Partida Rol por web

Hola señores, la Wells Fargo está deseando ver partir esta diligencia.

El gordo tejano sonríe mirando a los jinetes, los ojos pasan de ti al Predicador.

Vuestro transporte está bien provisto, desde luego. Os presento a Hank Bully, el cochero que os acompañará.

El "látigo" de la Fargo saluda con un toque de su sombrero. Sin separar mucho rato sus guantes de cuero de las bestias unidas a la diligencia te mira a ti y al pistolero con curiosidad.

A pesar de la edad aparente, el tipo tiene aspecto de recio, fuerte y de manos diestras. Todo el porte de un cochero, uno de los empleos más duros del Oeste.

Aunque sus facciones seguían sin mostrar sentimiento alguno, Dakota se sintió algo más relajado. Todavía le costaría bastante trabajo quitarse de encima al capitán, el viejo perro de presa no le daría respiro. Pero al menos había ganado algo de tiempo. En todo caso, si moría en el desierto al menos su contacto estaría seguro.

- Bien… - contestó sin abundar demasiado en el tema.

– Yo estar listo para partir. – dijo tras un leve asentimiento que podía interpretarse como de bienvenida a su nuevo compañero.

Buenas noches caballeros.

Se limita a decir el predicador cuando se reune con todos los que ya están en la estación. Contesta al saludo del cochero con un asentimiento y a ti te mira respondiendo a tu bienvenida con un gesto parecido.

Yo también estoy listo, Dakota, podemos marchar cuando queráis, y mejor que sea antes de que me lo piense dos veces....

En el rostro de Dunn aparece una sonrisa practicamente indetectable cuando hace el último comentario en tono de broma. El tipo de sonrisa que en un hombre como él se descifra, en parte, por que por un momento sus ojos no parece que quieran atravesarte.

Pocas palabras más parecen quedar por pronunciar en la estación. El Ranger se aleja hasta un banco de madera situado para aquellos que esperan la llegada de familiares o amigos en el ferrocarril. Sentándose, empieza a liar otro de sus cigarrillos mientras mira de reojo cómo la expedición se prepara para salir.

Samuel Carlson no hace más que murmurar buenos deseos y peticiones de precaución. Parece aportar poco a los tres profesionales reunidos en torno a la diligencia pero se niega a apartarse y esperar como el viejo Capitán.

El tal Hank Bully es de otra pasta, con escasas palabras os hace conscientes a ti y a Dunn de lo poco que tenéis que saber. Os enseña el material mientras pasa revista por última vez. Ciertamente el transporte está bien provisto, como dijo Carlson: un par de rifles de alto calibre, munición extra, provisiones, un gran barril de agua y uno más pequeño de aceite para lámpara, una bobina de cable de unos 50 pies, algunas herramientas y otros útiles.

Se han atado los últimos cabos y solo resta partir, pero entonces algo rompe el silencio tan natural en la noche.

¡Alto!

De entre las sombras de una estrecha calle sale la persona menos esperada y probablemente menos deseada. ¡Uno de los reporteros del Epitaph! Tiene pinta de ser un tipo de interiores, con su camisa a cuadros de franela y un cuaderno de notas en la mano izquierda mientras con la derecha apunta acusadoramente.

¡Samuel Carlson! ¿después de un mes así trata a sus clientes? ¿las diligencias salen en mitad de la noche como delicuentes?

El dueño de la Fargo balbucea sin llegar a articular palabra. Está algo pálido. No habría reaccionado de forma muy distinta si hubiera visto un fantasma.

El reportero continúa con su acusatorio sermón.

Le aseguro que si cometen esta locura la noticia será de las que marcan época.

El periodista pasea la mirada por los presentes, sorprendiéndose al cruzarla con Dunn.

¡Predicador! ¿de qué lado estás? me sorprende sólo ver forasteros aquí. Termina, examinando a los demás con curiosidad.

Su actitud es desafiante y ni el Ranger ni Carlson parecen reaccionar ante la llegada, atónitos.

Dakota observaba la escena entretenido. En un principio se había sobresaltado, y sus manos habían buscado de forma instintiva el Winchester. Pero ahora que la amenaza se había disipado, estaba francamente encantado. Realmente le importaban bastante poco los problemas que pudieran tener los Rangers o el otro texano adinerado. Y, de hecho, agradeció la oportunidad de presenciar cómo un simple reportero conseguía poner nerviosos a tipos tan importantes. Dakota se estaba jugando el pellejo con esos mismos sujetos, y tal vez pudiera servirle de algo en el futuro.

Su primera reacción fue apuntar con el rifle a la cabeza del reportero y dejar que el instinto de supervivencia del pobre idiota hiciera el resto. Pero cuando el muchacho mencionó al Predicador, decidió dejar el asunto en sus manos. Al parecer, Tombstone prefería la sutileza antes que el accionar directo, y probablemente el tal Dunn fuera más apto para ese tipo cuestiones.

Dakota sabía muy bien que había tentado a la suerte demasiadas veces en ese día.

No te resulta dificil notar que la primera reacción del Predicador ante la misteriosa interrupción es la misma que la tuya. Su mano baja hasta la pistolera, preparada para actuar. Sin embargo no da muestras de nerviosismo ni pierde los nervios. Hace falta ser un pistolero veterano para saber que en el salvaje Oeste americano no se debe desenfundar a la ligera, muchos vaqueros nerviosos lo han aprendido demasiado tarde.

Pronto resulta evidente que el reconocimiento es mutuo, aunque Dunn parece tan sorprendido ante el encuentro como los demás. Tarda solo unos segundos en responder, en tono agrio.

Cálmate Eckhardt, no te comportes como un crío. No estamos aquí haciendo nada ilegal como para que te pongas a dar gritos, si te relajas puede que alguno de estos amables caballeros te explique lo que pasa.

Descaradamente pasa la pelota al Ranger y al empresario. A pesar de las frases contra el reportero, algo en sus palabras y en su forma de mirar le hacen parecer igual de inquisitivo con los responsables que el periodista. Quizá sea solo un tono inocente de burlona curiosidad.

Es el Sheriff, sin embargo, el que primero reacciona.

Que me cuelguen si no te haría pasar una noche en la celda, Eckhardt.

Parece conocer bien al entrometido. A pesar de conservar más dignidad ante el recién llegado que Carlson, Eackley está visiblemente frustrado. Controlando su nervioso caballo, el representante de la ley en Tombstone mira al Ranger y al de la Fargo, como pidiendo permiso para hacer las cosas a su modo.

Los dos tipos que tienen la autoridad para hacer algo al respecto hablan entre sí en voz baja. Samuel Carlson enfático y nervioso, el capitán Wright frio aunque perplejo. Cambian unas cuantas palabras antes de que el viejo pistolero mire a los demás conspiradores reunidos a tan avanzadas horas de la noche.

Sheriff, cálmese. Repite lo que parece haberse convertido en la frase de la noche. Respira hondo antes de dirigirse al periodista.

Señor Charles Eckhardt... mira al reportero y luego a los demás que pudieran no conocerle aún, a ti y al cochero, en un amago de presentación ...acompáñenos a casa del alcalde y discutiremos esto. Estoy seguro de que podremos encontrar una solución razonable.

El reportero parece de acuerdo con esta propuesta y cambia su gesto.

Señores...  con tono resignado se dirige a James Dunn, al "látigo" Hank Bully y a ti lamento este incidente. El señor Carlson propone que asistáis mañana a primera hora a otra reunión en el domicilio de Greely para poneros al tanto de la nueva situación.

Vuelve a mirar a Eckhardt, de forma poco amistosa, pero de nuevo el plumilla parece más que satisfecho con las palabras. La mirada de ojos oscuros del Ranger vuelve a Dunn y a ti, con cierta complicidad.

Deseo aclarar que en ningún modo las presentes circunstancias cambian lo que se espera de vosotros ni las conclusiones tomadas esta noche.

El tono burocrático y ambiguo de sus palabras no sienta tan bien esta vez al del Epitaph, que no descifra el significado de lo dicho. No obstante, sí que ha sido bastante claro para los demás: de una forma u otra, el plan seguirá en marcha.

Hasta mañana en la reunión pues. Buenas noches.

El predicador parece tener poco más que decir y no tener ganas de alargar la reunión. Da media vuelta para dirigirse de nuevo hacia tiene la habitación para dormir, ya que la partida ha quedado suspendida esa noche.
 

Dakota se mantuvo en las sombras, esperando para ver como los otros resolvían la situación. Esperaba que de un momento a otro el Sheriff, o alguno de los Rangers sacaran a patadas al entrometido reportero. Pero, para su sorpresa, no solo evitaban mostrarse agresivos con él, sino que además parecían hasta temerle.

Dakota conocía lo suficiente las costumbres de los blancos como para no ignorar el poder que tenía la opinión pública. Pero esto era demasiado. Nunca había visto a gente poderosa tomar tantos recaudos para evitar los comentarios del populacho.

Cuando ya se había hecho evidente que la discusión estaba terminada, Dakota dedicó una mirada interrogativa al Sheriff, como esperando sus reacciones. El indio aún era un novato en este tipo de juegos, y no podía permitirse errores de interpretación. Pero su gesto era bastante claro: no tenía muchas intenciones de dilatar por mas tiempo la cuestion.

Eackley se encoge de hombros en una reacción parecida a la del predicador y resopla descontento.  En su cara puede leerse que se va a abstener de hacer más comentarios, obedeciendo las peticiones , pero que su opinión del asunto se resume en: ¡al diablo!

Buenas noches rezonga en voz baja a los demás mientras da la vuelta a su montura para volver por donde ha venido. Dedicándote un toque de sombrero como despedida y un breve vistazo al cochero, no invierte más atención en el resto de los reunidos y se separa del grupo. Con la hora que es seguramente ira directo a su casa, adyacente al despacho.

Supones que mañana volverás a ver al comisario en la reunión a primera hora, pero ahora mismo el viejo perro de la ley parece agradecer no haber sido invitado a la otra discusión más inmediata en casa de alcalde.

Dakota se quedó allí, parado e inmóvil en el medio de la noche. Pronto se fue quedando solo, mientras todos parecían dar por terminado el asunto. Finalmente, tras un largo rato en soledad, se acercó a uno de los bancos de la estación y se recostó sobre él. Se había preparado para dormir en pleno desierto, y no debería tener problemas para descansar a la intemperie. Ademas, tal como estaban las cosas en Tombstone, la estacion era un lugar practicamente desierto, nadie lo molestaría.

En cualquier caso, no podía volver al motel. No porque le importaran los comentarios que pudiera suscitar, sino porque sabía que el Ranger volvería a la carga con la cuestión de los permisos. Y Dakota no era demasiado bueno para las mentiras. Necesitaba que su historia fuera lo más verdadera posible.

El Predicador el primero, después el Sheriff, seguido de la diligencia con Hank, y por último los dos tipos importantes que acompañan al reportero hacia casa de Greely; todos se marchan perdiéndose en las sombras y dejándote solo en la estación. El silencio a esta hora en los límites de la ciudad es denso, envolvente. Tranquilizador.

Sin prisa hueles el aire del Norte, que no ha pasado por edificios hechos por el hombre aún. Las estrellas son lo único que diferencia el oscuro cielo del horizonte igualmente negro. La luna se ha escondido tras unas nubes. Con la misma lentitud bajas de tu caballo y lo conduces de las bridas hasta un poste donde lo atas.

Comparado con el suelo del desierto ese banco es casi una cama para ti. Además, en este clima semidesértico y en esta época del año las noches no son muy frias. Tu mente está tan en calma como sólo el contacto con la naturaleza, por pequeño que sea, puede provocar en ti. Por tu cabeza no pasan divagaciones ni preguntas sobre lo que puede estar pasando en la reunión con el alcalde ni sobre qué te depará el día de mañana. Casi inmediatamente te duermes con un sueño reparador y profundo que dura todas las horas que te separan del amanecer.

Como no podía ser de otra forma, el primer rayo de sol que asoma tras el horizonte te despierta. Desde donde estás, en el extremo Norte de Tombstone, la luz del sol naciente dibuja el contorno de la ciudad al salir por el Este.

Es pronto incluso para el concepto de "primera hora de la mañana" que tienen los blancos, pero poco tienes que hacer más que dirigirte hacia la vivienda del alcalde.

El indio avanzó por las desiertas callejuelas, disfrutando del silencio y del extraño espectáculo que representaba una ciudad de blancos sin blancos. Casi estuvo tentado de pasear indolentemente sin rumbo, tan solo aprovechando el infrecuente paisaje. Pero sin darse cuenta, sus pasos lo llevaron hasta la casa del gobernador. Incluso se sorprendió cuando divisó la conocida fachada al doblar una esquina. Al parecer, su cuerpo quería terminar esto cuanto antes, ya habían habido demasiadas complicaciones.

Ató el caballo que le había prestado el Sheriff a un poste y subió los escalones que lo depositaban junto a la puerta de entrada. Igual que la noche anterior, repitió el extraño código de ingreso, más por costumbre que por algún convencimiento particular. No sabía si realmente significaba algo, o si solo era una excentricidad del Sheriff, pero hasta ahora había dado resultado. Y Dakota no era muy afecto a los cambios de conducta, sobre todo si le habían traido suerte.

La puerta se abre y el ritual de la noche pasada se repite. El mayordomo te hace pasar atravesando el bonito pasillo hasta el salón de anoche y anuncia tu llegada a los presentes.

Por el momento hay menos asistentes que en la última reunión: el alcalde, Samuel Carlson y solo el capitán Wright sin su compañero Ranger. El alcalde y el de la Fargo están ya sentados en la mesa, en actitud de espera. El viejo enviado del gobierno en cambio está de pie, apoyado contra una pared con uno de sus cigarrillos. En la mesa hay pastas y otros comestibles propios de los blancos con dinero.

Te dirigen unos saludos que respondes en silencio y el alcalde habla.