La herrería más famosa de la ciudad, perteneciente al rico mercader Anton Sevareus De Castro. Las mejores espadas e instrumentos de trabajo y labranza salen de sus hornos, y la calidad de sus artesanos es indiscutible.
Anton Sevareus entra en su herreria con paso decidido al rondar la una de la madrugada, un pequeño grupo de soldados de la Santa Hermandad lo miran al hacerlo y el se dirige a ellos de brazos abiertos y con una sonrisa en el rostro. Tras saludarlos de forma efusiva Todos se dirigen a la segunda planta, al despacho/almacen del comerciante.
Esto si quieres usarlo es lo que se veria desde fuera y esta seria mi conversacion con ellos vista mas desde cerca.
El alto noble se acerca a los soldados que aunque firmes y algo acobardados lo saludan con el procolo debido ante un hidalgo. Y comenzando por el sargento, estrecha la mano de todos ellos con fuerza y cercania. Disimuladamente desliza en la misma mano unos pocos maravedies para cada uno de ellos en su saludo, salvo al sargento Sanchez que le otorga una bolsita algo mas nutrida.
Anton Sevareus: Por favor caballeros acompañenme, sellemos este momento con un brindis.
El bien vestido comerciante los hace entrar a su despacho, donde toma una anfora de vino y unas copas de laton de una alacena y sirviendo en las mismas una generosa porcion de caldo la va ofreciendo uno a uno. Todos cogen su copa y alzando la suya Sevareus mira con orgullo de padre a todos ellos, se toma unos momentos antes de hablar.
Anton Sevareus: Desde hace mucho tiempo... la herreria que ustedes protegieron con denodada eficacia esta noche ha sido para mi un pozo de abatimiento. Robos, pillajes, vandalismo... estaba apunto de cerrarla pues no me acarreaba mas que problemas, casi cada noche alguien robaba algo de ella. Gracias a ustedes, se que eso en el futuro va a cambiar. Brindo por la Santa Hermandad, y en especial por todos ustedes. Sostenes de la buena gente de Dios en esta gran ciudad. Que su esfuerzo sea reconocido y apreciado y que no les falte el apoyo de funcionarios ni paisanos. ¡Salud!
Anton Sevareus entra en su herreria con paso decidido al rondar la una de la madrugada, un pequeño grupo de soldados de la Santa Hermandad lo miran al hacerlo y el se dirige a ellos de brazos abiertos y con una sonrisa en el rostro. Tras saludarlos de forma efusiva todos se dirigen a la segunda planta, al despacho/almacen del comerciante.
Los cuatro hombres brindan ante la reservada mirada de Lucio, quien alterna su inquietante examen entre lo que ocurre dentro de la herrería y lo que se ve ventana afuera, cual perro guardián al acecho.
Sargento Sánchez: muchas gracias por su invitación, señor De Castro. En un día como hoy, es de agradecer que nuestro trabajo sea reconocido, pese a que en ocasiones el pillaje vaya por delante de las fuerzas del orden. Sin ir más lejos, como ya le habrá contado su lugarteniente -dice mientras saluda a Lucio con la cabeza- anoche tuvimos un episodio de violencia sangrienta en nuestras calles. Todavía estamos interrogando testigos, pero de momento la pista más fiable es un pañuelo manchado de sangre que encontramos en la escena del crimen. Lo que aún nos desconcierta es qué motivo puede haber para que un mendigo sea atacado así en un callejón, para que el dueño de ese pañuelo azuzase a su bestia a atacar de esa manera. Desde luego las heridas no eran de arma blanca, sino más bien de animal con garras y colmillos.
En fin, no quisiera aburrirle con casos que en nada le afectan, vayamos al tema que le atañe de forma cercana. Pidióme usted que vigilase con pericia su herrería del barrio sur y así lo hicimos. Lamento decirle que sus sospechas eran ciertas y esa noche hubo movimiento indeseado en el establecimiento. Dimos el alto al susodicho, y tras una larga carrera pudimos apresarle. Se trataba de un moro que aseguraba que alguien le había pagado para que robase allí. Ha pasado la noche en el calabozo, y con lo ocurrido también anoche, no hemos tenido tiempo de interrogarle, con lo que aún está preso. Según la ley, no podemos mantenerle en el calabozo sin juzgarle, por lo que debemos tratar el asunto con brevedad o quedará libre sin cargos. Tengo pensado interrogarle hoy al acabar mi ronda dentro de un par de horas, si le parece bien...
Anton Sevareus: Lejos de molestarme sus problemas me siento altamente identificado con ellos Sargento. Y me placeria que me tuviese al tanto de su investigacion en ese crimen de garras y colmillos... especialmente por si pudiese ayudar a su gente de la manera que fuese en la resolucion de este misterio.
Mientras hablan, Sevareus "arrastra" con delicadeza al sargento al pasillo, pasando su mano por el hombre del soldado, como viejos amigos hablando de fruslerias, y poco a poco va bajando su ya de por si suave tono hasta que la conversacion es del todo privada.
Anton Sevareus: Y me parece fantastico, y ahi se denota su diligencia y buen hacer que quiera ya juzgar a ese moro que profano mi herreria. Su afan en hacer bien su oficio lo honra y me placera que lo juzgue. Aunque creo claramente que es inutil pues su culpabilidad es clara y deberia usted ajusticiarlo... (MESMERISMO a saco, para eso lo he apartado, le inculco la idea "Moro maaaalo, matar al moro"). Aun asi y con su permiso me gustaria acudir al juicio por si mi presencia es necesaria.
Ambos vuelven con el grupo con un Sevareus sonriente y cordial.
FDP: Cuando los soldados se vayan, me ire a mi despacho, y uno a uno, llamare a los dos herreros de mi rebaño que estan aun en la forja y me alimentare de ellos (Dos puntos de cada) y entre uno y otro me curare los dos puntos restantes de heridas. Lo que me dejaria con 8 puntos de sangre si mal no calculo. Tras ello me aseare un poco, y saldre a dar una vuelta hasta la hora en que el sargento Sanchez me dijo acusaria al moro de su calabozo (Si me permite ir). Durante ese paseo, pasare por los lugares donde mas mendigos se acumulen (Especialmente la catedral) y repartire alguna limosna (No demasiado). Busco que se de la oportunidad de mesmerizar a alguno para lo de siempre. Vigilar a Levinki, Darlathan, Alvaro y en que esten atentos a cualquier rumor o evento que vean relacionado con ellos o el crimen del mendigo de esta noche. Y recopilare la informacion de la forma habitual (Durante el dia a traves de Lucio de la forma mas discreta posible).
4 éxitos al dominar al Sargento: ajusticiar al moro.
Sargento Sánchez: Desde luego que podrá estar usted presente tanto en el interrogatorio como en el juicio si así lo desea, puesto que es su propiedad la que ha sido allanada. Como le he dicho, interrogaremos al preso dentro de un par de horas, cuando terminemos la ronda.
Anton Sevareus llega a su mayor herreria y tras ser saludado por los dos hombres que cargan sacos en la entrada se introduce en sus cavernosas y calurosas dependencias haciendo una seña a Pablo para que lo siga a lo mas profundo del almacen. El joven mozo se enerva al verlo y su rostro palidece mientras camina despacio, con al espalda muy recta y los brazos pegados al cuerpo, hacia el almacen. Tras pasar el humbral en cuasi penunbra los ojos negros como la noche del hidalgo se clavan en su siervo.
Anton Sevareus: Esta noche vendra nuevamente el sargento Sanchez, ajustale a la perfeccion una de nuestras mejores cotas de anillos que pueda vestir bajo la tunica de la hermadad. Dile que es un regalo que espero nunca necesite, pero que en los tiempos que corren, es necesario honrar nuestra amistad con proteccion.
El joven calderero asiente timido y con la mirada baja. mientras su amo se acerca sibilino a el, lo coge por la barbilla y le musita.
Anton Sevareus: Recuerda que hoy te quiero en el salon aseada y limpia... pero sera mas tarde de lo previsto, una hora antes del alba. Ahora antes de que llegue Sanchez sal a la calle, da una vuelta y cuando no veas a nadie por el callejon de atras llama a la puerta, tengo que salir sin ser visto.
FDP: El noble se despoja de joyas adornos o ropas nobles y se pone una capa negra y un jubon negro de basta lana. En cuanto Pablo/Paula llame a la puerta trasera del almacen, me investire con el sudario de la noche y saldre con sigilo, buscando no ser visto por alma alguna hacia los barrios pobres.