- ¿Hoy es sábado, no? Creo que hay verdura y pescado; es lo que suele hacer mi madre los sábados.- mintió, sin tener ni la más remota idea de lo que habría, pero con ánimo de tocar un poco las narices.
Martin montó el último en su bicicleta, lo hizo despacio, como dando tiempo a los demás a irse y que no supieran donde iba él. Aún era de día, podría ir a por el paquete de tabaco que emcontró en los Barrens, pero se imaginó recogiéndolo justo cuando llegarán Vincent y sus compinches a buscarlo y decidió que era mejor no tentar más a la suerte por ese día.
Además llevarse el paquete de tabaco a casa podría tener graves consecuencias si su madre lo descubría, por lo que tendría que esconderlo y los Barrens era un buen sitio para hacerlo, podría meterlo dentro de una lata de conservas vacía y nadie sabría donde estaba, así que decidió que lo primero que haría mañana, antes de ir a la cita con sus amigos sería ir a por el tabaco y esconderlo si aún segía donde lo había dejado.
Una vez tomada esa decisión se fue tranquilamente pedaleando hasta casa.
Las dos niñas se separaron y cada una de ellas se dirigió a su hogar: Emily a su cercana casa con las cortinas ondeando y Lissey dando un rodeo para buscar su bicicleta.
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Martín aceleró el paso para llegar a su casa temprano. Aún tenía algo de miedo en el cuerpo después de lo que había pasado pero se había comportado como un hombre tenía que comportarse. No tardó en imaginarse a si mismo como uno de los heroes de los seriales de radio o televisión como el Llanero Solitario en su caballo Silver o como uno de esos duros policías de los seriales de televisión. Sólo le faltaba el puro y el whisky. Pasaron diez minutos hasta que llegó al puente donde había escrito insultos contra su familia y frases ligeramente cripticas y cinco más hasta que llegó a su casa.
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Los dos niños bajaron rápidamente a la cocina para cenar. El olor de algo inidentificable pero delicioso llegaba a sus narices. Parecía que aquella noche cenarían bien.
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