Partida Rol por web

La sensación recorre mi espina hasta mi nuca y luego gira para depositarse en el estómago, pero muy dentro de mi podía sentirla en el corazón, un dolor agudo que hace que me estremezca y apriete con fuerza la mano de mi hermana, mientras algunas lágrimas amenazan con salir de mis ojos.

Quiero llorar, pero ahora soy un niño grande y el único hombre junto a mi padre, debía proteger a mi hermana como había jurado.

La abracé con fuerza compartiendo su dolor y buscando consolar mi alma en el calor de su cuerpo, mirando a mi madre con dolor y buscando también la mirada de mi padre, de alguna forma me sale decir en un susurro el lema de la familia.

-In Sanguinis Veritas...-

Algo se removió en las entrañas del pobre Cyrus. Lo sintió. Un calambre que recorría todo su cuerpo. Un escalofrío. La sensación de mareo. Y pese a todos los maltratos sufridos, la sensación de pérdida y vacío. El Boyardo había fallecido con seguridad.

El sirviente pudo percibir cómo los niños lo notaban en sus huesos. Agarró una manta con firmeza y cubrió los cuerpecitos de Vikos y Veronika.

- Tranquilos jóvenes amos. Sólo son pesadillas. – dijo para tranquilizarles a sabiendas de que no era cierto. Cyrus giró su rostro para ocultar el hecho más extraño del mundo. Una lágrima comenzó a caer desde su ojo surcando su cara hasta llegar a la barbilla. Se detuvo unos segundos y cayó al suelo del carromato. Cyrus había perdido a un padre, a un Amo, casi a su razón de ser. Quién le había convertido en lo que hoy era. Pero al menos seguía teniendo al Ama Svitlana.

Movió rápidamente una mano y se limpió la mejilla, no podía mostrar ningún signo de debilidad. Luego Cyrus se colocó de nuevo en su posición en el interior del carro, esperando por si sus pequeños amos o el Ama Svitlana tenían alguna necesidad.

Me detuve de repente sobre mi corcel. Aquella sensación se repetía, cómo cuándo mis hermanos menores habían fallecido. Sin embargo esta peor, muchísimo peor. Llegaba a ser realmente dolorosa no una sensación de malestar cómo la última vez. Mi mente lo sabía, mi alma lo sabía, incluso mi cuerpo lo sabía. Esa sensación quería decir que Padre había fallecido.

¿Pero cómo era eso posible? El Boyardo era fuerte, astuto, casi invencible. Casi. La rabia empezó a acumularse dentro de mí aunque mis facciones seguían serias y frías. Esos perros del Duque. Traidores y despreciables. Y habían ido primero a por el Boyardo a sabiendas que él era la maza de la fuerza Basarab, ya que no tenía la sensación de que hubiera caído ninguno de mis hermanos por el momento. Rastreros y cobardes.

Dejé que la sensación pasase y el dolor mitigase, notando entonces cómo una sensación absolutamente opuesta empezaba a tomar mi cuerpo. Fuerza. Seguridad. Sí. Ahora yo era el cabeza de familia y mi misión consistía en salvar el futuro de la familia, aunque también en tomar venganza en el momento adecuado. La sangre Basarab no olvida.

Sin mirar a mi alrededor, dónde mis caballeros seguramente se preguntaban el porqué de mi parada, puse de nuevo a mi montura en marcha a paso ligero. Mi expresión era férrea, mis ojos eran fríos y mi sangre hervía. Cualquiera que se entrometiese en mi camino sufriría cómo nunca habría podido imaginar ni en sus peores pesadillas.

Presa de una fuerte e inexplicable inquietud, Svitlana abrazó a sus hijos, comprobando que tanto éstos, como el propio Cyrus, parecían agonizar de pronto. Palidecer.

Recordó la sensación que invadió a todos los presentes en la mansión Basarab, cuando Beld y Seldu desaparecieron. Supuso entonces que su familia había sufrido una gran pérdida, e intuyó que quizá el Boyardo había cíido. Y el simple pensamiento le provocó terror.

Si el Boyardo había perecido, ¿qué había sido de sus cuñados? Si el Patriarca, aquel hombre fiero y temible, caía bajo los herejes transilvanos, ¿qué esperanza había para los Basarab, si no era llegar a Polonia sanos y a salvo? Temerosa, e intentando conservar la calma frente a sus hijos, Svitlana fijó su vista en su fiel sirviente, Cyrus, descubriendo que éste derramaba lágrimas como jamás le había visto hacer antes.

Su propio rostro se afligió, y tuvo que morderse el labio con fuerza para no llorar delante de sus hijos, sintiendo cómo le ardían los ojos. Era una Basarab. Lo sería siempre. Fueran cuales fueran las consecuencias.

Miró a través de la ventana del carruaje, preocupada por su esposo, y descubrió su mirada llena de aquella furia fría que colmaba a veces la mente de los hombres Basarab, incitándoles a la violencia más visceral. Una furia intensificada por la pérdida y la derrota.

Asustada y afligida, a pesar de saber que su marido jamás le haría daño, volvió la vista al interior del vehículo, a sabiendas de que la mejor medicina para el alma de Niktu Basarab en aquel momento, era el silencio.

Svitlana acarició los bucles dorados de la cabellera de sus pequeños retoños, y susurró una plegaria en honor al Boyardo. Que Dios tuviera a bien elevar su alma hacia los cielos, a pesar de sus innegables pecados.

UNA HORA PARA LA MEDIANOCHE DEL CUATRO AL CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

- Lleváis unas seis o siete horas de huida hacia el Sur, es momento de girar hacia el Este o el Oeste para eventualmente ir hacia el Norte. Habrá que atravesar buena parte de Transilvania.

- Podéis ir hacia el Sudoeste, a Deva, para desde ahí viajar a Oradea y eventualmente a Satu Mare. Satu Mare conduce a Hungría y más allá de Hungría, atravesando todo el salvaje país de los magyares (las tierras del Duque Kadar y de su señor el Rey Tristan I) llegar finalmente a Polonia. Esa es la ruta más rápida y directa.

- Otra opción es ir hacia el Sudeste, a Sibiu, y desde allí tratar de llegar a Sighisora (el feudo de vuestros enemigos los brutales Bratovich), la maldita Székely, Bistritz, el malhadado Paso de Tihura, Suceava y de ahí al Norte, al salvaje reino de Kiev (donde la Reina Olga acaba de cristianizar más o menos a sus salvajes súbditos, aunque se dice que es tierra de hombres lobo con garras plateadas). Esta opción es mucho más lenta, larga y tortuosa.

- Una tercera vía es abandonar las carreteras, aunque eso supondría dejar atrás los carruajes y tal vez eventualmente los caballos. Cualquier que conozca Transilvania y sus leyendas un poco, sabe que en las tierras sin caminos vagan fantasmas, lobos terribles y espíritus oscuros.

- No parece que de momento os venga siguiendo nadie, aunque la mayoría de vosotros tiene la total certeza de que ha habido una batalla catastrófica en vuestra Finca y que la Casa Basarab ha sufrido pérdidas terribles.

TERCERA HORA DE LA MADRUGADA, CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

Llegaba el momento de decidir que camino tomar. Llevaba tiempo calculando en mi cabeza las posibles rutas y posibilidades pues era mis responsabilidad proteger al futuro de los Basarab. Sin embargo, el camino sería peligroso, no importaba cuál. Al final, cuándo llegamos al cruce, le di órdenes silenciosas al convoy: hacie el Oeste. Pero no tenía intención de seguir la ruta lógica que segía las ciudades mayores, sino el camino del bosque otoñal.

De este modo esperaba evadir al primer peligro: una caravana que viniese a buscarnos tras la batalla con el resto de la familia. El resto de peligros deberíamos intentar evadirlos cuándo apareciesen, o enfrentarnos a ellos.

No había vuelta atrás.

Cyrus observó en silencio cómo el pequeño convoy que alejaba a Svitlana, Niktu y los pequeños Amos de sus enemigos giraba en el cruce y se encaminaba al oeste. El criado conocía historias de los caminos y los posibles peligros. El Oeste era la ruta más rápida, aunque conducía directamente a Hungría, el país de los enemigos de los Amos.

Sería un viaje largo y complicado, pero Cyrus tenía energías más que de sobra para cumplir su labor. Protegería y cuidaría a sus señores. Lograría que llegaran sanos y salvos a Polonia como fuera.

QUINTA CAMPANADA, MADRUGADA DEL CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

A pesar de que estaba algo asustado por aquella sensación que me invadió y me entristeció o mejor dicho, nos invadió, me forcé nuevamente a ser fuerte, era un hombre de la familia Basarab y el preferido de mi abuelo.

Tomé aire y abracé a Veronika y le bese la frente para luego acariciarle el cabello, al mismo tiempo que buscaba la caricia de mi madre, ahora más que nunca deberíamos mantenernos unidos y sabía que tanto mi padre como Cyrus y los guardias nos protegerían de todo peligro.

FALTA MEDIA HORA PARA EL CANTO DEL GALLO.

CINCO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

AMANECER DEL CINCO DE MAYO, AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

EXILIADOS BASARAB:

- Os habéis alejado tal vez unos veinte kilómetros hacia el Sur de la Finca de los Basarab en Alba Iulia. Muy pronto, seguiréis hacia el Oeste.

- Ahora, sin embargo, los animales están cansados, así como todos los humanos que van con vosotros. Los Caballeros Basarab son sobrenaturalmente resistentes y todavía podrían cabalgar durante todo el día si fuera menester.

- No parece que nadie os haya seguido durante la noche, si bien presentís que el destino del resto de la Casa Basarab ha sido funesto.

Ordené el alto con un gesto de la mano y di la vuelta con mi caballo, señalando a varios caballeros por el camino.

- Montad guardia. Vamos a parar unas horas, lo justo para que los caballos puedan seguir el camino. - sin monturas no llegaremos lejos.

Desmonté mi caballo y me alejé unos metros, mirando el vacío camino que habíamos recorrido. Allí atrás había quedado el resto de mi familia y su destino era incierto. En lo más profundo de mi ser sabía que muchos habían caído, que la familia Basarab, ahora más que nunca, estaba perdida si no alcanzábamos Polonia. ¿Habría sido distinto si los caballeros que me acompañaban y yo mismo nos hubiésemos quedado a luchar? ¿Habríamos cambiado el curso de la historia? Ahora ya no podía saberlo, la decisión se había tomado.

Apreté el puño haciendo chirriar las juntas de la armadura. Ese perro... Habría venganza. Una venganza cruel y despiadada. No habría perdón, compasión o misericordia. Arderían todos llegado el momento. Me iba a asegurar de llevar a los únicos descendientes de los Basarab a un lugar seguro y allí empezarían los planes de reconquista y destrucción.

No quedará nada.

Parecía que después de tan duro viaje por fin iban a descansar un poco. Cyrus estaba preocupado por los jóvenes señores, pues a pesar de que viajaban en carromato, tantas horas seguidas sin descanso no eran buenas para su salud.

En cuanto frenaron y se detuvieron, el sirviente feo y deforme se preparó solícito por si su Ama Svitlana o los jóvenes señores necesitaban cualquier cosa, agua, comida o lo que fuera. Estaría ahí para ayudarles en lo que necesitaran.

El fiel sirviente parecía incansable y no había una mínima muestra visible de cansancio en su rostro o en su cuerpo. Por él podían continuar cabalgando días y semanas sin problema. Seguiría a sus señores sin rechistar y sin quejarse, sin importar las penalidades a las que tuvieran que enfrentarse.

- La comitiva acampa para descansar. Hay suficiente equipo para montar un buen campamento.

- Esta comitiva está bien armada, con veinte soldados, siete poderosos Caballeros Basarab y media docena de siervos. Deberían de estar a salvo, pero los que se quedaron atrás tenían a los más poderosos guerreros Basarab y a cuarenta soldados y no fue suficiente...