Partida Rol por web

-Ya lo veremos entonces...

Luego saludé

-¡Hola! ¿qué nos has traido de plata, Chesty nada...?

- Hola, chicos. -Danny asomó la cabeza caminando hacia la entrada del refugio, pensando en un primer momento que llegaba el último, al verlos a todos reunidos, hasta que se percató de que faltaba Lissey.

El muchacho mostraba en su cara signos de haber pasado una mala noche, además de cierta preocupación.

- ¿Hay alguna novedad? -preguntó, antes de informarles de que la entrevista con su abuela no había ido como había esperado. Danny estaba mentalizado a entrar en esas alcantarillas y que pasase lo que Dios quisiese, antes que volver a su casa a dejar que pasase otra noche como la anterior. Pero esperaba que alguien tuviese alguna información nueva que les ayudase en su tarea.

Antes de que nadie contestase, añadió:

- ¿Y Lissey? ¿Sabéis algo de ella?

Contesté yo mismo:

-Pues no, no sabemos nada y además Chestito no ha traído metal para fundir. Espero que tu hayas traído la parte de los tres.

Después de decir eso me senté.

- ¿La parte de los tres? Pero qué morro tienes Jack... -como siempre- pensó.

He traido dos monedas decorativas, de las que no se pueden usar para pagar... pero creo que son de plata. -las sacó del bolsillo.- Y también encontré este medallón. -lo miró con cierto pesar- Es de mi abuela pero lo encontré en mi habitación. No sé qué narices hacía allí, pero me parece un buen presagio.

Dos monedas y un medallón. O sea que sí, que, al fin y al cabo, había traido "la parte de los tres".

- Y he traido mi tirachinas. -dijo al fin, mostrándolo con orgullo tras haberlo sacado del bolsillo trasero del pantalón.

El chico miró algo mal a Jack por sus palabras.

-No he traído plata... Pero he traído un fundidor para que podamos trabajar con ella. 

- ¿Un fundidor? A ver... ¿me lo dejas ver? -nunca había visto uno y tenia curiosidad por saber cómo era.

Palpó las monedas y la medalla que había vuelto a meter en su bolsillo. En un principio había pensado en utilizarlas como proyectiles tal cual, pero, a pesar de la pena que le daría hacerlo, indudablemente sería más fácil de acertar en el blanco si las convertían en algo más esférico.

Observo a Danny y les informo:

-Si hay hornillo, pero no molde lo que ha traído Chestito no sirve para nada, ma que para fundirlo. Aunque si no le molesta ensuciarse las manos puede hacer uno de barro. -miré a Chester y levanté mis dos cejas a la vez- Si se hace algo se ha de hacer bien. Danny que no lo haga que le hará forma de corazón porque está enamorado de Lissey y yo sólo se hacer ceniceros.

¿Y a que estamos esperando?- Preguntó con bastante seguridad el rollizo Martin que había escuchado toda la conversación.- Esto tiene que acabar hoy. Anoche entró estuvo en mi casa, me hablo desde los desagües y convirtió toda el agua en sangre. Además, ha debido lanzarle algún embrujo a mis padres, porque durante la cena de anoche y esta mañana estaban raros, ausentes, como si estuvieran hipnotizados.- Pasó a explicarles justo después el mal rato que había pasado al llegar a su casa.

-¡Alto ahí mamelucos! -dije en voz un poco alta- papi y mami también me han medio ignorado, estuve haciendo trastadas en la cena y no me dijeron gran cosa, ni cunado me iba hoy.

- A los míos les pasaba igual, llevan desde anoche muy raros. Y mi abuela estaba otra vez poseída por 'eso' así que no pude preguntarle nada. Me encerré en la habitación y he pasado una nochecita...

Martin tiene razón. Tenemos que hacer algo hoy, yo no quiero volver a casa y encontrarme otra vez con ese panorama.

Parecían decididos a afrontar definitivamente su destino.

Hagamos un repaso de lo que necesitamos: -comenzó, decidido.- Si tenemos que entrar en esas alcantarillas, necesitaríamos linternas. Yo he traido la mía. Luego tenemos que conseguir fundir esto para hacer unas bolas; una para cada uno. ¿Habéis traído vuestros tirachinas? ¿Y alguien ha traido algo más que sea de plata? Para eso necesitamos un molde o algo... -oyéndole hablar tan excitado se diría que Danny estaba organizando un trabajo en grupo para alguna tarea de clase.- Eso que dice Jack de hacerlo de barro, ¿funcionaría?

Y, antes dejarles hablar a los demás, añadió:

- ¿Y Lissey? Parece que tarda...

-Los sacerdotes también estaban raros... Eso está haciendo algo con todos nosotros. 

Cuando Danny hizo el repaso, el chico dijo:

-Yo no tengo tirachinas ni plata... Pero he traído el fundidor. Y bastante agua bendita. En cuanto a hacer el molde de barro, lo mismo funciona. 

Yo he traído este brazalete. Es lo bastante grande como para hacer bastantes bolas. - Martin sacó el brazalete con forma de enredadera de su madre.- Deberíamos comenzar, ¿Quién sabe cómo se hace un molde?

-Yo indico -salté- que Chester coja barro, haga una tira larga y luego una de dos, Marin o clava un dedo para hacer una semiesfera marcada en el barro, o alguien que no sea yo ponga una canica hasta la mitad. Luego se calienta un poco con el hornillo mágico y después derretimos el metal y lo volcamos ahí. Cuando el metal se enfría lo sacamos y Chester hace la misma operación, pero esta vez antes de que se enfríe que coloque la semiesfera anteriormente retirada sobre la otra, y "bualá" ya tenemos bolas de plata.

Asentí convencido de que había nacido para mandar.

Soltando un grito agudo de puro terror, observé durante unos segundos lo que le ocurría a ese monstruo en el cuerpo de Phil... O a Phil con ese monstruo en el cuerpo. No estaba segura. Sin embargo, no me quedé a comprobarlo. Mis piernas salieron corriendo fuera de la casa, huyeron de lo que esta ocurriendo. Tal vez era una cobarde, sí, o tal vez no era tan tonta como para enfrentarme a eso sola y desprevenida. Qué más daba.

Aún gritando y con la plata entre los brazos, crucé el patio sin saber muy bien a dónde iba. Cuando ya había corrido varios metros retrocedí. Correr teniendo una bici era tonto, muy tonto. De ese modo, me obligué a dejar de gritar y fui a coger mi bici. Iba a salir de ahí e iba al refugio, al club, dónde estaba segura mientras esperaba al resto.

- Bueno pues... ¿lo probamos? -preguntó, no muy convencido. Miró a Chester y a Martin, a ver si les parecía bien la sugerencia de Jack. Todo podía ser que la plata fundida se derramase por fuera del molde, o que el barro no aguantase la temperatura o que las dos medias esferas no se pegasen, o, o... O, bueno, también podía ser que quedasen unas balas de plata estupendas, aunque no fueran perfectamente redondas. Al fin y al cabo, las piedras con que solían tirar no tenían formas perfectas.

Sí.- Digo Martin completamente seguro de que no quería volver a pasar una noche como aquella última. - Algo hay que hacer.

-De acuerdo, intentémoslo-dijo Chester. 

Tras los nervios iniciales con la consecuentes meteduras de pata, Lissey puso su cerebro en orden y consiguió llegar hasta la bicicleta. Una vez encima de ella comenzó a pedalear con todas sus fuerzas, sin fijarse muy bien por donde iba. Tan acelerada iba la muchacha que ni se preocupó cuando al pasar al lado de Vicent, el matón que les había amenazado le salpicó con un montón de barró del suelo. Cuando se dio cuenta era demasiado tarde, pero no había tiempo para pensar.
Sin preocuparse de su integridad física, la muchacha descendió peligrosamente la cuesta de los Barrens. Al fondo, no muy lejos del refugio vio a todos los chicos reunidos... justo en medio del camino de su bicicleta. La pobre muchacha no sabía que hacer para evitar golpearse o atropellarlos.

Había pasado lo menos tres cuartos de hora desde que el primero de los chicos llegase y aún no había aparecido Lisey. Los niños estaban, aunque ninguno lo había manifestado, algo preocupados por ella. Sus preocupaciones se esfumaron cuando oyeron un ruido en lo alto de la cuesta de los Barrens y suspiraron con alivio. Era la niña. Segundos después la expresión de alivio desapareció. Lissey bajaba a una velocidad suficiente como para ganar una carrera ya no de bicicletas, sino de caballos, y por su expresión parecía no encontrar los frenos o ser capaz de girar correctamente... La bicicleta, con niña incluida, era una bala metálica que se dirigía contra ellos.