aquellos de los que te habías rodeado. 

Allí, en medio del mar de abismos, donde tu cuerpo fisico era zarandeado sin compasión tu mente seguía tan activa que casi querías arrodillarte para pedir piedad y perdón por tus pecados ante los pies de tus padres, de tu sangre y de tu carne, los lugares conocidos se presentaron como flashes inconexos. El correteo de aquellos niños por los pasillos. Las piezas de ajedrez cayendo sobre el césped. La gente del complejo. El lago. Tu primer amor. Los besos de Margot. Esa camarera que a veces te sonreía por la mañana las pocas veces que salías a tomar algo para desayunar. El olor de la muerte que fluía por las sábanas donde antes habías yacido, pronunciando las palabras que nunca quisiste decir, donde habías fallado. La sangre entre tus dientes. El quemazón de la adrenalina que dejaba esta en tu cuerpo tras sobrevivir a un peligro más allá de lo humano... Todo queda lejos, pero cerca. Lejos pero presente. Lejos, pero existente. 

Los sentimientos, una amalgama rota de espejos inundados en medio de la tormenta perfecta que desgajaba estos, separandolos en pequeños fosos donde podías asomarte. La felicidad plena, esos pequeños momentos que podías contar con los dedos de una mano en los últimos años. La rabia, tiznada por la perdida de seres queridos, o que al menos merecían un final mejor. La melancolía por un amor desconocido que no llegarías a experimentar jamás. La sensación de haber podido hacerlo mejor, haber logrado que todo aquello no sucediera. El odio a ti mismo por obligarte a ser el Steve de mil caras, donde andabas perdido recogiendo los trozos de los demás para forjarte a ti mismo. 

Cuando despertaste, estabas bañado en sudor y aun te rondaban todo lo que habías sentido o profesado entre las sábanas de aquella inhóspita habitación.  

Steve se despertó después de un mal sueño, una pesadilla un cumulo de sensaciones, unos sentimientos que no le gustaban nada. Esa sensación de vacío, de orfandad en lo más profundo de su alma. Esa sensación de ser una carcasa vacía que se empeña en negar la mayor, revistiéndose de todos los vestidos posibles que demuestren al mundo y digan...

"¡MIRADME! ¡MIRADME, MALDITA SEA! ¡YO NO ESTOY MUERTO! ¡YO VIVI! ¡MAYHEM NO ME MATO! ¡AUNQUE ME ODIE A MI MISMO POR ELLO, SIGO VIVO!"

Steve. Michael, François, Albert, Richard, Stefano... nombres, identidades, cuerpos que había tomado prestados. Quizas por eso se le daba tan bien, por eso era tan consumado espía. No le costaba nada fingir ser otro, porque en realidad no tenía nada en su interior que lo contradijese.

Y Margot. La había herido con su mención a su madre. Ella pensaba que aquello era edípico. Y es posible que el tuviese cierta querencia por las mujeres mayores, pero no era edipico. Era solo que su madre adoptiva ya era mayor cuando se hizo cargo de el. En un momento tan traumatico de su vida. Aquellos brazos, aquellos ojos que marcaban con arrugas incipientes las miradas de ojos entrecerrados... Eran para Steve el sinónimo de seguridad. No buscaba una madre en Margot, solo el placer que ella sabía dar como una experta.

Y pensando en Margot se encontró pensando en la hora que sería y en su aspecto. Trató de levantarse, con cuidado. Quería asearse un poco antes de que ella llegase, al menos no estar sudado y apestoso. Llamó al botón de atención para ver si alguien podía venir a cambiar sus sabanas.

Sin muchos problemas te cambiaron las sábanas. Podías asearte aunque lo cierto era que estabas un poco drogado de más. Apenas te reconociste cuando te viste reflejado en el espejo. Estabas en general algo hinchado, con una venda densa que tapaba toda la cabeza, gruesa, de unos 2 centimetros de grosor. Lo peor...era que empezaba a picarte como un demonio. Las batas en Titan no eran de las del culo al aire, si no cerradas, aunque si tenían un velcro para despegarla con bastante facilidad. 

Según el movil, habías dormido casi 5 horas, ya era de noche. Las 20:37 para ser exactos. Aun en el baño, terminando de adecentarte un poco escuchaste la puerta abrirse y la voz de Margot en la habitación.- ¿Steve? 

Ese momento iba a llegar... aunque aun se seguía lamentando en el fondo de haber llamado a Margot. No había manera de posponerlo. Ella era lista y sabría lo que pasaba por su mente. Asi que salio sin mas preambulos que arreglarse un poco el pelo, sonreir lo mejor que pudo y tirar de la cadena para darla una advertencia de donde se encontraba.

- Hola preciosa. Prométeme que te vas a olvidar enseguida de la pinta que tengo, ¿ok?

Alli estaba Margot. Un monumento a lo que deberían ser las mujeres maduras. Tan segura de si misma y su belleza como una catedral, como el Palacio de Versalles. Elegante, maquillada con estilo, realzando sus virtudes pero sin crear nada falso. Un cuerpo maravilloso, modelado por el gimnasio y nunca maltratado por la maternidad. Su boca entreabierta, su pelo recogido... Steve tuvo que hacer gala de todo su entrenamiento para no halagarla con una erección. Se acercó a ella y la dio un beso con la seguridad de haberse lavado los dientes. Después se dirigió hacia la cama con el paso más firme que pudo fingir.

- He estado aseandome un poco. Te lo creas o no, comparado a como estaba hace medio día, ahora estoy genial. ¿Como fue tu día?