Partida Rol por web

- Hmm - empezó Demóstenes con tono pensativo - Entiendo que el que todos soñáseis con el mapa no es extraño. Después de todo esa era vuestra misión. Sobre la torre no sé qué puede ser. Quizá la Diosa intentase deciros algo en sueños, no sería la primera vez.

- ¿Recordáis algo sobre esa torre? - preguntó.

- En mi sueño luchamos contra un monstruo que nos decía que jamás llegaríamos a tiempo a la torre, y los titanes iban a vencer. Es lo que recuerdo - contestó Triss.

- Además al despertar vimos el campamento de Esparta a lo lejos, y para evitarlo nos dirigimos a Corinto. Allí nos contaron que el ejército de Esparta fue visto por un pastor tras una colina y parecía esperar algo. Curiosamente ese día a mediodía un zagal prendió fuego a un pajar y se produjo una columna de humo enorme. El chaval dice que una náyade de ojos azules se le apareció y le mandó hacerlo. Pensamos que esa pudo ser la señal para atacar...

El chico se quedó allí, mirando el fuego extasiado, como dicen que pasó aquí con el soldado que robó el mapa, que se quedó mirando una tea. Por cierto, dicen que se quedó repitiendo lo mismo una y otra vez, ¿qué era lo que decía?

¿Y algo de esto le resulta familiar? 

- Estamos algo desorientados desde la emboscada que nos tendieron los espartanos. +Añadió Rolo -Tenemos grandes lagunas, y quizá haya cosas que hayamos visto que podrían ser relevantes, pero las estemos pasando por alto por no entender bien la situación.

+Tras una breve pausa, Rolo continuó. -Sabemos que estamos en una misión importante, que trasciende a una simple guerra territorial con Esparta. Yo mismo tuve una epifanía en la que Atenea, tras preguntarle sobre el mapa que perdimos y la torre a la que Triss se refiere, me aconsejó que volviésemos a casa. Creo que la Diosa nos indicaba que aquí podríamos conseguir las respuestas que necesitamos para poder continuar con nuestra misión, y que ha sido ella misma quien nos ha traído hasta usted.

+Volvió a pausarse, para permitir que Demóstenes entendiese bien la situación, y prosiguió. -General, para serle de ayuda necesitaríamos que nos pusiese al corriente sobre el contenido del mapa, y sobre la verdadera causa del conflicto.

El general escuchaba con atención.

- La columna de humo que mencionáis probablemente fuese una señal para el ataque, sí -

Se llevó la mano al mentón, pensativo. Acto seguido se volvió hacia un mueble cercano, extrajo un mapa y lo extendió sobre la mesa.

- La batalla ocurrió aquí, Corinto está aquí - dijo señalando dos puntos dle mapa - Si el humo se originó a mediodía los Espartanos debían de estar esperando tras esta colina - concluyó.

- No le daría mucha credibilidad a la historia del muchacho - continuó - de no haber mencionado que alguien de ojos azules le obligó a hacerlo. Yo mismo interrogué a el traidor que robó el artefacto, el mapa, y juró que tampoco pudo negarse. Dijo que no vio nunca a su interlocutor pues las dos veces que le había visto había sido de noche y este iba embozado, pero mencionó que cuando le encargó el robo le miró a la cara y, bajo la capucha, vio dos ojos que brillaban con luz azul. Por supuesto no le creimos. Le habíamos capturado con el oro aún en las manos, y él no negaba haberlo hecho...pero parece que la historia se repite -

Se volvió hacia Rolo.

- Parece que sabéis bastante más que el resto de la gente. Si la Diosa os ha traido aquí...La situación sobre la guerra es más sencilla de lo que parece. Esparta dice que el artefacto les pertenece a ellos y que se lo hemos robado y por ello nos han declarado la guerra. Luego el artefacto fue robado, creemos que por orden de Esparta, pero las hostilidades continúan. Los sacerdotes han hecho sus sacrificios y han aconsejado que debemos seguir en pie de guerra y esperar a que a que "sus dedos" resuelvan la situación. Quizá vosotros seáis esos "dedos", sois cinco después de todo -

El general parpadeó despacio.

- Sobre el artefacto en sí, el mapa, es una esfera de bronce bruñido con incrustaciones de metales desconocidos formando lo que parece un mapa de tierras incógnitas. Uno de los sacerdotes tuvo un sueño donde la Diosa le ordenaba que buscase una vasija sin importancia que tenían en un almacén y que había que custodiar su contenido. El sacerdote la encontró y dentro estaba dicho artefacto - hizo una pausa - los filósofos la han estudiado pero no han podido recabar demasiada información. Posteriormente más sacerdotes tuvieron sueños similares indicando que había que custodiarlo a toda costa -

Demóstenes parecía cansado. Toda la energía que había derrochado en el escenario se había disipado conpletamente. Había resolución en su mirada, pero a la vez desesperanza. Parecía dispuesto a seguir adelante, pero a la vez estar superado por la situación.

- Eso es lo que puedo contaros. Si estáis aquí en nombre de la Diosa, os sugeriría que fuérais al templo, quizá allí obtengáis más información. En cuanto a mi, debo seguir ocupándome de la guerra. ¿Qué hacer frente a un enemigo con el que no se puede negociar? Con el artefacto desaparecido y sin dejar rastro sólo queda seguir luchando hasta que uno de los dos sea aniquilado.

- Una última cosa, ¿Kassandra la profetisa tenía los ojos azules? ¿Crees que pudo ser ella la que encargó el robo? - añadió Triss.

- Y el artefacto de Esparta, ¿lo han descrito como el nuestro? Por si el de ellos es otro diferente y también se lo han robado

- ¿La adivina? Sí, tenía los ojos azules, pero no veo por qué iba a haber robado el artefacto. Se codeaba con la alta sociedad de la ciudad y obtenía buen dinero por su habilidades -

Se llevó la mano a la barbilla mientras pensaba.

- Realmente no puedo decir nada al respecto, apenas interaccioné con ella. Si el robo fue obra suya debía ser algo más de lo que aparentaba... No lo sé, el traidor dijo que sus ojos brillaban por la noche, y los de Kassandra eran como los de los salvajes del norte, azules, sí, pero normales. Y la muchacha era agraciada, sí, pero ¿confundirla con una Náyade? -

Se encogió de hombros

- Quizá tuviera algo que ver, quizá no. El caso es que ella ya no está en la ciudad. Respecto a lo que los espartanos puedan echar en falta, no lo sé. Cualquier intento de diálogo con el enemigo ha resultado inútil. En su delcaración de guerra exigían que les devolviéramos "el mapa" que, según ellos, les robamos. Mandé mensajeros, pero o no han vuelto o han vuelto muertos sobre sus caballos.

Negó con la cabeza con resignación.

- Si en algo más puedo ayudaros hablad, si no, tengo una guerra que ganar.

- "Por lo que dijo Sofronio, la chica con ojos azules salio a toda prisa hacia Creta."
- "Lo malo es que Creta esta muy lejos, pero supongo que él nos podría llevar."

- "¿ Cual es la posicion de Creta en esta guerra ?" - Preguntó a Demóstenes

- ¿Creta?- preguntó Demóstenes llevándose una mano al mentón.

- No, los cretenses son neutrales en este conflicto - respondió el general negando con la cabeza.

- Si os referís a Sofronio el armador de Corinto, uno de sus barcos puede hacer el viaje hasta Creta en uno o dos días, si es que perseguir a esa mujer creéis que nos ayudará...

Triss se dirigió a sus compañeros: - Pues si queréis podemos pasar por el templo de Atenea como ha sugerido el general. Atenea dijo a Rolo que volviera a Atenas, así que tal vez aquí nos de otra pista de qué está pasando. Y sino, pues lo siguiente es ir hacia Creta y seguir a esa mujer.

Yo también creo que sería buena idea ir a Creta. Aunque sean neutrales, las monedas venían de allí y la doncella de ojos azules parece dirigirse a esta isla también. No puede ser casualidad. Podemos pasar primero por el templo de Atenea e intentar buscar su consejo sobre lo que nos espera.

Pero General, tenemos sospechas de que los espartanos o quien esté azuzando este conflicto cree que el artefacto tiene la clave para acceder a poderes titánicos. No sabemos exactamente qué quiere decir esto. Soy consciente de que Atenas llora la pérdida de muchos valientes, pero no sería mala idea enviar a algunos exploradores a averiguar si los espartanos están planeando algo fuera de lo normal. Las consecuencias podrían ser devastadoras para toda Grecia.

Demóstenes frunció el ceño al escuchar a Kainos.

- Extrañas palabras... - dijo - pero corren tiempos extraños. Lo tendré en cuenta, gracias por el aviso ciudadana. Ojalá vuestros pasos os llevan a evitar esa catástrofe de la que habláis y, además, nos traigan la paz.

-Vayamos al templo entonces, antes de marchar a Creta. +Dijo Rolo con un deje de nerviosismo en la voz, antes de erguirse frente a Demóstenes en señal de respeto como despedida.

Demóstenes respondió al saludo de Rolo e hizo una señal a uno de los guardias, que abrió la puerta y acompañó al grupo hasta la salida.

Las calles de la ciudad seguían más vacías de lo que cabría esperar, aunque había un flujo cada vez mayor de personas provenientes de la Acrópolis, indicando que el sacrificio ya había terminado. Desandaron el camino y en no mucho tiempo volvieron al punto del que habían partido. Un grupo de personas se afanaba en desmontar el escenario sobre el que había hablado el general, a la sombra de la colosal estatua de Atenea.

Un poco mas allá, a la derecha, se encontraba el Partenón, un imponente edificio de planta rectangular rodeado de colosales columnas de marmol. Dos sacerdotes jóvenes, vestidos con una túnica gris, se afanaban en limpiar la escalinata del templo. Otros dos, de mayor edad y gesto serio, custodiaban la puerta principal, junto a la cual ardían dos enormes braseros de bronce.
 

-Rolo, pasó por alto la magnificencia del edificio, algo con lo que en otras circunstancias podría haberse quedado absorto durante horas, y se acercó a los sacerdotes más viejos sin poder disimular del todo su nerviosismo.

+Hola... -Les saludó torpemente alzando la mano +Venimos a orar a la Diosa antes de salir a una misión importante.

El sacerdote miró a Rolo con detenimiento, luego al grupo y luego de vuelta a Rolo.

- Muy bien. ¿Y qué sacrificio traéis? - dijo tras un momento

-Rolo se inquietó un poco más. Había olvidado que se requería un sacrificio, o al menos algo valioso que ofrendar, y rebuscaba en el zurrón sin encontrar más que monedas y alguna baratija.

+Tenemos... Nosotros traíamos... -Empezó a decir mientras miraba a sus compañeros, buscando una respuesta en alguno de ellos.

Triss rebuscó entre sus cosas a ver si había algo que pudiera servir, y vió que tenía aún dos monedas de oro. Se acercó al sacerdote y se las ofreció:

- Hemos pensado que para asegurar que la misión sale bien, os podríamos pedir que vosotros elijáis el sacrificio que creáis más conveniente en nuestro nombre, ya que vosotros sois los que más conocéis los gustos de la diosa. - Mientras se las ofrecía, se inclinó levemente en señal de humildad, para intentar adular al sacerdote.

- Tenemos que partir pronto, y ahora lo que más nos gustaría es entrar a orar para empezar la misión con la fuerza de Atenea en nuestros corazones.

El sacerdote recibió las monedas con gesto confuso. A todas luces esperaba más para un grupo tan nutrido.

- Bueno - dijo tras unos instantes - la ciudad acaba de hacer un gran sacrificio y son tiempos difíciles... Si esto es lo que tenéis, así sea. Seguidme -

Echó a caminar hacia el interior del templo seguido por el grupo.

El interior era una estancia rectangular ricamente decorada con objetos de una artesanía exquisita. Lienzos pintados, ánforas decoradas con maestría, armaduras y armas finamente labradas y esculturas de un realismo fascinante. Una serie de braseros de bronce con pies de león se disponían junto a las paredes, caldeando el ambiente de forma innecesaria, pues el día ya era cálido de por sí. Una gran cortina flanqueada por un hombre y una mujer con atuendo de sacerdote se encontraba al final de la estancia, y otras dos puertas salían a los laterales.

El sacerdote les llevó hacia la cortina, que era de un finísimo tejido púrpura adornado con pequeñas cuentas brillantes formando el dibujo de una lechuza.

- Estas personas desean orar ante la Diosa antes de partir en una importante misión - dijo el que hasta ahora había sido su guía.

- Así será, adelante - dijo apartando la cortina abriéndoles el paso.

El grupo cruzó la cortina, seguidos de la sacerdotisa. La sala a la que accediron eran más pequeña que la anterior y no parecía tener ninguna otra puerta. El calor era aún más intenso, y el dulzon humo de diversas hierbas aromáticas llenaba el ambiente.

Al fondo de la estancia, sobre un pedestal de mármol, se erigía una estatua de unos cuatro metros de altura. Representaba a una mujer con la piel blanca como la leche, vestida con una túnica de tela plateada y portando lanza, escudo y coraza, todos de plata. Un yelmo reposaba a sus pies, con un largo penacho azul sobresaliendo de él como una cresta. La habítación rebosaba de tesoros, pero ninguno se igualaba con la deslumbrante calidad de la estatua, cuyos ojos reflejaban la luz de las llamas dándoles una viveza sobrenatural

La sacerdotisa levantó los brazos.

- Atenea, Diosa de la Sabiduría de las Artes y de la Guerra - empezó, con una voz más potente de lo que su cuerpo parecía poder emitir - hija predilecta de Zeus, invicta en la batalla, tú que velas por nuestro pueblo, acepta la ofrenda de estas personas, que se presenta ante ti con humildad en busca de tu insondable conocimiento -

La mujer volvió a una postura de reposo y se hizo a un lado.

- Ahora podéis elevar vuestra plegaria -