Partida Rol por web

-El capitán me dijo que necesitabais abasteceros aquí -comentó Damià.

-Sí, lo sé. Adelante, pasad -dijo el soldado.

El amable posadero empezó a cargar las cajas desde un carrito que había traído, repletas en su mayoría de frutas, panes y algo de queso. Mientras las entraba, lanzó una mirada a Teolfo durante un breve instante, como si quisiera decirle algo. 

-Sé que el capitán diho cuatro cahas, pero no me quedan más, sólo podré proporcionar tres.

-Da lo mismo. Venga, cargadlas todas.

-¿Podréis ayudarme? mi espalda ya no es lo que era.

El soldado refunfuñó, pero no tuvo más remedio que hacerle caso. Crujió sus dedos y alzó la de la fruta, que parecía la más pesada.

En ese momento Teolfo percibió un movimiento extraño en Damià. Parecía que, mientras el soldado se cargaba encima la caja, algo había caído al suelo y el posadero rápidamente lo había chafado con su bota. Se inclinó para coger la caja con quesos y miró al guardia.

-Vamos al almacén -le dijo el guardia.

Damià se demoró unos instantes, y antes de avanzar hizo un movimiento con la pierna para deslizar el objeto que había bajo su bota hasta la celda de Teolfo. Al acercarse, el joven soldado pudo ver que se trataba de las llaves. 

Asistía indeciso al debate entre el caballero y la supuesta bruja. Leonnie no se lo parecía, aunque supiera de hierbas, pero Don Diego debía de tener mucha más experiencia en el tema. Él era, como bien había dicho, un hombre de Dios, racional y devoto del Altísimo, por lo que, por el momento, decidió hacer caso a las palabras del caballero.

— Mal vamos contra el conde si de primeras ya peleamos entre nosotros, don Diego — dijo para mostrar su reticencia, antes de coger un paño y dar un paso hacia Leonnie — Y vos, señora, os pido que no os resistáis. Si no sois una bruja, no tenéis nada que temer.

Teolfo se alegró de ver a Damià. Por fin una cara conocida y agradable para él. Aunque aún más se alegró de comprobar que el posadero deslizaba aquel objeto hasta él. Se trataba de las llaves, por lo que el soldado se agachó para recogerlas. En aquellos instantes, su corazón latía con rapidez.

El soldado desvió la mirada, observando cómo Damià y el guardia se dirigían hacia el almacén. No entendía cuál podía ser el motivo por el que el posadero le ayudaba, aunque desde luego le estaba agradecido. Asegurándose de que el guardia ya se hubiera alejado, se situó frente a la cerradura y utilizó la llave para tratar de abrir la puerta. Tenía que salir de allí cuanto antes. Tal vez pudiera sacar a los capellanes si se encontraban en el edificio, y también al herrero, aunque tenía que hacerlo con sumo cuidado.

- Poc a poc... -dijo ante la pregunta del plan, tenían algo, tal vez no un plan definido, pero sí un principio. Apretó las manos de Lluisa sonriendo con cariño y aquella timidez que siempre había tenido y asintió.- T'ho agradeix Lluisa, tú també saps que pots comptar amb mi, no?

Claro que Pau recordaba con nostalgia todo lo que habían vivido, lo había recordado también mientras estaba lejos, en la universidad, lo había recordado todas y cada una de las veces que se había topado con algún obstáculo de la vida. A menudo pensaba en Lluisa y Marc, que ahora era también un joven novicio en aquella parroquia, de cómo se ayudaban en las clases, en las tareas, de cómo trazaban sus planes para conseguir manzanas o los ratos de diversión a la orilla del río. Pero sobre todo, la amistad que tenían, el cariño que se guardaban y la sensación de formar una verdadera familia juntos.

Llanos avanzó sin temor hacia las profundidades del bosque, y en cuanto se topó con la gruta, avanzó también en el interior de ella con la misma decisión. Se había criado en aquel lugar, y conocía demasiado bien a las criaturas con las que podía toparse. Bien sabía que eran peligrosas, pero ella también lo era, así que irradiaba esa cofianza que parece invulnerabilidad.

Así pues, no se sobresaltó cuando la Lamia hizo su aparición, sólo la examinó con curiosidad.

Estoy segura de que ya sabes lo que soy.

-En efecto. También sé que tú sabes lo que soy yo. No vendría a molestarte si no fuera por algo importante. El Conde que rige estas tierras está decidido a manipular, erradicar o invocar a cualquier criatura mágica que se encuentre por estos lares. Está tramando algo, y no es bueno. Hay por ahí una criatura peligrosa suelta, y creemos que está haciendo algún tipo de ritual maligno en su castillo. ¿Tú has sentido algo? 

No cabía en mi sorpresa cuando aquellos dos hombres se pusieron en mi contra.

- ¿Vais a amordazarme cuando yo os salve la vida Don Diego? ¿y vos Bernat a quién he venido a ayudar? ¿de verdad vais a fiaros de las palabras de este hombre cuando yo ningún daño os he hecho? Sin pruebas, sin hechos, simplemente teméis que pueda ser una bruja porque... ¿un supuesto vino se ha hecho vinagre? ¿en serio pensáis que si yo fuese una bruja iba a dejar que el vino se hiciese vinagre para qué me capturaseis? Pensé que ambos eráis más inteligentes...

De verdad que esperaba más de ellos, pero desde luego que no iba a dejarme amordazar así por así por esos dos...

Teolfo salió de la celda con cuidado de no hacer ruido. Tendría que darse prisa, ya que el guarida no tardaría en volver. De inmediato, su breve compañero de celda se percató de la situación y aprovechó para escapar también, sacando fuerzas renovadas para huir de aquel horrible lugar cuanto antes. 

-Alabado seáis -dijo antes de esfumarse por la puerta.

Por desgracia, el otro preso se encontraba inconsciente en aquel momento.

Teolfo tendría que decidir ahora hacia dónde dirigirse; si no recordaba mal, ahora deberían haber ido a ver al herrero y después a los capellanes, aunque no tenía claro en qué momento irían a por sus padres.

Teolfo sabía que no disponía de mucho tiempo.

Álvarez y sus hombres iban a ir a por el herrero y, más tarde, acudirían también a por los capellanes. Sabía que también iban a acudir a llevarse a sus padres, si bien no sabía en qué orden lo harían. Sin embargo, Teolfo no podía perder tiempo. Tenía que tratar de poner a sus padres a salvo mientras aún podía.

Una vez fuera de la celda, decidió tratar de salir de la casa de los almogávares. Su primer destino sería intentar dirigirse hasta la casa de sus padres todo lo rápido que pudiera. Si ellos iban a ser llevados al castillo del conde, estaba seguro de que serían sometidos a torturas inimaginables. Tenía que evitarlo a toda costa.

La reacción de Leonnie fue la esperada, en realidad. Bernat empezó a acercarse a ella, lentamente y alzando las manos en señal de que no pretendía nada malo — Lo lamento, pero no os conozco más que a este caballero, con la diferencia de que de don Diego puedo estar seguro de su santidad — lo cierto es que tampoco entendía muy bien qué había sucedido con el vino, puesto que siempre había hecho oídos sordos a las supersticiones populares, pero la cruz de Santiago que llevaba cosida en su atuendo tenía el suficiente valor para él como para confiar en el caballero — Os doy mi palabra de que no sufriréis daño alguno, pero os insto a que colaboréis.

Pau y Lluisa estuvieron hablando durante un buen rato, compartiendo las vivencias que habían tenido y advirtiendo de la amenaza que se estaba cirniendo sobre el pueblo, pero entonces el tiempo les alcanzó. Don Claudio, con el gesto muy preocupado, entró en la habitación.

-Pau, Lluisa, teniu que eixir d'ací -dijo el capellán. Era evidente que no traía buenas noticias-. Els guàrdies del comte han arribat. Creuen que estéu ací. Heu de tornar al túnel per si entren. Si us troben aquí prendran la capella.

El capitán de los guardias se encontraba hablando con Don Ramir, así que tendrían una oportunidad de salir de la habitación y entrar en aquella en la que estaba la trampilla que conducía a las oscuras y misteriosas catacumbas. 

-Lluïsa, tu també. No els agraden els forasters, faran massa preguntes.

La criatura ladeó la cabeza ante las palabras de Llanos, mirándola con extrañeza. Al hacer la pregunta, la lamia bajó al suelo de un pequeño salto, sin perder el equilibrio, y se irguió ante ella. No era especialmente alta, sólo algo más que Llanos, pero aún así se las bastaba para resultar intimidante. En su mirada había algo inhumano y difícil de comprender. 

-Le dije al soldado que hoy iría a buscarte, pero parece que has preferido venir a mi encuentro -dijo mirando la linterna que Llanos llevaba entre sus manos-. Yo le enseñé a tu mentora a encender una como estas. Veo que te ha enseñado bien.

La lamia sonreía con cierta cierta frialdad y recelo. No le gustaba la idea de que su hogar pudiera ser encontrado con facilidad, pero aquella bruja lo había conseguido con sus propios medios.

-Sí, sé lo que está haciendo el conde; llevo meses enfrentándome a él y me he deshecho de muchos de sus hombres, pero ha empezado a traer cosas mucho peores que los soldados -dijo en un tono marcadamente más serio-. Esa bestia de la que hablas ya no es un problema, al menos no tanto ahora que le falta un brazo, pero vendrán más. Todas las que haga falta hasta que ya no me interponga en su camino.

No parecía haber muchos guardias por los alrededores, pero el que estaba en la casa no tardaría en dar la alarma en cuanto saliese del almacén, así que Teolfo no perdió tiempo y se dirigió al hogar de sus padres. 

Gracias a Dios que Quart de Sacre era un pueblo pequeño, pues el joven soldado no tardó en llegar sin demasiadas dificultades. Al entrar sus peores temores parecían hacerse realidad; no había nadie en casa. Si los llamaba, no obtendría respuesta por ninguna parte. Sin embargo, tampoco había señal alguna por la estancia de que allí hubiese habido soldados. ¿Quizás se habrían ido ellos de antemano?

Sólo había una cosa clara: sus padres se habían esfumado, y Teolfo sólo podía esperar que fuese para bien. 

Al llegar a casa, Teolfo se sorprendió de no encontrar a sus padres por ninguna parte. Durante un instante, el guardia se vino abajo, convencido de que el capitán Álvarez y sus hombres ya habrían llegado antes y se los habrían llevado. No obstante, al echar un ligero vistazo a la vivienda, observó que no parecía haber signos de que hubieran ofrecido resistencia o que hubieran querido registrar la casa, por lo que en principio descartó que se los hubieran llevado los soldados.

-¿Dónde estáis? -se dijo, en tono bajo, preocupado al no haber podido encontrar a sus padres.

Después pensó en Damià. El posadero le había proporcionado las llaves para salir de su celda, por lo que en principio ya sabía que él estaba detenido. ¿Tal vez había sido él quien había decidido avisar a sus padres antes de dirigirse a la casa de los almogávares para liberarle? ¿O simplemente se habían marchado por sí mismos después de saber que se lo habían llevado detenido?

Teolfo sabía que no debía permanecer por mucho tiempo en esa casa, pues solo era cuestión de tiempo que los hombres del conde acudiera. Decidió salir con rapidez de la vivienda y encaminar sus pasos con rapidez hacia la iglesia. Tenía que alertar a los capellanes cuanto antes.

Estaba anonadada ante el comportamiento de aquellos supuestos caballeros, que para mí, ahora mismo, habían perdido todo el respeto que pudiesen merecer, no solo habían olvidado lo que había hecho por ellos sino que sin prueba alguna me acusaban de algo, de lo que no tenían ni la menor de las pruebas.

- Ese vino, lo más seguro es que estuviese rancio, ¿cómo voy a hacer yo que de pronto se convierta en vinagre? Desde luego que esto es inaudito, no esperaba este comportamiento de hombres como vosotros, pero ya veo que estaba muy equivocada, y si piensan que voy a dejarme amedrentar... 

Suspiro y retrocedo apartándome lo más posible de ellos, esperaba que entrasen en razón.

i había algo más urgente que huir de allí, debería esperar. Pau se levantó de la cama de un salto, mirando con preocupación a su padre y sin mediar palabra echó mano del brazo de Luisa para ayudarla a levantarse.

- Disculpa'm amb permís Lluisa, hem de fugir, de presa. ¿Recordes els passadissos als que jugàvem de xicotets totes dos juntes amb el Marc? Donç hem d'anar ahí. Gràcies pare, no patisca, em mantindré amb contacte amb vosté.

Terminó de ayudar a su amiga y huyeron juntas, bajando a través de la trampilla hacia las escaleras que conducían a la lúgubre estancia que les habían preparado y siguiendo aquellos oscuros pasadizos. Todo para salir por la puerta en mitad del bosque, o tal vez la salida que estaba en la cueva. Sus pies lo dirían, en cualquier caso, debían elegir la salida más lejana por precaución. 

Llanos no se dejó amedrentar por la impresionante figura de la lamia, sino que se mantuvo en su sitio, alzando la barbilla para mirarla a los ojos. Por supuesto que le causaba cierto temor, pero trató de evitar que se reflejara en su rostro.

-Entonces tenemos un objetivo común: eliminar al conde, y evitar que traiga a más criaturas. ¿De qué se tratan? ¿Cómo las invoca? ¿Sabes cómo podríamos detenerle?

Lluisa, al  ver como de preocupado estaba Don Claudio, no dudo en actuar rapídamente para no entorpecer la situación. Se encaminó con Pau a los tuneles con la sensación  de que aquel problema era aún más grande cada vez. Cuando ya estaban muy dentro de estos, donde ya nadie podía notar sus voces, decidió por fin hablar.

-Pau, on ens hem ficat? Cóm que els guardies fan massa preguntes? Estàn massa alterats per el que pugui passar? Tenen por de que una persona aplegue i descobrisca el que està passant? Què Deu ens aguardi, crec que el compte vol tenir-ho tot ben controlat i té por  de que ens fiquem molt dins del seu pla, m’equivoque?- la muchacha había soltado todas esas preguntas de golpe y de carrerilla, casi abrumando posiblemente a Pau.

Dejó que Pau la guiase por los pasillos de piedra por los que habían jugado tanto tiempo atrás, en cierta manera era extraño que ahora fuesen por ahí con otras intenciones que no fuesen las de pasarlo bien.

vanzaban a toda velocidad por los corredores sin dejar lugar a respiro, hasta que a punto de encontrar la salida a una de las cuevas se detuvieron y Lluisa lanzó una batería de preguntas que dejó a Pau completamente abrumado. Le hizo un gesto para que bajase la voz y esperase un momento, asomándose al recodo siguiente que tenían delante.

- No sabem exactament què pretén el compte, però no és gens bo i per descomptat no ens vol a prop ficant els nassos on no toca. Ara hem d'amagar-nos fins que pugam fer alguna cosa i seguir investigant. Segueix-me en silenci, d'acord? No sabem què ens podem trobar fora.

Dicho esto sonrió a su amiga, era una lástima no tener más tiempo para ponerse al día. Siguieron su camino hacia adelante.

La iglesia no estaba lejos, pero por desgracia el camino hasta allí era concurrido. Sin embargo, casi nadie prestaba especial atención a Teolfo, ya que al haber sido detenido aquella misma mañana todavía no había corrido la voz. Algún viandante se quedaba extrañado, preguntándose por qué tendría tanta prisa, pero las respuestas a aquella duda llegarían más tarde. 

Ascendió por las inclinadas callejuelas que conducían directamente a la capilla, situada en el punto más alto del pueblo, y al aproximarse enseguida vio a los soldados del conde esperando en la entrada. Allí estaban también el capitán Álvarez y el capellán Don Ramir, que parecían haber tenido una discusión acalorada.

-Esto no quedará así capellán. Hace tiempo que el archidiácono os está buscando sustitutos para quitaros de en medio por vuestra mala gestión -dijo el capitán escupiendo sus palabras-. Los rumores de vuestra mala vida son más que confirmados.

-Mientras nuestra precepto siga vigente, seguiremos siendo el lazo que une este pueblo con Dios, ¿o prefiere ver cómo responden los vecinos a quedarse sin la misa de hoy?- respondió el capellán con toda la serenidad que pudo-. Ahora deje de molestarme, tengo un sermón que dar.

-Eso ya lo veremos -rechinó entre dientes. 

Tragándose su orgullo, el capitán dio media vuelta haciendo volar su capa dramáticamente y comenzó a descender por las calles acompañado de sus soldados. Ahora Teolfo tendría vía libre para acercarse a la capilla, o al menos eso parecía.

-El vino estaba en perfecto estado esta mañana, así que no oséis contradecir mi palabra, ramera del diablo -dijo enfurecido-. Confié en vos, pero ayer estaba demasiado cansado y herido para reconocer los símbolos de una bruja cuando los tengo delante. Ese anillo que lleváis en el meñique de la mano izquierda, con la piedra de rayo... lo he visto otras veces.

El caballero estaba claramente furioso, pero también dubitativo. Apartó la mirada hacia la espada que le había entregado Don Bernat para bendecirla, observándola con un brillo furibundo en los ojos.

-Por desgracia yo no puedo dar mi palabra ante tal promesa. Lo habitual sería entregaros a las autoridades más cercanas para que os ajusticien, pero en mi orden no obramos así. Además, el conde es la autoridad más cercana, y es tan impío como vos -tras estas palabras miró directamente a Bernat-. Si me ayudáis a acabar con este mal os prometo un lugar de posición en mi orden, un honor inimaginable para un simple hidalgo catalán.