Partida Rol por web

Kartag suspiro con cierto alivio al ver que el rastreador parecía fallar en su búsqueda. Dando gracias a Majere se dispuso a ver la escena que ocurría a continuación. El Sargento parecía estar entretenido pateando al rastreador por haber fallado en su cometido cuando de repente emergió de su tienda el aclamado Akromm. Maldición! Realmente parecía un enemigo formidable, haciendo honor a su sobrenombre "El poderoso". Su tamaño y la palidez de su piel lo convertían en algo exótico. Para mas inri la maza que asomaba sobre su ancha espalda parecía ser un arma formidable. Puaghhh! Los demás no eran rivales para el grupo, pero el ogro era otra cosa...Si sus compañeros salían a campo abierto ahora, estaban perdidos! Rogó porque Tarben tuviera la suficiente sangre fría para trazar un buen plan, uno que consiguiera minar o llamar la atención del grueso de la fuerza enemiga, uno para eliminarlos poco a poco,  uno para poder sobrepasar a Akromm!

Mirando en dirección al matorral, no vio rastro de sus compañeros. Se imaginó a Desdemona reprochando su acción a Leviathan por el jaleo que había montado. Seguramente estaría martilleándole el oído por poner en peligro a su queridísimo Tarben. Jojojo! Ver esa escena no habría tenía precio, pensó el monje.

Tarben mantuvo la presa del mago unos instantes más hasta que quedó claro que no iba a moverse. Le había pillado por sorpresa, y en realidad lo suyo no era el combate físico. Por eso había podido retenerlo con tanta facilidad.

Luego me lo agradeces.

Quedaba patente que el mago no estaba contento con lo que había pasado. Pero Tarben no tenía tiempo, ni ganas, de arropar a nadie. Necesitaban a Anubis, pero a un Anubis lúcido y atento. O estaban todos mentalizados para la batalla y confiaban los unos en los otros o habrían perdido antes de empezar.

Mira bien la situación. Hay grupos numerosos en todos lados, no ibas a poder llevarte a ninguno pues donde fueras ya habría suficiente gente para detenerte. Por no decir que no eres Desdemona o Kartag, ambos diestros en sigilo, e incluso ellos lo tendrían dificil sin nada donde ir escondiendose.

Estaba explicandole la situación al mago cuando salió el lider de aquel ejercito. Todo en él radiaba poder, y maldad. Sobretodo maldad.

Tan solo la fe de Tarben en su dios, y sus votos de caballero, impidieron que retrocediera instintivamente. Aun así, cuando lo vio dirigirse al carromato el clérigo se temió lo peor.

Oh mi señor. Por favor que no vaya con el joven Asthor. Por favor. Sólo necesitamos un poco más de tiempo.

Miró a los compañeros con los que estaba.

No podemos enfrentarnos a eso tal y como estamos ahora. Nos superan en número. Si queremos debilitarlos un poco tendremos que hacer que vengan a nosotros y pelear en un terreno que nos favorezca. El pasillo de la escalera, ahí podemos contenerles sin que su número les ayude. Es nuestra única opción de resisitir. Así podremos cerrar y retirarnos a la sala secreta si nos empiezan a sobrepasar.
Ahora sólo hay que conseguir que nos persigan. Y que no intenten usar a Asthor para hacernos salir.
 

Hay serenidad aunque no concordia en mi respuesta a las condescendientes palabras de quien actúa y habla con el atrevimiento de la ignorancia.

—Quien seguro que no va a agracérnoslo es Asthor si muere a causa de que hemos permanecido aquí ociosos. El día que asumas que no puedes decidir por los demás acerca de cosas que exceden a tu comprensión, habrás crecido en sabiduría.

»Dices bien, yo no soy Desdemona, ni Kartag. Yo soy yo y las aptitudes de cada uno son las que nos hacen únicos. Yo no necesito esconderme si lo que pretendo es ser un cebo. Yo no necesito esconderme en campo abierto si puedo levitar. A veces no basta con "mirar bien la situación", solámnico, además tienes que estar seguro de que tus ojos sean capaces de ver más allá de lo evidente y aceptar que tus limitaciones personales no son extrapolables a cuantos te rodean.

»Hemos perdido un tiempo precioso para aprovechar en nuestro favor el factor sorpresa, posibilitando con nuestra desidia que aumente el número de enemigos a enfrentar. Eso es algo que, sin duda, pesará en las conciencias de todos aquellos que lamentamos los males ajenos.

»Ahora ya no cabe un plan de rescate. Incluso aunque me permitieras hacer lo que nunca debieras haberte atrevido a impedirme, sería ya demasiado tarde. La retirada es nuestra única opción, dices. La retirada abandonando a su suerte a un camarada y confiando su destino en manos de los Dioses. Hágase pues tu voluntad, Tarben, dado que no estás dispuesto a tolerar otras. Huyamos bajo tierra y que la Dama Azul se apiade de nosotros.

Para el susto de Baigron, Anubis se dispuso a llevar a cabo su plan; Baigron estaba a punto de echarse encima del mago de los demonios cuando Tarben se adelanto y placo al atrevido mago. Suspirando mentalmente, Baigron se cubrio mejor bajo la cobertura donde se hallaban ocultos.

El momento de tension no se paro, debido a que los goblins de los demonios parecia que habian sido capaces de intuir la presencia de Kartag, algo que Baigron temia que pudiera desembocar en una batalla que ninguno de ellos estaba preparado para hacer frente.

Para añadir mas leña al fuego, el maldito Akromm hizo presencia en el campamento y Baigron entendio el concepto que solian decir los pieles blandas de que se les congelaba la sangre en las venas. La presencia del ogro era como un punzon en la cabeza, la maldad que esa criatura exudaba era algo que Baigron no sentia desde la infraoscuridad.

Ahogando un escalofrio y concentrnado su voluntad en tapar los duros y desagradables recuerdos de la infraoscuridad y lo que sufrio alli, Baigron observo a Tarben y a Anubis en su presa mientras espera a la reaccion del ogro del demonio. Por suerte parecia que habian tenido suerte esta vez y la cosa no habia pasado a mayores.

Baigron siseo ante las palabras de Tarben.

Comprendo asintio el draconiano, tu guias, yo sigo. Dijo sencillamente Baigron con la espada lista para lo que sea.

Tarben se obligó a calmarse antes de mirar al mago de manera intensa. Anubis no había especialmente util en lo que a los combates se refería, por no hablar de un tanto acobardado. Aunque siempre había sido útil a la hora de averiguar cosas y conseguir información, pues en verdad tenía grandes conocimientos. Por eso no entendía ese cambio tan repentino y extraño en él. Pues aunque se había vuelto más osado, también se había vuelto más incosciente por no decir suicida. Y además de la manera más equivocada posible.
A Leviathan podía permitirle depende que comentarios, e incluso se los perdonaba pues sabía que eran dichos por la preocupación que sentía. Pero el mago no se había ganado aquel derecho. Era un caballero de Solamnia, estaban en una misión divina de su dios. No desde luego que había cosas que no iba a tolerar que le cuestionasen o le insultasen.

Siempre había creido que la mejor cualidad de los magos era su inteligencia, y hasta ahora siempre habías hecho de gala de ella, a pesar de otras carencias como podemos tener todos. No sé a cuenta de qué la has perdido a cambio de esa "temeridad".
No obstante no es momento ni lugar para "ilustrarte" en el "arte de la guerra". Y sinceramente tampoco quiero hacerlo.
Te agradecería, si no por mí por respeto a nuestros compañeros que están también en peligro, que te abstengas de hacer comentarios que no sean para decir algo productivo.

Agarró la ballesta y los virotes que el mago había soltado.

Es el única arma a distancia que tenemos, así que la usaré para llamar su atención, a ver cuantos logramos que vengan. Ojalá sean los seis del carro al menos. Por favor, id bajando y colocaos en posición.

Leviathan se mantuvo firme. Realmente no esperaba una contestación de la chica demonio, seguramente su sangre era fría como el hielo y era inmune a depende que situaciones y posiblemente la empatía no era su máxima virtud. Así que no le quedaba otra que seguir mirando al campamento, con la cara esculpida en piedra, clavó su enorme espadón en la tierra, acomodando sus manos sobre la guarda de la misma.

El Ogro se dirigía hacia Asthor y ahora no se podía hacer nada. Leviathan repasó todo lo que había hecho mal y hecho bien. No estaba seguro que con otro plan sacado de la nada, tuvieran alguna oportunidad frente a esos monstruos. Estaban heridos y fatigados, sin conjuros y sin apenas haber dormido. Era un escenario espantoso, para una batalla, todo su entrenamiento militar le decía que no era el momento de entrablar un combate tan desigual.

Se maldijo por no haberlo previsto antes y se quedó quieto como una estatua, aceptando lo que tuviera que presenciar, si su compañero iba a ser ejecutado o torturado, él no apartaría la vista ni un segundo. Al menos eso le debía. Intentó repetir de memoria algun salmo que le ayudara a pasar este trago, pero no recordó nada. Sólo le queda apretar los dientes y seguir mirando.

Aunque eso le produjera cicatrices en el corazón que nunca sanarían.

Se disponía a bajar cuando escucho las palabras de Levi y volviendo a donde él estaba, puso una mano en su hombro y sonrió -¿Como puedo enfrentarme? te aseguro que tengo muchos más demonios que tu, tanto reales como ficticios, pero no dejo que me venzan, si no ellos ganan y tu eres un caballero de Solamnia, demuestra que tu entrenamiento y perseverancia son más fuerte que tus miedos, salvaremos a tu escudero y no te preocupes por Kartag, de cosas peores se ha librado, tiene una fortaleza increíble ese reptil- le sonrió -yo ahora bajare a avisar y ver a los demás, si quieres quedarte... ten cuidado- le dijo ya dirigiéndose a la cuerda para bajar. Bajo sin mucha dificultad, la cuerda ayudaba bastante. Vio salir a Erilyn, la muchacha le hablaba a ella, sin temblar, era un progreso, aunque si la temía realmente era por su culpa, había hecho méritos. -Levi esta arriba vigilando y observando el campamento, Kartag esta justo en el campamento, bien escondido espero, no te preocupes por ellos, saben cuidarse- no diría de ninguno de los dos que sabían cuidarse, pero no quería preocupar de más a la chica o que le diese una ataque de pánico.

-Iré a ver si puedo ayudar en algo a los demás, tu quédate aquí mejor, estas más segura- le dijo tranquilizándola y yendo hacia donde se habían dirigido los demás, tenía que informales de sus posiciones y de lo ocurrido.

Erilyn soltó el aire que habia mantenido dentro del pecho durante el tiempo en que la planar se tomó en contestar, asintió, y volvió a deslizarse tras la grieta en la que se había ocultado. Desdemona enfiló el túnel de las arañas, no necesitaba fuente de luz, tal era su visión en la oscuridad, que enseguida cambió al espectro de negros, blancos y grises. Llegó a la habitación en la que se habían enfrentado a los enormes arácnidos, y confirmó que la puerta secreta se encontraba cerrada. Seguía sin haber rastro de sus compañeros, por lo que, moviendose como una de las sombras que la rodeaban, enfiló el pasillo que la llevó hasta la otra puerta secreta, aquella que había manipulado para que no se pudiese abrir desde fuera. Observó durante unos instantes y le sorprendió ver que, aunque de un modo rudimentario, pero alguien había vuelto a colocar la pieza que faltaba en su sitio, haciendo que, de nuevo la puerta cediese a la presión de la letra en el tallado de la pared de la achicharrada biblioteca: quizá Tarben, como medida por si les tocaba volver a la carrera.

Salió a la rectangular habitación del incendio, y aplicó el oido: nada, no se oían ruidos de lucha:

... Han dicho que intentarían llamar la atención generando caos desde allí ...

Las palabras de la insulsa pelirroja resonaron de nuevo en su cabeza. Desde luego, al menos de momento parecía que poco o ningún caos había sido generado. Fue pasando por los desiertos pasillos del subterraneo de la torre de los magos sin encontrar a nadie, ni escuchar ruido alguno, hasta que llegó al recibidor donde se habían enfrentado a la ilusioria figura demoniaca que casi había acabado con Zoak. La trampa del bloque de pared del pasillo de entrada estaba montada, lo que permitía que Desdemona viese el final de la escalera de caracol, por lo que le llegaban ligeros vestigios de claridad..., y podía escuchar con mayor claridad aun los ruidos que venían de arriba. Entre ellos, distorsionados por la distancia escuchó las voces de Tarben y de Anubis, que, pese a mantenerse en un volumen bajo, sonaban crispadas: estarían discutiendo??

Akromm y su séquito llegaron hasta el carromato, momento en que todos los goblinoides, hasta ahora ingobernables por el sargento bugbear, se callaron a una, y bajaron la cabeza. A ninguno de los ocultos observadores le pasó inadvertido el miedo en los ojos de cada uno de los goblins, hobgoblins y bugbear de la tropa del ogro de las profundidades, mientras este se acercaba.

Akromm escuchó inmutable el parte que el sargento bugbear le daba, mientras miraba hacia la colina rodeada de matorrales y espinos con aquellos ojos lechosos de tono violeta. El silencio presidió las palabras cargadas de miedo del bugbear, que acabó señalando al goblin de anchas fosas nasales que había intentado rastrear al atacante del otro bugbear. A su lado, Shûltz, la bruja, se lamía los labios, de forma lasciva: parecía alimentarse del miedo de la tribu hacia su lider.

Cuando el sargento acabó de hablar, bajó la cabeza, y dio un paso atrás, momento en que Akromm clavó su mirada en el bugbear herido:

— ^** Describeme a aquellos que os atacaron en la colina ^** — le gruñó, en rudimentario goblin. Pulgas, al que parecía que le faltaba el aire por la presión de la mirada del ogro de las profundidades, se lanzó a describir, de un modo vago, al enorme humano al que le había lanzado su jabalina, y con mas detalle, al draconiano kapak que le había intentado frenar en su carrera para avisar a la tribu. No se le olvidó apuntar que alguien mas se escondía en el follaje, pues varios proyectiles de ballesta vinieron de aquella dirección.

Akromm pareció complacido y con un movimiento de su mano, despachó al bugbear:

— ^** Quiero que me informeis sobre donde han huido esas patéticas ratas ^** — ordenó, mientras su mirada no se movía de la colina.

Una vez un grupo de seis goblinoides (el sargento bugbear, dos hobgoblins y tres goblis) se lanzaron a la carrera para dirigirse hacia la colina, el ogro se giró hacia la Bruja, y la preguntó:

— ^** Alguna novedad respecto a los que quedan dentro de las ruinas de la Torre?? ^**

Shûltz giró la cabeza hacia la entrada de la torre, entrecerrando sus porcinos ojillos negros:

— ^** No, mi Señor. Tenemos a dos hombres apostados allí, a la entrada, pero no han informado de novedad alguna... ^** — respondió, arrugando la nariz al no ver a ninguno de los dos guerreros que vigilaban desde allí — ^** Gusano!! ^** — chilló a uno de los hobgoblins — ^** No hagas esperar a Su Eminencia, y trae aquí a Ijjer y Poxx!! ^** — El interpelado a punto estuvo de trastabillarse con el respingo que dio, pero no osó poner un pero a la chillona orden de la Bruja. Asintió y se preparó para acercarse hacia la torre ¹

Mientras el hobgoblin, jabalina en mano, se disponía a cumplir la orden, Akromm habló de nuevo, dirigiendose a su tropa:

— ^** No permaneceremos mucho tiempo mas aquí. Sacaremos a esas ratas de su agujero, y nos llevaremos el oro del mago para mayor gloria de la Grieta de Prantek!! ^** — En ese momento sacó una de las jabalinas que estaba en un largo carcaj que colgaba de su hombro, a un lado de la cabeza de la enorme maza tachonada en negro, y la levantó en el aire, lo que provocó un grito unánime por parte de todos los goblins que quedaban en el grupo, incluídos los seis que se movían raudos camino arriba, hacia la colina.

Entonces, con una velocidad que contradecía su enorme estatura, Akromm lanzó, como un rayo, la jabalina hacia un lado. El grito de júbilo cesó entonces, de improviso, mientras todos contemplaban como el goblin rastreador, que había fallado en seguir el rastro de Kartag, se había quedado petrificado, con una mueca de pavor y sorpresa, mientras la enorme jabalina había atravesado su pecho, y le había clavado con fuerza en el mullido terreno herboso de la colina:

— ^** No toleraré fallos que me hagan perder el tiempo...^** — dijo, en voz grave y baja, aunque todos pudieron escucharle.

El goblin rastreador dió un ultimo estertor, y quedó allí, clavado como una grotesca marioneta, mientras el hobgoblin, que se había parado para unirse al clamor tras las palabras de su lider, tragaba ruidosamente y se disponía a acercarse a la derruida entrada a la torre...

La brutal escena que se está desarrollando en el pequeño campamento goblin me resulta tan perturbadora que me cuesta atender a las palabras de Tarben, pero no me opongo lo más mínimo cuando trata de recuperar su ballesta. En sus manos resultará más mortífera que en las mías, casi con total seguridad.

Un solitario y asustado trasgoide es obligado a venir hacia nosotros y eso es prácticamente una sentencia de muerte para él. Si se queda con los suyos será ejecutado por su sádico caudillo y obedeciéndole cae directamente en nuestras manos, donde será ampliamente superado en número y fuerzas.

Resignado, me dispongo a emplear mi magia para repelerle antes de emprender la retirada. Si nuestro plan es atraer sobre nosotros la atención de nuestros enemigos y hacer que nos sigan hasta la torre subterránea, eso es exactamente lo que pienso hacer, lanzando un conjuro menor de "salpicadura de ácido".

Al ver que se acerca uno de los hobgoblins, Tarben se echa al suelo apuntando con la ballesta al goblinoide que se acerca. Esperará a que esté lo más cerca posible antes de disparar, pues así lo mismo podrá hacerlo dos veces.

Mmm. Pueden pasar dos cosas. Que lo mate y entonces envíen a más, o que no lo haga y entonces huya y venga con más. Parece ser que de cualquier manera vendrán más a éste lugar.

Lo cual ya nos viene bien. Mientras no sea el ogro o su secuaz.

Si de verdad podemos ir eliminandolos poco a poco todavía tendremos una posibilidad. Kiri-Jolith vela por nosotros, necesitamos tú ayuda.

Todo volvió a moverse en el campamento, casi como si el mismísimo Akromm hubiese aflojado la garra sobre su voluntad, y todos sus subordinados hubiesen recuperado su capacidad de movimiento.

El sargento bugbear gruño a uno de los goblins de su unidad, al que su armadura de cuero le bailaba, como si fuese tres tallas mayor, y el grupo de seis goblinoides salió a la carrera en pos de aquellos que habían atacado a Pulgas y su compañero goblin en lo alto de la colina.

Akromm miraba fijamente hacia el afloramiento rocoso, casi como si, desde aquella distancia, pudiese desdentrañar el misterio que albergaba, y que papel jugaba en los que ahora se ocultaban en las ruinas de la Torre del Mago. Shûlz, la bruja, ronroneaba cosas hacia el imponente ogro de las profundidades, mientras se movia a su alrededor, mientras el orog se mantenía completamente quieto, como una imponente estatua, erguido y con ambas manos apoyadas sobre el pomo de su hacha de combate.

Paralizados junto a ellos estaban Pulgas y los otros dos goblinoides que habían quedado junto al carro en el que Asthor aun continuaba inconsciente. No se atrevían siquiera a respirar con fuerza, y no podían apartar la vista del goblin empalado, que hacía un momento que habia dejado de sufrir estertores y cuya densa sangre iba resbalando por el venablo hasta el herboso suelo. Temían que la ira del lider pudiese aun descargarse sobre alguien mas.

Mientras, el hobgoblin que había recibido la amenaza de la bruja salió hacia las ruinas a la entrada de la torre, ajeno a las dos figuras que, ocultas entre las rocas del derrumbe, se disponían a atacarle con acero y magia, dispuestos a llevar toda la atención de los goblinoides hacia los pasillo subterraneos de la tribu, donde la superioridad numerica de los enemigos perdería efectividad. Tarben y Anubis se prepararon para el inmimente ataque, mientras Baigron y Zoak esperaban unas escaleras mas abajo, dispuestos a proteger la huida de sus compañeros tras el ataque. Sorpresivamente, Zoak habia decidido cubrir las escaleras desde el primer momento en que Akromm había hecho acto de presencia, quizá en una muestra de lucidez, pues el odio que sentía por los ogros, que habían esclavizado a su Pueblo en inicio, podía hacer que cargara en cualquier momento contra él, poniendo en peligro, no solo a sí mismo, si no a sus compañeros, y al chiquillo humano. Keela le necesitaba, era su única esperanza, y no pensaba fallarla...

Cuando el Hobgoblin se encontraba a apenas 10 metros del inicio de la escalera, de pronto dio un respingo y se dispuso a levantar la jabalina, mientras echaba mano hacia su escudo, que descansaba a su espalda. Parecía que se había dado cuenta de algo!!

Agudizo el odio ¿que hacían esos dos? ¿estaban discutiendo? si, genial, era el mejor momento para eso, además no esperaba que ese fuese su concepto de armar jaleo, era una forma demasiado estúpida. Decidió seguir subiendo, después de todo tenia que informar, tanto de lo que estaba pasando en el campamento, como de donde estaba Leviathan.

Agudizando el oido, Desdemona consiguió discernir el contenido de la discusión, pese a que ambos hablaban en voz baja, al menos para el baremo de una voz normal, pero la planar estaba acostumbrada a moverse por sitios donde la caída de un pelo podía llamar la atención: parecía que discutían porque Tarben había impedido que el mago ejecutase algún tipo de plan, aduciendo que se ponía en peligro no solo él, si no el resto. Independientemente de lo que hablaran, la pícara había podido confirmar que se encontraban en la superficie, a la entrada de la torre.

Decidió subir las escaleras, dispuesta a informar de lo que había ocurrido en el otro lado. Y claro, lo hizo intentando que ni un solo sonido delatase su presencia... Con una sonrisa de suficiencia, llegó hasta casi la parte alta de la escalera, mientras su visión volvía a adaptarse al espectro de luz normal. Zoak y Baigron, armas en mano, le daban la espalda, y mas arriba, Tarben y Anubis, ocultos tras sendas rocas, atacaban a la vez (el primero con su ballesta, y el mago con un conjuro) a alguien que escapaba del angulo de vision de Desdemona!!

Tarben estaba apuntando al goblin a la espera de que se diese cuenta de que sus compañeros no estaban. Y no pudo ser más evidente, pues trató de alcanzar sus armas.
El clérigo no dudó y disparó la ballesta casi al mismo tiempo que el mago conjuraba. Ambos proyectiles, uno mágico y otro físico parecieron impactar en la pequeña criatura.

No creía que fuesen suficientes para acabar con aquel ser, pero sin duda ayudarían.

No le dio tiempo a recomponerse de la sorpresa, y antes incluso que hubiese agarrado su escudo ligero de madera, el virote de la ballesta de Tarben se había clavado profundamente en el pecho del hobgoblin con un sonido sordo. Lanzó un gruñido ronco, mientras embrazaba el escudo y levantaba la jabalina, dispuesto a lanzarla, pero entonces una bola de crepitante ácido, conjurada por Anubis se estalló contra su cara, haciendole gritar de dolor durante apenas un par de segundos. Entonces calló de repente, y cayó como un fardo hacia delante, muerto.

Había sido rápido, pero no pasó desapercibido para los que estaban a solo un par de decenas de metros:

— A ELLOS!!! — bramó Akromm, agarrando otra jabalina de la suerte de carcaj que colgaba de su espalda.

Shùlz dió un grito agudo dispuesta a colocarse tras el voluminoso cuerpo del ogro, mientras que le acorazado Orog embrazaba su hacha de doble filo, dispuesto a colocarse ante su lider cuando este lanzase la jabalina. Los tres goblinoides allí reunidos también trataron de echar mano de sus armas de distancia, dispuestos a seguir a su caudillo contra aquellas ratas que se escondían en la torre, entre ellos y el magro tesoro que les esperaba en el interior.

Con un suspiro de alivio, el enorme solámnico pudo ver como el enorme ogro que era Akromm, al menos de momento, no la emprendía con el pobre Asthor que, a los Dioses gracias, continuaba inconsciente sobre el carro, sin llamar la atención.

Observó como el Ogro de las Profundidades impartía órdenes, haciendo que un grupo de 6 goblinoides (1 Bugbear, 2 Hobgoblins y 3 Goblins) saliesen a la carrera hacia la colina en la que él se ocultaba. Un solitario Hobgoblin se dirigió, ante una imprecación de la Bruja Hobgoblin, hacia la derruda entrada de la torre , mientras el Ogro, la Bruja, el guardaespladas Orog y los tres goblinoides restantes permanecían allí, junto al carro. Por mas que lo intentó, Leviathan intentó localizar a Kartag, pero el draconiano parecía haberse evaporado en la neblina de la tarde.

Entonces, sin previo aviso, algo le llamó la atención desde las ruinas de la torre: un destello metálico salió de allí desde las rocas derrumbadas e impactó en el hobgoblin que iba hacia allí. Casi al momento, una extraña bola burbujeante, sin duda magica, salió desde allí también, golpeando en la cara, y provocando un corto grito por parte del goblinoide, que enseguida cayó muerto. Entonces los vió, eran Tarben y Anubis, parapetados tras las rocas!!

El grito de Akromm le hizo dar un respingo:

— A ELLOS!!! —

Enseguida, tanto el lider como los 5 le rodeaban frente al carro se dispusieron a enfrentar la amenaza que había supuesto la muerte del hobgoblin.