Partida Rol por web

Dhaeva 2: El Caballero de las Tinieblas.

Transilvania: 1) Tirsa de Balgrad: Finca Basarab.

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24/05/2014, 02:01
[RIP] Caballero Glaatu Basarab, Tercer Hijo.

El frío de la noche Transilvana trae a mis oídos ruidos tenebrosos que nada bueno pueden augurar. Un ataque ha comenzado a ejecutarse sobre nuestra finca y amenaza con destruir el legado de la familia Basarab. La ira llena mis ojos y todos mis sentidos cuando pienso en unos malditos y miserables advenedizos manchando el suelo sagrado de mi familia. Sin perder un momento comienzo a correr hacia las escaleras para dirigirme al primer piso y defender el honor de mi casa.

Mis hermanos se quedan atrapados en reflexiones mientras que mi padre corre a mi lado preparado para luchar con la fiereza que caracteriza a nuestra sangre. Avanzo mientras saco mi espada ancha y mi escudo preparado para luchar contra cualquier invasor que haya osado con entrar en nuestras tierras portando la marca de la guerra.

Bajo las escaleras y corro a todo lo que puedo hasta cruzar el umbral que me comunica al patio. La brisa golpea mi rostro y la oscuridad nubla mi visión en un primer momento hasta que mis ojos se acostumbran a la mortecina iluminación de las antorchas en el exterior. No hay una luna sobre nuestras cabezas y la oscuridad en campo abierto es absoluta, por lo que sé que las más oscuras criaturas pueden estar ocultas, acechando y arrastrándose con las intenciones más funestas para los valientes hombres de este hogar.

Entonces veo a mi enemigo: No es otro que el afamado Iacobus Radoslav, el Caballero de los Cárpatos. Uno de los más temibles perros del Duque Kadar, advenedizo magyar asqueroso y repugnante. Veo como me provoca sobre su caballo y sonrío de medio lado sabiendo que será una gran lucha en la que probablemente moriré pero dejaré en claro que a los Basarab no se les toma a la ligera pues somos los mejores guerreros de Transilvania y no sin razón.

Doy un paso más allá del umbral y mi vista se cruza con la de Iacobus, quien baja de forma insolente de su caballo y me provoca con sus gestos desafiantes, aunque parece caer mal, algo que puede serme de utilidad. Camino mientras guardo mi espada ancha y saco mi valiosa daga enjoyada, única arma que tengo como para arrojarle. Mi padre corre hacia él con su mayal y yo lanzo mi arma, pero sus gestos me han provocado una ira que no puedo controlar bien y que me hace perder los estribos, por lo que mi lanzamiento falla por una gran distancia.

Saco mi espada ancha con el exquisito sonido del metal contra metal que produce el filo del arma contra la vaina de esta. Voy a cargar contra él cuando siento un dolor en el costado. Ahogo con valor y temple un grito por el filo que se ha incrustado en mis costillas. Me giro para ver a Durius, el Primer Caballero de Transilvania, atacándome a traición.

En ese momento Iacobus cercena la mano izquierda de mi padre, lo que me inunda de una ira oscura y venenosa. Me giro para golpear a Durius con mi espada pero en ese momento da contra la espada de mi hermano Barakta pues el vampyr ya no está pues huye de un sobrenatural salto mientras el sudor frío corre por mi frente por haber estado tan cerca de un cerdo vampyr.

"¡Maldito traidor! Eres de sangre Transilvana y atacas a tus compatriotas para lamerle las botas al magyar invasor. Por culpa de los apóstatas como tú es que este país se fue a la mierda. Daría mi alma a cualquier demonio por arrancar tu corazón de tu podrido pecho."

Escucho las palabras de mi hermano diciéndome que nos quedemos juntos y que esperemos a los otros, pero la situación no se puede manejar así. Padre está siendo devastado por el Caballero de los Cárpatos y si no le ayudo será irremediablemente asesinado. Ignorando todo lo que me rodea, cargo con furia contra Iacobus enterrando mi espada en su cuerpo, siendo salvado solamente por su pesada armadura.

La rabia me inunda y con mis ojos solo veo el furor que me causa el combate y la sangre que mancha la punta de mi espada. Me muevo un poco pero el desgraciado derriba a Padre y me corta en un fluido movimiento en el pecho, abriendo parte de mi armadura. Veo a la valiosa sangre Basarab caer de mi herida y mezclarse en el suelo con el charco que ha salido del Boyardo, quien está inerte en el suelo.

 - "¡Hijo de puta! ¡Te juro que no abandonarás este lugar con vida! ¡Lo juro por esta, mi sangre!"

Intento que mi fortaleza, ese poder sobrenatural que tenemos todos los que compartimos la sangre de mi familia, me sane. Algunas de mis heridas se intentan sanar rápidamente mientras combato, pero los embates que me impactan son de gran poder y habilidad. Pero a pesar de eso, no me amilano y continúo con mi cruzada por mantener el honor de mi familia aun sea en la muerte.

Me acomodo a una nueva posición para darle espacio a mi hermano si desea ayudarme contra Iacobus. Lanzo un golpe con mi espada marcado por toda la ira que tengo y por el valor de luchar en combate singular contra uno de los más temidos hombres del castillo de Alba Iulia. Mi espada corta parte de su brazo debido a que sus heridas han disminuido sus capacidades. Veo sus heridas y me sonrío sabiendo que mis golpes no han sido en vano.

Un paso, un giro para una mejor posición y lanzo un poderoso golpe horizontal para cercenar su cabeza, pero Iacobus lo esquiva por los pelos. No alcanzo a frustrarme cuando un frasco me impacta en el pecho y me llena de un material inflamable que parece aceite. Maldigo para mis adentros sabiendo que eso es probablemente mi condena. Veo como a mi hermano empieza a arderle el escudo y entiendo que es poco lo que me queda de vida.

Me llega un corte profundo en el abdomen y logro detener con mi escudo un segundo, pero mis piernas flaquean y caigo de rodillas, malherido. Siento como la vida se escapa de mi cuerpo frente a un enemigo poderoso y digno, pero odiado con toda el alma. Levanto la vista para mirar sus ojos, sus profundos ojos. Veo algo a través de ellos pero desconozco qué es. ¿Alegría? ¿Miedo? ¿Admiración? ¿O simplemente nada? No lo sé, pero el odio me inunda pues le hice un juramento por mi sangre y la Sangre Basarab nunca mancillará su nombre con juramentos en vano.

Tirito de frustración y mis ojos se humedecen cuando pienso en que moriré sin abatir al enemigo. Mi alma se retuerce ante la idea de la derrota y los pensamientos me bombardean como una lluvia de flechas incendiarias, llevando el fuego de la ira y la decisión a mi nublado pensamiento:

"¿Moriré sin haber acabado con el asesino de mi padre? ¡Venganza! ¡Eso exige mi honor! ¡Le juré que lo mataría! ¡No puedo morir sin cumplir! ¡Me niego! ¡ME NIEGO!"

De un rápido y explosivo movimiento me pongo de pie rugiendo como un león enfurecido. El Caballero de los Cárpatos nota mi decisión y me lanza dos golpes que desvío fácilmente con mi escudo y espada para enterrar mi espada en sus intestinos con gran brío. Sonrío mientras le miro a la cara, a esa expresión de dolor. Rápidamente aparece la espada de uno de mis hermanos para enterrarse al lado de la mía, lo que hace que el enemigo pierda el conocimiento. Le susurro antes de dejar que su cuerpo caiga:

 - "Te lo dije."

Sonrío con felicidad mientras veo en cámara lenta su pesado cuerpo caer a mis pies. Levanto mi espada para rematar su cadáver con un golpe de gracia cuando veo que el suelo a mi alrededor se abre en lenguas de fuego que me buscan con rapidez e inteligencia sobrenatural. Me desespero cuando veo que comienzan a quemar mi cuerpo dentro de mi armadura e incendian el aceite sobre mí, lo que de forma veloz comienza a incendiarme como una hoguera.

Escucho a mis hermanos indicar que el hechicero que enciende el fuego está en el torreón e intento correr con toda la velocidad que tengo hacia el torreón, pero las llamas me abrasan con furia y gran precisión, encontrando las fisuras en mi armadura para encontrar mi carne y carbonizarla. Corro todo lo que puedo pero cada paso que doy se hace más difícil pues el dolor inunda cada fibra de mi cuerpo, lo que hace que mis sentidos se confundan.

Pronto dejo de sentir dolor y la paz llega a mis pensamientos:

"Muero y me despido finalmente de mis hermanos. Fui un guerrero Basarab y luché con honor hasta el final. No me arrepiento de nada pues honré mi nombre y mi sangre cada día de mi vida y sobre todo a la hora de mi muerte. He luchado con valor y en manos de mis hermanos dejo el futuro de nuestra familia. Mis sobrinos han huido del país para sobrevivir. Mi padre ha sido vengado y los demás enemigos caerán a manos de mis hermanos. Muero en paz."

No hay dolor, no hay oscuridad ni tinieblas, solo la calma absoluta de dejar de recibir imágenes y sonidos. Dejo de ser yo, dejo de ser un hombre y paso a ser un recuerdo, un pequeño punto en un enorme firmamento donde cada uno de los difuntos Basarab caídos en combate es un héroe y yo paso a formar parte de aquella inmensidad. Paso a ser una estatua de ceniza que el viento desarma de a poco, llevándose su ser y su legado con él.

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07/07/2014, 16:00
[RIP] Caballero Molensk Basarab, Sexto Hijo.

Corrí tras Barakta confiando en que Iador saliera a salvo de las llamas como hiciera yo hacía sólo unos instantes. Aquellos bastardos Magyares se nos escapaban, y no había forma de alcanzarlos. Sus movimientos sobrenaturales les daban una ventaja que ninguno de los Basarab con vida podíamos igualar.

Llegamos al establo en llamas. Los criados intentaban salvar a los animales, y Barakta no dudó en acercarse a ayudar mientras yo recuperaba el aliento. La fatiga me estaba destrozando, tras la larga noche de guardia, y el peso de la armadura no ayudaba en absoluto. Iador no tardó en alcanzarnos, pero mi torpeza con los animales (tanto ensillándolos como calmándoles ante la histeria del fuego) hizo que nos retrasásemos. No estaba acostumbrado a montar, y mi trato con los animales era casi nulo.

En ese momento apareció nuestro primo Adelmus, la mayor rata cobarde que jamás haya llevado la sangre de los Basarab. Su sonrisa estúpida hacía que sintiera como si mi sangre hirviera.

-¿Se puede saber a qué se debe esa estúpida sonrisa? -escupí con ira.

Lo peor no es que no hubiese ayudado durante la batalla, si no que ni si quiera podía discernir sus verdaderas intenciones. Los caballos relinchaban y parecían nerviosos. Al menos yo no era el único que sentía aquello por Adelmus.

Las palabras de Iador me sacaron de mis pensamientos. Quería perseguir a Durius y el mago, ahora.

-Sabemos a dónde se dirigen. Al castillo -fueron sus palabras.

-Iador, tú eres el siguiente en la línea de sucesión en ausencia de Niktu. Es a ti a quien corresponde tomar las decisiones, pero creo que partir ahora, con Padre muerto, Niktu en el exilio y con Glaatu también fallecido, es una locura. Deberíamos recomponer nuestras fuerzas y planificar bien el asalto al castillo.

Sin embargo, Barakta también parecía decidido. Estaba dispuesto a reunir a las tropas y tomar Alba Iulia.

-Todavía nos queda un as en la manga -dijo Iador mientras miraba a Adelmus- Tal vez él pueda encontrar al creador de Niksaa. Durante años fue nuestro aliado, padre le dio siervos y mucha plata. El Koldún del Agua Negra está en deuda con la Casa Basarab.

El asunto cada vez me olía peor. Depositar nuestras esperanzas en Adelmus era, en mi opinión, lo peor que podíamos hacer, pero decidí no llevar más la contraria a mis hermanos mayores. Parecían decididos a atacar el castillo, fuese como fuese, así que decidí darles mi apoyo. Debíamos permanecer unidos en una situación tan crítica como en la que nos encontrábamos, pues dividir aún más a la familia sólo podía significar nuestra perdición.

-Está bien. No hay pues tiempo que perder. Mientras hablamos, el enemigo se escapa.

Organizamos la persecución tan rápido como nos fue posible. Iador y yo partimos a la cabeza mientras Barakta se quedaba reuniendo las escasas tropas que nos quedaban a los Basarab, y la rata de Adelmus nos seguía de cerca.

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07/07/2014, 22:21
[RIP] Caballero Iador Basarab, Segundo Hijo.

Ruidos en la noche. El silencio se ha roto. La discusión entre Padre, mis hermanos, el primo Adelmus y yo ha sido bruscamente interrumpida. Amparados en el manto de oscuridad, los perros del Duque vienen a por nosotros como era de esperar. No han enviado el mensajero que tanto esperaba el Boyardo. Valiente estúpido. Teníamos que haber hecho algo antes.

Veo a Padre salir corriendo como alma que lleva el diablo. Glaatu le sigue muy de cerca y yo tardo unos segundos en reaccionar. Maldigo para mis adentros, ¿acaso Padre nunca piensa antes de actuar?

Miro a Adelmus. Es un vampir y posiblemente nuestra mejor baza pero no parece decidido a actuar. En lugar de correr tras padre le veo alejarse en dirección a la pared. Frunzo el ceño, no sé si estoy enfadado o intrigado por lo que vaya a hacer, pero no puedo perder el tiempo sumido en mis pensamientos. La única forma de sobrevivir a esta noche es permanecer unidos.

Echo a correr tras Padre. Barakta está algo adelantado pero Molensk corre conmigo. Bajamos las escaleras. Apenas noto el peso de la armadura y no me siento fatigado pero al llegar al largo pasillo de la planta inferior veo a Padre y Glaatu a lo lejos y cuando trato de acelerar para alcanzarles tropiezo y caigo. Mierda. Pensarán que es por cobardía o algo similar, cuando en realidad todo ha sido fruto de la mala fortuna. ¿Casualidad? O Dios intenta decirme que no avance, que estamos condenados.

Hay gritos fuera. Entrechocar de espadas. El crepitar de unas llamas. Oigo el rugido de Padre. Cuando llego cerca de la puerta le veo entrechocando su maza con la espada del infame Iacobus. El Caballero de los Cárpatos está aquí. Definitivamente esta noche puede ser la noche en que muera. No por mi voluntad pues sé que estoy aquí obligado. Pero no lo pondré fácil.

Corro hacia el combate mientras veo cómo Iacobus corta la mano de Padre y luego le tumba. Miedo e ira se mezclan en mi interior. Miedo pues no hay Basarab más fiero que Padre, e ira pues Iacobus es un infame traidor que debe pagar por su osadía.

El vil Caballero hiere a Glaadu que ha intentado proteger el cuerpo de Padre. Mi hermano cae de rodillas. Más ira. Y entonces una sonrisa asoma a mi rostro. Iacobus creía tenerlo ganado pero Glaatu ha desviado su arma en el último instante y ha hundido su espada en el estómago del Caballero de los Cárpatos. Su cara no denota sorpresa o incredulidad. Aun en ese momento en que alguien ha traspasado sus defensas, el rostro del infame no denota nada. Barakta, que me llevaba ventaja, alcanza al enemigo y hunde también su espada en el pecho de Iacobus.

Una oportunidad. Increíble pero cierto. Iacobus ha caído. Pero la alegría es efímera. Glaatu estalla en llamas y Barakta señala encima del torreón cercano. Mis ojos detectan movimiento y distingo a Maserrak. Maldito brujo. Echo a correr en esa dirección junto a Molensk. Nuestro hermano Glaatu, haciendo gala de una gran fortaleza y fuerza de voluntad intenta lo propio mientras las llamas le consumen, pero a los dos pasos su cuerpo cae y deja de moverse.

Noto esa terrible sensación en mi interior que me indica que otro de mi sangre ha caído. Es un día aciago. Hay que acabar con ese brujo.

Al pasar cerca de los cuerpos de Iacobus y Padre ordeno a voz en grito que corten la cabeza del espadachín, no me agradaría que por culpa de algún poder místico del vampir o del brujo, Iacobus volviera a levantarse y tuviéramos que enfrentarnos de nuevo a su espada. Barakta ordena lo mismo mientras un terrible dolor se apodera de mi hermano. El brujo está haciendo de las suyas con él.

No detengo mi carrera. No noto el cansancio. Es como si tuviera una reserva extra de energías renovadas. Llego junto a la puerta del torreón y aprovechando el impulso embisto con mi hombro. El crujido de la madera es característico y noto como cede la puerta pero no acaba de caer. Molensk, que viene tras de mí, acaba de derribarla con otra embestida certera. Desde luego ese mago va a sufrir por lo que ha hecho.

Ignoro lo que está sucediendo en estos momentos en el exterior. No sé dónde estará Durius ni si Barakta habrá logrado organizar a los hombres para proteger el cuerpo de Padre. Sigue vivo. El Boyardo es la persona más resistente que conozco y no he notado en mis venas ese estremecimiento típico de la muerte de un Basarab. Con Glaatu sí. La respuesta es fácil. Padre sigue vivo. Tenemos una oportunidad.

Tanto mi hermano como yo corremos escaleras arriba. Ignoro en qué momento logro adelantar a Molensk. La excitación de la cacería se ha apoderado de mí. Ya sólo pienso en hundir mi espada en el cuerpo del enemigo. Al llegar al piso superior un sexto sentido me dice que algo no va bien y me detengo en seco. Alzo el puño y hago una seña para frenar también a Molensk. ¿Qué es ese olor? Arrugo la nariz y olfateo levemente. Miro alrededor adecuando mis ojos a la penumbra y señalo a Molensk el origen del olor. Aceite. El bastardo de Maserrak ha impregnado la escala de madera con aceite inflamable. El mismo truco que ha usado para acabar con Glaatu. No podremos subir sin correr peligro de que el muy maldito nos incinere.

Molensk espera en silencio, junto a mí. Dejo la espada en una mesa y recojo una antorcha. Me tomo mi tiempo en encenderla. El mago morirá, de una forma o de otra. Con al antorcha en la mano me dirijo hacia la escala y le prendo fuego. En el último instante me aparto justo cuando otro vial de aceite inflamable cae muy cerca. El bastardo ha intentado atacarme a traición desde arriba y en breve prenderá todo el suelo de madera. Miro a mi hermano y le grito. – Corre.

Recojo mi espada y le sigo escaleras abajo. En algún momento de la bajada casi pierdo el pie al notar un estremecimiento en todo mi cuerpo. Esa sensación. La conozco. Padre ha muerto. Durius o el mago. Uno de los dos se las ha arreglado para matar a Padre. Más rabia. Venganza. Las almas de todos los Basarab claman venganza.

Al llegar a la planta baja veo cómo una antorcha cae del cielo y una cortina de fuego se eleva virulentamente para cortarnos la única salida. Maldigo tres veces a Maserrak y a toda su familia. Le cortaré la cabeza, buscaré a su madre y la violaré. Violaré a sus hermanos y hermanas. Destriparé a su padre y a sus tíos. Degollaré a sus hijos. Sufrirá por todo esto.

No hay salida y el fuego ha copado todo el piso superior. No tardará en acercarse a nosotros. El mago. Ha sido listo, muy listo. O quizá casualidad y mucha suerte. Le he subestimado y nos la ha jugado bien. Pero no volverá a suceder. Veo a Molensk cubriéndose con su capa y preparándose para saltar. Le insto a que lo haga con la mirada y voy preparando la capa mientras la enrollo alrededor de mis brazos y piernas para cubrirme yo también. Seré el siguiente.

En cuanto mi hermano desaparece de mi vista me coloco donde él estaba. Miro decidido a las llamas. Inspiro hondo y mantengo la sangre fría. Recuerdo la mirada de temor de Molensk antes de saltar. Padre y Glaatu han muerto. Pero eso sólo significa que debemos vengarles. No es momento para temer. No es momento para ser cobardes. Miro a las llamas y salto decidido.

Caigo atravesando la cortina de llamas y sin perder el tiempo arranco la capa ardiente y la tiro al suelo. Miro en dirección a Barakta y Molensk y salgo corriendo hacia el norte de la Finca. Durius y Maserrak intentan huir por ahí. He sentido la caricia de las llamas. Dolor al principio, luego no. Pero lo ignoro. Me concentro a medida que corro. La ira me corroe y debo aplastar a los enemigos. La quemadura se va curando a medida que avanzo y llega el momento en el que parece que nunca estuvo ahí.

Soy Iador Basarab. No pueden detenerme. Ahora soy el Patriarca de los Basarab transilvanos. Y temerán mi furia.

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09/07/2014, 13:00
Durius Tremere de Slobozia.

El poder de la sangre. La sangre es la constancia de un hambre insaciable, hambre eterna y acuciante, sed del calor de una humanidad ha mucho perdida. Pero la sangre es poder. El poder del monstruo, de la criatura nocturna que observa sin ser vista, lista para abalanzarse sobre su presa. Porque la sangre es la que divide el mundo en presas y depredadores.

Durius oteó el paraje ante sí. El bosque quedaba inmediatamente detrás. Su avance sigiloso no había sido sorprendido y las monturas aguardarían hasta su regreso. Por sus venas circulaba aún el sabor de la tía de su ahijado. Sangre de Slobozia. Sangre por siempre maldita. Su mirada negra como la misma noche que los acogía, se centró en cuanto se mostraba ante él. La mansión Basarab, la casa familiar de aquella línea de sangre marcada por la corrupción, la traición, la tortura y la humillación. Bastardos endogámicos incapaces de asumir sus obligaciones y estatus, refugiados tras la magra empalizada y escudados en sus hombres, en una soldadesca cuya lealtad venía dada por el miedo insuflado por los Basarab y no por el respeto a ellos. Ralea que durante demasiado tiempo había vivido a expensas del pueblo, sangre antigua transilvana, un tronco podrido de ramas que apenas verdeaban ya.

No habló. Actuó. Cada uno de ellos tenía una misión que convergía en un único punto. Y en base a ello, Durius se movió tras un primer asalto contra uno de los vástagos de aquel infame apellido. Sus sentidos aguzados le mostraban el camino. Y su mente estratégica hablaba de la necesidad de debilitar al grueso. Y así, en un carnaval de sangre y muerte, Durius se desplazó de lado a otro como un hijo de la segadora, cortando los frágiles hilos que eran las vidas de aquellos hombres que habían jurado lealtad a la casa Basarab. En su juramento habían hallado su perdición y aquella noche sería su última noche y el filo de su espada el frío beso de la que no perdona. Uno tras otro, dieciséis hombres no verían el amanecer. Mas no todo era halagüeño.

Alcanzó a percibir la caída de Iacobus, y un gruñido bestial brotó de su garganta hambrienta. Su espada sajó el vientre de su última víctima esparciendo vísceras, sangre y heces por doquier, antes de saltar con inhumana precisión a al búsqueda de Maserrak. Como un murciélago de proporciones imposibles, mostrando sus colmillos en una mueca animal, precisó la posición de su aliado y se dirigió a él, haciendo caso omiso de un fuego que en otras circunstancias hubiera sido un severo obstáculo. Los fríos brazos de Durius abrazaron a Maserrak, cuyo fuego ardía y atravesaba sus ropajes, cuya sangre, bombeada por un corazón que creía iba a morir, tamborileaba frenética y exudaba su fragancia incluso a través de la piel. Y controlando el hambre, saltó. Una y otra vez. Hasta conceder al hijo de los Flambeau un magro pago a su sacrificio, a la pérdida de su compañero. Una oportunidad de vivir.

Corrieron. Y en su carrera el vampyr Basarab, vulgar y cobarde, huyó de la espada cuando el filo de Durius lo acarició, si bien anunció un nuevo encuentro en el futuro antes de correr como una puta tras el dinero arrojado al suelo.

Las monturas no conocieron descanso. Azuzadas por el miedo y el olor a sangre, galoparon por el bosque hasta el mismo alba. Fue el momento de las separaciones pues el ciclo de luz y oscuridad marcaba tal necesidad. Uno partió y el otro restó. Y en el profundo sueño del no vivo, Durius sintió la muerte patear sobre su corazón sin latidos.

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10/07/2014, 16:30
[RIP] Caballero Molensk Basarab, Sexto Hijo.

La batalla

La fatiga tras toda la noche en guardia, portando la armadura, se empezaba a hacer insoportable y a afectarme incluso físicamente. Me sentía agotado como hacía mucho que no me sentía.

De pronto, la alerta. No estaba preparado para el combate, pero aun así empecé a correr tras mis hermanos. Aquello era un caos. El cabeza de familia, Barakta y Glaatu salieron los primeros, mientras Iador y yo nos quedamos rezagados. La sucia rata de Adelmus desapareció. ¿Acaso nos había traicionado? En lugar de acudir raudo, desapareció escaleras arriba. No perdí tiempo y seguí corriendo, tan rápido como podía. Escuchaba el sonido de la batalla fuera.

Mi corazón dio un vuelco cuando al fin alcancé la puerta. Justo cuando yo salía, el bastado de Iacobus, el Caballero de los Cárpatos, acababa con Padre. Mis ojos no daban crédito a lo que ocurría. Glaatu luchaba contra el asesino del boyardo empapado en aceite, y Barakta se estaba cociendo literalmente en su armadura presa de unas llamas de origen desconocido. "¡En el torreón defensivo!", gritó, revelando la posición de su atacante. Miré hacia el torreón este y vi la puerta cerrada, pero me pareció ver movimiento tras una aspillera en el primero piso.

Pude ver a Durius deambulando por la Finca, pero no pude si no correr en dirección a mi Padre. El caballero de los Cárpatos fue atravesado por dos espadas, pareciendo que Barakta le había dado muerte al fin a aquel perro. Seguí avanzando sin parar mientras el que acabara con Iacobus nos instaba a dirigirnos al torreón y daba órdenes de despedazar lo que quedaba del enemigo caído.

Casi ni me di cuenta cuando Glaatu cayó. Aquello era un caos, una jodida locura. Pero no podía detenerme, o los demás caeríamos también como moscas. Ya habría tiempo para sentirlo, en ese momento la adrenalina recorría mis venas como el caballo de guerra del patriarca recorriera el campo de batalla. No había alternativa, así que entre los gritos, la confusión, la muerte y los incendios continué hacia el torreón dispuesto a acabar con quien allí hubiera escondido.

Iador se unió a mí en el camino al torreón mientras Barakta intentaba proteger el cadáver de Padre. ¿Pero qué...?. Si alguna locura me quedaba por ver aquella noche, desde luego era aquella. Padre regresaba de entre los muertos envuelto en las mismas llamas que atacaran a mis hermanos pocos instantes atrás. No podía ver bien la situación mientras avanzaba tan rápido como me permitían mi armadura y mi cada vez más aguzada fatiga.

LLegamos al fin al torreón este y tuvimos que derribar la puerta. La fatiga parecía desaparecer mientras más aumentaba el peligro (pues casi me alcanzan las cercanas llamas del pajas) y no dudé en embestir la vieja puerta de madera con toda mi fuerza hasta que cedió, quedando destrozada. Miré a mi hermano con confianza. Habíamos de salir de esta, acabar con ese hijo de puta de Maserrak. Estábamos decididos, no teníamos otra alternativa.

Alcanzamos el primer piso, pero era tarde. El mago debió subir por la escalera de mano que daba acceso a la parte superior del torreón.

-Piensa atrincherarse, Iador. No tiene escapatoria por arriba y, cuando prenda fuego a la escalera, estará sellando su única vía de escape. Quizá Durius pueda ayudarle en el tejado, pero creo que es arriesgado exponernos a las llamas. ¿Qué propones?

Iador observó la escalera y me dijo que me alejara. No tardé en darme cuenta de que estaba impregnada en aceite y por tanto era altamente inflamable. Por un momento pensé que era una locura: el calor del cercano pajar empezaba a causar efecto dentro de mi enorme armadura. Aquello podía significar nuestra propia muerte. Sin embargo, Iador ya estaba prendiendo el yesquero.

De pronto, un ruido me aletra. Un jodido alcón me atacó por la espalda, arañándome con sus afiladas garras. Empezaron a saltar chispas del metal cuando sus garras, que juraría que también eran de metal, entraron en contacto con mi armadura. Por suerte, no logró perforar el blindaje y salí ileso mientras tan misteriosamente como apareció, desaparecía.

-Ha debido tratarse de una brujería de Maserrak. Rápido, prende fuego a esa escalera y dejemos que sea pasto de las llamas.

Sentí el estallido de las llamas demasiado cerca cuando mi hermano prendió la escalera, gritando y pidiendo la rendición a Maserrak, sólo para obtener silencio como respuesta. Salimos de allí tan rápido como nos fue físicamente posible sólo para encontrar más locura en aquel caos: una cortina de fuego alquímico nos cerraba el paso para salir del torreón. Otro clavo más en el ataúd de la familia Basarab. ¿Es que aquella noche no terminaría nunca?

De nuevo la cabeza pensante de mi hermano me detuvo antes de saltar a través del fuego. Esperamos sólo un instante antes de jugarnos el pellejo para salir, mientras pasaba un poco el peligro, pues tampoco podíamos perder mucho tiempo o el torreón se nos podía venir encima. Preparé mi capa y sin pensarlo me lancé a través de la puerta en primer lugar. Apagué rápido las llamas de mi capa antes de que se extendieran, sólo para darme cuenta de que el peligro no había pasado en absoluto: el pajar estaba demasiado cerca y era ya pasto de las llamas, se podía venir abajo de un momento a otro.

Sin esperar a Iador, que saldría al instante, empecé a correr de nuevo hacia Barakta hasta reunirme con él. Malas noticias. Nuestro esfuerzo había sido inútil. El enemigo escapaba...

Notas de juego

 

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10/07/2014, 18:27
[RIP] Caballero Barakta Basarab, Cuarto Hijo.

El ataque que tanto esperaba comienza y la familia Basarab empieza a moverse para responder a la agresión. Desgraciadamente, no todos se mueven con la misma rapidez. Padre y Glaatu son los más rápidos en reaccionar. Yo les sigo algo mas atrás, mientras que el resto de mis hermanos van algo mas rezagados. El único que aún no se ha movido es Adelmus, y no sabe si interpretar aquello como una traición a la familia. En cualquier caso, no era el momento de pensar en ello.

Corre con todas sus fuerzas, esperando poder alcanzar su hermano y padre, pero no es lo suficientemente rápido para ello. Al poco rato oye el grito de Iador, advirtiéndoles de la trampa de afuera -como si fuera necesario tal aviso-. Y al poco rato oye el cántico en el piso de arriba de su primo -maldito bastardo-. Cuanto mas se aproxima a la puerta, oye los inconfundibles sonidos de una lucha. Con su arma y escudo preparadas, hace el último esfuerzo y esprinta con todas sus fuerzas hacia la salida.

Afuera, solo tiene ojos para la escena que se encuentra a su frente. Durius e Iacobus, el Primer y el Segundo Caballeros de la Corte del Duque. Padre se enfrenta a ellos con ferocidad, pero se encuentra herido por los golpes producidos por el Caballero de los Cárpatos. El Boyardo,  tenía una pierna rota y aún así y todo seguía luchando con suma ferocidad. Mientras, Durius cae desde el cielo, aterrizando con suavidad -¿como puede hacer aquello?- junto a la espalda de su hermano y atraviesa las costillas con su espada. Tras esto, ve como la espada de Iacobus cercena limpiamente la mano de su padre. Un grito de dolor y furia surge de la boca del cuarto hermano mientras carga contra Durius. Su hermano se gira con rapidez y lanza un potente tajo contra Durius, pero no da a ningún cuerpo, sino que su espada choca con la mía. 

¿Donde diablos se ha metido?- en un instante estaba entre los dos hermanos y en un par de segundos no estaba. Solo una sombra oscura ascendente fue lo que marcó su desaparición. Había saltado -o eso pensaba- con la celeridad suficiente para evitar aquel ataque y ponerse a salvo. 

Glaatu, cerca de mi- grita a su hermano. Si querían acabar con esas bestian debían permanecer y atacar juntos. Su Padre estaba malherido, pero aún aguantaba el tipo contra su rival. El resto de sus hermanos aún tardaban en llegar. Les necesitaban afuera. Pero su hermano no hace caso: se abalanza a ayudar a padre, lanzando un potente tajo contra su enemigo y logrando herirle. MALDITA SEA; VENID DE UNA VEZ- grita hacia dentro. Su vista no se apartaba de Durius. Se colocó en posición defensiva, esperando el ataque de su enemigo. Padre debía aguantar por el momento.

Él mientras tanto duda: no sabe si debe seguir a su hermano y ayudar a padre o por el contrario mantener la posición y esperar a ver que hace Durius. A lo lejos, el resto de sus hermanos y la guardia comenzaban a llegar. Tras ver como cae padre, decidió ir a ayudar a Glaatu y con un rápido movimiento, cargó contra el caballero de los Cárpatos.

Rechazo con mi escudo el vial de aceite que me lanza Durius desde el tejado. Y justo cuando doy un par de pasos, el suelo se agrieta a mis pies y de las grietas surgen unos tentáculos infernales de lava incandescentes que se filtran por los huecos de mi armadura. El escudo empieza a arder, por lo que tengo que soltarlo. Aguantó el dolor mientras detecto la presencia del ser que me ha lanzado aquel hechizo. Se encuentra en el torreón defensivo, bien atrincherado en el primer piso. No puede hacer mucho mas en esa situación, salvo aguantar aquel dolor y las llamas que quemaban su cuerpo. 

EN EL TORREON DEFENSIVO- gritó con todas sus fuerzas. Aquel escondido era el culpable del sufrimiento que estaba sintiendo en esos momentos.

A pesar del dolor, comienza a moverse a ayudar a Glaatu. Su hermano ha logrado dar un golpe fatal a Iacobus, el cual se encuentra muy malherido, pero aún con vida. Justo cuando parecía que su hermano iba a lanzar el golpe de gracia, la tierra se agrieta a sus pies y sufre el mismo ataque que él, pero con otro efecto: Glaatu muere carbonizado de aquel golpe. 

Con un rugido de dolor y furia, cargo contra Iacobus, y atravieso con mi espada con su vientre. El cuerpo de Iacobus cae al suelo. HERMANOS, ID HACIA EL TORREON, HACIA EL TORREON- grita con furia. Tras esto, mira al grupo de guardias que se encontraban cerca de él-acuchillad este cadáver, desmembrarlo y no paréis ¡¡vamos!!

Aprovecha aquel instante de respiro para regenerar sus heridas, que poco a poco comienzan a sanar. Tras esto, camina hacia el cuerpo de Padre, el cual aún se encuentra con vida, pero en muy mal estado. 

GUARDIAS, A MI- grito- rodead al Boyardo y protegedle- ordeno- intentaremos introducirle en casa cuando recupere algo de fuerzas- su padre no estaba en condiciones de continuar. Sus hermanos iban a por el enemigo. Esperaba que le alcanzasen y acabasen con él con suma rapidez. Aún quedaba otro en pie y posiblemente volvería a por ellos. Necesitaban ser cuantos mas mejor para ganar aquel combate. Mientras los guardias se acercan a Padre, él aprovecha para dar un pequeño paso al cadáver de Iacobus y cortarle la cabeza. 

Se acerca al Boyardo y recoge su cuerpo- Seguidme- grita al grupo de los guardias mientras avanza hacia la mansión. Y justo en ese instante aparece su primo. Comienzan a hablar pero la aparición de un halcón metálico detiene aquella conversación, puesto que aquella invocación estaba atacando al Boyardo. Deja el cuerpo en el suelo mientras ordena a sus hombres que carguen con el cuerpo y lo metan en la mansión. Desenvaina su arma y pide a su primo que le ayude a deshacerse de aquel pajarraco. No obstante, y a pesar de sus esfuerzos, el halcón logra atacar con certeza la cabeza del Boyardo, matándolo.

Arggg- grito de frustración mientras saltó y agarro con una mano al halcón, mientras que con la otra le arranco la cabeza .Hizo un gesto a los guardias. - Vosotros, introducid el cuerpo del Boyardo en la casa- tras esto, hizo un gesto a Adelmus. - Tú vienes conmigo. 

Sin embargo, tras decir esto, nota como un nuevo enemigo se acercaba... y ante aquella situación, prefería mejorar sus opciones.

Adelmus, sígueme- le dice a su primo mientras el pequeño grupo de guardias cumple sus órdenes- CUANDO DEJÉIS EL CUERPO DE PADRE SALID DE INMEDIATO-  grita a los otros guardias. El combate proseguiría, y necesitaría cuantos mas soldados mejor. Durarían poco, pero era carne de cañon que molestaría al enemigo- el resto, cargad contra el enemigo nada mas verle.  

Comienza a caminar en pos de sus dos hermanos, los cuales habían ido al torreón para atacar al enemigo escondido y el causante de la muerte de Glaatu. Sin embargo, su atención fue por otros derroteros. Un golpe seco y fuerte hace que se detenga y alce su arma, intentando ver que es lo que ha provocado tamaño ruido. A pesar de no poder ver nada, su instinto le dice que el enemigo había vuelto, -Durius-.

Adelmus, guardias, atentos- hace un gesto al lugar de donde había oído el ruido y se coloca en una posición defensiva, esperando a que el enemigo hiciera algún movimiento para luego él responder. No obstante, aquella posición no era necesaria: Durius había dado un potente salto donde al primer piso del torreón. Desde allí pudo oír como decía que iban a retirarse.

Adelmus le advirtió que huían hacia el norte y corrió tras ello. Él hizo lo propio, no sin antes avisar a sus dos hermanos por donde huía el enemigo. Aún así y todo, era imposible que les diesen alcance. No a pie desde luego. Optaron por ir a por sus animales para seguir con la persecución. Me quede atrás para organizar a los hombres. Luego alcanzaría al resto de sus hermanos.

Habían salido victoriosos de aquel combate, pero ¿a que precio?

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13/07/2014, 15:45
Maserrak de Flambeau.

Las puertas de la empalizada se abrieron y supe que ya no había vuelta atrás. El caballero de los Cárpatos se lanzó al ataque con su característica ferocidad, él sería la principal fuerza de ataque pues su valor en combate había sido ya demostrado con creces… tanto como su infamia y su desdén por las vidas de sus enemigos. Durius se perdió en la espesura de los terrenos de la mansión, aunque los alaridos de dolor de los desdichados guardias que protegían el lugar indicaban que aún estaba ahí.

Por mi parte, corrí tras Iacobus buscando objetivos para el fuego. Ese era el plan, reducir la mansión a cenizas y llevarnos por delante al Boyardo y todos los Basarab que pudiéramos. El pajar ardió al instante con el fuego alquímico que había conseguido preparar la noche anterior y, presumiblemente conseguiría prender muchos más objetivos. Descubrí el torreón tras el pajar y ante la inminencia de la respuesta de los Basarab , decidí tomar una posición ventajosa para poder descargar todo mi poder mágico sobre ellos. Atranqué la puerta por dentro para cubrir mi posición, y después escalé a toda prisa hasta las almenas de la torre.

Desde mi posición podía ver todo lo que ocurría a mi alrededor: Durius saciando su sed de sangre, el caballero de los Cárpatos luchando contra el Boyardo y sus hijos, el incendio del pajar que cada vez era más violento y Falke sobrevolando el lugar, siendo mis ojos…

Copiae terrae audierit vocem meam,
Ut ignis, apparet, usque ad mortem torrent
Oscula et amplectendo corpora letalis
Inimicos meos interfice, et ad extremum poenas
¡Ignem mortem!
¡IGNEM MORTEM!

Recité el salmo, que retumbó en mis oídos y se quedó grabado en mi mente. Sólo podía pensar en eliminar a esos bastardos que amenazaban la seguridad de nuestras tierras, no habría paz en Transilvania hasta que ellos murieran o fuesen capaces de eliminarnos por completo. El fuego comenzó a brotar bajo la armadura de uno de los hijos del Boyardo, el fuego purificador que lo carbonizaría más tarde con la ayuda del fuego alquímico.

Durius les empapó en aceite, Iacobus luchó con su espada cortando carne, piel y hueso y yo me encargué de quemar los restos, que no quedase más que la ceniza que un día fue un cuerpo vivo.  No había tiempo para cuestionarse la moralidad de mis actos, no hubo tiempo para planes, la magia surgió de mi hasta que estuve seco y consumido, hasta que no quedó ni una pizca de la valiosa quintaesencia que siempre me había esforzado en atesorar.

Muerte por todas partes, fuego propagándose por toda la mansión, el plan estaba funcionando. Me detuve un momento para ver el inerte cuerpo del Caballero de los Cárpatos, ensartado por multitud de espadas y siendo decapitado por el odio de los Basarab. Jamás derramaría una lágrima por tan infame caballero, que ni tan siquiera mereció el título que le había sido entregado. Nadie lo vio, pero una leve sonrisa asomó en mis labios…

“Púdrete en el infierno…” – pensé.

El Boyardo parecía muerto pero aún se movía, recuperándose poco a poco de sus heridas. Aquel hombre era la prueba viva del poder de la sangre de Transilvania y, irónicamente, su propósito era morir allí mismo, o de otro modo no podríamos prevalecer. Fue entonces cuando Falke atacó a uno de los caballeros, advirtiéndome de que estaban intentando atravesar los obstáculos que yo había puesto. Eso me dio una idea, una peligrosa idea pero que no dudé en llevar a cabo para garantizar un fin mayor.

“Amigo, debes acabar con el Boyardo… termina lo que yo no pude terminar…”

Falke se lanzó como un rayo hacia la cara del patriarca, inmóvil sobre la espalda de uno de sus hijos. Picoteó violentamente su cara hasta sacarle los ojos y arrancarle el hilillo de vida al que aún se aferraba. Falke mató al Boyardo y eso acabó con su frágil vida.

Sentí que me arrancaban el corazón del pecho cuando el caballero lo aplastó entre sus manos. Sentí lo que debe sentir un niño al ser arrancado del útero materno, abandonado en la oscuridad, sin compañía alguna. Sangré, lloré y grité, y en ese mismo instante una parte de mi murió definitivamente.

“Te has llevado un trozo de mi corazón… a cambio me has entregado tu vida, amigo… tu sacrificio no será en vano, lo juro”

Me llevó una eternidad recuperarme, y para entonces los hijos del Boyardo ya intentaban alcanzarme. Haciendo acopio de todas mis fuerzas derramé el contenido de uno de los viales de aceite sobre las escaleras. En cuanto aparecieron la escalera quedó envuelta en llamas, impidiéndoles avanzar. Pero tal era mi rencor por la muerte de mi amigo que decidí no dejarles escapar. Arrojé el último de los viales sobre la puerta de entrada y después una antorcha que lo haría arder. Encerrados entre fuego y fuego quizás perecieran por haber intentado atraparme.

El resto es confuso y vago. Durius me sacó de la torre de un salto, después corrimos en busca de los caballos y huimos hasta que yo ya no pude más. Me he despertado en el castillo, a salvo aparentemente. Aún estoy herido, más de lo que cualquiera pueda percibir, pero siento que hemos ganado de algún modo… Si, en efecto, pero… ¿A qué precio?

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13/07/2014, 17:04
[OUT] Iduma Basarab.

Transilvania es una tierra de lunáticos en donde Dios revela su mueca más grotesca y arbitraria. Y esta noche en especial tiene que haber sido una magnífica visión para aquél que lo mira todo desde lo alto.

Tres sicarios, bajo la pérfida sombra de Gyula Kadar, irrumpieron sin incovenientes en la mansión de mi familia. En la batalla que sucedió luego, sufrieron enormemente contra sólo un tercio de los caballeros del infame boyardo, a quien lograron asesinar antes de emprender una muy miserable huída, que intenté hacer mía también, sin éxito.

Mis brutales primos tienen hoy una muy grata victoria entre sus manos. Blaatu Basarab, el principal aliado de los invasores magyar, es ahora tan sólo una pedazo de carne inerte y a medio descuartizar por las bestias. Atrás queda un reinado de necedades que favoreció descaradamente a los enemigos de la familia.

Si la misión ducal buscaba dar un golpe demoledor a las ambiciones Basarab, el asalto a la mansión ha sido todo lo contrario. Los hombres de Gyula Kadar quitaron de la escena a un líder demente y mediocre como Blaatu, en favor de su hijo Iador. Hay un abismo de diferencia entre ambos hombres, aún cuando la sangre sea la misma.

Ya no podrá jamás Gyula Kadar esperar que un imbécil Basarab perdone la vida de sus insensatos esbirros. El hijo del finado boyardo es tan cruel y sanguinario como su padre, pero la demencia no se ha apoderado de su mente todavía. Sólo por eso, la guerra ha de extenderse durante mucho tiempo más, para desgracia de estas sufridas tierras.

Y así como las posibilidades se abren para mis primos, se cierran en cambio ante mis ojos. No hay lugar para mí entre los Basarab, tampoco entre la enajenada turba de Kadar. Ni siquiera podría ya regresar a la iglesia y pretender que todo lo ocurrido terminara algún día en el olvido. No, las únicas salidas a esto son el exilio o la muerte, y entre ellas delibero mientras las llamas se extinguen a lo lejos y el alba reclama otra vez la tristeza de mi sueño.