Partida Rol por web

Kaleb casi desenvaina a su vez. Sabiéndose del mismo tamaño que su contrincante se sintió seguro, aún viendo lo armadurado que se encontraba el mediano. No es que el tema del tamaño fuese un problema para Kaleb, pero los que decían que el tamaño no importa no sabían nada.

-Ojalá fuese una excursión- dijo amablemente sacudiendo su sombrero en un elaborado saludo -Estamos buscando a Katarina, que sabemos a ciencia cierta que se encuentra aquí, ¿no es así?- dijo mirando hacia donde provenían las voces -No se preocupe, maese, que no venimos a generar problemas con ustedes, todo lo contrario, venimos a solucionar... tal vez podemos ayudarlos y seguramente a nosotros podrán hacerlo-

En ese momento se dio cuenta que había largado una catarata de palabras y que no se había presentado.

-Mi nombre es Kaleb, seguramente has escuchado hablar de mí, pero me encantaría conocer su nombre...- dijo con un gesto de su bastón acompañando la teatralidad de su presentación.

Hay un dicho en Zork —o quizá un cacareo— que dice que ningún mediano puede resistirse a una muestra de cortesía. Da igual lo ceñudo o embriagado que se encuentre, siempre responderá como todo un caballero. Sin bajar la espada y después de un largo gruñido, eso sí.

—Mi nombre es Mediamuela. Bolgo Mediamuela. Pero todos me llaman Bullfrog, maese Kaleb. Pero no sé por qué debería conoceros. Servidor es un mediano de pueblo, criado en una respetable granja. No conozco a los arrastracueros de ciudad. ¿Qué diablos queréis de Katarina? No parecéis inquisidores.

—Maese Kaleb, ¿es usted? —dijo una voz detrás del mediano.

Un hombre joven apareció junto a Bullfrog, con los ojos como platos. Llevaba una armadura costosa, pero llena de arañazos y salpicaduras. De su tabardo morado solo quedaban unos andrajos que colgaban dejando al descubierto la cota de malla.

La mayoría lo reconoció de inmediato: se trataba de uno de los soldados de la escolta de la marquesa de Avellaneda. 

—Soy yo, Nuño. ¿Os acordáis?

Kaleb sonrió ante la respuesta de Bullfrog.

-Cómo me alegra encontrar modales como se deben aún en un lugar como este- dijo el cortesano realmente alegre -A Katarina...-

Pero fue interrumpido por aquella voz que le había sonado familiar.

-¡Nuño!- exclamó el gnomo -¡¿Cómo no voy a acordarme?!- le hizo un gesto de disculpa al mediano levantando las manos y se acercó al soldado de la Marquesa y le extendió la mano -¡Qué bueno encontrarte sano y salvo luego de tantos momentos álgidos que parece que estamos viviendo todos!-

-Como le decía...- se volvió hacia el mediano de nuevo -Estamos buscando a Katarina, justamente porque no se puede confiar en la Inquisición... me gustaría continuar hablando con ella, sé que está aquí, ¿no es cierto pequeña Katarina?- dijo con tono de padre embelesado por su hija pequeña.

Babaccar se preparó para atacar ante la aparición del mediano. Ya tenía las patas firmes y el cuerpo preparado, la sed de sangre le parecía cada vez más insaciable y, sin embargo, unos segundos antes, algo le dijo que tal vez Kaleb supiera tratar con esos hombres. Recordaba como se había acercado a hablar con Katrina y sus amigos en la mesa de El Roble y el Arbusto.

-Ojalá fuese una excursión...

El lobo relajó su gesto y se colocó detrás del mediano, sin quitar ojo de su interlocutor pero dejándole con claridad la iniciativa. Por suerte para todo, parecía que había acertado con su decisión.

Arnault se relajó al ver como Kaleb controlaba la situación y mantenía una pequeña conversación amistosa con los que les habían dado el alto. Por si acaso, el joven guerrero no se relajó del todo y se mantuvo con la espada desenvainada en la mano y mirando alrededor por si se acaban de meter en una trampa. No lo parecía, pero nunca se sabía. En aquellos días aciagos ya no se podía confiar en nada ni en nadie.

-KATARINA- rugió Le Maison con su voz atronadora acostumbrada a hacerse oir en la batalla sobre los gritos y los espadazos. -HE USADO LA GEMA Y NOTO QUE ESTÁS CERCA.

Bullfrog chistó resignado y bajó la espada unos segundos. Los mismos segundos que tardó Le Maison en decidir que era buena idea gritar en medio de las catacumbas de Montnoir. Por suerte para él, tanto Nuno como la voz femenina que surgió del otro lado de la esquina del pasadizo ayudaron a tranquilizar los crispados nervios del mediano.

«Estoy aquí, pero ahora mismo estamos un poco ocupados. No nos vendría mal que nos echaseis una mano con este problema».

De inmediato, unos gruñidos dieron lugar a una voz que a Le Maison le resultó familiar. La voz de alguien que había conocido en la capilla de la universidad.

«¡Me las pagarás, bruja! ¡Arderéis todos en la justicia eterna de Lineras!».

Iacobus, que reconoció al instante la voz, miró a los demás con una mueca de preocupación.

«Genial. Inquisidores. Vuestros amigos han capturado a un inquisidor. Cada vez estoy más seguro de que he elegido al bando ganador al aliarme con una panda de dementes como vosotros».

Una risa amarga resonó en la cabeza de Babaccar.

Miró al mediano, y le guiñó un ojo.

-Sabía que estaba...- y sonrió cómplicemente, y avanzó hasta encontrar a Katarina y poder ver quién estaba siendo "conversado" por el trío de las catacumbas.

Antes de continuar, miró a Le Maison:

-Mejor calla esa bocota, que la idea es que no nos encuentren- y sonrió un poquito para apaciguar el ánimo del caballero.

- No vamos a conseguir nada peleándonos con cada elemento del séquito- pensó Babaccar hacia Iacobus- para matar a la serpiente debemos encontrar su cabeza. Los demás caerán por su propio peso- hizo una pausa- pero si nos entretenemos con sus secuaces quizá nunca lleguemos ni a acercarnos. Nos viene bien que otro grupo distraiga la atención de los inquisidores. ¿Conoces el camino hacia el núcleo de este asunto? ¿Algún atajo que nos libre de los guardias?

Iacobus asintió.

«Bajo la universidad hay una especie de mausoleo. Es grande como un castillo, con celdas y todo. Por ahora vamos bien con este camino, pero hay otros pasadizos que nos llevarían hasta allí. Solo he visto a unos cuantos de esos pirados con túnica. Son tan ineptos que ya se les ha escapado alguno de esos…, "presos". No debéis temer demasiada vigilancia, a menos que haya inquisidores rondado por allí».

- Guíanos, zapatero- pidió- y tendrás tu recompensa. Hagámoslo rápido y fácil o esto puede ponerse muy feo.

Le Maison sonrió al oir la voz femenina. Era verdad, no lo estaba imaginando, realmente había sentido la felina personalidad de Katarina - Claro que os ayudaremos. También tenemos un "paquete" para vosotros. Necesitamos avanzar en nuestra investigación y no podemos llevárnoslo con nosotros.

El anciano sonrió con sorna ante las palabras de Le Maison.

—Me parece que vuestro amigo el lobo tiene otros planes, pero ya hablaremos de eso más tarde. Un inquisidor nunca es buena noticia, aunque esté maniatado.

Iacobus trató de zafarse de la presa del caballero para acercarse a Babaccar, pero su esfuerzo fue completamente inútil. Finalmente, se resignó con un largo gruñido mientras se aproximaban a Katarina junto a Bullfrog y Nuño.

Katarina estaba de cuclillas sobre una figura agarrotada que no paraba de zarandearse en el sueño. Un hombre pálido y con el cabello largo, negro y encrespado. Le Maison lo reconoció de inmediato como al Hermano Arcadio, a quién había conocido el día anterior en la capilla del campus eclesiástico.

—¿Más infieles? ¿No os da vergüenza portar el manto de la Diosa y actuar contra los miembros de su Iglesia? ¡Lineras tiene una misión para nosotros y debemos cumplirla!

El inquisidor volvió a sacudirse en el suelo hasta que la rhusiyana le propinó una patada en el estómago que lo hizo retorcerse de dolor.

—¡Calladito estás más guapo! —exclamó Katarina perdiendo la paciencia.

Como era habitual en ella, llevaba parte del rostro cubierto. Su exasperación sonó alta y clara pese a estar amortiguada por la tela.

—Me alegra ver que estáis bien y que Volk os ha encontrado sanos y salvos. Estas piedras dan más disgustos que alegrías, pero al menos estamos todos juntos de nuevo. No tenéis ni idea de lo que nos ha costado reducir a este cuervo. Por suerte le cogimos desprevenido, antes de que se pusiese a hacer trucos y a quemarnos vivos.

Bullfrog asintió mientras acariciaba el pomo de su espada. Nuño parecía algo incómodo pero se mantuvo en silencio junto a Kaleb.

—¿Y bien? ¿Qué hacéis todos aquí?

Babaccar trató de llamar la atención de los demás con gruñidos y movimiento pero parecía que tenían muy claro que la rhusiyana era de fiar así que no tuvo más que resignarse y seguirlos poco convencido. Cada segundo que perdían en aquel laberinto era un tiempo precioso. El enemigo conocía ya de su existencia y sin duda se estaría preparando para su llegada.

Cuando salieron al fin a la vista, descubrieron que la mujer tenía maniatado a un inquisidor. El instinto de lobo le decía que se abalanzase sobre su tráquea y acabara rápidamente con él pero parecía que la mujer tenía otros planes. Tal vez supiera algo que ellos desconocían. Por si acaso, mantuvo las distancias, quedándose detrás del grupo. Ya había comprobado la magia que dominaban aquellos individuos y era seguro que tenían mucho más conocimiento de su propio estado lupino que él mismo así que debía extremar las precauciones.

Cuando Kaleb vio quién estaba maniatado*¹, se llevó una mano a la cara.

-Uhhh...- murmuró.

Un inquisidor, maniatado, y que haya visto sus rostros, no era buena idea. ¿En qué se estaban metiendo cada vez más? Es verdad que la Inquisición no estaba tratándolos de la manera más amable, Iacobus era un ejemplo claro, pero esto se estaba yendo de claroscuro a oscurísimo. Se mantuvo dándole la espalda al Inquisidor, tapándose el rostro con el sombrero y las solapas de su abrigo.

Le dedicó una breve mirada a Nuño, al ver su incomodidad, pero disimuló. Tenía que preguntarle qué hacía allí, después de todo, la última vez que lo había visto estaba con la marquesa.

-Veníamos por... él- dijo señalando al viejo -La Inquisición lo contrató para "asustarnos"- hizo un revoleo de ojos -Y se encontró con que eramos demasiado para su edad- y le guiñó un ojo como si de un viejo amigo se tratara, y luego agregó en un perfecto rhusiyano -¿Chto proiskhodit?-*²

Miró hacia atrás, como si un fantasma estuviera cerca, y continuó en aquel exiliado idioma.

 -V lyubom sluchaye, ya dumayu, bylo by luchshe dvigat'sya ... dopustim, my ne budem odinoki nadolgo-*³ dijo con un gesto sutil señalando al Inquisidor.

No sabía si el Inquisidor sabía rhusiyano, y lamentaba que no todos lo supieran, pero se sentía más seguro si Arcadio no conocía a la perfección qué decía el gnomo.