Partida Rol por web

Pau nunca había sido muchacho de armas, sino de mollera y recogimiento. En el mismo momento que los soldados salieron a su paso, no tuvo tiempo de hacer o pensar nada y, asustado como estaba, solo fue capaz de dejar caer el velón al suelo y alcanzar a sacar su cuchillo. Aquel con el que se dedicaba a afilar las plumas y nunca había osado levantar contra nadie.

Nervioso dirigió su cuchillo asestando dos puñaladas contra aquel que tenía en frente.

— ¡¿Lluisa?! —Gritó incapaz de estar pendiente de nadie más, mirando con pánico las sombras que proyectaba el cirio sobre aquel hombre y la sangre brollar de aquellas heridas.— ¡Deixeu-nos!

La contienda continuaba, y Bernat no pudo esquivar el ataque del guardia al que se enfrentaba, que aprovechó para clavarle la lanza en el brazo derecho. El filo logró hacerle un corte sangrante, aunque no lo suficiente como para causarle daños mayores. Mientras tanto, Teolfo trató de clavar su cuchillo en el abdomen del soldado, pero erró en su ataque. La suerte tampoco acompañó al guardia al que se estaba enfrentando, pues tampoco logró acertarle con la lanza al joven soldado.

Uno de los guardias cargó también contra Lluisa, que al tratar de bloquear su ataque se le escapó el hacha de sus manos, pero la falta de luz le pasó una mala jugada al guardia y acabó clavando su lanza en la pierna derecha de uno de sus compañeros.

-¡¿Pero qué estás haciendo pedazo de idiota?! -bramó dolido el soldado.

Aturdido, el soldado trató de socorrer a su compañero, algo que le daría una oportunidad a Lluisa de contraatacar.

Por su parte, Pau, quien rara vez había empuñado un arma, consiguió apuñalar a uno de los guardias, pero este, furioso, se giró hacia el muchacho para atacarle. 

Teolfo había intentado sin éxito de clavar sin éxito su cuchillo en el cuerpo del soldado, aunque el guardia contra el que se estaba enfrentando tampoco había conseguido herirlo con su lanza, por fortuna para Teolfo. La mala suerte acompañaba a ambos, lo que permitió que Teolfo tuviese una nueva oportunidad de lanzarse contra el soldado para apuñalarlo con el cuchillo.

En esos instantes, Teolfo estaba completamente centrado en el enfrentamiento contra aquel hombre del conde, sin prestar gran atención a sus compañeros. Necesitaba obtener la lanza del soldado contra el que se estaba enfrentando. Solo así quizá tuvieran una ventaja contra aquellos guardias.

-¡Maldita bruja!, ¡cierra esa boca de serpiente!

-¡CÁLLATE, IMPÍO! In nomine...

Llanos iba a repetir su embrujo, pero esquivar el lanzado del soldado le robó el aliento de los pulmones, y aquella interrupción la desconcentró.

Lluisa escuchaba desconcertada a su hermano llamarla, mientras perdió su arma. Al ver al soldado atacar a su compañero por error se recompuso y intentó atestarle un nuevo golpe. Bajo la tenue luz y con el tremendo caos de golpes intentaba infroctuosamente buscar a Pau, para protegerlo si así lo necesitaba.

Bernat apretó los dientes debido al dolor que le causó el lanzazo del guardia. Intentó devolverle la gracia, pero una vez más no logró alcanzar a su adversario. Maldijo para sus adentros su situación y el viaje que le había llevado a ella, esperando que las palabras que había pronunciado Llanos fuera un simple intento de asustar a los guardias. No sabría que pensar en caso de otra alternativa.

Al ver brotar la sangre se bloqueó y podría haber recibido por ello una herida certera de su atacante, pero lo cierto era, que sin saber bien cómo pudo apartarse a tiempo de un sorprendente salto hacia atrás. Hasta él mismo no sabía ni cómo lo había hecho. El problema fue que había quedado tan atrás, que cuando volvió a lanzar el ataque al aire con su cuchillo a la desesperada falló por completo.

Tenía una pequeña crisis existencial, pues Pau nunca había sido una persona que se defendiese de ese modo, su arma siempre había sido la palabra pero tenía bien claro que en esta ocasión era atacar o morir. Como también sabía que le pesaría en el alma durante un tiempo a pesar de todo.

El combate continuaba y cada vez se iba volviendo más encarnizado. Llanos había vuelto a intentar lanzar sus hechicerías sobre el soldado, pero le era imposible concentrarse en medio de aquel barullo. Por desgracia, el soldado comenzó a avanzar hacia ella con lanza en mano dispuesto a golpearla. Teolfo, en cambio, había logrado clavar su cuchillo en la pierna derecha del soldado de forma profunda, jurando haber llegado a rasgar incluso el hueso. El bramido del soldado fue ensordecedor. 

-¡Aaaaaaagh, maldito seas! -bramó el soldado en un intento fallido de clavar su lanza en el joven.

Bernat seguía manteniendo a raya a su adversario, pero sin grandes avances y sin que la suerte lo acompañase. Lo mismo ocurría con Pau, aunque la herida que le había causado al soldado comenzaba a pesarle.

Por su parte, Lluisa aprovechó para atacar al soldado desprevenido. Su hacha acertó, pero apenas consiguió hundirse en la piel del soldado. Él en cambio, movido por la furia y la frustración de haber dañado accidentalmente a su compañero, se giró hacia Lluisa y fue a golpearla con una fuerza monstruosa. Sólo Dios podría ayudarla en un momento como aquel.

Llanos recibió el golpe del soldado, pero la bruja se tomó aquello como una oportunidad. Ahora que lamentablemente tenía al hombre más cerca, alzó una mano manchada de su propia sangre hacia él, le tomó de la nuca, y susurró junto a sus labios.

-Estás maldito, cristiano, pues sabes que has vendido tu alma por trabajar para el conde. Ahora deberás ganarte el Cielo de nuevo: sácanos de aquí.

Lluisa intentó parar el golpe certero del guardia .Su hacha chocó con la del soldado, por un momento parecía que lo lograria pero su arma se venció con la insistencia y saber del joven, se resbalaba ante la fuerza de este y al final sucumbió a esta.

Teolfo había conseguido herir al guardia contra el que se enfrentaba, aunque el soldado no terminaba de caer derrotado al suelo. Cuando el lancero volvió a atacarle, Teolfo pudo esquivar su golpe con facilidad, y acto seguido volvió a la carga, buscando tratar de apuñalar al soldado en el pecho con su cuchillo. Mientras atacaba a su oponente, Teolfo mantuvo todo su cuerpo y músculos en tensión, buscando hacer lo posible por deslizar su arma blanca en el cuerpo de su adversario.

Pau esquivó ágil, sin saber muy bien cómo todavía y volvió a lanzar a la desesperada el cuchillo hacia adelante. Sin embargo en ese momento vio por el rabillo del ojo caer a su hermana y su concentración le hizo perder el tino. Mirando asustado hacia ella, sin perder de vista al soldado que lo atacaba.

Teolfo clavó el cuchillo de nuevo en la piel del guardia, pero su grito apenas pudo distinguirse cuando la voz de Llanos se volvió imperiosa y terrible, resonando el aquel túnel oscuro y tenebroso. El soldado que tenía delante hizo una mueca de terror y se paró en seco con las piernas tambaleantes. Miró hacia los lados, temerosos y tratando de evitar la mirada directa de la bruja.

-Sacaros... sacaros... no, no puede ser, el conde me matará -murmuraba tembloroso para sí mismo.

Finalmente, ignorando a sus compañeros, el soldado comenzó a dirigirse hacia la trampilla que daba al bosque, pero la voz de otro soldado se alzó por encima del resto; era el que se estaba enfrentando a Lluisa, que había logrado golpearla con tanta fuerza con la lanza que la había dejado inconsciente.

-¡Desarmaos todos ahora mismo!, o le desarmo el cuello -gritó mientras apuntaba con el filo de su lanza a la garganta de la joven.

El resto de soldados, malheridos y cansados, dejaron de atacar para adoptar una posición defensiva, esperando que aquellos desdichados hiciesen caso a su compañero.

Teolfo había conseguido apuñalar nuevamente a su oponente. En medio del enfrentamiento, el guardia estaba seguro de que no le sería difícil arrebatarle la lanza de sus manos al soldado y lanzarse contra los demás. Era un buen combatiente y, desde la llegada de los hombres del conde, había entrenado junto a ellos, por lo que sabía que podía medirse contra ellos.

Sin embargo, al ver que uno de los soldados apuntaba con su lanza a la garganta de Lluisa, Teolfo se detuvo en seco. Un solo movimiento brusco o amenazante y la lanza del soldado se hundiría en el cuello de la joven. No dijo una palabra, mirando a sus compañeros, en especial a Pau, sabiendo que la vida que estaba en juego era la de su hermana. No podían actuar a lo loco en esos momentos o la joven moriría.

Pese a ello, Teolfo aún no bajó el cuchillo, sabiendo que estar armados era lo único que les mantenía a todos con vida.

Seguía dejándose en ridículo a sí mismo con aquél palo, si cualquiera de sus conocidos de armas le viera seguramente tendrían para reír de aquí al Juicio Final. Aun así, estaba dipuesto a seguir intentándolo junto a sus otros compañeros, pero la mayoría de ellos no estaban teniendo mejor suerte. La chiquilla que acababan de conocer quedó derribada tras un fuerte golpe, y tras aquello terminó todo.

Lo tenían todo en contra, y Bernat tampoco iba a permitir que la hermana de Pau muriera allí y de aquella forma, frente a él. Dejó caer el palo al suelo, puesto que de todas formas no iba a conseguir nada con él, esperando que los guardias cumplieran también. No sabía que órdenes les había dado el conde ni que destino tenía pensando para ellos, pero esperaba podérselas ver con él de nuevo... a poder ser, en igualdad de condiciones.

-¿Acaso deseas sufrir el peor de los destinos en el infierno, insensato? -Exclamó Llanos, señalando al guardia que sujetaba a la inconsciente Lluisa- ¡Si no la sueltas, desataré toda mi furia sobre vosotros! ¡Os maldeciré a todos, y toda clase de infortunios os perseguirán hasta el día del juicio! ¡Toda vuestra línea de sangre quedará maldita!

Sin embargo, nerviosa por el destino de Lluisa y de sus compañeros, durante la declamación de su maldición interrumpió el contacto visual mientras Bernat y Teolfo tiraban las armas. Sólo podía contar entonces con el guardia a quien había embrujado ya, esperando que interviniera por ellos.

 i Pau hubiese sido un buen guerrero, si al menos fuese fuerte o supiese hacer algo más allá de manejarse entre libros y más libros, tal vez habría podido ayudar más en aquella extraña batalla que se había sucedido allá abajo en los túneles. Pero no era así, no era un buen guerrero, no era fuerte, no podía defender ni a aquellos a quien quería y en cuanto escuchó a aquel soldado gritar, en cuanto vio por el rabillo del ojo a su hermana en el suelo se le vino el mundo encima.

— ¡No! ¡Deixeu-la per favor! —Gritó levantando las manos en un gesto que trataba de ser conciliador.— ¡No li feu mal! No ens feu mal... Lle-llençare'm les armes, per favor —suplicó, mirando entonces a sus compañeros con el miedo pintado en los ojos, mirando también a Llanos mientras respiraba entrecortadamente—. Ho farem...

En un gesto lento y comedido bajó sus manos hasta el suelo para soltar el cuchillo. Una rendición a tiempo era mejor que la muerte, aunque Pau no estaba del todo seguro si sería mejor que lo que les deparaba caer en manos del conde después de conocer todo aquello que habían visto.

— ¿Puc acostar-me a la meua germana?

El soldado miró con furia a la bruja cuando esta trató de hechizarle. Estuvo a punto de clavar el filo en el cuello de Lluisa, pero las palabras de Pau calmaron su ánimo.

-Vaya, veo que al menos el monje parece un poco más cabal -dijo con rabia. Las heridas todavía le dolían.

Mientras tanto, el soldado hechizado por Llanos se dirigió a la trampilla que daba al bosque, desorientado y asustado por la orden de la bruja.

Tras ellos, una voz ronca y cruel resonó en las profundidades del túnel.

-Vaya, vaya, es increíble todo lo que había oculto bajo la capilla.

El sonido de numerosos pasos comenzó a escucharse en la oscuridad y pronto apareció el cruel capitán Álvarez acompañado de varios de sus hombres. Estos avanzaron rápidamente y rodearon al grupo, apuntándoles con las lanzas en todo momento. Dos de ellos llevaban amarrados a los capellanes Claudio y Ramir, que tenían los rostros ensangrentados y con varios moratones.

-Enhorabuena Rodriguez, teníais razón con la trampilla del bosque -le dijo a uno de ellos.

El capitán se acercó para ver de cerca al grupo, examinando detenidamente a cada uno de ellos con un gesto de desprecio, en especial cuando miró a Teolfo, hasta que finalmente se detuvo en Lluisa, que seguía inconsciente en el suelo.

-A esta no la conozco, pero el resto están todos: la bruja, la curandera, el soldado, el monje y el caballero -sonrió con crueldad para sus nuevos prisioneros-. Espero que lo hayáis pasado bien espiando y huyendo de la autoridad, porque vuestra aventurita de mierda acaba esta misma noche.

Se giró hacia sus soldados.

-Encadenadlos, nos los llevamos al castillo ahora mismo, donde se enfrentarán a la justicia del conde...

Continuará...