Partida Rol por web

Junio 1958

El verano se acercaba rapidamente a Maine, aunque no lo suficientemente rápido, en opinión de la mayoría de los niños. Aquel año prometía ser muy caluroso y seco, o al menos era lo que habían pronosticado por la radio y la televisión "Los hombres del tiempo". A Danny siempre le había fascinado la capacidad de acertar que tenían esos señores, tan serios, vestidos con traje oscuro y que con un tono monocorde  predecían tanto una nevada descomunal como un día perfecto de sol y calor.

Tan solo quedaban tres días para el final de las clases y Danny esperaba sacar buenas notas. Sin embargo, al contrario que el resto de los niños no esperaba el verano con esa ilusión infantiñ de disfrutar de interminables tardes de juegos junto con otros niños. No. A Danny no le agradaba demasiado el verano. Era un niño con pocos amigos, solitario y en ocasiones, algo melancolico. Claro que le gustaba no tener que madrugar, las temperaturas veraniegas y los días de sol tan poco frecuentes fuera de esta estación en Maine. Era el tiempo libre lo que no le gustaba a Danny. El tiempo libre para pensar, para dar vueltas a las coasas y para darse cuenta de su soledad. Era la parte adulta del niño la que detestaba el verano.

Aquella mañana, su madre le llamó desde la cocina para que fuese a desayunar con una urgencia poco frecuente en ella.

-¡¡¡Danny!!! Baja ahora mismo si no quieres quedarte sin mermelada de frambuesa para tus tostadas

La voz subía por las escaleras y el olor del pan tostado invadió la nariz del niño que, como acto reflejo comenzó a salivar.

- ¡Ya voy mamá! -contestó Danny con la cabeza dentro de la camiseta mientras se hacía un pequeño lío con las mangas. Cuando consiguió salir de él, se puso a toda prisa los pantalones y las zapatillas y se pasó las manos tres o cuatro veces por el pelo, dándose por peinado. 

Dio un rápido repaso a su mochila escolar, a ver si estaba todo. Se la cargó al hombro y salió de la habitación. Bajó la escalera y persiguió el suculento olor a tostado hasta llegar a la cocina.

- ¡Buenos días, mamá! -saludó jovialmente- ¿A qué vienen tantas prisas hoy?

Cuando el pequeño bajó las escaleras, Linda lo miró con cariño y reproche a la vez.

-A que se te na pegado las sábanas, cielo. ¡Pero mira que hora es!-dijo señalando el reloj- más te vale lavarte ahora mismo las manos-dijó señalando con la cuchara de la papilla de la pequeña Vivy el fregadero.- ¡Vamos! Movimiento, no querras llegar tarde a la escuela cuando el último día de clase¿no?

Mientras Danny obedecía el padre leía el periodico y gruñia algo acerca de unos basdartos que terminó con una dura mirada de la Linda hacia su marido y un shhh. Linda continuó dando de comer al bebé.

Cuando Danny se sentó en la mesa llegó una quejumbrosa voz del salón hizo suspirar a Daniel.

-Sé muchas cosas aunque la gente no lo crea. Se donde esta Hitler. Se mucho... Pero no se donde está mi perrito.

Ambos padres se intercambiaron una mirada preocupada y luego se dirigieron a Danny con una sonrisa.

Danny hijo - comenzó Linda- Tu quieres a la yaya ¿Verdad? Claro que la quieres. Si no la quisieras Dios te castigaría. Hijo...mañana es el cumpleaños de la abuela. Deberías comprarla algo -dijo extendiendo un billete de un dolar a Danny.- Con esto podrás comprar un buen regalo a la yaya...como un ramo de flores bien bonito. Y te quedará algo para tí ¿Que te parece?

- Sí, mamá. -contestó obediente, yendo a lavarse las manos. Que su madre le recordase lo poco que faltaba para comenzar las vacaciones le hizo sentir un poco angustiado. ¿Se irían este año por fin de vacaciones, lejos de Derry? No se atrevió a preguntarlo, pues conocía de sobras la respuesta.

Volvió a la mesa y engulló sus tostadas y el zumo. Después escuchó la proposición de su madre.

- Claro, mamá... claro que quiero a yaya... -era cierto; a pesar de las pesadillas y de la horrible experiencia en el desván, Danny no podía evitar sentir una mezcla de amor y compasión por su abuela, aunque desde siempre la recordaba así. - Es una idea muy buena. -respondió, aceptando el dinero- A yaya le encantará un ramo de flores -si llega a darse cuenta de que es un ramo de flores- Le compraré uno al salir del cole.

El joven Parker se guardó el billete, se cargó la mochila a la espalda, le dio un beso a su madre, otro muy rápido a la abuela y se acercó a su padre para despedirse de él.

- ¿Ha pasado algo papá? ​-preguntó, asomándose por encima de las hojas del diario. A la curiosidad normal de los chicos de su edad, había que añadir la suya propia que era mucha, y no se le había escapado cómo su madre había hecho callar a su padre.- Pareces contrariado por algo...

El mundo es un lugar peligroso Danny. No lo olvides. Hoy ibas a ir al cine con tu amigo Jack ¿no? Pues tened mucho cuidado. Hace dos días han encontrado muerto a un niño pequeño...La policía dice que es un accidente, pero aún así tienes que tener cuidado y desconfiar de los extraños. Ahora, ve a la escuela, que vas a llegar tarde- dijo besandole en la frente, para sorpresa de Danny. Su padre, aunque era un buen tiopo, no solía dar besos a su hijo.

- ¿Un niño pequeño encontrado muerto, aquí en Derry? ¡Ya verás cuando se lo cuente a Jack! ¿Será alguien del cole? 

- Sí papá, tendremos cuidado, no te preocupes. -recibió el insólito beso y salió a la calle, dispuesto a proseguir con su rutina diaria, que ahora continuaba camino al colegio.

Tras unas clases aburridisimas y una divertida -aunque en ciertos momentos terrorífica- tarde con Jack, Danny volvió presuroso a casa tras pasar por la floristería y comprar el ramo más bonito que pudo encontrar para la yaya. No estaba muy seguro de si iba siquiera a mirarlo pero sabía que cuanto más bonito fuese el ramo, más agradaría su actitud a sus padres.

Nada más llegar a su casa y abrir la puerta se dió cuenta de que esta, estaba vacia. Le pareció raro pero no le dió demasiada importancia. Sus padres probablemente habrían ido algún momento a casa de algún vecino o similar. Efectivamente. Al entrar en la cocina vió una nota pegada en la nevera. Parecía escrita con prisa.

Danny, hemos ido donde los Shokhanng, volveremos pronto.

Cierra la puerta

A Danny no le dieron buenas sensaciones ni la prisa con que estaba garabateada la nota ni la advertencia de que cerrase la puerta. No era extraño que sus padres no estuviesen en casa, algunas veces lo hacían, se dijo; si era así, no tardarían en volver.

- ¿Y yaya? -se preguntó. Dejó el ramo sobre la mesa de la cocina, fue a cerrar la puerta de casa con una vuelta de llave y, luego se dirigió hacia el comedor.

- ¿Yaya? ¿Estás ahí? -preguntó, inquieto. Sólo le faltaba eso. Ya estaba bastante impresionado por la película de la momia, como para tener que estar un rato solo en casa.

Y sin saber del paradero de su abuela.  

-¿Danny?

Una quejumbrosa voz provino del salón. Parecía que la abuela de Danny estaba en uno de sus días buenos, de esos en los que era capaz de reconocerlo. O quizas no y era uno de los días en los que confundía al pequeño con su hijo. En todo caso, la yaya le llamaba desde el salón.

- Buff, al menos hay alguien. -no es que estar con la abuela fuese un gran consuelo para Danny, pero peor hubiese sido estar solo con su estado de excitación. Mientras hubiese luz, no pasaría nada, se dijo.

La lámpara del salón estaba encendida, pero el muchacho encendió también una de pie que había junto el sofá. Se acercó a la mecedora donde estaba sentada la anciana que, como siempre, mantenía la mirada fija frente a sí y daba la sensación de no haberse dado cuenta de que su nieto estaba a su lado. Se agachó y le dio un beso en la frente.

- Hola yaya, ¿qué tal estás? -le preguntó por preguntar- Yo vengo del cine -le explicó- He ido con mi amigo Jack, ¿te acuerdas de Jack? Te lo presenté hace ya un tiempo y le has visto varias veces. Estoy muy contento de tener un amigo; a ver si así este verano no es tan horroroso como de costumbre... 

El muchacho siguió hablando. No importaba si la abuela le entendía o no, así Danny liberaba sus reflexiones en voz alta y llenaba el silencio en que estaba sumida la casa.

Nada más darla un beso en la frente y comenzar a hablarla Danny se dió cuenta de que había algo extraño...algo que no encajaba del todo. Al acercarse parecía que la anciana había tratado de agarrarlo del brazo, pero el beso de Danny había sido rápido y ya no estaba ahi cuando la anciana movió su huesuda mano. Danny se giró hacía la yaya confundido.

-Danny...

¿Danny? ¿Que es ese ramo? Acercamelo un poco más....

Poco a poco, el rostro de la anciana iba cambiando, los ojos de un azul cielo de la anciana tenían vetas rojizas...la arrugada piel había adquirido una tonalidad amarillenta  sus cejas parecían más marcadas y su boca ¿sus dientes? La yaya ya no tenía dientes...sin embargo ahora mostraba una putrefacta sonrisa con dientes afilados. La anciana le tendió una mano e insistió.

¿Danny? Dame el ramo Danny....Cielo...da un beso a la yaya....

- ¡Oh, nooooo...!

El niño sintió un repentino escalofrío que le recorrió el cuerpo y que lo dejó momentáneamente petrificado. La pesadilla. La pesadilla se hacía realidad.

- ¡¿Yaya?! ... ¡¿yaya?!... -no era capaz de articular otra palabra mientras sus ojos se sentían atrapados por los de su abuela, cada vez más rojos, cada vez más irreales. 

Algo le atraía hacia ella, algo le nublaba la mente, algo que al mismo tiempo le repugnaba. Sin embargo, Danny sacó fuerzas de flaqueza, que condensó en un grito desesperado.

- ¡No, yaya, nooooooo...! -el muchacho se dio la vuelta y salió corriendo, tropezó con la mesa golpeándose en la pierna, aguantó la punzada de dolor y dudó hacia donde dirigirse. ¿La calle o escaleras arriba? Sin darse apenas cuenta de cómo se había decidido, Danny se encontraba ya en el último escalón, entraba en su habitación, daba un portazo y pasaba el pestillo. Durante unos instantes se quedó apoyado en la puerta, jadeando, pero un súbito miedo le hizo alejarse de ella y subirse de un brinco en la cama. Estaba llorando a lágrima viva, tenía mucho frío y el corazón le latía desbocado, a punto de salirse del pecho.

El terror se apodera del cuerpo del niño mientras sigue oyendo la voz que lo llama y el picaporte de la puerta comienza a moverse. Mientras tanto el muchacho esta acurrucado encima de la cama con la espalda apoyada en la pared, temblando como una hoja y con los ojos cerrados.

-Danny....¿No me tienes que dar un ramo?

Cuando cree que ya es imposible tener más miedo, cuando el estomago comienza a moverse de puro pánico, cuando cree que ya no hay salida se oye la puerta de la calle cerrarse y la voz de los padres.

-¿Lo ves yaya?Al final no fue nada...un susto nada más..

-Parece que Danny ha venido...Ya ha dejado la alfombra movida...cuantas veces le habré dicho a ese niño que no corra ¿Danny?

El movimiento del picaporte de la puerta y las voces paran como por arte de magia mientras se oyen los pasos de Lynda subir por las escaleras.

Danny estaba acurrucado en un rincón de la cama, temblando y llorando presa del terror, sin poder apartar la vista del picaporte, temiendo el momento en que la puerta cediese y volviese a enfrentarse a aquella horrible cara.

Sin embargo, la puerta que se escuchó abrir y cerrar fue la de la entrada, y el chico oyó la voz de sus padres. En ese momento, la puerta de su habitación dejó de tambalearse y todo quedó en silencio.

Danny no podía dejar de temblar y no se atrevía a moverse del sitio, absorbido aún por su particular pesadilla. Todo comenzó a parecer real de nuevo cuando escuchó los pasos de su madre por la escalera y su voz refunfuñando por algo de la alfombra.

- Mamá--mamá--mamá--mamá--mamá... -repetía entre dientes, sin atreverse a bajar aún de la cama.

¿Hijo? ¿Que ocurre? -Daniel llamó brevemente a la puerta segundos antes de abrir. ¿Estas bien? Estas temblando...

Daniel entró junto con su mujer en la habitación y se percató del ramo que estaba en el suelo, con alguna de las flores un poco aplastadas. El hombre lo recogió del suelo y se sentó en la cama junto a su asustado hijo.

¿Porque estas tan nervioso? ¿Es por que no estabamos?

Danny se sorprendió al ver entrar a sus padres con tanta facilidad. ¿No había pasado el pestillo? Seguramente con los nervios pensó haberlo hecho, pero no había sido así.

- Ha sido yaya... -consiguió decir cuando se hubo calmado un poco- Comenzó a pedirme el ramo con mucha insistencia... y me miraba con una cara muy rara... a lo mejor mamá tiene razón... a lo mejor tiene un demonio metido dentro... me persiguió... y yo... -Danny comenzaba a darse cuenta de lo absurdo que empezaba a sonar todo aquello y se paró.

¿Y yaya? ¿No la habéis visto? Estaba ahí, hace un momento, intentando entrar en mi habitación... -les dijo con un tono que reflejaba su ansiedad.

Ambos padres cruzaron la mirada extrañados mientras Lynda ponía la mano en la frente de Danny.

-Danny cielo ¿Estas bien? Tu abuela estaba con nosotros cariño...Fuimos a casa de los vecinos porque la dió un mareo y el señor Shokhanng es médico. ¿Estas bien?

Era la otra... la de los sueños... la del desván... y esta vez no ha sido siquiera en la oscuridad. Un escalofrío recorrió la espalda de Danny.

- Yo... yo... ¿estás segura mamá? yo... - ...la vi, me persiguió, con esos horribles ojos rojos, y esa sonrisa... - ... yo... debí asustarme... estaba oscuro y... la película... -rompió a llorar de nuevo- Mamá, tengo mucho miedo, no quiero dormir solo, ¡por favor papá, mamá! -los ojos húmedos de Danny miraban aterrorizados a sus dos padres. 

Ambos padres cruzaron la mirada preocupados. No les parecía bien que un niño de 11 años durmiese con ellos pero nunca le habían visto tan asustado. Tras unos instantes de silencio Lynda habló.

De acuerdo Danny, pero solo por esta noche. Y que sea la última vez que ves una pelicula de terror. Los creadores de semejantes herejías arderan en el infierno.

Daniel sonrió ante las palabras de su devota esposa. El hombre nunca recriminaba a Lynda sus ideas o sus métodos de enseñanza, al menos no delante de Danny y, aunque era creyente no le gustaba  que la religión ocupase un lugar tan importante en la vida de Lynda y no quería que lo fuese en la vida de Danny.

Venga hijo, ve a dar el ramo a tu abuela mientras llevamos el colchon a tu cuarto. La yaya esta ya en su habitación...

Daniel le acompañó hasta el pasillo mientras hablaba y cuando ya estaba en la escalera se agacho y le dijo:

Hijo, tu abuela no tiene ningún demonio dentro...solo está enferma. No te preocupes, de verdad.

Dicho esto volvió a meterse en la habitación para llevar el colchón de Danny a la habitación de matrimonio.

Danny no quería entrar, pero sabía que si no lo hacía su madre se enfadaría. Bastante había conseguido ya haciendo que aceptaran que durmiera con ellos, no podía tensar más la cuerda.

- Sí papá, tienes razón. -le dijo, algo más tranquilo. Tragó saliva y se quedó unos instantes contemplando la puerta de la habitación de la abuela. Llamaría, entraría, encendería la luz si no estaba dada, dejaría la puerta abierta y, al más mínimo atisbo de algo raro, saldría corriendo a la habitación de sus padres. Golpeó la puerta con los nudillos.

- ¿Yaya? Soy Danny, ¿puedo pasar? Vengo a felicitarte por tu cumpleaños. -despacio, abrió la puerta y echó un vistazo al interior.