Partida Rol por web

Pero... ¿Mary Ann? Me quedo unos segundos mirándola perpleja ignorando lo que me dice Alvar para luego sonreírle brevemente. ¿Dónde ha estado? Esto debía de ser una broma de mal gusto, seguro. 

Tomé asiento en el pupitre donde me indicaba mi compañera y miré al profesor con el ceño un tanto fruncido. Pareciera que estaba disfrutando de todo lo que estaba pasando. 

Alvar siente un escalofrío en la espalda... De repente no se siente muy bien. Su vista se desenfoca un poco, a sus ojos es como si el lugar se hiciera más oscuro y un nudo se le forma en el estomago, siente el sudor frío comenzando a brotar de su piel…

¡Mierda!... Ya había comenzado su infierno particular. Podía negarlo cuanto quisiera, o tratar de ignorarlo. Pero era un mignamigramo, un adicto que se jugaba la vida con el veneno de la semilla de Mignamigra (la semilla de la muerte) para poder explorar otros estados de conciencia… Y llevaba varios días sin su neurotoxina favorita, su cuerpo había comenzado la depuración ¡Había llegado el síndrome de abstinencia!

Si me disculpan, comenta a sus dos compañeras. Tengo que ir al baño, le pide al profesor, aunque no espera su permiso para levantarse. La vista se le desenfoca de nuevo mientras le sonríe. Esta vez es más fuerte, de repente lo ve como una especie de gran insecto, un gusano blando y húmedo culminado en una boca de dientes afilados por la que se asoma una lengua bífida que no hace más que relamerse y salivar.

Alucinaciones ¿Ya? ¡No ha pasado ni una semana desde el último viaje! Le demanda a su mente, como si se pudiese razonar con el mono.

Sin perder la sonrisa camina en línea recta hacia la puerta y abandona la clase. Solo quiere llegar al baño más cercano y meter la cabeza debajo del grifo.

Cuando sale al pasillo ya no tiene que disimular, y se apoya en las paredes para no caerse, hasta llegar al baño. Asustado, lo primero que hace es quitarse la chaqueta y ponerla sobre el espejo que cuelga de la pared, a saber que veria con alucinaciones en un espejo de este castillo. Después abre el grifo de agua fría, la mejor forma de pasar con dignidad la media hora que se le avecina (no es la primera vez que le pasa esto) Se moja las muñecas, el cuello y se suelta los botones de la camisa del uniforme. Tener el tronco empapado de este sudor frio y pegajoso le hace sentirse sucio y enfermo.

Lo siento por no esperar permiso del profe, pero me aburria y el jugador de Laurence andaba libre tambien.

Laurence había entrado corriendo a la Academia, temblando, sosteniendo su cuaderno de dibujos y con los ojos nublados por las lágrimas de rabia e impotencia. No quería que lo vieran en aquel estado por los pasillos mientras corría rumbo a su habitación, pero desvió su camino para dirigirse a uno de los baños comunales para lavarse la cara e intentar disimular. 

Llegó al baño de inmediato y cerró la puerta tras sí, quedándose unos segundos contra la puerta, hasta detectar que había alguien más allí. Giró rápidamente y lanzó un grito de sorpresa al verlo, mientras que el cuaderno de dibujo cayera al suelo y desparramara todas las hojas a su alrededor. En esas hojas, Alvar pudo observar los dibujos hechos a grafito. Algunos eran representaciones abstractas de oscuridad, temor, pero en los dibujos reinaban los retratos, retratos a Alvar desde distintas perspectivas. 

Laurence miró los dibujos en el suelo, luego a Alvar, notando que estaba con el torso descubierto y ruborizándose inmediatamente. Pero notó el malestar del chico y se acercó a él con cautela, mientras ocultaba el brazo izquierdo tras su espalda, ocultando algo. Puso su mano derecha sobre el hombro de Alvar tímidamente, aún temblando.

-A-Alvar... ¿Estás bien? - Acercó su rostro al de él para mirarlo con preocupación, aunque ciertamente él tampoco se encontraba en su mejor momento.

en los dibujos reinaban los retratos, retratos a Alvar desde distintas perspectivas

Una parte de la mente de Alvar se siente muy contenta de ese detalle, una mezcla de orgullo y alegría. Ojala el supiera pintar para poder llevar la imagen de Laurence… aunque se conformaba con su memoria.

Pero hay una emoción que supera a las demás, vergüenza. Era un maldito enfermo, un vulgar adicto. Y lo más triste es que no pensaba cambiar, le gustaban los trances de la muerte, sus inmersiones en la oscuridad del más allá en busca de conocimientos perdidos. Pero no quería que su amado rubio le viera temblando y sudando mientras cada célula de su sistema nervioso reclamaba el siguiente chute.

-A-Alvar... ¿Estás bien? - Acercó su rostro al de él para mirarlo con preocupación,

Cuando ve sus ojos cerca de los suyos se pierde en ellos unos segundos. Contemplando algunos de los hombres y mujeres muertos que habían participado en su existencia: abuelos, bisabuelos. ¿Qué es fruto de su don y qué producto del delirio y la imaginación? difícil separarlos.

Pierre Crawford era un sádico explotador, pero tenía un mentón muy bonito y una mirada intensa. No le culpes por ser un poco cabrón, a su padre le gustaba educar por la disciplina y el castigo físico.

¿Te había comentado que consumo una droga? Solo tuve valor para traer dos dosis, por las aduanas del viaje y eso. Pero las guardo para una ocasión especial. Así que ahora… tengo que sufrir el mono… Menuda imagen te estoy dando.

Realmente la vergüenza le invade. La vergüenza ante Lauren de estar echo un giñapo, la verguenza ante si mismo de que si tuviera acceso a un suministro de semillas y hojas garantizado, ahora mismo se tomaría una sin dudarlo.

mientras ocultaba el brazo izquierdo tras su espalda, ocultando algo. Puso su mano derecha sobre el hombro de Alvar tímidamente, aún temblando.

La mano en su hombro irradia calor hacia su cuerpo.

Deberías lavarte ese corte, comenta mirando en dirección a la mano que el rubito le oculta tras su cuerpo

Las palabras de Alvar lo dejan perplejo, petrificado. Lo siente cerca cuando mira a sus ojos, como si le estuviese examinando el alma. Laurence respira de manera agitada, con un cierto malestar interno que iba aumentado cada vez más. Aquello era demasiado para procesar, se siente abrumado, mientras tambalea por unos segundos y apoya la mano que ocultaba en el lavabo, dejando ver una venda que cubría su nuevo corte.

Bajó su mirada por unos segundos mientras una lágrima recorría su mejilla. Volvió a levantar su mirada, pero no había ningún rastro de aquel sumiso y tembloroso Laurence. Miró a Alvar con furia, masticando aquella rabia e impotencia que tenía dentro, listo para escupirla. Era la primera vez que Alvar veía a Laurence de esa forma.

Le dio un empujón a Alvar en un repentino frenesí violento, mientras empezaba a descargarse y las lágrimas brotaron sin verguenza de sus ojos, mientras cerró sus puños sosteniéndose de la camisa de Alvar, bajando su mirada y los ojos cerrados con fuerza.

-¿Sabes por qué me corté de nuevo? ¡Porque te fuiste con Mary Ann! Ella no quería tu ayuda, quería revolcarse contigo. Traté de decírtelo pero te fuiste con ella sin más, esperando encontrar alguna pista acerca de este estúpido misterio! - Zamarreó a Alvar un par de veces mientras Laurence descargaba su furia, parte de ella. Se detuvo de inmediato, mirándolo a los ojos sorprendido.

-P-perdón, no quise hacerlo... - Dijo refiriéndose a aquel empujón. Por su voz, podía verse que Laurence había vuelto, arrepentido. Se aferró a él como si tuviese miedo de perderlo, de que se vaya, de que le abandone. Lo necesitaba con él, a su lado. Estaba asustado. Su pecho se inflaba y se contraía desenfrenado, como si le costase tomar aire. - Perdón, perdón...

Soltó a Alvar de inmediato, con decisión. Se agachó para recoger todos sus dibujos desparramados en el suelo y guardarlos dentro de su cuaderno. Cerró el grifo de agua y tomó la chaqueta de Alvar del espejo, mientras lo agarraba con firmeza de la mano y se lo llevaba a su cuarto, alguien podía entrar en aquel baño y no quería ser descubierto por alguna otra persona. 

Salió del baño llevando a Alvar arrastrando, rumbo a su habitación, tratando de que no les viese nadie por el camino.

La reacción de Laurence le deja sorprendido, asustado. Por un momento piensa hasta que Laurence le va a pegar. La parte buena es que la adrenalina le despeja un poco.

Cuando empieza a hablar lo entiende, entiende un poco de su reacción y un poco más como funciona todo ese asunto de los cortes.

La mente de Alvar articula sus palabras: Yo… yo solo quería salir rápido con ella para no llamar la atención. Pensé que quería hablar de su secuestro sobrenatural, no seducirme. Y ese misterio amenaza nuestra vida, no es una tontería.

No obstante no las pronuncia, se quedan en pensamiento. La forma en la que le ha agarrado por el cuello, le ha producido una corriente eléctrica en la espalda... Está excitado, en el sentido más guarrro y primitivo de la palabra.

Que se autolesione por celos, por sentir que podría estar con otra persona, le hace sentirse dueño de Laurence, pero la forma en la que le ha zarandeado le ha hecho sentirse propiedad del rubito, que de rubito indefenso cada día tiene menos, a sus ojos (y eso le pone aun más).  

-P-perdón, no quise hacerlo... 

No hay nada que perdonar, es culpa mia… una vez más son pensamientos porque lo que hace no es hablar sino lanzarse a comerle los labios (y no un besito inocente de princesa a la rana está vez es el quien le muerde un labio). No sabe si quiere ser su chulo o su putillo, pero está claro que él es la persona, su efebo griego. Alvar siente como la ropa interior le empieza a apretar mientras se deja guiar por los pasillos del palacio.

Entro en la siguiente clase, sin mirar a nadie y dirigiéndome hacía uno de los últimos asientos y sacando mis materiales esperando a que llegasen más compañeros. Luego de ello alzo la mirada y veo a Mary Ann. ¿ Mary Ann?  Me quedo mirándola extrañado de que este aquí, ya que en la clase anterior desapareció. Mientras tanto sigo observando todo lo que va sucediendo en la sala sin decir absolutamente una palabra.

Hola Taylor!!!

No viste el mensaje privado que te envié...di 24 hrs. para aparecer en partida, hace tres días... ya estás fuera, lo siento.

lo avisé en el off topic.

Abres la puerta del lugar y te confundes un poco al ver la distribución del lugar. Habías estado en ese salón hace poco y se veía notoriamente diferente. Una hermosa mujer de vestido de seda blanco, el cual dejaba poco a la imaginación, estaba frente a ti, parecía estar esperándote y la voz provenía de aquella mujer.

Se gira hacia ti y puedes ver sus ojos cubiertos con una seda blanca que los convierte en sombras. A pesar de no poder verlos con claridad, sabes a la perfección que se han posado sobre ti. Un escalofrío recorre tu espalda y no puedes evitar desviar la mirada hacia abajo. Su pecho, a pesar de estar cubierto por el vestido, se apreciaba a la perfección la forma redonda y firme de su busto, aquellos finos pezones de color rosa y un torso de ensueño. La erección se hace notoria al instante. No sabes por qué verla te produce sensaciones tan fuertes, pero su sola presencia despierta tus instintos. Te sientes algo tímido, casi como Laurence hace un rato contigo, pero la mujer frente a ti parece no darle importancia a aquello.

Se acerca a ti con confianza y paso fino, haciendo que tus deseos se enciendan aún más por el contoneo de su cadera. Los músculos de sus piernas se marcaban, mostrándote la firmeza de éstas y la poca luz que entraba hacía deslumbrar su perlada piel. Cuando menos lo esperas, sus manos ya alcanzan tu rostro y lo tocan con suavidad. Sientes un hormigueo en tu rostro y esto se desencadena en un escalofrío más fuerte, que muestra lo mucho que tu deseo te consume. Tocas su rostro igualmente y como si de una autorización se tratara, te besa con pasión desenfrenada. Tu lengua se entrecruza con la de ella, aumentando el calor que emanaba de ti. Su mero roce hace que tus sentidos se entreguen y tu mente quede completamente en blanco, disfrutando de aquella inigualable sensación en todo su esplendor. Tus manos buscan su piel desesperadamente y ella igualmente te acaricia sin parar. Lames sus pechos con gran deseo y ella, sin poder soportar más su propio deseo, suelta una fina cuerda que hace que su vestido caiga, dejando al descubierto su figura. Tratas de quitar la venda, pero gentilmente, retira tu mano, mientras baja tu pantalón con mucha facilidad, toma tu miembro y lo acaricia suavemente. Aún sientes la sensibilidad de tu orgasmo anterior, pero se intensifica por el frío natural que tiene su piel. Tratas de reprimir un gemido fuerte de placer pero tu rostro se desencaja y le muestra a la mujer cuánto goce estás experimentando. Te retira la ropa con una destreza digna de una prostituta, pero con la clase de una mujer de alta cuna.

Tu rostro muestra el nivel de excitación al que aquella mujer te ha llevado y buscas arrojarla contra una pared, llevándola para cargarla en su cintura, mientras juegas con sus pechos. Los gemidos de ella se unen a los tuyos y es entonces cuando observas una cama justo a su lado. La dejas caer con brusquedad, aunque ella parece disfrutarlo igualmente. Todo tu cuerpo ardía en deseo y te posas sobre la mujer para poseerla, someterla, hacerla tuya con todo lo que ello implicaba. La penetras con fuerza y te sorprendes por los gemidos que suelta la mujer. Por un momento, pensabas que los escucharía toda la escuela, pero nadie aparece y a medida que tu deseo crecía, menos te preocupabas por ellos.

Cambiaban de posiciones, sentándose ella sobre ti, aumentando y disminuyendo el ritmo, haciéndote gemir con la misma intensidad que tú a ella. Una experiencia nunca antes vivida y de ser tu último día en la tierra, no te hubiera importado en lo absoluto morir. Sentir su fría piel pegada a la tuya mientras todas tus terminales nerviosas se embriagaban por el éxtasis del momento, perdiendo incluso el control de ti y la necesidad de dominar para se dominado por aquella diosa de la lujuria.

La abrazaste fuertemente mientras sentías el orgasmo acercarse, igualmente el de ella se acercaba y aunque pensabas terminar fuera, ella te lo impide, haciendo que eyacules en su interior. Empiezas a respirar agitado pero va disminuyendo la intensidad cuando algo corta tu placidez. Una terrible punzada de hierro fría en tu pecho hace que abras los ojos, aún con la visión borrosa por el orgasmo. Tratas de vislumbrar de lo que se trata y ves que en la mano derecha de aquella hermosa mujer se encuentra un cuchillo, el cual está clavado justo donde está tu corazón.

La sangre brota de la herida con fuerza cuando ella retira el cuchillo y pone una mano en tu cabeza y empieza a recitar unas extrañas palabras con gran solemnidad...

Laurence estaba contrariado por la manera en que Alvar se había ido de su habitación, se quedó allí, preguntándose qué había pasado o qué pasaba por la cabeza del chico que lo mantenía enamorado