Partida Rol por web

Dakota avanzó un paso, intentando poner el pie en la rendija que aún quedaba entre la puerta y el marco. Al mismo tiempo, buscó empujar la puerta con fuerza para golpear con ella al sorprendido hombre de familia.

¡Señor! el tipo te mira sorprendido y ofendido a través de la rendija que mantiene la puerta abierta a la fuerza.

Todo transcurre muy rápido pero el hombre deja de atenderte un segundo para estirarse hacia uno de los laterales de la puerta que quedan invisibles para ti. Quizá esté cogiendo un arma, tal vez hayas interpretado mal el gesto o quizá esté poniendo sobre aviso a su mujer y su hijo.

Arrollado por la puerta que se abre con fuerza, el joven puede hacer poco. Cae al suelo y un disparo se oye al otro lado de la madera. Cuando la puerta se abre del todo, ya sin resistencia, ves a Richard Templeson caído en el suelo, estupefacto e incapaz de reaccionar por el miedo. A su lado ves una chaqueta en el suelo y un pequeño Derringer de cañon humeante abandonado en el rincón cercano donde ha ido a parar. El empresario debió coger la chaqueta donde tenía el arma para defenderse pero al ser empujado por la puerta y sorprendido por el ataque, se disparó por error el arma.

En el interior se oye un grito de mujer. El hombre no hace otra cosa que mirarte desde el suelo sin atinar a reaccionar. Ni siquiera mira el arma caída cerca suyo que, por otro lado, ya está descargada.

Dakota ingresó a la cuidada residencia y cerró la puerta a su espalda de un portazo. Apoyó su bota derecha totalmente cubierta de polvo sobre la pulcra anatomía del tal Templeson y descargó todo el peso de su cuerpo sobre él. No buscaba lastimarlo, sino tan solo dejarlo reducido en el suelo. Era evidente que no había otra forma de mantener su atención.

- Yo venir a hablar… y usted dispararme. – lo amonestó el imponente indio, aunque sin que su voz demostrara furia o enojo. – Ahora usted escuchar lo que yo decir. – Dakota había inclinado su torso un poco hacia delante, de tal forma que ambos rostros estuvieran separados tan solo por algunas pulgadas. Además, ese movimiento dejaba entrever claramente los tremendos Tomahawks que llevaba ceñidos a ambos lados de la cadera.

- Si usted ir, yo quedarme. Y si yo quedarme, mucha gente morir. Y su familia sufrir.

Dakota miró fijo a los ojos de Templeson, y le dio varios segundos para que sopesara sus palabras. La voz del indio seguía extrañamente calma, y por difícil que fuera, sus palabras seguían sin sonar como una amenaza. Hablaba con la paz propia de aquellos hombres medicina que parecen ver atisbos del futuro.

Richard gime por el miedo más que por el dolor. Contra su pesar escucha cada una de tus palabras sin hacer más que balbucear.

Sin ser capaz de articular ningún sonido que se pueda entender, acaba por señalar tímidamente la chaqueta, en cuyo bolsillo exterior asoma el billete de diligencia para hoy.

El temple del decidido empresario parece estar a punto de romperse definitivamente. En el interior de la casa no se oyen señales de la asustada familia.

Dakota, aún con toda su humanidad sobre el asustado sujeto, metió una de sus recias manos en el bolsillo de la raída chaqueta.

- ¿Cuánto pagar por boleto? – dijo extrayendo de entre sus ropas un grueso fajo de billetes. Era bastante dinero. Demasiado para alguien tan vulgar y ordinario como él. De hecho, demasiado para cualquiera que andara por Tombstone.

Doce... doce dólares...

El sujeto comienza a recuperar la compostura lentamente, pero aún falta mucho para que le apetezca hacer algo al respecto del ataque. Revolviéndose ligeramente, más por el dolor que causa su postura sobre el duro suelo que por rebeldía, te mira farfullando.

El indio se lo pensó unos momentos, y finalmente extrajo un billete de $20 del desordenado fajo. Volvió a guardar el resto en su abrigo y arrojó el dinero sobre el rostro del sujeto.

- Gente importante cuidar de ti. – Dijo el imponente mestizo mientras se giraba para tomar la chaqueta con el pasaje. En un acto de confianza extrema (o de locura), había dado por completo la espalda a Templeson mientras se agachaba a buscar la prenda – Yo solo hacer el trabajo sucio.

El empresario, aprovechando que relajas tu dolorosa presa sobre él y que te descuidas, se arrastra hasta desaparecer en una habitación interior. No es un acto de heroísmo, pero bastante para un hombre como él. La puerta se cierra poco después dejándote en el vacío recibidor con las señales aún del corto pero violento cuerpo a cuerpo.

El billete de diligencia en tu mano es la prueba de un trabajo hecho, bien o mal, pero hecho al fin y al cabo. Sabes que el Sheriff estará satisfecho. El pasaje para el transporte no ha sido sellado para hacerlo efectivo. Un reloj de pared marca las 10:25, el empresario todavía tenía tiempo para ir hasta la cercana oficina y validarlo. Aunque ahora eso no tiene importancia, lo indispensable es que no viajará en él. 

Dakota cogió el papel y salió tranquilamente por la puerta de la coqueta residencia. Una vez afuera, escrutó las edificaciones cercanas buscando un buen lugar para mantener vigilada la casa. Ese Templeson había demostrado ser un sujeto con mucha determinación, y evidentemente tenía recursos. No era alguien a quien tomar a la ligera.

Los ojos del indio recorrieron la zona tratando de encontrar algún rincón desde donde pudiera ver la puerta de ingreso sin llamar demasiado la atención. Después de todo, tan solo debía mantenerlo controlado por 20 minutos y la Fargo estaba a solo unos pasos. Quizás incluso pudiera percibir el tumulto cuando estuvieran listos para partir. 

Tras algo más de cinco minutos, el joven empresario sale de la vivienda, como esperabas.

Tiene un aspecto horrible, no se ha adecentado mucho. Está lívido, despeinado de una forma que desentona con su traje y sucio. Aún puede verse la huella de tu bota en su chaleco.

Con prisa parece que se dirige hacia la oficina de la Fargo.

En la soledad de su escondite, el indio esbozó una marcada sonrisa, un lujo que solo se permitía en la intimidad. Le agradaba confirmar que sabía cómo juzgar a las personas, pero aún más lo alegraba encontrar a gente resuelta y combativa. Le quitaba un poco de culpa por pegar bajo el cinturón.

Cuando el sujeto estuvo fuera de su rango de visión, Dakota sencillamente salió de su escondite y se encaminó de nuevo a la vivienda. Golpeó la puerta con tranquilidad y esperó a ser atendido. Sus reflejos estaban en tensión, preparados para interponerse ante el menor resquicio que le dejaran los confiados ocupantes del lugar cuando abrieran.

Tardan en atender la llamada pero finalmente la puerta se abre y se asoma tímidamente una mujer rubia bastante blanca de piel. Queda aún más pálida al reconocerte y no atina a reaccionar, dándote la oportunidad que esperabas.

El padre de familia ya ha desaparecido de la vista y en el interior de la vivienda se oye un llanto de niño.

Dakota se apuró a poner un pie entre la puerta y el marco, empujándola solo levemente para introducir su torso en el interior de la residencia. Una vez que su rostro estuvo lo bastante cerca de la mujer, habló con su característico susurro falto de expresión.

- Yo admirar a su esposo… terco como una mula. Si usted admirarlo también… correr a la Fargo y decirle que olvidar asunto.

Tras una pausa que el indio utilizó para penetrar con su mirada asesina los ojos de la pobre mujer, agregó:

- O yo lastimarlo… de verdad.

Un gritito es la única respuesta que da la mujer antes de salir corriendo tras su marido.

La puerta se cierra de un golpe tras ella y el llanto del niño se ahoga. La residencia y la calle alrededor quedan desiertas, tranquilas.

Poco más tienes que hacer aquí.

Dakota se encaminó a la oficina del Sheriff, sin apresurar su paso, aunque procurando tomar la ruta más directa. El tiempo comenzaba a volverse un factor a tener en cuenta.

Las cosas podían haber salido mejor, pero el indio estaba satisfecho con su trabajo. Había cumplido con los objetivos principales que se había propuesto: tenía el boleto y había mantenido el secreto sobre lo que sea que aislaba a Tombstone del resto del país.

Probablemente comenzarían a circular rumores sobre un maligno indio que entraba a las casas para robar boletos de viajes, pero sin duda era algo solucionable. Después de todo, se trataba de un simple robo, algo bastante común en un pueblo como este. E incluso discutible, ya que técnicamente Dakota había “pagado” por el pasaje. Los motivos del extraño sujeto permanecerían algo inciertos, pero sin duda eran personales. ¿Quién entendía a los de su raza, después de todo? En cualquier caso, eran cuestiones menores. Distraerían la atención del problema real, el cual continuaba siendo un secreto. Incluso para muchos de los implicados.

Recorres parte de la ciudad una vez más a pie, saliendo de la zona Norte para adentrarte en vías más céntricas de la población. El sol continúa su camino a medida que los minutos se amontonan en el reloj. Estás acostumbrado a leer la hora en el cielo: se acercan las 11 de la mañana, pero en todo caso no te separa mucho de la oficina del Marshal.

Vives un poco del ambiente del Oeste en tu paseo, aunque tú particularmente no valoras las sucias y violentas ciudades del hombre blanco. Decorando las fachadas de las calles más frecuentadas hay un nuevo cartel de Se Busca; cada semana, de media, cambia "la cara más buscada" en Tombstone. En estos callejones se puede encontrar mucha mala gente. Nadie parece armado pero las chaquetas largas, los abrigos amplios y los ponchos son bastante frecuentes a pesar del calor. La fauna local, que se centra en sus asuntos, te dedica miradas hostiles, pero porque carecen de otras. Ciertamente la ciudad bulle dinámica para la hora que es; las buenas o malas noticias sacan a la gente de sus casas.

Deben de quedarte apenas diez minutos de margen cuando entras en la ancha calle principal de Tomsbtone. Pasas por la casa del alcalde donde recoges la montura prestada y a sus lomos haces las pocas yardas que te separan del despacho de Eackley. El Sheriff, también en su montura, te espera a las puertas.

Dakota se acercó al sheriff, montando el caballo que éste le había prestado, y comenzó a cabalgar junto a él. Vigiló ambos lados de la calle, y cuando tuvo certeza suficiente de que el movimiento podía pasar desapercibido, extrajo el boleto de Templeson de algún bolsillo de su chaqueta y se lo entregó a Eackley.

- Mejor yo adelantarme. Tomar diligencia fuera del pueblo. – dijo en un tono indeterminado. – Evitar problemas… - agregó finalmente tras un largo silencio. Su rostro permanecía tan impasible como siempre.

Muy bien.

Eackley se despide de ti y baja del caballo, para solucionar algún asunto de última hora en la zona antes de partir.

Te veré a las afueras de Tomsbtone... y despidiéndose de ti, concluye ...y buen trabajo echa su mano al bolsillo de su chaqueta donde guardó el billete de Templeson indicándote a qué se refiere.