En una calle cercana a la Plaza de Zocodover, en los barrios ricos de Toledo se encuentra este amplio y cuidado local.
Este establecimiento con nombre tan sugerente no es otra cosa que una mancebía. De hecho, la mancebía de más alto nivel de toda la ciudad. Sus chicas tienen modales, sus instalaciones están limpias y desde luego el precio no es asequible a cualquiera. Los placeres de la carne son caros aquí, pero Amelie, la madame, sabe lo que se hace y nadie duda de que los servicios que ofrece su local merecen el precio que se pide.
Los clientes habituales sabrán que la dueña fue no mucho tiempo ha, prostituta de lujo en las calles de París, así que si por algo se puede caracterizar Amelie, es por tener clase y saber mucho del negocio.
Nada mas entrar, el ambiente cálido y recargado del local golpea en el rostro a quien en él se adentra. Las múltiples mesas y los pesados cortinajes de terciopelo rojo se barajan con una serie de mujeres muy alegres y serviciales, mas o menos decorosamente vestidas, que agasajan con jarras de buen vino a hombres de mediana edad y poses acaudaladas. Muchos con estrellas y blasones cosidos en sus capas y bandas, algunos incluso en sus sotanas y casullas. Cuando uno se pasea entre las mesas, algunos presentes le hacen un quedo saludo con la cabeza casi imperceptible que se devuelve con la misma intensidad, como los miembros de una logia que no quieren desvelar sus secretos.
Una escalera de madera dirige a las habitaciones que a tal efecto la exquisita mancebía posee en el piso superior. Una habitación "estándar": es un gran cuarto con una cama enorme y un sofá cubierto de pieles, frente al cual una chimenea ruje adornada de varias jarras de vino y licores.
Nada mas entrar el ambiente calido y recargado del local golpea al hidalgo en el rostro, las multiples mesas y los pesados cortinajes de terciopelo rojo se barajan con una serie de mujeres muy alegres y serviciales, mas o menos decorosamente vestidas, que agasajan con jarras de buen vino a hombres de mediana edad y poses acaudaladas. Muchos con estrellas y blasones cosidos en sus capas y bandas, algunos inlcuso en sus sotanas y casullas. Mientras pasa entre las mesas algunos presentes le hacen un quedo saludo con la cabeza casi imperceptible que el devuelve con la misma intesidad, como los miembros de una logia que no quieren desvelar sus secretos. Ya casi al final del local, dos jovenes mancebas se alegran al ver su rostro a la vez que este abre su brazos mientras se dirije hacia ellas sonriente.
Anton Sevareus: Agata, Maria.. mis queridas niñas ¿Me habeis extrañado?
Las dos mujeres de generosos escotes se escoltan una a cada lado del hidalgo con miles de carantoñas y afecto fisico un tanto desmedido, que las abraza mientras los tres se dirigen entre risas y miraditas por una suntuosa escalera de madera a una de las habitaciones que al efecto la exquisita mancebia posee en el piso superior. La sala es una gran habitacion con una cama enorme y un sofa cubierto de pieles, frente al cual una chimenea ruje adornada de varias jarras de vino y licores. Al amparo de la privacidad del cuarto, las dos mujeres, despojan con delicadeza de su capa al vampiro que se sienta en el sofa flanqueado por las mancebas, que entre risas y carantoñas lo agasajan con vino y caricias. Su rostro ha cambiado en el interior del cuarto, es ahora mas frio y autoritario, y mientras acaricia el pelo y la nuca de una de ellas, le susurra al oido y sus ojos se cruzan clavandose la mirada de Sevareus en los ojos embobados de ella. (Uso el mesmerismo para ordenarle a las dos, primero una y luego otra que tengan los oidos muy abiertos a todos los clientes del clero y la milicia, que los sonsaquen de toda la informacion que puedan y me la transmitan). Tras los susurros, el hidalgo hunde su cabeza en el cuello de ella que emite un gritito entre el dolor y el placer mientras se rinde al beso. Con lentitud y deleite el vampiro absorve la sangre de la manceba mientras su compañera los acaricia en espera de su turno con una jarra de vino en la mano. Una hora despues Sevareus se ha saciado de la sangre de ambas mujeres que descansan a ambos lados de el, se levanta con un gesto rapido como el de un felino, y saca un puñado de monedas que deposita en las manos de las mancebas, que recogen avidas y con la mirada fija.
Tomo dos puntos de sangre de cada una.
Anton Sevareus: Aqui hay vuestra parte, y unas monedas mas para vino y propinas, voy a dar un... paseo y quiero que sigais aqui hasta que vuelva, mientras tanto quiero que me una de vosotras me concerteis para pasado mañana una cita con una chica nueva, nadie conocido, alguien joven y sin familia y no aqui, en una hospederia del barrio pobre. ¿Me he expresado con claridad?
Las dos mujeres sonrien complices mientras asiente con la cabeza a la vez que hacen desaparecer las monedas bajo los pliegues de sus ropas. Dicho lo cual Sevareus toma su capa y abre la ventana al callejon trasero de la mancebia. Se desliza por ella y desaparecen los callejones de toledo.
Una o dos horas mas tarde el hidalgo vuelve como el fantasma nocturno que es a la habitacion donde las dos mujeres lo esperan, hace un gesto y las dos se cuelgan de sus brazos, el noble pone su mas satisfactoria sonrisa y se encamina hacia la planta baja, donde aparece radiante y con las dos mujeres que lo despiden a la puerta con picardia y feminidad. Una vez en la calle Sevareus emprende el camino de vuelta a su casa dando un amplio paseo que pasara por la catedral.
Poco después de la media noche, don Anton Sevareus de Castro baja por la calle que llega a la mancebía desde el barrio de mercaderes, llega a la puerta y entra con naturalidad.
Pasadas las 01.00h de la noche, Anton Sevareus de Castro sale radiante por la puerta de la mancebía mientras dos mujeres lo despiden desde el umbral con picardia y feminidad. Una vez en la calle Sevareus emprende el camino de vuelta a su casa dando un amplio paseo.
Son las 5 de la mañana. Amanece en Toledo. Día 3: Lunes.
Son las 20 de la tarde, anochece en Toledo. Noche 3: Lunes.