Partida Rol por web

Me giro a mi interlocutora.

-¿Sabéis algo de eso?-Pregunto en susurros.-¿Tan terrible es el señor Giovanni? 

Cuando intentas levantarte de la mesa te das cuenta de que no puedes moverte

-Oh el señor Giovanni es muy severo, pero si lo decis por él -hace un gesto hacia Albert-, o por ella -esta vez hacia Anna-, él no ha tenido nada que ver. El señor Giovanni está entretenido con su invitada particular, los demás le dan igual

-Curiosas costumbres las de la... ¿Nobleza?-​​​​​​-Susurro.-Tenía entendido que cuando se invita a alguien se le suele acompañar. ¿Decís entonces que él tiene su invitada y el resto estamos de más?

-No querido, el vendrá, solo que debe esperar a que todos los invitados lleguen al comedor. Al igual que en nuestro caso para mi, vuestra compañía es más grata que las de los demás, para el señor Giovanni su invitada "especial" tiene su atención por encima de los demás. Pero no temáis, en breve todos estaremos reunidos y podremos cenar

Tras decir esas palabras hago el gesto de levantarme, pero no me muevo. Vuelvo a hacer el gesto, pero nada. Miro al resto, ¿qué demonios está pasando? Ejerzo toda mi fuerza, mis dedos se hunden en la mesa, pero no lo consigo. Trago saliva.

Perdón, pero algo no me deja levantarme. ¿Pueden ayudarme?

Nuevamente se quejaban de cosas extrañas y seguro que no tardarían en atribuirlas a los "demonios".

- Eso es por vuestro sentido común. Quizás de haberos incorporado a nuestra llegada aún seríais capaz de hacerlo.

Seguro que no era una actriz, pero una buena bolsa de monedas la habrían convencido para desempeñar el papel de "chica embrujada", ¡cómo para no pretender seguirle el juego!

Tomo asiento y devuelvo el saludo a Bilyana igualmente silencioso y sumido en mis pensamientos. Meditando lo pasado ahora sólo puede resultarme extraño, caso como un sueño. Como mínimo. Observo a los demás presentes a la mesa buscando en sus expresiones si han podido experimentar algo similar.

Extraigo mi daga y comienzo a darle vuelvas en mi mano distraído. ¿Pudo formar parte de alguna manera de una prueba?. ¿Pero con qué fin?.

Una risa empieza a brotar de los labios de Albert, al ver la  imagen que muestra Anna y los problemas de movimiento de Bilyana-
Que tonto he sido ahora lo veo claro- exclama entre risas- me preocupaba por la pérdida de mi movilidad cuando debería temer por mi vida, años estudiando para buscar la cura a la mayor enfermedad del mundo que es la muerte y ahora me alcanza sin poder luchar contra ella.

No os preocupéis muchacha- dice a Bilyana entre risas - pronto estaremos todos muertos , acaso no lo habéis visto la sangre en el vestido de lady Katarzyna, el retratista  perdido en su arte mientras pinta con su sangre, los cadáveres del camino.

Somos solo juguetes de unos locos que se creen brujos o dios sabe, nos han drogado a algunos para que no podamos escapar y caigamos en sus depravaciones, el monje de la posada tenia razón seremos sacrificios a quien sabe que dios pagano, total todos los aquí reunidos seremos rápidamente olvidados y nadie preguntara por nosotros- la risa iba apagándose para convertirse en desesperación e ira, mientras Albert ya solo golpeaba la mesa mientras sollozabapara si- ¿Por qué? ¿Por qué tiene que acabar así?....

¡Suficiente!

Ya estaba cansada de las tonterías de todas estas gentes que no hacían más que mancillar el buen nombre de nuestros anfitriones.

¿¡Qué les importa si son demonios, brujos o ángeles caídos!? ¿Acaso los han tratado mal? ¡No! ¿Les han hecho algo? ¡Tampoco!

Desgraciadamente no podía saltar y echárselo en cara o pedir su juicio como con Lothar, pero únicamente porque no era parte implicada. Es por eso que opté por la única salida que me dejaba y me incorporé nuevamente para que todos pudieran ver mi vestido ensangrentado.

- ¿Lo decís por esto? - pregunte sonriente para justo después dar una vuelta sobre mi misma y que todos pudieran verlo por todos los lados - Debo agradecer a Lord Micezyzlav su regalo, porque es gracias a él que ya se cómo debería tratar con Lothar, aunque el estampado es idea de Dobrich.

Reconozco a pesar de que era un detalle menor, además era justa la imagen opuesta al joven que sollozaba en la mesa y la confirmación de que ningún otro estábamos comprados para actuar, como para darse cuenta de que había agradecido algo al valaquio.

Solo podía asistir silencioso a las palabras de sus compañeros. Que como corderos se acercaban a la mesa dispuestos a perpetrar su funesta profanación del sagrado símbolo de la última cena en pos de sus anfitriones. Entonces las palabras de Albert descubrieron el sentido completo de las funestas advertencias del hermano. Sin embargo la cerrazón del médico no le permitía ver el cuadro completo. Estaba tan ciego o era tan ignorante como para no ver la influencia demoníaca en todo aquello. La importancia de la sangre como símbolo en un pintor pintando con ella macabras imágenes proféticas. La impía marca del pecado que pretendían imprimir en los invitados al evento y mostraba la joven dama con tanto orgullo.

Y él fue el primer ingenuo, que pensó que las almas de los siervos del señor Giovanni, sospechoso de herejía no estarían corruptas hasta la médula después de golpear y maltratar a un hombre de Dios. Sin embargo era incapaz de apreciar los sellos que mantenían sus cuerpos aletargados y sus voluntades atadas a órdenes funestas. Era frustrante admitir que no estaba preparado para combatir al demonio.. En la iglesia podría haber conseguido algo de agua bendita, hierro frío y sal para mantener alejado al mal. Sin embargo había algo más que se le escapaba, y las terribles nubes carmesí que tiñeron su rostro hace pocas semanas se mostraron de nuevo con toda su crudeza en sus pensamientos. Y no había tenido la capacidad para desvelar su terrible advertencia.

Mentalmente repasó cada fórmula alquímica que conocía para sublimar su alma y romper el terrible sortilegio que los mantenía presos. Algún rezo o exorcismo que pudiera esgrimir como un arma cuando recuperara la voluntad y el uso de su lengua. Una tras otra las repitió en su cabeza, las recitó, se centró en la meditación y la visualización de su propio yo rompiendo las cadenas, sin éxito. Solo los sellos de salomón podrían resultar de ayuda, y no disponía del libro de las claves en sus exiguas pertenencias. Estaban condenados.

Las puertas del comedor se abren, unos criados entran con Allan que muestra los mismos sintomas que Enzo, está dormido, pero es un sueño inquieto.

No mucho después entra Etienne riendo con Lord Marchetus, la espalda de Etienne está manchada de sangre, su camisa destrozada por lo que parece... ¿latigazos?

Niego con la cabeza. No, no he sido envenenada, no estoy paralizada. No, esto es distinto digo, cuando de pronto la puerta se abre. Veo que entra Allan, otra pobre víctima de la bebida, y luego Etienne. Le miro.

Etienne, vete, escapa de aquí. No podemos irnos, pero quizá tú aún puedas. Saco mi espada y empiezo a golpear la silla, quitando respaldo y patas, esperando poder andar, aunque fuera con el asiento pegado al culo.

Y finalmente Strakovski se pasó de la raya demostrando que no era ninguna actriz, solo que ante semejante comportamiento no sabía muy bien como actuar.

- Por esto no es buena idea invitar al bulgo a los grandes acontecimientos. - termino decantándome por señalar lo obvio al señor para luego dirigirme a su compatriota - Dobrich, ¿podría convencerla para que se calme? Strakovski ya está yendo muy lejos.

Esperaba que al venir del mismo entorno pudiera tranquilizarla con facilidad y, especialmente, antes de que hiciera daño a alguien.

-Mira a esa petarda, como si todo se le debiera.-Susurro a la matrona.-Verás cuando se caiga del pedestal donde se ha subido con su vestido empapado en sangre. Está tan podrida por dentro...

A Etienne se le corta la risa, al ver el lamentable estado de Bilyana.

 - ¿Qué diantres está haciendo? - se preguntó el caballero - ¿por qué ataca a su propia silla?

 - ¿Marcharme?  Me lo estoy pasando en grande - responde, dándole un codazo de camaradería a Marchetus - Vamos, Bilyana: cálmate. Es una fiesta, ¿qué te pasa?

Se acercó, con las manos abiertas en gesto conciliador, dispuesto a sujetar a la guerrera si era necesario... pero no era prudente recortar más la distancia, puesto que ella tenía un arma: y Etienne se dijo que no iba a desenvainar su espada parar proteger a una silla indefensa.

En lugar de eso, se limitó a seguir hablando.

 - Tranquila, al señor Giovanni no le molestará perder una silla - añadió - Pero déjala ya.

Al pensar en que quizá sí que le molestaría perder unos jarrones, no pudo evitar un amago de risa con la boca cerrada, y una mirada cómplice hacia Marchetus.

La reacción de Bilyana me saca de mis pensamientos devolviéndome a la realidad. Destroza la silla sin motivo aparente. Al parecer el temor la invade.

Ignoro las palabras de Zaleski. Está visto que no conoce a las mujeres valacas y su temperamento, menos aún a aquellas que deciden formar parte del ejército regular. Aún así me inclino sobre la mesa hacia ella.

- Bilyana - digo buscando su mirada -. Controlaos. Mantened la calma. No es el momento.

Byliana rompe la silla con su espada, cayendo al suelo, pues no puede mover sus piernas, la silla rota rápidamente es repuesta por otra nueva gracias a los criados que están atento a todo.

En ese momento entran Anton acompañado de Sire Wenceslas y Constanza con Leopold; la última pareja con ella del brazo de él. Anton en cambio entra y se sienta al lado de Sire Wenceslas.

Lady Dimitra acompañada de Lord Casmir, Bajazet y Sire Wenceslas

-He dado el aviso para que no se retrasen -dice la recién llegada, en ese momento mira a Byilana-. Querida, ¿qué hacéis? Será mejor que os sentéis para la cena

Y sorprendentemente Byliana coge la silla nueva y se sienta en la mesa.

El último en entrar es el gitano que saluda lanzandole un beso a Anna mientras sonríe.