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CAPÍTULO III - SI EL CUCO NO CANTA ENTRE MARZO Y ABRIL, O EL CUCO SE HA MUERTO O EL FIN VA A VENIR

Aquella mañana, los pobres desaventurados despertaron algo más pronto de lo que sus cuerpos habrían deseado tras el agotador día de ayer, pero había que ponerse manos a la obra antes de que la alargada sombra del conde les tomara ventaja. Además, aquella caverna fría y oscura no era el lugar más agradable para dormir, así que no pasaron buena noche. No obstante, parecía que los capellanes ya llevaban un rato despiertos. 

Desde arriba el cantar de las oraciones les llegaba a sus oídos, así que debían de estar en la primera misa del día. Aquella música producía cierto malestar en los corazones de Llanos y Leonnie; una señal de que no debían permanecer bajo aquellos muros sagrados durante mucho tiempo más.

En ese momento entró Don Claudio Parra en la estancia. Iba ya ataviado con sus ropajes habituales de capellán Por su cara de preocupación no parecía traer buenas nuevas.

-Sent dir que hi ha hagut un canvi de plans. El soldat Teolfo encara no ha aparegut, així que no sé quant temps podrem esperar. D'altra banda, m'agradaria que Pau es quedés aquí; hi ha hagut un problema aquest matí amb el que crec que podria ajudar-me.

Conforme lo acordaron ayer, Bernat y Leonnie irían tras el misterioso caballero, mientras que Llanos y el soldado irían a ver a la criatura de la espesura. Puede que enviar a Llanos sola pudiese parecer una locura, pero ella había crecido en aquel bosque y se había imbuido en su poder. Quien sabe, puede que incluso ya se conociesen.

-Serà millor que us prepareu ja per a eixir. 

CAPÍTULO III - SI EL CUCO NO CANTA ENTRE MARZO Y ABRIL, O EL CUCO SE HA MUERTO O EL FIN VA A VENIR

Al contrario que sus desaventurados compañeros, Teolfo pudo dormir en su casa tranquilo, sin una orden de búsqueda que le atormentara. No obstante, al igual que ellos, tendría que despertarse temprano al día siguiente para cumplor con la misión.

Cuando el joven soldado se despertó a la mañana siguiente, sus padres todavía permanecían en casa, aunque no tardarían en ir a la misa de las mañanas. En varias ocasiones estuvieron tentados de preguntarle a su hijo qué era lo que le había mantenido tan ocupado aquellos días, o si sabía algo más sobre aquellas personas desaparecidas, pero prefirieron no entrometerse. 

Teolfo acabó de prepararse; se iba a volver a aventurar en aquel impío bosque y aquello no sería una tarea fácil. El frío, las bestias y las criatruas ignotas y misteriosas que lo poblaban eran una amenaza que no debía subestimar. No obstante, nada más salir de casa, descubrió que no hacía falta irse a la espesura para ver a un lobo mal disfrazado de persona.

El cruel Pablo Álvarez, capitán de los guardias del conde, le estaba esperando apoyado en el muro junto a la puerta de su hogar. Estaba jugueteando con una daga entre sus manos, aunque cuando se percató de que Teolfo había salido de casa la guardó. 

-Así que es aquí donde vivís, joven Teolfo. No tenéis mala casa -dijo con su desagradable voz-. De normal no me intereso si mis guardias viven en un puesto para soldados o en sus propios hogares, a menos que llamen mi atención, y vos la habéis reclamado bastante. 

CAPÍTULO III - SI EL CUCO NO CANTA ENTRE MARZO Y ABRIL, O EL CUCO SE HA MUERTO O EL FIN VA A VENIR

Con los temibles sucesos que iban a acontecer pronto, Don Claudio había rogado a Dios por algo más de ayuda para poder enfrentar al Conde. Pocas veces el Señor había escuchado sus palabras, ya que tanto el pueblo como la capilla estaban a rebosar de malos pecadores. No obstante, aquella mañana, cuando apenas se distinguían las luces del Sol en el este, el capellán abrió la puerta y allí se encontró a quien menos se esperaba ver.

Lluisa, la muchacha que años atrás partió del pueblo, estaba ahora a las puertas de la capilla con un aspecto enfermizo y deplorable. Parecía una eternidad desde que se había marchado, pero ni mucho menos el suficiente para que tuviese los cabellos blancos como los de una anciana. 

-Oh, valgame Déu! -exclamó Don Claudio al ver a la muchacha-. D'on has sortit xiqueta?

La arropó con sus mantos y la condujo al interior para que se resguardara del frío matinal de finales de marzo. Dentro la estancia estaba muy oscura; todavía no había luz solar suficiente para iluminar los tenebrosos interiores de aquella antigua capilla, muy diferente a las luminosas iglesias del vidrioso estilo actual.

Una vez dentro, Don Claudio la acompañó a una pequeña habitación situada en uno de los laterales. Todavía no había llegado nadie para misa, pero el otro capellán, Don Ramir, se estaba preparando ya para dar el sermón. 

-Com és que has aparegut ara?, On has estat? -preguntó el capellán nervioso.

Habían sido muchos años de dudas y preguntas de dónde y cómo se encontraría la pequeña Lluisa.

La muchacha se quedó parada en el linde de la puerta asimilando que había logrado llegar hasta allí, donde el tiempo parecía que se había quedado anclado en el momento que ella partió.

-Estic de veres ací?- Lluisa entró a la alcoba y alargó su mano derecha hasta el pomo para cerrar la puerta -Estic de veres ací...- soltó la argolla del pomo deslizando su mano por la superficie de madera de la puerta, cuando se giró hacia Claudio una lagrima recorria su cara dejando una marca donde antes cubría el polvo del camino -Oh, Pare Claudio, no sap l'infern que he tingut que passar fins aplegar fins aquí, creguim Deu que pensés que no aplegaria més no m´ha mancat l'esperit d'intentar-ho- por un momento la joven dudó si contarle al pobre hombre que le había pasado durante su viaje y enmudeció pero ante la cara del capellán no pudo decir más que una verdad sin entrar en detalles -Vosté no sap com és de fora de dur viure, i si ho sap ja es pot fer una idea. He fet coses de les que no em sento orgullosa, Pare, i m'han pagat amb la mateixa volta...- 

La joven Lluisa sollozaba levemente, en parte por librarse del peso del camino, en parte por haber traicionado a su mentor con sus actos delictivos y en parte por todo el mal que había recibido, estaba convencida que aquella debilidad que tenía era un mensaje de Dios para que rectificara en su camino pero había algo oscuro en ella que la llamaba a ufanar lo ajeno, a veces necesitandolo, a veces siendo un capricho frugal o sin importancia. 

Mientras sorbía los mocos, empezó a oir un suave murmullo de la gente que respondía a la liturgía. 

Al viejo capellán le dolió oír las palabras de su antigua pupila. Algunos de sus peores temores se hicieron realidad, aunque al menos le reconfortaba saber que, a fin de cuentas, ella estaba viva. Era evidente que tenía un gran dolor en el alma, pero esas heridas podrían ser sanadas. Al menos estaba en el lugar adecuado, aunque no en el momento adecuado.

-No et preocupes xiqueta, aquí estàs fora de perill -le dijo para reconfortarle-. I siga el que siga que hages fet allà fora, la teua ànima podrà ser restaurada dins d'aquestos murs.

Al capellán se le hizo un nudo en la garganta. ¿Cómo le iba a contar lo que estaba pasando allí con todos los pesares que tenía encima la pobre muchacha? Pero era algo innegable, pues más pronto que tarde el mal les iba a alcanzar. El pueblo ya no era el mismo desde que Lluisa había partido años atrás; ni el gobernador ni su familia eran los mismos, ni tampoco pertenecían en el mismo reino que antaño. Dios había abandonado aquellas tierras a merced de aquel demonio. 

-Les coses han canviat molt ací, en Quart de Sacre -dijo con una voz angustiosa-. Tenim molt del que parlar, però crec que el millor serà que acabes d'assentar-te ací.

 a  noche había sido fría y, al menos para Pau, había estado repleta de demonios. Cada vez que lograba conciliar el sueño aquella bestia se le aparecía una y otra vez, haciendo que despertase sobresaltado, faltándole el aire. A veces lograba atraparlo, otras escapaba herido, lo que no dejaba de escuchar era el llanto del niño, del hijo de Llanos. 

Dejando de lado el frío no lograba estar del todo cómodo, aquella estancia poco tenía que ver con la solitaria celda de la que disponía en la universidad excepto por la austeridad. Logró caer en un profundo sueño poco antes del alba, momento en el que despertó escuchando los cantos de la congregación. Hacía tiempo que había salido de viaje y empezaba a echar de menos aquel modo de despertar, la melodía que entonaban los monjes traspasaba los muros, los túneles y las paredes de su corazón, se le hizo conocida y cálida así que su despertar fue agradable considerando las circunstancias.

Se incorporó sobre la cama, arrebujándose en su capa carmesí y evitó mirar hacia el rincón donde descansaban las mujeres.

- Bon día -dijo con voz suave, al entrar su padre en la estancia se levantó en señal de respeto aunque lo miró con curiosidad y extrañeza a partes iguales, no preguntó, se limitó a asentir-. Clar pare, el que a vosté li calga. 

En comparación con aquella gruta secreta, la cama en la que había dormido brevemente arriba en la capilla había sido como dormir en la alcoba del mismísimo Papa. Apenas pudo pegar ojo debido al frío y la herida, y cuando por fin llegó la hora de ponerse en pie, le dolieron todos los huesos de su cuerpo. Ya no estaba para aquella clase de incomodidades.

Frunció el ceño ante las noticias que les trajo el capellán, que Teolfo no estuviera allí con ellos no era buena señal. Y aunque le aliviaba saber que Pau se quedaría atrás y a salvo, no le gustaba la idea de que la mujer rubia fuera sola por el bosque. No obstante, no podían demorar más. 

De todas sus pertenencias, contaba tan solo con sus ropas y con la espada robada, por lo que de inmediato estuvo listo — Quan vos ho estigau — le dijo a la morena, mientras terminaba de atarse el arma al cinto.

La joven muchacha se quedó observando al párroco mientras hablaba, notó su pesar y no pudo más que avergonzarse de ser la causa de ello, pero aceptó su ayuda y su acción de reconfortarla. En cuanto su última afirmación la puso en tensión al ver su angustia, fuera lo que fuere parecía importante por la comparativa de Don Claudio.

-Non Senyor, què és el que acompleix? Tal vegada és que els arbres no han donat tot el seu fruit aquest any? Alguna malaltia assola el nostre poble? O és alguna bestiola salvatge que s'emporta els animals dels pastors?- Lluisa había dicho las tres primeras cosas que recordaba que hubiesen pasado durante su vida en Quart de Sacre -Digueu-me que ha canviat en el meu viatge i tal vegada ajudant-vos pugui netejar la macula de la meua anima per al senyor...- 

Teolfo se mostró sorprendido al ver que el capitán Álvarez estaba esperándole apoyado en el muro que había junto a la puerta de su casa. Aquello desde luego le dio mala espina. Quizá estaba tentando demasiado a la suerte al estar ayudando a Don Ramir, Leonnie y Llanos.

-¿He llamado vuestra atención, capitán? -Teolfo trató de mostrar la mayor tranquilidad posible al dirigirse a su superior, sabiendo que estaba jugando con fuego-. Espero que sea para bien, señor...

La noche de Llanos no había sido diferente a la de sus compañeros, excepto en que el desvelo de ella había sido voluntario. No podía dormir, no después de lo que Pau le había contado, después de saber que su pequeño estaba encerrado, solo y asustado en una mazmorra, a merced de cualquier cosa que pudieran hacerle. Así pues, sólo había dormido en aquellos momentos en los que el agotamiento había hecho presa de ella, y los párpados se habían cerrado en contra de su voluntad.

Al despertar con el cántico de los monjes, Llanos esbozó una mueca, y sintió algo caliente y líquido resbalándole por la nariz. Al retirárselo con el reverso de la mano, se dio cuenta de que era sangre. Su mueca se agravó. 

-Si no voleu res més, jo me'n vaig ara -replicó, tratando de contener su hemorragia nasal con un pañuelo.

-¿Para bien? -dejó escapar una pequeña risa sarcástica-. Es verdad lo que dicen de vuestro sentido del humor, aunque de poco os va a servir ahora.

Se acercó unos pasos. Lentamente, su gesto más animado empezó a volverse más amenazante, lanzándole al soldado una mirada de absoluto desprecio.

-Ayer teníais una jornada libre, ¿por qué la ibais a desperdiciar yendo al bosque? violando además las leyes de nuestro pueblo, ¿os recuerdo que nadie puede ir salvo que haya una orden del conde, no? Aunque eso no es lo más grave, en absoluto- se tomó una pequeña pausa antes de continuar-. Justo ayer mismo se buscó a bastantes delincuentes en el bosque, y vaya por donde, se os encontró justo al lado de la cabaña de esa bruja de Llanos. Decidme, ¿Qué hacíais allí?

No había pasado buena noche, aunque parecía ser algo que todos habían sufrido. Demasiados pesares ocupaban mi cabeza, demasiadas preguntas sin respuesta, pero si había suerte, aquel día lograrían dar respuesta a algunas.

Aún somnolienta, pero preparada para todo lo que se me pusiera por delante, me acerqué al grupo con el que partiría en aquella misión que se nos había encomendado. Tenía mucha curiosidad, y ganas de partir, no creía en las casualidades, y sabía que aquel caballero estaba relacionado con todo aquello, tenía que estarlo...

- Cuando digáis  - fueron mis palabras para indicar que ya estaba preparada.

El capellán asintió con la cabeza.

-Aneu cap al final del túnel fins que doneu amb la trampilla. Sortireu a bosc, prop de la cabanya de Llanos, així que aneu amb molt de cura; encara podria haver guardes vigilant.

Se apartó para dejarles pasar y esperó a que Pau se reuniera con él. 

-Trobeu el cavaller i la criatura. Quant arribeu a un acord, ja sigui per a bé o per a mal, torneu ací més aviat possible. El temps corre en contra nostre.

Don Claudio no tenía ni idea de por donde empezar a contar.

-Es podria dir que estem tenint problemes amb el nou senyor de Sacre -suspiró-. No, problemes no... més aviat, estem tots en un greu perill per culpa seua.

«Encara he de preparar i parlar amb els altres ... Déu meu, estic molt vell per això» -pensó.

El capellán se alzó. Quizás algo de ayuda para poner en contexto a la joven Lluisa le vendría bien, y ahora mismo en aquel lugar estaba la persona indicada.

-Ara tornaré. Espereu aquí -dijo antes de salir de la sala.

-Aquest matí hem tingut una visita inesperada -le iba diciendo Don Claudio a Pau mientras le guiaba a través del oscuro túnel-. He pensat que li aniria bé veure una cara coneguda.

Subieron por la trampilla y llegaron a una de las salas de la capilla. Para salir a la nave central, Pau tuvo que ir encapuchado para que nadie le reconociera, aunque nadie de los que habían ido a la misa temprano le prestó atención. Entraron en otra sala, donde el día anterior habían tenido que atender al malherido Bernat, pero ahora era otra persona quien ocupaba el lecho. Una vieja amiga de infancia. 

Lluisa, a quien no veía desde hacía años, se encontraba allí, maltrecha, algo desnutrida, y con el pelo canoso y deshecho.

El camino hacia el otro extremo del túnel era más largo de lo que parecía. Tanto, que llegado cierto momento no se veía ninguno de los dos extremos del pasillo, dando la sensación de que estaban atrapados en una oscura gruta sin fin. De vez en cuando encontraban bifurcaciones, pero ya sabían que no debían desviarse. La única luz que tenían eran dos antorchas que les había dejado Don Claudio para que no tuvieran que atravesar aquel lugar en la completa oscuridad. ¿Quién había construido aquel lugar? solo Dios lo sabría...

Finalmente, llegaron al final del conducto, donde una escalera se alzaba hasta la trampilla. Los desdichados aventureros colocaron las antorchas en unos apliques de las paredes y subieron. La luz del exterior les cegó por unos instantes, pero cuando sus ojos se acostumbraron a las luces del amanecer, se encontraron en aquel viejo y desdichado bosque.

Ahora tendrían que dividirse.

LLuisa se quedó ojiplática al ver a su amiga de la infancia después de tanto tiempo, aquella situación desbordó el raudal de emociones que estaba viviendo, tanto que se echó a llorar mientras corría como bien podía en su situación.

-Pau... Pau!!- se sorbió los mocos sonoramente -L’he enyorat moltíssim durant aquest temps! Com ha anat en el vostre estudi? Es porten bé en la universitat? Conta'm que hi feu ací...-

La chica hizo todo ese tropel de preguntas en parte porque quería saber la respuesta y en parte porque no quería responder las suyas propias, no al menos delante del párroco.