Partida Rol por web

El estoque de Kaleb revoloteó con elegancia entre las arañas hasta trinchar con precisión una de sus patas. La criatura chilló de forma aguda e irritante antes de retroceder. Estaban bastante nerviosas, pero ahora parecían decididas a terminar con el gnomo.

A pesar de que la herida de la pierna le molestaba, la hábil esgrima del bardo consiguió mantener a raya a las arañas el tiempo suficiente como para que acudiese el heraldo, seguido de los exultantes soldados. Al fin iban a poder ver algo de acción.

-¿Querían acción muchachos?- dijo cuando escuchó los pasos metalizados de los soldados -¡A por ellas! Recuerden las gestas de Don Enrique y sus victorias, honren la memoria de tal guerrero y líder, sean dignos del escudo que ostentan- su voz era la de un orador enfervorizando a las masas, y su recitación era la de un narrador avezado.

Con un paso al frente se lanzó contra las arañas, estoque al frente, que si veían que ahora eran más y no un simple bocado de gnomo, seguramente huirían y él quedaría como... "El Grande".

Hizo una floritura y lanzó una estocada a fondo, sosteniendo con la mano libre su capa a la espalda y adelantando su pierna derecha para llegar más lejos.

Kaleb logró terminar con la vida de la araña con una fugaz estocada que se clavó con un crujido en su cabeza. Sin embargo, su espada se quedó atascada en el cuerpo de la criatura. Al intentar sacarla, se demoró el tiempo suficiente para que otra de las arañas le mordiese, esta vez, en el costado.

Quizá animados por las palabras del bardo, Nuño y su compañero apretaron el paso hasta situarse codo con codo con él. Eran hombres entrenados y con experiencia en combate, por lo que no tardaron en despachar a dos de los arácnidos que hacían frente a Kaleb. Un intenso olor a ozono inundó el aire, acompañado de un destello azul que salió de las manos de Iván para estallar de lleno en una de las arañas y alcanzar en una de las patas a la última, que desapareció nerviosa entre la maleza.

—Bichos asquerosos... normalmente se quedan en sus telerañas y no atacan más que a petirrojos y a gorriones despistados. Algo debe estar pasando en el bosque.

Los pasos sonaban cada vez más cercanos. Ahora que los distinguían con mayor claridad, era evidente que eran apresurados y con cierta urgencia. Parecían ser pasos humanos, pero eso no evitó que los aventureros se mantuviesen en guardia, sobretodo después de lo que acababa de suceder.

De entre el follaje, emergió una figura encapuchada que les resultó familiar. Salvatore parecía estar acompañado de un puñado soldados, pero era difícil distinguir cuantos eran por culpa de la espesura.

—Aquí es. Aunque veo que nuestro valiente guía ya ha solucionado el problema.

Otra figura salió al encuentro del consejero. Era una muchacha bastante joven pero de semblante severo y decidido. Cuando dirigió su vista al suelo, a la abominación que yacía a los pies de los aventureros, ni siquiera torció el gesto. Se mantuvo impasible y sostuvo la mirada al grupo.

—Muy bien. Gracias, Salvatore, yo me encargo —le dijo al consejero, que se retiró unos pasos con una leve pero respetuosa reverencia —. Mi nombre es Lorena de Avellaneda. ¿Puede alguien explicarme qué ha pasado aquí? —preguntó, con tono autoritario.

Arnault enfundo su espada al terminar el combate, ahora se encontraba triunfante. Lo había conseguido. Había luchado contra una abominación al lado de un santo guerrero y de un clérigo ordenado, no podía no sentirse orgulloso, echando la cabeza atrás y soltando un largo suspiro. 

Al escuchar las voces y pasos se giró hacia ellos. Le sorprendió ver en el bosque a la señora de Avellaneda, ya que otros nobles que conoció jamás se arriesgarían a algo tan peligroso. Le sonrió y le saludo con una pequeña reverencia y modales que solo años de entrenamiento y castigos de institutrices podían conseguir.  -Madam Avellaneda, al alejarnos a recoger madera, nuestro pequeño grupo fue atacado por aquella bestia, a la que dimos un rápido final. Creo que esta situación esta controlada.-

Babaccar apenas había tenido tiempo de intervenir. Sus compañeros, mucho más rápidos y avezados en el combate habían resuelto la situación con una eficacia sorprendente teniendo en cuenta la naturaleza de lo que fuera que permanecía descomponiéndose a escasos metros de su posición.

No tardaron en aparecer Lady Avellaneda y su macabro acompañante pero Babaccar no tenía tiempo ni ganas de atender a sus señorías. Aprovechando la distracción de sus compañeros, el druida se acercó a la bestia para tratar de examinarla más de cerca. Todavía podía guardar muchos secretos.

-Vieron un pequeño gnomo y creyeron que sería fácil de roer- dijo Kaleb con una mueca en el rostro, ya que había recibido dos mordidas que harían que se replanteara su comodidad en el palacio: se estaba haciendo lento y eso, en la intemperie, era riesgo de muerte.

El gnomo limpió la hoja, y la envainó, para luego mirar sus heridas. Tenía que limpiarlas ahora mismo, aunque también le daba mala espina tardarse demasiado. Lo pensó un momento, pero decidió que no quería un veneno en su cuerpo.

Sacó lo que aún le quedaba de vino y se remojó las heridas un poco. ¿Serviría? No estaba del todo seguro, pero creía haber visto a alguno de ellos haciendo algo así con las suyas. Le dolían y mucho, seguramente si ellos no hubiesen llegado él estaría siendo comido por aquellas sucias y asquerosas criaturas. Dudó.

-El semiorco, el grandote, ¿se metió también por aquí?- preguntó el bardo, sabiendo que encontrarlo a él le sería una buena forma de mejorar el estado de las heridas. Él o Le Maison. -¿Y el caballero?-

Para Orrghk'Grooghk el combate había sido rápido y brutal, tal y como le gustaban a él. Se había llevado algunas heridas superficiales, pero nada tan insoportable como para quejarse. Es por eso que, aguantando estoicamente el dolor, se quedó sorprendido cuando vio como Le Maison se acercaba a él, le ponía las manos encima y le curaba levemente las heridas. El orco le miró fijamente.

-Esto... gracias-, dijo el semiorco, mirándolo fijamente. No estaba acostumbrado a este tipo de compañerismo, así que hizo lo primero que se le pasó por la cabeza. -Bueno, yo... quedate quieto un minuto, quieres?-, y, acercando sus manos a las del humano, intentó evocar el poder de su dios para devolverle el favor. Parece que su dios ya se había cansado de él, por lo que apenas surgió efecto, así que intentó arreglarlo. -Er... un trago?-, comentó, ofreciéndole su pellejo de vino.

Acto seguido se giró ante la noble y el extraño personaje, pero decidió quedarse callado. Un orco silencioso es un orco sin problemas, como saben todos. En su lugar, le dio un trago a la cerveza. Eso siempre viene bien.

Mientras que la acción de Le Maison había logrado aliviar el dolor del clérigo, a costa de extender sus propias heridas, Orrghk no había logrado invocar la ayuda de su dios para ayudar a su compañero. ¿Estaría la diosa enfadada con el caballero por su acto de cobardía al no haber intervenido en la batalla? ¿Sería todo parte del plan maestro de Choló, que detestaba en secreto a los caballeros del Sagrado Pendiente? El caso es que al pobre paladín solo logró regenerársele una uña del pie[1] y, en un plano de la realidad muy alejado a este, Choló reía[2] por lo bajo.

El cuerpo despedía un olor tan inhumanamente nauseabundo que el pobre Babaccar tuvo que cubrirse la nariz con una de sus mangas; por suerte, el residual aroma a hierbas y a musgo rancio, que manaba habitualmente de sus ropas, lo salvó de un más que probable desmayo.
A pesar de que el druida no conocía demasiado la ciudad, no había que ser un zorro[1] para darse cuenta de que el muchacho infectado debía provenir de Montnoir. No solo sus ropas parecían mucho más finas que las que había visto en Vorspiel, sino que que él mismo había mencionado la capital. Quizá algún detalle en sus ropas revelase más sobre su procedencia[2] y alguien como Volk, acostumbrado a moverse como un gato negro por las calles, pudiese arrojar luz sobre el asunto.  
La piel del pobre joven estaba pálida, amoratada e hinchada de fluidos ponzoñosos. De los cortes que tenía por el torso sobresalían sus entrañas todavía calientes como una maraña repugnante de carne y líquidos viscosos. Parecía que todo en aquel engendro había sido corrompido y destrozado. Sin embargo, tras una inspección más minuciosa, logró descubrir dos cosas: un anillo plateado con una amatista y una especie de insignia en su chaleco, arrancada[3].

Cuando ya estaba a punto de dar por finalizado el examen, se sobrecogió al ver la la criatura todavía respiraba pesadamente[4]: 

—O giengo mugígimo. O abíamo go gé egábamo jugango —susurró con un tono gutural, articulando las palabras sin boca, dientes o labios, instantes antes de expulsar un último y profundo suspiro. 

El joven acababa de morir. Esta vez definitivamente.

Cuando vio aparecer a doña Lorena, Volk decidió aprovechar su ventaja. Dejaría que sus compañeros parlamentasen, y más tarde trataría de acercarse sigilosamente para tratar de escuchar a la marquesa de Avellaneda.

—Te lo agradezco, guerrero —dijo observando interesada al orgulloso Arnault —. Disculpe mis modales, pero su forma de expresarse dista mucho de parecerse a la de un montaraz o un guía. ¿Quién sois en realidad?

Parecía haber algo en el manejo del protocolo que exhibía Arnault que había impresionado gratamente a doña Lorena. Era evidente que no esperaba encontrarse a nadie tan educado en aquella compañía de peregrinos, salvo quizá el alegre bardo que tan buenas migas había hecho con su heraldo o el propio Le Maison:

—Y vos sois de la Orden del Santo Pendiente, ¿me equivoco, caballero?

—Jejeje, ya lo creo. Les has demostrado cómo se usa la espada —comentó satisfecho Nuño —. Respecto a tus compañeros... recuerdo que el semiorco se fue con el tal Alek y el del escudo[1] a buscar leña. El viejo de ropas raras se fue corriendo en la misma dirección minutos después, seguido por el caballero que dices y el otro rhusiyano.

Tras mirar los gestos y las caras del bardo, pareció preocuparse por su estado:
—Oye, ¿te duele mucho esa herida? No debes preocuparte de esas arañas. Su veneno solo paraliza, por lo que notarás la zona dormida un rato[2]. Lo sé porque me he enfrentado a unas cuantas y el sacamuelas al que suelo ir acostumbra a inyectármelo en la boca para evitar que me duela cuando me extrae algún diente.

El heraldo asintió a la explicación del escolta:

—En efecto. Además, el efecto se te pasará en unas horas. Te aconsejo que te acostumbres y te lo tomes con calma.

Parecía que el revuelo había cesado el el bosque. Habían oído una gran algarabía varios metros más adelante, pero parecía haber amainado casi al instante.

—Me pregunto qué diantres estará pasando en este bosque. Parece que ahora está todo más tranquilo, pero será mejor no fiarse demasiado.

Kaleb movió un poco la pierna. Era verdad, sentía un poco adormilada la herida. Interesante dato el del soldado, tendría que anotarlo más adelante, ya que ese uso podía ser muy útil.

-Tal vez a ti que eres de tamaño grande, pero tal vez a mi que soy pequeño sea más- hizo una mueca de horror, pero claramente jocosa -Me tendrán que cargar...-

Y soltó una carcajada. No se imaginaba siendo cargado por nadie. Siempre había sido muy independiente, y ahora caía en la cuenta de lo sedentario que se había vuelto estando tanto tiempo en el Palacio del Patricio.

-No sé qué estará sucediendo, pero mejor si encontramos a los demás...- miró hacia todos lados, ya que ante el combate librado se había desorientado un poco -¿Hacia dónde escucharon ruidos? Podríamos ir hacia allí... seguramente sean los demás-

Era lo más seguro... ¿quién más estaría allí deambulando en un bosque loco?

Le Maison agradeció primero a Orrghk sus esfuerzos - no pasa nada compañero, si es la voluntad de Lineras que sufra por mi inacción, lo haré con gusto.

Tras ello se giró a la noble. - No os equivocais, señora. Mi nombre es Le Maison y pertenezco a la noble Orden del Santo pendiente. Vivo para servir a Lineras y aquí ante vos y ante el resto de compañeros juro por mis votos más sagrados no cejar en mi empeño hasta que las abominaciones que pueblan esta tierra hayan sido eliminadas.

Babaccar quitó el anillo de la mano del cadáver, estaba seguro de que habría una buena historia detrás de un anillo como ese, y una buena historia te puede llevar a mucha información útil.

Fue entonces cuando la criatura que antes fue un muchacho, habló.

- Descansa ahora, hijo. Trataré de ponerle freno.

Los ojos entrenados del druida continuaron el registro visual mientras trataba de contener las arcadas que el olor y la visión del engendro le provocaban...

- Eh, Volk- llamó haciéndole señas para que se acercara.

El druida no era hombre de muchas palabras. El silencio de los bosques le acompañaba demasiado a menudo y demasiado tiempo y a veces tenía la sensación de que olvidaba incluso la forma de interactuar de su propia especie.

Babaccar le hizo señas para que se fijase en las ropas del muchacho y en la insignia arrancada.

- Tú eres un hombre de mundo- le dijo y le echó un ojo de arriba a abajo- o lo pareces. Es evidente que este muchacho venía de Montnoir pero esta insignia está arrancada, seguramente podría darnos una indicación clara acerca de su origen pero, no sé, echa un vistazo a sus ropajes, tú conoces la zona, tal vez puedas reconocer algo. Comentó algo de un juego antes de morir...

Arnault observó la actuación de Maison. Tal vez un poco exagerada, no sabían cuantas abominaciones hay por ahí sueltas, ni donde se esconden. Hizo una pequeña Mueca. -Supongo que este es el tipo de dedicación que me falta. De todas formas, te ayudaré con tu misión y a cumplir tu destino, que espero sea bueno.- Volvió a sonreír. Tal vez así aprendería algo mas de ser un caballero de verdad.

Se giró de nuevo a la señora. Se había ensimismado demasiado en la caballerosidad que le enseñaron, lo cual ahora le parecía un error. Junto con las de caballerosidad, recordó una de las lecciones que su padre en persona le enseño: 'No decir toda la verdad no es mentir'. -No tenéis nada por lo que disculparos, señora. En todo caso debería hacerlo yo, ya que no me he presentado. Podéis llamarme Arnault, conocedor de los alrededores, diestro con la espada, aspirante a caballero y actual guía. Mis modales se deben en parte a mi aspiración caballeresca... Pero volviendo a temas más importantes, ¿hay algo con lo que pueda ayudaros?-